Javier Rioyo
Han pasado algo más de doscientos años de su estreno y sigue tan viva, tan emocionante y llena de belleza. No se cómo se recibió en Viena, en aquél teatro dónde se estrenó una noche de Noviembre de 1805, pero me imagino que bien. Es una obra maestra. Se llama Fidelio, la única ópera de Beethoven. La historia es un melodrama con fondo histórico español, escrita por un francés, no tiene demasiada importancia aunque no es de los peores libretos. Los hay muy incomprensibles. La música, las voces de los barítonos, de las tiples, del tenor y de los coros es una maravilla. Su autor nunca la pudo escuchar, ya tenía una sordera total.
Varias veces había escuchado la ópera. Me gusta. No es mi preferida, pero está llena de momentos que nos hacen sentir esa cosa rara que es la belleza.
¿Por qué ayer en directo, en el Teatro Real, se produjo ese poderoso influjo de la belleza que hizo que nadie se quisiera marchar del teatro?
¿Cuál es la magia de la belleza? ¿De la inspiración?
Hacía tiempo que no participaba en un aplaudo de veinte minutos. No es normal aplaudir veinte minutos. Es muy extraordinario, nos ocurre pocas veces en la vida. Recuerdo algunos clamorosos triunfos, no muchos.
Y sí me recuerdo con ganas de aplaudir algunas cosas. Algunos paisajes, algunos cielos, algunas mujeres, algunos poemas, algunas emociones teatrales, algunas faenas taurinas, algunas películas pero nada como la música. Nada cómo la ópera cuando sale como ayer, un hermoso día de abril, vimos emocionarse a gente tan distinta en un teatro de Madrid.
Todos estuvieron cerca de la excelencia. Los cantantes, la orquesta, los coros, las escenografía, la luz o así me lo pareció. Pero sin duda esos todos sin Claudio Abbado no hubieran sido posibles. Es pequeño, leve, mayor y bastante rojo. Está muy cabreado con Berlusconi y con los millones de compatriotas que han votado a ese tipo tan poco caballeroso. No estaría mal que vinieran italianos cabreados con Berlusconi a quedarse entre nosotros y se fueran los del mundo de Berlusconi que ocupan nuestras televisiones.
Pero el mundo no es justo, ni equitativo, ni razonable auque haya momentos en que la belleza es posible. ¿Le gustará a Berlusconi y los tipos como él Claudio Abbado? ¿Y Fidelio? ¿Se puede ser tan zafio y emocionarte con le belleza de la ópera? Si nos fiamos de las películas de la mafia, por supuesto. Pero a cada uno su propia emoción. La mía no la comparto con esos. Ni con otros.