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Novelas anacrónicas

Cuesta explicar cómo los novelistas más celebrados siguen siendo aquellos que continúan componiendo sus obras como si nada hubiera ocurrido en las técnicas y medios  narrativos. La pintura se dio perfectamente por enterada del daguerrotipo, la fotografía, el cine, el vídeo, la televisión, la visión desde el avión o el Photoshop pero los novelistas a la violeta siguen con el ojo amoratado, ciegos o cortos de vista. Construyen novelas al modo del siglo XVIII o XIX, cuentan historias donde se describen paisajes y perfiles personales como si la posible información sobre la imagen no se ofreciera o abundara por todas partes, con mayor precisión y eficacia comunicadora. Se entiende que Flaubert dedicara treinta páginas a exponer la boda de Madame Bovary o que Giuseppe Tomasi de Lampedussa hiciera otro tanto con su ceremonia nupcial pero tanto una como otra visión la solventa hoy el cine o el vídeo con algunos planos o incluso Visconti con un solo traveling proporciona cien veces mayor cantidad de información.

No se tratará de impedir que algunos o muchos sigan pintando cuadros prerafelistas o impresionistas pero quien se consagre a esta clase de menester resultará insoportablemente anacrónico, estrafalariamente al margen de su tiempo.

¿Cómo no reciben la misma consideración los novelistas actuales que trabajan como sus colegas de hace dos siglos? ¿Cómo los lectores y el público en general pueden asumir esos productos vetustos recosidos o recocidos para servirlos hoy en día? Sencillamente, creo yo, porque han dejado de ser actualizados lectores de literatura.  Quienes se creen, en general, conspicuos lectores de literatura, lectores de literatura de toda la vida, son lectores que sobreviven a bordo de la inercia (¿inertes?).

Hay lectores que devoran los Harry Potter y Código Da Vinci pero no son actualizados lectores de literatura. Leen los libros como los comics, noticias de sucesos o sudokus. Si hay una creación fosilizada es la creación literaria. A su lado, la  pintura sería, por contraste, el cuerpo elástico de un atleta en forma para aspirar a las metas de su tiempo.

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31 de marzo de 2008
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Isabel Polanco

Como escritora me sentí tratada con respeto, con amabilidad y con cercanía por Isabel Polanco. No sé cómo lo hacía pero lograba que te consideraras lo suficientemente importante como para confiar en tus propios sueños y seguir adelante. La Isabel que yo conocí era luchadora, trabajadora, generosa y muy comprometida con sus escritores. Tenía un rostro despejado, luminoso como si no pudiera atravesarlo ningún mal pensamiento y la sonrisa de quien ama la vida. Nunca la olvidaremos.

"¿Cuándo será que pueda

libre desta prisión volar al cielo,

Felipe, y en la rueda,

Que huye más del suelo,

Contemplar la verdad pura sin duelo?

Allí a mi vida junto,

en luz resplandeciente convertido,

veré distinto y junto

lo que es y lo que ha sido,

y su principio propio y escondido.

Entonces veré cómo

la soberana mano echó el cimiento

tan a nivel y plomo,

do estable y firme asiento

posee el pesadísimo elemento.

.........

Veré sin movimiento

en la más alta esfera las moradas

del gozo y del contento,

de oro y luz labradas,

de espíritus dichosos habitadas" 

(A Felipe Ruiz, Fray Luis de León) 

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31 de marzo de 2008
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Unas palabras sobre las palabras

En su imprescindible blog literario La République des Livres, Pierre Assouline informaba el pasado 24 de marzo de la desaparición de 25.000 palabras francesas en los últimos ciento cincuenta años, una lengua completa. No obstante, añadía algo conmovedor: sabemos cuándo nace una palabra y los buenos diccionarios suelen indicarlo, pero no sabemos cuándo muere. Podría decirse que no mueren, sino que, como los dioses, dejan de ser apeladas por los humanos, ya no las necesitan.

Esto es cierto pero, como razona Assouline, basta con regresar a los clásicos para que las viejas palabras cuyo sentido se ha perdido vuelvan a vivir y recuperen su significado, sea por intuición o mediante un fácil rastreo. Así rescatamos, aunque sólo sea para nuestro uso privado, algunas palabras que estuvieron en la boca de todo el mundo hace unas cuantas generaciones. Su sabor, como el de los licores viejos, es intenso, se retarda en el paladar, calienta el gaznate y cuando llega al cerebro le da un golpe de luz.

/upload/fotos/blogs_entradas/munecaazul_med.jpgComo complemento, les ofrezco la palabra "canesú" a todos aquellos que alguna vez cantaron la deliciosa: "Tengo una muñeca vestida de azul, con su camisita y su canesú", sin haberse jamás preguntado qué llevaba puesto la tal muñeca. A mediados del siglo XIX se impuso entre las mujeres de Marsella una muselina ligera que sustituía las viejas telas de inmoderado grosor y que aliviaba del calor veraniego. Dada la estación del año en que hacía su aparición, la prenda pasó a llamarse quinze août (quince de agosto) y poco después se comprimió en canzout, de donde nuestro canesú.

Así lo explica Victor Hugo y naturalmente puede ser una fantasía. Otras fuentes la remontan al siglo XVII como corrupción de "camisón". En este ámbito es imposible tener certeza alguna. Como los dioses, las palabras, a medida que se alejan en el tiempo, van creando una leyenda más aventurada y esquiva. Convocarlas al presente siempre tiene algo de conjuro y nigromancia. Llegan exangües, fatigadas, quizás escépticas, y suelen regresar al silencio con rapidez y alivio.

Artículo publicado en: El Periódico, 29 de marzo de 2008.

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31 de marzo de 2008
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Pensando en voz alta sobre el policial (2)

Quizás el truco pase por olvidarse de la cuestión del detective, para concentrarse en aquello que busca: esto es, inexorablemente, la verdad. Tanto en la Inglaterra de Holmes como en los Estados Unidos de Marlowe como en cualquiera de nuestros países hoy, la verdad sigue siendo un valor en sí mismo. La diferencia pasa por las consecuencias de este dar con la verdad que es el objetivo de cualquier investigador, oficial, privado o amateur. En el mundo "civilizado", revelar una verdad fundada en pruebas produce consecuencias: políticas, legales, personales. Miren lo que le pasó al tonto del gobernador Spitzer, que cultivaba en privado los vicios que perseguía en público.

/upload/fotos/blogs_entradas/carcel1_med.jpgPero en nuestro mundo salvaje, es más que probable que la verdad no produzca eco alguno. Todo testigo puede ser muerto, toda prueba destruida, todo juez sobornado, todo investigador comprado, todo medio silenciado. La vida (en especial la de aquellos que no tienen dinero y por ende carecen de poder) no vale nada entre nosotros. Esta es la realidad con que cualquier policial latino debe lidiar: la de asumir que aunque el relato dé con la verdad, lo más probable es que nada cambie. Nadie irá preso, o por lo menos nadie que sea efectivamente culpable. Nadie pagará las consecuencias de sus hechos, y las víctimas deberán seguir adelante sin obtener justicia. En nuestras ciudades ni siquiera las víctimas son sacrosantas. ¿O acaso no hemos sabido de gente que retira sus demandas porque aceptó callar a cambio de un soborno, trocando las vidas de los suyos por una cuenta en el banco?

Esto que parece crítico representa sin embargo una oportunidad. Porque aunque la verdad pierda gran parte de su valor social, puede redimensionarse como la esencia de un nuevo pacto entre el escritor (de policiales, en este caso) y su lector. La verdad es lo que el autor -a través de su personaje-instrumento, el investigador de profesión u ocasional- perseguirá hasta el final y compartirá con sus lectores, aunque nada cambie en el universo físico donde ocurre el relato. El mundo puede despreciarla, pero el escritor y el lector acuerdan lo contrario. Ambos entienden que la verdad no nos hace ricos y ni siquiera populares. Por el contrario, nos expone a peligros ciertos en un universo erigido sobre ficciones, sobre relatos que sin duda alguna son funcionales pero que han renunciado a cualquier relación cierta con la verdad: los relatos de ‘lo real', de la ley, de lo político, de lo religioso, de las instituciones.

Por supuesto, habrá quien cuestione lo absoluto de una Verdad con mayúsculas. Vuelvo a Piglia, citando en este caso a Lenin: ‘La verdad, ¿para quién?' Debe haber tantas verdades como seres humanos, incluso más. (No hay que olvidar a los esquizofrénicos, que cuentan como mínimo por dos.) Pero la disolución de lo real que es signo de estos tiempos -a todos nos consta que lo más recomendable, lo que puede determinar nuestra supervivencia o nuestro fin, es desconfiar de todos y de todo, empezando por lo ‘real'-, nos lleva a valorar más que nunca las verdades, aun cuando se trate de verdades pequeñas. Ante la disyuntiva, yo preferiría saber que X es un asesino aun cuando no pueda meterlo preso, porque eso me ayudará a mantenerme a distancia de su persona. Ante la disyuntiva, yo preferiría saber que W es un estafador aunque no pueda probarlo, porque eso me ayudará a no caer en sus redes. En este sentido, una nueva narrativa policial hispanoamericana debería hacerse cargo de este estado de cosas, que para algunos olerá a retroceso y para otros a sinceramiento de la especie: el sistema es criminal y la sociedad es una jungla, las verdades a que aspiramos (por pequeñas que sean siguen siendo indispensables, porque el follaje de este jungla está compuesto de mentiras) son vitales para no perecer en una selva rica en predadores.

Mañana la termino. Lo prometo. (Prometo intentarlo, al menos.)

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31 de marzo de 2008
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Galería de espectros: La muchacha de la tempestad

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto el de la muchacha de la tempestad.

Delfín Agudelo: Sin lugar a dudas, te refieres a la enigmática Tempestad de Giorgione.

R.A.: Sí, al cuadro de Giorgione, que es sin duda uno de los más enigmáticos y oscuros de toda la historia de la pintura. Cuando lo vi por primera vez en el caos del museo de Venecia apenas se podía distinguir en el agolpamiento de cuadros y me resultó casi decepcionante que fuera un cuadrito tan pequeño. Había visto reproducciones y esperaba algo de más tamaño. Posteriormente lo pude ver con mayor detención en una exposición que se hizo en la misma Venecia, donde se tomaba La tempestad y se rodeaba de toda una serie de estudios radiográficos modernos sobre la ejecución de la pintura, que en lugar de apaciguar el misterio añadía aún más ingredientes misteriosos. Por ejemplo se reconocían en la radiografías que Giorgione había pintado sobre el puente del fondo unas figuras humanas que posteriormente habían desaparecido. Pero junto con la turbulencia del paisaje, que creo que es uno de los primeros paisajes en los cuales se expresa una suerte de romanticismos avant la lettre, lo que continuaba inmune a cualquier interpretación eran las dos figuras que se presentan en primer plano: a la izquierda la figura del soldado vertical, rígida, mirando a la muchacha, y en segundo lugar la más enigmática de las figuras, quizás de la pintura europea: esta muchacha semidesnuda, sentada al borde del río, amamantando a su hijo, lo que nos sugiere que es una mujer que ha sido recientemente madre, y que mira al espectador con una mirada exquisitamente extraña, llena de perplejidad, impasibilidad y perplejidad. Esa figura que por otro lado me ha hecho evocar siempre otro misterio que tiene otro de las grandes tempestades, que es la de Shakespeare. En mi mente los espectros se unen, y aunque evidentemente temáticamente no están conectados, siempre que contemplo el cuadro de Giorgione presidido por esa muchacha tan absolutamente indescifrable, recuerdo el propio enigma que atraviesa la obra de Shakespeare, y que nos lleva un poco a la conclusión que nuestro estado habitual no es el de razón o conocimiento, sino el de perplejidad ante el mundo que nos rodea.

 

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31 de marzo de 2008
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¿Dónde debe estar Ucrania?

La demanda de adhesión a la OTAN de Ucrania, impulsada por Estados Unidos, ha caído como otro jarro de agua fría sobre los europeos, algunos de los cuales, como Alemania y Francia, la consideran, como poco, prematura. Pero ni Europa, ni Ucrania ni Rusia han realmente contestado a la pregunta de ¿dónde debe estar Ucrania? Europa no estará unificada, como indica el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop, mientras no coincidan "donde están los países y donde quieren estar".

La cumbre de la OTAN en Bucarest esta semana debe dar el visto bueno a la ampliación a tres nuevos miembros: Albania (¿importará el problema de Kosovo?), Croacia  y Macedonia (si se resuelve la cuestión de su nombre con Grecia). Pero de repente, el presidente y la primera ministra de Ucrania,  Yúshenko y Timoshenko, han puesto sobre la mesa su aspiración, aunque prometiendo que no habrá bases extranjeras (lo que prohíbe su constitución). En lo que será su última cumbre atlántica, Bush, como parte de su legado, quiere dejar encarrilada esta cuestión, con una hoja de ruta o  MAP (plan de acción, en sus siglas inglesas)  para el ingreso. Durante los mandatos de Bush, la OTAN se habrá ampliado a diez nuevos miembros: Bulgaria, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania, a los que hay que sumar ahora los tres apresurados nuevos invitados. Pero con Ucrania (y Georgia que plantea una problemática propia y enrevesada)  "el tiro le puede salir por la culata", señalan fuentes europeas.

Bucarest será la primera cumbre de la OTAN a la que asistirá el aún presidente ruso Vladimir Putin. La cuestión ucraniana eleva la temperatura. Las relaciones entre Rusia y Ucrania son demasiado íntimas como para que la perspectiva del ingreso de Kiev en la OTAN no plantee serios problemas. Hay centenares de kilómetros de contacto entre ambos países que no tienen delimitación. El ingreso obligaría a definir estas fronteras, y a separar algunas ciudades y e industrias militares.

Pero no se trata únicamente de que la OTAN se meta en una senda que aliene a los rusos -o que les otorgue un inaceptable derecho de veto- , sino que los propios ucranianos, están abrumadoramente en contra del ingreso en la Alianza Atlántica. Más de la mitad lo rechaza y sólo menos de un 20% está a favor, según diversos sondeos. Tanto que la iniciativa oficial provocó un boicoteo parlamentario por la  oposición que sólo se resolvió con la aprobación del compromiso de un eventual referéndum. Ucrania debe hacerse una idea de lo que quiere ser, y está aún dividida al respecto.

Para lo que habría una mayoría es para la entrada en la Unión Europea, pero dada la "fatiga de ampliación", y esta perspectiva está en estos momentos fuera del horizonte vital de la UE y de Ucrania. Algunos europeos, como los alemanes y los franceses, son contrarios al discurso anti-ruso que emana de Washington y de otras capitales. En todo caso, piensan que antes de plantear la cuestión de Ucrania y Georgia hay que reducir las tensiones en la región.

La Alianza no sólo se amplía, sino que también gravitan en su derredor posibles socios que no miembros, como Australia, Japón (y para algunos Israel). Es la conversión de la Alianza en una red de seguridad internacional. China aún no ha planteado objeciones, pero si la ampliación de la Alianza empieza a acercarla a sus fronteras querrá tener algo que decir. También la OTAN, que en 2009 cumplirá 60 años, debe pensar qué quiere ser y qué quiere hacer, pues quizás esté demostrando en Afganistán que no vale para la tarea que se le ha encomendado. La cumbre de Bucarest debe producir un concepto estratégico sobre Afganistán que sea convincente al explicar por qué, cómo, con qué fines y con qué estrategias actúa la  OTAN en aquel país, pues va creciendo la oposición en algunas sociedades europeas a la participación en aquella guerra lejana.

La OTAN no ha decidido aún si Rusia "pertenece a Occidente o al resto" (the West or the rest). Con la ampliación de la OTAN -percibida como anti-rusa desde Moscú por el régimen y la población-, "la Alianza gana territorio pero está perdiendo Rusia", observan algunos responsables rusos. Y efectivamente, con cada ampliación de la OTAN parecen perder fuerzas los movimientos pro-occidentales en Rusia, aunque la Alianza no se presente como una amenaza contra Rusia. De hecho,  la amenaza occidental contra Rusia es la más baja desde Napoléon. Pero a menudo las percepciones cuentan más que la realidad.

 Publicado en El País, 31 de marzo de 2008

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31 de marzo de 2008
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Los zapatos del canalla

Con frecuencia seguramente sintomática, quienes nos olvidamos de nuestros problemas para hundirnos en los de nuestros personajes nos parecemos a las sufridas heroínas de las telenovelas. Por más que echamos mano del buen juicio, terminamos cayendo en las garras de los malos. Les creemos todo lo que nos dicen, aun a sabiendas de que sólo nos quieren porque les somos útiles y cuando puedan van a abandonarnos. Festejamos incluso sus chistes más infames, sin pensar demasiado que mañana podrían hacerlos a nuestras costillas, y por supuesto a nuestras espaldas. Los seguimos de cerca, igual que un cazador de autógrafos, sólo para después asquearnos de ellos y preguntarnos cómo pudimos aguantarlos. ¿Cómo saber, no obstante, qué tan bueno es un personaje bueno cuando no hay un canalla junto al cual medirlo?

     Parte del protocolo de suponerse bueno -decente, dice uno, o piensa, o de menos asume- consiste en azorar y ser azorado con el relato entre alarmante y sardónico de lo que otros se atreven a hacer. Cuando niño, solía investigar el calibre moral de mis fechorías contándole a mi madre que otro, nunca yo, las había cometido. Hay una bienhechora sensación de indulgencia en el repaso de la maldad ajena, con la cual es más fácil ensañarse. Condenar a quien hizo lo que uno hace tiene el efecto de una larga indulgencia sobre el hipocritón que se finge asustado para alumbrar mejor su inocencia. Él sería incapaz de una cosa así.

     Simpatiza uno al fin con los villanos porque nadie sino ellos nos da la sensación de tener en números negros la cuenta kármica. No hay cómo defenderlos, pero lo que ellos buscan es ser temidos y hasta denostados. Si realmente son malos, deberán carcajearse de la alarma que causan sus procederes. En lugar de sufrir hasta las lágrimas, como es seguro que lo merecen, esperan que nosotros sollocemos por ellos, pues incluso los más antipáticos tienen alguna vena seductora. El cinismo seduce a los desprevenidos, quizá por esos aires de libertad extrema que alguien dentro querría compartir y no se atreve.

     Nada hay pues de estrambótico en que los llamados canallas sean ricos en propiedades narrativas, que son precisamente las que procuramos quienes queremos contar sus historias. No basta entonces con creer en ellos, sino que es necesario comprenderlos. Hacerse uno con ellos y peor, acompañarlos. No digo que no sea entretenido convertirse en villano impunemente y más tarde, de noche, recordarlo y reírse de todo lo que uno hizo sin hacerlo, en la persona de ese miserable que es evidentemente capaz de cualquier cosa, menos de osar tentarse el corazón por nadie. Pero pasan los meses y llegan las cuentas y uno es al fin quien tiene que pagarlas, ya se sabe que los villanos esquivan por sistema a los cobradores.

     Cree uno, muy al principio, que el privilegio del narrador está en una supuesta impunidad, pero ello es tanto como suponer que un celador es libre sólo porque no está detrás sino delante de esas mismas rejas. En realidad, creo que simpatizo con mis villanos porque les debo buena parte de la historia, y porque cuando las almas de Dios sólo saben chillar y maldecir su suerte, siempre hay un canallita dispuesto a destrabar la trama entera con el poder de su ingenio torcido. Si ya después me llega la factura, no me queda más que ponerme a mano por los excesos del engendro perverso sin el cual no habría historia, ni ganas de contarla. Y ahora con su permiso, tengo cita con dos perfectos desgraciados. Me urge contar su historia, ponerme en los zapatos de uno y otro. A ver si no contraigo pie de atleta en el alma.

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28 de marzo de 2008
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Como fantasmas

/upload/fotos/blogs_entradas/el_aleph_med.jpg"Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real", dice Borges en El Aleph. Pero ¿qué nos convendría mal? ¿Tomar a la realidad por real o asumir que su irrealidad es la característica?

Sin duda nos libraríamos de un número incalculable de cargas si apostamos por la segunda opción. Gracias a tomar la realidad por irreal o, simplemente, como dice Borges, intuir en silencio que cuanto sucede pertenece a la ficción, obtenemos un impulso de inmortalidad. Un impulso de salvación que nos exime gloriosamente de un sinfín de preocupaciones, desdichas y padecimientos. No debe de ser, por tanto, una casualidad que esta frase borgiana sobre lo real se encuentre en el texto de su cuento titulado "El inmortal" porque aún no mostrándose allí relacionada directamente la irrealidad con la idea de la infinitud completa a la perfección el bucle del argumento esotérico.

Siendo ficticios nosotros, la muerte también lo será  y ¿quién renunciaría a convertirse en  fantasma si con ello la muerte no le venciera nunca? De la vida y la muerte se deduce siempre una dialéctica en la que los seres humanos acabamos  trasquilados sin remedio. Acabamos como perdedores trasquilados porque para nosotros no hay vida y muerte en proporciones iguales sino una cruel asimetría que nos abate en dirección a la tumba, "Seres para la muerte".

¿La irrealidad? El posible milagro de lo irreal consigue el extremo prodigio de hacernos acaso iguales a la nada o también a la perpetuidad, a cualquier condición, en suma, que no conoce su defunción, ni su fin, ni su finalidad ni su finiquito. 

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28 de marzo de 2008
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Entre piscinas y glaciares

Pocas cosas hay en este mundo más finas que mojarse las posaderas en las termas del sublime arquitecto Peter Zumthor. Llegar, no es fácil. Compensa, como se verá, la torta de nueces que venden en la panadería contigua a la estación de autobuses. El baño, sobre todo el nocturno, tampoco es moco de pavo. Vayamos por partes.

La historia del Hotel Therme de Vals, en los Grisones, comienza en 1953 cuando se construye la presa de Zerfreila en este valle misérrimo, a la sombra del Fruthorn y del Dachberg. Los ingenieros iban a traer la energía eléctrica a un lugar que había vivido a oscuras desde el Neolítico. Sin duda, allí nadie se había percatado porque Vals es zona habitada por una de las más bizarras inmigraciones de las que compusieron la Helvecia, la de los Walser, gigantes hirsutos venidos quizás de las cimas austriacas, los cuales plantaron allí el garrote en el siglo XIII y ya no hubo quien los moviera. La luz era una afición de canijos.

Si se desea llegar a este lugar entre infausto y glorioso hay que hacer muchos kilómetros alpinos por rutas de borrico, junto a despeñaderos, al pie de neveros y torrentes que en marzo dejan vivir una florecilla rosácea, única mancha de color en el telón opalino, lechoso, verdegrís de las laderas secas, y por cuyo valle corre el Rin anterior, uno de los dos brazos donde se origina el más tarde majestuoso alto y bajo Rin, el civilizado. En su nacimiento, la corriente tiene tonos verde nata y es severa, traidora, hija de los glaciares próximos a San Bernardino y Disentis. Sus aguas muerden sin descanso las laderas calcáreas en las que el hielo ha dejado zarpazos gigantes. Entre Chur (pronúnciese Kjur, o dígase en retorromanche Cuoira, Cuera o Cuira, según) y la próspera villa de Ilanz, este es un trayecto que no puede hacerse a pie, tan salvaje es el corte mineral. Desde el ferrocarril se divisan cuevas colosales que habrían hecho feliz a un Cromagnon.

/upload/fotos/blogs_entradas/chur_med.jpg

El cantón de los Grisones es el más extenso de Suiza y el menos habitado, con razón. Son ciento cincuenta valles, decenas de subcantones y doscientas diecinueve comunidades, tan autónomas que legislan sobre materias constitucionales. Por ejemplo, los vehículos a motor, máquinas sucias y ruidosas sin ninguna utilidad, como todo el mundo sabe, estuvieron prohibidos hasta 1925. Es gente cauta, al parecer. La alta montaña da un paisanaje noble, tenaz, escéptico, altanero y algo rudo. La dispersión social del cantón tiene una maravillosa cristalización en ocho lenguas y casi setenta sublenguas y dialectos, algunos hablados tan sólo por diez o doce lugareños. Aparte del alemán y el italiano, la lengua más extendida es el retorromanche. En el tren que lleva de Chur a Ilanz anuncian que las paradas sólo se ejecutan a petición del cliente: "Fermada sur demonda", dicen. Y si no hay demonda, no para. El retorromanche se divide por zonas donde se habla el surselvano, el sutselvano, el surmirano, el putèr y el valader (según Edwin Graber), aunque seguro que hay más. En Vals, los anuncios municipales dicen cosas como: "Rauda blocconta da pintga dimension sto essenda, etc." Lo canté arrobado repetidamente hasta que los niños me miraron raro.

Como es lógico en este sindiós de país el patriota debe defender su identidad como una termita incesante. La sociedad nacional más antigua es la "Societá retorrumanscha" (1863), la más moderna la "Lia Rumantscha- Ligia Romontscha" (1919), pero para defender el sursilvano está la asociación "Romania" y para los pequeñines la "Union dals Grischs". Es que es precioso. Todavía en los años setenta, los manuales de primera enseñanza venían en alemán, italiano, walser, sutsilvano, surmirano y valader, aunque no tengo noticia de que también vinieran en putèr. Nadie es perfecto.

Para mejor digerir este inmenso tesoro cultural sin incidencia alguna en el mundo, lo mejor es mojarse las posaderas en las termas de Zumthor, una construcción de cuarcita fuliginosa (parece que hasta sesenta mil toneladas, usó el artista) que alberga un laberinto de piscinas, unas ardientes (42º), otras gélidas (14º), otras con flores de jazmín bailando bajo las aguas, todo ello entre altísimos muros negros con cintas de agua que resaltan los colores: óxido, cinabrio, azafrán, malaquita, oligisto. Uno se siente como Caracalla, con el Ferrari a la puerta.

El baño nocturno, el más recomendable, se lleva a cabo en riguroso silencio, con el cielo abierto sobre la piscina exterior y cuando yo me sumergí en ella, una nieve leve, alada, angélica, caía sobre nuestras cabezas, casi todas de arquitecto y arquitecta, con delicadeza sin par. Los presentes nos mirábamos los unos a los otros sin decir ni pío, metidos en una pieza dramática con texto de Beckett, personajes de Bergman y escenografía de Greenaway, un oxímoron, cavilando todos cómo escapar de aquella alucinación.

Por eso, nada mejor, al despertar, que la torta de nueces del panadero, junto a la estación de los autobuses que suelen devolvernos al mundo humano. Uno regresa a la realidad comiendo torta y constatando desde el autobús cómo el Rin anterior se empecina en comerse viva la montaña titánica. Oye los aullidos del coloso y le pide al conductor que vaya más deprisa.

Artículo publicado en: El Periódico, 28 de marzo de 2008.

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28 de marzo de 2008
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No al modelo Venecia

 

"Aprehéndeme, ahora que paso ante ti, si tienes fuerza para ello y

 lucha por resolver el enigma de felicidad que te propongo...

 e inmediatamente la reconocí, era Venecia" (Marcel Proust)

 

En Venecia, en la contigüidad del célebre Ca D` Oro, se encuentra el palacio denominado Sagrado, con entrada por el Campo Santa Sofía y amplia balconada al Gran Canal, a la altura del mercado de Rialto, núcleo de la vida veneciana.

Al ver el nombre de Sagredo en una casa del Gran Canal, algún viajero experimentará quizás una viva emoción. Pues un lector de Galileo evocará necesariamente el Diálogo que cambió algunas de nuestras coordenadas de pensamiento. En realidad la actual casa Sagredo nada tiene que ver con la que sirve de marco imaginario al diálogo. Los Sagredo a los que debe su nombre proceden al parecer del barrio veneciano de San Francesco della Vigna, y sólo en el siglo diecinueve se habrían mudado al Gran Canal.

De hecho, hasta hace unos años la nobleza de la casa, y hasta el carácter de Palazzo resaltaba más bien poco, en parte por cierto descuido en el mantenimiento, pero sobre todo por el uso funcional que de ella se hacía. Las dependencias de la planta baja servían de sede a instituciones públicas como Cantina Sociale o Ente Nazionale de Protezione Animale. Había también negocios como el del agente comercial Doctor Baroncini o el del especialista en obstetricia Doctor Refuffi.... Eran años en que la belleza conmovedora de la ciudad y su enorme peso histórico no eran óbice para que Venecia fuera un lugar para ser habitado por sus ciudadanos y visitado por respetuosos viajeros, lejos del parque temático para turistas, ociosos y explotadores de ambos en que amenaza convertirse.

En Ca Sagredo ya no hay ahora dependencias municipales, ni se ejerce allí profesión alguna que pueda interesar al habitante de la ciudad, pues el inmueble ha sido objeto de una costosísima remodelación, destinada a convertirlo en albergo: uno más de esos hoteles considerados de lujo que, desde Santa Maria Formosa a la Giudecca , son el inevitable destino de todo edificio con visos palaciegos, cuya inevitable restauración no es abordable por los inquilinos o propietarios, que en ocasiones los habitan desde generaciones atrás.

De tal forma la esplendorosa Venecia se vacía. Se vacía de venecianos, ya menos de sesenta mil, y se puebla de centenares de miles de turistas que, del alba al anochecer, deambulan guía en mano, en busca de algún rescoldo de alma ciudadana, sin la cual sienten que la belleza que contemplan carece de aliento. Búsqueda infructuosa, pues el veneciano se protege...

En Venecia, como en tantos lugares diezmados por el fenómeno del turismo de masas y la parodia de mirada etnológica que genera, un velo cubre la cotidianeidad de quien habita aun la ciudad, y los sentidos del visitante han de conformarse con una adulterada caricatura. Suerte de apartheid del espíritu, inevitable cuando la situación se hace insostenible, cuando el abandono de Venecia a la ley del mercado es ya para la ciudad amenaza letal; amenaza que no pueden dejar de experimentar incluso aquellos ciudadanos en principio favorecidos por la situación. Y así, ese mismo veneciano que se nutre literalmente del turista, puede llegar a aborrecer la presencia de éste en el baccaro, taberna, o en la ostería en los que se reúne con los suyos. Para servir (y explotar) al omnipresente turista, lugares emblemáticos de la vida veneciana, como la misma plazoleta del mercado de Rialto, son convertidos en tristes comederos, dónde jamás un veneciano toma asiento.

Hablando con personas que siguen la evolución sociológica de la ciudad, percibí la alarma sobre lo que significa (como consecuencia del aluvión turístico) la presencia en el transporte lagunar de motores cada vez más potentes, con efectos sísmicos y percusivos que dañarían los fundamentos de las casas y palacios, nunca en su historia expuestos a turbulencias de este tipo. Más inesperada es la preocupación por la multiplicidad de desagües que conlleva la multiplicación exponencial de aseos y cuartos de baño, como consecuencia de la conversión de las casas en hoteles. Pues, en una estructura urbana tan compleja como Venecia, resulta al parecer muy difícil adaptar los sistemas de canalización a este incremento de los vertidos. Esto, obviamente, nada tiene que ver con l'acqua alta (dependiente mayormente de vicisitudes debidas al viento sirocco), pero sí quizás con la acqua bassa, en la medida en que contribuye a romper el equilibrio entre la estructura lagunar y la estructura urbana:

Pues Venecia no es un milagro, sino el fruto de un tremendo esfuerzo y de un mimo que sólo persistiendo puede hacer que la ciudad, en su irreductible singularidad, perdure. Venecia habla con cierta distancia de la terraferma, de ese lugar dónde las casas tienen natural cimiento, calificando a los que allí habitan con el término campagnoli y reservando para sus hijos la condición de cittadini. Pero Venecia no olvida que de terraferma llegó la piedra y el hierro que hicieron posible que una naturaleza inhóspita fuera arrancada a su evolución espontánea para ser prodigiosamente convertida en marco para el hombre. De hecho la propia laguna hubiera muy probablemente desaparecido, convertida en mísera tierra de aluvión, sin este esfuerzo por humanizarla, de tal modo que, cabe decir, Venecia protege por su misma erección la laguna sobre la que se funda.

Mas por eso es tan importante que Venecia no escape a la relación esencial con el agua, lo cual supone mantener viva la herencia marinera, resistirse a la conversión de su singularidad en mero espectáculo. Venecia está perdida si se resigna a vivir de la mera representación de lo que fue, si instrumentaliza el prodigioso binomio laguna-ciudad, en lugar de mantenerla como causa final de su actividad.

En múltiples lugares de su Recherche Marcel Proust se complace en describir la explosión de ensoñaciones que provocaba en su espíritu el nombre mismo de Venise, eco de ciudad intrínsicamente expuesta, erigida como desafío, irreductible a toda tentativa de explicación en razones de necesidad o peligro.. Ciudad en la que todo viajero cree reconocer una suerte de origen, la propia matriz, tan propia como perdida./upload/fotos/blogs_entradas/san_marcos._venecia_med.jpg

En esta potencia de provocar un sentimiento de reencuentro reside la universalidad de Venecia. Mas esta potencia es indisociable de la persistencia de una vida veneciana. Cuando el equilibrio entre habitantes de la ciudad (los únicos que pueden preservar su carácter) y visitantes se rompe, entonces Venecia configura un modelo al que desgraciadamente se pliegan otras ciudades susceptibles de publicitar sus encantos. Pues al igual que, de hecho, la plaza San Marco está vedada a los que en Venecia residen, darse una cita en una terraza de la Rambla es algo que entre barceloneses constituye hoy algo insólito.

Mas San Marco y La Rambla eran precisamente emblemáticos lugares de encuentro o paseo para los habitantes de estas ciudades, con lo cual cabe decir que los ciudadanos han sido desposeídos de una parcela de si mismos. Desahucio espiritual correlativo a menudo de desahucios empíricos. Pues los nacidos en Venecia (y que trabajan en ella) se ven hoy obligados a vivir en Mestre, como muchos de los que vivían en centros históricos de Barcelona, Sevilla o Dijon constataban que su degradado barrio se remodelaba...a la par que sus posibilidades de seguir habitándolo menguaban.

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28 de marzo de 2008
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El Boomeran(g)
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