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El anonimato y la muerte

La revista digital Smith, alimentada casi exclusivamente por minibiografías de personas anónimas, pretende promover a la gloria  lo desconocido y manifestarse como una maniobra de  subversión.

Ser actualmente un desconocido parece parte de lo insufrible. Parte de lo peor que se puede ser puesto que el ser pero el no estar forman un monstruo, o una criatura imposible.  Pero ¿cómo hacer depender el ser personal, la minibiografía  de un Gran Ojo público, electrónico, digital?

Hasta ahora mismo bastaba una determinada mirada. ¿Será necesario, en adelante, una cámara? Resultaba hasta ahora suficiente un amor vecino y entrañable, ¿será necesario, en adelante, una admiración distante, imposible de engastar, fuera de los límites de la familia, el barrio, la amistad o la compañía?

La mirada cercana nos acercaba al corazón, tanto al órgano del otro como a la organización y el organismo propio. La mirada distante nos extrae el corazón sangrante y lo lanza, tratado cosméticamente, al circuito de la mercancía luciente.

La mirada cercana tiene, sin embargo, algún nombre pero la mirada distante es progresivamente la del público indefinible. De este modo, el círculo se cierra en forma de paradoja. Se desea salir del anonimato mediante la exposición pública y general del smithmag.net  y se alcanza el resultado de ser acaso contemplado por una pupila tan  amplia como anónima que plasma la nebulosa de la ceguera sobre nuestro anhelo de publicidad radiante.  

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11 de marzo de 2008
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Árabe globalizado

Hoy inicia sus emisiones por satélite y por cable el canal de televisión de la BBC en árabe. Al principio sólo emitirá 12 horas al día, pero la idea es llegar a 24 en unos meses, con, naturalmente, una mejor página web. El servicio en árabe de radio es el más antiguo y el mayor en lengua extranjera de la BBC. La British Broadcasting Coporation sale ahora así a competir directamente en las pantallas con Al Yazira, el canal más influyente de televisión en el mundo árabe.

Aunque el árabe se escribe en todos los lugares de igual modo -y los musulmanes sólo recitan en Corán en árabe, lo que da a esta lengua un auténtico alcance global- cuenta con numerosos dialectos y se pronuncia de manera diversa. Tanto que quien realmente ha unificado el árabe hablado ha sido Al Yazira en unos pocos años. Al principio, cuando nació desde Qatar en noviembre de 1996, no todos la entendían, pero poco a poco ha logrado imponerse y conformar un árabe hablado homogéneo, algo así como el "BBC English" o en "CNN English" para el inglés.

Al Jazzira es la televisión que más temen casi todos los gobiernos de la zona pues es la de mayor audiencia en informativos, con un tono a veces radical bajo una presentación muy profesional y occidental, entra por satélite, y no la controlan. Tanto que en una reciente reunión, en febrero, impulsados sobre todo por Arabia Saudý y Egipto, una mayoría de los 22 países de la Liga Árabe aprobó una carta para permitir sólo la emisión de programas y canales "conformes con los valores éticos y religiosos de la sociedad árabe". No nombraba a Al Yazira como tal, pero era claramente el destinatario de estas medidas de censura, y apelaba a los gobiernos a revocar los permisos de trabajo de los empleados de medios que violaran estas regulaciones.

Si el servicio mundial de la BBC Televisión se va a emitir en árabe, hace un tiempo Al Yazira dio el paso de emitir también un canal en inglés, pues sabe que esa es la lingua franca de la globalización.

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11 de marzo de 2008
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Indiferencias israelíes

Poco importa que el presidente palestino Abbas haya interrumpido las conversaciones de paz tras el ataque y la masacre israelí en Gaza, o que las fuera a reanudar y que el asesinato por Hamás de ocho israelíes en una yeshiva en Jerusalén o sus represalias las imposibiliten. Pues la indiferencia se ha apoderado de los israelíes a este respecto. No creen ya en ningún posible proceso de paz, y lo ocurrido en la franja y en Jerusalén les ratifica en esta actitud.

Olmert está a la cabeza de un Gobierno israelí débil, que usa la fuerza contra Hamás en Gaza de manera tan desatinada como lo hizo contra Hezbolá en Líbano (error que puede repetir), alimentando el nexo entre ambos grupos. También Abbas está al frente de una Autoridad Palestina que Estados Unidos rearma pero que, salvo en el nombre, ha perdido su autoridad. Es cuestionado entre los suyos, Gaza está en manos de Hamás (y sometida por ello a un indecente, además de ilegal, castigo colectivo) y el ataque contra la franja, que Israel parece querer proseguir hasta derribar la administración de Hamás allí, no sólo no le favorece sino que puede haber generado otra cadena de violencia.

En Cisjordania, Hamás parece haber desaparecido, pero es una ilusión óptica. Sus militantes han guardado sus gorras negras a la espera de tiempos mejores, pero Hamás, que ganó limpiamente las elecciones parlamentarias en 2006, está muy presente. La insensata estrategia americana (y europea) de apoyar a Israel en el aislamiento y asfixia de Hamás y de Gaza no ha dado resultados. Aunque no parezca correcto decirlo después del atentado de Jerusalén, alguien tendrá que acabar hablando con el movimiento violento que Israel impulsó en su día contra Arafat. Sin Hamás, ninguna paz es ya posible. Pero la UE se ha colocado en una situación imposible para cumplir este papel que, por su parte, la Administración Bush rechaza de plano. Habrá que aguardar, si acaso, a un nuevo presidente en Washington, sin esperar nada del proceso de Annapolis, que nació imposibilitado sin Hamás, sin Gaza y sin ganas. Hoy, además, se vuelve a hablar de la posibilidad de desmembración de Palestina (Cisjordania para Jordania, y Gaza para Egipto).

En vísperas del 60º aniversario de la creación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948, cabe constatar que los israelíes han ganado la guerra, la larga, aunque quizás no se hayan percatado de ello. Sus asentamientos en territorios ocupados siguen avanzando. Israel ha sido reconocido de hecho por la Liga Árabe y muchos de sus miembros. Irak no es ya una amenaza, aunque sí un caos. El terrorismo no ha desaparecido de Israel, pero ha quedado disminuido. Pese a lo ocurrido en Jerusalén o los cohetes caseros Kassam disparados desde Gaza, pocas veces Israel había vivido tan seguro, lo que le pone en una posición novedosa de cara a una paz que no parece ya interesarle.

Otro elemento que ha cambiado en las profundidades de la sociedad israelí es el rechazo a sacrificar más vidas de los suyos en operaciones militares. De hecho, fue este cambio el que llevó a los israelíes a retirarse de Líbano en 2000, y que reapareció en la guerra contra Líbano de 2006 o ahora en la operación contra Gaza.

Por otra parte, el reciente Cuarto Diálogo de Medios UE-Israel celebrado en Tel Aviv ha puesto de manifiesto algo que no gusta a los israelíes: que su conflicto con los palestinos haya perdido importancia relativa, al menos para los europeos, frente a otros como Líbano, Afganistán e Irak en los que están implicadas fuerzas de esos países. Los israelíes consultados consideran que es muy importante que el suyo sea percibido como central para seguir asegurándose el apoyo de EE UU.

Quizás esta nueva seguridad encontrada influya a la hora de magnificar la amenaza existencial que ven algunos israelíes en un posible Irán con armas nucleares, y la conexión siria. Israel se ve como un Estado que, dado su tamaño, puede ser destruido con una sola bomba atómica (one bomb state). Pero sobre todo, piensan algunos expertos, de tener armas nucleares, Irán sería capaz no ya de lanzarlas a Israel sino de entrar en una "guerra de desgaste" contra el Estado judío. "Irán debe detener su programa pues de otro modo no sabemos lo que podríamos hacer", señalan. Ante este reto, "Israel se siente solo". Pues Bush ya no dispone de todas las opciones posibles después de la forma en que invadió Irak. Olmert, señalan estos expertos, no quiere pasar a la historia como "el dirigente bajo el cual se ha nuclearizado nuestro mayor enemigo". Una actitud que no les deja, ni puede dejarnos a los demás, indiferentes.

Publicado en El País, 10 de marzo de 2008

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11 de marzo de 2008
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Cuando calla el cantor

Silvio Rodríguez volvió a Managua por última vez, porque ha declarado que su vida de conciertos por el mundo llega a su fin. Pero no fue una actuación más. Se despidió de otra manera frente a los miles de espectadores que llenaban el predio de espectáculos del casino Pharaos, muchos de ellos sandinistas fieles a Daniel Ortega, y otros muchos sandinistas disidentes, nostálgicos en todo caso de los tiempos pasados. Los tiempos cuando Silvio vino a cantar su Canción urgente para Nicaragua en el concierto Abril en Nicaragua por la Paz en Centroamérica, en la Plaza de la Revolución, año de 1983, en plena guerra. Estaban en el escenario todas las luminarias de la canción latinoamericana: Amparo Ochoa, Daniel Viglieti, Mercedes Sosa, Chico Buarque, Carlos Mejía Godoy...tiempos que no volverán.

Al final del concierto, todos los nostálgicos reclamaron a Silvio que cantara Canción urgente para Nicaragua. Pero se negó. Crecía el coro. Volvió al escenario, y se acercó al micrófono. "No la recuerdo", dijo, lo que era ya bastante, un olvido de aquel tamaño. Pero antes la insistencia, agregó: "tengo un pequeño problema con esa canción...como ahora la realidad es otra...ruego que me disculpen..."

Muchos no entendieron, o hicieron que no entendieron. Unos que sí entendieron, lo abuchearon, en nombre de Daniel Ortega. ¿Cómo puede ser que la realidad sea otra a aquella de la revolución, con Daniel Ortega en el poder? Y otros, que también entendieron, lo aplaudieron: era cierto, ya no hay revolución a la que cantar.

La realidad es otra. Qué triste que sea otra. Y porque es otra, calle en muda protesta el cantor. 

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10 de marzo de 2008
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Volver a las dudas

Me cuestan las certezas. No voto convencido. Voto a la contra. No hago cejas, ni canto alegrías, tampoco soy un voluntarista de izquierda utópica, desunida y ex comunista. Y no me gustan los partidos confesionales, ni los de derechas, ni los nacionalistas. No me creo a Rosa Díez, aunque me gusten Savater y Pombo, escribiendo. Es decir: he votado caballo ganador. Sí, pero en mi descarga diré que he votado sin pasión. Aunque no me faltaron las ganas porque me pasé el fin de semana en Bilbao. Y eso del País Vasco, y algunas de sus enfermedades, nos hacen ser ciudadanos más conscientes de lo que es y no es la democracia.

Después de esa certeza que significa el acto de votar. De poner la confianza en unos y negársela a otros, quiero volver a mis dudas. A mis queridas dudas en la vida, la política, las gentes, el amor y otras soledades.

Antes de seguir con mis dudas, dar la razón al listo y sensato Adrián Vogel. Es listo. No pierde el tiempo con algunos artistas. No se entretuvo escuchando durante una hora y en directo a Mike Oldfield. Claro, que también se perdió el escenario, las voces y los coros que estaban muy por encima de los aburrimientos melódicos del británico. Concierto en el Guggenheim. Demasiado lugar para música tan olvidable.  Y es listo porque me recrimina, con mucha razón, mi comparación entre Arturo Fernández y Almodóvar. Retiro lo dicho. Y mantengo mis dudas. Lo dudo.

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10 de marzo de 2008
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El delicado equilibrio de la fe

Todos creemos en algo. Hasta el más recalcitrante de los escépticos, hasta el más desmelenado de los ateos. El sólo hecho de vivir nos conmina a creer -aunque más no sea creer que estamos vivos: todos y cada uno de nosotros otorgamos el beneficio de la duda al extraño percance de la propia existencia.

Subsistir en este mundo supone creer en una serie de convenciones -o mejor: de relatos- a los que nos sometemos (casi) sin cuestionamientos. Creemos en el derecho del Estado a la existencia, y en consecuencia en su poder sobre nuestras vidas. Creemos en el dinero. (Y en consecuencia en su poder sobre nuestras vidas.) Creemos en la ley. Creemos que el verde del semáforo nos habilita a pisar el acelerador, que las declaraciones de impuestos son inevitables, que la gravedad existe. (Aunque en realidad no exista como tal: no hay fuerza alguna a la que pueda llamarse ‘gravedad', se trata de una consecuencia en la distorsión del espaciotiempo.)

Esta disposición natural de nuestra especie a creer, esta práctica de consensuar relatos -empezando por el mismo lenguaje- que facilita que nos entendamos y que funcionemos en sociedad, nos predispone a cometer ciertos errores. Creemos demasiado. Juan Cruz lo sugería ayer en su columna del diario El País, citando a su vez al psiquiatra Vicente Mira. Nuestra tendencia a creer, a depositar la fe en algo (por lo general en un discurso o noción cuyo efecto principal es el de tranquilizarnos), puede teñir toda nuestra percepción y así predisponernos al tropezón, a la caída.

En estos días, sin ir más lejos, oí al presidente de un país latinoamericano sostener que una intervención militar en un país ajeno que no lo había agredido equivalía a una defensa de la soberanía de su propio pueblo. En un eco malsano, el presidente de un país de América del Norte utilizó su poder de veto para preservar el derecho de sus agentes a practicar la tortura. Esta gente está llevando su relato demasiado lejos. Nuestra fe en el sistema democrático -el aval de las mayorías a sus representantes, la confianza depositada en los instrumentos de la ley- no puede, no debe ser utilizada para avalar lo contrario del sistema, a saber, el vale todo, el poder omnímodo del Estado por sobre los ciudadanos, la violencia sin control. El sistema se ha dado límites a sí mismo, en la certeza de que los necesita. No se enfrenta la ilegalidad con más ilegalidad. Lo que un presidente democrático decide no es necesariamente democrático por carácter transitivo. No todo lo que hace un presidente, por más popular que lo certifiquen las encuestas, es necesariamente legal. De otra manera deberíamos concluir que todo lo actuado por Adolf Hitler, en su carácter de representante electo en las urnas, debería ser justificado en tanto complimiento de un mandato certificado por los votantes alemanes.

El pueblo español entendió bien la diferencia, al acudir ayer mayoritariamente a las urnas. A la muerte no hay que responderle con más muerte, sino con votos -o sea: con la práctica de la ley.

Yo no quiero que nadie mate a nadie con la excusa de que me está defendiendo. No pienso ser cómplice de esa violencia.

Creamos, sí. Pero sin ser crédulos.

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10 de marzo de 2008
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Quebrada matriz común

En una conferencia que pronuncié hace unas semanas en Colombia tuve que responder a la pregunta de una persona extraordinariamente perspicaz, afectada por la enfermedad de Down. Se trataba de un joven estudiante (de ingeniería creo recordar) que, al parecer, juega un papel muy activo en las movilizaciones estudiantiles, tanto estrictamente universitarias como referentes a problemas generales de un país a la vez tan fascinante y traumatizado como Colombia. Pues bien, la objeción a mi discurso que esta persona me hizo fue grosso modo la siguiente: "Usted ha vinculado, desde todos los ángulos posibles, la dignidad humana y la asunción de la discapacidad, refiriéndose siempre a ésta desde la vertiente de la debilidad. Pero...¿que hay de la discapacidad como fortaleza?"

Obviamente antes de esbozar una respuesta, era necesario sopesar la auténtica dimensión de la pregunta. El diálogo (durante y tras la conferencia) se deslizó hacia el problema de un sentimiento no contingente de incapacidad, mutilación e impotencia, que sería inherente a todo ser humano (quizás ya determinado por la fragilidad que conlleva nuestro nacimiento prematuro). Sentimiento que algunos tendrían la fortuna de superar, mientras que para otros, cualesquiera que fueran las condiciones físicas e intelectivas, sería traza que ensombrecería la entera vida.

El alma se apaga, creo recordar que es el título en español de un relato de Faulkner. Y cuando tal cosa ocurre, no sólo anda por los suelos la subjetiva moral necesaria para enfrentarse a los asuntos propios, si no también la objetiva moralidad que habría de regir la relación con cada uno de los demás y el sujeto colectivo que formamos.

El sentimiento de intrínseca e insuperable debilidad, difícilmente es fuente de confrontación verídica y sí lo es de búsqueda de consuelo. En una matriz quebrada se forja todo destino humano, pero sólo aquellos que tienen la suerte de experimentar que superan tal origen (condición-no suficiente-de lo cual es asumirlo plenamente) son susceptibles de responder a esa exigencia de veracidad que más arriba designaba con el término aristotélico de andreia.

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10 de marzo de 2008
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La víspera del día antes del después

Ustedes van a votar mañana al candidato menos peor. Yo no voy a poder hacerlo, ay de mí, porque me encuentro en ese lugar llamado "el extranjero". Pero mejor que no vote porque confundo a la gente y no quiero hacerle un feo a nadie.

Que la confundo quedó demostrado ayer. Estaba yo leyendo hacia la una de la madrugada cuando oí turbadores ruidos en el tejado de la casa. Mi actual refugio es un ático bajo viejas vigas, de modo que distingo hasta el paso de un gato. No era un gato. Me asomé al rellano y vi, no sin emoción, que un sujeto se estaba descolgando desde la claraboya de la cubierta. Alarmado, inquirí sobre los motivos de semejante conducta a tan altas horas de la noche. El individuo, que llevaba un saco en la mano, me miró sin recelo y pude advertir que era un árabe delgado y extremadamente educado. "Acabo de arreglar la antena de la televisión, monsieur, le deseo un prolongado descanso", dijo cortés y salió disparado escaleras abajo. Sosegado, regresé a casa en donde mi mujer se moría de la risa. En ese momento comenzaron los gritos del vecino de abajo que gritaba "¡al ladrón, al ladrón!", pero en francés, que impresiona más porque se les dice "cambrioleurs", palabra imponente y difícil de pronunciar. En efecto, supe luego que el malhechor iba huyendo de la policía por los tejados, tras haber asaltado la casa paredaña. Sólo entonces me percaté del ulular de sirenas. Luego me dijeron que había logrado huir, pero como son educados nadie añadió: "gracias a usted, pedazo de merluzo".

Durante unas horas anduve cavilante porque si me ponían en una rueda de reconocimiento iba a ser de escasa ayuda. Al haber advertido tan nítidamente el origen africano del salteador, no pude fijar ningún detalle, ni si tenía la nariz gorda, los ojos pequeños o el pelo cano. Deduje que a veces una identidad fuerte impide la identificación mejor que cualquier disfraz. De modo que lo más identitario es lo menos identificable. Imaginen ustedes si voy a poder votar entre dos candidatos tan idénticos. Me deberían retirar el derecho de voto. 

Artículo publicado en: El Periódico, 8 de marzo de 2008.

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10 de marzo de 2008
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Novelas después de Dumas

La semana pasada hablé de un trueque cubano: entrega de una computadora (o un computador, no hay un única manera de nombrar a esta máquina en el mundo hispanohablante) para conseguir la madera de una balsa y viajar por mar a Miami. Zoe Valdés, que es gran novelista, lo notó enseguida y puso en su blog la fotografía de la computadora. Me moría de la risa al ver en su documento un personaje que vive esta novela. Con la mano en la plancha en lugar de un ratón el hombre parece estar en la red y entonces ya, ya va navegando en la red.

Comenté el tema con varios amigos, discutiendo si se podía utilizar en una novela, hasta leer lo que para mí es una noticia casi filosófica, de las que obligan a entender nuestra época. Se trata de la noticia de la muerte de Iván Ríos, miembro del secretariado de las Farc a manos de su propio jefe de escolta, apodado "Rojas". El diario El Tiempo de Bogotá hizo una excelente cobertura periodística y se debe leer en detalle para enterarse de cómo Rojas se entregó a hombres del Batallón Ayacucho de Manizales (en el departamento de Caldas) con la mano derecha de Iván Ríos envuelta en un pedazo de tela camuflada y metida en una bolsa negra puesta en una cajita de icopor, llena de hielo y sellada con cinta transparente".

Es donde, a mi juicio, la noticia cobra una dimensión fenomenal. Claro, tal como lo dice El Tiempo, este asesinato constituye algo novedoso en las Farc, una traición que antes era de los paramilitares, pero lo que me interesa es esta mano derecha y el resto de la parafernalia traída por Rojas. Mató a su jefe por muchas razones pero no podía traer su cuerpo al ejército aunque era imprescindible la prueba de la muerte de Iván Ríos. En otros términos debía demostrar que su víctima era Iván Ríos y no otra persona.

Por eso, en el momento de entregarse a los soldados, Rojos tenía según El Tiempo cuatro "cosas" de Iván Ríos:

1.       Su mano derecha

2.       Su computadora portátil

3.       Su cédula de ciudadanía

4.       Su pasaporte

¿Qué es un hombre hoy en día?

1.       Una identidad genética única y huellas dactilares (mano derecha)

2.       Una memoria con capacidad para procesar información (computadora)

3.       Un estado civil en su país (cédula)

4.       La pertenencia a un estado reconocido al nivel internacional (pasaporte)

En las novelas de Alexandre Dumas, eran manchas y cicatrices en la piel, a veces una joya escondida en un vestido, que servían para establecer una identidad. Lo siento pero hay que reconocer la lucidez de Rojas: se terminó la época de Dumas. Hoy un hombre no se define por rasgos físicos sino por una acumulación de códigos (biológicos, informáticos o de referencia en una base de datos). Cada día será más difícil sacar una novela de la vida de un bandolero.

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10 de marzo de 2008
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Vivir para ver

Todos los amantes consiguen estimular su relación mediante las oportunas sorpresas, siendo la sorpresa -en el regalo, en el beso, en el encuentro, en el viaje- el mole del buen amor. El mole que mola en la relación picante y que la adoba hasta el apetitoso punto de su reinauguración.

Como un paño que saca brillo a la superficie de un objeto, la sorpresa realiza sobre lo conocido la función de devolverle luz. Cuando la relación se alarga y las sorpresas decaen, una humedad melancólica (una algia del corazón) se posa en la bandeja donde hasta momentos antes se servían acontecimientos impronosticados y conmovedores.

La previsibilidad es la madre de la descomposición. La rutina siempre actúa como un eficaz roedor de casi cualquier cosa y sólo cuando la edad no desea saber más, cambiar nada más, no conocer a más gente, lo rutinario cumple un papel feliz. La felicidad consistente en la conclusión o el acabamiento en un perfil personal y circunstancial que define y cerca la seguridad del territorio.

La edad avanzada halla en la rutina una confiada forma de protección porque un más allá desconocido se hace temible y un trastorno, cualquiera que sea, no conllevará sino algo peor. Antes, sin embargo, de ese último intervalo biográfico, la sorpresa es adrenalina, composición de color y sabor. Con la sorpresa, aumenta el nivel de deseo y degustación puesto que en el sistema general de la comunicación, la noticia es su máxima materia prima. Noticia y sorpresa se cruzan en su búsqueda de impacto. Es tanto más valiosa y emotiva una noticia cuanto más sorprendente es. En la prensa, en la televisión, en la publicidad, en la ciencia o en la religión, la noticia, el milagro, la hecatombe, la serendipity forman una comunidad de la misma naturaleza. Gracias a lo sorprendente creemos que el mundo no ha revelado todavía la totalidad de sus secretos, ni el amor o la película ha dado todo de sí. En consecuencia merece la pena permanecer aún en la sala. Vivir para ver.

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10 de marzo de 2008
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