Marcelo Figueras
Me compré la Trilogía de Deptford, de Robertson Davies (1913-1995), por culpa de Rodrigo Fresán, que sabía lo que hacía. Quedé enganchado al primer libro, Fifth Business, ya desde el estudio introductorio de M. G. Vassanji. "Las tendencias de Robertson Davies como escritor se apartaban de las modas o de los usos de su tiempo", decía Vassanji. Eso ya me gustó: nunca fui de los que se suben al tren de las conveniencias de la hora. Pero lo que me atrapó definitivamente fue lo que decía a continuación. "Cuando la visión preponderante sobre el hombre era, en la literatura, la de una criatura víctima de una desesperanza que no había fabricado; cuando esa criatura era considerada poco menos que un destello involuntario de conciencia, o como alguien condenado a una lucha en contra de un mundo insoportable, o como víctima de circunstancias históricas, Davies escribió una novela sobre la responsabilidad moral".
Fifht Business arranca a comienzos del siglo XX, en un pueblito canadiense llamado Deptford. Allí dos niños, Dunstan Ramsay y Percy Boyd Staunton, juegan en la nieve. Dunstan es hijo de una familia trabajadora, Percy es rico de nacimiento. Como Percy no tolera que su trineo caro y lujoso funcione peor en el terreno que el trineo viejo y casero de Dunstan, se enoja y opta por la agresión: prepara una bola de nieve con una piedra en su interior. El disparo no llega a destino, porque Dunstan intuye el ataque y se agacha a tiempo. La bola pega así en la nuca de la señora Dempster, la mujer del pastor baptista, embarazada de meses. La pedrada induce el parto prematuro y deja a la señora Dempster al filo de la locura. Lo que Fifth Business cuenta a partir de ese comienzo es la vida de Dunstan, de Percy y del prematuro Paul Dempster, cuyas vidas han sido unidas de manera inextricable por culpa de una piedra.
La novela me resultó una gran lectura, por su prosa cálida y precisa y porque me involucré con el destino de sus personajes como si fuesen míos. Me sedujo la debilidad por los santos que Dunstan convierte en obsesión, desde que imagina que la señora Dempster es una santa sui géneris; imaginé que la historia de Giges y del rey Candaules que figura en Herodoto y que Davies retoma en Fifth Business debe haber influido en otro canadiense a quien admiro, Michael Ondaatje, que la utiliza en The English Patient. Pero lo que más me conmovió fue, como Vassanji sugiere, su planteo sobre la responsabilidad moral. Dunstan ni siquiera es aquel que lanzó la pedrada, sino el que la esquivó, un acto reflejo que cualquiera de nosotros encontraría justificable a todas luces. Pero Dunstan, impiadoso consigo mismo, no quiere justificarse ni desvía la mirada: sabe que su reacción hizo posible que la señora Dempster fuese herida y que Paul naciese antes de tiempo, y por ende se siente responsable de algún modo por estos destinos a los que la pedrada lo unió. Dunstan es uno de los personajes inolvidables de la novelística del siglo XX, porque rechaza plegarse al relativismo imperante así como su creador, Robertson Davies, huyó en su momento de las modas y de lo conveniente, y porque nos insta a hacernos cargo de nuestra propia responsabilidad moral en este mundo, una responsabilidad que depende tanto de lo que hacemos como de lo que elegimos no hacer.
La piedra con que Fifth Business comienza y termina es, de algún modo, la misma piedra con la que tantos querían lapidar a la pecadora evangélica. Así como entonces no estábamos libre de pecado, tampoco ahora. Piedras es todo lo que pasa entre nosotros. ¿Cuándo será la hora en que abramos la mano y dejemos caer la piedra, cuándo será el tiempo en que utilicemos la mano abierta para acariciar, para estrechar, para sostener al otro?