
La edad de la punzada
Xavier Velasco
Esta es la historia del peor alumno del colegio. Corrección: de la historia del colegio. Con casi catorce años, unos cuantos apestados sociales por amigos y el boletín de calificaciones constelado de círculos rojos, nuestro protagonista sobrevive a un instituto sólo-para-varones soñando a toda hora en esas vecinitas a las que nunca ha osado saludar.
Si otros inadaptados no saben lo que quieren, él lo tiene tan claro como su timidez: una moto y una chamarra negra. Decidido a contradecir al retrato embustero del niño con su afgano que preside la sala de su casa, el narrador busca la mejor fórmula para fabricar pólvora, combate a sus vecinos con un rifle de diábolos y bombas incendiarias, roba huesos en sus visitas al panteón, acaba con los nervios de dos padres querúbicos y de paso se deja enardecer por toda suerte de antojos secretos.
Esta novela cuenta la historia de una de esas adolescencias en picada donde todo parece salir mal, en medio de una prisa por vivir que invita a acelerar y cerrar los ojos, hasta que cualquier día se despierta en lo hondo de un auténtico infierno para adultos: allí donde la risa es un mero recurso de sobrevivencia.
1. ¿Yo campeón?
Octubre 31. No ha dado el mediodía y sospecho que ya es noche de brujas. Vamos todos en una doble fila, escaleras arriba hacia el Salón de Actos. Somos casi doscientos, repartidos en cuatro salones. En el B, que es el mío, soy el cuarenta y nueve de la lista. Es decir, el penúltimo. Sólo que hoy no serán los maestros titulares, sino el director de la secundaria -decimos que es el Bóxer, por esa jeta chata de perro asqueado y bravo- quien nos pasará al frente, de uno en uno, para entregarnos El Boletín: esa triste libreta que apenas con dos meses en el segundo año ya habla tan mal de mí. Tampoco va a llamarnos por orden alfabético, si como es la costumbre en estas solemnísimas ocasiones, comenzará por los peores alumnos, de forma que al final los mejores reciban un aplauso. Cuando menos así lo explica él, pero yo estoy tan cerca de saber la verdad que me crece el vacío en el estómago no bien el Bóxer hace su espeluznante entrada y alza la voz delante del rebaño:
-¿Sagrado Corazón de Jesús…?
-En vos confío.
-¿San Juan Bautista de La Salle…?
-Ruega por nosotros.
-¿Viva Jesús en nuestros corazones…?
-Para siempre.
-Sentados.
En momentos como éste, los rezos de rigor suenan como las órdenes al pelotón de fusilamiento. Yo apenas si los oigo, algo me dice ya que mis nervios de punta son los del infeliz que está solo entre paredón y pelotón. Hago cuentas: de las once materias debo de haber tronado cinco, cuando menos. Podrían ser hasta siete, justo los días que faltan para que cumpla los catorce años.