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LA ESTAFA DE TELE2

Aviso para usuarios: si reciben una llamada de Tele2 ofreciéndoles el oro y el moro a cambio de abandonar Telefónica, niéguense. La condescendencia del receptor lleva enseguida a un tobogán de abandonos y ordalías que sumen en la máxima desesperación.

No debía ser así puesto que ambas compañías y todas las demás teleco operan bajo las leyes de un país democrático donde se reconocen derechos individuales a los ciudadanos  pero la tenebrosa realidad se impone.

Se impone la realidad a través de los mundos abstractos y oscuros, ilocalizables e intangibles de las Grandes Compañías. Tele2 dispone tanto de nosotros una vez obtenida nuestra aquiescencia para la conexión que podría hablarse de un secuestro o un atentado a nuestros vínculos con el mundo. ¿Un sinsentido tratándose de una empresa de comunicación? Totalmente, pero en ello reside su potencia y su capacidad de devastación anímica porque, sin duda, más allá de nuestro entendimiento prevalece el superentendimiento de la Compañía, su superconocimiento del mundo, de nosotros y de su encriptada intendencia.

La Compañía sabe y domina el todo. Conoce aquello que puede serle de utilidad y lo que podría acaso perjudicarla. En el abstruso universo de las invisibles redes, Tele2 actúa como un saboteador social a través de todo aquel que le entregue su confianza. Promete varias megas más y más baratas para atraer la clientela y una vez captada la credulidad del desdichado ejerce su arbitrio cerrando la posibilidad de reclamación alguna. ¿Darse de baja? Efectivamente existe la posibilidad de cursar un fax con el requerimiento de ser borrado inmediatamente de las listas pero ¿reaccionarán? ¿restaurarán la línea? No hay promesa alguna.

La línea se ha desvanecido en el acto primero de Tele2 como muestra de quién es el Amo. ¿Se es ya de Tele2? Pues Tele2 actúa como un Dios de nuestro devenir telefónico. Y ello en complicidad o no con Telefónica que a su vez adopta una disposición adversa hacia nosotros tras verse preterida por nuestra inocente elección. ¿Nos torturará también Telefónica, ambas en comandita? Tortura absurda, gratuita, vana, podemos pensar. Pero tan incuestionable que no importa lo insensata que nos parezca.

  El sentido se encuentra enteramente en las manos de Tele2 y sus ocultos secuaces mientras nuestro sentido y nuestro sonido, nuestra hilación y nuestro hilo telefónico han emigrado. ¿Se alimentan de él? ¿Juegan con nuestro incomodo telefónico? ¿Les divierte nuestra irritación?
En el fondo del auricular, tratando de obtener algún indicio sobre el futuro que nos espera, parece advertirse murmullos y risas. Uno a otro se comunican la complacencia de haber cazado un incauto más y mantenerlo pendiente de sus menores movimientos. ¿Volverá la línea pronto? ¿Esta mañana, acaso al final del día? ¿Nos resignaríamos a que fuera mañana pero incluso que llegara en un próximo porvenir? Sí y no. Nuestro desconcierto es paralelo al miedo. Sin respuestas ni signo alguno, sin señal ni existencia real. 

Aquella dulce voz que solicitaba nuestra adhesión desbordada de felices promesas ha desaparecido por completo. Solo se escucha en el teléfono ciego y vacío un jadeo fugaz que da paso a un silencio sin fondo, un horror vacui que induce a permanecer distanciado del aparato, prevenido ante los  males todavía peores de que podría valerse Tele2 para exterminarnos impunemente y por capricho.

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18 de diciembre de 2006
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Un hombre para todos los tiempos

Estaba haciendo zapping en la tórrida tarde del sábado, cuando descubrí que Film & Arts emitía A Man for All Seasons. Mi mujer y mi hija más chica presionaban para que saliésemos en busca de algún sitio con aire acondicionado, pero de inmediato me apliqué a ganar tiempo con esas expresiones a las que uno recurre en cincunstancias similares: ahora voy, bañate vos primero y esa clase de cosas. Mi interés por A Man for All Seasons, que nunca había visto antes, tenía que ver en primer lugar con Robert Bolt, guionista del film y autor de la obra original. Bolt siempre fue uno de mis guionistas preferidos, su trabajo junto a David Lean dio lugar a algunas de mis favoritas de todos los tiempos: Un puente sobre el río Kwai, Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago. Pronto descubrí que la película era una especie de Quién-Es-Quién del cine de la época –la película es de 1966, dirigida por el norteamericano Fred Zinnemann-, y me di a mí mismo la excusa de que quería saber qué otros actores famosos iban a aparecer: entré en una escena entre Orson Welles y Paul Scofield, que hace de Tomás Moro, y después fueron apareciendo Wendy Hiller, John Hurt, Susannah York, Leo McKern y hasta Robert Shaw, a quien conocí haciendo de Quint en Tiburón y que aquí interpreta a un desaforado –en todos los sentidos, habría que decir- Enrique VIII.

            La película recrea el enfrentamiento entre Tomás Moro, autor de Utopía, y el monarca inglés. Enrique VIII pretendía que Moro, a quien había nombrado Canciller del reino, lo apoyase en su intención de divorciarse de Catalina de Aragón para desposar a su amante. Moro empleó argumentos políticos, religiosos y hasta de la más pura lógica para tratar de disuadir al monarca, pero cuando comprendió que Enrique no cejaría en su intento –que con el tiempo lo llevaría a romper con la Iglesia católica para crear la Anglicana a su gusto y conveniencia-, optó por encerrarse en un profundo silencio: no bendeciría la unión, pero tampoco la criticaría. Sin embargo Enrique entendió que el silencio de Moro hablaba volúmenes, por lo cual decidió encarcelarlo primero, juzgarlo después, y por fin, ante la certeza de que Moro no daría el brazo a torcer, ordenar su decapitación.

            A simple vista A Man for All Seasons es uno más de esos dramones históricos ingleses (la verdad es que sentía todavía más calor viendo a esa pobre gente tan vestida), pero el debate de ideas que cobija me resultó apasionante –y más actual que nunca. Una escena en especial me pareció brillante. Ya en prisión, Moro recibe la visita de su hija Meg (una jovencísima Susannah York), a quien Cromwell (McKern) le ha permitido acceso confiando en que presionará a su padre para que cambie de idea. En efecto, la inteligente Meg le expone a su padre un argumento sagaz, con el que espera convencerlo: sabiéndolo hombre de fe profunda, le sugiere que no debería caer en la tentación de jugar al héroe, lo cual entrañaría pecado de soberbia.

            Moro le responde entonces: “Si viviésemos en un Estado en el cual la virtud fuese redituable, el sentido común nos convertiría en buenos, y la avaricia nos tornaría santos. Y viviríamos como animales o ángeles en la tierra feliz que no necesita héroes. Pero como vemos, de hecho, que la avaricia, la ira, la envidia, el orgullo, la pereza, la concupiscencia y la estupidez resultan más redituables que la humildad, la castidad, la fortaleza, la justicia y la razón, y en la necesidad de elegir, siendo humanos al fin… quizás sea necesario que resistamos un poco –aun corriendo el riesgo de convertirnos en héroes”.

            En ese momento creí que Moro hablaba con la más irreductible verdad. (Me encantó que convirtiese a la estupidez en uno de los pecados capitales.) Al día siguiente, cuando dejé que las palabras de un irresponsable me dañasen, me descubrí pensando que además de la lucidez de Moro me vendría bien su templanza. Soy una criatura de sangre caliente, recalentada aun más por mi circunstancia estival. Ojalá pueda alguna vez alcanzar el equilibrio del Moro que Bolt creó, su capacidad casi sobrehumana para no distraerse con aquello que no puede modificar y conservar así sus fuerzas –ya que seguimos hablando de energía- para la producción de luz, de amor y de concordia. En un mundo que insiste en relativizar toda opción moral (se comienza tolerando una falta de respeto y se termina tolerando genocidios), este hombre para todas las estaciones del que habla el título debería ser revisitado más a menudo, porque sigue siendo un hombre para hoy; uno como los que casi no quedan.

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18 de diciembre de 2006
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La mejor familia que el dinero puede comprar

-¡Luces, cámara, acción!

El protagonista de la película gatea hacia una bacinica y berrea un poco. Su mamá trata de seducirlo con un chupete para que mire a la cámara, pero él se echa a llorar. Desesperada, la mamá lo carga y lo acaricia. Por toda respuesta, él vomita. El director de la película, sin embargo, no pierde la paciencia. Ya ha tenido momentos de crisis como este.

-¡Corten! –dice. Y vuelven a grabar. En la película final quedarán sólo los momentos felices: el bebé riendo, la mamá feliz, el papá siempre pendiente de su familia perfecta. Todos los momentos tristes o difíciles se cortarán y eliminarán en la sala de edición. Toda la amargura se retirará del montaje final.

Ojalá la vida fuese así ¿verdad?

Pues por solo 3.000 euros puede serlo. Y por unos 11.300, todo el primer año de vida del bebé puede ser editado y narrado en un tierno documental para recordar por toda la vida.

Se trata de un nuevo servicio de video en Nueva York que pone la tecnología audiovisual al servicio de la familia feliz. Piénsenlo: los niños son actores temperamentales e impulsivos. Las películas caseras están llenas de mocosos que se niegan a sonreír, madres al borde de un ataque de histeria y padres que procuran pedir sin gritar que todos se acomoden para la cámara de una maldita vez. La espontaneidad, que le dicen. En cambio, una empresa como Moments to Remember envía a un equipo de profesionales para crear la imagen que siempre quisiste ver de tu familia.

Por supuesto, a esos precios, los únicos que pueden pagar el servicio son los padres adictos al trabajo que nunca están en casa. Hablamos de un país en que el 20% de las personas con ingresos elevados trabaja en condiciones extremas: más de sesenta horas por semana, a ritmo muy acelerado y con responsabilidad por las pérdidas y ganancias de su empresa. Para muchos de estos padres y madres, el dinero contrarresta el tiempo que no pueden dedicar a sus familias.

La cuestión es que todo es ficción. La familia hecha de momentos ideales es una creación del productor que un consumidor compra: su objetivo no es retratar sino ocultar la vida cotidiana.
Queremos la vida perfecta, y queremos ser los padres perfectos, pero sobre todo, queremos pruebas de lo bien que lo hacemos. Los videos son de gran ayuda. A fin de cuentas, si tus niños son impresentables, puedes encerrarlos en su cuarto y ponerles a tus amigos el video. También puedes verlo a solas por la noche, para vivir esos momentos que la realidad no te ofrece. El problema es que aún no puedes mandar al video al colegio, donde la profesora siempre se mostraría feliz con esos personajes perfectos, obedientes y bien integrados. Tampoco puedes comer con ellos y preguntarles cómo les fue, o llevarlos a jugar fútbol. Inevitablemente, debes convivir con tus hijos imperfectos de carne y hueso. Pero no pierdas la fe. La ciencia está trabajando en eso.   

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18 de diciembre de 2006
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¿RIP AUGUSTO PINOCHET?

Es la necrológica menos esperada: un asesinato post-mortem del dictador chileno que murió la semana pasada, en The Weekly Standard, el semanal de los neoconservadores de Washington cercanos a Bush. La revista pide a sus lectores ahorrar sus lágrimas y utilizarlas para otro muerto. «Chile consiguió su éxito a pesar de él» dice el subtítulo del artículo firmado por John Londregan, profesor de la Universidad de Princeton y gran conocedor de Chile.

La celebración de los mercados es una mera herramienta pinochetista en el momento de esconder los paredones, afirma el artículo. La brutalidad de Pinochet no tenía nada que ver con las necesidades de la economía, añade el texto que recuerda los errores de la junta militar: una moneda sobrevalorada y la extraña decisión de convertir las deudas privadas en deuda pública. Fue un regalo para ciertos amigos del dictador.

De manera global, el gobierno de Pinochet, en su voluntad de privatizar, permitió una corrupción cuyo tamaño completo queda por descubrir. Lo que provoca la rabia de Londregan es la aceptación ahora, hasta en la Rusia de Putin, de que las ideas económicas de Pinochet eran buenas y punto. Eran buenas, sí, dice el profesor, pero por razones equivocadas. Los alemanes nunca celebraron a los nazis después de la Segunda Guerra Mundial por tener autopistas y el carro VolksWagen. Los nazis fueron una catástrofe para Alemania. De la misma manera, en Chile «nada justifica los crímenes cometidos» por Pinochet, ni su política económica.

Me encanta leer esto. No sé si tiene que ver con la posición muy débil de Bush en Washington. Por lo menos, sus amigos ideológicos, se ubican un poco mejor.

Última nota: a los que están dispuestos a leer otro artículo sobre Chile recomiendo una excelente encuesta sobre el papel creciente de las mujeres en el país de la presidenta Bachelet. Lo firma una editora, Lorn Scott Fox, en The London Review of Books. No la conozco pero obviamente sabe de qué habla.

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18 de diciembre de 2006
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DESCONECTADO/DESENGANCHADO

Viajo, trabajo, hablo, me callo y escucho. También leo. De vez en cuando leo, sí. También duermo. No mucho, pero sí más de lo que nunca lo hice. Me hace falta. Serán los años. O será algo parecido al aburrimiento. Lo malo es que el sueño, los sueños, no aseguran la carencia de aburrimiento. Durante mucho tiempo he estado acostándome tarde. En eso no seguí el camino de Swann. Ni el camino de Marcelo. Ni el de Luis Alberto de Cuenca. He sido, soy, demasiado trasnochador. ¿Qué es demasiado trasnochador? Nunca nada demasiado.

¿Por qué al listo -demasiado culto, casi abrumador, tan perfecto en sus lecturas, tan imperfecto en tantas otras cosas-  Jorge Luis Borges no le gustaba nada Gracián? Tampoco me deslumbra Gracián, pero ante tantos capullos de la corrección liberal/lectora y otras liberalidades de la arrogancia anónima de estos foros tan abiertos, me dan ganas de refugiarme en el más sincrético de los cinismos. Llevo unos días callado. Tampoco tenía nada urgente, ni turgente, que decir.  Estaba en el extrarradio. Es decir, fuera de casa. Y para mí fuera de casa es muy difícil seguir enganchado en esta historia del “boomeran”. No es verdad que la zona wi fi sea una zona universal en los hoteles. Al menos en los modestos hoteles de cuatro estrellas en que suelen alojar a los diletantes culturales de mi estilo. Y no hay nada mejor que te pongan las cosas difíciles, es decir que no te lo pongan en bandeja, para buscar la excusa y no tener nada que decir, nada que contar. Los hay más rápidos, más hábiles, más ordenados y más enganchados, enchufados o como se llame esta cosa de la red, pero yo no soy de esos. Y lo siento, de vez en cuando lo siento. Me gustaría poder contar, haber contado en “caliente” algunas cosas que pasaron en unos días en que fuimos convocados para recordar al memorioso Borges.  Pero no soy Funes. Además, no tomo apuntes.

No estuvo tan mal esa curiosa reunión con María Kodama. Entre otros, pasaron por allí, por un curioso pueblo de Sevilla llamado Tomares, José María Álvarez -sí, aquel novísimo, ese al que muchos recuerdan como “el Rimbaud” de Cartagena, ese que en una generación nos dejó tocados de algunas alas viajeras y poéticas con su “Museo de cera”- , Felipe Benítez Reyes o Luis Alberto de Cuenca, entre otros más o menos borgianos. ¿Quién qué es poeta, escritor, lector, no es un poco, mucho o demasiado borgiano? Allí estuvimos, cerca de Sevilla y lejos de la casa de Juan Antonio Maeso, al que cada noche -es un escritor de esa tribu de los que no conducen, pero beben- teníamos que acompañar hasta su casa en medio de ninguna parte.

Pues eso, que no es tan fácil estar enganchado. Y que tampoco es tan fácil recordar algunas cosas cuando seguimos durmiendo poco. Es posible que cuando sea mayor, cuando sea otro, cuando me llame de otra manera, me reconvierta en otra cosa, en otro tipo. Ahora sigo siendo uno que, por más que engañen las apariencias a algún cretino de pijismo estético y otras pequeñeces, nada tiene que ver ni con papás noeles ni con gaspares llamazares. Yo que tantas cosas he sido, nunca he sido nada de eso. En fin, ahora no quiero recordar algunas cosas. Como todavía me acuerdo de algunas, mañana intentaré contarlas. Si la cosa wi fi no se pone antipática.

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18 de diciembre de 2006
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18 diciembre

Nadie ha contado el número de muertos fabricados por la industria cinematográfica norteamericana. Los extras caídos por exigencias del guión, los secundarios despachados en las primeras secuencias, los protagonistas condenados a perder la vida en la apoteósica coda de los dramas mediocres.

La factoría californiana no parece dispuesta a agotar este filón de ideas. Perfecciona el realismo sucio de la muerte con la tecnología de los efectos especiales y hace más convincente el mito sangriento de la nación americana.

Este narcisismo es misterioso.

Cuando rebrota la polémica – por una súbita matanza de escolares o de clientes en una hamburguesería- se promueven enmiendas contra la venta de armas en los supermercados. Sin embargo, los que reclaman restringir el libre acceso a rifles y pistolas no han comprendido el origen de la perturbada conmoción nacional.

Ignoran que la más sublime inspiración de la violencia americana procede de la religión americana. Hace ya tiempo que el pueblo y los padres fundadores eligieron al dios del Antiguo Testamento. Hubo otras opciones en la joven América pero la de Jehová fue la preferida. Por su magisterio el Estado proclama la pena de muerte, consagra la doctrina del gran dios americano y hace de la Ley del Talión la más radical manifestación de su tutela.

Desde el punto de vista divino, el criminal norteamericano sólo es el intérprete descarriado del edicto testamentario. El escolar ofendido por sus compañeros, el marido humillado por su mujer, el traficante engañado por sus compinches,  se han tomado muy en serio la ley que rige la vida de la nación. Les resulta dilatoria la jerga judicial y temen la astucia de los abogados. Encomendándose al dios de sus padres, se sienten autorizados a empuñar la metralleta.

La pena de muerte es la venganza sacramental de Jehová. El atributo del Estado que administra la violencia y, al mismo tiempo, la cualidad de los creyentes.  Los hombres de fe quieren mantener enchufada la silla eléctrica y los criminales, que hasta un día antes sólo eran ciudadanos libres de tomarse las cosas a su manera, desean abreviar el proceso entre falta y castigo. Nos parecerá disparatado su delirio justiciero, pero los asesinos son fieles a la doctrina de la nación elegida por el dios del Talión. Gente nerviosa e ingenua que cree en el talión de dios.

Lo dice el sheriff de Cormac McCarthy: “este es un país con una historia tremendamente sanguinaria”.

Y aún así, sabiendo lo que hay que saber, al policía le consterna la crueldad de los nuevos criminales. Ni de la guerra que vivió –con sus particulares remordimientos- recuerda semejante espectáculo de ensañamiento y brutalidad. Antes el sheriff perseguía cuatreros, ahora a traficantes de droga. No comprende la metamorfosis de su época y se siente anonadado. Lo que tiene ante si no son hombres fuera de la ley. Ve avanzar su sombra por la línea del horizonte a la hora del crepúsculo y siente un desagradable estremecimiento.

Los soliloquios del sheriff en No es país para viejos (Mondadori, 2006) son una pieza maestra de la introspección biográfica. Su melancolía es elegíaca pero su juicio no es insoportable. En lugar de arrepentirse y olvidar, el sheriff contempla el curso de la vida. Se han disipado las presunciones de la juventud y sólo le queda admirar la ternura de su esposa.

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18 de diciembre de 2006
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Comentario al comentario

El acontecimiento en la polis es un lugar común. Una molestia para el individuo enojado. Pues la mansedumbre es irritante. No importa de dónde provenga la ingenuidad de los creyentes, de los demasiados. Será una fuente indigna de nosotros, los únicos.

El acontecer y sus engaños, sin embargo, nos envuelven.

Mal estaría que interpretara yo lo dicho por mí, pero sea por una vez tan solo. En atención a los decepcionados: la señorita provoquen, pla, andante y pozo (no a Numa, por ahora).

La retórica del régimen anterior y el actual discurso político manejan categorías coloquiales de gran eficacia escénica, por falaz que nos parezca su presunción. Reiteradas hasta la extenuación disfrazan lo sorprendente: el empecinado culto a los muertos y su importancia sagrada en una sociedad aparentemente secularizada.

Lo ancestral palpita como el corazón de un ciervo acorralado.

Es sentimental y justicialista la memoria reivindicada –a mi juicio, imperiosa- pero el espanto y el escándalo de la derecha ofendida es el indicio verdadero.

Su reacción airada nos ayuda a comprender en qué país vivimos: qué ridículas y formidables fuerzas se trenzan en el lugar común de la política, cómo se impone la obcecación, cuánta hechicería ocupa el lugar de la razón, cómo se gobierna el instinto sacramental de los dóciles, cómo se excita su temor sacrílego.

Y hasta qué extremo lo padecen algunos librepensadores, por arrogante que sea su aspecto.

Es triste creer que lo Ilustrado no sucedió en España y que todo está por hacer.

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15 de diciembre de 2006
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LOS LIBROS DE BOLSILLO EN FRANCIA

El último suplemento literario del diario Le Figaro dedica una encuesta al porvenir del libro de bolsillo (el “paperback”) en Francia. El título «¿Hasta dónde llegará el libro de bolsillo?» expresa el deslumbramiento frente al éxito de un género que cuenta hoy con más de cuatrocientas colecciones. Existe ahora una fuerte tendencia: cada casa editorial crea sus propias colecciones de libros de bolsillo en lugar de vender los derechos a Le livre de Poche o Pocket, que fueron grandes colecciones utilizadas por todos.

Hoy, la fragmentación va creciendo en la oferta, pero las cinco grandes colecciones mantienen su dominio. Noventa por ciento de las ventas corresponden a Le Livre de poche, Pocket, Folio, J'ai lu y Points. Pero se notan dos desarrollos continuos que modifican el panorama, al crear nuevos espacios fuera del bolsillo clásico: la publicación directa de libros en colecciones de bolsillo, sin pasar por la etapa de la tapa dura, y la aparición del «demi-poche» (semi-bolsillo), que se parece al bolsillo por su precio y a la tapa dura por su calidad y el cuidado de su presentación.

Le Figaro entrevistó a los responsables de las cinco grandes colecciones y hace una síntesis de sus aportes a través de la respuesta a cinco preguntas:

1. ¿Cómo se explica el crecimiento continuo de las ventas?

El precio es la primera explicación, pero también un cambio de estatus: el libro de bolsillo se parece a un producto cultural común, es como un juego de video o un CD. Se compra sin pensarlo.

2. ¿Existe un retrato tipo del comprador de libro de bolsillo?

No, pero no se confunde con el comprador de libro de tapa dura. Es muy probable, si tiene menos de cincuenta años, que nunca haya comprado otra cosa que libros de bolsillo.

3. ¿Cuáles son las consecuencias de la publicación directa de un libro en colección de bolsillo?

Son dos: por una parte, crece la competencia entre los editores para conseguir manuscritos o traducciones; por otra, crece el riesgo económico, pues inicialmente se suponía que en las colecciones de bolsillo se publicaban textos ya amortizados.

4. ¿Amenaza el libro de bolsillo la supervivencia del libro de tapa dura?

Como laboratorio de producción de autores y prototipo de nuevos libros, queda la tapa dura. Tampoco se modifica, de manera global, el papel del libro de bolsillo: es una herramienta para ampliar el mercado al conseguir nuevos lectores.

5. ¿Cuáles son los cambios provocados por los libros de bolsillo en la actividad de los editores?

Por tratarse de grandes números en venta, los libros de bolsillo obligan a pensar de otra manera en la promoción y la distribución. Hay un crecimiento del gasto en publicidad (representa ya el 7% de la facturación de Folio) y la venta por Internet tiene que hacer parte de la estrategia para alcanzar el nivel de difusión necesario.

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15 de diciembre de 2006
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VIDAL EN LA HABANA

Gore Vidal está en La Habana, según la edición digital de Granma, y su presencia me parece un claro ejemplo de cortocircuito ideológico. El encuentro de dos oposisiones al poder de Washington que no tienen nada que ver. Por una parte, el poder castrista, en su postura antiimperialista de siempre. Por otra parte, el sublime polemista, novelista, estilista y conocedor de la historia de EE. UU. denunciando el golpe de Estado cometido en su país después del 11 de septiembre.

Como tantos artistas que pasaron por La Habana, Vidal es víctima de pequeñas estafas periodísticas. Granma finge tener una declaracion suya a favor de los cinco espías cubanos detenidos en EE. UU. En realidad, si uno lee bien, Vidal no dice nada a favor o en contra de los agentes: "No se puede opinar de lo que no se está informado", es su manera de tratar el problema.

"Todo es ilegal e inconstitucional en el gobierno de Estados Unidos", explicó Vidal en la Casa de las Américas, provocando el placer que podemos imaginar entre los escritores e intelectuales cubanos agrupados alrededor del ministro de cultura, Abel Prieto. La verdad: esta frase es de una ambigüedad total. Para los cubanos, todo es ilegal en Washington, pues nada justifica el comportamiento del imperio. Para Vidal, todo es ilegal pues nada justifica apartarse del más absoluto respeto a la Constitución creada por los padres de la federación de los Estados Unidos.

Gore Vidal describió muy bien, en varios ensayos, la doble maldición de Washington: los republicanos son conservadores (rechazan el cambio) y los demócratas son reaccionarios (quieren volver a los tiempos de Roosevelt). Sería bueno saber que su viaje al Caribe le ha servido para descubrir la tercera maldición: los revolucionarios son fósiles (para ellos, ya se terminó la Historia).

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15 de diciembre de 2006
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LA VELOCIDAD DEL FUTURO

Como nos ocurría con el misterio de los aviones que traspasaban la barrera del sonido, el futuro ha llegado hasta nosotros con una velocidad varias veces superior a cualquier pronóstico.

Me refiero a nosotros, los mayores. Aquellos a quienes asombró la supersónica velocidad del aeroplano y espantaba el estampido del espacio. Nuestra tercera edad se ha fundido obligadamente con la tercera ola de Alvin Toffler y sin la mínima opción de un surfing cuyo prodigio sin descifrar se iguala al enigma del match.

Pero no es preciso remontarse a la aeronáutica o la náutica.

Prácticamente las dos terceras partes de los juguetes más comunes que se anuncian para esta Navidad son artefactos que no sólo no manipularemos por dentro sino que jamás entenderemos por fuera.

¿La superficie? Nunca fue más compleja la superficialidad, ni más inteligente la piel de los objetos. El ciberespacio que reside tras estas líneas, el sostén orgánico que cunde bajo esta pantalla lo ignoramos nosotros desesperada y deliberadamente con el fin de protegernos. La vacilación del cursor, los signos que parpadean y desaparecen, la intangibilidad del párrafo, el desequilibrio de teclear sobre un cristal resbaladizo nos precipitarían, a poco que meditáramos, en la irremediable fosa de un sueño: la indolora mortalidad que la veloz llegada del futuro nos inculca.

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15 de diciembre de 2006
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