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MÚSICA TOTAL

La música ha ido filtrándose tan ampliamente en nuestras vidas que pronto será un gran plasma donde la existencia navegue.

Probablemente, siempre fue así puesto que no se concibe la biología sin la melodía pero especialmente en la actualidad la música producida -la que explícitamente se vende o se descarga, la que se brinda o nos ameniza- acaba revelándose como una especie de general líquido amniótico. El nuevo flujo seminal de nuestra era.

No ha sido suficiente que los ascensores o los lavabos públicos, los aeropuertos o las consultas, fueran empapados por el jarabe musical de sus ambientes. Las marcas, además, forman hoy su identidad aliándose con determinados CDs cuyos surtidos seleccionan o a través de temas que ordenan componer para representarlas singularmente.

Las firmas eligieron antes un color: azul IBM, el rojo del BSCH, el verde de Caja Madrid. Un paso más y a la evocación del cromatismo sigue la connotación del ritmo. El ojo capta, pero el oído se siente captar. El ojo admira la belleza pero el oído se turba con ella. Nada como la musicalidad para conquistar el fondo del alma.

Incluso, siendo exactos, el alma no es sino un compás. Es transparente y gestual como una música y compleja como un ademán sinfónico. Más aún, la música posee la naturaleza de la verdad sin mezcla. El espíritu desnudo de todo agregado, la ornamentación sin la superposición del adorno. También, la música narcotiza o estimula sin ser vista. Tanto como un sedante como una anfetamina. Domina la magia o el secreto y resulta en el universo general del marketing la mano maestra para hacer sentir y comprar. Entrar en un comercio, permanecer en el supermercado, decidirse por adquirir un determinado objeto, son algunas de las acciones susceptibles de acoger el efecto de la música.

El hilo musical de hace medio siglo ha franqueado todas las puertas penetrado por todos los orificios. El hilo de la música se lleva ovillado en el iPod, concentrado en el caza fantasmas del MP3, extendido invisiblemente por la red o la malla del gran espacio. No hay mundo sin la música producida. Una segunda realidad sonora que ha ido añadiéndose a los ruidosos conciertos del tráfico, al son de los ríos o las tormentas, a los borborigmos del cuerpo y a los indecibles roces del amor.

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13 de junio de 2007
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Única y verdadera esperanza

Hasta que hace poco más de un año la muerte lo convirtió en alguien extraño para nosotros aunque seguramente muy próximo a él mismo, apenas cambió. Tenía la serenidad de un buda barbudo a pesar de que sonreía con parsimonia. Lo suyo era más bien una risa íntima, casi siempre burlona, que afloraba como un surtidor, a borbotones, y se apagaba casi de inmediato entre los pelos de su barba canosa. Más gordo o menos flaco, más calvo o por completo, Joaquín Jordá no se ocupó nunca de las cosas insignificantes, de modo que tampoco le daba importancia a su aspecto. En todo caso, a mí siempre me pareció el suyo un porte senatorial, impecable, óptimo. Un gran tipo.

Por ser uno de los hombres más inteligentes que he conocido, viví con él una escena que se grabó a punta seca en mi mala memoria y de vez en cuando regresa para darme esperanza en periodos inciertos o francamente asquerosos. Recibo el recuerdo de Joaquín Jordá con los brazos abiertos en cada ocasión. Como ésta.

Yo diría que su momento de esplendor lo tuvo durante el exilio italiano. Joaquín, un comunista de los años sesenta, había huido de la mediocridad y el asco moral barcelonés, aunque también (pero él nunca lo dijo) de sus colegas del partido, la sección más soporífera del comunismo mundial, para instalarse en una covachuela del Trastévere romano, bien iluminada, cómoda, chiquita, ascética y magnífica. Acompañado por la adorable Carmen Artal, trataba de hacer cine con el apoyo de algunos comunistas italianos muy bien vestidos. No se engañaba. Sabía perfectamente que eran tan cerrados de mollera e incapaces como los españoles, pero Joaquín quería hacer algo, lo que fuera, cualquier cosa que pusiera de manifiesto cómo se disimula y trafica la desgracia de los débiles. No le interesaba exponer el dolor de los humanos en crudo, sino cómo se vende y mercantiliza el dolor bajo el disfraz de la bondad. Para hacerlo estaba dispuesto a aliarse con Satanás. Establecido cerca del Vaticano, tenía alguna posibilidad.

Algo llegó a rodar con los italianos, en efecto, tras aguantar miles de horas de charlatanería (el comunista italiano había heredado la locuacidad oceánica de su clero), como un documental de 1970 titulado Lenin vivo, que no he conseguido ver aunque el título promete. Sin embargo, cuando le visité en su pisito romano estaba preparando, si no recuerdo mal, algo sobre los horrores de Angola en colaboración con los comunistas portugueses, que eran un poco menos sensatos que los italianos, si cabe.

Sin embargo, a Jordá, grande y bonachón, sí, pero moralmente inflexible, no le excitaba el simple documento sobre la explotación o el crimen. No quería hacer un "cine de denuncia" que la mayor parte de las veces acaba siendo un producto mercantil para tranquilizar a la clientela de la bondad. Lo que deseaba era filmar las trampas que hacen de la maldad un producto comerciable. Por esta razón, muchos años más tarde, cuando un periodista le preguntó (típico de becario) si le gustaban los documentales de Michael Moore, le contestó con tono glacial: "No me interesa. Me parece un cine maniqueo y grosero". La mera exposición de la maldad suele ser, en muchas ocasiones, una excusa de la hipocresía para nadar y guardar la ropa, para comerciar y sin embargo "denunciar", es una enfermedad típica de cantantes y actores. A Jordá le interesaban, por el contrario, los procesos de mixtificación, de camuflaje, de ornamentación, que tranquilizan a las conciencias flaqueantes y que permiten ganar dinero con la desgracia ajena.

Consecuente con ello, uno de sus últimos trabajos documentales, titulado De Niños, desmontaba el disparate que periodistas, policía, psicólogos oficiales y parte de la judicatura habían montado en Barcelona con una pretendida "trama depederastia del Raval". En línea con el libro de Arcadi Espada, el documental ponía de manifiesto la suma de intereses políticos y económicos que se escondía tras una denuncia aparentemente justa, benéfica y progresista. No gustó ni un pelo en los despachos del socialismo municipal catalán.

A la gente hay que conocerla en la adversidad. Todos los humanos felices son iguales, pero cada infortunado tiene una historia irrepetible. Jordá mantuvo intacta su lucidez a pesar del mazazo que le cayó encima cuando un infarto cerebral lo dejó mudo, sin memoria para la lectura o la escritura, y sin colores en la visión. En lugar de lamentarse o acobardarse, reaccionó como una fiera y se dispuso a estudiar los tráficos, disimulos y trampas de nuestro propio cerebro y los tratamientos quirúrgicos que ponen en marcha. El resultado fue la escalofriante Monos como Becky, de 1999, sobre las lobotomías que se practicaban en los enfermos mentales más desvalidos y pobres, un asunto que ya había llamado la atención al Kubrick de La naranja mecánica.

Por esas fechas, David Fernández de Castro decidió escribir un libro sobre Jordá y el documental lobotómico y me confiaba, emocionado, su admiración por aquel hombre corpulento, torpe, disminuido, con una visión en grises, dificultades para hablar y escribir, pero con la inteligencia y la pasión intactas. ¡Irreductible esperanza! Su cerebro había sufrido un expolio como el que sufrieron los obreros de Númax presenta, su película más sesentayochista, y él tenía que explicar las causas ocultas del expolio. Las evidentes no era necesario exponerlas, a la vista estaban, pero siempre hay algo que traficar incluso en el interior de nuestro cerebro y nunca falta un traficante dispuesto a comprarle perfume caro a su novia aunque sea exprimiendo nuestro seso. Se puso a buscarlo, y lo encontró.

Como es lógico, aquel hombre que tanta esperanza había puesto en la rebelión de los oprimidos, era demasiado inteligente como para engañarse acerca del fracaso de una ideología que había sido incapaz de prever la colosal transformación del fin de siglo. Y si no había podido predecir el desarrollo mundial del capitalismo, ¿para qué demonios servía una ideología dedicada al análisis del capitalismo y a profetizar su inexorable final? Las viejas herramientas de la tradición comunista eran completamente inútiles en el siglo XXI. Otro becario le preguntó en los últimos años sobre sus esperanzas revolucionarias: "El mundo laboral del obrero industrial ha terminado. Lo colectivo ha perdido importancia". Su pudor le impidió hablar con mayor contundencia del sueño muerto. No por eso, sin embargo, buscó refugio, como tantos comunistas al borde del ataque de nervios, en el nacionalismo periférico. En 2005, al ser inquirido (más becarios) por el Estatuto catalán, respondió con un contundente: "Es un asunto que no me interesa en absoluto".

Ya llego. La escena que me viene a la mala memoria es muy anterior. Quizás fuera en 1973 o 1975. Creo que él estaba por entonces traduciendo algún maravilloso Manganelli de los que publicó Herralde, medalla al mérito. Era en Roma, sin duda, y hablamos muchas horas, caminamos bastante, apenas comimos, bebimos con moderación y también sin moderación, a veces dormíamos pero creo que seguíamos hablando dormidos. Yo le preguntaba (estaba perdiendo la fe) una y otra vez cómo podía mantenerse la esperanza cuando los partidos comunistas europeos eran ruinas habitadas por el poeta Aragon y otros nostálgicos de las polainas y el totalitarismo, cuando la fuerza obrera se había convertido en un gang de sindicatos corruptos, cuando masas de proletarios votaban a Le Pen, cuando en España nadie movía un dedo contra Franco, en fin, la paliza habitual que todos los estudiantes de aquellos años le pegaban a sus maestros.

Acosado por mis preguntas y supongo que sumamente aburrido, Joaquín dio uno de sus famosos resoplidos (no tenía órgano para suspirar) y se quedó mirando al suelo, quieto, inmóvil, en medio del populoso Trastévere. Yo no sabía qué hacer. La gente nos sorteaba como el río las rocas, pero siendo italianos no dejaban de llamarnos cosas feas y hacer misteriosos y temibles signos con los dedos. Al cabo de unos minutos comenzó a hablar en voz muy baja.

"Sí, eso parece, que no hay nada que hacer, que son quimeras, sin embargo, ¿ves esa grieta de ahí, entre las dos baldosas? Un día esa grieta crecerá. Al día siguiente aún crecerá más. Pasarán meses y la grieta se hará enorme. Al principio la gente no prestará atención, luego saltarán por encima, pero llegará un momento en que será tan grande, tan honda, tan terrible, que no tendrán más remedio que hacer algo". Levantó su augusta cabeza y me miró desafiante, los escasos cabellos desordenados y larguísimos formaban una orla sobre su cráneo. "¡No tendrán más remedio que hacer algo o se precipitarán todos ellos en la grieta!". Tuve la sensación de ser un israelita, incluso varios israelitas, delante del profeta Elías minutos antes de ser arrebatado por el carro de fuego. Sus ojos lanzaban hermosos destellos. Luego siguió caminando y yo corrí tras él como un perrillo.

Los días de mayor abatimiento pienso en Joaquín y me digo que tenía toda la razón y que la esperanza es un soberbio animal, da gusto verlo. También es verdad que la grieta ha seguido creciendo y es cada vez más grande. Que la gente se percate y haga algo, es sólo ya cuestión de tiempo. De momento, sin embargo, me parece que el único que se va a caer en ella soy yo.

Artículo publicado en: El País, 11 de junio de 2007.

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13 de junio de 2007
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EL POETA Y SUS MISERIAS

Me habían llamado para presentar dos libros rescatados, reeditados, reinventados, no estoy seguro, de Raúl González Tuñón. Me extrañó la propuesta, me despistó la editorial y me pusieron en leve guardia algunas llamadas. Pero dije sí, quizá porque soy fácil, principalmente por la intermediación de una amiga que respeto y estimo.

Allí me presenté, en la canícula del último día de la Feria del Libro, a las seis en punto de la tarde, una hora cruel para este casi verano que ya no admiten ni en los toros. En la presentación, cuatro gatos y, casi ninguno interesante. Pensaba tragarme el sapo, los sapos y hablar bien de un poeta interesante, incluso bueno en muchos momentos, predecesor de algunas de las mejores poesías sociales y un buen buceador por esos poemas de orilleros, boliches y tiempos en que se podía compartir noche con Carlos de la Púa. Un buen poeta, también para ser cantado por el Cuarteto Cedrón.

Pensaba hablar bien del poeta de La rosa blindada, el libro con el que Neruda y Vallejo tienen deudas reconocidas. También pensaba hablar de sus noches de farras madrileñas, de sus borracheras hasta el amanecer en aquellas tabernas que no cerraban en toda la noche. Hablar bien del que fuera amigo de cervezas y poemas en “La Cervecería de Correos” -que tanto quise- con Neruda, Lorca, León Felipe, Miguel Hernández, Alberti y la provocadora, maravillosa excéntrica, de Maruja Mallo. Pensaba hacer todo eso. Recordar un poema que le dedicó en una taberna Miguel Hernández. Otro poema dedicado al bueno de Raúl por Robert Desnos, el poeta muerto por las torturas nazis, el poeta que no pudo disfrutar del París liberado. Eso pensaba haber dicho pero se me cruzaron los cables. Y, ante el cabreo por estar participando en una cursilada seudoprogre, entre falsaria y pardilla, pensé que había llegado el momento de decir algunas cosas que también pensaba, pienso, de aquel poeta comunista.

Me pasé, es posible, diciendo que había muerto mal, tarde y en la cama. Que sus heroicos poemas escritos a la sombra del Partido, comunista por supuesto, son malos y algunos vergonzantes. Que su obra tendría que haber parado antes. O haberse depurado sin tanta servidumbre política. Que lo simpático de algunos poemas y los bueno de otros, quedaban desdibujados por las barbaridades que escribió. Léase, si se tienen muchas ganas, la perfidia de poema que hizo el gracioso y “comprometido” -que palabra tan gastada- Juancito Caminador, “sobre el cadáver de León Trostki”. En fin, no tiene un pase. Ni esos, ni otros muchos dedicados a las glorias de Stalin, el Partido y todas aquellas falsedades sobre el mundo mejor que estaban construyendo.

Hablé demasiado de ese, del “malo” González Tuñón, cuando me hubiera gustado entretenerme con el otro, con el bebedor de Jhonny Walker, incluso con el defensor de los poetas del domingo, esos de versos sensibleros, con su luna barata y sus candor legítimo”. Esos eran bastante mejores que algunos poetas hímnicos. Al menos, no tan dañinos.

Era un domingo y debería haberme tranquilizado. Debería haber estado en plan cursi/progre y callar. No lo hice. Ya no tiene arreglo. Tampoco me arrepiento. Debería haber leído antes esos versos de Banchs que le gustaban a González Tuñon: “Haz como aquellos hombres que trabajan seis días/ y en los domingos podan unas plantas queridas.”

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12 de junio de 2007
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PUEDES PERDER LA CABEZA

No todo para, desgraciadamente, con las periodistas afganas, víctimas de la intolerancia y la corrupción ejercidas desde el poder, sea éste el poder oficial, o el que emana desde las sombras. En los territorios palestinos, un grupo clandestino de extremistas islámicos que se hace llamar “Espadas de la verdad”, ha prometido decapitar a las presentadoras de televisión pública de Gaza como represalia por mostrarse en la pantalla descubiertas de la cabeza, peinadas y maquilladas.

La amenaza ha llegado a las presentadoras a través de un correo electrónico que no puede ser menos explícito: “les cortaremos la garganta vena a vena, para proteger el espíritu y la moral de esta nación”, reza el texto. Y no están bromeando. En la cuenta de las “Espadas de la verdad” hay ya una buena lista de mujeres que han sido asesinadas por el sólo hecho de vestir jeans o blusas desmangadas, y los mismos son también autores de atentados contra ciber-cafés, librerías, y video clubes que ofrecen películas donde se muestran desnudos, o escenas eróticas.

            Estos terribles guardianes de la moral pública y de la decencia femenina, que andan por allí con la espada desenvainada, matan en el nombre de Dios, como los inquisidores torturaban y hacían que sus víctimas fueran consumidas por las llamas, también en el nombre de Dios. Pero bajo las negras sotanas de ayatolas y curas inquisidores, se han escondido siempre pervertidos o reprimidos sexuales, no nos quepa duda. Lo mismo que Jack el destripador.

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12 de junio de 2007
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Sin huesos no habría historias

Hablando de buenas noticias… Ayer me enteré de que Michael Ondaatje lanzó una nueva novela, llamada Divisadero. Ondaatje es uno de mis favoritos desde que leí The English Patient y desde allí salté al resto de su obra narrativa. In the Skin of a Lion es una especie de prequel involuntaria de El paciente inglés, donde aparecen los personajes de Caravaggio (o sea Willem Dafoe, en el filme) y también el padre de Hana, la enfermera que en la película interpretaba Juliette Binoche. Su libro de memorias Running in the Family también es una delicia. Nacido en la isla de Sri Lanka, de familia en parte ceilandesa y en parte holandesa, Ondaatje creció en Canadá, donde desarrolló su carrera literaria. En esencia poeta, lo que me gusta de Ondaatje es su capacidad de construir una historia compleja mediante un uso del lenguaje que es evocativo, pura sugestión. A diferencia de la mayoría de los narradores contemporáneos, que emplean el lenguaje como si estuviesen convencidos de que la palabra es la cosa que describen, Ondaatje escribe con consciencia de que el lenguaje es apenas the bright bone of a dream, el hueso brillante de un sueño, ese mismo sueño que nosotros, lectores, completamos al colgarle la carne de nuestra imaginación.

Su novela anterior, Anil’s Ghost, me decepcionó. Pero debo admitir que mis expectativas eran desmesuradas: uno de mis escritores favoritos se metía con una de mis obsesiones, su protagonista era una antropóloga forense que lidiaba con las consecuencias de la dictadura en Sri Lanka. Si hasta aparecía una persona real, con la que he intercambiado mails más de una vez, convertida en personaje de ficción: Clyde Snow, el americano que entrenó aquí en Buenos Aires a los jóvenes con quienes co-fundaría en los 80 el Equipo Argentino de Antropología Forense. No sería la primera vez que me pierdo algo grande, por ver o leer a través de las anteojeras de mi propio deseo proyectado en la obra ajena. Lo menos que le debo es el beneficio de una segunda lectura. En todo caso, según se desprende de la crítica de Janet Maslin, Divisadero es un regreso de Ondaatje al estilo “deliberadamente elíptico” que tan bien cultiva. Maslin cita un pasaje en que una de las protagonistas, con la lectura de Los tres mosqueteros recién iniciada, siente que se ha perdido algo y se pregunta si debe releer. A lo que Lucien Segura, su compañero de lectura, responde: “No, simplemente sigue adelante… No saber algo esencial hace que uno se involucre más”. Tal como Maslin lo destaca, Ondaatje procede de la misma manera: no nos da la acción sino sus astillas, y esa reticencia nos lanza al corazón de la historia con mayor energía que la descripción ‘objetiva’.

Tengo muchas ganas de leer Divisadero. Los pocos párrafos que encontré en la red, cortesía de Random House, me produjeron lo mismo que sus mejores páginas: me impusieron su ritmo, me hamacaron en su cadencia y me transportaron a un mundo nuevo: donde hasta el hecho más insignificante resuena de forma que evoca a otros (nuestros actos y sensaciones concebidos como versos de un poema mayor, a ser descubierto en la vida –una vida que equivale a la escritura), donde cada personaje se mueve como el hueso del sueño de mi existencia.

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12 de junio de 2007
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ALTERNATIVA

Más allá del cierre de Radio Caracas Televisión (RCTV) y de la ola de protestas y declaraciones a lo largo del continente (el presidente Correa de Ecuador está a favor, Lula, en Brasil, está en contra), ocurre algo muy importante en Venezuela. Aún más, creo que ocurre algo muy importante para el mundo entero: Venezuela se transforma en un laboratorio de nuevas comunicaciones. Experimenta la web como alternativa a las canales de información de la televisión.

Una amiga, cuyo nombre no puedo revelar, pues hay listas de opositores listos para castizos en la tierra del caudillo Chávez y de las reinas de belleza, me mando una muestra de enlaces utilizados por la audiencia frustrada de RCTV. Hay de todo, claro, pero vemos dentro de un desorden obvio la emergencia de un periodismo medio ciudadano /medio profesional.

El sitio Venezolanos en línea es una buena muestra de la recopilación espontánea y continua de datos. Lo normal sería incluir el Noticiero digital en la misma categoría, pero cobra de día en día, y aún más, de hora en hora, un tono profesional que me hace sospechar la presencia de periodistas con formación y carné de periodista.

Por su parte, Globovisión ya no es un canal cerrado en Internet. Las noticias de Venezuela son de acceso libre y se ofrece también la posibilidad de recuperar videos de manera continua. Esta última oferta se parece mucho, para el internauta, al noticiero del canal RCTV, El Observador, que se carga de manera continua en YouTube.

Por fin hay resúmenes disponibles y también un canal de radio.

Mi impresión como usuario:

1. La tecnología es terrible. Todo cae de vez en cuando por el número de personas conectadas.

2. Es un nuevo tiempo político: sentimiento permanente de recuperar algo que se escapa pues el directo, continuo, es difícil.

3. Carga emocional: un contenido amenazado tiene más credibilidad.

4. Chávez se enfrenta con algo nuevo: un medio que, por ser clandestino e internacional, da a su audiencia la sensación de que se involucra en un movimiento de resistencia.

Por primera vez, Aló presidente, el programa de Chávez, tiene una verdadera competencia.

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11 de junio de 2007
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ADIÓS A TODO ESO

Me gustaba ir al campo de fútbol. No cada fin de semana, no soy tan creyente. Ir de vez en cuándo, con amigos, con seguidores más o menos tranquilos de mi equipo. Los que parecen poco apasionados en el campo se convierten en otra cosa. En otra cosa peor. Los excesos, los nervios, los insultos, la pasión ciega, la arbitrariedad salen a flote con inusitada facilidad en un campo de fútbol.

Como no voy con mucha asiduidad, de vez en cuando hasta nos venía bien esa descarga de adrenalina, de malos sentimientos y de malas palabras. Eso hasta el otro día, el otro sábado me cansé. Creo que va siendo hora de decir adiós a todo eso. Yo ya no juego, al menos no juego desde el campo, desde las gradas y rodeado de vociferantes y arbitrarios seguidores de un club, al que cada vez reconozco menos.

Yo tengo la fatalidad de ser del Atlético de Madrid, tengo otras fatalidades, también soy español y otras cosas que no vienen al juego. Uno es de un equipo sin saber muy bien por qué. Yo al menos no tenía antecedentes que me hubieran inducido ese destino tan complicado, ser del Atlético de Madrid no es fácil. Pero al menos uno lo consideraba divertido. Alguna vez en los infiernos, pero generalmente luchando -y perdiendo- por puestos más importantes. Eso, y una cierta historia de club no arrogante, popular, simpático e imprevisible, hacían que fuera un equipo para estar cómodo. También era una manera de estar contra el equipo vecino, el equipo que -perdón por los tópicos de antaño- más brilló en el franquismo, y también en la democracia. El  Barça, es otra cosa. Además de más que un club, que eso lo son bastantes, es también simbólico de una entidad y de una buena historia futbolística. Yo, que me reconozco del Atlético con todos los vicios, por tanto también anti-madridista. Y lo siento. Lo sentí el otro día en el campo. En un campo en que volvimos a perder por méritos contra un equipo casi descendido.

Lo que me hizo sentirme mal, incómodo, fue la salida ignominiosa de algunos, bastantes, que gritaban al digno y luchador Celta, y deseaban su bajada a segunda. ¡Me río de nuestra propia historia! Sin embargo, lo definitivo fue toparme con algo que veía un poco de lejos, toparme con los fascistas con las banderas anticonstitucionales. Se me ocurrió increparles. Me jugué algo más que una bronca. Tuve conciencia del peligro. Y de la estupidez, de la miseria de algunas tribus. No degusta la música, ni la letra, de esa tribu. Mientras ellos sigan tan libres, no iré al campo. En el campo, sin tantas exageraciones fascistas, todos somos peores. El fútbol, para mí volverá a ser un juego para ver por televisión. Estoy cansado de esa manera de palmar, pero sobre todo de esa manera de ser y de estar. 

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11 de junio de 2007
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MUJERES EN LA PICOTA

Informar a los demás lo que necesitan saber, o quieren saber, es hoy más que nunca un riesgo de muerte. Ya lo hemos visto con los periodistas mexicanos perseguidos por la hueste asesina de los reyes de baraja del narcotráfico, que son sistemáticamente secuestrados, desaparecidos y asesinados. Ahora vamos a Afganistán, donde el negocio floreciente no es la cocaína, sino la heroína. Desde la caída del régimen de los talibanes, Afganistán se ha convertido en el productor de amapola más grande del mundo.

Primero fue asesinada este mes la periodista Shakila Sanga Hamah, una joven de 22 años, cuando volvía a su casa después de cumplir una jornada de trabajo en la estación de televisión Shamsad de Kabul. Luego leemos la historia de Zakia Zaki, directora de una emisora de radio en Jabalsaraj, muerta de siete tiros por tres sicarios mientras dormía en su casa al lado de su tierna criatura, un niño que no cumple aún los dos años.

En su emisora Radio Paz, Zakia solía hacer duras críticas a los talibanes y a los llamados señores de la guerra, que son los que controlan el multimillonario negocio de la heroína, unas veces con el apoyo de las guerrillas talibanes, y otras con el apoyo del propio gobierno; y los talibanes son quienes siguen imponiendo sus oscuras reglas de conducta a las mujeres.

Radio Paz era una emisora independiente, que promovía la defensa de los derechos humanos, y los derechos de las mujeres, algo que viene a merecer la pena capital, de lo que habla claro el caso de Zakia. Pero no paran allí las cosas.

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11 de junio de 2007
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REVOLUCIÓN O COMUNICACIÓN

El próximo viernes se cumplen 30 años de las elecciones democráticas. O 30 años de un régimen político que mi generación soñó como remedio de todos los males.

Efectivamente los males siguen. Unos que provienen de toda la vida y otros que han sobrevenido con la nueva, pero el balance más rotundo de estas tres décadas es la transparencia del mundo.

¿El ejercicio del voto, la libertad de expresión, los partidos políticos, el Estado laico? Más allá de cualquier novedad en la sociedad española, la influencia más determinante se basa en el formidable aumento de la comunicación.

La COMUNICACIÓN es la clave de bóveda de la gran transformación. En ningún elemento se concentra con mayor intensidad y riqueza la metamorfosis de España y de los españoles, de su economía, su filosofía y sus esperanzas. La explosión de los medios de comunicación y de su empleo, la potencia de su desarrollo y su omnipresencia, han conformado el insólito espectáculo de la sociedad al desnudo. El mundo es otro no ya porque hayan cambiado verdaderamente las cosas, como suele suceder en cualquier  tramo histórico importantes, sino porque vemos lo mucho que han cambiado.

Somos diferentes, sobre todo, porque los años transcurridos nos han procurado instrumentos y experiencias desconocidas pero si el proceso ha resultado conturbador lo ha sido especialmente porque las novedades las hemos conocido y asumido, metabolizado con una eficiencia insólita gracias al continuado ejercicio de la información y la comunicación.

La escuela, la clínica, la religión, la política, la empresa, fueron objetos en los años sesenta del siglo XX objeto de profundas revisiones por mediación del pensamiento crítico. Si ahora son la educación, la sanidad, la ciencia, la creencia han registrado conmociones impredecibles es debido a la fuerza con que los medios de comunicación, privados y de masas, sonoros y visuales, terrestres y espaciales, baratos y low cost, han intervenido en la naturaleza concepción de la naturaleza, la curación o la visión general del mundo. La revolución fue antes sinónimo de estallido de la subversión. La revolución se confunde ahora con la infatigable bomba de la comunicación. 

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11 de junio de 2007
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El regreso del nazi vascongado

Algunos de los más ásperos calumniadores de aquellos que desde el principio rechazamos el "diálogo" con ETA y Batasuna deben de estar, en este momento, reciclando sus bolígrafos. Quienes nos oponíamos a una política de apaciguamiento del ultranacionalismo violento no lo ha- cíamos por dureza de corazón o intolerancia, sino por el convencimiento de que cualquier indulgencia con los movimientos totalitarios se acaba volviendo en contra del que tiende la mano. Los nazis muerden todo lo que se les acerca.

Empleo la palabra nazi sin ánimo deprecativo, solo descriptivo. La ideología del ultranacionalismo violento es la de un partido neonazi, aunque se disfrace de izquierda. También decían ser de izquierda Mussolini y la Falange. El nazismo de ETA y Batasuna ha sido extensamente analizado, pero merece la pena insistir: la exaltación de la sangre, la mitificación del territorio, la hipóstasis de la lengua como alma de la nación, la mitologización del Ejército nacional, la asunción del racismo de Sabino Arana como texto sagrado, en fin, todo el folclore étnico con que adornan sus actos públicos, los colocan indudablemente en el campo de la ultraderecha.

Es evidente que en ETA y Batasuna tenemos la peor herencia franquista y que solo han sobrevivido por las atenciones que reciben de los nacionalistas menos extremos. Personajes como Arzalluz han sido esenciales para que ETA y Batasuna medren.
Y recuerde el lector que Otegi ha hablado en las universidades catalanas con el aplauso de las autoridades, mientras a los amenazados de muerte por ETA se les impedía la entrada. Los estudiantes ultranacionalistas y los rectores oportunistas han contribuido a la creación de fascistas universitarios.

Lo más desolador es que quienes rechazamos el diálogo con ETA somos los que creemos en su posible derrota. Nunca una democracia ha sido derrotada, si es una democracia verdadera. Y son los dialogantes los que no creen o no desean la derrota de los nazis. En eso ha consistido el "diálogo": en la renuncia a los fundamentos de la democracia.

Artículo publicado en: El Periódico, 9 de junio de 2007.

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11 de junio de 2007
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