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Las claves del paso atrás

Por 8 de septiembre de 2013 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Lluís Bassets

Artur Mas dice que no se ha movido ni un milímetro, Oriol Junqueras se lamenta de que ha perdido fuerza al revelar su plan B, su estrategia. ¿Quién tiene razón? ¿Ha dado el presidente de la Generalitat un paso atrás?

Recordemos brevemente que el jueves, en una entrevista con Mónica Terribas, el presidente de la Generalitat aseguró que si en 2014 no hay acuerdo para celebrar la consulta con autorización del Gobierno español convertirá las elecciones autonómicas previstas en 2016 en su sustitutivo, lo que traducido al lenguaje del plan soberanista recibe el nombre de elecciones plebiscitarias.

A la polvareda levantada por estas declaraciones, interpretadas por los medios catalanes, españoles e incluso internacionales como un aplazamiento de la consulta, le siguió un nuevo quiebro al día siguiente, que se produjo además en un lugar simbólico de la alianza de CiU con Esquerra. En el ayuntamiento de Sant Vicenç dels Horts, ciudad de la periferia barcelonesa que tiene por alcalde precisamente a Junqueras, Mas dijo que todo seguía como estaba previsto, ni un paso atrás, con la consulta para 2014, ?sí o sí?. Pero a la vez se conocía que los canales de diálogo estaban abiertos desde enero pasado y funcionando con la máxima fluidez.

Este sábado, en el Consell Nacional de su partido, Mas ha confirmado de forma inequívoca la noticia que todos captaron el jueves, incluido Junqueras, y que solo las ensoñaciones de algunos pretendían ocultar. El presidente ha hecho dos cosas aparentemente obvias. Primero, ha mostrado ostensiblemente la llave de la disolución parlamentaria: la tiene él, no la tiene Junqueras, todavía menos Carme Forcadell, la presidenta de la Assemblea Nacional Catalana, misteriosamente impulsada a la fama política, ni tampoco la tienen los entusiastas de la Via Catalana. Segundo, ha venido a recordar que preside un gobierno legalmente establecido, obligado por tanto a cumplir la ley y a hacerla cumplir.

Nada nuevo, es verdad.
Pero este gesto doble, que señala la llave del poder, todo en sus manos, y el valor de la regla de juego, que no va a romper, conduce inmediatamente a una alteración profundísima en el calendario. El propio Mas lo dijo abiertamente en la entrevista: las elecciones que algunos entienden como plebiscitarias llegarán en mejores condiciones: expectativas de superación de la crisis, mejora del clima político y mayor debilidad de los dos grandes partidos mayoritarios españoles tras las elecciones de 2015.

Con este esquema Artur Mas desbarata la estrategia rupturista de Esquerra a escasas horas del 11-S y de la Via Catalana. Su estrategia es clara: hay que superar primero la crisis en vez de aprovecharla para largarse de España; y le da beneficios personales y directos: gana tiempo, descuenta ya la presión y la reacción ante la Diada, afianza su liderazgo y su dirección del proceso y reacciona ante el declive de CiU en las encuestas. Si alguien creía que iba a trabajar contra su partido, su coalición y contra sí mismo, andaba muy equivocado. Quiere ganar la partida, claro que sí, pero quiere ganarla él, no que la gane Junqueras. Algunos de sus amigos parecen no haberse enterado todavía.

Consecuencia muy seria de esta jugada. Ahora es Rajoy quien tiene la mano, a él le corresponde jugar. Si no lo hace con inteligencia, llegará algo que todavía no existe a estas horas: la internacionalización. Será después de 2016, tal como le ha marcado Artur Mas, no en 2014, como quieren los apresurados. Cualquier persona sensata sabe que España no puede dejar sin respuesta una propuesta de diálogo y de negociación como la que ahora está encima de la mesa.

Esta es una larga competición, mucho más larga de lo que quieren los que tienen prisa. En este momento estamos solo en mitad del partido de ida, que termina en 2016. Entonces empezará el partido de vuelta. Es temerario juzgar sobre el resultado final cuando hay tanto margen todavía. La lógica de las cosas lleva a que el partido se alargue más allá de las tensiones y de la atmósfera de la actual crisis. Lo tienen mal los impacientes.

Ahora corresponde a todos hacer un esfuerzo. Los corazones ardientes y los deseos desbordados están muy bien y se entienden perfectamente, pero nadie debe confundirlos con la realidad ni con los razonamientos ordenados. Cataluña ganará si se hacen las cosas bien, tal como dice querer Artur Mas. Su reconocimiento como sujeto político, bajo la fórmula que sea, está al alcance de la mano. También la recuperación de su influencia y prestigio hacia fuera, dentro de España también.

No hay que cerrar puertas, ni una dirección ni en la otra. ¿Independencia? No se puede excluir razonablemente cuando una parte tan sustancial de la población la desea y la pone encima de la mesa. Hay que hablar de todo ello. Pero sí debe excluirse como la victoria de unos y la derrota de otros, como una ruptura. Lo que sea deberá ser un acuerdo civilizado o no será. Los periodistas de cabecera del presidente ya han recibido el mensaje: él no apuesta por la independencia sino por una nueva relación.

Solo hay dos métodos conocidos: el europeo, en el que ganan todos, y el otro, que hemos conocido muy cerca en nuestro vecindario, en el que hay una parte derrotada y al final todas las partes terminan perdiendo. Artur Mas, como era de esperar, ha optado por el método europeo y sus gestos indican ostensiblemente que no está dispuesto a emprender el otro camino, que es el de los Balcanes.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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