El ángel caído
Rafael Argullol: Cuando era bachiller, me sabía cuarenta o cincuenta nombres distintos de demonios, y tenía una idea muy clara de las jerarquías angelicales, desde querubines, serafines, arcángeles, etc.
Delfín Agudelo: Es interesante ver la jerarquización de la que hablas en la lectura de los románticos del Paraíso perdido de Milton: la idea de Dios como un personaje plano, aburridor, monótono, sin desarrollo alguno -que, teológicamente, tiene que ser así, puesto que Dios es- mientras que el personaje que desarrolla toda la fascinación de caracterización es el Diablo, el mismo que al entrar al Paraíso se asombra con la belleza, y se recuerda: "Yo acá vengo a hacer el mal."
R.A.: En Milton y en El Paraíso Perdido¸ se constata el agotamiento de Dios como personaje literario occidental que había llegado a su máxima expresión en la Divina Comedia. Dante, de alguna manera, es el artista que otorga a Dios la obra de arte perfecta. La Divina Comedia es una obra perfecta al servicio divino. Pero el mundo de Dante es un mundo en el que esa esfera perfecta se estaba rompiendo, y seguirá rompiéndose, de manera que cuando llegamos a Shakespeare no deja de llamar la atención que aparece muy poco la palabra "Dios" en toda su obra. Con lo cual Milton recoge de alguna manera la idea de que el Dios cristiano, por así decirlo, se ha vuelto literariamente plano, se está disolviendo. Y el personaje que tiene entidad literaria es el ángel caído, Lucifer, Satanás, el Demonio, el cual empieza a tener toda una serie de rasgos que lo acercan mucho a Prometeo y a la idea prometeica. Milton es el primero que recoge algo que será muy moderno, que es estudiar la complicidad sicológica del hombre a través del diablo. Quien tiene todos los rasgos sicológicos del hombre en un grado extremo es a partir de ahí el diablo. Por eso nos encontramos con toda la línea que va desde Milton hasta los románticos, de allí a Baudelaire: porque no es que Dios haya muerto, según el tópico tan maleable, tan pesado y enojoso; el problema es que Dios se convierte en poco carismático. Sin morir, Dios enmudece en el escenario moderno porque va siendo lastrado de carisma. Va perdiendo el aura. Y al final evidentemente es un personaje que es incapaz de concitar ese entusiasmo, esa ilusión e indagación que sí concita el rey simbólico de las fuerzas oscuras, con el cual el hombre es capaz de identificarse porque está indagando sus propias fuerzas oscuras.