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El último espectador (3)

En una entrevista concedida a Roberto Guareschi y Jorge Halperín, Piglia cita a Paul Valéry: "La era del orden es el imperio de las ficciones, pues no hay poder capaz de fundar el orden con la sola represión de los cuerpos con los cuerpos. Se necesitan fuerzas ficticias". Lo que Piglia sugiere es que la sociedad debe ser vista como una trama de relatos. Dice: el Estado narra. También narran las religiones. Y por supuesto el capital, el poder del dinero. Esas narraciones se cuidan de perturbar sus respectivas conveniencias, de ahí que el sistema funcione casi sin chirridos. A veces surgen relatos contrapuestos, que ponen la trama en movimiento: el socialismo, por ejemplo. Pero lo más frecuente es que el sistema eche a circular relatos que justifican su accionar, ficciones concebidas como mecanismos de control: la narrativa del terrorismo escatológico es la más popular en estos días.

/upload/fotos/blogs_entradas/crtica_y_ficcin_med.jpg¿Cuál es el rol del cine y de la literatura en este mundo saturado de relatos? Difícil hacerse oír en un panorama tan lleno de ruido. La atención que el escritor, que el cineasta, concitan se ha vuelto mínima, las luces iluminan en otra dirección. Cito al Piglia de Crítica y ficción, en diálogo con Graciela Speranza: "Hay una narración social muy fuerte, que viene del Estado, de la cultura de masas, y después una suerte de ejército en retirada que sería la narración literaria, con un pelotón de vanguardia que realiza acciones de hostigamiento. La gente busca la narración en otro lugar, no porque la narración vaya a desaparecer, sino porque la novela ha perdido el lugar que tuvo en el siglo XIX, cuando la gente leía libros de Dickens como hoy mira televisión". Asimismo existe un ejército en retirada de la narración cinematográfica, porque el cine también perdió el lugar que tenía en el siglo XX, cuando la gente miraba películas como hoy mira televisión, o materiales fragmentarios en la pantalla de su ordenador.

Haber quedado en minoría, al borde de la clandestinidad, resulta seductor: lo convence a uno a ocupar el rol del rebelde. Mi duda es la siguiente. En un mundo atravesado por relatos, el hecho de que los hombres y mujeres que consagran su vida al arte de narrar sean desplazados al límite entre la marginalidad y la intrascendencia, ¿es lo que corresponde que ocurra -o se trata más bien de un error del que artistas y críticos somos cómplices?

/upload/fotos/blogs_entradas/respiracin_artificial_med.jpgLa narración no va a desaparecer, dice Piglia. Eso lo entendemos sin problemas, la especie humana necesita narrarse tanto como respirar. No conocemos mejor forma de pensar que mediante narraciones, por algo comprendemos mejor una historia que un silogismo. Respiración artificial, sin ir más lejos, apila citas, argumentos, datos, pero el corazón de su reflexión procede mediante la ficción: lo que explicaría la Historia con mayúsculas es un encuentro posible, pero imaginario, entre Kafka y Hitler.

La frase clave es aquí la siguiente: La gente busca la narración en otro lugar. ¿Por qué hace semejante cosa? ¿Porque la narración está en otro lugar por definición, o porque ya no la encuentra donde solía estar, esto es en la obra de los narradores, por así decirlo, vocacionales? Responder esta pregunta es clave, porque no tengo otro modo de determinar si las acciones de hostigamiento que estaríamos realizando transforman nuestra realidad, o si se trata más bien de esos gestos pour la gallerie que abundan en la práctica política: gritar cambio para que nada cambie, reacciones concebidas para producir prestigio en el mundo endogámico de los narradores. 

                                                      (Continuará.) 

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18 de abril de 2008
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Otro paso peligroso

Otro paso peligroso. El anuncio por parte de Rusia de que había aprobado un decreto para establecer relaciones legales -que se paran a poco de su reconocimiento como Estados independientes- con Abjazia y Osetia del Sur ha hecho sonar muchas alarmas, para empezar las del país en los que se encuentran estos territorios, Georgia cuyo gobierno ha calificado el paso de "provocación" y "anexión rampante" y ha declarado su intención de llevar el caso al Consejo de Seguridad de la ONU (donde Rusia, cabe recordar, tiene derecho de veto).

Moscú, con Putin aún en la Presidencia de la Federación Rusa, ha respondido así a la declaración de independencia de Kosovo y al intento de Georgia, más proclive a Occidente desde la Revolución Rosa de 2003, de entrar en la OTAN, puesta ahora en un aprieto. Estas relaciones que se refuerzan entre Moscú y estos dos territorios con gobiernos separatistas, versarán sobre comercio, educación, diplomacia, agricultura y otras dimensiones, está por ver si militares aunque eso no se dice.

No se trata sólo de una manipulación rusa. El sentimiento independentista está muy extendido en ambas regiones. Y se estaba trabajando para un acuerdo pacífico para salir de las tablas en que quedó la situación tras las guerras en la década pasada que llevaron al surgimiento de estos territorios como entidades prácticamente separadas. De hecho el mes pasado el Gobierno de Georgia había ofrecido a Abjazia un amplio grado de autonomía.

Estamos aún viviendo los efectos de la disolución de la Unión Soviética, hundimiento de un imperio del que ha surgido numerosos Estados independientes, proceso cuyo punto final no parece haberse alcanzado aún.

Kosovo puede verse como un precedente. Y lo malo de actuar desde la ilegalidad internacional es que ya no está claro dónde parar. ¿Kosovo, sí pero Abjazia y Osetia del Sur, no? ¿O Chechenia? ¿Tampoco Tibet? Las presiones internacionales estos días piden mayores libertades en Tibet. No independencia. Un mundo lleno de confusión en el que convendría aclarar al menos algunas reglas.

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18 de abril de 2008
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Sarkozy y madame de La Fayette

Tengo que ser "transparente": trabajo para el sitio de internet del diario Le Monde que hospeda el blog de Pierre Assouline, La République des lettres. En otros términos: voy a hablar de un producto de mi casa al escribir sobre su último y excelente post dedicado a la relación entre el presidente Sarkozy y La princesse de Clèves. La princesa de Clèves es la heroína de la novela epónima de Marie-Madeleine, Pioche de La Vergne, condesa de La Fayette (1634-1693). Por tercera vez, Sarkozy citó a los estudios literarios de La princesse de Clèves como el ejemplo del tiempo mal gastado y del dinero perdido. No dice nada en contra de la novela, pero tampoco habla a favor del estudio de esta cortita obra considerada como el punto de salida de la literatura francesa hacia la novela.

No hay mucho qué decir sobre su autora. Hizo todo lo posible para esconder su posición, hasta escribir una carta negando ser la creadora de un texto que por primera vez no se limitaba a contar una historia sino a describir un proceso psicológico: la evolución de los sentimientos y la presión creciente sobre unas personas que corresponde al enamoramiento (en esta caso monsieur de Nemours y madame de La Fayette). Apodada le brouillard (la niebla), la novelista era una persona imposible de alcanzar, una sombra silenciosa. Lo que se sabe de ella viene de las cartas de madame de Sévigné, su amiga, y podemos resumir su vida en una interminable pasión de amor correspondido con Le Rochefoucauld, autor de Las máximas.

/upload/fotos/blogs_entradas/la_fayette_1_med.pngLo que me sorprende en la reacción hacia los ataques de Sarkozy es la sorpresa. Como renovador de las ideas de la derecha, como hombre que declaró una actitud nueva hacia la homosexualidad, la escuela pública, el Estado; hacia los perjuicios de la derecha, es decir, como hombre de derecha que se dice hombre de derecha, Sarkozy hace lo lógico al apartarse de La princesse de Clèves. Durante siglos, la novela no tuvo un estatuto de obra maestra. Boileau describía madame de la Fayette como "la mujer de Francia que más inteligencia tiene y que mejor escribe" pero tampoco le reconoce un talento mayor. Releyendo al crítico Sainte-Beuve, recopilador de las famas literarias de Francia, veo esta frase no muy amable "a veces se disipaba la niebla y se veía unos horizontes encantadores". Una manera suave de decir que no se trata de una figura importante de la literatura.

En su Historia de la literatura francesa de los últimos años del siglo XIX, Gustave Lanson (la bestia negra de Roland Barthes) dedica menos de dos páginas, sobre más de 1100, a lo que es una "obra maestra", según él, pero dentro de lo que llama el "estilo mundano". Puedo seguir así con muchos ejemplos: sólo hay nueve páginas dedicadas a La princesse de Clèves en los cinco tomos de la Historia de la literatura francesa en el siglo XVII de Antoine Adam. En realidad, La princesse de Clèves es un invento de los escritores de derecha francesa de la segunda mitad del siglo XX. Todo empieza con Une histoire de la littérature française de Kleber Haedens. Un estudio cerrado en 1943 que ve en la novela el invento de la novela psicológica.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la novela es la cumbre de la literatura francesa para los escritores de derecha. Al describir en su famoso artículo de "Les temps modernes" la llegada de los "Húsares" (Antoine Blondin, Roger Nimier, Jacques Laurent, Michel Déon) Bernard Franck nota el papel central de La princesse de Clèves: "Casi nos tiraban en la cara aquella princesse de Clèves como si el mero anuncio de este título nos obligaba a escondernos por debajo de la tierra. Esta novela, en su boca, era un grito de guerra..."

Es lo que quería demostrar: otra vez, Sarkozy rompe con las ideas clásicas de la derecha.

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17 de abril de 2008
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I. Alimentos para la gente, o para los autos

Si algo visible divide a la izquierda latinoamericana en el poder, es el asunto de los biocombustibles. Desde que el presidente Lula Da Silva proclamó al Brasil como campeón de la producción de etanol extraído de la caña de azúcar para alimentar motores, no tardó en escucharse la voz del presidente en retiro Fidel Castro, desde sus oráculos inapelables en el periódico Gramma, denunciando como criminal la política de convertir alimentos en carburantes.

Aunque Fidel se ha referido principalmente al uso maíz, y los planes de Lula están dirigidos a la caña de azúcar, el pique ideológico no se apacigua por eso, sobre todo cuando aparece el presidente de Venezuela Hugo Chávez echando combustible al fuego, con petróleo puro. Estas diferencias han creado dos tipos contradictorios de diplomacia en América Latina: la del etanol, encabezada por Lula, y la del petróleo, encabezada por Chávez.

Y así, mientras la economía de Venezuela gira exclusivamente alrededor del petróleo, la de Brasil es mucho más compleja, y la política de diversificación de combustibles de Lula muestra resultados palpables: 45% del combustible para vehículos en Brasil es producido en base a caña de azúcar cultivada en apenas el 1% de la tierra arable del país.

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17 de abril de 2008
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Falacias Kantianas (2)

Si se erigiera en ley universal el humano pone fin a su vida, entonces la mera toma de conciencia de constituir un ser humano conllevaría el levantar el brazo contra uno mismo. De lo cual se seguiría, entre otras cosas, que la secuencia generacional estaría truncada desde el origen, y no nos encontraríamos aquí reflexionando sobre la conveniencia o la inconveniencia de inspirarnos de Kant para abordar el problema de la muerte digna.

Si se erigiera en ley universal el humano pone fin a su vida en las circunstancias x, y, z. todo dependería de las circunstancias concretas a las que hacemos referencia. Si por ejemplo decimos: "el hombre pone fin a su vida al menor atisbo de dolor físico", en poco nos apartamos del caso anterior, y lo mismo ocurriría si dijéramos "el hombre pone fin a su vida al menor atisbo de dolor afectivo".

Por el contrario, la diferencia entre los dos casos es enorme si en el segundo la máxima (el hombre pone fin a su vida) es determinada  mediante cualquiera de las frases: "...si al hacerlo salva la vida de los seres queridos"; "...si con tal gesto evita ser torturado hasta la traición"; "...si la prolongación de tal vida se hace al precio de la humillación". En este caso la erección en ley universal de la máxima supondría tan solo imposibilidad de aferrarse a la vida aún a costa de los que la comparten, de la causa que a la vida da sentido, o de la propia libertad. Imposibilidad en suma de desear vivir en tales condiciones; lo cual, obviamente, no significa que el gesto autodestructor pueda ser llevado a cabo, es decir: no significa  que la ley moral, la exigencia moral de morir, se traduzca en acto físico. Pues podría perfectamente ocurrir que aquel mismo que desencadena la reacción moral de no aferrarse a la vida, fuera el mayor garante de la misma; podría, por ejemplo darse el caso de  que el torturador sádico vigilara escrupulosamente, a la vez que dosifica la dosis de violencia.

Pero el complemento para el hombre pone fin a su vida que uno se halla tentado de reivindicar, con vistas a erigir el todo de la frase en ley universal, sería "si siente que ello es una prueba de su irreductibilidad al determinismo natural".

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17 de abril de 2008
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La ignorancia

La ignorancia actúa como una carcoma. Posee su forma, la forma de una oruga, y se entromete en los conocimientos para generar agujeros de pasmo y creciente dolor.

Pero existen dos clases de ignorancia. Una pasiva que se relaciona con el quehacer propio del animal ignaro, sin pretensiones. Y otra activa, en la que el animal se supone suficiente y emplea una eficaz energía para manifestarse y transformar su presencia en amenaza.

Esta ignorancia que cunde desde las revistas a la televisión, desde la red a los periódicos, produce un malestar inclemente en la actualidad de la vida y su cultura. Crea una dolencia infame que difícilmente encuentra paliativos en nada.

La jactanciosa presencia de la ignorancia, su representación vehemente desprende vectores sobre la superficie del sistema, establece relaciones perversas entre los conceptos, confunde las palabras y los datos y tiende, en suma, a conformar un universo propio y caótico muy eficaz para quebrar la mente y la confianza en toda información, toda afirmación, todo diagnóstico. Tal estado maléfico que debería arruinarse en su propia miseria crece sin embargo a pesar de la enfermedad que potencia. Crece como una monstruosidad que se alimenta de sus aberraciones, como una plantación que se autofecunda de su cieno, como una orografía que extrae de la anfractuosidad otra nueva y de cualquier tortuosidad la base para edificar la deformidad del nuevo edificio que cimenta.

No hay modo de neutralizar la fuerza de este mal, esta plaga, esta teratología en ascenso. Los correctores de texto en las redacciones, los supervisores en las editoriales, los académicos en sus enciclopedias, los maestros en sus aulas, los organismos internacionales en sus vigilancias, son insuficientes para contrarrestar el exuberante desarrollo de la ignorancia que ya no consiste en fallos o agujeros en esto o aquello sino que constituyen otra expresión de la generalidad, otra formación global y paralela que aumenta al costado del saber y para instituirse como gran saber alternativo. ¿El saber de la oscuridad? La oscuridad del saber. El fin absoluto de las Luces.

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17 de abril de 2008
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El valor del monstruo

Rafael Argullol: En realidad es una cosa y la otra, y en ese sentido creo que se mezcla la bruja, la caza de brujas y el propio chamanismo previo con que se encuentran. Todo forma una mezcolanza con una potencia imaginativa extraordinaria.

Delfín Agudelo: Si bien pueden ser una cosa y la otra, un elemento inserto en otro, difícilmente podríamos decir que, en esencia, no hay diferenciación alguna en su misma gesta. Si bien la una le debe mucho a la otra, habrá elementos auténticos que, después de tantos siglos, siguen diferenciando fuertemente la percepción de uno y otro imaginario.

Rafael Argullol: Por parte de la cultura europea, fundamentalmente de la moderna, creo que lo ha habido es una percepción mucho más sedimentada, más rígida, más estructurada de lo que llamamos realidad, que no deja de ser una categoría bastante relativa a pesar de que en general la gente habla de la realidad como si fuera una especie de dogma aplastante que domina al mundo. Decimos constantemente que hay que atenerse a la realidad, o hay que ser realista, pero muchas veces no sabemos a qué aludimos cuando lo hacemos a la realidad. El entorno existencial en el que se mueve la imaginación europea es de coordenadas más estrictas y rígidas, mientras que las coordenadas de la realidad americana serían mucho más deslizantes y cambiantes, más mezcladas, tienes continuamente la sensación de que hay una bruma que oculta una mezcla continuada, perpetua. Me gustaría incluso ejemplificar esto en el arquetipo del monstruo, porque creo que el monstruo es algo muy importante desde el punto de vista de la imaginación. El monstruo es aquello que está más allá de la línea del horizonte, en el que trabaja la imaginación. Entonces en el transcurso, en la historia de la imaginación europea a medida que se impone el racionalismo y a medida que se impone una vida sedentaria, ese monstruo que está más allá de la línea del horizonte se va desvaneciendo. Herodoto todavía hablaba del unicornio, y de los centauros y de los monstruos como si fueran criaturas palpables en la realidad; pero a través de la historia la literatura europea moderna ha ido excluyendo ese monstruo, mientras que la imaginación americana tiene un reconocimiento continuo del monstruo. El monstruo no se ha desvanecido.

Las criaturas de la literatura americana son en ese sentido, en ese exclusivo sentido, criaturas mucho más monstruosas, monstruosas en el sentido de que están compuestas de criaturas distintas. Son centauros, son esfinges, son arpías, son elementos compuestos por aquello que es palpable en la realidad inmediata y aquello que forma parte de un background de la memoria en la cual participan muchos elementos distintos. Eso lo noto mucho en la literatura americana del siglo XIX y XX, pero lo notas en la literatura porque lo notas en la propia vida cotidiana en América. La literatura americana, tanto norteamericana como latinoamericana se sigue nutriendo muchísimo de lo que podríamos llamar literatura oral implícita. En cambio no diría tanto de la literatura europea, puesto que la escrita hace siglos que se ha dejado de nutrir como fuente esencial de esa literatura oral. La literatura, narración o poesía oral ha sido siempre muy rica en monstruos, en el significado que le daba anteriormente, mientras que la literatura europea de alguna manera ha tenido que ir retorciendo la realidad empírica que le envolvía y así se explica que de alguna manera horade mas las capas interiores de la conciencia. Por un lado podemos tener a Lezama Lima, Alejo Carpentier o a García Márquez, que van horadando capas exteriores, porque son riquísimas en monstruosidad, mientras que la literatura europea, a través de un Kafka, un Beckett o un Joyce tiene que ir horadando las capas interiores de la conciencia, buscando esa misma monstruosidad que es indispensable para la imaginación.
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17 de abril de 2008
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El anillo mágico (4)

Qué claridad de pensamiento y qué gusto tan desarrollado el de Calvino. La leyenda de la que hablaba ayer sobre Carlomagno y el anillo le servía para ilustrar una de las propuestas: la rapidez.

/upload/fotos/blogs_entradas/el_anillo_de_carlomagno_med.jpg"El emperador Carlomagno se enamoró, siendo ya viejo, de una muchacha alemana. Los nobles de la corte estaban muy preocupados porque el soberano, poseído de ardor amoroso y olvidado de la dignidad real, descuidaba los asuntos del Imperio. Cuando la muchacha murió repentinamente, los dignatarios respiraron aliviados, pero por poco tiempo, porque el amor de Carlomagno no había muerto con ella. El Emperador, que había hecho llevar a su aposento el cadáver embalsamado, no quería separarse de él. El arzobispo Turpín, asustado de esta macabra pasión, sospechó un encantamiento y quiso examinar el cadáver. Escondido debajo de la lengua muerta encontró un anillo con una piedra preciosa. No bien el anillo estuvo en manos de Turpín, Carlomagno se apresuró a dar sepultura al cadáver y volcó su amor en la persona del arzobispo. Para escapar de la embarazosa situación, Turpín arrojó el anillo al lago de Constanza. Carlomagno se enamoró del lago de Constanza y no quiso alejarse nunca más de sus orillas."

La leyenda no tiene desperdicio, pese a su brevedad, se presta a todo tipo de consideraciones psicoanalíticas. Su esencialidad es impactante. Y sobre todo desprende el encantamiento concentrado del anillo. 

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17 de abril de 2008
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El último espectador (2)

Todo empezó tirando del hilo de otra frase de Borges, que Piglia cita en El último lector: "La certidumbre de que todo está escrito nos anula y nos afantasma". Está claro que la tradición literaria es más copiosa, dado que es infinitamente más antigua, que la cinematográfica, ¿pero no es verdad que nos abruma una sensación parecida respecto del cine: la de que ya todo está filmado, editado en DVD o colgado de YouTube y por ende visto por alguien -por alguna clase de espectador?

El desarrollo de los medios electrónicos contribuyó, y lo seguirá haciendo cada vez más, a rediseñar los paisajes. Ya no habitamos la misma ciudad de nuestra infancia, ahora vivimos en un bosque de pantallas, tan lleno de signos como los árboles lo están de hojas verdes. La omnipresencia de la imagen concebida como artefacto narrativo es asfixiante. Miremos donde miremos, veremos alguna imagen desnaturalizada, esto es, no la imagen de algo que simplemente es u ocurre, un fenómeno físico elemental, sino una imagen que ha sido concebida para tratar de decirnos algo.

Piglia señala que en Borges, la fantasía del incendio de la biblioteca funciona como la promesa de un alivio. (¿No lo sería también la ceguera, en este contexto: la liberación de la obligación de leer más, de ver más?)

En Sylvie and Bruno Concluded, Lewis Carroll imagina un mapa "en escala uno a uno", que coincidiría con los límites del mundo que describe. En pleno siglo XIX el creador de Alicia intuía ya una posibilidad aterradora, que el siglo XXI amenaza con transformar en pesadilla: la posibilidad de que la representación sustituya la realidad, obturándola. Por eso surge la fantasía de desmontar el bosque abigarrado: la biblioteca llena hasta el tope y la cinemateca infinita, esa ciudad de espejos que nos anula y nos afantasma.

Cine y literatura nos pondrían hoy delante de la misma disyuntiva: ¿cómo inscribirse en la tradición, cómo aprovechar los espacios vacíos que quedan en la trama del bosque, para respirar y crecer y multiplicarse, todas esas necesidades que son expresión inclaudicable de nuestra existencia?

/upload/fotos/blogs_entradas/quemandolibros1_med.jpg

¿Deberíamos incendiar la biblioteca, la cinemateca, para llevar a fruición la tentación de Borges y labrarnos un nuevo comienzo? ¿O es que existe manera de dejar de considerarlas obstáculo para escribir nuevamente las novelas, para filmar nuevamente las películas, a la manera de lo que Pierre Menard quiso hacer a partir del Quijote? (No seríamos los primeros: Gus van Sandt filmó Psicosis calcando plano por plano el original de Hitchcock, como si la mímesis fuese la clave de la magia.)

Lo que Piglia el ensayista atribuye a Borges es un camino alternativo: todo lo que nos estaría permitido a los hijos de este tiempo, lo único que nos quedaría por hacer, ensarzados como estamos en este bosque de signos y de imágenes, sería releer, esto es, leer de otro modo. Por extensión, en lo que hace al cine tampoco nos quedaría más remedio que releer, o para ser más preciso: re-ver lo ya filmado. Si algo está claro es que ya no podemos leer ingenuamente, ni mucho menos ver ingenuamente.

Pero aun si asumiésemos in toto la premisa, no habríamos resuelto más que un mecanismo para insertarnos en la tradición. Habríamos encontrado, sí, la manera de resolver el dilema del artista burgués: cómo hacer para lograr ser leídos, vistos. Al instalarnos en el nicho que la tradición preparó, le facilitaríamos a los críticos el trabajo de leernos: entenderían todas las claves, manejarían todos los códigos requeridos para la comprensión de la obra. Esta solución sería la única necesaria en un mundo sin más textos que los literarios y más imágenes que las cinematográficas. Pero vivimos en un mundo lleno de otros textos, que no sólo no son literarios, sino que además ahogan y tergiversan a las obras literarias; un mundo lleno de imágenes que contaminan las imágenes cinematográficas.

Si cambiásemos de encuadre, rechazando el recorte de la realidad propio de la TV para concederle un formato más panorámico -nada por debajo de los 70 mm-, el dilema cambiaría también. Ya no se trataría de encontrar el modo de escribir ficción en una cultura que jura que todo ha sido escrito, ni de descular el modo de filmar ficción en una cultura que pretende haber agotado todos los géneros. La pregunta sería otra, más abarcativa, más comprometedora (o mejor aún, más peligrosa): ¿cómo producir ficción en una sociedad construida sobre ficciones? O para ser más preciso: construir ficción en una sociedad de masas conectada por medios electrónicos y basada en ciertos mitos fundacionales (las religiones, las Constituciones nacionales), ¿puede producir algo parecido al arte imperecedero -o tan sólo conformidad con el sistema? 

                                          (Continuará.) 

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17 de abril de 2008
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El fantasma de la inflación alimentaria

Un nuevo fantasma está recorriendo el mundo: el de la inflación de los precios de los alimentos, al que me referí el otro día, pero es un tema demasiado grave como para no seguirlo. Está generando revueltas populares desde Asia a África pasando por América Latina, contra lo que ha lanzado las alertas el Banco Mundial y otras organizaciones. El primer ministro de Haití cayó la semana pasada por esto. En Bangladesh y en otros lugares ha habido levantamientos populares. La FAO que tiene una nueva página web, en español también, sobre la situación alimentaria global, anunció en febrero que 36 países están en crisis y necesitados de ayuda de urgencia debido a esta inflación en los alimentos causada por guerras, sequías o inundaciones (21 en África, 9 en Asia, 4 en América Latina y 2 en Europa: Modolvia y Chechenia en Rusia). Esta inflación se puede comer, nunca mejor dicho, las ganancias de muchos años especialmente para las capas más pobres de las poblaciones.

Según el Banco Mundial, los precios alimentarios en el mundo han crecido un 83% en los últimos tres años. Ayer se supo que los precios de los alimentos han aumentado en China en lo que va de año un 21% (casi como en todo el año anterior que aumentaron un 25%). Lo que estos datos implican es que incluso los países que importan pocos alimentos ven subir los precios de estos en el interior. En China, el ritmo del crecimiento económico se había frenado de un 11,2% anual a un 10,6%. Aunque esta tasa sea mayor de la esperada, la crisis que empezó en Estados Unidos puede haber empezado a hacer mella en aquel enorme país, y en general en Asia, aunque en le caso chino haya contado el frío invierno, una caída en las exportaciones y unas condiciones monetarias más duras (los tipos de interés ha subido seis veces en un año y se han restringido los créditos bancarios). Cuando China empezaba a controlar mejor su tasa de inflación, el aumento de los precios de los alimentos la sigue disparando y recalentando la economía.

Algunas voces se van elevando contra los biocombustibles que han sacado una parte de las cosechas de cereales del mercado alimentario para redirigirlo, subiendo los precios, al energético, aunque el grado en el que estefactor haya influido sobre el otro sea asunto de discusión entre los economistas. La FAO predijo el año pasado que debido a los biocombustibles, los precios de los alimentos aumentarían entre un 10 y un 15%. Cuando se intenta resolver un problema, como el de la escasez y la carestía del petróleo, a veces se generan otros nuevos y más graves.

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17 de abril de 2008
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