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El peligro de la clonación

Rafael Argullol: La migración tiende a dinamizar la imaginación. Son dos movimientos contrapuestos y estamos metidos entre ambos.
Delfín Agudelo: El único salvamento sería que cada uno de los elementos que conforman la nueva ciudad cargue con su propio terruño.
R.A.: Es muy importante mantener señas de identidad en medio de un gran viaje universal o que el viaje universal sirva para crear las señas de identidad. Es muy importante comprender que el viaje de la experiencia humana es un viaje que ha ampliado mucho sus horizontes. El viaje no es únicamente conocer tu comarca, tu país o tu región, sino que tienes de alguna manera el derecho y el deber de contrastarte con todas las tradiciones del mundo, no para disolverte en una especie de nada homogénea, sino crear unas señas de identidad propias, para crear una nueva patria. Soy de los que cree que la patria no está al inicio sino al final, es lo que vamos construyendo. Claro que hay una patria natalicia, donde hemos nacido cada uno, pero de alguna manera ahora tenemos la posibilidad y obligación de tener un viaje iniciático, un viaje de la experiencia que tiene unas posibilidades amplísimas, no para disolvernos en él y quedar clonados en una especie de falta de identidad universal, que es lo que a veces parece que es la invitación del capitalismo y de los medios de comunicación actual, sino para ir construyendo tu propia patria personal a partir de mimbres mucho más variados y ricos de los que podía tener como posibilidades alguien del siglo XIX. Por tanto hay una dialéctica muy delicada entre lo universal y lo particular, que creo que es lo que podemos enriquecer, porque de lo contrario esas grandes posibilidades que nos plantea la comunicación universal se pueden anular por la presencia infinitamente repetida de lo mismo. Y ese peligro se está produciendo entre nosotros por ejemplo en el cine, donde hay una especie de clonismo argumental terrorífico, que muchas veces vive contra el estado porque tenemos acceso a tradiciones cinematográficas mucho más ricas que hace 50 años.  Pero hay un peligro de esa clonación de la imaginación.
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30 de abril de 2008
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El último espectador (11)

Admitámoslo de una vez: la literatura hispanoamericana se metió en un sendero sin salida, víctima de su propia venalidad, que también está empezando a causar estragos en el cine. Esto no debería ser grave, la historia del arte está hecha de marchas y contramarchas. Si así no fuese habría que abonar la teoría de la progresión lineal del conocimiento, como si siempre supiésemos más y mejor. No es la primera vez que avanzamos en una dirección errónea. Le pasó a tantos científicos, le pasó a Wittgenstein. La imagen del laberinto sigue siendo útil: marchamos por caminos, algunos carecen de salida, se impone retroceder para volver a salir. No hay indignidad en este proceso, tan sólo sabiduría.

Es natural que la situación nos fastidie. Hemos sido, somos todavía funcionales a un sistema que preferiría borrar la literatura, y también el cine que vale la pena, del horizonte de nuestros deseos. Dice Piglia: "Para la sociedad capitalista, una práctica tan privada como la literatura, tan improductiva desde el punto de vista social, debería ser eliminada". Lo imperdonable sería que la hundiese con la complicidad de los escritores.

La que se beneficia más con este estado de cosas es la maquinaria de producir control. Si en algo este incansable dispositivo se superó a sí mismo fue en la campaña con que redujo la literatura a su expresión más intrascendente, a su encarnación menos inquietante y menos inspiradora desde la invención de la imprenta. Entre las editoriales que contratan textos convencionales y los críticos que llaman a los escritores a incendiarse a lo bonzo, aquellos que tenemos la vocación de contar historias y la gente que tiene la necesidad de leerlas nos hemos quedado solos. En cantidad millonaria, pero solos. Ensordecidos por los relatos que los medios amplifican para impedirnos pensar, para dificultar el encuentro.

¿Por qué nadie habla del rol que puede desempeñar la gente en este entuerto? Paradójico: todo el mundo se llena la boca con la democracia, pero nadie confía en los ciudadanos. Tanto que se ensalza a internet, a los sitios como YouTube, ¿y nadie advierte que estos sistemas todavía no brillan por sus contenidos, sino por el poder que confieren a sus usuarios? La maquinaria tuvo algunos éxitos en su intento de prescindir del autor, pero nunca podrá prescindir del público. El lector, el espectador, son nuestra última esperanza. Pero cuidado, que ya no contaremos con el público pasivo de antaño, deslumbrado por el esplendor del lugar que ocupamos. Todo lo que encontraremos -que es todo lo que necesitamos, dicho sea de paso- es un público desconfiado e inquieto. Que perdió la fe en nuestras credenciales, que no tolera que los narradores hagan hermenéutica con sus ficciones, que nos desafía a que volvamos a ganar su confianza y que ya no acepta más excusas: lo que quiere son historias en las que creer.

La moda de los relatos del Yo, esta escritura de la intimidad que nos venden como novedosa -tan nueva, en todo caso, como la técnica del anacronismo deliberado con que Menard disfraza su infertilidad-, es una de las consecuencias de la forma en que muchos artistas viven. ¿De qué puedo hablar que no sea mi Yo, cuando estoy enclaustrado en mi casa? ¿De qué escribiré que no sea mi Yo, cuando tengo miedo de utilizar la imaginación? Muchos no soportan que el foco se haya desplazado de sus personas. Pero aunque les pese, la pelota está en el campo de la gente. De aquellos que buscan la narración donde está -esto es, en otro lugar. De aquellos que quieren dejar de ser espectadores, que ya no toleran pasivamente que se les diga qué hacer, cómo leer, qué consumir. Ellos ya encontraron los nuevos domicilios de la narración. Ahora es nuestro turno de salir a buscarla. 

                                                      (Continuará.)  

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30 de abril de 2008
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Dos polémicas y el Monte St. Michel

Lo bueno de la vida literaria en Francia es la falta de demoras al momento de empezar una polémica. Tenemos dos casos excelentes que van a apasionar a su clase mediática y a sus intelectuales.

1. Houellebecq y su madre

El libro será publicado el 7 de mayo, pero en París ya se habla en todas partes de L'innocente (La inocente) de Lucie Ceccaldi. El nombre de su autora se parece mucho a la identidad de la madre, Jeanie Ceccaldi, en la novela de Michel Houllebecq, Les particules élémentaires (Las partículas elementales). No es casual. Se trata de la respuesta a Houellebecq por parte de su madre. El novelista, que no fue criado por ella, se dedicó a machacarla, llegando a decir que no estaba viva, además de pintarla como una figura negra en su libro. En la vida, parece gozar de buena salud y de un fuerte temperamento al decir, según un extracto de su obra: "con Michel, volveremos a hablar el día en que Michel, en un lugar público, reconozca ser un mentiroso...".

Houellebecq, que es un maestro insuperable en el arte de las relaciones públicas, se ha quedado mudo, por el momento. Pero, al apuntar a la figura más visible de las letras en Francia, el libro plantea otra vez el debate sobre la importancia de la obra de Houellebecq (es decir, su existencia real aparte de la acumulación de provocaciones del autor). Se sigue el testimonio de la madre en varios sitios como el de 20 minutes o de Libération, pero como suele ocurrir en muchos casos el mejor artículo se encuentra en el sitio de The Guardian. Lo interesante en la polémica es el vínculo fuerte de la madre de Houellebecq con Argelia y el mundo árabe, sabiendo que el escritor insultó a la fe islámica. (Para entender el alcance de la polémica se puede releer una entrevista con el autor en la biografía no oficial de Houellebecq, Denis Demonpion )./upload/fotos/blogs_entradas/stmichel_med.jpg

Último detalle: Michel Houellebecq se llama Michel Thomas. Se lo puso su nombre para recordar al Monte Saint Michel con su famosa abadía benedictina.

2. La importación de Aristóteles

La segunda polémica ya está en camino por la publicación del libro Aristote au Mont Saint-Michel. Les racines grecques de l'Europe chrétienne de Sylvain Gouguenheim, en la casa éditorial Le Seuil. Pierre Assouline, en su blog ‘La République des lettres' tocó el tema el domingo pasado y ya tenía 400 comentarios el martes al mediodía. ¿De qué se trata? De una furiosa polémica entre especialistas de la historia medieval para saber cómo los textos de Aristóteles llegaron al mundo cristiano. Gouguenheim, profesor de la Escuela normal de Lyon (la escuela que forma a los profesores), reconoce un papel fundamental en las traducciones del griego al latín hecho por los monjes benedictinos del Monte Saint Michel. Lo que hace decir que menosprecia el papel de los arabo-musulmanes y de un centro intelectual como Córdoba en la difusión del pensamiento griego clásico. Y claro, al final, Assouline acusa a Gouguenheim de desconocer los matices entre islamistas y musulmanes. El diario Le Monde parecía inclinarse a favor de la tesis de Gounghenheim antes de publicar una tribuna que denuncia su tesis. Viva la polémica.

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29 de abril de 2008
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Hacienda

¿Y la charla que di en Jaén hace seis meses? ¿Me habrán mandado el certificado de retenciones? ¿Y el IBI? ¿Y el seguro de la casa? Poco a poco me voy hundiendo en una montaña de papeles, y cuando entregue en Hacienda el sobre con la declaración de la renta respiraré pensando que aún me queda un año por delante de descanso, pero haré mal en relajarme porque la próxima ya está encima. Me parece que fue ayer cuando me desesperaba buscando el IBI de las narices, como ahora mismo. Así que creo que todo lo que ocurre entre una declaración de la renta y otra es un mero paréntesis que sirve para generar y acumular los papeles que hay que buscar y reunir en estas fechas primaverales en que todos tendríamos que echarnos a la calle a disfrutar de la vida.

/upload/fotos/blogs_entradas/se_abre_el_plazo_para_confirmar_el_borrador_de_la_renta_med.jpgCorre la leyenda de que Hacienda tiene informatizados todos los datos de los ciudadanos, de que lo sabe todo de nosotros, así que uno se imagina que la Agencia Tributaria es un ente sumamente sofisticado, donde refinadas mentes perversas nos han atrapado para que no podamos escapar de nuestros actos, pecados, triquiñuelas, olvidos, malentendidos, pero sobre todo para que algunos nos sintamos completamente inútiles y  nos demos de bruces con la realidad.

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29 de abril de 2008
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Expectativa

La pena se siente como una expectativa.

Esta sentencia, caída sobre la pantalla y que parece desdecir el lugar común de que el estado triste sólo contribuye a escarbar más hondo, posee -intuyo- una verdad interna que sólo este azar me ha permitido ver con nitidez. Porque, bien visto, ¿cómo no sentir que la pena establece una suerte de aplanada pista de despegue o, una peana, aún vacía, que deja sitio para lo mejor?

El mal y el bien pertenecen de hecho a una igual naturaleza y el pasadizo entre uno y otro es el más franco que imaginarse pueda. Del bien al mal y viceversa cunde una corriente de solidaridad  y de expectativa. No hay bien que no proceda de una situación peor, ni mal que no crezca gracias a la dicha de antes. La pena opera así como el primer plano donde pueda posarse alguna dicha, mayor o menor, atraída precisamente por el señuelo del dolor. Puede parecer en efecto una tesis cruel o estrafalaria pero se trata simplemente de una ecuación biológica, el funcionamiento natural del sistema de nuestras vidas en las que nos salvamos gloriosamente de algún peligro de muerte y morimos sólo gracias a la presencia de vitalidad.

La pena se siente como una expectativa.

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29 de abril de 2008
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Tiempo sin mentira

La exigencia de respeto a lo que de radicalmente singular, de auténticamente digno y valioso, se da en el ser humano es el motor de todas las reivindicaciones de la muerte digna. Lo que se pide es simplemente que en nuestras sociedades se restaure una suerte de código moral, casi un código de honor, en el que prime la asunción lúcida de la finitud y se denoste el que las huellas del tiempo en los cuerpos, sean perturbadas y hasta corrompidas por las huellas que en esos mismos cuerpos deja el rechazo fóbico de  lo inevitable.

Se trata, una vez más, de una cuestión de afirmación o de nihilismo. Amar la vida humana es una permanente apuesta por que se restaure ese momento de estupor y felicidad en el que nuestra condición meramente natural quedo relativizada: relativizada en esa escisión matriz, en esa Krísis (término griego para designar nuestra emergencia como seres de juicio) por la cual los seres animados o inanimados del entorno, hasta entonces meros individuos, meros focos para nuestra capacidad de afección sensible, adquieren forma, vienen a ser representantes de una clase o idea, configuran el mundo de un ser de razón.

Amar la vida humana es una permanente apuesta por una reminiscencia de lo que significó ese momento prístino. En tal mundo emergente no había aun Dios, ni esperanza de escapar a lo humano, pero sí había conmoción y luz, pues ya todo estaba empapado de palabra. Palabra de inmediato interrogante, ávida de saber analítico, clasificatorio y comparativo; palabra atravesada por el estupor ante la presencia misma del ser y de las formas.

Hay quizás seres afortunados en quienes aquel estupor, aquel sí a la naturaleza, marcado por el deseo de conocerla y reducirla, no fue nunca sustituido por la afectación del saber, ni por la asunción de respuestas edulcorantes a los misterios de la vida; seres afortunados en cuyas vidas nunca fue neutralizado aquello que realmente interpela; seres, en suma que han permanecido en lo verídico.

Para todos los demás queda al menos apuntar a que tal veracidad se restaure. Apuntar a que se restaure la atmósfera prístina, la atmósfera del nacimiento o alborozo (la lengua vasca conserva aun esta doble significación en la raíz de la palabra jaio).  Atmósfera en la que los sonidos y los ritmos sólo emergen en un fondo sobre el que la voz, la carne hecha verbo, legisla, de tal manera que todo mensaje es verídico y toda entonación justa.  Atmósfera en la que la presencia animal acentúa aun el sentimiento del abismo que escinde a los meros animales, llamados como las cosas a plegarse a la objetiva topología del  tiempo físico, del raro animal confundido con un tiempo sin realidad física: ese tiempo que (al igual que el espacio euclidiano y el lenguaje) es exclusivamente humano.

Mil veces he trascrito las siguientes líneas de Marcel Proust:

"Afortunados aquellos para quienes, por cercanas que se hallen la una de la otra, la hora de la verdad sonó antes que la hora de la muerte."       

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29 de abril de 2008
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Flujos, trampas

Rafael Argullol: La música europea del siglo XX, la mala música clásica, se ha empeñado en una especie de experimentación hasta el abismo de la propia tradición europea a lo largo del siglo XX. En el siglo XXI será completamente distinto: la experimentación será mezclarse con las otras tradiciones del mundo, con lo cual cambia completamente la perspectiva.

Delfín Agudelo: En principio no había más diferente que a música clásica y la música latinoamericana tropical. El imaginario de cada uno de estos elementos es completamente distinto: la clásica inspira el genio musical europeo del siglo XIX, mientras que el tropical funciona más bien como ese imaginario de no hacer más que bailar y disfrutar de la vida.

R.A.: La diferencia es que en el momento en que un compositor culto, un llamado compositor clásico de música clásica, bebía en las propias fuentes folclóricas y populares para renovar su misma música, cosa que han hecho prácticamente todos los grandes compositores, desde Mozart, Beethoven, Mahler y Tchaikovsky. En América, Héctor Villalobos: todos los hicieron. En estos momentos el folclore y lo popular para un compositor musical es la cultura popular y la cultura popular de todo el mundo. Esta es la gran variación: no es falta decir que se renovará a través del folclore español, o Villalobos a partir del brasileño. Ahora un compositor de cualquier lugar del mundo tiene como materia prima popular para la renovación de su música todas las tradiciones musicales del mundo.

D.A.: Lo más interesante será la caracterización nueva de esa ciudad en la que está transcurriendo todo entre el sigo XX y XXI, Barcelona y Madrid, que están no sé si recuperando, pero sí obteniendo un protagonismo a nivel latinoamericano que no se había tenido a través del siglo XX o XIX. Después de las independencias, Latinoamérica mira a todas partes menos a España. Ninguno quiso ir a Madrid: quería ir a París, como cualquier otro joven, pero si no es París es otra ciudad. Ahora, luego de la migración, se retoma un flujo que es volver al antiguo país conquistador, pero se está creando una mezcla muy grande precisamente en Barcelona. Me encanta ver cómo Barcelona, sujeta a estas migraciones, se va metamorfoseando, ampliando sus limites físicos, musicales y literarios, y abre espacios a más culturas: la calle Trafalgar es calle china, en ciertas partes del Eixample ves supermercados latinos, en fin, se abre un dinamismo…
 
R.A.: Sí, puede ser un fenómeno creativo de carácter revolucionario, con un peligro que evidentemente se está advirtiendo y cada vez más es que la fuerza oscura respecto a esa fuerza positiva es el peligro de la homogeneización, es decir, que todo se parezca demasiado. El proceso de globalización que implica también una globalización del imaginario, origina dos movimientos contrapuestos completamente distintos: uno de carácter positivo, y otro muy peligroso. El positivo es el que ya referimos, el de la creación de nuevos monstruos de la imaginación a través de nuevas mezclas que a la fuerza renuevan las propias tradiciones. El peligro es que esto sea en cierto modo masacrado por esta especie de Moloch universal que es el capitalismo actual con sus medios aplastantes e uniformadores de comunicación, y que creo eso que de alguna manera ya estamos padeciendo cuando viajamos de una ciudad a otra: los mismos anuncios, los mismos comercios, las mismas películas… vivimos en un mundo sometido a una tensión de dos movimientos muy contrapuestos, uno por así decirlo fáustico, y otro mefistofélico. Uno muy creativo y otro que está siendo muy destructivo por el hecho de que está clonando las ciudades. Los medios de comunicación masivos en su dimensión global tienen a clonar la imaginación. La migración viva de las personas con sus historias, con sus relatos orales, etc, tienden a dinamizar la imaginación, son dos movimientos contrapuestos y estamos metidos completamente entre ambos.

 

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29 de abril de 2008
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El triunfo de los puritanos

Los cigarros habanos de la era Kennedy, que llegaban a la Casa Blanca de contrabando,  y los cigarrillos que van desapareciendo aún de calles y parques, donde la prohibición de fumarlos se extiende de manera implacable, se deshacen en puro humo placentero, y ni siquiera responden a las funciones biológicas esenciales. Por tanto son abominables pecados volátiles, sin esencia ni justificación ninguna ante las altas potestades morales. Pero los cigarros habanos aún se defienden frente a las severas campañas de salud, quizás porque sus precios de lujo los reducen al consumo de una elite que ya puede morirse sola, sin riesgos de que cunda su mal ejemplo.

Fidel hace tiempos había dejado de fumar, puritano como fue volviéndose en muchos sentidos ante el avance de la edad. Una vejez sin excesos, comportarse frente a las cámaras de televisión, de pie ante las tribunas, como un buen padre de familia austero y sin vicios, que puede enseñar lecciones sacadas de los pecados del pasado.

Terminó así abominando de los aromáticos habanos fabricados especialmente para él, una provisión siempre a mano a cargo de un ayudante, algo que Kennedy ya no tuvo tiempo de hacer, aunque es dudoso que hubiera dado ese paso. Ya sabemos que de puritano no tenia nada, según abundan los ejemplos en sus biografías: la falta de ejercicio sexual le daba dolor de cabeza. Sería que como buen católico irlandés bien sabía que los pecados siempre son remitidos, aún en el último momento, mientras que en el cielo de Fidel nunca hubo santos de los que ocultarse. 

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29 de abril de 2008
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El último espectador (10)

Para hacer más transparente su plan -esto también es un absurdo, dado que nunca quiso ser transparente-, Piglia debería haber escrito otro cuento apócrifo a la manera de Luba, aquel que atribuyó a Roberto Arlt. En este cuento, traspapelado entre los apuntes que Borges habría dejado al morir, Cervantes trataría de escribir La canción de Rolando palabra por palabra -y le saldría el Quijote.

/upload/fotos/blogs_entradas/el_juguete_rabioso_med.jpg¿No se convirtió Shakespeare en Shakespeare mientras trataba de ser Christopher Marlowe? ¿No es evidente que Roberto Arlt quiso escribir La pimpinela escarlata cuando produjo El juguete rabioso? Esta novela no existiría si Arlt no hubiese soñado con escribir un folletín, que se le torció por el camino como a Menard su deseo de concebir una obra maestra.

Así ha ocurrido siempre. "...Poe, que engendró a Baudelaire, que engendró a Mallarmé, que engendró a Valéry", dice Borges en Pierre Menard remedando las genealogías bíblicas. Una forma de entender si un artista es grande o no pasa por determinar si ha engendrado o no a otro artista grande -del que por supuesto, no puede hacerse responsable.

Los mejores momentos del arte ocurren cuando aparece algo que la tradición no preveía ni anticipaba claramente. La canción de Rolando no permitía anticipar la creación del Quijote. El teatro de Marlowe no permitía anticipar el estallido de Shakespeare. Nadie estaba preparado para Moby Dick, ni siquiera los lectores de la obra previa de Melville. No tiene sentido trasladar a la tradición la devoción que antes se reservaba para las religiones. Entiendo que críticos y académicos trabajen para conservar este corpus. (Quizás haya que ver aquí otro de los motivos del berenjenal de hoy: demasiados profesores escribiendo ficción, demasiados Menards justificando sus fracasos.) Pero en lo que a los artistas concierne, la tradición está allí para ser devastada, maltratada, saqueada, mal leída -y hasta ignorada.

Quizás la mejor película de Piglia que Piglia no escribió nunca sea Memento. Un policial donde un hombre olvida su historia cada noche y aprende a depender tan sólo de lo que escribe para sí mismo, mensajes que graba sobre su piel. Todo lo que no le sirve para sobrevivir ese día merece ser olvidado, salvo su propia tradición, la que crea al utilizar su propio cuerpo -y por extensión su propia existencia- como una página en blanco. Para el protagonista del film narrar no es difícil. Simplemente es necesario, condición sine qua non de su supervivencia. 

                                                      (Continuará.) 

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29 de abril de 2008
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Novelas políticas

Cada sábado, hay dos lecturas importadas desde Londres que son imprescindibles para mí: el suplemento Review de The Guardian que es de hecho un suplemento dedicado a la literatura; y el Financial Times, que tiene una reseñas excelentes como la que aparece en la última, The Spin in the tale. Es imposible traducir este título, pues sí sabemos que tale quiere decir cuento, pero  a lo que se llama spin en la política inglesa no es "torbellino" o "trompo" sino "trampa", una manera de engañar a la opinión pública, de cometer un abuso de comunicación sin salir del juego clásico de la política. El artículo es apasionante: al explicar cómo el gobierno de Margaret Thatcher provocó la aparición de una serie de novelas que pretendían describir la sociedad inglesa bajo el mando de la dama de hierro su autor, Adrian Turpin, no reconoce el mismo mérito a Tony Blair.

Se define muy bien, en este artículo, el trabajo de los novelistas que se meten en este camino: "su trabajo no consiste en decirnos algo sobre la gente en el poder, más bien de mostrarnos cómo ideas políticas, aunque parecen abstractas e impersonales, entran en el tejido de la vida diaria, infiltrándose en los hogares, lugares de trabajo y hasta en nuestras relaciones personales." Es lo que hacía Balzac en Francia y su obra sigue siendo lo mejor que se puede leer para entender a un amplio período del siglo XIX. El primer ministro Tony Blair, al abusar del spin, es decir, de una comunicación tan hábil que se sabía de la existencia del cambio sin ser capaz de entenderlo por completo, quitó mucho terreno a los novelistas.

No voy a citar el detalle del análisis de novelas inglesas que me quedan por leer (South of the River de Blake Morrison parece muy prometedora con su presencia obsesiva de los zorros, pues Blair prohíbe cazar con una jauría de perros a los zorros que entran en las ciudades) pero creo que Turpin pide algo obvio: sólo se entiende una vida política si se tiene su traducción literaria. Es una reflexión ineludible al cerrar la ambiciosa novela de Edmundo Paz Soldán, Palacio Quemado (Alfaguara). ¿De qué se trata? De Bolivia. De una Bolivia de verdad, es decir, la Bolivia de las "dos Bolivias", de los cuatro idiomas (español, quechua, aymara y guaraní), con su "guerra de la razas"; un país donde "los hombres de poncho no llegan al palacio".

El Palacio Quemado es el palacio presidencial en La Paz. El narrador se presenta como una persona apartada del poder (no lleva un cargo concreto) pero vive dentro del palacio y del posible spin: tiene como tarea escribir los discursos del presidente. Aparte de unas evocaciones del pasado (con una buena evocación de Barrientos), existen tres figuras clave para personalizar a la política: Fernando Canedo de la Tapia, presidente, blanco, es un veterano del poder (ya fue presidente en el pasado) y ahora un claro caso de "quiero pero no puedo"; Mendoza, el vice-presidente, es un hombre culto pero que lleva la cultura occidental en su cabeza; el Coyote es un ministro duro, desleal, quitando terreno a los blandos que no usan la fuerza del estado. Por fin hay el líder de la oposición, Remigio Jiménez, que se apoya en la influencia de los cocaleros.

/upload/fotos/blogs_entradas/palacio_quemado_med.jpgLo bueno que tiene la novela es su voluntad de no retratar de manera directa a actores reales de la vida política. Lo bueno y lo malo, quizás, es de no apartarse del retrato de la política como laberinto de retórica, envidia, retórica e impotencia. "La oposición a la ofensiva, el gobierno paralizado, ambos incapaces de ofrecer respuestas o alternativas concretas que fueran más allá del rechazo a ultranza o la defensa tímida del modelo neoliberal" es una descripción fiel de la política en muchos países de América Latina y la novela se parece mucho a esto. Tal como lo leí en el blog de Garzón Vallejo hay algo extraño en este libro: se lee de un tirón hasta el final, no se puede eludir una página y tampoco convence, deja la sensación de que no se logró todo. Una hipótesis: es un síntoma de un éxito pues la política es así, es el cuento de nunca terminar aunque seguimos escuchándolo.

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28 de abril de 2008
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El Boomeran(g)
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