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La opinión del jamón

Entendí a las personas cuando supe cómo eran los cerdos, aunque eso ya fue mucho tiempo después. Mi abuela me contaba de su muerte espantosa, con el cuerpo ya abierto y todavía chillando. Decía el refrán: A chillidos de puerco, oídos de matancero. Luego supe que chillan desde antes, nada más se dan cuenta que van a matarlos. ¿Quién no, pues? Cuando sea grande -me decía, convencido de que uno muda de tamaño sin cambiar de opinión- voy a dedicarme a visitar carniceros, para pedirles que no vendan carne de puerco. Sabía casi nada sobre cerdos y muy poco de seres humanos.

     No es que haya exactamente cambiado de opiniones, sino que con el tiempo se hicieron flexibles. Fue así como no sólo abandoné la idea de recorrer carnicerías, sino que me hice colaboracionista de los matanceros. Suena fuerte para quien a la fecha nunca ha pisado un rastro, ni hizo más que unos cuantos anuncios para vender pollo, pero así lo sentí la mañana en que nos llevaron a recorrer las granjas.

     El guía nos contó que además de cientos de granjas de pollos y gallinas, la empresa poseía también granjas de cerdos. Otro día, si queríamos, nos llevaría. Tal vez después haríamos anuncios. ¿Y ahí estaría yo, enviando cochinitos al matadero? Todavía horrorizado por la idea, escuché al guía explicar cómo se hace para reducir la mortandad durante la crianza de cerdos: basta con no cambiarlos de corral. Que aquellos que han crecido y vivido juntos sigan así hasta la hora de su muerte atroz. De otro modo, se entabla entre los inquilinos y los recién llegados una rivalidad que comienza a mordidas y termina en tocino prematuro. 

     ¿Quién va a comer primero? ¿Quién va a gozar de los favores de la cochina más apetitosa? ¿Quién va a dormir en el mejor lugar? Me pongo en el lugar del cerdo residente, luego en el del transferido, y entiendo que no hay más salida que la guerra. No necesito hacer un gran esfuerzo para asumir la angustia del animal recién llegado a un corral agreste, cuyos códigos no conoce en absoluto y donde nadie está dispuesto a respetarlo. En la infancia, un mal cambio de escuela podía resultar así de violento. ¿Quién, que ingrese a la cárcel sin dinero, no enfrentará un infierno similar?

     En su Rumble Fish, ñoñamente traducido como La ley de la calle, Francis Ford Coppola cuenta la fábula de un pandillero joven que sólo luego de un viaje a la costa entiende que los peces de pelea no lo son por naturaleza, como por circunstancia. En la pecera luchan, en el río se toleran. El cautiverio los orilla a poseer el espacio. Tratar de avasallar al otro igual que los cuchillos del matancero se imponen sobre las ganas de vivir del cerdo.

     Una de las ventajas de ser gente y no cerdo es que no necesita uno del corral para sacar las uñas como fiera cautiva. Basta con que un prejuicio o un atavismo idiota le tapen los oídos para que ya no escuche ni sus propios chillidos. El matancero levanta el cuchillo con la certeza de pertenecer a una especie superior, pero a juzgar por la evidencia sabe uno ser bastante más bruto que los cerdos, y más cerdo también. Somos, unos y otros, animales conservadores, al menos mientras nos miramos cautivos. "Pese a toda mi rabia sigo siendo una rata en una jaula", chillaba la canción de los Smashing Pumpkins. ¿"Pese a"? ¿Y si fuera por eso?

     Desde aquella mañana reveladora, cada vez que me topo con una situación inusualmente hostil, imagino a mis malquerientes automáticos gruñendo desde el fondo del corral. ¡Oink!, gritan, iracundos, como diciendo "estábamos mejor sin ti". Pero no los escucho, la rabia gratuita me da claustrofobia. Quisieran encerrarme en su corral, para una vez allí arrancarnos pedazos de chamorro a mordidas. Y allí sí que he cambiado de opinioink.

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19 de diciembre de 2007
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Cafés y cafeterías

Frente a los bares, los cafés son otro mundo y tienen nombres famosos. El Gijón, Barbieri, el Comercial, el de Oriente. Es muy agradable citarse en un café con alguien que te apetece ver, aunque agradecería asientos más cómodos. Más sofás y sillones y menos sillas, porque a este tipo de local se viene a echar por lo menos una hora y cuando llevo tanto tiempo en una silla con las piernas cruzadas y sin saber qué hacer con los brazos me dan ganas de sacar el ordenador y empezar a trabajar. En la silla nos sentamos para algo concreto. Para comer, para escribir, para esperar en una consulta, para estudiar en la biblioteca, pero no para algo tan vago como charlar o contemplar a los otros sin ningún objeto ni finalidad. Para eso necesitamos un material más mullido, donde el cuerpo pierda rigidez y se abandone un poco. De acuerdo que recostados en cojines y tapizados blandos nos arriesgamos a que se nos descontrole algún michelín que otro y a que se nos desmadre la papada, pero también es cierto que las facciones se relajan y la sonrisa se forma sin esfuerzo y que el tiempo nos importa menos. /upload/fotos/blogs_entradas/inteligencia2.jpgTal vez sería el momento de profundizar en este asunto ahora que tan de moda está el lenguaje del cuerpo. En el fondo, sentimos debilidad por lo blando. Como explica Malcolm Gladwell en su interesante y entretenido libro, Inteligencia intuitiva (Taurus), la imagen de nuestra época puede quedar resumida en los guantes con que Disney ocultó las pezuñas de Mickey Mouse. A quien lo lea le recomiendo el capítulo "La silla de la muerte", que va más allá de los rellenos de goma espuma para adentrarse en la comodidad y vagancia de criterio que nos invade.

Y hablando de vagancia, nunca entendí por qué existiendo el tradicional "café", hubo un momento en que se impuso la "cafetería", con nombres de resonancias mundanas como Manila o California, donde la gente iba a merendar con una parsimonia que te mueres. Ya no existen muchas de ellas, no han resistido bien nuestro actual ritmo de vida, parece que  ya no nos gusta citarnos para hablar horas y horas, ahora eso se hace por Internet y se rehúye el cara a cara, que se deja para asuntos prácticos y momentos escogidos. Ahora cada uno tiene su blog donde dice lo que quiere y no tiene por qué perder el tiempo. 

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19 de diciembre de 2007
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La luz (1)

La luz es la noticia. Todos estamos formados de corrientes eléctricas y la identidad se sintetiza en un hálito que posee una luz central.

De esta  iluminación procede la personalidad crucial y su capacidad para repeler o mezclarse con otros instintos luminosos.

El temperamento que es anterior y primordial está compuesto por haces de luz que, anudándose en composiciones distintas, determina el centro de mayor aproximación al mundo.

El carácter proporciona gradualmente, a través del devenir biográfico, el tallado de la luz fisiológica o temperamental y en el carácter se reúnen y transforman los humores y las partículas gaseosas con las que salimos al mundo. El mundo nos recibe en un ámbito a la vez vivo o iluminado. Nacemos de un alumbramiento y evolucionamos mediante una sucesiva secuencia de claroscuros. Esta carrera biográfica se cose como una narración y se teje, a la vez, como un lienzo donde la plasmación de los diferentes colores y su particular distribución es la consecuencia de los golpes o galopes por cuyo efecto se modifica la luz.

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19 de diciembre de 2007
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La otra patria

Rafael Argullol: El viaje exterior sin reelaboración interna se convierte en puro deslizamiento por la superficie.

Delfín Agudelo: Todo viaje implica desciframiento, tanto personal como exterior. También es posible que nuestros viajes interiores terminen siendo un juego de rastrear el viaje de algún otro. Siempre seduce descubrir el sendero del otro viajero.  Pero, en muchos casos, el verdadero enigma es nuestra casa, nuestra ciudad y nuestro país.

R.A.: Juega un papel importante la sensación que tuve desde muy joven de que la patria no era nada de lo que nos decían los historiadores, políticos o educadores, sino que la patria, si podemos utilizar esta palabra, era algo que siempre estaba delante nuestro, buscando un origen. Yo lo relacionaría con la sombra: uno de los grandes descubrimientos cuando eres niño es que tienes sombra, que está detrás de ti. Con respecto a la sombra, hay un segundo descubrimiento que tenemos en la edad adulta y es que no hay sólo una sombra detrás, sino que también hay una sombra delante. A mí lo que me ha pasado es que siempre he perseguido esta sombra que está delante pero buscando en esa sombra también lo que dejaba atrás, lo que estaba en el origen. A partir de aquí siempre he visto la vida y la literatura como un viaje, como una especie de juego de espejos ilimitados. Yo me reflejo y me voy reflejando en paisajes futuros, pero al final de todo este juego de espejos lo que espero encontrar es el paisaje original, que no me pueden entregar ni los políticos ni los historiadores, ni me pueden otorgar conceptos geopolíticos. Es más bien, valga la contradicción, una sensación espiritual. Por eso pienso que la mejor muerte que alguien puede tener es aquella en la cual la sombra que tienes delante y la sombra que tienes detrás lleguen a coincidir, se superpongan. Deberíamos morir exactamente en aquél momento en que llegamos a ese paisaje del futuro, que sentimos al mismo tiempo como paisaje del origen.

D.A.: Pero la patria que conoces, ¿es sombra venidera o sombra del pasado?

R.A.: Esto solo indirectamente puede tener que ver con ciudades natales. La ciudad natal te proporciona algunos de estos espejos fundamentales en ese juego, pero no creo que te proporcione el espejo último y esencial. Esa superposición entre la sombra que dejamos atrás y la sombra que tenemos delante se puede producir en la ciudad en la que has nacido, pero también se puede producir en cualquier lado. Lo importante no es el lugar físico, sino que llegue  a producirse esa sensación. En el momento en que se produjera esa sensación sobraría todo arte y toda literatura porque creo que todo lo que hemos llamado literatura, absolutamente todo, es un intento de buscar ese momento en que se superpongan las sombras que tenemos delante y detrás. Es decir, en que se superponga lo que buscamos y aquello que hemos dejado detrás nuestro, en un lugar indeterminado de nosotros mismos. Toda la literatura es eso. Por eso es tan distinto el tiempo de la ciencia al tiempo de la literatura: el de la ciencia es acumulativo, siempre busca dar nuevas respuestas para viejos enigmas; y el tiempo de la literatura es formular nuevos enigmas como equilibrio o contraposición de los viejos enigmas. Pero si llegáramos a revelar el enigma por antonomasia, sobraría toda literatura.

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19 de diciembre de 2007
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Socorro

Bienvenida sea la nueva edición en DVD de Help!, la película de Richard Lester que marcó su segunda colaboración con The Beatles después de A Hard Days' Night. El paquete es perfecto: incluye un segundo disco con extras, entre los que destacan documentales que permiten reconstruir el delirio que imperaba durante la filmación, un booklet con un texto de Martin Scorsese ("The Beatles sostenían la película, juntos y por separado, del mismo modo en que lo habían hecho los Hermanos Marx 30 años antes") y la posibilidad de ver tan sólo las secuencias musicales una tras otra...

Pero el paquete más perfecto es la película misma. Pudiendo haberse contentado con ser un bodrio (es verdad que a A Hard Day's Night, a la que el crítico Andrew Sarris definió como "el Citizen Kane de los musicales de rockola", marcaba un desafío a superar), Help! es una maravillosa amalgama de todo aquello que amábamos en The Beatles: las canciones, claro, pero también la anarquía, los juegos de palabras, el sentido del humor, los colores saturados del pop y la sensación de que las barreras de todo tipo -geográficas, culturales- habían sido derribadas como los muros de Jericó -pero a causa de mejor música, por cierto. En Help! se pueden anticipar algunas de las direcciones que The Beatles habrían de tomar de allí en más. La excusa argumental, un disparate que imagina a seguidores de la diosa Kali persiguiendo a Ringo, los acercó a los sonidos de la India que empezarían a explorar en su siguiente álbum, Revolver. La escena en la barbería en que John se prueba una barba larga y gafas de lentes redondas es casi un ensayo de aquel que se convertiría en su look más conocido.

Quizás lo más notable sea la manera en que el director Richard Lester y sus guionistas abrieron para Lennon una puerta que ya nunca habría de cerrarse. La idea de llamar Help! a la película es anterior a la composición de la canción homónima. John y Paul se encerraron a escribirla la noche previa a la grabación. Dos días después ya habían filmado la secuencia de títulos que la incluye. Seguramente influido por Bob Dylan -cuya marca más evidente está en otra canción inolvidable, You've Got to Hide Your Love Away-, Lennon aprovechó la excusa del pedido de ayuda explicitado en el título para expresar un dolor que estaba empezando a padecer: el de la pérdida de su independencia, el de la soledad absoluta que puede sentir alguien que nunca deja de estar rodeado. La música, todavía infecciosa y llena de energía, empezaba a ponerse al servicio de una necesidad expresiva inescapable. Con el tiempo esa misma música se convertiría en un grito, que el Lennon ya solista profirió en canciones como Mother y Well well well.

Ocurre a veces que, para comprender que necesitamos ayuda, sólo hace falta articular la palabra socorro. El resto se da por añadidura, como el agua que corre una vez abierto el grifo.

Una palabra necesaria, socorro. En estos días se asoma a menudo al balcón de mi boca.

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18 de diciembre de 2007
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Aparentar/ser

Tengo de fondo la dulce voz de Carla Bruni. Esta hermosa tiene muchas caras y mucho fondo de armario. Tiene bonitas canciones. Y otras cosas bonitas, al menos hasta donde yo he podido ver. Ahora la veo de otra manera, casi con sus últimos discos me pareció una musa de algo así como un post-existencialismo. Ahora, con otros amigos, otros trajes, otras fotos, la veo distinta. 

El querido Joubert decía que "el pudor inventó los ornamentos". Es posible que por pudor nos vistamos, disfracemos, cambiemos de ropa, de aspecto y así creamos ser otros. Seamos lo que parecemos.  

¿Somos lo que vestimos? Me he sorprendido con una foto de Víctor Manuel -en compañía de José Ramón de la Morena y Alonso- en una mina y disfrazado de minero. De repente ese que conozco, ese tan cuidadoso de que sus ropas se parezcan a sus maneras de estar en el mundo, de cantar, el sobrio y elegante Víctor Manuel, ese cantante que casi siempre sabe combinar bien los negros y grises; ahora, vestido de minero, podría parecerse a cualquier minero. A ese abuelo que fue picador allá en la mina. Una vez más me daba cuenta de lo importante que son nuestros hábitos. Somos lo que aparentemos, lo que parecemos, lo que vestimos. Para ver de verdad a la persona hay que mirar mucho, mirar el rostro, despojarlo de los vestidos. Incluso de los desnudos. Vuelvo y cierro con otro pensamiento prestado, robado a Joubert:

"Es casi exclusivamente a través del rostro cuando somos nosotros mismos; el cuerpo desnudo muestra el sexo más que la persona: no se piensa en el rostro de alguien cuando vemos su cuerpo desnudo; el vestido, pues, hace destacar el rostro. 

La persona está propiamente en el rostro; sólo la especie está en el resto" 

Así será. Muchas veces me cuesta distinguirnos de las especies.

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18 de diciembre de 2007
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IV. En busca de respuestas

Pero no hay que equivocarse. Estos jóvenes que dejan la discoteca un sábado por la noche para hacer fila en la taquilla de un teatro donde se va a leer poesía, no han cambiado poesía por novela; no es esa la escogencia. Buscan un significado más allá de lo que la sociedad de consumo depara todos los días, y buscan repuestas. Empiezan a creer que los poetas pueden dárselas. Hay un vacío espiritual evidente en este comienzo de siglo, cuando todas las respuestas parecen haberse agotado, y no es escandaloso decir que esas repuestas están, otra vez en la obra misma del espíritu, la poesía quizás la mejor de ellas.

/upload/fotos/blogs_entradas/juan_gelman.jpgLo que me apasiona es que sean jóvenes los actores de esta búsqueda, que es, a fin de cuentas, filosófica. No existe decadencia eterna, ni vacíos a largo plazo. Este nuevo siglo dará paso a una nueva dimensión de valores, en el retorno del péndulo alejado ahora hacia el páramo. Y esa vuelta será una vuelta ética. La poesía, llena de significados, no solamente el amatorio, puede encarnarla.

Por eso es que el Premio Cervantes concedido a Juan Gelmán, el admirable poeta argentino, es un aviso de que ese momento de la resurrección de los símbolos trascendentales de la poesía, está llegando.

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18 de diciembre de 2007
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Pensamiento virtual

Desde hace casi aproximadamente un siglo se admite la existencia de un pensamiento visual. Las nuevas generaciones, dicen los viejos, parece que no piensan y sólo actúan ligeramente pero la idea del pensamiento profundo corresponde a la cultura escrita y el nuevo pensamiento será necesariamente superficial. Así se va generando una nueva cultura del mundo plano.

El lenguaje escrito demuestra pronto las limitaciones para difundirse con fluidez más allá de una nación o una comunidad. El lenguaje visual, por el contrario, se caracteriza por su universalidad.

A los tiempos de los cantones y fronteras corresponde el texto, a los de la globalidad la imagen. ¿Cómo seguir aceptando pues que en las escuelas se lamenten tan obsesivamente de que los alumnos no lean cuando el pensamiento del mundo tiende más hacia la iconografía que a la grafía, más a la voluptuosa ondulación de los píxeles que a la del querido lomo del libro?

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18 de diciembre de 2007
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Un sueño griego

En múltiples foros he tenido ocasión de evocar la reflexión del Premio Nobel de Física Erwing Schrodinger relativa a la singularidad de la civilización griega.

/upload/fotos/blogs_entradas/schroedinger.jpgSchrodinger se encontraba en Dublín ejerciendo docencia en el Trinity College en un curso de Doctorado para físicos. Un día sin embargo interrumpió las clases, sorprendiendo a sus alumnos con la reflexión de que antes de seguir avanzando en meandros perdidos de la física había que interrogarse sobre la palabra misma que daba origen a la disciplina, a saber, Physis, que solemos traducir en castellano por naturaleza. A fin de efectuar tal cosa Schrodinger se volcó sobre el pensamiento griego, muy especialmente el presocrático. Resultado de sus reflexiones fueron unos apuntes, más tarde ordenados en un libro titulado Nature and the Greeks, que yo mismo (veinte años después de que lo hiciera, sin yo saberlo, el poeta Gabriel Ferrater) tuve la satisfacción de traducir para Tusquets al castellano. La primera interrogación de Schrodinger concernía la cuestión del llamado "milagro griego". Tópico tanto más reiterado cuanto que nadie sabe muy bien en qué consiste precisamente. Pues bien, para el eminente físico el milagro griego residiría fundamentalmente en los dos rasgos siguientes:

1)Grecia sería la primera civilización profundamente marcada por el postulado según el cual la naturaleza es en su esencia transparente a la razón, inteligible, susceptible -en suma-  de ser conocida. Ha de señalarse que esta percepción de la singularidad griega no implica en absoluto algún tipo de jerarquización de las civilizaciones. Pues cabe perfectamente que una gran civilización tenga un lazo con la naturaleza que no privilegia su transparencia al conocimiento; una refinadísima civilización puede sentir, por ejemplo, que sobre todo la naturaleza es sagrada, misteriosa y objeto de culto.

2)El hecho de conocer modifica nuestra relación con la naturaleza, con los demás humanos y con nosotros mismos, pero la naturaleza misma sería totalmente indiferente a estos cambios .En suma: la naturaleza es cognoscible, pero el conocimiento por sí mismo no modifica la naturaleza. Nótese que esta tesis implica ya una concepción del conocimiento que abre la puerta a una radical diferencia entre conocimiento y tecnología, pues esencia a la idea de tecnología es la potencialidad de modificar todo aquello que se convierte en su objetivo.

No es en absoluto casual que la creencia en la indiferencia de la naturaleza por el hecho de ser conocida sorprendiera al hombre al que se hallan asociadas algunas de las fórmulas determinantes de la Mecánica Quántica, es decir, la disciplina que mostró la imposibilidad de disociar objetividad y conocimiento a la par que ponía en entredicho el consenso (mantenido desde Aristóteles a Einstein) sobre los rasgos mínimos a los que habría de responder algo que se presenta para ser considerado natural , para poder decir que es una entidad fìsica.

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18 de diciembre de 2007
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Bares, tabernas y baretos (2)

Creo que estamos de acuerdo en que el bar aborrece las atmósferas envolventes y las florituras porque ahí se va a lo que se va, a tomarse el vino con la tapa a codazos con otros parroquianos pongamos un domingo al mediodía. De todos modos Madrid ha ido perdiendo ese realismo del pulpo pintado en el cristal, y en los restaurantes van desapareciendo los escaparates con el cochinillo mirando a los transeúntes y el chuletón tal cual ha sido cortado. Estos bodegones de tan realistas casi eran surrealistas y ahora en su lugar no hay nada, la pared o la hornacina con la carta. No sé, es todo muy soso, menos mal que el bar continúa siendo el local estrella de esta ciudad.

En cada esquina, en cada calle hay uno o varios, muchos en general. La presencia del bar es abrumadora, y cuando servidora era más tiquismiquis, el bar me parecía muy basto y populachero con los huesos y los palillos por el suelo y ese aire de tierra de nadie, hasta que leí en una guía para extranjeros que en los bares de Madrid después de limpiarlos a conciencia cada mañana se esparcen por el suelo huesos y palillos para dar la sensación de trasiego y atraer a la gente, lo que de ser verdad merecería una reflexión aparte, y de ser mentira, también. Cada bar dispone de una clientela más o menos fija entre los vecinos de los alrededores que acuden a sus entrañas a ver algún partido importante, a distraerse un rato y sobre todo para no estar en casa. Lamentablemente con las franquicias se están perdiendo los familiares nombres de Bar Flori, Bar La Escalera, o esos otros que contrariamente a su aspecto, que no es precisamente versallesco, parecen salidos de un joyero: El brillante, El diamante, La perla. Es lo que menos ha cambiado desde que tengo uso de razón tanto en la forma como en el fondo, salvo que ya no se juega al dominó ni a las cartas, pero eso no quita para que el bar de abajo siga siendo una alternativa, por lo que se puede decir que cumple una función social y terapéutica de primer orden. Además tiene la ventaja de estar muy a mano, frente al café que siempre pilla más lejos y que requiere una cierta planificación...

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18 de diciembre de 2007
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El Boomeran(g)
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