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De domingueros demonios

Por 21 de enero de 2008 Sin comentarios

Xavier Velasco

Las del domingo suelen ser tardes tristes y añorantes. Para quienes gustamos de hacer de la añoranza un deporte de alto rendimiento, ello también es una oportunidad de visitar abismos poco frecuentados. Visitarse. Zarpar saudade adentro, navegar el recuerdo de domingos que no parecieron domingos. De manera que ahora, cuando menos me da la gana que sea el día que es, lanzo conjuros a la televisión y acabo castigándola sin sonido. En la pantalla está Venus Williams, que es una bailarina dando un grand jeté al ritmo de la música que invade totalmente la habitación.

     Hace un rato apareció Roger Federer. Decía que le gusta jugar el quinto set, sobre todo porque muy pocas veces llega hasta allá, y al hacerlo puede recolectar información de gran valor sobre sí mismo. Conocerse en situaciones extremas, acreditar sus límites y buscar la manera de extenderlos. Vive uno a veces la tarde del domingo como Federer su más reciente quinto set, un par de días atrás. Setenta y ocho minutos, para un total de cuatro horas y media. Engaño a la saudade dominguera revisando estadísticas de Nadal y Federer. Ha sido gracias a ellos que a varios nos volvió la pasión por el tenis, de la que un día Pete Sampras nos echó a golpes de aburrimiento puro.

     Hace un ratro vi el juego de Nadal, ahora comienza apenas el de Federer. No he querido perderme el sonido del primero, pues al cabo de cuatro raquetazos vivo cada pujido como si fuera mío, situación que se intensifica notablemente si quien juega es María Sharapova. El problema es que no soporto a los locutores, que amén de distraer mi atención con gringadas gaznápiras, tienen voz de domingo. Se diría que intentan hablar al oído del patriarca cervecero que eructa complacido frente a la pantalla. Uno de ellos, el famoso Bud Collins, acapara de pronto la pantalla, mientras atrás Federer está a un punto de quebrarle el servicio al checo Tomas Berdych. Subo el volumen de la televisión pensando solamente en insultar a los dos locutores atorrantes que entrevistan a Collins a media jugada.

 

     Federer se equivoca más de una vez. Pierde el servicio pronto en el segundo set y más tarde, en la muerte súbita, cae hasta 2-5 y ya los locutores se preparan para defenestrarlo. El insufrible Collins vaticina que la caída de Federer "será una buena noticia para el tenis". Dos minutos después ya cambian de opinión porque Federer ha resistido dos set-points en contra y regiamente se hace con el segundo set. Federacity, llama ahora Collins oficiosamente a la cualidad de "estar siempre en el lugar y el momento preciso". Justo cuando me armaba de la federacidad suficiente para callar de nuevo a los locutores, irrumpe en la pantalla un comercial que en sesenta segundos hace pedazos la melancolía del domingo. No sé si esta sonrisa se deba a un buen recuerdo o a que me acaban de vender un jeep.

     Hace ya muchas horas que en Melbourne se acabó el domingo, pero son diecisiete las que nos separan. Cuando Federer remata el tercer set y avanza a cuartos de final, son ya más de las once. Miro atrás y descubro que el domingo termina de rendirse. El jeep de Roger Federer me ha dejado tomar un atajo tan sorprendente como esas bolas de ángulos imposibles que solamente el suizo sabe aterrizar y tal vez sólo Nadal le devuelve. Para el domingo próximo en Melbourne -sábado por la noche en México- habrá un nuevo campeón del Abierto de Australia, y muy probablemente será el mismo. Luego vendrá el domingo mexicano: a ver qué jeep lo saca a uno de ahí.    

   

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Xavier Velasco

Xavier Velasco entiende la novela como un juego inocente llevado por placer hasta sus más atroces consecuencias. Sintomáticamente, dedica las mañanas a meterse en problemas por escrito y las tardes a intentar resolverlos brujuleando entre calles y avenidas de la siempre auspiciosa ciudad de México. Disfruta especialmente de la amistad perruna, el olor de la tinta y el alquiler de scooters en ciudades psicóticas. Obtuvo en 2003 el Premio Alfaguara de Novela por Diablo Guardián y es autor de Cecilia (novela), Luna llena en las rocas (crónicas de antronautas y licántropos, Alfaguara, 2005), El materialismo histérico (fábulas cutrefactas de avidez y revancha, Alfaguara, 2004) y la novela de infancia Este que ves (Alfaguara, 2007). En su blog literario La leonina faena (www.xaviervelasco.com) afirma: "Nadie puede decir que una novela es suya si antes no se le ha dado por entero".

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