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El Evangelio según Fincher

No me sorprende que Zodiac haya fracasado en la taquilla.

Mucha gente habrá esperado ver la nueva película de asesinos seriales filmada por el inventor del subgénero, David Fincher, aquel de Seven o, como se la estrenó aquí en la Argentina, Pecados capitales. Algunos habrán sido atraídos por el morbo del caso real, aquellos crímenes que alguien que se hacía llamar Zodíaco se atribuyó en California entre 1969 y comienzos de los 70, contribuyendo con los funerales de la Era de Acuario. Otros tantos, menos informados, habrán acudido en busca de un policial convencional, con una serie de crímenes que concluyen en esclarecimiento y el reestablecimiento de una noción de orden que desmienta el caos ocasional que este tipo de villanos –los Hannibal Lecter de la ficción, los Cho Seung-Hui del mundo real- suelen sembrar en nuestras precarias existencias. También escuché voces alabando la película a medias, diciendo que Zodiac está bien pero que, dado que dura dos horas y casi cuarenta minutos, podría perder una hora de metraje y ganar en el proceso. Sin embargo yo, que por fin la vi este sábado después de postergaciones infinitas (hijas enfermas, cambios de horarios en los cines por culpa de Piratas del Caribe 3, la concreción de un viaje), tengo la sensación de estar en franca minoría, o por lo menos de haber presenciado una película distinta. Para mí Zodiac es una muy buena película en la que hay asesinos seriales, policías e investigaciones al uso, pero que trata sobre algo distinto: en primer lugar sobre el miedo, y subsecuentamente sobre la necesidad imperiosa, y por ende lindante con la obsesión, de sobreponerse a su relato devorador.

Fincher, que supo convertir al asesino de Seven en una criatura aterradora, pinta al criminal de Zodiac como un simple ser humano, más próximo al ridículo que a la Maldad con mayúsculas. Este asesino es apenas el catalizador, el McGuffin que nos introduce a las historias de tres personajes muy distintos: el periodista Paul Avery (Robert Downey Jr., magnífico como casi siempre), el policía Dave Toschi (Mark Ruffalo, otro gran actor) y el caricaturista metido a investigador Robert Graysmith (Jake Gyllenhaal), que más allá de sus diferencias se ven hermanados por la obsesión común. Para Avery, el Zodíaco es una oportunidad de ocupar el centro de la escena: el periodista que en realidad desea ser protagonista de la noticia. Toschi, el policía que sirvió como inspiración a Steve McQueen para la creación de Bullitt, siente que la resolución del caso podría convertirlo en una figura más parecida al detective del cine. En cambio Graysmith, que es apenas un dibujante político y por lo tanto está ajeno a la cocina de la investigación, se obsesiona con el criminal por las mismas razones que el común de los mortales: porque le tiene miedo, porque teme convertirse en una víctima más, porque tiembla ante la posibilidad de que ataque a los suyos –en este caso, a sus pequeños hijos.

Como Avery y Toschi antes que él, Graysmith se distancia de su propia vida para perderse en los senderos de la obsesión. En algún sentido se parece al Roy Neary de Encuentros cercanos del tercer tipo: un hombre común a quien el azar enfrenta a lo inefable, un cruce del que ya nunca regresan; tanto Graysmith como Neary se dejan devorar por la intuición de una verdad más grande que sus propias vidas. En el caso de Neary, la existencia de los extraterrestres le sugiere la posibilidad de lo divino. Para Graysmith, en cambio, ese miedo informe, que todo lo contamina y que todo lo transforma, es algo a lo que debe imponerse para seguir viviendo. Cuando su esposa le pregunta por qué se empeña en seguir investigando, Graysmith le dice que necesita ver al asesino a los ojos. Lo suyo no es una valentía hollywoodense, sino la certeza de que sólo esa evaluación –la de comprobar que el asesino es un ser humano como él, y por ende igualmente frágil y finito- puede devolverle el control sobre su vida.

En este tiempo tan rico en miedos informes (el terrorismo, la inseguridad, la inmigración, la posibilidad de una hecatombe económica), Zodiac sostiene que hay forma de imponerse a ese anquilosamiento, pero no disimula que la salvación entraña un trabajo casi inhumano y una concentración lindante con la obsesión, virtudes que no abundan en sociedades que predican la indolencia.

No me sorprende que Zodiac haya fracasado en la taquilla. La verdad nunca es tranquilizadora.

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4 de junio de 2007
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I. LA MUERTE DEL MENSAJERO

Reynosa, Tamaulipas. Cerca de las tres de la madrugada del domingo 26 de noviembre del año 2006, la estrella de la música norteña Valentín Elizalde, que tenía por nombre de guerra “El gallo de oro”, fue asesinado de 25 balazos al salir del recinto de ferias donde acababa de cantar su repertorio. Había cerrado con el corrido “A mis enemigos”, y eso decidió su muerte. Mejor dicho, se había atrevido a cantar ese corrido:

   Para hablar a mis espaldas
   para eso se pintan solos,
  ¿por qué no me hablan de frente?
  ¿Acaso temen al mono?
  Ya saben con quién se meten,
  vengan a rifar la suerte...

Le hicieron caso. Desde meses atrás, en un sitio de Internet montado por el cartel de Sinaloa, del “Chapo” Guzmán, el corrido servía de banda sonora a imágenes que denigraban al cartel del Golfo, de Osiel Cárdenas, extraditado luego a Estados Unidos. Entre los dos carteles se libra una guerra en la que disputan territorios, rutas de ingreso de la cocaína, redes de distribución,  puertos y pistas de aterrizaje, control de procuradores, jueces y policías, y en la que entran la música de grupera y las estrellas que la cantan.

Una larga historia que es como un corrido. O mejor, un narcocorrido.

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4 de junio de 2007
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Adiós, amigos

Queridos amigos, ha llegado la hora de tomar un descanso. Durante el primer año de este blog, les narré mis aventuras y desventuras en el frenético año 2006. En los últimos meses, hemos jugado un poco, hemos delirado juntos y hemos inventado un pequeño mundo surrealista. Pero es hora de dedicarme a nuevos proyectos y dejarlos a ustedes en paz. 

No se hagan ilusiones: no les será tan fácil librarse de mí. Este espacio seguirá siendo su casa, y se actualizará todas las semanas con mis artículos periodísticos sobre política, literatura, cine y viajes. Pero ya no absorberá la mitad de mi cerebro como ha hecho hasta ahora. Quizá, con el tiempo que me sobre, hasta escriba una novela. Antes hacía eso. Y me gustaba.

Gracias por mantenerse aquí al pie del cañón. Gracias por sus palabras de aliento, sus febriles imaginaciones, sus amenazas de muerte y sus críticas. Las cosas que he ido escribiendo en este blog siempre han respondido a lo que ustedes vertían en los comentarios. Y más de una vez, ustedes mismos han sido los personajes de estos cuentos. Quede eso como un pequeño homenaje a los propietarios de este inmueble, porque en realidad, el espacio que hemos configurado aquí es más suyo que mío. Y lo seguirá siendo.    

Hasta otra,

Santiago

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4 de junio de 2007
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CUANDO NIEVA EN SEVILLA

Una vez más no sigo las recomendaciones. Otra vez entro al trapo de lo que dicen los lectores/escritores del blog. Me divierten, me irritan, me sorprenden, me descolocan y además, me descentran. Tampoco quiero, ni valoro mucho el estar centrado, es decir, no me parece mal descentrarme. Hoy pretendía hablar de Condoleezza Rice, de su sensibilidad artística, de su soledad, de su morbo, de su rareza y de excesivo poder. No lo haré. Es posible que el lunes, si acaso siguiera recordando a esta mujer que hoy he visto pasar- literalmente- delante de mis narices. No lo puedo asegurar porque el fin de semana desconecto mucho… y casi nunca sueño con Condoleezza. Prefiero otros sueños, otras mujeres y otras lectoras.

No, hoy quiero hablar del clima de Sevilla, de la coma, del calor, el frío, la lluvia y la nieve en el sur. Aunque antes quiero decir a un lector/escritor del blog, que aunque él esté tan seguro de sus mediocridades mentales, de su pensamiento cerrado sobre algunas gentes, algunas lecturas, que yo leo sin dirección, sin importarme el tamaño de la editorial, sin imposiciones, con mis errores, mis gustos, las recomendaciones de mis amigos o siguiendo lo que el azar y la búsqueda pone en mis manos. Ciertamente ya no soy aquél joven que compraba los libros -o que los robaba- pero sí que sigo buscando, comprando y atendiendo a los amigos, conocidos, críticos o bloggers que sepan recomendarme sin tener que insultar. O sin tener que ser tan estúpidos o desinformados como para creer que las editoriales nos mandan el libro con un cheque. Creo que será una broma. Pero es una broma tan estúpida e impune que me irrita… pero no mucho tiempo. Ahora, querido y atrevido recomendador, tan amigo si quieres. No voy de pureta, una vez acepté un jamón de un amigo y excelente escritor al que, contra todo pronóstico, hice una muy buena crítica.

Bueno, a los de las comas en el texto de Maesso, recordar que el propio autor contesta y fija debidamente su frase, nos da las fuentes, las del libro del santo bebedor y gran escritor, Joseph Roth. Yo copié mal la frase, casi nunca escribo consultando la documentación. No me importa ser incorrecto, ni faltar a la ortografía. Me gustan García Márquez o Pío Baroja. También leo con placer a Azorin, Hidalgo Bayal o Sánchez Ferlosio. Soy bastante puta en estas cosas, de las otras ni hablar.

Me gustaría terminar con una recomendación. Escuchar una canción fantástica de Kiko Veneno, no recuerdo cómo se llama, pero algunas de sus estrofas dicen: “El calor me mata; la lluvia, me pervierte…cuando nieva en Sevilla me gusta verte”. En Sevilla nunca nieva. En  Sevilla, sin embargo, puede haber fantasmas. En Sevilla, lo he leído en Maesso, nevó no sé qué día de 1954. Me hubiese encantado verlo, sentirlo, gozarlo. Que lo pasen bien, aunque tengan que resignarse a la falta de nieve.

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1 de junio de 2007
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El comienzo de una bella amistad

Viajé toda la noche, dormí mal y poco y me duelen hasta los pies, pero ya estoy de regreso en Buenos Aires. El viaje a Barcelona fue breve, pero tan intenso que hizo que el esfuerzo valiese la pena. Conocí a Félix de Azúa, que resultó un encanto. (A Roncagliolo ya lo conocía, nos vimos cuando pasó por Buenos Aires durante su Alfaguara’s Prize Neverending Tour del año pasado.) También conocí a Eduardo Mendoza, a quien admiraba desde hace mucho y hoy todavía más, desde que hizo realidad un sueño de mi padre: escribir una novela protagonizada por un dentista. Caminé como loco por la ciudad en busca de The Yiddish Policeman’s Union, de Michael Chabon, guiado de librería en librería por Rodrigo Fresán. (O quizás debería decir por Daniel Fresán, que daba grititos de placer y de aliento desde la vanguardia, como mascarón de proa de su cochecito de bebé.) Comí mariscos en el Kiosko Universal. Tomé un café con Juan Gabriel Vásquez, uno de mis escritores latinoamericanos favoritos. Y me reencontré con mi amigo Pasqual Górriz, un fotógrafo maravilloso, con quien hace algunos años toleramos gases lacrimógenos y esquivamos balas en la Palestina ocupada.

Pero lo más emocionante de todo, como ya lo dijo Azúa en su propio blog, fue el encuentro con algunos de aquellos con quienes nos escribimos a diario. Conocí a Caetana, que en efecto sucumbió a la timidez y más que irse, se desvaneció en el aire sobre el final. Conocí al ubicuo Antonio Larrosa. (Estoy empezando a desarrollar una teoría de acuerdo a la cual Larrosa es Dios: porque está en todas partes y porque lo hace todo, menos quizás salvarnos.) Conocí a Serpiente Suya y a Olga Trevijano (que llevaba tiempo desaparecida y sin dar señales, al punto de hacerme preocupar) y a Ana María Berasategui y también a Nicolás. Si hubo alguno más no me enteré, porque nadie más se dio a conocer. Pero soy consciente de haber entablado conversaciones con gente que hablaba como si nos conociésemos de toda la vida, así que mi agradecimiento va también para las tímidas y tímidos que se acercaron el martes a la librería La Central de la calle Mallorca, en el corazón de una de las ciudades que más amo. (Siempre paso corriendo por Barcelona, porque temo que si me quedo un día extra tan sólo por estar, no podré irme nunca más.)

Durante la charla de presentación de los libros del blog, lo escuchaba a Félix –amante de las ideas y de las formas puras, como buen poeta- hablar del carácter fantástico e inasible de la gente que nos lee y escribe a diario, y me decía por dentro: ojala se equivoque, aunque más no sea un poquito. Porque si bien entendía el concepto a que apuntaba (de hecho nos relacionamos a diario con gente sobre cuya existencia no podemos dar fe; yo descubrí, por ejemplo, que al menos dos de los que pensaba individuos eran la misma persona), el efecto que tienen sobre mí es emocional, y por lo tanto clara, inequívocamente real. Supongo que lo que necesitaba era certificar que existían. Lo haya querido o no, Félix lo certificó también: sus seguidores son legión, es obvio que lo veneran. A Santiago también lo trataron de maravillas, por fortuna aquellos que lo maltrataron hace tiempo por no apreciar a Bob Dylan cantaron ausente. En lo que a mí respecta, encontrarme cara a cara con personas que hasta ayer eran tan sólo noms de plume fue una experiencia tan extraña como satisfactoria: sorprende sentir que fluyen de uno sentimientos de empatía, de afinidad y de afecto hacia rostros que hasta ese momento eran por completo desconocidos.

Vivimos en sociedades que tratan de apartarnos de los demás, contradiciendo al poeta que creía que no man is an island: por el contrario, los poderes de este mundo apuestan a hacer de cada uno una roca solitaria en medio de la mar. Una de las cosas que yo esperaba de la experiencia de El Boomeran(g) era la ruptura de este encapsulamiento, la posibilidad de crear comunidad. Ahora sé que hice bien en tener fe. Ojala aquellos que estuvieron y los que quisieron estar aunque no hayan podido se sientan parte de algo bello, porque eso es lo que me han regalado: la maravillosa sensación de no estar solo, de saberme acompañado e interpelado a la vez, de formar parte de algo que es mucho más interesante que nuestras individualidades. Gracias a todos ustedes, y por supuesto también a la gente que hizo posible el encuentro: Basilio Baltasar, Giselle Etcheverry Walker y Ximena Godoy de La Oficina del Autor, Gerardo Marín y Yolanda Cortés de Alfaguara, y también la gente de la librería La Central.

Como diría Claude Rains en el final de Casablanca: ojala esto sea es el comienzo de una bella amistad

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1 de junio de 2007
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III. EL SUEÑO EN EL FONDO DEL RÍO

Esta semana, unos 60 viajeros clandestinos, la mayor parte ecuatorianos y chinos, viajaban a media noche hacinados en una lancha por el río Kukra en la costa del Caribe de Nicaragua, apenas una de las estaciones de su largo y penoso recorrido hacia México, cuando, de pronto, una banda de polleros, rivales de los que transportaban a los emigrantes, los embistió desde otra embarcación, con lo que cumplieron su designio de volcar la lancha, y todos los ocupantes cayeran al agua.

Una ecuatoriana llamada Dunia Guillén viajaba con su niña de cinco años, Katherine. Separadas en la caída, la buscó desesperadamente en las aguas oscuras del río hasta que dio con ella, y sosteniéndola por encima de su cabeza pidió ayuda a gritos para que agarraran a la niña. Algunos de los otros náufragos lograron llegar a ella y le quitaron a Katherine, logrando ponerla a salvo, pero la mujer no pudo luchar más, y se ahogó.

La policía logró rescatar el cadáver al día siguiente, y dispuso enterrarla en el cementerio ribereño de Kukra Hill, donde yacen ya otros emigrantes que han encontrado el sueño americano en el fondo del río. Mientras tanto, Katherine espera en uno de los hogares provisionales del ministerio de la Familia en Managua, que alguien le explique cuál será su destino.

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1 de junio de 2007
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MUJERES OBJETO Y SUJETO

Se advierten cada vez más justificadas quejas de hombres sobre la pasividad amatoria de las mujeres. Todo fue hasta ahora un requerimiento para el varón: “no hay mujer frígida, sólo hombre inexperto”. Pero ¿qué se puede contar a estas alturas de la habilidad sexual de las mujeres? No mucho.

Es insuficiente que la igualdad se cumpla sólo en el trabajo y en el fregadero. La cama forma parte de las equivalencias en el intercambio de papeles y las mujeres han aplazado o descuidado más de la cuenta su debida puesta al día para hacer bien el amor.

No hay libre y gozosa comunicación sin partenaires iguales ni hay orgía  sin receptores y emisores recíprocos. El hombre permanece aún cohibido respecto a estas y otras reclamaciones que ya le corresponden en la reordenación de posiciones respecto al placer, respecto al dolor, respecto a los malos tratos domésticos y respecto a los buenos tratos eróticos. 

La mujer objeto que tanto oprobio significaba para el género femenino no desaparece en tanto la mujer no actúe como mujer sujeto también en el mundo de la alcoba. O, lo que es lo mismo: cuando la mujer no siga esperando que le hagan el amor (y con destreza) sino cuando –como en otros ámbitos-  sea ella también quien lo haga y deshaga con tino y sobrada competencia.

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1 de junio de 2007
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VAMPIROS DEL SUR

Esos seres solitarios, errantes y enfermos de eternidad no parecen criaturas del Sur. Los vampiros nos llegaron del Norte, de los fríos, las nieves, los inviernos y la vegetación rampante por los castillos del centro o del norte de Europa. Sin embargo he vuelto al mundo de los vampiros, de los fantasmas, de los seres fantásticos por una novela que vino del calor. El sevillano adoptivo, el manchego, Juan Antonio Maesso acaba de publicar una novela vampírica que transcurre en los calores sevillanos, en esa hermosa ciudad que nunca había imaginado tan inquietante. La novela se llama Simón y Sophie. La condena del vampiro. Sus extraños seres transitan por una ciudad que “cuando llueve nada, y cuando hace sol todo apesta” es un buen escenario para los vampiros de nuestro tiempo. Hasta los murciélagos del Alcázar me parecen más inquietantes después de leer su novela.

Este amante de la belleza, del misterio, seguidor de Nosferatu, del doctor Caligari, Sheridan Le Fanu, Robert Graves, Poe, Lovecraft o Borges, con su novela ha conseguido varias cosas en éste lector: las ganas de escuchar El holandés errante y el deseo de volver a las lecturas de la literatura fantástica. Los maestros Bioy y Borges hace ya muchos años que nos hicieron comprobar lo rico y amplio que es el mundo de la narración fantástica. Volvía a su antología, volvía a los cuentos largos, los muy cortos, algunos tan genialmente inquietantes como ese relato de Thomas Bailey Aldrich, llamado “Sola y su alma”: “Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto… golpean a la puerta”.

Fascinante mundo con libros clásicos, de autores tan seriamente crédulos como ese, para mí desconocido, Don Agustín Calmet, del que buscaré su Tratado sobre los vampiros. Un género, el fantástico, que supo seducir a algunos de los mejores narradores del siglo XIX, del XX y que lo seguirá haciendo en el XXI. Ya lo decía una de las grandes escritoras americanas, Edih Wharton, una de las que mejor se supo acercar a los fantasmas, en los que no creía pero la daban miedo. Como aquellos de las brujas y los gallegos.

También fue la querida, admirada, Wharton la que aseguró que a los fantasmas tampoco le hacían falta algunos de sus tópicos, que “a los fantasmas no los aleja la aspiradora o la cocina eléctrica sino el ruido y el apresuramiento; lo que el espectro necesita no son pasadizos y puertas ocultas detrás de los tapices, sino continuidad y silencio”. Yo creo que a los vampiros les pasa lo mismo. Al menos yo he disfrutado con estos vampiros al sol de Sevilla. Y me ha dado una incontenible sed. Menos mal que está inventado el bloody Mary, algo es algo.

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31 de mayo de 2007
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DECISIONES

La emoción, la intuición, la corazonada, han ganado crédito incluso en las tesituras de importancia mayor.

Por una u otra razón he leído en  textos de psicología, estrategias profesionales o elecciones de cualquier clase, que cada vez priman más los mágicos consejos del corazón.

La gente que se rige ante todo por la reflexión parece arriesgarse más que quien pone oído a lo que le dicta un tercer sentido relacionado con lo irracional. ¿Será pues la razón un instrumento demasiado viejo? ¿Habrá llegado el momento en que la herencia de la Ilustración se haya vuelto impertinente para entender y entenderse en una realidad crecientemente saturada de azar y sensibilidad?

El tercer sentido sucede a los escalones del sentido común y la sensatez personal, educados todos en ponderaciones tradicionales sobre el bien y el mal, la salud y la enfermedad. El bien era aquello precavido y contenido; el mal se representaba por lo impulsivo y desabrochado.

La situación del mundo, el estado de la cultura ha cambiado, sin embargo, los procesos largos por los plazos cortos y la lentitud por la celeridad.

En estas circunstancias, la reflexión se acomodaría con un estadio de cambios premiosos y la intuición con el máximo apremio. No hay que establecer juicios sobre qué debe estimarse mejor o peor. Lo decisivo consiste en cómo actuar para sobrevivir. En medios relativamente estables una detenida reflexión contribuye a tomar las decisiones apropiadas pero lo acorde con la inestabilidad será el aguzamiento de la vista y el disparo de la intuición. Lo aventurado no residirá en la premura; el riesgo mortal procede del recreo en la meditación. Todos los santos, los filósofos, los grandes pensadores, desaparecen como desgranándose en la morosidad de su circunspecto quehacer.   

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31 de mayo de 2007
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LOS POLLEROS

Uno imagina que entre los negocios ilícitos que afligen al continente americano, el narcotráfico tiene una corona indisputable. Pero no. El negocio de los polleros le pisa los talones. Y sino saben este nombre, apréndanlo: los polleros son quienes manejan las redes del tráfico de indocumentados que buscan traspasar la frontera de México con los Estados Unidos, y sus ingresos se calculan en 10 mil millones de dólares al año, según un equipo de investigación de la Universidad Autónoma Metropolitana de México.

Los negocios que siguen en rentabilidad al de los polleros son la explotación sexual y la pornografía infantil, que tienen también sus reinos en las poblaciones fronterizas al norte y al sur de México, pues en la frontera con Guatemala bulle también una intensa actividad delictiva relacionada con el tráfico de inmigrantes ilegales.

Los polleros se hallan organizados en unos 120 grupos, que pertenecen a carteles internacionales que se ocupan de todo el proceso, desde captar al candidato a ser trasegado en su país de origen, hasta ponerlo al otro lado de la frontera, en territorio de Estados Unidos.

Pero no hay ninguna lealtad con el cliente. En muchos casos los emigrantes son abandonados a su propia suerte, al atravesar el río Grande, o en media travesía del desierto, o los dejan hacinados en vagones de ferrocarril y en contenedores de furgones, ya cobrado el precio del viaje clandestino.

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31 de mayo de 2007
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El Boomeran(g)
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