UN Tengo en la mano “la página de Alberto Fuguet” en la “Revista de libros” del diario chileno El Mercurio. Fecha: 27 de enero de 2006. Es un pedazo incompleto según su titulo: VOCEROS (el síndrome Edwards, parte dos). ¿Qué decía la parte uno? No lo sé, pero la parte dos empieza con una idea que me parece digna de examen: “la novela, tal y cual la conocemos, la novela literaria, la novela de ficción-ficción, está en aprietos”. Fuguet expone una idea muy común: hay que tener algo que vincule la ficción con hechos que se creen ciertos. “Quizás ese sea el secreto, dice Fuguet: saber cuándo mentir, cuándo inventar, cuándo optar por decir la verdad, aunque esa supuesta verdad nunca podrá ser del todo verídica”.
DOS Fuguet, cuya fama llegó más allá de Chile, tiene una imagen (no sé si la cuida) de hombre que vive entre fronteras. Entre Estados Unidos y Chile. Entre Cine y Literatura. Entre joven autor desafiante y artista ya reconocido. Desde aquella posición se piensa dos veces antes de poner la pata en el camino de Jorge Edwards, el autor chileno más reconocido. Después de dar muchas vueltas, Fuguet pronuncia su sentencia: Edwards no es un novelista. Frase clave: “Edwards se ganó el Cervantes por su capacidad de recordar, por su memoria, más que por su capacidad de inventiva”.
TRES Como lector que opina que lo mejor de Edwards, hasta ahora, ha sido Persona Non Grata, relato de su estancia como embajador de Chile en La Habana, estoy dispuesto a compartir la opinión de Fuguet. Esto no me impide leer El inútil de la familia, la última novela de Edwards. Primera frase: “Joaquín Edwards Bello, el personaje principal de este libro, no es ningún invento mío”. Con fechas, títulos de libros y precisiones genealógicas, el autor explica que va a contar la historia del hijo del hermano mayor de su abuelo paterno. Un novelista, jugador empedernido, viajante, aventurero, traidor de su clase social. ¿Es tener a alguien de verdad lo que me tranquiliza como lector? Sin embargo, me parece que nunca Jorge Edwards fue capaz de desplegar tanto talento: va de Europa a América Latina, cita a autores de ambos mundos, circula de una clase a otra de la sociedad chilena, diferencia el amor de la ternura, y el arte de la cortesana del amor sin calidad. Su libro es una novela humana (la trayectoria de un hombre hacia su derrota) y un gran retrato social (en la época en que existían grandes familias). Es el libro de un autor que manda, manda como nunca lo hizo en el pasado. El inútil de la familia es el mejor libro de Edwards y Fuguet sabe muy bien por qué.
