
Víctor Gómez Pin
Si la pintura negra de Goya muestra la vejez exclusivamente bajo el aspecto de la postración, si la luz sólo revela, paradójicamente, el aspecto sombrío del cambio, la porosidad de las capas del cuerpo y la enajenación de los espíritus… ¿por qué entonces los humanos se anclan a la subsistencia? Pregunta sin respuesta propiamente dicha, al menos en el registro de lo verificable u objetivizable, pero tan imposible de obviar como esas otras preguntas calificadas de metafísicas, a las que Kant se refiere en su Crítica de la Razón Pura, obra dedicada en gran parte a mostrar la imposibilidad de darles respuesta.
Y es que si las representaciones de la vejez no dejan resquicio a la ilusión, basta cambiar de sala en ese mismo recinto del Prado para apercibirse de que no son menos abrumadoras las representaciones de la muerte. Y digo representaciones refiriéndome a la muerte misma ya que no otra cosa que representación cabe de la que lo es cabalmente, a saber la muerte propia. Como la muerte misma no se da, la pre-visión es importantísima y todo sería fácil si tal figuración pudiera ser asociada a imágenes de reposo. La conciencia quizás lo consigue, pero la conciencia y la voluntad valen lo que valen y tienen el peso que tienen. Y se introduce la sospecha de que la postrera representación, sometida más bien a la construcción inconsciente, exponga un panorama en el que el reposo poco papel juega. Se introduce la sospecha de que las imágenes mutiladas del Triunfo de la Muerte y las apocalípticas de los márgenes superiores de El jardín de las delicias sean las que cieguen nuestro espíritu, en una situación que ni siquiera cabe llamar temporal (y por ende pasajera) precisamente por su carácter postrero.
Así, pese a su intrínseca complicidad, las imágenes del instante postrero neutralizan en nosotros lo brutal de las imágenes del cambio corruptor, hasta el punto de que decidimos perdurar aun a costa de -literalmente- encarnarlas, aun a costa de darles paupérrima vida:
"Tales son las formas postreras y poco envidiables de la supervivencia" sentencia que aquí me ha servido para describir la condición de seres humanos -aun- vivos, pero que el Narrador aplica a nuestra manera de hacer perdurar, con la finalidad de instrumentalizarlos, a los muertos:
"Y es que largo tiempo después de que los pobres muertos hayan salido de nuestros corazones, su ceniza indiferente sigue aun mezclándose, sigue sirviendo de argamasa para las circunstancias del pasado .Y así, ya sin amarlos, ocurre que en una habitación, una alameda, un camino, dónde un momento estuvieron presentes, a fin de que el lugar que ocupaban deje de estar vacío, nos sintamos obligados a evocarlos, sin siquiera echarles de menos, incluso sin nombrarlos, y hasta tolerando que no se les identifique… tales son las formas postreras y poco envidiables de la supervivencia."