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Todos son iguales

Cansada de los hombres y de sus tonterías, mi amiga Enea se ha comprado un muñeco inflable.

Es un modelo especial irrompible, con base de punching bag para poder golpearlo sin remordimientos. Tiene ojos azules, pero viene con varios recambios de colores diferentes, incluso unos violeta. Su cabellera está hecha de pelo de camello natural.

Al principio, Enea estaba feliz. Era el hombre perfecto. Siempre la escuchaba, y jamás se oponía a sus planes para un fin de semana o un viaje. Es más, era liberal. Si ella echaba una canita al aire, él no se lo recriminaba. Y aún así, le era rigurosamente fiel. Los padres de Enea también estaban encantados, aunque su padre lo creía demasiado tímido y su madre siempre esperaba que comiese más: “está muy flaco” decía.

Los problemas empezaron una noche, después de una ardorosa sesión de caricias. Él había hecho todo lo que ella quería, y como siempre, se había mostrado como un amante considerado e inagotable. Enea estaba tan feliz que decidió llevar su relación un poco más lejos. Le dijo:

-Creo que tenemos una relación excelente ¿no crees tú?

Él no le respondió.

-Quizá podríamos comprometernos un poco más. No quiero presionarte, pero quería comentarlo.

Silencio.

-¿Qué pasa? ¿No tienes nada que decir?

Nada.

-Ya me lo imaginaba ¿Te has dado cuenta de que nunca quieres hablar de nosotros? Cada vez que quiero que tengamos una conversación seria, te das la vuelta y te duermes. Me parece que vivimos una crisis de comunicación.

El muñeco siguió sin hablar, pero ella lo miró a los ojos –esa noche llevaba los verdes- y leyó en ellos la pregunta de él: “¿qué te pasa?” parecía indagar el muñeco.

-¡Nada! - respondió Enea furiosa-. ¡No me pasa nada!

Por supuesto que sí le pasaba algo, sólo que Enea consideraba que él debía saberlo. Sin embargo, para su desesperación, el muñeco no dijo una palabra en toda la noche.

Al día siguiente, al volver del trabajo, se lo encontró en la cama. No se había duchado ni afeitado, y tenía la televisión encendida en el fútbol.

-Creo que la rutina nos está afectando –comentó Enea-. Ya no eres el de antes.

Él dijo con su mirada lo que ella no quería oír: “cállate y tráeme una cerveza”.

Enea sufrió mucho durante los siguientes días, en los cuales, la actitud de él no cambió. De hecho, se volvió más frío y distante, como si fuese una pieza más del mobiliario.

Finalmente, ella decidió darle un ultimátum. Pensaba que si lo amenazaba con abandonarlo, él recapacitaría y cambiaría. Pero el día que se sentó frente a él (o más bien, que se interpuso entre la televisión y él) apenas pudo hablar. Él también quería explicarle algo, que llevaba pensando mucho tiempo. Hablaba poco, pero se daba a entender con claridad:

-Enea, lo siento, pero no estoy listo para una relación. Creo que tú eres demasiado buena para mí, y no quiero hacerte daño.

Enea se puso furiosa, lo pinchó con una aguja de tejer y tiró sus restos desinflados a la basura.

Y sin embargo, desde esa noche, le parece que su cama se ha vuelto demasiado grande y fría, como un desierto de hielo.

Mañana, Enea probará a comprarse un gato. Son más manejables.

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21 de mayo de 2007
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OJOS

Los ojos poseen una naturaleza ambigua: son brillantes como espejos pero parecen a la vez transparentes como ventanales del mundo interior. De esta ambigüedad se deriva su doble poder: vueltos hacia fuera reflejan el exterior del cuerpo; tomados hacia adentro nos conducen a las profundidades del alma.

De una manera llamativa los ojos poseerían así una suerte de privilegio respecto a los demás orificios del cuerpo, puesto que se hallarían simultáneamente recorridos por corrientes y contracorrientes de incalculable intercambio.

De un lado, los ojos se muestran como los puntos más frágiles en la superficie del cuerpo pero son los órganos que antes avanzan o inciden sobre el exterior.

Los ojos se atraen los unos a los otros pero al mismo tiempo se rechazan. Siempre se desea mirar la mirada del otro pero todo cara a cara es un trance insoportable a veces.

Los ojos provocan fascinación –atracción y miedo juntos- como es propio de los dioses, los monstruos o los animales sagrados. La muerte fulge anticipadamente en ellos. De ahí su colosal atracción.

Con su movilidad incesante, el ojo descifra el movimiento e incluso las miradas del cuerpo del otro. El ojo, en consecuencia, sabe. O cree que sabe.

De hecho la medicina explora en el fondo del ojo un sinfín de informaciones sobre la salud o el mal.

El ojo cree que sabe. Sin embargo, cuando dos cuerpos fijan los ojos entre sí aparece, a menudo, el estupor. Un vacío se abre en los espacios de intercambio. Las miradas inmóviles no cesan de enviarse signos pero la inmovilidad y el tiempo muerto son el colapso de la comunicación.

Los ojos no pueden tocarse ni tocar sin sentir dolor. El dolor los alejará del contacto y, contradictoriamente, son los más vivos mensajeros de la proximidad. El cruce de miradas que presagia el amor y la fusión (¿o la fundición?) de unas vidas. 

Tanto alcanzan a ver los ojos que se vuelven ciegos para sí mismos ante el espejo. El rostro se ve pero los ojos pasan desapercibidos. Nunca advierte uno mismo el color de sus ojos. Nunca se contempla ese color. ¿Imposible de advertir? ¿La redundancia de los tonos anula el cromatismo? ¿La coincidencia del punto de vista borra la visión? ¿La superposición de objetivos hace desaparecer el objeto? 

Los griegos inventaron la cadena de palabras que penetra en el ojo. La figurilla que se ve en el fondo es la pubilla o la pupila, la muñequita que brilla es como una joya y su luz representa su propia sonrisa. ¿Cuando dos enamorados juntan los colores de sus ojos inauguran la primera vista de la copulación?

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21 de mayo de 2007
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BICICLETAS PÚDICAS

Al ojo infalible de la hermandad de Big Brothers que reina en Irán, no se ha escapado que las nalgas de una mujer asentadas sobre el sillín de una bicicleta, viene a ser una refinada provocación del demonio, aún más que la contemplación de un bello rostro, que por eso debe ser ocultado  de las miradas pecaminosas tras las espesuras de la burqa o el litam.

De allí que las autoridades religiosas que determinan las reglas de la sanidad moral, han ordenado que se fabrique en serie una bicicleta dotada por atrás de una especie de jaula, o cajón, destinado a ocultar desde el trasero hasta la media espalda de la mujer, una especie de blindaje contra los ojos, que será de metal o será de plástico, pero en todo caso no tendrá ventanas.

Elaheh Sofali, la vocera de la institución ayatólica, dueña de la brillante iniciativa, ha declarado que el proyecto de las “bicicletas islámicas”, “permitirá alentar el deporte femenino”, lo que me creó la sospecha de que, hasta ahora, a las mujeres les estaba prohibido andar en bicicleta en Irán. He buscado averiguarlo, y en efecto, hubo quienes en los años 90 quisieron obtener permisos para montar en bicicleta, y fomentar así la formación de un equipo de ciclismo olímpico femenino. Pero los ayatolas se opusieron terminantemente, con lo que la bicicleta siguió maldita. Hasta ahora, que tendrá su versión púdica.

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21 de mayo de 2007
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El tema del traidor y del héroe

La participación de conocidos izquierdistas en el Gobierno de Nicolas Sarkozy produce océanos de bilis en los medios de la izquierda francesa. Cuanto más irreprochable el personaje, más bilis. Quien mayor odio desata es Bernard Kouchner, nuevo ministro de Exteriores: no pueden acusarle de nada. Exasperado, Daniel Cohn-Bendit le tilda de "narcisista", una majadería cuando se aplica al fundador de Médicos sin Fronteras, la única organización de ayuda humanitaria que concita la alabanza universal.

¿Qué está sucediendo en Francia para que las más estimadas piezas de su tablero cultural abandonen a los socialistas? Quizá habría que reflexionar con la debida seriedad sobre la célebre frase de André Glucksmann: "Voto a Sarkozy porque soy de izquierdas". No es una ocurrencia. Ni siquiera para Pascal Bruckner, uno de los pocos izquierdistas notorios que no se ha pasado al enemigo. Tras las elecciones escribió: "Los socialistas parecen decididos a congelar la Historia: han elegido el camino de la inercia". Y luego: "Dos conservadurismos, de derecha y de izquierda, se han unido para frenar cualquier reforma importante". Y la puntilla: "El Partido Socialista debe decidir entre morir para resucitar mejorado o agonizar en el culto del pensamiento muerto".

Es muy singular que ante cualquier novedad la izquierda institucional, la que goza de todos los privilegios del poder, reaccione con pavor y con ataques personales. Hay un miedo en la izquierda, una inseguridad ética, que produce estallidos de cólera en cuanto algo o alguien se aparta unos centímetros de su catecismo. Antes siquiera de reflexionar o analizar, y desde luego mucho antes de argumentar, baja la testuz y embiste al grito de "¡facha!". Este había sido siempre el comportamiento de una derecha analfabeta y goyesca, la derecha de cortijo y sortija. Ahora lo es también de la izquierda establecida y oronda, la izquierda momificada.

No es extraño que, para algunos hombres de acción, como Kouchner, lo significativo no sea ya la izquierda y la derecha, sino la posibilidad real de hacer algo que valga la pena.

Artículo publicado en: El Periódico, 20 de mayo de 2007.

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21 de mayo de 2007
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El humor de Monsiváis

Aunque no suelo echarla en falta, el encuentro con Carlos Monsiváis en Madrid me recuerda aquella esencial certeza: el humor como la más alta expresión de la inteligencia.

Obviamente, su ejercicio provoca sonrisas y, a veces, hilaridad. Pero conviene no dejarse confundir. Hay muchas cosas que nos hacen reír y no todas son producto de la sagacidad que admiro en Monsiváis. Un hombre ridículo, por ejemplo, inspira una inconfundible carcajada cruel. Y nada hay en ella de elogioso. Al contrario.

La cualidad del humor, de tan elevada elegancia por otro lado, nada tiene que ver con el chiste ni con el humorismo terapéutico de los que están hartos y no saben cómo zafarse.

En el humor de Monsiváis hay ternura, aunque sería imperdonable que hubiera misericordia. De hecho, el origen de ese humor divino hay que buscarlo en la mirada que lo ve todo a su pesar. La mirada del que, además, no sale de su asombro.

Monsiváis habla de la crónica, el género periodístico y literario que sólo puede practicar un hombre sorprendido. Monsiváis se pasea por la descomunal ciudad de México y no deja de contemplar la metamorfosis de un milagro en perpetua ebullición. Dice: “...y entonces me encomiendo a los dioses en los que en ese momento creo”.

El humor de Monsiváis es un benevolente juicio: una apostilla y una sentencia, pero no una losa. Uno puede seguir vagando alrededor de sí mismo mientras el humor lo absuelve por anticipado.

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18 de mayo de 2007
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EL CASO BETANCOURT

Colombia cocina el primer fracaso de Nicolas Sarkozy. El nuevo presidente francés recibe, en su tercer día en el poder, a la familia de Ingrid Betancourt, ex-candidata ecologista a la presidencia colombiana, secuestrada por las Farc en Colombia, el 22 de febrero de 2002. La entrevista con la familia se produce antes del primer consejo de ministros del nuevo gobierno. No hay manera de ignorar el compromiso de Sarkozy: quiere a Ingrid Betancourt libre.

Ayer jueves, Sarkozy habló media hora con Álvaro Uribe, el presidente colombiano, para decir lo mismo: está “determinado a conseguir el retorno de Ingrid Betancourt”. Ella es una franco-colombiana (tiene la doble nacionalidad) que ocupa un espacio permanente en la prensa francesa. Todos los candidatos a la reciente elección presidencial tuvieron que comprometerse sobre su destino. Hubo actos para recordar el secuestro de Betancourt en muchas ciudades. Ser periodista en Francia significa tener un buzón electrónico lleno de mensajes del comité de apoyo a la víctima de las Farc. El trabajo militante de su familia y de sus amigos no se detiene nunca. Los franceses no saben nada de Colombia pero todos conocen Ingrid Betancourt.

La huida esta semana del policía colombiano John Frank Pinchao, otro rehén de las Farc que se escapó después de casi nueve años de detención, fue noticia de primera página en Francia, pues el pobre había convivido más de dos años con Betancourt y fue capaz de entregar noticias sobre la ex candidata. Lo que dijo fue un encanto para los franceses. Habló de una mujer fuerte, que intentó escaparse varias veces a pesar de momentos de tristeza .

Lo de Pinchao es un evento inesperado. Obliga a Sarkozy a respetar su compromiso de candidato: hará todo lo posible para sacar a Betancourt de la selva. Pero no se puede olvidar lo que ocurrió con Dominique de Villepin, el primer ministro francés que se fue ayer: intentó hacer una negociación secreta con las Farc y llegó a creer tanto en su éxito que mandó un avión a Brasil, a la frontera de Colombia para recuperar a Betancourt. Al final, no hubo liberación sino una crisis en el gobierno francés: los ministros de relaciones exteriores, de defensa, y hasta el presidente de la República no estaban al tanto de lo que hacía Villepin. Para toda la prensa fue un payaso metido en una guerra.

Lo de Pinchao es un milagro, los colombianos lo saben. Y milagros, con las Farc, hay pocos. Por eso, al viajar de vez en cuando a Colombia, tengo una sensación extraña en Francia. Allá, Ingrid Betancourt es un rehén más (un rehén un poco culpable, pues oí muchas veces el cuento de su falta de prudencia por razones de publicidad política el día de su detención). Aquí, Ingrid Betancourt es una figura heroica, un caso urgente, conocido por todos. Y entre allá y aquí Sarkozy acaba de comprometerse para conseguir lo imposible: un gesto de humanidad de una guerrilla que vive del secuestro y del narcotráfico.

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18 de mayo de 2007
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Educando al genio

Adivina, adivinanza: ¿quién es el miembro más holgazán de todas las familias, el que no hace más que comer y dormir sin producir ni trabajar por los demás, el que berrea a cada capricho como si todo estuviesen obligados a atenderlo sin chistar? Así es, han adivinado: el niño.

A lo largo de toda la historia universal, ese pequeño parásito ha hecho de las suyas aprovechándose del candor de sus mayores. Y esto no es temporal. El muy canalla suele permanecer unos veinte años –a menudo más- colgado de la teta familiar, exigiendo pero nunca ofreciendo nada a esa pequeña sociedad que son sus parientes y, para colmo, culpándolos de sus propios defectos y deformidades. Como si fuera poco, las teorías psicológicas modernas, con la excusa de que los chicos “se expresen”, les permiten dar su opinión y dejar de comerse la comida. En algunos países, esos pequeños degenerados pueden incluso denunciar penalmente a sus sufridos progenitores. 

Padres de familia, ha llegado la hora de decir basta. Ha llegado el momento de detener la dictadura de los enanos. Ha llegado el tiempo de dejarles claro quién manda aquí. El programa educativo que propongo se basa en tres sencillos aspectos.

1. El entorno. ¿Cómo vamos a cambiar a los niños si se pasan el día rodeados de otros niños? Bajo su apariencia inocente, los compañeritos de su hijo esconden una grave amenaza. Se pasan el día inculcándoles ideas subversivas sobre el mundo y mostrándoles los juguetes que sus padres les han comprado. Además, tampoco trabajan. Una educación diferente pasa por limitar el acceso de los niños a otros niños. En adelante, en vez de llevarlos al colegio, lo mejor será llevarlos a la oficina para que se familiaricen con la vida que les espera y se acostumbren al trato con los adultos. Evidentemente, al principio no serán capaces de hacer todo el trabajo por sí mismos, pero sí que pueden empezar por sacar fotocopias –cualquier niño de seis años tiene ya las habilidades psicomotoras que hacen falta- y llevar café o mensajes de un lado a otro. Además, alegran el entorno laboral con su simpatía y naturalidad. Nomás hay que evitar que hagan caquita en la oficina del jefe.   

2. Los estímulos culturales. Los colegios suelen practicar la nefasta política educativa de hacer que los niños lean y dibujen. Pésimo. Si se dedican sólo a perder el tiempo, nunca se convertirán en elementos productivos de la sociedad. Las lecturas sugeridas en la infancia deben limitarse, pues, a libros de economía y derecho. Es recomendable comenzar por tratados de Milton Friedman y el código mercantil, que siempre es una lectura entretenida y provechosa. En cuanto a películas y juegos de video, los justos, y sólo aquellos en que el protagonista tenga la posibilidad de ejecutar masivamente a grupos sociales con un fusil y/o artillería ligera. Eso les enseñará a valerse por sí mismos y ser funcionales en un mundo cada día más competitivo.

3. Las relaciones sociales. Los niños tienen una tendencia congénita a relacionarse en función de la simpatía que les despierten los demás niños, sin tomar en cuenta factores fundamentales como la prosperidad o la conveniencia de sus amistades. Los adultos deben contrarrestar esa tendencia ayudándolos a crear redes sociales que previsiblemente sean útiles durante su adultez: en primer lugar, hijos de políticos o empresarios con dinero. Si el niño persiste en hacerse amigo de gente pobre o sin influencias, es necesario decirle: “usha, niño, eso no se toca.” Un paso a tiempo en ese sentido le ahorrará un errático deambular por la hermética sociedad de los adultos.

Todos estos pasos no sólo redundarán en beneficio de su prole, sino también de usted como padre y como ciudadano. Recuerde que las pensiones de jubilación son siempre inestables, y que su manutención durante la tercera estará en manos de sus descendientes. En otras palabras, cada hijo es una inversión en su futuro. Sea responsable: cuídelo.         

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18 de mayo de 2007
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INMORTALES

Algún día de éstos, mejor alguna noche, hablaré de esa resistencia contra la muerte de algunos semejantes, de tozudos que pretenden enfrentarse a la historia, al pasado, al presente y al futuro. Todos pierden. Todos son derrotados, todos burlados y sin embargo tienen seguidores, crean adicción, hacen escuela y tienen acólitos. Hay muchos entre nosotros que les gustaría alargar su vida, vivir eternamente… incluso hay algunos que no les importaría tener otra vida, aunque fuera eterna. Otra vida, que transcurra, por ejemplo,  en un espacio tan inconcreto como el llamado paraíso.

La sola idea de la inmortalidad me da pavor. No importa, no tenemos ni esos miedos, ni esa fe. Pero la pesadilla de la duración sin fin es aterradora. Incluso una vida larga, quiero decir la muy larga, también me hace crecer las dudas, los escepticismos, los rechazos. Creo, que si las estadísticas tienen algún crédito, hace pocos años pasé la envidiable etapa nel mezzo de la vita. Ya estoy pasado de esa equilibrada mitad. Creo. Al menos hasta hace unos meses he fumado más de lo placentero, bebo -sin conducir después- más de lo aconsejable, mis deportes son más imaginarios y deseados que reales, paso muchas horas leyendo, algunas escribiendo y otras en asuntos privados, algunas veces placenteros y otras simplemente privados. Es decir que no debo tener los peligros de una vida centenaria. Sería demasiado.

Todo esto lo pienso después de haber celebrado el 103 cumpleaños de Pepín Bello, el amigo que hizo posible la unión de tres contrarios, de tres raros que estaban entre la genialidad, la banalidad y el desconcierto, Buñuel, Lorca y Dalí. Fue Pepín Bello, su amigo de la Residencia de Estudiantes, el que hizo posible esta unión de contrarios. Pepín -elegancia, educación, buen humor y pocas ganas de agotarse con obras o trabajos- es el superviviente mayor de la cultura española. La foto de la generación del 27 la hizo él. La idea del surrealismo cinematográfico de Buñuel, de algunas pinturas de Dalí, de algunos poemas o creaciones de Lorca surgieron de una imaginación tan libre que el niño, el adolescente, el joven, el maduro y el anciano Pepín Bello se sigue manteniendo aunque pasen 103 años. Dice Vila Matas que Pepín Bello- uno de sus personajes de Bartleby y compañía -pero un personaje vivo y contrastable, un personaje que conoció el otro día, es así de eterno porque todavía sigue siendo aquel joven. Aquel que sigue haciendo el bachiller. Aquel chico que tiene que divertirse con sus amigos o su imaginación cada día. Y eso te mantiene mucho tiempo sin envejecer. No tengo claro que quiera esa eternidad de 103 años. Con un Pepín en nuestra vida ya estamos contentos. Viva Pepín. Y nosotros, lo que nos toque, pero no una eternidad.

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18 de mayo de 2007
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LA SEDUCCIÓN

(EN EL AUTORRETRATO Y MEDIANTE EL ESPEJO SE TRATA DE LOGRAR UNA ESTAMPA DE SEDUCCIÓN. JUGANDO CON EL ESPEJO. PERO EL TRUCO DE LA SEDUCCIÓN, SEGÚN GRACIÁN, SE ENCUENTRA EN “EL DESPEJO”).

La buena apariencia no es imposible de alcanzar pero ¿cómo se logra la seducción? Nada es más indeterminable que el efecto seductor. Puede decirse que la misma indeterminación constituye la clave de la seducción misma, la causa de su mayor poder.

La indeterminación de las cualidades del seductor las condensaba Baltasar Gracián en El héroe dentro del concepto que atribuía a la palabra  “despejo” (¿sin espejo? ¿fuera del espejo? ¿despejado?). “El despejo –no el espejo, el no/espejo- consistiría en “una cierta airosidad, una indecible gallardía tanto en el decir como en el hacer y hasta en el discurrir”.

El encanto del seductor se hallaría en ESTE VACÍO, en esta holgura que daría ocasión para que se plasmaran especularmente en él, sin reflejar el truco, las particularidades de la ocasión y, sobre todo, las determinaciones del seducido. El seductor ofrece un precioso aforo que cada cual puede llenar con lo mejor que desee, de acuerdo a la oportunidad y las conveniencias. El seductor encarna el aura de un mago, pero extrañamente presente en la trama real.

Gracián consideraba la seducción como la condición esencial para gobernar, alternativa al carisma que implica una autoridad fundada sobre cualidades inherentes al jefe, pero también alternativa al consenso que presupone un conjunto de creencias compartidas por la mayoría.

OJO: La seducción sería autosupresión de la identidad del poder y repetición simultánea de la identidad de los seducidos. La lógica de la seducción debe entenderse como solidaria al proceso de desrealización en que se apoya el mundo barroco donde todo se convierte en símbolo. Y también no es casual que simulacro y seducción aparezcan unidos.

En 1630, unos años antes de El héroe de Gracián se publicó El burlador de Sevilla y convidado de piedra de Tirso de Molina. Si se compara a Don Juan con el héroe de Gracián la diferencia es absoluta. El Don Juan de Tirso es un granuja que consigue sus propósitos haciéndose pasar por otro o mediante falsas promesas de matrimonio. Así son todos los Don Juanes, de Zorrilla o de Molière. Sin embargo, en el personaje del Convidado de Piedra se ejemplariza la seducción.

Don Juan acude a la segunda cena, a la que invita el Comendador- el Convidado de Piedra- siendo éste un espectro pero arriesgándose a su venganza mortal.  A pesar de ello ¿cómo es que Don Juan comparece para cenar? La explicación se halla en el irresistible atractivo que posee para él. El  Comendador, figura menor, opera como el auténtico seductor. La parte final del drama, la invitación del Convidado de Piedra a la cena, considerada como un agregado moralizante, contiene la muestra de una seducción. La explicación a esta paradoja debe buscarse en LA VIRTUD JESUÍTICO BARROCA de la indiferencia. El Convidado de Piedra es precisamente un modelo inaccesible de indiferencia. “Es un hombre temible –dice el criado de Don Juan-, él es de piedra y tú eres de carne”.

Los éxitos de Don Juan fueron obtenidos con mentiras mientras el éxito del Convidado de Piedra reposa en la atracción de su mágico vacío. La lógica de la seducción se impone a todas las subjetividades. De ahí el gran poder de seducción de los objetos, de las personas que, como los objetos, nos ignoran. El objeto es indiferente a nuestro deseo y el deseo se potencia mediante la irrefrenable imantación de su seducción.

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18 de mayo de 2007
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Grand Jacques

En las últimas semanas me he puesto un tanto francófilo, por razones que –a Dios gracias- nada tienen que ver con monsieur Sarkozy. Las fichas fueron apilándose por azar. Empecé robándole a Piñeyro unas cuantas películas de Jean-Pierre Melville, en la esperanza de que me proporcionasen referencia para un guión que debía escribir. Después fui a ver al cine la biografía de la Piaf, que aquí bautizaron La vie en rose aunque habría sido más apropiado que la retitulasen La vie en noir: qué cantante más increíble y qué vida más triste. Pero el verdadero culpable de mi actual francofilia es, sin duda alguna, Jacques Brel. Me compré un CD de viejos éxitos porque quería tener la versión original de Ne me quitte pas, y desde entonces no puedo oír otra cosa.

Si Brel fuese tan sólo su celebrada Ne me quitte pas sería suficiente. Se trata de una de las más bellas canciones de amor jamás escritas. Una melodía inolvidable y un poema que alude, a la vez, a las emociones más arrebatadas (“Yo te inventaré / Palabras imposibles / Que tú comprenderás”) y a los dolores más hondos que puede entrañar un mismo amor. Buceando en un blog que comentaba sus canciones, descubrí que alguien quería desmarcarse de Ne me quitte pas por considerar que pintaba al amor como un sentimiento de sumisión, y por ende de anulación personal. Al menos en mi experiencia, cuanto más sublime es el amor, más deseo tenemos de olvidarnos de nosotros mismos para convertirnos en un apéndice de la persona amada, en la sombra de tu sombra / la sombra de tu mano / la sombra de tu perro. A fin de cuentas, la canción se llama No me abandones. Cuando uno se ve arrastrado por pasiones semejantes, cuando uno se descubre dispuesto a condenarse por el oro de una palabra de amor –como canta en La Quete, su versión de una de las canciones de El hombre de La Mancha-, la pérdida de la persona amada entraña peligro de muerte para la identidad propia… nos guste o no.

Pero Brel es mucho más que su canción más famosa. Para empezar es una voz: de una convicción inigualable, histriónica, de esas gargantas brillantes que resuenan como bronces aun cuando la orquesta se queda muda. Es, además, un perfecto cultor de ese género de canciones que sólo a los franceses les salen bien: las más románticas, las más tristes y las más alegres al mismo tiempo. (En estos días tengo pegada Les bourgeois, por ejemplo: me mata la mezcla de la melodía que suena a canción de borrachos con la letra de fina ironía, de elegancia impiadosa.) Pero por sobre todo es un poeta increíble. Hace mucho que no encontraba canciones con versos semejantes –en ningún idioma.

Mi pobre comprensión de la lengua me impide torturarlos aquí con una pésima traducción. Pero créanme cuando les digo que mi brelmanía es fundada. Retomaría mis estudios del francés tan sólo para entender mejor sus poemas. Y como prueba final me lanzaría a cantar, ¡tratando de no enredarme!, el endemoniado Valse a Mille Temps.

Y eso que sólo conozco las canciones del CD recopilatorio. O sea que me quedan muchísimas canciones de Brel por descubrir: a eso le llamo yo una perspectiva de felicidad segura.

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18 de mayo de 2007
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El Boomeran(g)
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