Francisco Ferrer Lerín
Últimamente no hago más que recibir fotografías de pequeños vertebrados muertos. Primero, Malena Cortijo, me envía una terrorífica imagen de una lagartija, probablemente pisoteada, cubierta de hormigas devoradoras. Luego, llega la foto, hecha por Javier Ozón, de un estornino putrefacto metido en un recipiente de plástico. Y ahora, Joaquín Fabrellas, me pregunta si sé qué especie de pajarillo corresponde a un minúsculo fiambre tirado junto al bordillo de una acera. De acuerdo, Fabrellas y Ozón me envían las fotos con ánimo de que identifique el espécimen y así aumentar su caudal de conocimientos orníticos, pero no deja de ser alarmante el proceso en el que estoy sumido, que no es otro que el de convertirme en asesor mortuorio, en identificador de cadáveres sin el auxilio de la necropsia, desde luego siempre onerosa .