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Simetrías falaces (2)

Esta diferencia en la matriz es irreductible, y el cómputo de los crímenes de uno y otro bando no la convierte en modo alguno en variable de poco peso. Y quisiera estar convencido de que, en un fuero que no consiguen erradicar, los mismos defensores de la tesis contraria sienten que la dignidad está del otro lado. Digo "quisiera estar convencido", porque ciertamente no estoy seguro de estarlo, es decir: no estoy seguro de que sea apodíctico el argumento kantiano de que hasta para enarbolar banderas contrarias a la razón y a la dignidad, el hombre está obligado a hacer cómputos racionales y a responder a una provisión mínima de moral y de confianza en la moralidad del otro (recuérdese el apólogo sobre la petición de dinero en base a la simple palabra).

Estoy tanto menos seguro de lo anterior cuanto que, en mi propio entorno, escucho argumentos que homologan lo que significó el comunismo y lo que significó el fascismo o el franquismo. Se homologa, en suma, el fracaso para el ideal emancipador que suponen los campos de Siberia, al triunfo para el proyecto reductor de toda emancipación que suponen los campos de Petain, o la plaza de toros de Badajoz. Se homologa, en suma, en función de un imposible monto objetivo de mal y dolor, haciendo abstracción de que para el ser humano todo (dolor incluido) pasa por la criba de una interpretación, y que no es lo mismo el mal en que se abisma el ideal de libertad que el mal generado por el deseo de ahogarla.

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6 de marzo de 2008
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Hillary: 22 de abril o 29 de junio

Hillary Clinton se ha recuperado en las primarias de Tejas y Ohio. Ha demostrado que gana en los Estados grandes, que son los decisivos para la presidencial del 4 de noviembre. Sin embargo, el gran triunfador de este segundo supermartes ha sido John McCain que se ha convertido en el candidato republicano único, con lo que les saca ventaja a los demócratas que aún siguen en la pelea pues desde ayer se puede empezar a concentrar en las elecciones de noviembre. Por eso Clinton, que va aún por detrás de Barak Obama en número de delegados, tendrá que tomar una decisión sobre si seguir en liza o renunciar. Aunque las primarias van hasta el 7 de junio (Puerto Rico), si en la próxima gran cita de Pennsylvania, el 22 de abril, no adelanta a Obama, la primera mujer con posibilidades de llegar a la Casa Blanca debería renunciar en aras de las posibilidades del primer negro.

Si no lo hace, y si ninguno, como ya parece imposible, logra los 2.025 delegados necesarios para ganar la nominación, la pugna puede llegar hasta la Convención demócrata en agosto en Denver, y, según cómo, facilitar la victoria de McCain. De aquí a entonces, la carrera se podría tornar en pelea entre Obama y Clinton si se le añade el problema, que la candidata ha empezado a esgrimir, de cómo contar los 366 delegados de las primarias de Florida y Michigan, que le favorecen pero que la central del Partido Demócrata había considerado nulos al celebrarse en una pronta fecha no autorizado. Pueden ser decisivos.

Como bien analiza Michael Tomasky en un artículo titulado "Un posible superproblema" en  el último número de The New York Review of Books, el partido demócrata podría optar por no contar esos delegados -para frustración de unos votantes en un Estado como Florida que se ha demostrado clave en las últimas elecciones- o repetir las votaciones en forma de caucus, y ya no de primarias. Sólo tiene hasta el 29 de junio. Pues a partir de entonces, la decisión se tomará ya no desde el Comité de Reglas, dependiente del Nacional, sino del Comité de Acreditaciones de la Convención, que parecen dominar clintonianos y que debería aceptar o rechazar a esos delegados de Florida y Michigan.

En todo caso, los llamados superdelegados, 796 notables del partido, van a pesar probablemente menos de lo que es especula. Como ha indicado la presidente demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, para la cual "sería un problema para el partido si el veredicto fuera diferente del que el público ha decidido". Es decir que los superdelegados acabarán por plegarse a la voluntad mayoritaria de los delegados. De otro modo, la derrota de cualquiera fuese el candidato demócrata estaría garantizada.

¿A quién preferiría enfrentarse McCain? Pese a lo que indican los sondeos en la actualidad, es muy posible que a Obama, por ser un valor nuevo, y porque no se le ha examinado aún con lupa, mientras que a la dura Clinton ya se le han sacado todos los trapos sucios posibles, y los ha superado.

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6 de marzo de 2008
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La idiosincrasia dual

La adhesión a un partido ha dejado de coincidir con el compromiso militante. Ahora todo es más laxo y vagoroso.

/upload/fotos/blogs_entradas/sealdetrafico_med.jpgSin embargo, en nuestra España, la partición entre derechas e izquierdas se ha instalado como una idiosincrasia secular que acaso sólo encuentra correspondencia en los pares de marrajos y californianos en la Semana Santa de Cartagena o en las rivalidades Madrid/Barça de toda la eternidad. La dicotomía es, de una parte, hermosa y, de otra, pesadísima. Es hermosa  en cuanto proporciona fácilmente una acalorada conversación, propicia la identidad más rápida y ayuda a creerse con alguna causa concreta. Pero es también una formidable tabarra cuando muestra la dificultad para escapar de ella.

Todos los debates políticos televisados tendrán un ganador y un perdedor inequívoco de acuerdo a esta adscripción idiosincrática. Así que el debate, a despecho de la expectación que convoca, no enseña nada nuevo puesto que de antemano la investidura del discurso se aprecia y escucha como un fuerte ropaje de piedra inseparable de la condición partidaria del candidato. No hay más que leer los titulares de los periódicos al día siguiente de la confrontación para constatar que unos por aquí y otros por allá se han ahorrado cualquier reflexión libre a propósito de la liza televisada. La crítica negativa existe pero se concentra abusivamente en el otro. De este modo no sólo el debate, donde no se intercambian argumentos sino agresiones, parece inútil, también carece de utilidad la lectura de los comentarios y hasta la existencia misma de sus soportes.

Esta sociedad española ha fraguado en derechas e izquierdas de toda la vida y a la manera de una maldición histórica que como a Lot ha convertido en  materia estatuaria la inteligencia y a la emoción en un duopolio que se reparte entre lo mío y lo tuyo, lo blanco y lo negro, sin importar el tono, la pinta, la dicción o la  posible idea (¿innovadora?) de una maciza  facción. 

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6 de marzo de 2008
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La belleza, la voz, la vista

Escuchar una ópera nos permite imaginar la imagen de los componentes del drama como gustemos. Había escuchado algunas veces la ópera "La Gioconda", del casi olvidado Ponchielli. Con momentos tan famosos como el aria de "Cielo y mar", que ahora da título al nuevo divo de los tenores, el mexicano Rolando Villazón. Un cantante exuberante, poderoso, comunicativo y buen mozo. De la Gioconda también conoce todo el aficionado a la música o al ballet, la llamada "Danza de las horas". Además está el sufridor personaje central, la enamorada, apasionada y buenísima chica, esa cantante callejera, hija de una ciega, que está enamorada de uno que no la ama. Un dramón de Arrigo Boito, a partir de una obra de Víctor Hugo. Todo muy del gusto del pasado siglo. Pero la belleza de la música, además de la hermosa danza, ha permitido que esta incomprensible historia- como tantas de la ópera- siga siendo muy representada, muy querida y muy bien aceptada.

Hay un personaje que enamora al protagonista, al tenor de "Cielo y mar" que daría la fama al español Gayarre, es la bella y malcasada, Laura. Una mujer muy hermosa, una mujer atrevida por la que se provocan todas las desgracias de la obra. Siempre la imaginamos muy hermosa, capaz de seducir al bello y aventurero Enzo, a ese del que está fatalmente enamorada la Gioconda. Una mujer por la que uno estaría dispuesto a algunas locuras.

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Con esa imagen idealizada fui al Teatro Real. Más bien, con esa ingenuidad, porque ya tendríamos que estar acostumbrados, a nuestros años y nuestras óperas, que una cosa es la voz y otra el cuerpo, una la realidad otro el deseo. Todos tenemos claros ejemplos de físicos que se contradicen con las pasiones que desatan en el escenario. Es un componente habitual de ese tinglado que es una ópera. Lo sabemos, y sin embargo nos decepcionamos.

La cantante que representa Laura, por decirlo discretamente, está en las antípodas de lo que uno entiende como arrebatadora belleza. Incluso lo que uno entiende por belleza. Aún diría más, lo que uno entiende por pasable. Es muy pequeña- unos señores que parecían muy serios detrás de mi fila, cada vez que entraba en escena decían: "¡ya viene el tapón!"- tirando a bastante gorda y con un físico poco agraciado. De voz estupenda pero cuando se abrimos los ojos es difícil dar crédito a que esa señora despierte tantas pasiones. En fin, tendrá mucha belleza interior. La ópera, que es representación en vivo y directo, ¿no debería cuidar más sus repartos? Ya se que la belleza es subjetiva, pero no tanto. A veces es mejor no ver. La imaginación tiene más posibilidades. La realidad suele ser más fea.

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5 de marzo de 2008
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"Tags"

Me conecto a la revista Ñ (del diario argentino Clarín) y lo primero que veo son las «clave del día». En el momento de mi conexión: Harry Potter, Martin Amis, 250 reescrituras, Adolf Hitler, Alfaguara de novela, Alfiles de Leonardo, Ansiedad periodística, Antisemitismo nazi, Arte a domicilio.

Estas clave del día son los «tags», una palabra que tiene varios significados en español. En este caso no se trata de un «trastorno de ansiedad generalizada» sino de una «etiqueta», una palabra cuyo sentido se vincula de manera tan honda con un contenido que se utiliza en la búsqueda de su contenido. En el momento de mi conexión lo mejor era esta extraña mezcla de novelas para adolescentes y dictador nazi, ansiedad profesional y premio literario.

/upload/fotos/blogs_entradas/orfee_1_med.jpgEs una poesía. En su película Orphée (1950), Jean Cocteau utilizaba el recuerdo de los recados mandados por radio desde Londres a la resistencia contra las tropas nazis en Francia para crear una poesía extraña. Una voz firme pero neutral diciendo «las hormigas amanecen temprano, repito, las hormigas amanecen temprano; El tío Paul busca ranas, repito, el tío Paul busca ranas; la primavera es de segunda mano, repito...»

Es la misma poesía que ofrece Internet, donde las categorías o secciones desaparecen poco a poco frente a los «tags». Vemos así un diario Clarín obsesionado por el fútbol: CB Metropolitana, Barcelona, Berlocq, Boca, Cañas, Liga Nacional, Racing, River. El Tiempo de Bogotá, que vive su crisis y poco más: Joaquín Gómez reemplaza a 'reyes', computador de reyes, wok, OEA diplomacia de Uribe, ofensiva diplomática ecuatoriana, denuncia ante la CPI, consejo de estado, Fidel Castro y la crisis con Ecuador , temblor en Cali, rompimiento de relaciones con Ecuador, cierre de frontera de Venezuela. Pero tampoco El Nacional de Caracas mira en otra dirección: Colombia, Nueva York, Uribe, neumococo, rehenes, vacuna, canje humanitario, funeral, inseguridad, accidente aéreo, Heath Ledger, tarjetas, Raúl Reyes avión, FARC, Mérida, Venezuela, Chávez, MSDS.

Busco un sitio que ofrezca un mundo más suave: amor, honor, sueño, descanso, arte,...

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5 de marzo de 2008
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Simetrías falaces

En España debatimos hoy sobre la llamada "memoria histórica" y, en la polaridad que el asunto ha provocado, cada parte intenta cargarse de razón poniendo sobre el tapete el monto de vejaciones infringidas a poblaciones inocentes por el bando contrario, incluidas detenciones arbitrarias, torturas y pases por las armas. Estoy seguro que en relación a los hechos empíricos cada parte tiene razón, y que incluso se hallan homologadas respecto a las interesadas exageraciones. Y sin embargo soy de los que toma partido, con todos los matices que se quieran, pero partido. Como hubiera tomado partido a la hora de posicionarse respecto a la Revolución Francesa, y siempre en defensa de la misma, aun ante la evidencia del Terror.

Para la persona motivada a la hora de actuar por los objetivos liberadores que eran la esencia de la Revolución Francesa, el verse abocado al Terror constituía una tragedia, esperada o inesperada, pero tragedia, y hasta la prueba de una radical impotencia. Pues en la matriz de la Revolución Francesa se encuentra el deseo de conferir veracidad social e histórica a la idea moral de convertir a todo ser de razón en efectivo objeto de ese respeto al que me he venido refiriendo. En consecuencia, toda acción que ofendiera a la persona, concretamente todos los actos de abuso o de gratuita subordinación, que efectivamente se daban, suponían (por la impotencia a evitarlos) un trágico fracaso: fracaso de los ideales de libertad y en consecuencia fracaso de lo más noble. Pues bien:

Me atrevo a decir que algo análogo sucedía en los años de nuestra República y de la Guerra Civil. La República era signo de que los débiles de España alzaban la cabeza en busca de la recuperación de su dignidad, sin la cual no cabía dignidad social para el pueblo español. Y cuando este proyecto tiene algún viso de parcial realización, otras cabezas se alzan, objetiva y subjetivamente motivadas por el imperativo de impedir que tal dignificación fuera posible.

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5 de marzo de 2008
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Sexagenarios en fuga

El número de divorcio de matrimonios de mayores de 60 años ha sido considerado espectacular en la última década española. De una parte parece comprensible que muchos se hayan hartado, tras decenios de resistencia, de la convivencia repetida pero otros han añadido a esta cruz la sensación de que todavía no ha terminado todo. No ha terminado la opción de vivir, ida, especialmente.

Algunos protagonistas se atribuyen un suficiente porvenir que pretenden  orientar hacia otras ilusiones de libertad y compartir esa peripecia con nuevas personas. Al fin y al cabo, si un buen número de sexagenarios abandona a su pareja histórica la oportunidad para nuevos enlaces aumenta inmediatamente.

Un actual anuncio en la televisión (referido ¡al metro de Madrid!) muestra  los preparativos de una boda en el campo y juega con el equívoco de quién es realmente el novio. O este señor de unos cuarenta años que se calza el chaqué ayudado por su padre o, como se revela al final, el anciano padre que con unos 90 años se acerca a una novia que le espera con el ramo de flores y una fisonomía octogenaria. Con tal pretexto nupcial el spot nos dice que en la vida hay muchas paradas y que el metro de Madrid ofrece una parada para cada uno. Una parada y una chorrada.

El malestar que crea este desafortunado anuncio proviene de la boda necesariamente grotesca y que en lugar de lucir como una oportunidad de vida adicional despide un tufo de últimas voluntades. ¿Se trata de algo parecido con las bodas de sexagenarios? Más o menos. Porque ¿casarse de nuevo? ¿reproducir la vieja y desvencijada fórmula en la que se vivió hasta la hartura?

Más bien cabría pronosticar que precisamente la población que se separa a los 60 años es la pionera de una sobrada experiencia que proclama la inconveniencia de casarse. No lo dicen ya legiones juveniles que descreen de las instituciones sino cohortes de personas experimentadas, necesariamente instruidas en esta materia y que, cargadas de razones profundas, descalifican el beneficio del matrimonio.  La boda fue un rito y un mito. La boda nos embotaba: nos metía en el bote a los hombres y abotargaba la pasión de las mujeres. El modelo tradicional reproducía, más o menos, estos efectos repetidos. Prácticamente nadie escapaba a ellos pero faltaban pruebas rotundas de su desolación total.

La estampida de los mayores de 60 años con 30 o 40 años a las espaldas expresa los soterrados padecimientos de la relación, hasta ahora silenciados en nombre de la veneración casi sagrada al vínculo. Las rupturas masivas en la tercera edad proclaman el principio de una gran transformación porque no se trata ya de la renuencia a comprometerse con el ser amado sino de la denuncia de los males del compromiso y tanto más nefasto cuanto más prolongado, asiduo y envejecedor se hizo en medio de la penitencia, la represión y la degradación desde ambos lados.

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5 de marzo de 2008
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A propósito de ‘Lost’: de la vida como sufrimiento dulce

Volvió Lost.

Debería convertir el punto y aparte previo en punto final. ¿Qué decir al respecto que no sea obvio, o redundante? Todo aquel que no viva dentro de un envase de Tupperware sabe ya -los medios se encargaron de la campaña de vacunación masiva- que esta semana arrancó la cuarta temporada de la serie en Latinoamérica, emitida por el canal AXN. La transmisión de las primeras temporadas por canales abiertos logró convertir en adictos hasta a los escépticos. Tan sólo en Buenos Aires somos cientos de miles los que vivimos dentro del Lost-universo, angustiándonos semana tras semana por la coexistencia de microuniversos virtuales, definidos por las temporadas que estamos viendo en tiempo presente. Aquellos que consumen a destajo las viejas temporadas miran como a vates u oráculos a aquellos que estamos casi al día, con los mismos ojos desencajados con que nosotros recelamos de aquellos que ya han visto parte de la cuarta temporada en los Estados Unidos, o se han bajado esos capítulos iniciales de internet.

El deseo de ver más, de saberlo todo, es en efecto un sufrimiento, pero se trata de un sufrimiento dulce. Mientras se emitía este capítulo inicial de la cuarta temporada y las preguntas empezaban a desbordar mi cabeza (¿por qué habla Hurley de ‘los Seis del vuelo de Oceanic?; ¿es que salieron tan sólo seis?; y si tres de esos seis son Hurley, Jack y Kate, ¿quiénes son los otros tres?; ¿quiénes se quedaron en la isla?; ¿quiénes murieron -porque alguien debe haber muerto, sin duda alguna?), no podía dejar de sentir asombro ante mi propia disposición al viaje. Los mismos medios que me venden el fenómeno Lost a toda hora -vendiéndolo como venden todo, tan sólo porque lo consideran llamativo, ubicuo, taquillero: la mercancía del momento- son los que tratan de convencerme semana a semana de que somos un público estructurado, saturado de casi todo, dispuesto tan sólo a reaccionar ante estímulos prefijados por estudios exhaustivos, en la medida en que sólo deseamos más de lo mismo, una papilla predigerida, concebida para tranquilizarnos: placebo electrónico. Y sin embargo, semana tras semana, Lost nos enfrenta a un discurrir que se parece mucho -¿demasiado tal vez, para temor de muchos?- a la vida misma.

Cada interrogante entraña un camino hacia su resolución que termina abriendo nuevos enigmas -como la vida misma. Es verdad que buscamos una respuesta última, definitiva, que lo contenga todo, pero el tiempo nos sugiere que tal respuesta no llegará nunca -como ocurre en la vida misma. Y aunque la intuición de que el saber totalizador, esa Consciencia Absoluta de la que hablaba ayer a cuento de Saul Bellow, no formará parte de esta existencia nuestra (o de esta temporada, cuanto menos), no dejamos de ansiar, de desear, de buscar -como ocurre en la vida misma.

Lo que amo de Lost es que -a diferencia de lo que ocurre con la inmensa mayoría de las películas, de las series, de las novelas de hoy, que nos imaginan estúpidos y nos pretenden anestesiados- nos reconcilia con la idea de que es inexorable vivir en la incertidumbre, en la inquietud permanente. Porque la vida es aquello que nos ocurre mientras estábamos haciendo otros planes, como escribió John Lennon poco antes de morir. ¿O debería decir: antes de escapar de la isla?

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5 de marzo de 2008
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El desnudamiento

Rafael Argullol: La máscara guarda unas de las simbologías más ricas de lo erótico porque implica esa esencia de juego, lúdica, que está tan estrechamente vinculada a Eros.

Delfín Agudelo: El lenguaje amoroso está en constante sintonía con el lenguaje erótico. Así como el cuerpo se viste y desviste en actitud erótica, también el lenguaje tiene capas que lo evidencian o camuflan como lenguaje erótico.

R.A.: Haría una comparación entre el intercambio corporal y el juego desnudo-vestido en lo erótico con el lenguaje: la comunicación verbal, desde la más directa y utilitaria, hasta la que implicaría la gran poesía amorosa, exige continuamente el juego del desenmascaramiento. Eso es muy importante: fijémonos en el propio mito de la expulsión del paraíso, en la Biblia. A Adán y Eva se les obliga a vestirse, hasta entonces estaban desnudos. Pero esa desnudez siempre me ha parecido aerótica; la ingenuidad, la inocencia y el aerotismo era lo que dominaba en el paraíso perdido. En el momento en que son expulsados y a vestirse, y a sentir la vergüenza respecto a la desnudez, entonces empieza la historia erótica: el juego entre el desnudo y el vestido. Haciendo un paralelismo, la historia del lenguaje—y específicamente la del lenguaje amoroso— también empieza en ese momento. Adán y Eva, antes de ser expulsados, no tenían nada que decirse eróticamente. Empiezan a tener qué decirse una vez han pasado las puertas del paraíso y han sido expulsados. Empieza el juego del desnudamiento y el revestimiento, que es el juego erótico por excelencia. Por esto no tiene el menor interés para lo erótico el lenguaje pornográfico más explicito, o en un terreno científico el lenguaje sexológico. La sexología es productora de antierotismo, porque lo que hace es desnudar sin vestir. Es convertir ese juego de luces y sombras en algo excesivamente focalizado, de manera que no queda ningún enigma ni forma de sombra. Hay algo que acerca al sexólogo, al pornógrafo y al ginecólogo: esa total ausencia de juego de luces y de sombras. Y en los tres casos, no hay ningún tipo de lenguaje erótico, y ya no digamos de poesía.
 

                    

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5 de marzo de 2008
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III. El polvo elemental que nos ignora…

/upload/fotos/blogs_entradas/medico3_med.jpgEl héroe de Héctor Abad Faciolince en El olvido que seremos, es un médico que desde joven quiere hacer de su profesión algo más que un ejercicio liberal, para beneficio de los más pobres y necesitados, y que se convierte luego en un defensor de los derechos humanos en un país en donde semejante condición ha representado desde hace décadas una sentencia de muerte.

Tentación de martirio, activismo frenético, el desborde un sentimiento moral elevado que lo lleva no pocas veces a padecer de ingenuidad, y en sus momentos de vanidad, hasta la vanidad viene a ser ingenua. El hijo busca los resquicios por los que pueda colarse el lado flojo del padre, temerario porque es capaz de compadecer a los demás.  Y la compasión, escribe el hijo, no es sino esa facultad tan escasa en los seres humanos de situarse en el lugar del otro, escasa y rara facultad que no pocas veces llega a costar la vida.

Pero por esos resquicios no se cuela sino la esencia misma del personaje singular que el día que van a matarlo, ha copiado a máquina un poema de Borges que será encontrado en uno de sus bolsillos: ya somos el olvido que seremos. El polvo elemental que nos ignora...En el mismo bolsillo en que lleva la lista de amenazados de ese día, comunicada por los barones de la muerte a una emisora de radio, y en la que figura su propio nombre.

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5 de marzo de 2008
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El Boomeran(g)
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