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Cuádruple A

Leía ayer el artículo de Javier Blánquez sobre los moteles, sobre los moteles como epítome de la sordidez, publicado en el suplemento La Lectura de Verano del diario El Mundo. Y ahí, en ese documentado trabajo, apareció, cómo no, el periodista Gay Talese y su manual El hotel del voyeur, creado a partir de informaciones suministradas por un tal Gerald Foos, propietario de un siniestro edificio en el que, desde estratégicos escondrijos, espiaba a los huéspedes. Pues bien, ese edificio se hallaba en la pequeña localidad de Aurora, cerca de Denver, en Colorado, y ahí, en ese topónimo, Aurora, se inicia, para mí, el capítulo de las coincidencias que, quizá, no lo sean tanto.

En 2007 escribo “El poema del perro Glu Gulaguer”, que utilizaré como colofón del libro Fámulo (Barcelona, Tusquets, 2009) y que concluye con un lapidario ‘Anarene, enero 2008’, siendo Anarene la localización del filme La última película (The Last Picture Show, Peter Bogdanovich, 1971) en el que uno de los actores es Clu Gulager, nombre que, en el poema de mi autoría, transformado en Glu Gulaguer, se aplica al perro protagonista. Anarene es pues el segundo topónimo de la lista que, como los demás, tiene la A como letra inicial.

En marzo de 2009 inicio, en el suplemento Cultura/s del diario La Vanguardia, una serie de diez “Necrologías”, un ‘nuevo género literario’ que quiere ahondar en el rico acervo estilístico de las notas necrológicas dedicadas a notables, a individuos que han contribuido -o al menos no han supuesto un freno- al progreso de la humanidad. Textos de condición doliente, no aconsejan una extensión excesiva compensando la falta de caracteres con una fotografía, bien del fallecido, en vida, bien de los enseres o paisajes que le fueron gratos. La primera de estas Necrologías es la del novelista Bruce “Snake” Tenser fallecido a los 83 años en el St. John’s Health Center de Santa Mónica, California, víctima de una inflamación intestinal conocida como colitis isquémica, y que en 1944 crea al detective Farmer McDevlin que, ayudado por el conserje corrupto de un viejo hotel, resuelve de modo impecable los frecuentes crímenes de la ficticia ciudad de Atenetia. Tercer ejemplo.

El 7 de agosto de 2015 publico, en mi blog personal, el caso “Restaurante Sánchez”, que luego se incluirá en Casos completos de Ferrer Lerín (en edición del profesor Antonio Viñuales para el sello valenciano Contrabando, 2021). Pues bien, dicho figón, que dará pie al Museo de Zoología Sánchez gracias a los huesos de roedores que los comensales encuentran en sus guisos, se halla en la ciudad de Albricia, y aquí, con esta cuarta casualidad nominal, cierro la serie, por ahora.

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30 de agosto de 2022
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A qué le temes

Juan Arjón López, de 62 años, periodista de San Luis Río Colorado, estado de Sonora, dirigía el portal A qué le temes. Un medio de alcance local, que no le daba lo suficiente para vivir y se ayudaba con un empleo en un puesto de comida. Desapareció el 9 de agosto. Más tarde encontraron su cadáver en un lejano paraje del desierto.

El patrón se remite con martilleo siniestro, y sólo en lo que va de 2022 ya la cuenta sube a 16 periodistas asesinados, todos de medios municipales o provinciales que se transmiten por las redes sociales, donde, y este es un patrón también, se denuncian tramas del crimen organizado, a bandas mafiosas, redes de corrupción y abusos de poder.

Y otro patrón también constante: centenares de esos humildes portales, que operan desde la propia casa del periodista, o en pequeñas oficinas destartaladas, de tan escasos ingresos que obligan a los comunicadores a ejercer otros oficios, choferes de taxis o saloneros de restaurantes, siguen funcionando pese al riesgo cierto de muerte.

 Igual que Salma Rushdie, perseguido a perpetuidad por una fatua demente, estos periodistas que nunca han subido a un escenario iluminado a recibir un premio por su constancia, su valentía, y su amor al oficio, han escogido la libertad de palabra como camino que, ya se ve, lleva a la muerte.

Para empezar, no debemos olvidarlos. Su integridad, la lección ética que dan con sus propias vidas. Estos son los demás nombres de la lista de periodistas sacrificados en México a lo largo de 2022, uno de los tres países más peligrosos del mundo para ejercer el oficio, junto con Ucrania, tras la invasión rusa, y Birmania, de acuerdo a Human Rights Watch  y Reporteros Sin Fronteras:

José Luis Gamboa Arenas, fundador de los portales Inforegio y La Noticia,  asesinado de siete puñaladas el 10 de enero en la calle Acequia del reparto Floresta del puerto de Veracruz. Había denunciado la extorción que las mafias hacen a los comerciantes con el cobro del “derecho de piso”, señalando a los delincuentes con nombre y apellido.

Margarito Martínez, fotorreportero acribillado a balazos el mediodía del 17 de enero frente a su casa en la colonia Sánchez Taboada de Tijuana, Baja California, por un desconocido que huyó a pie del lugar. Recibió el aviso de que había un suceso que cubrir, y apenas subió a su auto recibió tres disparos en la cabeza y en el cuello.

Lourdes Maldonado López, también de Tijuana, corresponsal. El 24 de enero la mataron dentro de su vehículo de un solo balazo en la cara. En marzo de 2019 había clamado en una de las conferencias de prensa de López Obrador: “vengo aquí a pedir apoyo, ayuda y justicia laboral, porque hasta temo por mi vida”, en referencia a una demanda de adeudo salarial interpuesta por ella contra un funcionario a quien, antes de ser asesinada, se preparaba a denunciar por evasión fiscal.

 Roberto Toledo, reportero del portal El Monitor Michoacán, y también empleado en un despacho legal, asesinado de ocho balazos el 31 de enero en Zitácuaro, Michoacán, por tres adolescentes que huyeron en motocicleta.

Heber López Vázquez, director del portal RCP Noticias, asesinado el 10 de febrero en Salina Cruz, Oaxaca, dentro del estudio de grabación del medio en el barrio Espinal.

Jorge Luis Camero, El Choche, asesinado de ocho balazos el 24 de febrero en Empalme, Sonora mientras se ejercitaba en un gimnasio de la colonia Libertad.

Juan Carlos Muñiz, del portal Testigo Minero, asesinado el 4 de marzo en Fresnillo, Zacatecas, mientras conducía un taxi en las calles del fraccionamiento Los Olivos.

Armando Linares López, director del portal El Monitor Michoacán, asesinado de ocho balazos el 15 de marzo en las cercanías de su hogar en Zitácuaro, Michoacán, con lo que el medio de comunicación se cerró.

Luis Enrique Ramírez, director del sitio Fuentes Fidedignas y columnista del portal El Debate, asesinado el 5 de mayo en Culiacán, Sinaloa. Había sido secuestrado la noche antes y su cadáver apareció envuelto en plástico en un camino de terracería.

Yessenia Mollinedo Falconi, directora del portal El Veraz, asesinada el 9 de mayo en Cosoleacaque, estado de Veracruz, junto con Sheila Johana García, reportera del mismo medio. Recibieron 16 balazos. Intentando protegerse, sus cuerpos quedaron abrazados dentro del vehículo.

Antonio de la Cruz, reportero de El Expreso, asesinado a balazos el 29 de junio en Ciudad Victoria, Tamaulipas, cuando salía de su casa al volante de su vehículo en el que iba también su hija Cynthia, asesinada también.

Ernesto Méndez, del portal Tu Voz, asesinado el 2 de agosto en San Luis de la Paz, Guanajuato, cuando se hallaba con un grupo de amigos en una cervecería de la calle El Ferrocarril. Tres más perecieron con él en la balacera.

Y el último de ellos, Freddy Román, del noticiero en línea La Realidad de Guerrero, asesinado a balazos el 22 de agosto en Chilpancingo, la capital del estado, cuando conducía su vehículo.

Horas antes había colgado en Facebook su última columna, "Crimen de estado sin culpar al jefe", dedicada a la publicación del informe acerca de los 43 estudiantes secuestrados y asesinados en Ayotzinapa en 2014.

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29 de agosto de 2022
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Un prólogo cándido para lúcidas crónicas patagónicas

 

La Fundación Periodismo Patagónico de Argentina publicó su primer libro, que incluye potentes textos de no ficción que vienen del fin ¿o será del comienzo? del mundo. Se llama 18 crónicas patagónicas. Tuve el privilegio y la alegría de escribir el prólogo. Es este.

Acabo de leer todas las crónicas de este libro sabio: se extienden en decenas de direcciones y todas convergen en una forma pausada, tranquila, lenta de contar las cosas. ¿Será la forma patagónica de revelar los secretos de la tierra y de su gente?
Sí, se suele decir que el periodismo narrativo, o literario, es lento. La académica vasca Udane Goikoetxea lo compara con la “slow food”, en contraposición a la “fast food” de las hamburgueserías para apurados. Mi amigo, el director de esta Fundación de Periodismo Patagónico Santiago Rey, usa la metáfora del curanto que se hace en el sur de Argentina y de Chile: cocina lenta, sabores que se mixturan en la cocción, suavidad y delicadeza, paciencia.
Pero siento que, del habitual tono pausado de la crónica, estas tienen algo más, algo propio: un sabor a viento entre los árboles, a vastedad de llanuras, a rumiar largo mientras se va suavizando el sorbo de mate con cada golpe de pava, mientras se termina el puchito y va bajando la luz en el horizonte.
No importa si muchas de estas historias no sean “patagónicas” en el sentido de estar ancladas al paisaje agreste, al frío, a la vastedad, a las soledades de indígenas y campesinos asentados en sus valles, costas y roquedales. Incluso las historias que podrían suceder en cualquier lado, como el escalofriante y tan bien investigado camino de los niños que buscan a sus padres biológicos, “¿Alguna vez encontraré a mi mamá?”, de Ángeles Alemandi, o la divertida, sensual y ácida crónica de la lucha por bajar de peso, “Cómo sobrevivir a una dieta low carb”, de Bruno Oliva, tienen ese acento tranquilón del sur, de la frontera donde no se sabe qué hay del otro lado.
Tienen esa búsqueda de una vida “deliberada”, como decía Henry David Thoreau que encontró en las montañas y el lago Walden. Vivir deliberadamente, buscar una autenticidad, buscarse a sí mismo en un mundo donde caen las caretas.
Muchos de estos textos ya los había leído. Yo fui jurado en la tercera edición de este premio, en 2021. Los dos textos que más nos gustaron, “Las chapuceadoras de la felicidad”, de Alicia Lazzaroni, y “Diecisiete parajes”, de Migue Roth, sí son explícitamente patagónicos. Uno centrado en las mujeres que desafían el frío y se sienten vivas en las aguas gélidas del Canal de Beagle: la épica de sumergirse. Y el otro, un viaje para entender a los que se quedaron cuando lo lógico era irse: la sublime belleza de la resistencia, de la dificultad como camino. En estos textos hay impactantes descripciones del paisaje del norte y el sur del territorio.
Pero ya sea que hablen “sobre” la Patagonia o sean relatos universales “desde” la Patagonia, transita por todas estas páginas el embrujo de una zona que nunca termina de domarse, como un caballo encabritado que sus habitantes siempre prefieren al manso arrullo de lo comprensible: el otro lado, la vorágine siempre igual de la gran ciudad o la plácida y repetida siesta del norte.
En el sur un día puede volverse tormentoso, ya sea de arena, de nieve, de lluvia torrencial, de volcanes o de insectos, y así es la escritura a la que invita: siempre al borde de la inundación o la estampida. Con secretos que en cualquier momento pueden desencadenar una catástrofe.
Fue una valiente y valiosa iniciativa empezar a pedir, llamar, recolectar estas historias. En un territorio tan extendido, muchos de estos relatos sonarán desconocidos para los de la otra punta de la Patagonia. Pero las voces, espero, les sonarán familiares aún en su variedad. Como los distintos miembros de una familia, cada uno con sus tics y muletillas y temas recurrentes, pero con un dejo unificador.
Hay escritura poética y recursos originales en “Hasta que llegaste vos”, de Martín Loynaz; hay sorpresa y garra en” Asalto comando a la publicidad”, de Ariel Adler; hay buena investigación y memoria histórica en “El candidato” de Emilio Rízoli; hay prosa luminosa y una estructura creativa en “El trueno puso su ruido luminoso” de Beatriz Muglia; hay una mirada lúcida y esperanzada en el estupendo perfil del nuevo presidente trasandino “Chile ¿alcanzarán los sueños?”, de Santiago Rey.
Hay mucho que admirar, que agradecer, que celebrar en este libro.
Yo, un porteño trasplantado a varios rincones del planeta y ahora viviendo en Santiago de Chile, agradezco la oportunidad de presentar y recomendar estas crónicas que crecen desde las raíces del mundo.

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28 de agosto de 2022
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Mudanzas

Las mudanzas marcan etapas vitales. Como rito de paso que son, nos dejan una muesca en la biografía. Borrón y cuenta nueva. Superada la prueba, merecemos una condecoración en paciencia, porque siempre hay más trabajo del calculado, siempre brotan imprevistos, siempre se pierde o rompe algo. Pocos considerarían una mudanza en plena ola de calor como un planazo de verano, pero en esas me hallo. Primera regla: a menudo la mudanza no se elige, sino que se impone. La apoteosis llega cuando se añade una reforma. Se cumple aquello tan manido de que lo que no te mata te hace más fuerte.

En la mitad del camino de la vida suelen faltar dedos para contar la acumulación inevitable de cosas. Por tanto, lo más difícil no es ya adaptarse a un nuevo espacio, sino vérselas antes con el inventario propio. ¿Qué guardaste? Entradas de conciertos. La tarjeta de un restaurante donde fuiste feliz. Vinilos que no volviste a escuchar, porque ya no tienes tocadiscos. ¿Te resististe a tirarlos como un salvoconducto al momento en que la música fluía chisporroteante, sin pantalla mediante? Hay más. Mapas de ciudades. Manuales de instrucciones. Medicamentos caducados. Llaves multiformes. Marañas de cables. Recibos desteñidos. Y, sobre todo, un largo y absurdo etcétera. Segunda regla: dime lo que guardas y te diré cómo eres. La razón del apego a los objetos no es su utilidad futura: la cámara de Super8 de mi padre no volverá a grabar, aunque funcione.

Nos aferramos a ellos por esa ventana temporal que permiten abrir a un momento del pasado. Como si tirarlos fuera aparejado con el olvido definitivo, porque ya no nos servirán de ayuda para evocar. Aun así, hay posesiones que van directas al cubo de desechos por esa misma razón, y es una liberación. Fui con una furgoneta llena a un punto verde. El orden frente al caos. Allí se ali­nean decenas de contenedores, cada cual destinado a un tipo de residuo. Visitarlo es una experiencia catártica. Y, además, una cura de humildad: ves que lo que un día fue especial, o te acompañó fielmente, se junta con despojos de extraños, camino de la destrucción.

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26 de agosto de 2022
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¿Animal como modalidad de racional?

Por el momento las entidades artificiales tienen limitaciones por ejemplo la dificultad de aprender una cosa cuando han sido entrenadas para otra, quizás como resultado de una suerte de terquedad, o ausencia de flexibilidad. Señalaré al respecto una interesante observación que se ha hecho sobre AlphaFold2: empeñada en predecir la estructura de la proteína a partir de la secuencia de aminoácidos, ¿qué hará si una de estas secuencias (o una porción de la misma) es intrínsecamente reacia a plegarse, lo cual acontece en cierta proporción en las células dotadas de un núcleo? Cabe pensar que AlphaFold2 será perseverante en encontrar su pliegue y comunicárselo a los investigadores, es decir, dará una información contraria a la naturaleza de lo que observa.

Pero no es de excluir que estas limitaciones se superen y una máquina esté en condiciones de parecer responder cabalmente a la pregunta hace un momento formulada: ¿sabes la causa de esta previsión que acabas de hacer? No está a priori excluido que, en un tiempo prudente, las máquinas sean capaces de explicar su comportamiento y las razones del mismo, tanto ante nosotros los seres racionales animales como ante sus homólogos, que tendríamos derecho a denominar racionales maquinales. Y no puede dejarse de subrayar lo que lo que esto significa: ni más ni menos que una razón sin soporte vital…al menos sin soporte vital originario. Pues en un sentido laxo del término vida, se llega a hablar hoy de artefactos que responderían al modo de proceder más generales de los seres vivos, es decir: transmitirían la información que reciben y codifican, y utilizarían la energía exterior que permite vencer los mecanismos de corrupción y desorden. Cabrá así referirse a entes maquinales no sólo inteligentes sino “vivos”. Pero es obvio que aquí la vida viene después. Un ser ya considerado inteligente, deviene ser vivo. En nuestro caso la vida, y aun la modalidad de la vida que clásicamente se oponía como vida animal a la vida de las plantas, es el punto de arranque y la inteligencia es el punto de llegada. Vida animal…dotada de razón, no razón que eventualmente toma la forma de vida. El problema sin embargo sigue residiendo en la legitimidad del nuevo punto de arranque, es decir en la aceptación de que se trata de nuevos entes de razón.

Tomamos como punto de partida un artefacto provisto de esa capacidad de recibir información, procesarla, dar respuesta a un “interlocutor” maquinal o humano a la que se alude con la expresión “aprendizaje profundo”. Pero además aceptamos provisionalmente que esta “profundidad” es tal que a la capacidad de hacer descripciones y previsiones el artefacto añade la de explicar esos fenómenos. En el caso de AlphaFold2, capaz de un-folding ese fold que llegó a anunciar; capaz de, mostrar la razón de la concurrencia de los elementos simples o planos (hay acuerdo entre los filólogos en que el término simple no conjunta sine y plex -que daría sin pliegue- sino sim -indo-europeo, uno, similar- y plex, por lo cual, más que sin pliegue cabría decir pliegue límite, plano). a fin de hacer emerger un elemento complejo. Es de señalar que como los humanos no tenemos por el momento ni la capacidad previsora que muestra AlphaFold2, ni menos aún el conocimiento de las causas de lo así previsto, ha de excluirse que estas virtudes cognitivas del artefacto sean el resultado de una programación. Habría entonces que volver de nuevo la mirada al hombre e interrogarnos sobre la condición humana: ¿ese ser racional que es el hombre habría de ser necesariamente animal, es decir determinado esencialmente por la biología? Quizás fuera entonces legítimo pasar de considerar al hombre como un caso particular de animal (racional por oposición a los animales que no lo son) para poner en primer término su condición de racional que eventualmente (sólo eventualmente) tendría soporte biológico.

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25 de agosto de 2022
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¿Para qué se escribe?

Me hice periodista sin saberlo. Durante la infancia me impuse encubrir mi timidez, de forma que aparentaba ser una niña decidida que preguntaba demasiado. No sé cuándo empezó a crecer mi amor por la noticia ni cuándo aprendí a distinguirla del rumor. Probablemente tuvo que ver cuando la chiquillada se reía de una anciana que se sentaba en el suelo, al sol, ro­deada de gatos; los niños decían que no llevaba bragas y se le veían “los pelos”, y ella, a pesar de los insultos, permanecía impasible.

Coincidió con que mi madre me animaba a presentarme a concursos literarios infantiles, como ella misma hizo de joven. Y al ganar el primero me sentí obligada a continuar, por lo que sin pretenderlo encontré una manera de perfilar mi realidad. Aquella era una tarea que me apartaba de los juegos, sí, pero también me ofrecía la posibilidad de ajustar la palabra a la imagen, de batirme en ese misterio. Poco duró mi idilio con la fantasía y los cuentos de amores desgraciados que me inspiraban las canciones de la gran Mari Trini porque una secuencia de muertes volcó mi mirada hacia la realidad. En un paso a nivel ubicado en una curva y con escasa visibilidad, los trenes habían arrollado a vecinos despistados o temerarios. Los agricultores encontraban restos de sangre en sus huertos, y el pueblo entero suplicaba que se cancelase aquel peligro que tenían a tocar de casa. Para colaborar en la causa, le pedí al farmacéutico del pueblo, Abel Boldú, un personaje literario, que me ayudara a contactar con el diario Segre –él había participado en su creación–. Y de aquella manera, informando sobre el maldito paso de la muerte, me convertí ocasionalmente en corresponsal de provincias. Tres años después ocupaba la silla de becaria en la redacción del Diari de Lleida.

El periodismo estaba hecho para impacientes y volubles, inagotables como las noticias: lo que escribías moría al terminar el día. Desde entonces el teclado se convirtió en desierto y paraíso. Leo Zona de obras, un libro que me obliga a dar estas respuestas. Porque en sus páginas asegura que ella se convirtió en yonqui de las siguientes preguntas: “¿Para qué se escribe, por qué se escribe, cómo se escribe?”. Guerriero lo hace con metal de cristal. Parece conocer los secretos de la maquinaria de antiguos relojes que dan la hora según el grado de dolor o de belleza. Y siempre consigue que el lector termine sus textos, desde el hueco que ella abre con cuchara de plata. Creo que para eso se escribe.

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23 de agosto de 2022
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Cadavérica

Últimamente no hago más que recibir fotografías de pequeños vertebrados muertos. Primero, Malena Cortijo, me envía una terrorífica imagen de una lagartija, probablemente pisoteada, cubierta de hormigas devoradoras. Luego, llega la foto, hecha por Javier Ozón, de un estornino putrefacto metido en un recipiente de plástico. Y ahora, Joaquín Fabrellas, me pregunta si sé qué especie de pajarillo corresponde a un minúsculo fiambre tirado junto al bordillo de una acera. De acuerdo, Fabrellas y Ozón me envían las fotos con ánimo de que identifique el espécimen y así aumentar su caudal de conocimientos orníticos, pero no deja de ser alarmante el proceso en el que estoy sumido, que no es otro que el de convertirme en asesor mortuorio, en identificador de cadáveres sin el auxilio de la necropsia, desde luego siempre onerosa .

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18 de agosto de 2022
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Historias viscerales

Quienes morían en olor de santidad traspasaban la fama de sus poderes milagrosos a sus vísceras, falanges, miembros, y demás parte de su cuerpo, y por eso eran descuartizados y repartidos en santuarios e iglesias, un corazón dentro de una coraza de oro recamado de pedrería, un brazo o una pierna dentro de una armadura de plata, un dedo en un dedal de orfebrería. Le pasaba hasta al más humilde de los siervos de Dios, como San Juan de la Cruz, o a la más docta, como Santa Teresa.

Pero ocurre también con las santas laicas embalsamadas, como Eva Perón; o con los presidentes todopoderosos cuando pretenden la eternidad más allá de su muerte; o con los emperadores, cuando sus cuerpos, o sus vísceras, resultan útiles, aunque sea siglos después, en términos electorales. Vamos por partes.

La mañana del 6 de agosto de 1875, el presidente de Ecuador Gabriel García Moreno, del bando conservador, quien empezaría pronto su tercer período en el mando, regresaba a pie al Palacio Nacional, luego de haber comulgado en la iglesia de Santo Domingo, cuando fue asesinado a tiros y a machetazos por una partida de conspiradores del bando liberal.

Al día siguiente el cadáver presidió sus propias exequias. Vestido en uniforme de gala de comandante supremo, el bicornio emplumado en la cabeza y la banda terciada en el pecho, apareció sentado en el sillón presidencial en el altar mayor de la catedral, mientras los deanes cantaban el oficio de difuntos y se cumplía el protocolo de funerales de estado dictado por él mismo.

Esa foto anda por allí, en prueba de que el novelista no miente. Maquillado para disimular la palidez de la muerte, las cejas repintadas, los ojos entrecerrados y la boca grotescamente abierta, a sus espaldas posa una guardia de granaderos, con sus altos gorros de piel de oso, la bayoneta calada y extrañamente revestidos con mandiles forenses.

Hubo intentos fallidos de canonizar a García Granados, católico devoto. Enterrado en la catedral de Quito, los vaivenes de la política hicieron que se temiera una profanación, y el cuerpo fue trasladado en secreto de un escondite a otro, hasta recalar en la iglesia de Santa Catalina de Siena, donde fue descubierto, cien años después de su muerte, en una cripta al lado derecho del altar mayor.

El corazón, que le habían sacado para conservarlo como reliquia, fue escondido por aparte en una columna del claustro del Buen Pastor, junto con el del arzobispo de Quito, monseñor José Ignacio Checa y Barba, muerto al beber el vino envenenado del cáliz en el oficio del viernes santo de 1877.  Materia también que la realidad obsequia al novelista.

Y he aquí la otra historia. En la iglesia de la hermandad de Nuestra Señora de Lapa, en Oporto, se guarda bajo cinco llaves el corazón de don Pedro de Alcántara, rey de Portugal, y emperador de Brasil tras la proclamación en 1822 de la independencia de esta inmensa colonia americana que era por sí misma un continente, caso único en la historia de América Latina el de un monarca venerado como prócer.

Don Pedro, desterrado de Brasil, murió en 1834 en el Palacio Real de Queluz en Portugal, consumido por la tuberculosis. Pero antes dictó su célebre carta abierta a los brasileños: “La esclavitud es un mal, y un ataque contra los derechos y la dignidad de la especie humana, pero sus consecuencias son menos perjudiciales para aquellos que sufren el cautiverio que para la Nación cuyas leyes la permiten. Es un cáncer que devora su moralidad”.​

Y dejó dispuesto que su corazón quedara en la iglesia de Lapa, en tanto su cuerpo  fue sepultado en el Panteón Real de la Dinastía de Braganza, de la iglesia de San Vicente de Fora. En 1972, al celebrarse los 150 años de la independencia de Brasil, la dictadura militar, evocando su fama de “rey soldado”, y no la de enemigo de la esclavitud, consiguió que los huesos del emperador fueran trasladados desde Portugal, paseados con gran pompa por todo el país antes de recibir sepultura en el mausoleo imperial en Ipiranga, en Sao Paulo, paraje donde proclamó a Brasil libre del yugo de Portugal. Libraba entonces una campaña en la que se veía obligado a bajarse del caballo a cada tramo, aquejado de diarrea.

Si la dictadura logró hacerse con los huesos de “el rey soldado”, ahora el presidente Jair Bolsonaro, quien para nada disimula su añoranza por el régimen castrense, ha conseguido que el ayuntamiento de Porto le dé en préstamo el corazón de don Pedro con motivo de las celebraciones del segundo centenario de la independencia.

Bolsonaro, quien busca la reelección, proclama que se siente inmortal, que del poder sólo Dios lo echa, y amenaza con un golpe de estado si pierde. Las elecciones presidenciales, en las que lleva desventaja en las encuestas frente a Lula Da Silva son el 2 de octubre, y la celebración de la independencia el 7 de septiembre.

El corazón será trasladado en un avión de la Fuerza Aérea Brasileña, y Bolsonaro lo recibirá seguramente en el aeropuerto para sacarle provecho electoral, y mostrar triunfalmente la urna en los mítines.

Estupenda oportunidad para un hombre tan visceral.

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17 de agosto de 2022
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Distinción en conceptos y aspectos

 

Una discusión razonable respecto al problema rememorado en las últimas columna tomaría, por ejemplo, la forma de intentar elucidar si entidades maquinales o animales diferentes del humano disponen de esa capacidad de “recuperación de representaciones almacenadas” (en términos de J. Allan Hobson (Consciousness, Scientific American Library, New York, 1999,) que caracteriza a nuestra memoria, o si algún código de señales (natural o artificial) encierra esa simbolización de las representaciones que es signo distintivo del lenguaje humano; elucidar si el aprendizaje de las máquinas inteligentes o de los animales transciende la consignación automática de experiencias, cosa que sí ocurre con el aprendizaje humano; elucidar si cabe hablar en otros entes (maquinales o animales ) la intencionalidad, entendida como representación de objetos, que en nosotros se halla siempre conceptualmente mediatizada; desde luego, elucidar, si cabe decir que los animales tienen esa reflexión sobre representaciones, que es marco de nuestro pensamiento. Hobson designa estas y otras capacidades como bloques constitutivos de la conciencia, enfatizando el hecho de que “muy pequeñas diferencias en la estructura y función del cerebro se agigantan cuando llegan a la conciencia secundaria” o. c. pág. 19). Y la eventual negación de las mismas a animales, no excluye en absoluto el atribuirles una suerte de conciencia integrada por la capacidad de recepción de datos (sensitiva en el caso de los animales) y selección de los mismos, eventualmente emotiva y en el caso de los animales obviamente instintiva.

Bastaría aceptar que el término conciencia se usa de manera equívoca, distinguir entre conciencia primaria y conciencia secundaria, e intentar determinar el peso respectivo de cada una a la hora de constituir una “subjetividad” (el término es hoy, sin más preámbulos, y algo abusivamente, atribuido a los animales por muchos etólogos contemporáneos, pero no estamos quizás lejos de que sea atribuido a entres maquinales) y desde luego a la capacidad para experimentar dolor y placer. Pues si esta es correlativa de la subjetividad y de la conciencia ¿no sería simplemente ilógico que si el grado de complejidad alcanza una diferencia cualitativa (tal sería el caso cuando de los códigos de señales animales se pasa al lenguaje humano) ello no tenga traducción en la percepción del mundo, en la vivencia del dolor y hasta en la percepción de la enfermedad.

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16 de agosto de 2022
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De California a Texas

California dreamin’ cantaban a mediados de los 60 The Mamas & The Papas mientras en la Universidad de Berkeley se preconizaba el amor libre. Al mismo tiempo, Steve Jobs por su lado y William Hewlett y David Packard trabajando en el garaje de su casa –lo que no hubieran podido hacer en la normativa Europa– se preparaban para cambiar la tecnología del mundo. Grandes fumadas de marihuana, experiencias psicodélicas, viajes rockanroleros… Una gigantesca bronca contra la guerra de Vietnam y el envío de soldados de reemplazo a las selvas de la Cochinchina. En el 67, Scott Mckenzie conseguía un hit universal con San Francisco (be sure to wear flowers in your hair). Habían llegado los hippies con sus flores en el pelo.

California es el gran espacio territorial de América con clima mediterráneo, habitado por el espíritu emprendedor y comercial de la cultura anglosajona a la que se unirían las raíces hispanas y, también, la emigración asiática. Buen clima y riqueza, densidad demográfica y suficiente espacio con montañas, valles, desiertos y playas. Un lugar idílico y tolerante. Excelentes vinos y campos de cítricos. El sociólogo urbano Richard Florida valoraba como un input favorable a la competitividad californiana la convivencia normalizada con la comunidad gay y con todas las creencias y prácticas religiosas. Ni el Sida ni las sectas paranoides consiguieron acabar con el sueño californiano. Conviene releer a Florida y su célebre ensayo sobre Las ciudades creativas, al que su editor español, Paidós (2009), añadió un excesivo subtítulo comercial: Por qué donde vives puede ser la decisión más importante de tu vida.

La costa Oeste ha seguido al mando de la democracia USA durante décadas gracias a la música concentrada en el Laurent Canyon de LA, el cine que se escribía y producía en Hollywood y los nuevos creativos del valle del Silicio. El modelo California era el modelo de la sociedad del talento y la tolerancia, donde el mito americano del ascenso social seguía siendo posible. Allí nacería la era digital: Apple en Cupertino, Arpanet en la Ucla, Pay Pal en San José, Twitter e Instagram en San Francisco… Solo el sarcasmo de Robert Altman (El juego de Hollywood, su adaptación de Carver a Los Ángeles en Vidas cruzadas), los hermanos Coen (El gran Lebowski) o Quentin Tarantino (Pulp Fiction, Jackie Brown, Érase una vez en Hollywood), han nublado la imagen de esta nueva Arcadia, salpicada también por los escándalos sexuales de Harvey Weinstein y las denuncias de la exdirectiva de Facebook, Frances Haugen.

Pero de un tiempo a esta parte las empresas tecnológicas nacidas al amparo de la creatividad californiana están emigrando hacia Texas. Más árida incluso que la costa del Pacífico, la tierra del estado de la estrella solitaria se enriqueció gracias a la chiripa del petróleo. Lo describe muy bien la película Gigante, el paso de los grandes ranchos de vacas a los pozos extractores de oro negro. Texas no es tolerante sino reaccionaria. Allí mataron a John F. Kennedy y allí vencen los conservadores más recalcitrantes de EE UU, que siguen armados hasta los dientes como se pudo ver en los atracos de Comanchería (Hell or High Water, 2016).

Pero sus políticas fiscales son muy favorables para las grandes compañías, y los sueldos de los empleados más bajos; allí la vida es mucho más barata, y no digamos el precio de la vivienda, completamente disparatada en los valles californianos: dosmil euros un apartamento de un dormitorio. Los hijos de las flores, enriquecidos, han empezado a migrar de Los Ángeles a Austin, la capital tejana. Tesla ya lo ha hecho, Apple está construyendo allí su segunda gran instalación, Oracle también… y algunas extranjeras como Samsung. Migran directivos demócratas hacia el estado más republicano y, de paso, favorecen la mejora de las condiciones laborales de la población latina.

Sin embargo, California no ha dicho su última palabra. Frente a los analistas que la declaran bloqueada tras medio siglo de éxitos ininterrumpidos como avanzadilla de América, California vuelve a la carga. En Silicon Valley han recuperado las sustancias psicodélicas. Del ácido lisérgico a los hongos alucinógenos, los más listos de la clase se mantienen en estado de permanente lucidez mental a base de microdosis. Se ha puesto de moda tomar infusiones y hasta pastelitos con sustancias vegetales cuyos alcaloides provocan potencia mental y clarividencia, pero esta vez bajo control.

En especial entre la gente mayor está haciendo furor esta especie de pastilleo de la inteligencia, píldoras que bautizan como nootrópicos, del griego nóos, intelecto. Nada de cocaínas o anfetaminas excitantes, ni siquiera de esas interminables tazas de café para despejar la mañana, se trata de mantener un estado de hipersensibilidad mental, capaz de abordar los problemas cognitivos más complejos, una farmacología auspiciada por nuevos médicos y psiquiatras que no dudan en afirmar que sustancias como la citicolina en pequeñas dosis consiguen multiplicar por dos la atención mental e incluso el archivo de la memoria. ¡Si Antonio Escohotado se levantara de su tumba!

El cerebro de Google, Ray Kurzweil, es uno de sus apóstoles, y recomienda, además, comer carne y pescado, así como tomar el sol a diario y vivir alejados de la nocturnidad lunar.

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10 de agosto de 2022
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El Boomeran(g)
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