Vicente Verdú
El próximo viernes se cumplen 30 años de las elecciones democráticas. O 30 años de un régimen político que mi generación soñó como remedio de todos los males.
Efectivamente los males siguen. Unos que provienen de toda la vida y otros que han sobrevenido con la nueva, pero el balance más rotundo de estas tres décadas es la transparencia del mundo.
¿El ejercicio del voto, la libertad de expresión, los partidos políticos, el Estado laico? Más allá de cualquier novedad en la sociedad española, la influencia más determinante se basa en el formidable aumento de la comunicación.
La COMUNICACIÓN es la clave de bóveda de la gran transformación. En ningún elemento se concentra con mayor intensidad y riqueza la metamorfosis de España y de los españoles, de su economía, su filosofía y sus esperanzas. La explosión de los medios de comunicación y de su empleo, la potencia de su desarrollo y su omnipresencia, han conformado el insólito espectáculo de la sociedad al desnudo. El mundo es otro no ya porque hayan cambiado verdaderamente las cosas, como suele suceder en cualquier tramo histórico importantes, sino porque vemos lo mucho que han cambiado.
Somos diferentes, sobre todo, porque los años transcurridos nos han procurado instrumentos y experiencias desconocidas pero si el proceso ha resultado conturbador lo ha sido especialmente porque las novedades las hemos conocido y asumido, metabolizado con una eficiencia insólita gracias al continuado ejercicio de la información y la comunicación.
La escuela, la clínica, la religión, la política, la empresa, fueron objetos en los años sesenta del siglo XX objeto de profundas revisiones por mediación del pensamiento crítico. Si ahora son la educación, la sanidad, la ciencia, la creencia han registrado conmociones impredecibles es debido a la fuerza con que los medios de comunicación, privados y de masas, sonoros y visuales, terrestres y espaciales, baratos y low cost, han intervenido en la naturaleza concepción de la naturaleza, la curación o la visión general del mundo. La revolución fue antes sinónimo de estallido de la subversión. La revolución se confunde ahora con la infatigable bomba de la comunicación.