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El reciclaje del ayuntamiento (1)

Los que fueron niños allá por los años sesenta creo que me entenderán: vivíamos inmersos en un continuo reciclaje. Los hermanos pequeños aprovechaban lo que dejábamos los mayores, desde la ropa hasta los libros del colegio, de modo que a los primogénitos nos tocó estrenarlo todo, pero también cuidar más de la cuenta de los hermanitos, que los padres traían al mundo para fastidiarnos a los que ya estábamos en él con la excusa de que era para que no nos sintiéramos solos y pudiésemos jugar con alguien. Pero no sólo se trataba de heredar la ropa, con el tiempo un abrigo se convertía en un chaquetón y un vestido en una falda, y cuando ya no se podía más, se hacían unas bayetas para el suelo, el traje de la comunión pasaba por infinitas fases hasta que su tela iba desapareciendo en sus sucesivos usos. Era muy raro que se tirase algo por el simple hecho de que se hubiese pasado de moda. La ropita de los bebés iba de mano en mano, en perfectas condiciones, hasta que se dejaron de tener hijos. Por eso estrenar algo suponía un acontecimiento, y de ahí sale la famosa frase, "pareces un niño con zapatos nuevos", cuando uno estrenaba algo se sentía renovado, especial, con el ego por las nubes. ¿Y los muebles?  Duraban varias vidas. En mi casa siempre olía a pintura porque cuando nos hartábamos de verlos de un color se lijaban y pintaban de otro, y cuando en un rapto de locura se tiraban unas estanterías o una mesa siempre pasaba alguien junto al contenedor que les veía posibilidades.

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10 de enero de 2008
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La liberación de personajes

Gustave Doré, Canto 6, InfernoRafael Argullol: Es necesario ese estado doble de armarse y desarmarse, y cada uno lo produce acorde sus propios métodos y técnicas.
 
Delfín Agudelo: El armarse y desarmarse es un ser y no ser en simultánea: es tener una predisposición a la expresión y a la comunicación personal de aquello que sucedió, pero al mismo tiempo te reconoces en un estado distinto a la cotidianeidad porque estás libre de tiempo y espacio. Saltas a una dimensión distinta, desde la única en la que puedes crear una obra artística.
 
R. A.: Estábamos hablando el otro día de la representación de personajes múltiples que es el acto de la creación literaria. En nuestra vida cotidiana acostumbramos a desempeñar un papel, como máximo dos o tres. Cuando liberamos los personajes, la multiplicidad de identidades que tenemos en el interior, es cuando empieza la representación. Te diría que la creación literaria tiene mucho que ver con la capacidad que tengamos de liberar a todos los personajes que tenemos dentro. Cuando estos personajes están actuando, evidentemente se produce una especie de lucha entre armarse y desarmarse, entre la afirmación y negación de la existencia, ser y no ser; cuanto más liberamos los personajes que viven en nuestro interior, más entramos en contacto con los distintos matices de la vida. En ese sentido la literatura ideal sería aquella que recogería una representación en la que hemos liberado a todos los personajes. Uno nos hablaría de Dios, el otro de la Nada, el otro del Dolor, otro de la Angustia, de la Esperanza, de la Ilusión: una representación que por un lado sería cósmica y por el otro lado sería cómica. La diferencia reside en una sola letra. La literatura ideal es tragicomedia de la vida. Pero normalmente en nuestro día a día prescindimos de esa liberación de personajes. Sólo la literatura se puede permitir el lujo de poner sobre el escenario todo nuestros yoes y entonces hacerlos luchar, combatir, litigar, compartir. La literatura moderna ha llegado a hacer explícito ese proceso de representación múltiple, como lo vemos en el caso de Kierkegaard y sus seudónimos, o el caso de Pessoa. La literatura moderna ha convertido en transparente ese hecho de que es autorepresentación múltiple de nuestras identidades. Pero creo que, aunque la literatura antigua no lo dijera explícitamente, ya evidentemente había una consciencia de eso. El propio Dante, en la Divina Comedia, no solamente se traslada él como personaje central junto con Virgilio; los distintos condenados e interlocutores que va encontrando son en cierto modo alter egos suyos, personajes que forman parte de su propia representación. La tragedia griega está basada también en este hecho. Por lo tanto, toda la historia de la literatura es un testimonio de esa multiplicidad de la representación. Lo que ocurre es que en la literatura moderna se hace explícito, transparente. Kierkegaard va saltando de un yo a otro, mientras que Pessoa va ocultando el yo de una manera tan sofisticada a través de todas esas identidades. ¿Por qué? Porque Pessoa sabía, al igual que Kierkegaard, que eran todos al mismo tiempo.
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10 de enero de 2008
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El regreso de la política

Era insensato pensar que la candidatura demócrata en EE UU iba a quedar resuelta en unos caucus de un pequeño Estado como Iowa. Las primarias de New Hampshire no han vuelto no a poner las cosas en su sitio, pues no lo tenían, sino a demostrar que la partida está aún abierta y bien abierta, tanto en el campo demócrata, como en el republicano. Y va a ser intensa.

Sin duda el impacto de Barak Obama en Iowa ha sido importante, pues ha obligado a su rival principal en el campo demócrata, Hillary Clinton, a adoptar el mensaje de cambio, a dulcificarse, a aumentar su carga emocional, lo que le ha hecho ganar. Si Hillary acaba llegando a la Casa Blanca, se lo deberá en parte a Obama. Las encuestas a pie de urna en New Hampshire han mostrado que Obama se ha hecho con el voto más jóvenes y de los independientes (que no podrán votar en muchas de las primarias que restan hasta el megamartes del 5 de febrero), y Clinton con el de las mujeres (que le abandonaron en Iowa), los militantes del partido demócrata y los mayores. El duelo entre Obama y Clinton está reflejando un corte generacional en el partido.

Con ser significativo lo que ha ocurrido, la mayor carga de profundidad en la política americana ha sido la participación ciudadana que tanto en Iowa (especialmente entre los demócratas) como en New Hampshire ha batido todos los records: medio millón es este caso; algo menos (pero el doble que en 2004) en Iowa. Hay una movilización de la ciudadanía como no la ha habido en años. Refleja un retorno de la esperanza. En parte es una respuesta a los años de Bush y sus errores, ya sea en el frente externo -como Irak- como en el interno con el miedo a una recesión. Es también efecto de la campaña demócrata, que ha aprendido mucho de los republicanos. El estratega en jefe de éstos que fue Karl Rove diseñó cómo movilizar a su electorado entre otras vías a través de los movimientos evangélicos. Éstos, no cabe olvidarlo, votaron a favor de Bush en un 70% tanto en 2000 como en 2004. Y de nuevo en las elecciones legislativas de 2006. La religión radical no se ha ido de las elecciones, y la derecha cristiana no encontraba candidato hasta que surgió Mike Huckabee, pastor baptista. Es una fuerza a tener en cuenta.

En la actual movilización ha influido también Internet. Las constantes campañas de recaudación de fondos personales se hacen ahora personalmente por esta vía (a la que hay que sumar, claro está, las grandes donaciones en un sistema que vuelve a batir todas los límites de gastos). Esta movilización y la propia dinámica de los caucus y primarias está despistando a los encuestadores. Pero indica que EE UU -donde la participación en elecciones suele ser baja- está viviendo un regreso de la política. ¿A quién beneficiará? Está aún por ver. Hoy no cabe descartar siquiera que se llegue a convenciones abiertas en uno y otro partido. Iowa y New Hampshire no han resuelto nada, salvo esto: el regreso de la política. Lo veremos en las próximas semanas.

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10 de enero de 2008
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Turismo redentor

Fue el fraile capuchino Apolonio de Toddi quien vió en la sierra de Piquaraçá la forma de un calvario similar al de Jesucristo, tras lo cual no tardó en concebir la idea de construir allí mismo una capilla y dar al sitio el nombre de Monte Santo. Cosa muy sintomática justo donde las severísimas sequías solían diezmar a la población con regularidad pavorosa. Por las noches, el cielo estrellado del sertón alcanza una belleza que luego el día irá deslavando en paisajes de tierra seca y desolada: situación asimismo favorable a la irrupción de un misticismo desenfrenado y penitente. Ciento veinte años después de su bautismo, cuando ocurre la guerra de Canudos, Monte Santo ya es la Jerusalem del sertón.

     Según cuenta la novela, Monte Santo atraía a los falsos profetas "como la miel a las moscas". No es difícil creerlo, una vez que se ha puesto pie sobre el calvario. Es la una de la tarde, voy todavía entusiasta por la escalinata que parte del final de un callejón, ansioso por llegar a la primera de las veintitrés capillitas del camino. Llevo una Coca-Cola de medio litro en una mano y una cámara en la otra, pienso aún que estaré de regreso en veinte minutos porque ya tengo prisa por llegar a Canudos. Antes que en el camino escarpado que me espera, pienso en el Consejero Antonio Mendes Maciel y la beata María Quadrado recorriendo estas mismas escaleras, voy ya dentro de la novela que he leído siete veces -la última hace días, de Macapá a Belem- y el hechizo me impide asumir que esto, la Vía Sacra, es un calvario.

     Lenta y accidentadamente, los escalones han ido siendo reemplazados por senderos de piedra viva. La subida se torna irregular y se va haciendo interminable a la vista. Me detengo por ahí de la octava capilla, calculando que debo de haber subido ya el equivalente de tres pirámides del sol, observo con cuidado la línea hacia arriba y comienzo a temer que sea la misma que avanza horizontalmente hasta lo alto de la montaña a mano derecha, donde se mira una capilla muy lejana. Reanudo la subida concluyendo que no puede ser, y si es ya me jodí porque no pienso echarme para atrás. No hay un alma hacia arriba o abajo, me he cruzado sólo con dos parejas que bajaban. Las únicas señales de vida humana son los envases de agua y refresco regados a lo largo del camino. Diríanse los restos de la última crucifixión.

     No he contado ni quince capillas, pero ya veo que subo hacia donde temía. Subo ya sin pensar, mecánicamente. Puedo ver los tejados de todo Monte Santo, pero aquí hay distracciones tan apremiantes como las dos consecutivas víboras que me han hecho saltar y correr hacia arriba, cuando más ganas daban de hacerlo a la inversa. Todavía con algún sentido del humor, me pregunto qué religión extraña abrazaré si consigo llegar con vida hasta la cima. Por lo pronto, a cada pujido voy entendiendo más a María Quadrado y menos al Coronel Moreira César. Pienso ahora con la lógica del Gólgota.

     Ya en las fases indiferentes del cansancio, casi al final de los -según sabré después- cuatro kilómetros de subida, tendido junto a la capilla número veintidós, veo bajar a dos niños que se ríen abiertamente de mi penoso aspecto. Uno de ellos murmura la palabra gringo, y yo que estoy a menos de doscientos metros de convertirme en santo lo perdono ipso facto. Cuando al fin los recorra, el viento y la visión de un horizonte infinito me dejarán por un momento tieso, ante lo que cualquier persona sensata sufriría el resbalón de llamar milagro. Es como si el cansancio se esfumara frente a la sensación de frescura y ligereza que concede ese viento libérrimo, en el punto más alto -ojo: el más cercano al cielo- de todo el horizonte. ¿Qué de extraño tendría que un lugar así fuera el sitio de encuentro de beatos y profetas, allí donde la vida era ya penitencia?

     Si he de dar crédito a los dioses paganos, no he sido el día de hoy testigo de un milagro más grande que el realizado por la Coca-Cola de dos litros que devoré tras alcanzar de vuelta la plaza. Todavía en el camino una víbora más me ayudó a convertir el paso acelerado en carrera, como si me empeñara en salir de un mal sueño. Pero la realidad es que hay prisa. Podría esperar a que el coche se ventilara un poco, pero ya tengo el mapa en la mano y confirmo que Cumbe no debe de estar lejos. Ahora se llama Euclides da Cunha, es el punto en el cual se vira al norte para tomar camino hacia Canudos.

     Antes de ir tras Antonio Conselheiro, la beata María Quadrado vivía en una cueva a media Vía Sacra, "donde hasta entonces sólo habían dormido pájaros y roedores". No sé si la alegría que me trae canturreando a las tres de la tarde por la carretera se deba a que por fin voy a llegar a Canudos, o es porque al fin entiendo a María Quadrado.

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9 de enero de 2008
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Digresión: Peguy tras Darwin

"El verbo se hizo carne"... prodigiosa metáfora a la que -precisamente por tomarla como metáfora- puede permanecer fiel el más intransigente de los darwinianos.

Me atrevo a decir que un investigador que apunta a encontrar la base genética del lenguaje humano, y que está plenamente convencido de que éste transciende el estatuto de un código de señales, se siente espiritualmente alejadísimo de sus colegas reduccionistas, y por el contrario se reconocería de inmediato en la actitud del poeta francés Charles Peguy.

/upload/fotos/blogs_entradas/charles_peguy_med.jpgLa recíproca es también cierta, pues Peguy no encuentra en la catedral de Chartres tanto un símbolo del Dios trascendente, como un símbolo de la prodigiosa potencialidad de la palabra.

La afinidad espiritual no se da necesariamente entre creacionistas, por un lado, y evolucionistas darvinianos, por otro lado. El espíritu surge en la veracidad, y tan veraz es el que toma pie en la metáfora de Dios para que se despliegue en plenitud su condición de ser de palabra, como el que busca encontrar la clave de ese momento singularísimo de la evolución en el que un código de señales se liberó de su carácter funcional, empezando a tener sus propios objetivos.

Lo que precede explica la existencia de curiosos compañeros de viaje: el cristiano Bernanos tomando causa por el pueblo republicano en la España de "Les Grands Cimetières sous la Lune". Pero explica también la existencia de una suerte de desdoblamiento en la propia personalidad de alguien como José Bergamin, cristiano y ... "comunista hasta la muerte, ni un paso más" según precisaba.

La ciencia y la espiritualidad religiosa tienen su condición de posibilidad en ese hecho prodigioso de que un día la carne se hiciera verbo. Si la enormidad de lo que esto significa atraviesa el alma, entonces la densidad de la matriz en la que los senderos se bifurcan convierte en irrelevante la elección de uno o de otro.

"Si no hay Dios todo está permitido", afirma un atormentado héroe de Dostoiewski. La sentencia hubiera sido más convincente si en ella, en lugar de Dios, figurara el término palabra, esa palabra que Peguy comparte con Neruda o Aragón. Pues como sabe perfectamente toda persona digna del nombre, el respeto a la palabra es a la vez condición necesaria y suficiente de un comportamiento moral, y ello como mero corolario de ser la expresión cabal de un comportamiento humano.

Como indicaba en la anterior entrega, el establecer una suerte de estado de la cuestión sobre las respuestas a los interrogantes relativos al lenguaje (su interna estructura, lo que se separa de un código de señales, sus condiciones de posibilidad en el registro genético etc.) constituye obligada etapa en esta reflexión relativa a las interrogaciones elementales. Pero el lenguaje no tiene carácter angélico. Su anclaje en la biología supone un anclaje simplemente en el registro natural del que la emergencia de la vida es singular etapa. De la naturaleza y la vida me ocuparé, pues, en las próximas etapas.

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9 de enero de 2008
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Una pantalla de siete pisos

Ayer fui a ver una película al IMAX por primera vez. Hace algunos años había visto uno de esos documentales típicos en un IMAX de los Estados Unidos, pero nunca un film de ficción. La experiencia me dejó fascinado.

La característica principal del sistema son las dimensiones de su pantalla. No se trata de la tradicional pantalla rectangular en sentido apaisado, sino de una de un alto inusual, más propia de un edificio de siete pisos que de un cine: es casi como enfrentarse a un muro enorme, un lateral de ese edificio virtual. En algunos casos, como en el de la reciente Beowulf, la experiencia se complementa con la visión en 3D. Aquellos que deliramos por el cine estamos enganchadísimos con el formato rectangular, cuanto más apaisado -más cinemascope- mejor. Pero no puedo dejar de admitir que ese marco que amamos es una elección tan caprichosa como cualquier convención: maravilloso para componer imágenes, pero poco conectado con la experiencia humana. En cambio la pantalla de cualquier IMAX sugiere que, antes que estar viendo una película, estamos siendo testigos privilegiados de algo que está ocurriendo de verdad, delante de nuestra vista. Se me ocurre que la imagen mental que construimos con la colaboración de ambos ojos es, como la pantalla del IMAX, tan alta como ancha. Y que por eso avanza por sobre las convenciones del cine, sugiriéndonos la contemplación de algo que se parece más a la experiencia pura -aun cuando tengamos claro que sigue tratándose de una película.

/upload/fotos/blogs_entradas/soy_leyenda_med.jpgLo que vi fue Soy leyenda, una película que podría haber estado muy bien si se hubiese atenido más a la novela original de Richard Matheson, pero que se desbarranca en la segunda mitad al convertirse en un vulgar film de vampiros. Pero la presentación de esa New York deshabitada quita el aliento, al menos en el IMAX: es como estar allí, contemplando los pastos que crecen en las rajaduras de la Quinta Avenida. Lo que me fascinó fueron los seis minutos de The Dark Knight que proyectaron, a modo de bonus, antes de Soy leyenda. Cuando dos ladrones cruzaron una calle por lo alto mediante un cable, sentí que me caía. (La presentación del Joker interpretado por Heath Ledger me encantó, dicho sea de paso. Sobre todo el momento en que se quita una careta para revelar su verdadero rostro -con la pintura a que estamos acostumbrados pero totalmente borroneada, lo que le da un aspecto siniestro- y parafrasea a Nietzsche de esta manera: "Lo que no nos mata nos hace más... extraños".)

No estoy sugiriendo que haya que olvidarse de las pantallas convencionales y quedarse con el IMAX. Tan sólo digo que ofrece al espectador cinematográfico vértigos y posibilidades nuevas. Lo más probable es que tienda a usárselo para grandes producciones, como Beowulf, Soy leyenda y The Dark Knight -hay mucho 3D en nuestro futuro-, pero esa sensación de estar contemplando lo que ocurre desde una proximidad mayor a la que estábamos habituados también debería producir efectos interesantes en un relato intimista. Bergman en el IMAX, por lo pronto, se volvería prácticamente intolerable.

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9 de enero de 2008
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I. Paseo solitario por calles fantasmales

/upload/fotos/blogs_entradas/chamorro_med.jpgHace 30 años Pedro Joaquín Chamorro fue asesinado por un sicario a sueldo de la familia Somoza en una de las calles desoladas de la vieja Managua destruida por el terremoto de la Navidad de 1972.

Era temprano de la mañana del 10 de enero de 1978, y como todos los días había salido de su casa después del desayuno, a bordo de su automóvil marca SAAB de dos puertas, para dirigirse a las instalaciones del diario La Prensa en la carretera Norte. Para ir desde el reparto Las Palmas, donde había vivido por muchos años, hasta La Prensa, que él dirigía, era necesario atravesar los baldíos de la ciudad que ya no existía más. Quienes desde las sombras del poder urdieron su muerte, sabían que en aquellas soledades era fácil dar alcance y luego asesinar a sangre fría a un hombre que viajaba solo, manejando su propio vehículo, y sin  ninguna clase de escolta.

La fotografía suya que más me atrae es precisamente una en que pasea por esas mismas calles fantasmales. Los baldíos y el monte que crece al lado de las antiguas aceras son las únicas señales visibles en el paisaje borroso, y su ancho cinturón de cuero y la camiseta de rayón con cuello de grandes puntas, muestra la moda de aquellos años. Un poco pasado de peso, los anteojos de tinte oscuro; es como lo recuerdo, la misma imagen que tengo de él la última vez que lo vi.

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9 de enero de 2008
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Picasso

Para quienes se acerquen a Barcelona el consejo incuestionable es visitar, en el museo Picasso, la muestra sobre la colección particular del pintor. Dice Picasso que la obra de un pintor coincide con aquellos cuadros que pintó queriendo imitar las obras que más admiró en su vida. Con esta confesión, el paseo ante los lienzos y dibujos que adquirió Picasso tiene su espejo en las obras propias que evocan la obra de los autores preferidos. O viceversa.

La pintura no es un espejo, sino todo lo contrario. En la comprobación de este aforismo abismal pueden invertirse varias horas y explorar, con ello, en la masa del color, la carne de los óleos, la sexualidad de los incontables olvidos, la incapacidad del maestro o la incierta magnitud del artista verdadero.

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9 de enero de 2008
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Las rebajas de los Reyes Magos (2)

También los Reyes Magos, aparte de marcar la frontera entre la realidad y la fantasía, la marcan entre el esplendor y las rebajas. No me digáis (perdonad el tuteo, pero no me imagino contándole todo esto a alguien a quien tenga que hablarle de usted)  que no tiene mérito que, tras haber conseguido que nos gastemos todo en Navidades, aún nos rasquemos el bolsillo en enero. No sé a quién se le ocurriría este fenómeno comercial global, pero hay que llamarle genio.

Así es, los que nos dejamos tentar por todo no podemos hacer feos a un reclamo ni a otro, porque tras acabar hartos de las visiones lujosas de Nochebuena y Nochevieja, de tanto arreglo de mesa rimbombante, de tantas burbujas doradas y regalos superfluos, cuando ya no nos queda un euro, entonces en los escaparates sofisticados de hace unos días aparecen los rudos carteles de TODO AL 50%. Aquella ropa individualizada en perchas se revuelve ahora en montones. Los dependientes atienden de peor gana, como si por ese precio no nos mereciéramos su interés. Las maneras cambian de lo fino a lo burdo. Digamos que las caras también se ponen de rebajas. En las etiquetas hay escrito precio sobre precio, lo que produce la sensación de que nos llevamos la superganga. Nadie tiene que venir detrás convenciéndonos de que compremos algo, lo compramos con la esperanza de que si ahora no lo necesitamos, ya lo necesitaremos, sobre todo, después de haber esperado una hora en la cola de los probadores, y a continuación, otra hora en la cola de caja. Las maravillosas bolsas satinadas de antes se han convertido en bolsones con la palabra REBAJAS en grandes letras para que nadie se confunda.  Pero además las rebajas suponen un alivio porque significa que no todo se acaba con las fiestas, sino que una cosa lleva a otra y que hay un cierto orden en el universo, aunque sea... al 50%.

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9 de enero de 2008
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Armarse, desarmarse

Rafael Argullol: En un momento determinado tú dices: "Era un error" o, como ya estás tan empecinado en esto, te niegas a reconocerlo, y sigues avanzando. A partir de ahí puede resultar una obra catastrófica o una obra fallida.


Delfín Agudelo: Cuando era pequeño, la mejor estrategia para sentir miedo era contar cuentos de terror en la noche en compañía de amigos: existía la predisposición, y luego del cuento, venían los sonidos extraños, los momentos de terror, el miedo a la oscuridad. Esa predisposición funciona igualmente cuando esperas sentir el momento epifánico. Habrá quienes tienen elementos específicos: caminar por tal calle a tal hora de la noche, o visitar determinada ciudad en cierta estación del año.


Rafael Argullol: Nos movemos en planos distintos: por un lado tiene que haber la predisposición, y por otro tiene que existir la captación del acontecimiento, la visión de esa luz especial. Y luego cuando te lanzas a toda la construcción, tienes que haber acertado en la condición epifánica... Si bien reconocemos al escritor como esencialmente un voyeur, que es un mirón de la vida, yo nunca me he visto a través de esta imagen. He querido ser partícipe de la vida y al mismo tiempo dar testimonio literario de esa participación. Dicho de una manera muy presuntuosa, esa tensión casi imposible entre ser Odiseo y escribir la Odisea: participar y al mismo tiempo dar testimonio. Esto hace que cada uno reconozca de una manera muy particular esos estados de posible captación. En el mío, los viajes me han servido mucho porque son momentos en que uno está particularmente desarmado pero armado de otra manera. Si estás viajando solo y por parajes desconocidos, quedas desarmado de todas las protecciones de tu realidad cotidiana. Pero por otro lado, lo abordas con los cinco sentidos completamente en tensión, y tienes la facultad de captar plenamente. Para la literatura es muy importante esa doble función de desarmarse y armarse de una manera distinta. Desarmarse, quitarse corazas y al mismo tiempo ser capaz de estar en una tensión especial, en un estado de receptividad especial. En el momento ya no solo de captación de la posible materia prima literaria sino el momento mismo de la escritura, se tiene que estar relajado y tenso. Si estás exclusivamente relajado, no funciona nada: es la indolencia, sería mucho mejor il dolce far niente, no te dediques a escribir porque no saldrá nada. Pero si estás demasiado tenso, demasiado crispado, es posible que tampoco el texto fluya ni respire, ni lo que estés escribiendo tenga el distanciamiento, incluso la ironía suficiente o la auto-ironía suficiente. Me parece necesario ese estado doble de armarse y desarmarse, y cada uno lo produce acorde sus propios métodos y técnicas.
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9 de enero de 2008
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