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Monzó

Para los franceses el escritor catalán Quim Monzó tiene una gracia especial. Fue, hace más de 30 años, el autor de un libro de cuentos cuyo título Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux et Maury tiene el amenazante encanto de la vida del hogar. Titular un libro de literatura con tres marcas de aparatos electro-domésticos que llegaron a ser muy comunes en Francia es evocar a la vez la felicidad de la vida con los seres más queridos y también la explosión ineludible en el momento de hacer algo con ellos. Chaffoteaux et Maury sobre todo, que es la marca de calentadores de agua muy famosos, nos recuerda que no existe algo como el agua tranquila. El agua quema y provoca cortocircuitos y es lo que hace Quim Monzó, cuentista de toda la vida.

Hace un año leí una recopilación suya, Ochenta y seis cuentos (Anagrama), y se mantuvo mi opinión: su género es el cuento. Aunque Monzó tiene una posición de primer plano en las letras catalanas, nunca llegará a ocupar el sitio que consiguen los novelistas. Es injusto pero es así. Monzó es el gran cantante de los horrores de la vida cotidiana: entonces, no se ubicó en un camino para ser reconocido como un renovador de la filosofía occidental. Es injusto pero es así. Y su mejor novela, la única buena en mi opinión, La magnitud de la tragedia, cuenta las horas difíciles de un tocador de trompetista pasando por Barcelona no con su instrumento sino con su sexo en una crisis terminal de priapismo; nadie ve en esta historia una metáfora de la condición humana. Es injusto pero es así. Monzó sigue siendo un gran talento involucrado en obras que parecen menores. No llega a tener el reconocimiento que se merece. Cuando se le entregó la tarea de pronunciar el discurso de apertura de la feria de Frankfurt dedicada a la literatura catalana, el año pasado, algo no cabía. No se espera el remedio a la falta de estatuto de estado-nación de Cataluña de un escritor cuyos héroes a penas se sienten cómodos en su propia vida.

/upload/fotos/blogs_entradas/mil_cretinos_med.jpgComo pasa el tiempo, el último libro de cuentos de Monzó, Mil cretinos (Anagrama) habla sobre todo de geriátricos y de bares. Todo el libro lleva una atmósfera de gran cansancio, de irritación frente a la presencia de seres humanos maleducados y huele a presencia de la muerte. Lo leí con placer y también con tristeza. Ya estamos muy lejos de los principios de la vida doméstica con los aparatos de Moulinex en la cocina. Los mil cretinos del título son los que viven en asilo para ancianos. El padre del narrador ya no soporta su vida, la madre tampoco. Ambos tienen un sueño: eutanasia. Título del cuento: "La llegada de la primavera". No es humor negro, se trata más bien de hiperrealismo. Es el último Monzó, un gran talento que nos acerca a la última tragedia de la vida.

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1 de abril de 2008
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Agravios comparativos ante el deseo de morir

/upload/fotos/blogs_entradas/pildoras_med.jpgPues no es verdad que ante el imaginario de la muerte todos estemos cortados por el mismo patrón. Una imagen de la propia muerte para uno serena puede constituir para otro objeto de insoportable fobia. Cabe el espanto ante la idea de esperar el transcurso de los minutos hasta que el barbitúrico haga su efecto, en cuyo caso no será este en ningún caso el método adoptado por el potencial suicida, que quizás se halle más dispuesto a precipitarse desde la cima de un acantilado. Muy probablemente son más los que prefieren el somnífero, pero en todo caso, como no cabe prohibir el acceso a acantilados... se prohíbe el acceso al frasco de barbitúricos, lo que supone desde luego una suerte de comparativo agravio para quien es, por ejemplo, víctima de fantasmas de mutilación.

Leo que la evocada institución suiza Dignitas se ve abocada al uso de una bolsa de hielo en la que se introduce la cabeza de los "pacientes", quienes al parecer se agitan espasmódicamente durante varios minutos antes de encontrar la muerte. ¿Razón de este recurso cruel? "porque sus reservas de pentobarbital han sido bloqueadas por las autoridades" explica un responsable de una institución análoga llamada EXIT. Si en la "liberal" (en esta materia) Suiza una institución reconocida se ve limitada de esta forma, piénsese en las posibilidades que tiene en nuestro país (como en Italia o Francia) un ciudadano sin vínculo alguno con el cuerpo médico o farmacéutico para hacerse con las píldoras cuya mera posesión le conferiría ya una cierta tranquilidad.

Unos niegan el derecho a morir en base a que el Creador sería dueño de nuestras vidas, otros lo otorgan sólo cuando la vida carece de fertilidad y sentido. ¿Quien debemos en este último caso considerar como propietario de nuestras vidas? ¿La Familia? tengamos o no familia con minúscula ¿La Patria acaso? nos sintamos o no patriotas ¿O quizás se trate de una suerte de posicionamiento filosófico en el que se considera que nadie en aceptables condiciones físicas y sano juicio puede realmente desear su propia muerte?

Muchos han afirmado con sólidos argumentos tal tesis, que conduce inevitablemente a proyectar una suerte de desconfianza sobre la auténtica motivación de aquel que, cualesquiera que sean las razones, se dice a sí mismo que desea acabar con su vida. El sujeto sentiría en lo profundo la imposibilidad de dejar de estar presente, y así su decisión de morir sería de alguna manera un farol, farol ante sí mismo, pero farol al fin y al cabo. Dentro de unos días volveré con detalle sobre este asunto.

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1 de abril de 2008
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El saber de las mujeres

/upload/fotos/blogs_entradas/mujeres1_med.jpgSi los hombres ponen un relativo empeño en encontrar el posible trabajo que más les conviene, no suelen actuar de manera parecida cuando se trata de seleccionar a sus esposas. Una mujer pondera con una atención comparable las virtudes y defectos de su pareja presente y futura, calibra mejor sus prestaciones potenciales o actuales, se comporta, en la elección del esposo precisamente, bajo esa inspiración pragmática y realística que se les atribuye en otros órdenes.

Más atraídos por el físico que ella, más seducidos por la belleza femenina (considerada antes como la encarnación misma de la belleza) los hombres, en general, atendemos secundariamente a otras importantes y más decisivas cuestiones. Con el paso del tiempo resulta que el marido reconoce haber tenido buena o mala suerte en la elección. Se acierta o se yerra a posteriori, entre los hombres mientras es más difícil que las mujeres se guíen por signos, superficialidades y se topen al cabo con sorpresas de envergadura. Sólo los tipos eminentemente embusteros o estafadores podrían engañarlas pero, efectivamente, se trataría de haber sido víctimas de timos o de artes torcidas. Yendo rectamente en casos masculino y femenino, ellas aciertan mejor, con mayor probabilidad, razón, razones y raciocinios. Son capaces de verificar correctamente el carácter, la honestidad, la inteligencia, la fuerza, la lealtad y no sólo por necesidad de protegerse de la frustración personal sino por mero instinto de conservación de la especie. El resto de los mamíferos demuestran esta verdad en los programas que emite diariamente La 2 después de comer. En el aprendizaje de la naturaleza las mujeres han sido no sólo mejores alumnas sino que la misma Naturaleza, puesta de su parte como amiga y maestra, las ha dotado de recursos suficientes para, al cabo, proteger la cría y la reproducción de la especie con un buen macho al lado. ¿Planteamiento reaccionario, superado? El progresismo que despreció hace unas décadas todas estas cuestiones biológicas ha entendido, "progresivamente" el decisivo valor de la Naturaleza. De hecho ¿puede esperarse que un progresista actual no sea, ante todo, un firme defensor de lo que la Naturaleza exige o necesita?

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1 de abril de 2008
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II. Las voces de los antepasados

/upload/fotos/blogs_entradas/barco1_med.jpgCuando a comienzos del siglo veinte Madruga, el personaje de La república de los sueños, se escapa a los trece años de su hogar campesino en Sobreira, una olvidada aldea de Galicia, para subir en el puerto de Vigo a un barco que lo llevará al Brasil, está iniciando la aventura de un transplante que nunca se dejará consumar.  Y desde el principio habrá de acompañarlo Venancio, otro emigrante adolescente que a lo largo de la narración actuará como la propia conciencia del ambicioso Madruga: mientras Madruga despliega su ingenio e hinca su garra para hacerse rico, y cumplir su parte del sueño americano, Venancio desprecia la riqueza, y coloca siempre a su inesperable amigo de toda la vida frente al espejo moral.

Las raíces de Madruga, escalando sin tregua en medio de los avatares de la vida política del Brasil, son demasiado profundas y poderosas como para que permitan ser arrancadas, y lo que empieza como una huida terminar siendo un regreso constante. Del otro lado del mar Atlántico lo estarán llamando todo el tiempo los antepasados en la voz del abuelo que sigue en la distancia contándole las historias que componen la tradición gallega, una tradición de siglos. Y sin esas historias no se puede ser, ni se puede vivir.

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1 de abril de 2008
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Pensando en voz alta sobre el policial (3)

Escribir hoy un policial hispanoamericano no debería ser difícil. Al mejor estilo de la narrativa negra americana, el crimen en cuestión debería revelar cuán profunda es la corrupción no sólo del criminal, sino de la sociedad que lo ha criado y formado, dado que este criminal, tal como ya hemos dicho, no es la excepción al sistema sino su medida, su norma. (Esta es una de las explicaciones de la popularidad de las historias de asesinos seriales en USA: el asesino serial, considerado un psicótico, un enajenado, es la única clase de criminal que permite conservar la ilusión de que el sistema está bien y de que lo único reprobable es su excepción, la manzana podrida.) Sólo que en el caso del policial hispanoamericano debería estar garantizado el unhappy ending, un final que no podría sino ser infeliz al menos en lo social, en lo institucional, aunque pudiese reservarse alguna satisfacción personal para el (los) protagonista(s). Entre nosotros el crimen paga, eso está claro. La única garantía de que conservaremos la dignidad no pasa lamentablemente por la obtención de justicia objetiva -juicio, condena y esas cosas-, sino por nuestra negativa a ser cómplices de lo ocurrido, a participar de la cadena de pagos con que el sistema premia a los que contribuyen a su perpetuación.

En cualquiera de nuestros países abundan los casos reales que podrían servir de excusa a un relato así. Financistas que se ‘ahorcan' y traficantes de armas que se ‘suicidan', magnicidios, secuestros, abuso infantil a manos de sacerdotes, adulteración de medicinas al mejor estilo de El tercer hombre, niñitas que desaparecen en medio de un frenesí mediático, atentados atribuidos a organizaciones equivocadas, sobornos en el Senado... Lo más difícil, el desafío más grande, pasa por la invención de un personaje recurrente, el protagonista de una serie al estilo Holmes, Wallander o Montalbano. Dado que un investigador a la usanza convencional es prácticamente inviable, ¿qué clase de personaje podría atravesar todos estos fuegos sin quemarse? Se me ocurren dos pistas al respecto.

/upload/fotos/blogs_entradas/thetalentedmrripleyposters_med.jpgLa primera pasa por la serie de Ripley creada por Patricia Highsmith. Lejos de ser un detective, Ripley es un estafador y un asesino. Highsmith invierte el esquema, adecuándolo a la sociedad que le tocó en suerte: la norma no está representada por el hombre que valora y preserva la ley, sino por aquel que la vulnera. Lo que nos seduce no es la búsqueda de la verdad, sino los esfuerzos de Ripley por no ser atrapado. Tom Ripley es un espejo oscuro, en la medida en que hace aquello que todos nosotros soñamos hacer alguna vez sin terminar de atrevernos: mentir, llegar a extremos con tal de guardar secretos, quitarnos de encima a aquellos que nos perjudican, enriquecernos sin trabajar en el sentido convencional, huir permanentemente de la necesidad de autocriticarnos, de asumir quiénes somos en realidad. Highsmith invirtió por completo el esquema habitual del policial, colocando al villano en el sitial narrativo que suele dedicarse al héroe, al detective. Al hacerlo, le devolvió al género su capacidad de hablar sobre el mundo que nos tocó en suerte -y por ende, renovó su capacidad de transformarlo.

La otra pista remite a los orígenes del género. El Auguste Dupin de Edgar Allan Poe no era un investigador en el sentido convencional, porque por entonces no existía nada parecido. (Ahora tampoco, aunque por motivos que hemos sobrevolado en los últimos días.) En esencia era un intelectual, lo que Ricardo Piglia define como un lector. Sin experiencia policial ni técnica alguna, lo que Dupin entendía era la esencia del asunto: que un crimen irresuelto es igual a una historia incompleta, y que aquel que se dispone a cerrarla debe enfrentarse a un texto abigarrado y confuso (sobreescrito en algunos párrafos, lleno de blancos en algunas páginas) para separar paja de trigo y quedarse con la versión del relato que contenga más puntos de contacto con la verdad objetiva -es decir, aquel relato que contenga la realidad.

Para decirlo de otro modo: aquel que se propone arribar a la verdad debe ser un experto en narrativa, para no dejarse engañar por las versiones inconducentes de la misma historia (los testimonios, lo que las pistas parecen probar) y llegar en cambio a su expresión más simple e inapelable. En este sentido las historias estilo C.S.I. representan un retroceso, en tanto apuestan a que la ciencia llenará los vacíos que el criterio humano se niega hoy a llenar: una suerte de positivismo a destiempo, dado que las pruebas científicas deben ser evaluadas por un juez y un jurado que siguen siendo pasibles de ser engañados, o en el peor caso corrompidos. Lo que marcaría la diferencia, en todo caso, sería la voluntad de un hombre de contar la historia adecuada, a pesar de vivir en un mundo en que nadie quiere escucharlo -porque no le conviene.

Umm. Intuyo un policial en mi futuro...

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1 de abril de 2008
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Hombres y dioses

Rafael Argullol: Esta es la paradoja: cuando nosotros sentimos nostalgia del paraíso, queremos crear un paraíso, pero quisiéramos que este paraíso fuera tan perfecto que no incorporara nuestras propias contradicciones. Pero inevitablemente, como en un juego de contagio, se lo damos; es una rueda cósmica que parece que rige toda la vida.

Delfín Agudelo: Así como en estos ejemplos de ciencia ficción la criatura quiere eliminar al hombre, también el hombre ha querido eliminar a dios. De la misma manera podemos contemplar las veces que los dioses han querido eliminar a los hombres.

Rafael Argullol: En los mitos antiguos sucedía exactamente lo mismo: los dioses creaban a los hombres, pero cuando éstos se volvían insolentes, los querían eliminar. Con Hesíodo, los hombres se hacen con el fuego gracias a Prometeo, y lo primero que quieren hacer los dioses es liquidar a los hombres. En la Biblia son innumerables las veces en que dios se plantea liquidar a los hombres. En un proceso absolutamente similar al que ha recogido la ciencia ficción moderna. Y es un poco la situación en que estamos nosotros ahora, cuando manejamos más o menos frívolamente mitos como la inmortalidad, eterna juventud, en nuestra idea de perfección nuestras cosas perfectas siempre son contaminadas por nosotros de imperfección, para que tengan vida. Porque lo perfecto no tiene vida, que es lo que decíamos antes del dios autocreativo: no tiene vida. Yahvé no tiene vida, es una lama, un halo; Dios tiene vida en el cristianismo porque se encarna en Cristo: a partir de allí empieza todo el juego dramático del cristianismo, pero de lo contrario no tiene vida. Los dioses griegos cobran vida una vez incorporan esa imperfección.

D.A.: Me recuerda una frase de Terra Nostra de Carlos Fuentes; Dios, llorando, dice: “Soy el más Viejo entre los viejos. No existe nadie que me conociese joven.”

R.A.: No solamente el más viejo, sino también el más solo: no tiene con quién pensar y no tiene nadie a quién amar. En cambio, en toda la tradición bíblica cristiana, esa soledad y ese amor le lleva a exigir unas dosis sobrenaturales de amor hacia él.

 

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1 de abril de 2008
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Presidencia de transición

Estados Unidos está en cambio, como reza el lema de Barack Obama. Parece estar viviendo el final de una etapa, la que empezó con Ronald Reagan y que se definió como revolución conservadora, con su política económica neoliberal y su visión social. Algunos ven las raíces de esta situación en Administraciones anteriores, como la de Nixon. Es verdad que la guerra de Vietnam fue responsabilidad primera de los demócratas y abrió paso a los neocons. Pero, en realidad, el ideario de este conservadurismo revolucionario (aunque parezca contradictorio unir estos términos) empezó a calar políticamente en 1981 con la llegada de Reagan a la Casa Blanca. (...)

Esta nueva embestida conservadora fue, sobre todo, un ataque desde la política contra el Estado, un intento de socavar la política desde la política. Sus bases doctrinales esenciales están en un interesante libro publicado en 1974 en defensa del Estado mínimo, que  sigue imprimiéndose y vendiéndose: Anarquía, Estado y utopía, del filósofo de la política Robert Nozick, fallecido en 2002. Se trataba de jibarizar lo público. (....) Puede considerarse que la época de Clinton fue un paréntesis, pero en realidad continuó en esta línea, entre otras razones porque los demócratas perdieron el control del Congreso a los dos años y el presidente tuvo que navegar pactando con una mayoría republicana, cada vez más neoliberal y neoconservadora.

Clinton fue un globalizador. Bush ha intentado ser un emperador. Pero si el final de la guerra fría sirvió de acicate a los neocons, el conflicto de Irak ha frenado las ansias imperiales. Los ciudadanos estadounidenses descubrieron una realidad social escondida en el centro de Nueva Orleans, que el huracán Katrina sacó a la luz, y quieren un cambio. ¿En qué sentido? Previsiblemente hacia una mayor política social, más gasto público en infraestructuras, más multilateralismo, pero también proteccionismo. Un cambio, unas variaciones, más que una ruptura.

Pues el conservadurismo y el neoliberalismo en Estados Unidos han dado pruebas de agotamiento. Por eso el próximo presidente puede ser de transición. El republicano John McCain es una cara de esa posible transición; Hillary Clinton, otra. Barack Obama también, aunque es de otra generación, más participativa, más Web 2.0. (...) De hecho, Obama no se presenta como un liberal (en sentido americano, de izquierdas). Incluso ha llegado a considerar que Reagan respondió al deseo de orden y sentido de dirección de su país, que los liberales no aportaban. (...)

La transición en la Presidencia del país más poderoso de la Tierra coincide con la que tiene lugar a escala mundial, cuyo comienzo suele fecharse en 1989 con la caída del muro de Berlín y el posterior fin de la Unión Soviética y la guerra fría. Esta transición durará en total tres décadas, como otras anteriores. La última y decisiva empieza en 2009 con un nuevo inquilino en la Casa Blanca, aunque el nuevo mundo ya no se forje sólo en Washington, sino también en Chindia (China más India), Europa y lo que Parag Khanna llama Segundo Mundo. Este último va a resultar crucial en la fase final -junto a una sociedad civil global mucho más poderosa (con sus lados oscuros)- a medida que sus países vayan decantándose hacia unos y otros polos. (...)

El texto completo de este artículo ha sido publicado en el número de abril-mayo de 2008 de Foreign Policy Edición Española.

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1 de abril de 2008
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El activismo de los monjes tibetanos

En el interior de los monasterios tibetanos, en la penumbra y después de acallar el ruido que suena en sus cabezas, el único empeño de los monjes es sentarse en el suelo de una tierra invisible y transparente, y contemplar una realidad tan huidiza como el aliento de un moribundo; una tierra sutil, surcada por vientos levísimos, innombrable y en verdad incomprensible. Es una experiencia inaprensible, pero ellos perseveran en dar consistencia razonable, gramatical, a las intuiciones que cultivan con los ojos cerrados desde hace milenios.

La ocupación militar de su país por las tropas chinas los sacó de su ensimismamiento medieval y los empujó al exilio. Dispersos por el mundo exterior, padeciendo las trágicas soledades de su Éxodo, aprendieron los modos de un siglo ajeno y extraño. Pero adoptaron inmediatamente las instituciones extranjeras: fundaron su parlamento, convocaron elecciones entre los exiliados y eligieron a sus representantes. Como una especie de ensayo general de lo que harán el día en que puedan regresen al Tíbet. De este modo no sólo legitiman su presencia en el mundo de hoy sino que resuelven lo que por su cuenta no habían descubierto: una versión política del budismo. Libertad, igualdad y tolerancia.

Aún así, su activismo pacifista no ha sido debidamente ponderado por Occidente -aunque se le concediera el Premio Nobel de la Paz al Dalai Lama- ni sagazmente temido por China hasta hoy: cuando un atleta con la antorcha en la mano corre el riesgo de tropezar y caer al suelo ante las cámaras de todo el mundo.

Las autoridades chinas van descubriendo el poder de la cultura mediática global desde el día en que reclamaron para Pekín la sede de los Juegos Olímpicos: la imagen de monjes golpeados y detenidos no solo revela el origen y destino del régimen chino sino la incongruencia de un espectáculo deportivo organizado para ensalzar la competencia pacífica de los ciudadanos.

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31 de marzo de 2008
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Ser bueno, ser malo

/upload/fotos/blogs_entradas/juan_ramn_jimnez_med.jpgCada día me interesa más Juan Ramón Jiménez. Ahora otra vez vigente por un libro- que todavía no conozco- en el que se cuentan las zancadillas oficiales, el silencio de muchos y la ayuda de pocos para conseguir su Nobel. Una historia de hace 52 años, de la vida en el franquismo, pero revelador de las cobardías, las maldades, las envidias y, también de los pocos buenos y valientes. Lo leeré, lo comentaremos. Pero hoy el Juan Ramón que me es cercano, querido es de los aforismos. Los tengo cerca, los abro al azar y siempre encuentro "intelijencia" como diría el Nobel. Encuentro reflexiones de vida que son atemporales. Y confesiones sobre su persona que sirven para conocer lo mucho que nos distancia- talento aparte- y lo imposible que hubiera sido ser amigos. No hubiéramos sido admitidos por él.

Me hubiese encantado conocerlo pero al hacer confesión de sus gustos ya pone difícil el encuentro: "no fumo, no bebo vino, odio el café y los toros, la relijión y el militarismo, el acordeón y la pena de muerte. Vivo únicamente por y para la Belleza. Amo el orden en lo esterior, la inquietud  en el espíritu".

Y el caso es que si quitamos el vino, el café, los toros- cada vez menos- y  eso de escribir la Belleza con mayúscula, no me siento lejos de sus otros valores. Bueno, el acordeón me gusta para acompañar a la canción francesa. Y amo el bandoneón. El orden "esterior" me gustaría pero estoy lejos. La inquietud interior, esa sí, esa siempre va conmigo. Así como el odio a la relijión -me gusta escribirlo a su manera- el militarismo y la pena de muerte me hacen sentirme su semejante. El tabaco me acompañó una vida y ahora lo tengo aparcado. En fin, que soy más o menos un ser en las antípodas de mi admirado Juan Ramón Jiménez y, sin embargo, lo siento tan cercano.

Le agradezco a Andrés Trapiello el regalo de esa edición de los aforismos de Juan Ramón -en la editorial La Veleta- y prometo que otro día hablaremos de sus pasos perdidos. Esos diarios en que parece darse esa dualidad juanramoniana: "un día parece que el ideal de la vida consiste en ser bueno; otro en ser malo". Yo también tengo esas veleidades. Aunque, también como el maestro: "a veces me hago el malo para que ellos no tengan tanto remordimiento". Eso en los días en que soy más bueno.  

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31 de marzo de 2008
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Ondas cubanas

En las fotografías por satélite de Google Earth hay poca distancia entre la casa de Fidel Castro Ruiz y la de su hermano Raúl Castro Ruiz. Ambas se ubican al oeste de la capital cubana, en la zona del country club. Es imposible equivocarse en la búsqueda de la casa de Fidel pues los maestros de Google pusieron en su fotografía de Cuba una bolita plateada con un cartel: "Punto cero (casa de Fidel)". Como ven estamos precisamente en latitud 23° 04' 50,51" Norte y 82° 29' 07,84" Oeste de longitud. No hay que desplazarse mucho, hasta latitud 23° 03' 55,37" Norte y 82° 28' 23,24" Oeste de longitud, para encontrar el hogar de su hermano Raúl. Esta casa con un edificio doble, un entorno con muchos árboles cítricos, una piscina, un campo de béisbol y una entrada muy discreta en la calle 222, es el centro de la finca La Niña. El cambio de mando en Cuba se resume en este movimiento de pocos kilómetros al oeste de la capital cubana: se pasa del punto cero a la finca La Niña.

Raúl Castro, que no es un cabezón estúpido, sabe que en el mundo real de Cuba, el mundo de los que mandan y viven en la zona del country club, no vale la pena buscar un cambio. Y por el momento se dedica a trabajar en lo virtual, en el desplazamiento de la información digital. Más allá de permitir a los cubanos la entrada a los hoteles que cobran en dólares, promueve una serie de medidas que van todas no al protocolo de las casas country club sino al protocolo de transmisión de datos. El derecho para todos de tener un ordenador, el derecho de utilizar un teléfono celular  son pasos muy significativos para los cubanos. Por el momento, no hay más: ordenadores y teléfonos. Del acceso de todos a la red, que sería un paso lógico dentro del mismo paquete de medidas no se dice nada. Raúl Castro abre el mundo virtual, pero no con gran preocupación por la vigilancia.

Es interesante leer lo que tiene que ver con el teléfono tal como se publicó en el diario Granma. Se habla expresamente de la posibilidad de conseguir un contrato para utilizar un teléfono celular, pero se añade algo sobre la regularización de los cubanos que ya tienen este mismo teléfono por "vía indirecta". La "vía indirecta" es un teléfono pagado por un extranjero o un cubano con acceso a divisas y entregado para su uso a otra persona. Es el teléfono que la prostituta recibe de sus amantes extranjeros, el teléfono que uno consigue en el mercado negro, el teléfono prestado por un pincho (un jefe) grande a su familia, es el teléfono que corresponde a recursos ilícitos. En otras palabras: la medida de Raúl Castro tendrá que revelar la disidencia económica. Es una buena medida pues facilita la vida de los cubanos, pero obliga el que quiere conseguir un teléfono a demostrar que tiene acceso a divisas por su trabajo o por remesas de su familia en el exterior. Control a través del uso de las ondas.

La tarjeta de prepago del teléfono (única manera de pagar) más barata vale diez pesos convertibles, lo que son 240 pesos, es decir, un sueldo mensual. Basta citar el precio para entender que lo más difícil para Raúl Castro será hacer compartir entre los cubanos los privilegios de la élite del poder político y económico (en Cuba es lo mismo). Una solución sería permitir el acceso de todos a Internet, territorio digital que tiene la gratuidad como rey, pero este territorio queda muy controlado. Francis Pisani, en su blog hospedado por Le Monde ha hecho una revisión de la situación. Cita a los blogueros de Cuba que actúan como pioneros de la libertad: Yoani Sánchez, Potro salvaje y en general Desde Cuba. No se pueden leer desde Cuba. En las nuevas ondas de la vida cubana, Internet es el factor clave: si se abre, la partida dice mucho sobre la voluntad de Raúl Castro. Si no se abre, lo que es el caso, dice mucho también. Por el momento es imprescindible leer un manual de lucha contra la censura en la red.

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31 de marzo de 2008
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