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LOS ESTRAGOS DEL TIBURÓN

Por 10 de marzo de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

La primera novela que leí fue “Tiburón” de Peter Benchley. Yo tenía nueve años, y mi papá –que era un pesado- me insistía para que leyese libros sin dibujitos. Un día fuimos a una librería, y en la portada de uno de los libros figuraba un escualo gigante persiguiendo a una calata. Yo dije: “quiero ése”, y papá no tuvo más remedio que comprarlo.

Cumpliendo mis expectativas, en la primera escena del libro, una pareja se besaba de noche en la playa. Como parte del calentón, la chica decidía darse un baño desnuda. Benchley describía su cuerpecito chapoteando entre la espuma, inocente pero pecaminosa. A mitad de su baño, súbitamente, algo empezaba a seguirla. Era nuestro protagonista, que tras un breve acecho, la devoraba con profusión de sangre y vísceras. Era lo mejor que había leído en mi vida.

El resto de la novela era más aburrida. Pasaba algo con la esposa del sheriff. Creo que estaba insatisfecha con su matrimonio, o algo de eso, que por entonces me daba igual. Lo que me molestaba era que la mayoría de los cadáveres aparecían ya destazados, sin descripciones de su combate contra la muerte. La verdad, no me interesó mucho el libro, hasta que encontré algo que no había visto en mi vida: una metáfora. Era bastante boba, la verdad, pero me llamó la atención: ocurría cuando la esposa del sheriff se sentaba en el water durante un día de verano. El autor escribía, si mal no recuerdo, que la señora orinaba “como si le hubiesen vaciado una bolsa de hielo en los riñones”.

Nunca se me había ocurrido que alguien pudiese orinar como si le hubiesen vaciado una bolsa de hielo en los riñones, pero traté de imaginarlo, y pensé en un incontenible chorro de agua vaciándose en el water, como si la mujer se derritiera por dentro. Esa descripción me pareció casi tan fabulosa como la escena del tiburón persiguiendo a la calata.

A partir de ese libro, continué leyendo. Devoraba todo lo que encontraba en la biblioteca de mis papás. Comencé con novelas policiales de Agatha Christie, continué con los autores del boom latinoamericano, leí hasta a Marx. Por supuesto, no entendía ni la mitad de lo que leía, pero era voraz, y siempre encontraba cosas que me llamaban la atención. Había descubierto la capacidad de viajar a otros mundos hechos de palabras, y la capacidad de las palabras para convertir cualquier mundo en una aventura.

Hace un par de semanas supe por el periódico de la muerte de Peter Benchley, y la lamenté. Él no revolucionó la literatura universal, ni el lenguaje literario. Pero me cambió a mí.

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