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La hora de la venganza ha llegado

 

Estamos tan acostumbrados a ver en la política la mera puesta en escena de un discurso, que ya no sabemos reconocer la vida cuando ésta aparece envuelta en sus más puras pasiones de furia, engaño y traición.

Al principio parecía la tímida disensión de los sectores descontentos con el resultado de las recientes elecciones generales pero inmediatamente la pugna adquirió proporciones grandiosas. La lucha en el seno del Partido Popular por conquistar la sede del aparato pasará a la historia española como una de las más cruentas batallas entabladas a cielo abierto por una clase política inclinada a dirimir en privado, y en secreto, sus pleitos.

De hecho, el dramático enfrentamiento entre Mariano Rajoy y sus feroces adversarios libera fuerzas que hasta ahora permanecían ocultas y sometidas a la disciplina profesional de la casta gobernante. No es que las puñaladas traperas no tuvieran lugar, sino que el odio de los contrincantes discurría por los cauces reglamentarios.

Esta es una de las fuerzas que ahora se han confabulado para estallar. El odio. Cuando José María Aznar nombró con su dedo caprichoso a los tres hombres que podían sucederle al frente del Partido Popular -Mayor Oreja, Rodrigo Rato y Mariano Rajoy-, cuando los tuvo a la intemperie, pendientes del veredicto que sádicamente rumiaba, cuando les permitió imaginarse como posibles presidentes del gobierno que en aquél tiempo creían tener en sus manos -antes de la derrota electoral del 2004-, cuando les obligó a pasar ante la opinión pública como aspirantes al gracioso capricho de un líder displicente -sometiéndoles a una humillación que no han olvidado-, parecía que todos aceptaban religiosamente la elección del heredero, pero en realidad se estaba gestando el insondable resentimiento que hoy toma la revancha.

Ninguno de los enemigos declarados de Rajoy -más allá de unas vagas impugnaciones formales- ha sabido explicar de un modo aceptable lo que se le está reprochando a Rajoy. El verdadero motivo del ensañamiento es inconfesable.

 

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27 de mayo de 2008
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Examen de inconsciencia

Nunca fui escrupuloso para ese engorro del examen de conciencia. Por fortuna ya había descubierto el paquete de pecados multiformes que reúne a los malos pensamientos, de cuya comisión inminente y periódica no había que pomernorizar ante el cura. Cada vez que, de acuerdo a las cuentas de mi madre, me tocaba formarme ante el confesionario, llevaba a cabo el tal examen como quien cumple con algún requisito burocrático obsoleto. Reunía tres pecados regulares, como decir mentiras, repetir palabrotas y desobedecer a mis padres, sumaba el comodín de los malos pensamientos y así tenía listo el póker de la absolución. Armado ya con el salvoconducto del perdón fresco, dábame una vez más a la oficiosa exploración de la inconsciencia, quehacer que comúnmente no requiere otra prueba que la de fuego.

     Escribir una historia es, lo quiera uno o no, realizar una larga prueba de inconsciencia. Reinventar el pecado hace años cometido según se empeña en traerlo de vuelta la nostalgia. Si, como cuenta Zeca Baleiro, la saudade es una película pálida "que el corazón quiere ver colorida", las confesiones del inconsciente contienen cada una de las tonalidades precisas para que la nostalgia por lo no vivido sea tan honda y nítida como el origen del déjà vu. Ciertas noches transcurren solamente a la caza de esas carnadas. La canción adhesiva que desde el primer día alebrestó más de un campanario recóndito. Aquel coro románticón que brochazos mediante podía servir para inspirar los pasos de un personaje trágico. Esa videoantigualla que te deja mirarte de regreso con las muñecas tiesas y las yemas dolientes y las uñas punzantes de tantos y tan raudos nintendos.

     A partir de este punto cualquier cosa se vale, e incluso se diría que de muy poco vale el recuerdo dorado frente al poder morboso del bochorno traumático. No escribe uno para ir tras los mejores recuerdos, sino para tratar de reinventar los que menos espera, y de repente peor rememora. Los necesarios, que con cierta frecuencia prefieren adherirse a la canción que entonces no aceptaste apreciar porque te parecía imperdonablemente cursi, y hoy resulta que tiene más trozos de memoria pegados que las que te gustaban y por tanto empalmaron los bastantes recuerdos para ya no aspirar a singularidades mayores. Pocos deleites encuentro tan gozosamente clandestinos como exprimir el tuétano de una cierta canción que oficialmente no me gusta, con la coartada de que a mi personaje le emociona hasta las lágrimas. He de hacer lo que él hace, en lo posible, y a menudo ello empieza por escuchar su música.

     ¿Tan fácil soy de olvidar?, me pregunta Engelbert desde la zona tórrida del iTunes, entre la incomprendida Delilah de Tom Jones y la versión gloriosamente Vegas de There's a Kind of Hush. Que conste que esto último no es que lo diga yo, sino la señora N., que en los años sesenta, antes aún de alumbrar al protagonista de la historia, comparte con sus mismas enemigas la pasión por Jones y la debilidad por Humperdinck. A Delilah se le supone una balada querendona, a pesar de esos acordes melodramáticos que no permiten predecir final feliz alguno, mientras la letra cuenta en primera persona la historia de un asesinato pasional, a cuchilladas. ¿Por qué tiene que estar Delilah en mi historia? Porque sin ella se me caería la historia, y eso tanto consciente como inconscientemente me enciende cada una de las alarmas, y ya no queda allí más que correr en pos del primer astro de casino que prometa sacarlo a uno del apuro.

     Cada vez que se cumple el gusto húmedo de escuchar a su Engelbert interpretando There's a Kind of Hush, la señora N. experimenta unas agridulces ganas de llorar, pero el día que muera su marido es probable que baile sola escuchando Release Me a todo volumen.

     Mi madre no logró que ya en la edad adulta siguiera visitando al sacerdote, pero he aquí que contra mi voluntad me heredó religiones paganas que no puedo más que endosar a personas ajenas, como la señora N. y su hijo J., inoculados ambos asimismo del virus Jones & Humperdinck. Nada que sea visible durante un chato examen de conciencia.

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27 de mayo de 2008
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Operación futuro

Fui a ver Cordero de Dios, debut en el largometraje de Lucía Cedrón. Supongo que hacer abstracción de la identidad de Lucía es un imposible: ella es la hija de Jorge Cedrón, el hombre que llevó al cine uno de los libros más -terriblemente- memorables de la cultura argentina, Operación masacre de Rodolfo Walsh, y que terminó asesinado en París en 1980, donde vivía como exiliado político, en circunstancias aún misteriosas. A nadie sorprende, pues, que la película de Lucía tenga que ver con la terrible experiencia de la dictadura. En Cordero de Dios, Mercedes Morán interpreta a Teresa, una mujer que vive en París desde que su marido, periodista y militante político, fue asesinado por un grupo de tareas en plena calle. Pero lo que sí sorprende, y gratamente, es que Cordero de Dios no se limite a ser un ajuste de cuentas con el pasado. La sabiduría de Lucía, con apenas 33 años que -imagino- a veces se sentirán como 80, subraya las sutiles, pero no por ello menos abrumadoras, maneras en que el pasado condiciona por completo la experiencia del presente. Lo que parece obsesionarla es el hoy, en tanto esclavo de un pasado que, mientras siga irresuelto, seguirá tiranizando a tirios y troyanos.

/upload/fotos/blogs_entradas/corderodedios1_med.jpg

La maquinaria de Cordero de Dios se pone en funcionamiento en el año 2002, en pleno auge de los secuestros extorsivos. El rapto de Arturo (Jorge Marrale, efectivo como siempre) determina el regreso de su hija Teresa (Morán), que vive en París desde hace décadas, habiendo armado lo que imagina una nueva vida. Mientras lidia con la angustia y busca dinero para el rescate, Teresa revive los hechos que condujeron a la muerte de su marido, al tiempo que vuelve a cuestionarse el rol de Arturo en esa tragedia: veterinario ligado por trabajo y afectos a los militares, Arturo bien puede haber entregado la vida de su yerno a cambio de salvar a Teresa.

Con mano firme y dominio de las elipsis, Lucía Cedrón describe las formas en que el tiempo practica su perversa circularidad. Sin dar mayores detalles, sugiere que Arturo ha sido secuestrado por una banda vinculada a la policía, que seguramente recluta a lo que un eufemismo muy usado aquí denomina ‘mano de obra desocupada'; esto es, ex militares y ex policías que han sido dados de baja por delitos de lesa humanidad y / o simple corrupción, pero que siguen vinculados a la trama mafiosa del poder. Y al tiempo que asimila al marido asesinado, Paco, con un corderito de juguete -la tradición judeocristiana tiene al cordero por bestia de sacrificio-, introduce la figura del otro padre puesto en situación de ser sacrificado, esto es Arturo. ‘Ojalá se muera', le dice Teresa a una amiga en uno de sus arrebatos de bronca. Teresa también coquetea con la idea del sacrificio: ¿acaso no merece la muerte su padre, en su condición de probable entregador de Paco? ¿No sería el suyo un sacrificio justo y necesario?

Teresa evita ser condenada al tiempo circular al negarse, finalmente, a entregar a Arturo. Quizás no pueda perdonarlo nunca, pero en cualquier caso no propiciará su sacrificio. Hay que tener un alma muy grande para llegar a una decisión semejante. Por fortuna Teresa, y a través de ella Lucía, han tenido muchas maestras -casi todas ellas mujeres, madres y abuelas- en la historia reciente de nuestro país.

Nos vienen bien las historias que invitan a nuestra sociedad, tan adicta a la negación, a enfrentarse con su enfermedad. Mientras sigamos dando la espalda a nuestras responsabilidades, la Operación futuro no será sino una quimera.

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27 de mayo de 2008
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«Formas postreras y poco envidiables…»

Si la pintura negra de Goya muestra la vejez exclusivamente bajo el aspecto de la postración, si la luz sólo revela, paradójicamente, el aspecto sombrío del cambio, la porosidad de las capas del cuerpo y la enajenación de los espíritus... ¿por qué entonces los humanos se anclan a la subsistencia? Pregunta sin respuesta propiamente dicha, al menos en el registro de lo verificable u objetivizable, pero tan imposible de obviar como esas otras preguntas calificadas de metafísicas, a las que Kant se refiere en su Crítica de la Razón Pura, obra dedicada en gran parte a mostrar la imposibilidad de darles respuesta.

Y es que si las representaciones de la vejez no dejan resquicio a la ilusión, basta cambiar de sala en ese mismo recinto del Prado para apercibirse de que no son menos abrumadoras las representaciones de la muerte. Y digo representaciones refiriéndome a la muerte misma ya que no otra cosa que representación cabe de la que lo es cabalmente, a saber la muerte propia. Como la muerte misma no se da, la pre-visión es importantísima y todo sería fácil si tal figuración pudiera ser asociada a imágenes de reposo. La conciencia quizás lo consigue, pero la conciencia y la voluntad valen lo que valen y tienen el peso que tienen. Y se introduce la sospecha de que la postrera representación, sometida más bien a la construcción inconsciente, exponga un panorama en el que el reposo poco papel juega. /upload/fotos/blogs_entradas/el_jardin_de_las_delicias_med.bmpSe introduce la sospecha de que las imágenes mutiladas del Triunfo de la Muerte y las apocalípticas de los márgenes superiores de El jardín de las delicias sean las que cieguen nuestro espíritu, en una situación que ni siquiera cabe llamar temporal (y por ende pasajera) precisamente por su carácter postrero.

Así, pese a su intrínseca complicidad, las imágenes del instante postrero neutralizan en nosotros lo brutal de las imágenes del cambio corruptor, hasta el punto de que decidimos perdurar aun a costa de -literalmente- encarnarlas, aun a costa de darles paupérrima vida:

"Tales son las formas postreras y poco envidiables de la supervivencia" sentencia que aquí me ha servido para describir la condición de seres humanos -aun- vivos, pero que el Narrador aplica a nuestra manera de hacer perdurar, con la finalidad de instrumentalizarlos, a los muertos:

"Y es que largo tiempo después de que los pobres muertos hayan salido de nuestros corazones, su ceniza indiferente sigue aun mezclándose, sigue sirviendo de argamasa para las circunstancias del pasado .Y así, ya sin amarlos, ocurre que en una habitación, una alameda, un camino, dónde un momento estuvieron presentes, a fin de que el lugar que ocupaban deje de estar vacío, nos sintamos obligados a evocarlos, sin siquiera echarles de menos, incluso sin nombrarlos, y hasta tolerando que no se les identifique... tales son las formas postreras y poco envidiables de la supervivencia."

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27 de mayo de 2008
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Dios no es bueno, ni malo

Soy de la generación de los adolescentes del mayo del 68. Es decir, soy de los que no se enteraron de nada. Después hice un máster sobre los millones que estuvieron en el concierto de Raimon de la Complu que venían directamente de las barricadas parisinas. Aprendí mucho de la verdad de las mentiras. De la imaginación que se subió al poder de nuestras ilusiones. Pronto fui descreído y me chocó cantar aquello de "buscant a déu, al vent del món". Mi pandilla ya no buscaba a Dios. Ni esperaba su llegada. No es que creyéramos que el Mesías no iba a venir... sino que ¡ni iba a llamar! Y así sigue, sin dar señales, ni sms.

/upload/fotos/blogs_entradas/dios_no_es_bueno_med.jpgEl otro día, camino de Huesca y Monzón, en un taxi con la emisora de los obispos a toda mecha, comprendí que nunca me caería de ningún caballo. Que nunca sería Pablo. Ni de Tarso. Aquellos hombres de Dios soltaban todos los demonios radiados y amplificados. Desconecté, decidí sumergirme en mi lectura: Dios no es bueno, de Christopher Hitchens, escritor inglés, disidente y ateo al que tenemos muchas simpatías desde que hace años nos acercó un poco más la figura libre, crítica e independiente de George Orwell. El mejor de los escritores combatientes en el bando que no se apropió del nombre de Dios para matar en vano.

El libro de los sin Dios que ha escrito este ateo, gracias a Dios, es un libro sobre la gente buena, ética y solidaria. Gente que nunca denigrará, condenará ni quemará a nadie por su religión. Ateos que se descalzan en una mezquita, se cubren la cabeza en una sinagoga y entran con respeto en todas las iglesias. Amigo de Ian McEwan, de Rushdie, buen tipo que se conforma con vivir sólo una vez, escribe: "Dejo para los creyentes lo de quemar las iglesias, mezquitas y sinagogas de los demás, cosa que siempre se puede estar seguro de que acabarán haciendo".

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Estoy en Huesca, en el parque Miguel Servet -aragonés, "herético" y quemado lentamente en una picota con húmedos haces de leña- visito las esculturas de las "pajaritas". Un espacio para los niños que construyó un hombre bueno, Ramón Acín. Pintor, escultor, intelectual y ácrata, nunca quemó ninguna iglesia; amigo de Buñuel -pagó con dinero de la lotería su documental de las Hurdes- y ateo. Llegaron los que luchaban en nombre de Dios y lo fusilaron. Para no dejarle solo, también mataron a su mujer. Hoy la escultura de las pajaritas es el emblema de la ciudad. De la ciudad de todos. Con Dios o sin Dios.

Vuelvo y me tropiezo con dos buenas personas sin Dios: Gaspar Llamazares, que busca renovación del púlpito laico, y, ¡ay!, con Ana Belén. Mañana vuelve al cante. Con Ana siempre pienso aquello de Raquel Meller: ¿dónde habrá aprendido este ángel tanta diablura? Dios y el diablo en la voz de Ana.

Artículo publicado en: El País, 25 de mayo de 2008.

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27 de mayo de 2008
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Malos tiempos

/upload/fotos/blogs_entradas/pesame_med.jpgLo bueno de los malos momentos en la vida es la expectativa de que, probablemente, la fase siguiente será mejor e incluso óptima, dado el dolor. ¿O no?

Podría, efectivamente, llegarse a una respuesta negativa puesto que nada impide que a la calamidad siga otro revés y que en adelante, hasta el fin, todo sea un collar de menoscabos.

La edad deja de entregar bienes y empieza a restarlos, dice un amigo pesimista, pero ¿es seguro que, a partir de un punto crítico, la serie desventurada tenderá ineludiblemente a lo peor?

Tampoco es seguro. Ni siquiera relativamente probable. La felicidad nunca es absoluta y ni un solo de los años de nuestra vida ha de producirse patinando sobre una superficie lisa, imperfectible y luminosa. Y no siendo así, no llegando jamás a un cenit estable  ¿cómo no volver a esperanzarse dentro de una circunstancia adversa respecto a la posibilidad de que un azar cualquiera impulse hacia un estado mejor? En esta inocente confianza se va hilando una y otra vez la vida y en la prolongada ausencia de esa fe se forma, de otro lado, el nudo fatal que lleva al delirio, el crimen o la destrucción.

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27 de mayo de 2008
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El Proteo futuro

"Proteo", Andrea Alciato, 1531Rafael Argullol: Se irá a una especie de nuevo helenismo de carácter universal, en el que conviven distintas estructuras de tradición y de ideología, de religión y lengua, y esa convivencia es lo que llamaremos arte y literatura en el futuro.

D.A.: Las duplas nativo/extranjero y lengua/literatura se verán, por lo tanto, desbordadas. La literatura se promulgará por encima de la lengua en la cual ha sido escrita. Se vaciará para convertirse en un elemento inherente a todas naciones.

R.A.: La idea herderiana, romántica, de la identificación extrema entre la lengua y la literatura ya está desapareciendo. Pero hay muchísimos chicos jóvenes que empiezan a escribir no en la lengua materna, sino en la lengua que han elegido. Ya hay muchos escritores indios, paquistaníes que escriben en inglés, y muestra que cada vez habrá un traspase mayor. Lo importante es que no será la lengua como el lugar o como el escenario patriótico inicial, sino la lengua como el lugar de comunicación entre esos mundos que conviven en la megápolis. Eso será difícil de aceptar. En otras artes ya se ha aceptado, pero en literatura será difícil, porque hay una enorme asimilación literatura-lengua. Incluso nuestras universidades están organizadas así. En el siglo XVIII no era así, y en el XXI tampoco. Sólo en el XIX y en parte del XX se ha producido esa identificación. Uno podrá tener dos o tres lenguas. Lo habitual será que uno tenga dos o tres lenguas. Ya no solo pragmáticas, sino literarias. A algunos nos ocurre, o al menos a mí me ha ocurrido, que generalmente la lengua del amor era la lengua de la mujer con la que estaba en aquél momento, si mínimamente podía conocerlo. Si hablaba francés era el francés, si era italiana era el italiano. Era una especie de Proteo que me adaptaba a la mujer a la que quería. Tenemos que acostumbrarnos a aceptar ese proteísmo para comunicarnos con el mundo que nos rodea, esa especie de orgullo o soberbia más bien romántico-patriótica del español con el español, del catalán con el catalán, o del inglés que camina por el mundo creyendo que no hace falta saber más lenguas que la propia: eso forma parte de una especie de lengua imperial estéril. El futuro estará en el poliglotismo. Habrá policentrismo, politeísmo y poliglotismo.

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27 de mayo de 2008
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El Mago de Oz en el reino del Gran Líder

Pero si de ambientes irreales verdaderamente se trata, habría que hablar de Corea del Norte, por ejemplo. Estuve en Piong Yang en la década de los ochenta, en tiempos del Gran Líder, el camarada Kim Il Sung, al que ha sucedido su hijo Kim Yon Il, para entonces llamado el Querido Dirigente.

Cuando un visitante oficial es recibido con honores en el aeropuerto, tras una valla hay centenares de trabajadores traídos en autobuses que saludan con banderitas del país anfitrión y del país visitante, todos ellos, si son hombres, vestidos con trajes del mismo color. Uno imagina que cuando la caravana que lleva al visitante ha partido, toda aquella comparsa que le ha dado la bienvenida deberá entregar tanto las banderitas como los trajes a quienes los dirigen, como ocurre en las representaciones teatrales con los extras.

En la televisión se pasan todo el día películas en esos colores encendidos del Mago de Oz, contando la vida heroica del Gran Líder, que ya lo era desde su infancia, y también abundan los musicales sobre sus hazañas de guerra, con melodías del Hollywood de los años cuarenta del siglo pasado. En los cines, ocurre lo mismo, películas sobre el Gran Líder. En el teatro, puestas sobre el Gran Líder. Y en los suntuosos recintos de la ópera, colmados de un público disciplinado que aplaude como bajo órdenes invisibles, todos luciendo en el pecho, o en la solapa, un retrato de latón del Gran Líder, que vigila desde todas partes, tanto que, como ven, siempre está presente en las letras de las canciones, en los guiones de cine, en los argumentos de las piezas teatrales, y en las voces de los tenores y de las sopranos que loan sus glorias por siempre amén.

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27 de mayo de 2008
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Chikilicuatre

Todo el mundo más o menos ha olido el filón hortera de Eurovisión, pero aún no se sabe cómo manejarlo. El francés, por ejemplo, llegó al escenario con una estética que pretendía ser humorística pero que no se entendía, se intuía que ese cantante es considerado gracioso pero no comprendimos por qué. Eso sí, era seguro que pertenecía al grupo de los que no se toman esta gala en serio, de los que ya no la necesitan. Todo lo contrario que Azerbaiyán, con dos cantantes disfrazados de ángel y demonio completamente en serio. ¡Menudos trajes! ¡Menudas alas! Este es el auténtico espíritu de Eurovisión, que han recuperado con fuerza en parte los países del Este. Pero ni siquiera Azerbaiyán pudo con Rusia. Ganó la puesta en escena más hortera de todas. Dima Bilan todo de blanco y descalzo al lado de un enloquecido violinista que casi le saca un ojo y del campeón del mundo de patinaje artístico (que a mí personalmente me gusta, pero que no deja de ser el deporte más hortera de todos), haciendo piruetas también frenéticas, y todo a fondo, entregándose. Así que cuando apareció Chikilicuatre nos pareció demasiado falso. Un falso hortera, un falso friki, un falso cutre. Resultó soso. No nos lo creímos, quedó desvaído, una parodia impostada de no se sabe qué. No pudo con la fuerza arrolladora de los que aún creen en Eurovisión.

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27 de mayo de 2008
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Rimbaud auténtico

Pasan los días -ya podemos hablar de una semana- y todo parece indicar que Francia dispone de un texto inédito del poeta que encarna de manera carismática su poesía: Arthur Rimbaud (1854-1891). Es poca cosa, una cortita prosa escrita a los 16 años. Pero Rimbaud es el poeta que dinamitó a la poesía formal con sus "pequeños poemas en prosa" y se reconoce claramente al artista en lo que es un texto de desprecio irónico sobre Bismarck, el jefe del gobierno alemán, en el momento de la victoria alemana sobre Francia en la guerra de 1870. El hallazgo es puramente casual y genuino tal como lo contó toda la prensa pero esta vez, esta vez, sí, se toma la noticia tal como la cuenta Le Figaro con extrema cautela.

Hay que explicar la mezcla de fascinación y de prudencia que produce la noticia. Rimbaud es un caso aparte en las letras francesas por su talento, su frescura pero sobre todo por su jubilación muy anticipada. El mejor poeta francés es un poeta que renunció a la poesía. Tal como lo dice Verlaine, al final de su vida, Rimbaud "no hizo otra cosa que viajar de manera terrible y morir todavía muy joven". Por eso existe la obsesión de encontrar algo (fotografías, textos, cartas, testimonios) del que huyó de su propio arte. Hay en Francia una arqueología  del pasado de Rimbaud que tiene una dimensión industrial. Y claro, cualquier industria tiene sus fallos. En 1949, una mala broma, muy bien hecha, se terminó con la publicación por Le Mercure de France de un inédito de Rimbaud de 34 páginas, La chasse spirituelle (la caza espiritual). Nunca fue posible establecer el autor del texto apócrifo que se encuentra todavía en tiendas de libros usados. Fue André Breton quien denunció a la obra falsa. Desde entonces, existe una sola consigna: cuidado con Rimbaud.

/upload/fotos/blogs_entradas/fogel_progess_med.jpgCuidado, no se puede ignorar que el periódico L'union-L'ardennais publicó a principio de mayo la noticia de la aparición de un texto inédito del poeta en un viejo número del diario Le progrès des Ardennes con fecha del 25 de noviembre de 1870. Cuidado, pues el periódico apareció entre las manos de un cineasta, Patrick Taliercio, que prepara un documental sobre Rimbaud. Pero por otra parte no se puede negar que este texto, "Le rêve de Bismarck" (el sueño de Bismarck), fue descrito en una carta de un amigo de Rimbaud y que su firma, Jean Baudry, es un seudónimo utilizado por el poeta. El vendedor del viejo diario, desesperado, entregó su testimonio, reconociendo la venta por unos euros de lo que vale decenas de millares de euros: el primer texto publicado por Rimbaud! Aquí está:

"C'est le soir. Sous sa tente, pleine de silence et de rêve, Bismarck, un doigt sur la carte de France, médite; de son immense pipe s'échappe un filet bleu.

Bismarck médite. Son petit index crochu chemine, sur le vélin, du Rhin à la Moselle, de la Moselle à la Seine; de l'ongle, il a rayé imperceptiblement le papier autour de Strasbourg : il passe outre.

A Sarrebruck, à Wissembourg, à Woerth, à Sedan, il tressaille, le petit doigt crochu: il caresse Nancy, égratigne Bitche et Phalsbourg, raie Metz, trace sur les frontières de petites lignes brisées, -et s'arrête...

Triomphant, Bismarck a couvert de son index l'Alsace et la Lorraine ! -Oh ! sous son crâne jaune, quels délires d'avare ! Quels délicieux nuages de fumée répand sa pipe bienheureuse!...

Bismarck médite. Tiens! un gros point noir semble arrêter l'index frétillant. C'est Paris.

Donc, le petit ongle mauvais, de rayer, de rayer le papier, de ci, de là, avec rage, -enfin, de s'arrêter... Le doigt reste là, moitié plié, immobile.

Paris! Paris! -Puis, le bonhomme a tant rêvé l'œil ouvert, que, doucement, la somnolence s'empare de lui: son front se penche vers le papier; machinalement, le fourneau de sa pipe, échappée à ses lèvres, s'abat sur le vilain point noir...

Hi! povero! en abandonnant sa pauvre tête, son nez, le nez de M. Otto de Bismarck, s'est plongé dans le fourneau ardent... Hi! povero! va povero ! dans le fourneau incandescent de la pipe..., Hi! povero ! Son index était sur Paris!... Fini, le rêve glorieux!

Il était si fin, si spirituel, si heureux, ce nez de vieux premier diplomate ! -Cachez, cachez ce nez!...

Eh bien! mon cher, quand, pour partager la choucroute royale, vous rentrerez au palais

(Faltan unas líneas)

Voilà! fallait pas rêvasser!"

Firma: Jean Baudry

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26 de mayo de 2008
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El Boomeran(g)
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