Sergio Ramírez
La gran discusión en México hoy día es si el ejército debe estar en la calle persiguiendo narcos, si es ése su papel. El alegato del gobierno es que la policía no sólo perdió capacidad para enfrentarlos, sino que se halla infiltrada y copada por los carteles. La revista Proceso decía hace una semana en su portada: “La policía, un cartel más”.
La guerra está en las calles. El teatro de la guerra se halla ya en numerosos estados: Quintana Roo, Yucatán, Tabasco, Guerrero, Michoacán, Sinaloa, Sonora, Durango, Chihuahua, Monterrey, Guadalajara, Tamaulipas, Baja California. Es una infección que venía comiendo debajo de la piel, y ahora ha reventado en múltiples pústulas.
Ajusticiamientos de distribuidores de droga de bandas rivales, venganzas perpetradas contra familiares de agentes judiciales, ejecuciones de cara a los niños de las víctimas, que pueden ser policías, agentes encubiertos, o abogados de la fiscalía. Cuerpos que aparecen en los caminos torturados con saña. Secuestros y asesinatos de periodistas que se atreven a informar sobre los carteles: 35 periodistas han sido ejecutados desde el año 2000, y hay periódicos que han decidido el cierre temporal ante las amenazas, como el diario Cambio Sonora.
Frente al edificio del periódico Tabasco Hoy, en Villahermosa, fue arrojada la cabeza de un funcionario judicial, mientras su cuerpo decapitado apareció en otro paraje de la ciudad. Ya el diario había sufrido ataques con bombas y granadas de fragmentación, y uno de sus reporteros aún no aparece, secuestrado tras la publicación de una serie de artículos sobre la distribución de drogas en la ciudad.
Horror y terror que no cantarán los narcocorridos.