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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Proliferación de armas digitales

Sin darnos cuenta estamos presenciando una nueva proliferación armamentística. A las armas químicas que empezaron a utilizarse en la Primera Guerra Mundial, las nucleares que clausuraron la Segunda y crearon el equilibrio del terror durante la guerra fría o las biológicas usadas en Vietnam se les solapan ahora unas nuevas armas que proliferan y penetran en nuestras propias vidas y hogares porque se confunden con multitud de aparatos, mecanismos y sistemas que sirven para que nuestras sociedades funcionen. No se trata solo de los ejércitos de gusanos y virus informáticos que penetran los sistemas de comunicaciones y transportes del enemigo en las ciberguerras. La idea de unas armas que pertenecen al mundo digital en el mismo sentido que había otros que pertenecían al mundo de las bacterias, la fisión nuclear o las reacciones químicas se queda corta. Gracias a las revelaciones del exespía Edward Snowden acerca de la vigilancia masiva sabemos que todo tiene potencialmente un doble uso en nuestras vidas digitalizadas. El móvil es un mecanismo de identificación y localización geoestacionaria. Los mensajes digitales y la actividad en Internet y en las redes sociales son protocolos que registran comportamientos públicos e incluso privados. Una cierta ingenuidad digital está tocando a su fin. Gracias a la revolución digital habían florecido de nuevo las utopías de una sociedad transparente y de sistemas políticos que superarían la representación por la participación directa. Pero junto a ellas han asomado las negras orejas del Gran Hermano que ejerce un control total sobre la sociedad. También ha surgido, naturalmente, una reacción democrática, todavía débil, que convierte en imprescindibles las intervenciones y supervisiones parlamentarias y judiciales para cerrar el paso a la pulsión totalitaria que facilita la tecnología digital. En caso contrario, nada nos va a diferenciar de regímenes como el de China o el de Rusia, donde se combina el desarrollo capitalista con la ausencia de Estado de derecho y de libertades individuales. A falta de iniciativas de los Gobiernos, están surgiendo iniciativas de la sociedad civil, como la que ahora protagonizan un grupo de organizaciones no gubernamentales, centradas en la proliferación en concreto de los instrumentos de control y de vigilancia digital. Su preocupación es la transferencia de esas tecnologías a regímenes dictatoriales, que las usan para reprimir a la oposición, coartar la libertad de expresión y atentar contra los derechos individuales. Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Reporteros sin Fronteras, entre otras, han formado una Coalición Contra las Exportaciones Ilegales de Vigilancia (CAUSE), que es la que va lanzar una campaña para que Gobiernos y empresas terminen con el comercio que pone estas armas digitales en manos indeseables. 



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5 de abril de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Cayó la maquinaria perfecta?

Esto recién empieza.El terremoto causado por el castigo de la FIFA al Barça por hacer fichajes ilegales con menores de edad es apenas la primera advertencia. No seamos ingenuos: el Barça no es el único equipo que hace estos contratos. Seamos honestos: hace tiempo que la compra y venta de chicos es el negocio de moda en el fútbol. Y ocurre frente a nuestros bigotes. Hace pocos meses, la aparición de El Messi de la nieve o El Messi Mapuche mojó varios metros de prensa en Latinoamérica y España. Se trató de Claudio Ñancufil, un hábil niño de ocho años por el que pelean varios clubes europeos. La noticia era publicada con simpatía. Aunque su caso era aún más extremo. El pase lo había adquirido un fondo de inversionistas españoles, quienes lo intentaban vender al Madrid, al Barça o al que se cruzara con más dinero. Una subasta pública, que a nadie le pareció muy fuera de reglamento.

 

Lo fuerte, lo importante de la sanción de la FIFA es que apunta al Barcelona. En los dos años en los que investigué para mi libro Niños futbolistas, recorrí América Latina buscando un jugador infantil bueno y barato para venderlo caro a España, y rápidamente fui notando que el Barça es la gran aspiradora mundial de piernas de menores. La maquinaría perfecta, la mejor banda caza-talentos en el planeta, siempre innovando en formas de reclutamiento y ganando reputación al mismo tiempo. Casi no hay un chico talentoso en el mundo que no haya sido detectado por ellos. Y todo esto, presumiendo de la más significativa y comercialmente brillante operación de un fichaje infantil: Lionel Messi. Por que, si fichar menores no está bien, la historia de Lionel se cae a pedazos. La Pulga otra vez aparece en el centro de un huracán. Es él, de cierta forma, el gran culpable de esta moda de transar menores: su caso es tan rentable que logró imponer la obsesión mundial de conseguir al nuevo Messi.

 

La FIFA ha querido dar una señal, apuntando a la cabeza del capo mundial. No quisieron partir disparando a dealers de poca monta o clubes de tercera. Directo al pez gordo, que domina el mercado y el tráfico de las promesas infantiles cuando llevaba en su camiseta las siglas UNICEF ¿Qué viene ahora? Si todo de lo que se culpa al Barça se aplica a otras instituciones, es probable que el próximo año estén cerrados los fichajes en medio mundo. Las pérdidas serán millonarias. Los empresarios deportivos, los managers, los agentes y cierta prensa deportiva podrían irse a la ruina. Pero también es probable que no pase nada más. Resulta imposible creer que la FIFA recién se ha dado cuenta de lo que está pasando en el fútbol de hoy. Quizá termine siendo algo más simple. Un coqueto lavado de imagen a 70 días del Mundial de Brasil, el país cuyos menores de edad son los que se venden más caros en Europa.

 

 

Publicado en el diario EL MUNDO de España.

 



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4 de abril de 2014
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La vida no és el temps que fa

Doha és arena i vidre. El desert i el nou món coronats pels gratacels dels premis Pritzker. Entrepans de petroli i gas, de fons d’inversions en deute internacional; d’expatriats occidentals que manen i esclaus de Bangladesh o Sri Lanka que obeeixen; de capricis que passen a les arques sobiranes, com Harrod’s, Valentino o els Cézannes que ha comprat la filla de la xeiquessa, un dels personatges més literaris de l’actualitat. La nova Cleopatra vestida d’alta costura, amb turbants tan ben posats com els de les milionàries americanes al Lido de Venècia, ha assolit el prodigi de revolucionar la imatge de la dona islàmica en la primera línia de la diplomàcia internacional, sense cap escàndol. Són les set, ja és fosc, i siguis on siguis sents el cants dels muetzins des dels altaveus de la mesquita que perforen la tarda. Arriba a ser plàcid el so, de tan absurd. No és harmònic, però en els seus desacords sempre hi ha una segona veu que vibra i que es plany en la inclinació de la pregària. A mi em fa sentir una mena de por romancera, però també una malenconia que  estova les hores. I les arrossega. Les hores, quins personatges. És difícil entendre-t’hi. Algunes passen amb parsimònia, com un núvol gras, i d’altres, ni les coneixes, perquè s’emporten la frustració d’haver-les maltractat.  O d’haver passat en blanc. Sentir-se productiu és un mandat dels nostres temps, tan important com reinventar-se, paraula de la qual renego. Quant els hi duren les reinvencions als reinventats? L’experiència no serveix de res, perquè sempre ets igual i diferent a la vegada. La vida no té dreceres. Ara no sé si era la vida o l’amor allò que no tenia dreceres segons James Salter. Però val per als dos. Com m’agrada la descoberta de Salter. El sentiment èpic que hagi rebut el sabó de la crítica i hagi venut llibres quan ja no ho esperava, als vuitanta anys. “No té sentit”, li vaig llegir. Slater escriu amb arquitectura tan temperada com nua, plecs de vida cristal·lins i a la vegada abissals. A Años luz,  Salter escriu: “La vida és el temps que fa”. Però la vida es transforma, i ha d’abrigar allò que ha viscut per no perdre la fletxa del temps. Ell: “El que al principi era nou, curiós, a poc a poc forma una crosta vital inextricable, la rialla s’atura, és com un aprenentatge difícil que no acabarà mai. Ell no reconeixia les festes. Ni tan sols els diumenges tenien sentit: eren temibles, tancats com un llibre.” Ella: “Tenia quaranta-set anys, els cabells bonics i abundants i les mans fortes. Semblava que tot allò que havia conegut i llegit, les filles, les amistats, coses que en algun moment havien estat dispars i discrepants, per fi s’havien calmat i trobat el seu lloc interior. L’aclaparava un sentiment de collita, d’abundància. No tenia res a fer i esperava.” Els seus personatges que comencen tan bé, singulars, capaços de saber beure vi com cal, acaben estimbant-se contra l’adversitat que ells mateixos convoquen, tot buscant l’efecte contrari. Però no tenen intenció de tornar enrere. De fet, ningú no torna enrere, per molt que s’equivoqui. Fa mandra. Decidir és descartar i viure és anar morint. Només ens salva obrir els ulls de tant en tant, quan el vent fa bambolejar els estors blancs de la cambra, o la nena camina contenta, fent saltirons, després de veure Peter Pan i va repetint: “Crec en les fades, crec en les fades, crec en les fades.” La nena escriu contes. D’ossets que es troben amb un ratpenat que els vol punxar. O de trapezistes-amazones, que és el que ella vol ser de gran, i tot sovint pregunta per què encara no l’hem portat a lliçons de trapezi. A mi que em fa por llançar-me de cap a la piscina. La nena no s’inquieta davant les dones tapades a Qatar, però quan veu un home amb turbant i posat sever diu: “Mira, aquest sembla el moro Juan”. Ja ho sé, és políticament incorrecte però l’hi vaig ensenyar jo. Era un ressò llunyà de la infantesa. No sé perquè dèiem “el moro Juan” al poble quan parlàvem d’algun ésser exòtic i barbut. Ens feia riure, amb el trist encant de la ximpleria. Avui els moros són àrabs, i val més que rentem els prejudicis. Aixequen city centers damunt del desert, salven la malmesa economia europea invertint en deute, mengen dàtils i sucs de llimona amb menta i únicament pel fet d’haver nascut a Qatar cobren 6.000 euros al mes. Aquí, la vida no és el temps que fa, que deia el Salter. Perquè es viu enganyant la calor i l’aire condicionat funciona les 24 hores del dia en edificis que es comuniquen amb altres mitjançant els omnipresents laberints interiors. Als carrers, al Suck o a Katara, la ciutat de la cultura, hi ha lones penjades del terrats i aspersors que humidifiquen la xafogor. Avui m’he trobat una dona jove al lavabo d’un centre comercial que es descobria lentament, enretirant-se el vel que li cobria la cara per complet, deixant només un forat per als ulls. A sota portava el cabell recollit, amb una orquídia com les de la Billie Holliday, i anava maquillada com una porta: els llavis perfilats, les celles tatuades. Admiro el seu pentinat, un secret sol visible en espais interiors, i amb aquesta mena de confiança anònima que sovint borbolla en la vida de pas, o millor dit, en el trànsit de la vida que ens convida a traspassar portes, li pregunto si se sent mirada pels homes. “I tant”, em diu, i afegeix: “Em miren molt, em reconeixen, i de vegades xiuxiuegen”. Insisteixo: com poden admirar-la si va coberta com un fantasma. Ella riu i assegura: “Em veuen, saben llegir el cos i el rostre”. Això sí, quan viatja a Europa i només que l’avió escampi del territori aeri nacional, canvia l’abaia per uns texans, s’encaixa unes converse i es corona un barret. Lliure?, diu que se’n sent sempre, que tan sols es tracta de codis. Codis. Donar la mà, inclinar-se capendavant, tocar-se el cor amb el palmell de la mà, dos, tres petons, un copet a l’esquena, ajuntar lesmans i moure-les amunt i avall? pins, puks, barres, targes, vises, passwords ? La vida és un codi, però el secret rau a saber descodificar-la. “Què sent a l’escriure en tercera persona per oposició a la primera?”, pregunta Hermione Lee a Philip Roth en una entrevista a The Paris Review , i aquest respon: “Què sent al mirar a través d’un microscopi quan se n’ajusta la lent? Tot depèn de quant es vol apropar l’objecte nu a l’ull nu. I al revés. Depèn d’allò que es desitja ampliar i en quina mesura” De Roth acabo de llegir Engaño: les converses entre dos amants continguts que s’acompanyen en el seu dol existencial. Roth escriu en primera persona per oposició a la tercera: una realitat imaginada? El protagonista és un escriptor americà de mitjana edat que es diu Philip i viu a Londres; ella, una anglesa intel·ligent i resignada. “Què estàs perdent, el combat o la bellesa?”, li pregunta ell. “Ambdues coses, crec que estan connectades”, diu ella. “No has de perdre el combat”. “Em temo que això no depèn totalment d’una”. Gairebé res no depèn totalment d’una. Sovint sobrevé el buit. La dimissió crua, el sentiment dolorós, la pèrdua del sentit, de les idees i de les paraules. Cada any rellegeixo la Carta de Lord Chandos ?d’Hugo von Hofmannsthal? a Sir Francis Bacon explicant-li la seva renúncia a escriure. És tan dolorosa. Poètica i retòrica, vida i forma es parteixen per la meitat, i la paraula ja no aconsegueix traslladar el sentit de les coses. La vida no es pot anomenar com tampoc es pot domesticar. Als avions tot sembla possible. Tornem cap a la primavera. No hi ha telèfons, no hi ha distraccions, solament núvols que pasturen com un ramat de bens. Escric i llegeixo embotida al seient de Qatar Airways on tant en enlairar com en aterrar posen l’anunci del Barça, amb en Puyol rebentant un torreta amb el cap. La música de Jackie Wilson ?( Your Love Keeps Lifting Me) Higher & Higher ? encomana un sentiment eufòric de futur per encetar, amagant que només som titelles dalt del boeing qatarí. L’emmirallament d’una realitat aliena no té res a veure amb nosaltres. A la nena li cau el suc de taronja al damunt. No portem roba de recanvi, li relligo la meva samarreta com un vestit. Podria no haver-ho escrit, però són les dentegades que volen aturar el naufragi de la identitat, notaris de la vida que passa volant i tant li fot el temps que fa. (Catorze)

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4 de abril de 2014
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Compromiso

 

Valga de una vez por todas que nosotras no estamos buscando desesperadamente el compromiso como tantas veces usted ha creído. Ni mucho menos queremos atrapar su libertad como si usted fuera Bambi y nosotras unas depredadoras obsesionadas con echarle el lazo. No hay nada más latoso para nuestra especie que depender de un hombre después de dos siglos luchando por ser autónomas e independientes. Vale que decir «mi marido» socialmente puede conferir una supuesta coartada. Pero también obliga a trabajosas servidumbres, como las cenas de empresa con cónyuge. A mi alrededor, no conozco a ninguna mujer que acepte enfrentarse al amor como si fuera una hoja de Excel. Al contrario. Prefieren enfangarse hasta los muslos, aun sin tener ninguna certidumbre del camino que enfilan. A veces el amor es puro espejismo, otras una hondonada que conmueve, sacude y monitoriza el instinto. A pesar de todo, la maldita fobia al compromiso sigue a la orden del día. Mujeres que juegan a las adivinanzas, que se ven sumidas en un espiral perverso consistente en interpretar los mensajes de su amor igual que si fueran textos de Joyce. Mujeres que me dicen: «No sabe, no contesta». Que una mujer le pregunte por las fechas de sus vacaciones o se interese por los fines de semana en que le tocan los niños no significa que quiera tenerlo bajo llave, en una especie de zulo emocional donde a veces usted se autorrepresenta, insignificante como un ratoncito mientras sospecha que ella es una manipuladora de campeonato. Por eso sale despavorido en lugar de razonar el asunto. Porque, ¿cuál es su idea de la libertad? ¿No querer obligarse a cerrar la puerta de las posibilidades? ¿Pensar que no pueden exigirle que ya nunca más pueda abrazar una nueva piel, «única», diferente a todas, hasta que se convierta en fastidio? En las parejas siempre suele haber uno que está más colgado del otro; a veces va por rachas ?y eso es estupendo?, pero hay hombres y mujeres que deciden interpretar el mismo papel toda su vida. De demandante. Como si el otro pudiera colmar los propios vacíos y complejos. Ellos, aterrorizados por no dar la talla o malvivir en un pozo de reproches. Ellas, enfebrecidas por la idea de exclusividad y totalitarismo amoroso, como si el amor fuera una enfermedad ?y a veces lo es?. De sobras sabemos que cuando ella le dice «te necesito» usted siente que una arcada de ansiedad le paraliza el estómago. Ocurre igual al revés, siempre que esa necesidad no sea para los dos una ferviente expresión de eros. Por lo demás, sepa que las mujeres del siglo XXI son muy prácticas, por ello a menudo le sacan la agenda, pero eso no significa que quieran aherrojarlo. Y si ante eso usted desaparece porque se siente inhibido y controlado, es posible que al principio lloren y vayan a cortarse el pelo, o se apunten a un curso de hata yoga, fantaseando aún con que usted pueda regresar. Si lo hace, amigo, está muerto.

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3 de abril de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El final de la calle

Nadie creía en estas nuevas conversaciones de paz cuando empezaron hace nueve meses con el propósito de alcanzar el acuerdo definitivo a mitad de 2014; nadie ha creído en ellas mientras se ha mantenido la apariencia de que se negociaba; y cuando están a punto de romperse definitivamente, apenas el secretario de Estado John Kerry cree todavía en la posibilidad de que israelíes y palestinos prorroguen las conversaciones más allá de la fecha del 29 de abril, y menos que sean capaces de alcanzar un acuerdo ni ahora ni nunca sobre el reconocimiento de los dos Estados, uno para los palestinos y otro para los judíos, viviendo en paz y seguridad. Es el final de la calle. Lo que viene después no se conoce. Las circunstancias serán distintas. Rusia juega con otro reglamento y otras ambiciones tras la anexión de Crimea: poco se puede esperar del futuro en la región del Cuarteto, la formación diplomática que la incluye junto a Estados Unidos, Unión Europea y Reino Unido. El mundo árabe ha mutado, fruto de la primavera y luego del invierno militar. Los occidentales disminuyen en peso e influencia a ojos vista. Con un Irán reconocido internacionalmente como ya se atisba, perderán pie los radicales palestinos. El presidente palestino Mahmud Abbas, con 80 años a cuestas y sin legitimidad (las últimas elecciones presidenciales fueron en 2005) prepara el portazo que salve su dignidad. El motivo de la actual ruptura afecta a los únicos resultados tangibles obtenidos. Israel no ha liberado el último grupo de 26 presos palestinos de los 104 a los que se había comprometido y la Autoridad Palestina ha incumplido su compromiso de aplazar la firma de las convenciones y tratados de Naciones Unidas que le permitirán acudir al Tribunal Internacional de La Haya para acusar a Israel por la ocupación ilegal de Cisjordania. Ambas medidas, la salida de presos condenados por crímenes de sangre anteriores a los acuerdos de Oslo y la renuncia a llevar a Israel ante la justicia internacional, fueron las bazas de confianza entregadas al empezar las conversaciones y son lo único que quedará de ellas: la libertad de unos veteranos palestinos y el tiempo comprado por Israel para eludir a la justicia internacional. Kerry quería un acuerdo definitivo; luego se conformó con unos parámetros para seguir negociando; y ahora lucha a brazo partido para que las dos partes sigan sentadas hasta 2015 aunque no exista sustancia sobre la que quieran negociar. Al borde del fracaso, ha mostrado la carta de la desesperación: la liberación de Jonathan Pollard, uno de los mayores espías de la historia, que vendió diez metros cúbicos de papeles secretos a Israel entre 1981 y 1985 y cumple una condena de 30 años. Israel podría incluir en el regalo a 400 presos palestinos más y una congelación de los asentamientos que excluyera Jerusalén. Mucho para un puñado de tiempo sin horizonte.



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3 de abril de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El ataque de Toz

Todos los visitantes de Rio de Janeiro en algún momento se han topado con los dibujos de Toz, pero no lo saben. Es lo que tiene el grafiti: crea arte en los lugares más inesperados de la calle y termina mimetizándose con el paisaje. Por un Banksy que conocemos, hay miles de grafiteros anónimos que han intervenido sus ciudades y la han transformado. Toz (Tomaz Viana), un "artista urbano" nacido en 1976 en Salvador (Bahía), alguna vez fue anónimo; hoy Rio no sería Rio sin sus grafitis. En el centro portuario está el más grande (más de 2000 metros cuadrados), pero hay mucho más. Dibujos que aparecen y desaparecen. Un arte efímero que los cariocas han adoptado como uno de los emblemas de su ciudad.

Toz no necesita de ninguna institución cultural que lo legitime. Sin embargo, se ha tomado como uno de los pináculos de su carrera que el Centro Municipal de Arte Hélio Oiticica albergue la primera muestra dedicada a él: es el reconocimiento simbólico del humilde arte urbano por parte de la cultura oficial. Tiene sentido que este Centro sea el que lo haga; lleva el nombre de uno de los más importantes innovadores de la pintura brasileña del siglo XX. En los años cincuenta y sesenta, Oiticica quería, a partir de los logros de la vanguardia, romper de una vez por todas con la distancia entre el espectador y la obra de arte; anárquico y popular, buscaba un arte que fuera "anti-arte". El arte debía estar en movimiento, en la calle, y el espectador debía participar activamente en su construcción.

No me fue fácil llegar al Centro: se encuentra alejado de las rutas convencionales. Me bajé del metro, me perdí en un mercado en el que se ofrecía desde ropa a viejas colecciones de Playboy, y llegué a una calle desamparada. A lo lejos asomó un tablero que me sirvió de guía. A la entrada me dijeron que la exposición estaba en el segundo piso. Una galerista me orientó hacia una sala, y de pronto, en plena tarde, me sentí en una casa embrujada: Toz la había convertido en la habitación de Insomnio, uno de sus personajes más reconocibles (con un toque gótico que recuerda The Sandman, la novela gráfica de Neil Gaiman), de ojos fosforescentes y plumas de colores en el cuello. En una cama en el centro de la sala oscura, Insomnio trataba en vano de dormir, rodeado de otras criaturas de la noche que le iban sirviendo de inspiración (y libros de Kafka y de orixás). Porque, si uno no puede dormir, ¿ qué mejor que crear? 

La instalación de Toz, llamada "Metamorfosis", cuenta una historia relativamente simple: la de la transformación de la oscuridad en luz. La del necesario paso por las tinieblas ante de que aparezca la creación. Todo el segundo piso se centra en Insomnio, Nina y el Vendedor de Alegrías, personajes nacidos en las calles de Rio, en un viaje que va de la casa embrujada al parque temático: después de estar en el cuarto de Insomnio, fui a dar a una sala invadida por globos y luego a otra sala iluminada con cuadros del Vendedor de Alegrías, tan rodeado de globos que a veces estos formaban parte de él. Aparecía el ethos más carioca, el de la celebración, el de la fiesta. Ante tanto regocijo, extrañé la sala inicial.

Salí a la calle, me fui de la casa embrujada y del parque temático. El trazo fácil y alegre de Toz, sus personajes influidos por distintas tradiciones del cómic, podía servir para que sus dibujos se popularizaran e invadieran los cuartos de los niños; pero ahí, en medio del cumpleaños, asomaba algo harto más amenazante. Me olvidaría pronto del Vendedor de Alegrías, pero Insomnio quedaría.

 

(revista Qué Pasa, 30 de marzo 2014)



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2 de abril de 2014
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La hora fantasma

Me imaginaba a un señor en lo alto de un campanario, que, en lugar de cantar las campanadas como se hace en Fin de Año, hacía girar la ruedecilla para adelantar el reloj una hora. El señor era un mandado, por lo que mi rabia infantil no se dirigía hacia él, sino contra la mano negra que había decidido que España, psicológicamente, estuviera más cerca de la relojería de Alemania que de las islas Canarias. Así las cosas, había momentos en los que creía entrar en una ficción: en la vida de los españoles eran las tres, pero en mi fuero íntimo y secreto, continuaban siendo las dos. De esta forma, podía levantarme una hora antes y acostarme una hora más tarde que el resto. Hasta que, teatralmente, acababa cediendo y seguía como un peón el horario impuesto, siempre apurando el minuto a fin de que cupieran más cosas en él, como una maleta a punto de estallar que para cerrarla tienes que sentarte encima de ella. Algo había de cierto en todo ello, aunque no lo sabría hasta mucho después: Franco se empeñó en cenar a la misma hora que Hitler, y por ello, parando la cuerda de la neutralidad, colocó las agujas de los relojes nacionales en la sintonía que el Reich había impuesto en todos los territorios ocupados (GMT+1:00). Hasta entonces, España se adaptaba a los husos horarios del meridiano de Greenwich -que le corresponde, como al vecino Portugal, por su situación geográfica-. Y aunque según argumenten sus abanderados se ahorre mucha energía, hay algo antinatural en ello, como si se le practicara un lifting al minutero. Hacer y deshacer, adelantar y retrasar, y sobre todo creer que ganamos la partida al tiempo cuando en verdad prosperamos en el caos horario. Aunque varias asociaciones -como la que ya hemos citado en otras ocasiones, la Comisión Nacional de Racionalización de los Horarios Españoles- peleen para que el Gobierno cambie esa medida (al igual que otras de las que tomó el Caudillo), seguimos viviendo una hora fantasma dos veces al año. La gente que se escucha por dentro siente una descompensación entre sus ritmos circadianos y su agenda. Y los niños, en su llantina al desperezarse obligados, nos cuestionan sobre la fuerza de la costumbre de ese amanecer oscuro que veinticuatro horas antes refulgía prometedor. Combatiremos en nuestra batalla contra el tiempo combinando horarios de infarto en un país en el que hay que salir tarde de la oficina para ganarse el respeto. Correremos, un café tras otro, aunque ya estemos bastante nerviosos. Y recordaremos lo que decía Kierkegaard: “La ansiedad es el vértigo de la libertad”, para perdonarnos y reconocer que necesitamos del estrés para alimentar la imaginación. Como si dentro del reloj siguiera viviendo un señor mandado. (La Vanguardia)

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2 de abril de 2014
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La celebración perpetua

Rubén Darío descubrió El Quijote en un viejo armario a los diez años de edad, y lo leyó, lo cual prueba que cuando se cae bajo el encantamiento de un libro no arredra el número de páginas, ni importa la edad que se tenga. A lo largo de su vida volvería a él otras veces, un mundo que será para él como "la vida y la naturaleza".

Naturaleza en dos sentidos, el mundo que nos rodea, y el modo de ser natural a la hora de narrar, lejos de afectaciones que generalmente esconden ignorancia. Un escritor natural es aquel que sabe de qué está hablando. Habla al oído del lector, no se desgañita.

Los mundos muertos, los decorados que huelen a pintura o a vejez, tarde o temprano serán comidos por la polilla, porque lo falso no sobrevive. En cambio, el mundo insuflado de vida por virtud de las palabras, y que se parece a la vida, o es como la vida, es el que está destinado a perdurar.

Cervantes cuenta la historia de un hombre de hacienda mediana y vida sencilla que pierde la cordura por culpa de las historietas de entonces, como alguien que hoy se dedicara a leer sin tregua las aventuras de Supermán o a ver una y otra vez las películas de El hombre araña, se vistiera con sus atuendos extravagantes, y saliera a las calles a imitarlos tratando de volar o de subirse por las paredes.

El tiempo ya muerto de los caballeros andantes entra con don Quijote en el tiempo real contemporáneo, y entre ambos se produce un choque, y no se destruyen por la naturalidad de esas historias disparatadas, y por tanto asombrosas; pero frente a la locura que pasma, Cervantes se ríe de manera sosegada, y al tomar distancia de ese mundo estrafalario con la risa, que está lejos de ser una risa malvada, o jayana, nos enseña a ser compasivos, y nos acostumbra a contemplar con naturalidad la maravilla.

Es lo que dice García Márquez, que en Cien años de soledad lo que hizo fue copiar la naturalidad con que en su casa oía contar las historias más sorprendentes como si fuera asunto de todos los días: "había que contar el cuento, simplemente, como lo contaban los abuelos...con una seriedad a toda prueba que no se alteraba aunque se les estuviera cayendo el mundo encima, y sin poner en duda en ningún momento lo que estaban contando". De esta manera es que el mundo cervantino de La Mancha tiene su continuidad en el Caribe.

Cervantes sabe que hay dos piedras que es necesario frotar para producir el chisporroteo: la del mundo cotidiano, y la del mundo inventado; ambos, bajo su apariencia inocente, están llenos de vida, de risa y de drama. Conoce el mundo cotidiano porque vive en él, como protagonista: fugado de la justicia por malherir a un hombre, herido en batalla, de lo que quedó manco; prisionero en Argel y liberado bajo rescate; casado con mala fortuna; burócrata requisando vituallas para la guerra; preso otra vez bajo acusación de apropiarse de dineros públicos. Y es en la cárcel donde concibe El Quijote.

En el Quijote la invención se trasiega cada vez más en la realidad en la medida en que avanzamos en la lectura. En la primera parte, Ginés de Pasamonte es un bandido inventado; en la segunda Roque Guinart es un bandido real, cuyas hazañas están en las crónicas de la época.

Mundo de embusteros donde no faltan las cofradías de ladrones celosos del honor, vendedores de oraciones de poder infalible, cómicos de la legua, monos adivinos que tienen concierto con el demonio y por eso conocen las vidas ajenas, estudiantes de fondillos rotos y habla espesa de latines, tinterillos lenguaraces, y damas famosas como Dulcinea, que crían puercos y huelen a cebolla, sólo porque han sido trastocadas por la mano de algún mago.

Pero ningún mago equipara a Cervantes en el arte de trastocar la realidad y entregarla distinta al lector, más esplendorosa y llena de encantamientos y encantos. Por eso lo celebramos siempre. Una celebración perpetua.

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2 de abril de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Pensar, enfermar

No hay nada mejor para pensar que estar enfermo. Diría más. No hay modo de pensar sin ponerse enfermo. O un poco más allá. El pensamiento es un producto directamente debido a la falta de salud. O al revés: la buena salud abotarga el pensamiento, lo entibia, lo adormece, lo vela. O salud o pensamiento. O el bienestar o el ser. 

Esta sería la idea ligera del más extremo diagnóstico sobre la condición del ser humano. No hay pensamiento sin sufrimiento. Sólo sabemos pensar bien cuando físicamente nos demediamos. O sólo alcanzamos la sabiduría mediante la avería.

Otra cosa es el baile.



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1 de abril de 2014
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El Boomeran(g)
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