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"Hybris"

Puede ser libre una sociedad mientras la codicia, la desmedida ambición y la mentira sean libres? Creo que es el momento oportuno para hacernos una pregunta que desde hace mucho tiempo nos formulamos poco. Sin elecciones a la vista no tenemos por qué atender a la presión de la propaganda. Además, la Crisis -que escribo así, con mayúscula, ya que corremos el peligro de convertirla en una abstracción, como el supuesto Buen Momento de hace poco- debería ser un incentivo para la interrogación.

Por supuesto no nos basta que contesten a la pregunta algunos dirigentes religiosos. Hace poco leí, nada menos que en el Financial Times, el alegato contra la "cruel y arrogante riqueza" realizado por el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, con motivo de la Pascua. El día anterior el obispo de Rochester, Michael Nazi-Ali, había publicado un sermón en el que se aludía a la "dificultad de que los ricos entren en el cielo" a propósito del paso enorme de la especulación en la economía británica. Ambas intervenciones fueron bastante comentadas en la prensa inglesa y no faltó quien aludió a Londres como la nueva Babilonia del mercado global.

Estas tomas de posición recordaban en parte la lista de los "nuevos pecados capitales" hecha pública por el Vaticano semanas atrás. En ellos se remarcaba el carácter pecaminoso de la excesiva riqueza. Simbólicamente tenían su interés. Lástima que, como siempre, la Iglesia católica, la institución europea que históricamente ha demostrado menos propensión a la autocrítica, fuera incapaz de aclarar sus oscuras finanzas mientras se erigía en el celador moral de la humanidad. También como siempre la arrogancia moralista y juzgadora de la jerarquía católica debilitaba argumentos de valor

Con todo se tratan, en uno y otro caso, de opiniones religiosas y, por tanto, en nuestra época secularizada, privadas. En cambio la respuesta a la pregunta inicial debería ser pública, una cuestión fundamental en el funcionamiento de la propia democracia. No obstante, en relación a ella, nuestra democracia permanece muda. Tras el hundimiento en el siglo XX de las utopías ilustradas y románticas parece incluso de mal gusto oponerse a los mecanismos de la cruda realidad -el capitalismo sin límites- con la expresión de deseos éticos alternativos. Se opta así por una democracia de las formas, en la que se trata de persuadir a mayorías elección tras elección, y no de los contenidos.

Tengo para mí, sin embargo, que esta opción nos traslada a una falsa libertad, pues al no ejercer la democracia el suficiente control sobre la desmesura cualquier minoría puede acabar estableciendo un poder oligárquico. A este respecto, la gran educadora de la democracia ateniense, la tragedia, expresaba ideas robustas que se reflejan perfectamente en las obras de Esquilo o Sófocles. La hybris -traducible por desmesura- era la fuerza contraria al equilibrio que debían buscar tanto el individuo como la sociedad. Era, en otras palabras, el enemigo primero de la democracia, como demuestra Bruno Snell en El descubrimiento del espíritu, recientemente dedicado aquí. De hacer caso a la enseñanza profunda de la tragedia griega, y quizá no ha habido otra superior en toda la historia de la cultura, deberíamos desterrar el dilema entre distintos tipos de democracia -política, social o moral- para advertir que únicamente un equilibrio entre ellos conduce a un posible orden armónico. Claro que para eso sería necesario recurrir de nuevo al deseo y no conformarnos servilmente con lo que llaman realidad.

Porque, como ustedes saben, la realidad ahora es la Crisis y hasta hace no demasiado era el Bienestar, el Optimismo o el Gran Momento. ¿Qué ha pasado para que, casi súbitamente se produjera esta transformación? No lo sabemos con exactitud. En parte porque nos engañamos. No entendemos lo que pasa y tenemos la impresión de que quienes deberían explicárnoslo o bien tampoco lo entienden o bien fingen. De repente aludes de cifras caen sobre nosotros, y nos desorientan: burbuja inmobiliaria, morosidad, quiebra, posibilidad de recesión, amenaza de paro. Y la democracia que hemos construido y aceptado no nos ayuda en absoluto a hacer transparente lo que los especuladores quieren que permanezca opaco.

No podemos, tampoco, lamentarnos mucho, pues es la democracia que hemos querido, impotente ahora para tranquilizarnos en relación a los fantasmas que acechan. Desde este punto de vista somos prisioneros del hechizo que nosotros mismos hemos edificado o, cuando menos, tolerado.

Nuestra democracia ha sido pasiva ante la hybris de los codiciosos y los ambiciosos, cuando no la ha alentado ciegamente. Durante años el Bienestar, el Optimismo, el Gran Momento se ha medido, en buena parte, con los beneficios de aquéllos. ¿Cuántos titulares de los periódicos de tantos años no han identificado el Gran Momento con obscenos aumentos en los precios de la vivienda, con ganancias casi increíbles de los bancos, con plusvalías grotescas de especuladores de distinto pelaje? ¿Por qué se ha rodeado de silencio, casi hasta el final, la destrucción sistemática del litoral mediterráneo y de muchos otros territorios por parte de depredadores que han exhibido abiertamente su rapiña?

El político ha callado ante la hybris y el ciudadano, por lo general, cómplice de ella, también. En consecuencia, no tendríamos que caer en el fácil consuelo latino de creer en oscuras fuerzas conspirativas o refugiarnos en la inutilidad de los dirigentes políticos. El silencio impotente de la democracia frente a la hybris es responsabilidad, en primer lugar, de los ciudadanos.

Un amigo italiano me lo resumió muy bien en relación al triunfo del nefasto Berlusconi. Para él lo decisivo no era que Berlusconi fuera el hombre más rico de Italia, o que poseyera la casi totalidad de las televisiones, sino que lo que al cabo resultaba determinante era que, como si se tratara de una extraña epidemia, un pequeño Berlusconi habitaba en el cerebro de la mayoría de los italianos.

Si queremos regenerar nuestra democracia debemos atrevernos a condenar la hybris: no podemos aspirar verdaderamente a la libertad mientras la especulación y el engaño sean libres.

En lugar de aceptar la abstracción casi metafísica de la Crisis, ¿no sería aconsejable diseccionar sus causas y obrar en consecuencia?

Quizá tampoco sería una mala idea enunciar los pecados capitales que atentan contra la democracia y meter en la cárcel a los pecadores en lugar de presentarlos como héroes de nuestro tiempo. Está bien que de acuerdo con la parábola evangélica evocada por el obispo de Rochester a los codiciosos les cueste entrar en el cielo. Pero a nosotros nos toca ocuparnos de la tierra.

El País, 26/04/2008

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10 de junio de 2008
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Titulares mexicanos

La primera vez que visité México, me impresionaron de entrada los titulares de los periódicos. Compruebo, en esta visita dieciocho años después, que eso no ha cambiado. No me refiero a lo sangriento de los tabloides, sino a la forma que toma la escritura, que me hace recuerdo a esas palabras magnéticas con las que uno puede escribir poemas en un refrigerador. Debe haber una profesión especial en el periodismo mexicano, destinada a ser escribidor de titulares; de otra forma, no se entiende que esa escritura sea tan diferente a la del resto del periódico. Sí, es cierto, hay algo de lógica en esa locura: se da prioridad a la acción, al verbo. Pero me temo que eso produce un desajuste en el resto de la frase, con lo cual, casi al azar, se van poniendo nombres y adjetivos. Una suerte de hipérbaton no intencionado.

Los dejo con algunos titulares del periódico Reforma, ediciones del lunes ocho y del martes nueve de junio:

Vive en emergencia Istmo por lluvias.

Recibe medalla Irma Morales en su despedida.

Exhibe exoneración impunidad en BCS.

Excluyen de planes estacionamientos.

Alistan vecinos demanda.

Debe ser el petróleo palanca: Carlos Slim.

Dedican autoridades culturales gasto a reparar fallas.

Destituyen a Creel de PAN en el Senado.

Desbloquean transportistas casetas.

Revive muerte de mujer encono con PGJE.

Tiran vientos dos árboles en la Florida.

 

 

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10 de junio de 2008
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III. Judíos malvados, gitanos ladrones

Recuerdo haber visto alguna vez, en una antología de los textos escolares de la época de Franco en España, una pieza de lectura para niños de la escuela primaria, ilustrada con dibujos, dedicada a explicar la maldad congénita de los judíos. Un judío de rostro torvo, sonrisa pérfida y nariz ganchuda, la encarnación misma del mal, martiriza en la parrilla ardiente a un niño que se niega renegar de su fe en Cristo, y así es llevado a la muerte a consecuencia de las torturas a que su verdugo lo somete, sin sacarle la más mínima queja. De esta manera expedita, el niño obtendrá la palma del martirio.

Los judíos malvados, enemigos de la fe, y causantes todos, como raza, de la muerte de Cristo. Los gitanos, ladrones y secuestradores de niños, culpables también como raza. La culpa de los judíos y de los gitanos, nunca será lavada, se transmitirá de generación en generación. Por eso se necesitarán siempre leyes de emergencia contra ellos.

En la Alemania nazi, después de los censos exhaustivos para saber dónde vivían los judíos, vinieron las estrellas de David en las vitrinas de sus comercios, y en las solapas de sus chaquetas y abrigos, y después vinieron los campos de concentración, a los que también fueron a dar los gitanos y demás razas rebajadas, lo mismo que los homosexuales. El rasero se va haciendo siempre más grande, y se pasa llevando luego a los cojos, a los contrahechos, y a los débiles mentales. 

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10 de junio de 2008
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Leyendas y otros animales de Feria

La Feria sigue, crece, saluda al sol y expone a sus animales en jaulas estrechas, incómodas, municipales y efímeras. Los animales son fauna diversa, imprevisible y llena de manías. Unos, casi invisibles; otros, más visitados que una playa de Benidorm. Estrellas, como aquel oso blanco de cuando fuimos niños y paseantes en la Casa de Fieras. En ese parque nos han pasado muchas cosas emocionales, carnales y lectoras. Cada año, sueltos y sin bozal, regresamos a esa patria de libros. Porque nos quedan algunas patrias: los libros, las librerías y nuestra patria particular: nuestra biblioteca. Somos lo que es nuestra biblioteca. Es decir, un orden incierto, un complejo catálogo que mantiene ritos, mitos y leyendas. Hemos acumulado muchas vidas ajenas, muchas miradas, palabras, historias y fábulas que nos llegaron gracias a ese trinomio que forman escritores, editores y libreros. Artistas principales de la Feria del Libro.

Uno de los animales más conocidos de la Feria, cuarenta años le contemplan, es Jordi Herralde. Ha sido el primer gratificado por los libreros para el Premio Leyenda, un nombre que despista. Uno no se imagina a las leyendas bebiendo cervezas con hermanos libreros, editores y otros oficios como los hermanos Visor. Los visores: dos fieras legendarias, poéticas y festivas, dentro de la Feria y fuera de sus jaulas. Sin duda, Jordi Herralde es una leyenda en nuestra vida lectora.

Desde el año 1969, en que llegó con Enzensberger, hasta nuestros tiempos ha sabido resistir los días y las noches de nuestras principales fieras literarias. Ha soportado sus manías, sus reproches y sus justas, o menos justas, pretensiones dinerarias. Algunos de nuestros escritores no están con él -felizmente hay otros mundos, otros editores-, pero la mayoría o quiso o estuvo con él en un tiempo, en un país. Lejos de nuestros churros, de nuestro casticismo, Herralde nos hizo leer a los escritores que mejor han escrito en las propias patrias de sus idiomas...

La leyenda no tiene enmienda. Y no hablo de leyendas áureas, sino del gerundio de legere. En eso seguimos. En eso se reconocen los humanos en feria. Los que cada año se ponen delante de sus animales preferidos y les solicitan sus monerías. Cada uno con su estilo. Herralde contó algunas de las manías de su tribu. La más tímida, la olvidada en algún sur, Adelaida García Morales. La más estrella, la reina de la manada, Carmen Martín Gaite, una escritora que supo decir, dedicar y actuar como reina de su circo.

Vivo maestro en ese arte de marear sigue siendo Antonio Gala. Reina republicana de nuestra Feria, con su estilo firme y cálido es Almudena Grandes. Lo dijo esa leyenda llamada Herralde. No es de su tribu, pero quienes la leyeron, lo saben.

Artículo publicado en: El País, 8 de junio de 2008.

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9 de junio de 2008
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Más catedrales

Ahora que triunfa la literatura sobre catedrales y su construcción, que más que con piedras y cemento parece que está hecha con sortilegios y secretos ocultos, no tengo más remedio que hablar de la Catedral que se encuentra en Mejorada del Campo, en Madrid. Allí, entre chalets adosados, se eleva una enorme catedral construida con objetos de la calle y materiales sobrantes de otras obras, tales como cristales rotos, baldosas y vigas abandonadas. Con ellos su dueño y único constructor, a lo largo de muchos años, ha ido poniendo una torre aquí, una vidriera allá, una capilla en el otro lado, según se lo iba pidiendo el cuerpo y sin ningún plan determinado porque, como el mundo, el objetivo de esta obra es no ser acabada nunca. Las columnas están empedradas de chapas de cerveza y las cúpulas las cruzan sombríos rayos de luz y alguna paloma.

A veces cuando empiezo a creer en el intelecto humano, en los grandes diseños económicos, en lo que dicen los políticos, cuando incluso empiezo a creer en mí misma,  me voy a contemplar esa mole mastodóntica e íntima, humana y fea, que se alza ante nuestra vista de la misma forma que nuestra civilización, llena de artilugios raros y toscos y sin sentido. ¡Y quién sabe! quizá dentro de doscientos años alguien escriba una novela tratando de desvelar qué significado encierran las chapas de cerveza y coca-cola de sus muros.

Aunque, pensándolo bien, ojalá que nuestra civilización estuviese tan bien apuntalada como ese monumento al reciclaje continuo porque en este planeta todo son chapuzas a corto plazo y por eso la huelga de transportistas, que ha comenzado hoy ya ha provocado largas colas en  supermercados y gasolineras de gente que cree que se va a quedar sin nada.

Como se dice en la película El odio (Mathieu Kassovitz): "Por ahora todo va bien, por ahora todo va bien, lo peor será la caída". Larga vida a la catedral de Mejorada.

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9 de junio de 2008
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Odette y los cuerpos oscuros

"Bajo los árboles del boulevard, en una oscuridad misteriosa, erraban figuras apenas reconocibles. A intervalos la sombra de una mujer que se acercaba, murmurándole al oído su disposición a acompañarle, provocaba en Swann un estremecimiento. Rozaba ansiosamente estos cuerpos oscuros como si entre los fantasmas de los muertos, en el reino de sombras, se hallara buscando a Eurídice."

/upload/fotos/blogs_entradas/elamordeswann1_med.jpgCuerpos oscuros de muchachas de la calle, cuerpos no susceptibles de apagar el sentimiento de abandono y desarraigo que produce en el protagonista la primera desaparición de la mujer que, desde ese mismo día, está condenado a amar. Y sin embargo todo lector de la Recherche sabe que ese amor de Swann, la tan frívola como ferozmente calculadora Odette de Crecy, sólo por la enferma sublimación de Swann puede interpretar el rôle de Eurídice.

Cierto es que también Swann es de hecho un simulacro de Orfeo, pues su relación con la música lleva la marca estéril de la erudición y cuando realmente la música le afecta se trata de "notas falsas producidas por dedos inexpertos en un piano desafinado". Ni qué decir tiene que tales dedos son las de la propia Odette, la cual sólo se distingue de las sombras del averno como una cocotte astuta se distingue de la muchacha de la calle o del prostíbulo de carretera.

La pericia para instrumentalizar el deseo de hombres poderosos, su instinto adaptativo y su férrea voluntad posibilitan que, a una edad imposible, cuando la muchacha del prostíbulo ha pasado como mucho a funciones de gerencia, la vieja cocotte continúe alimentando los escuálidos fantasmas de un amante, o de un esposo, anciano y en busca de una reconversión "como una tierra ya estéril para la viña sirve aun para el cultivo de remolacha". Amante o esposo al que -a la vez que traiciona- acaricia, consuela y en definitiva cuida, de manera rácana, "pues es mediocre en tal papel como en todos los demás".

Mediocridad de Odette de Crecy en todos los papeles de la vida, excepto en lo referente a la capacidad de medrar, de ocupar un lugar empapado por la luz dorada, luz a la que cada cosa del alma humana (erudición, arte, modales, afectos, deseos, creencias...) es permeable.

Dinero que es mi alma, dinero que, aun sin saberlo el protagonista, guía las palabras brutales de Swann con las que muestra su complacencia por haberse librado de su amor como quien se libra de una amenaza de ruina: "Y pensar que he gastado años de mi vida, que he deseado morir, que he hecho objeto de mi mayor amor a una mujer que, en realidad, no podía gustarme, que no era de mi estilo."

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9 de junio de 2008
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Del ring-ring y otros bang-bangs

Ni hablar, el aparato tiene su sex appeal. Ya lo sabía mi abuela durante su temprana juventud, cuando para poder atender a las ardientes llamadas de ese novio secreto que ya entonces pujaba por hacerse mi abuelo, debía meter pedazos de algodón entre los timbres, de modo que sólo ella pudiese advertir las vibraciones mudas del aparato. No sé con qué frecuencia timbraría el teléfono en aquella casa, pero imagino ya las taquicardias que se desatarían a cada nuevo ring-ring, que sonaría a rrr-rrr una vez aplicado el mute analógico. Sabrá el diablo si al cabo vine al mundo también por las bondades de ese aparato.

     Ningún timbre genera la incertidumbre alegre y esperanzadora propia del teléfono. Cierta vez, al atardecer de un domingo largo y hueco, agonizaba yo en la sala de mi casa -inflamado de aquella terquedad masoquista según la cual tal es la hora cero para los suicidas- cuando un súbito ring-ring acudió a rescatarme de la nada. Antes de levantar el auricular -no había identificadores, ni cosa semejante, y hasta los policías en las películas solían pasarlas negras para intentar rastrear una llamada- ya tenía un esbozo de lista mental con mis expectativas más acariciadas. Las guapas, las simpáticas, los secuaces, los cómplices, cualquiera finalmente sería bienvenido. Para mi desazón instantánea, la voz al otro lado pertenecía a un promotor universitario que llamaba para informarme de las actividades culturales de su dependencia. ¡El domingo a las siete, válgame la chingada! ¿Qué iba a hacer? ¿Insultarlo o colgarle? Debe de haberme dado tanta piedad el infeliz que lo escuché hasta el fin de su perorata. Me preguntaba, en tanto, cuan jodido tenía que estar el promotor sin rostro para darse a espantar de tan triste manera a los fantasmas del domingo en la tarde. Y en cuanto a mí, ni hablar; había vuelto al hoyo, sólo que más abajo. Una vez que colgamos, me ganó la risa. Carcajadas inesperadamente contentas. Irónicas. Sardónicas. El ring-ring, al final, me había rescatado.

     En alguna medida todo eso se acabó con el arribo del marketing telefónico. Esto es, desde que los primeros mercachifles se asumieron con el derecho a invadir la privacidad ajena mediante la utilización abusiva de voces humanoides resueltas a vender servicios y productos nunca solicitados, mediante peroratas cuyo solo sonsonete invita a remitirlos al carajo que en silla coja los parió. En un principio lo intenté todo, de indignarme a tratar de indignarlos, con lo cual solamente conseguí que siguieran llamándome nada más para hacerme rabiar. Luego, no eran robots. Cuando al cabo entendí que no podría evitar esas llamadas abusivas -de las que sus autores, meros empleados, no eran exactamente responsables- me enseñé a limitar sus estragos a fuerza de minimizar su duración. Apenas reconozco el sonsonete, cuelgo inmediatamente. Por lo común no insisten.

     De repente son muchas, demasiadas las llamadas de paja para no arrebatar al otrora esperado ring-ring algo de su poder de seducción. Aunque no todo él, y he ahí el problema. El maldito aparato vuelve a sonar y uno, que tiene cosas mejores por hacer, se rinde a su asquerosa curiosidad y corre hacia el tirano antes de que sea tarde, en lugar de bajarle el volumen y enseñarle quién manda en esta casa. ¿Por qué no he de apagarlo, si es mío y no yo suyo? ¿Por qué no he de colgarle al androide que insiste en asestarme una nueva tarjeta de crédito? ¿Por qué debe la vida paralizarse cada vez que resuena un nuevo ring-ring? ¿Por qué la angustia cuando se descompone y el alivio no bien lo reconectan? Tal vez porque al final el ring-ring es la música más dulce de este mundo. No en balde sus efectos estupefacientes aún lo hacen confundible con uno de esos eclipses de soledad que acabaron llenando a mi abuela de nietos. Finalmente, quién puede asegurar que la vida o la muerte no se ocultan detrás del próximo ring-ring.

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9 de junio de 2008
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Soledad querida

La soledad voluntaria reaparece como una dulce y trasparente envoltura de silencio. Estar a pelo con uno mismo deja de ser un suplicio para convertirse en un consuelo. Del aprovechamiento de la soledad se va creando una nueva conciencia del ser completo. Entre los artistas la creación empieza a manifestarse como un producto nacido genuinamente de uno mismo gracias tal vez a la seguridad de que morirá a solas. Mujeres que en la madurez pintan, hombres que encuadernan o cultivan bonsais, una ristra de personas mayores atesoran una soledad representada en la guarida de una afición y esto tiende a ser lo único visible de su espíritu.

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9 de junio de 2008
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Ocasión para no morirse tonto

Cuando suena la palabra "filosofía", o bien se desata el terror, o bien una carcajada, o bien la bizquera del sordo ("¿filo qué?"). El primer caso atañe a quienes creen que la filosofía es como la física cuántica, cuando sólo es su fundamento. En el segundo caso es seguro que se ha dicho en un contexto como "la filosofía del entrenador nacional". El tercero es el más general y simpático. Mejor no tener ni idea que creer que se tiene una.

Sin embargo, la filosofía es lo más simple del mundo: es "el arte de hablar exclusivamente de asuntos que a todos conciernen". Eso sí, deben concernir a todo el mundo, no sólo a los geómetras o a los peluqueros, no sólo a los inteligentes o a los tontos. A todo el mundo. Parece una condición imposible de cumplir y sin embargo es la única sin la cual no hay filosofía. Por ser difícil de cumplir, la filosofía es infrecuente.

/upload/fotos/blogs_entradas/filosofa._interrogantes_que_a_todos_conciernen_med.jpgLa definición de "filosofía" antes mencionada es de un pensador riguroso, Víctor Gómez Pin, en su libro póstumo "Filosofía. Interrogaciones que a todos conciernen" (Espasa). Gómez Pin que comenzó como experto en Aristóteles con sendos tratados sobre el vino y los toros, derivó en sus últimos años de vida hacia la filosofía de la ciencia. Sin embargo, el enigma del vino y los toros nunca le abandonó ya que nada tendría sentido si el sentido no tuviera su raíz en los misterios de la ebriedad y la muerte. Somos animales que deliran, juegan con la muerte y bailan sobre sus propias tumbas. Si la mecánica cuántica es incapaz de decir algo sobre tales asuntos, mejor usarla para construir cyberbarbies.

Dedicar la vida al pensamiento es una tarea peligrosa. No se sabe qué es peor, si que te reconozcan (esas figuras terminales de Ortega y Zubiri), o que te traten como a un mono, que es el destino habitual de quienes tratan de pensar en este país. Gómez Pin no se engañaba sobre la generosidad de su tarea y asumió con total naturalidad su acabamiento. Antes de dejarnos, sin embargo, escribió su testamento. Observen: "Interrogaciones que a todos conciernen". Gran faena final del matador.

Artículo publicado en: El Periódico, 7 de junio de 2008.

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9 de junio de 2008
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La opción por los ricos

El título parafrasea una directiva que la Iglesia difundió hace no muchos años -para ser sincero, parece que hubiese sido siglos atrás- como propia: la de la ‘opción por los pobres', esto es, lo que en aquel entonces aparecía como su decisión manifiesta de trabajar más por aquellos que menos tienen. En su columna de ayer en Página 12, Horacio Verbitsky me reveló la existencia de un periodista del que yo nunca había oído hablar -Gabriel Fernández-, director de una revista alternativa que yo desconocía -La señal medios-, citando un artículo suyo -de Fernández, quiero decir-  titulado La opción por los ricos. Quiero reproducir a continuación algunos de sus pasajes, porque definen un fenómeno insoslayable del presente argentino mucho mejor de lo que yo lo hice en este blog -en textos como El hecho maldito, por ejemplo.

Dice Verbitsky que dijo Fernández: ‘Si antes una franja apreciable de la comunidad media (argentina) abandonaba su confort para cooperar con la liberación en general y con la mejoría en la vida popular en especial, ahora otro sector de ese segmento llamea y se compromete: vamos a luchar por los ricos, esa es nuestra opción. Comerciantes, profesionales y no pocos rascas han resuelto considerar indignante que multimillonarios dirigentes rurales paguen impuestos. Y aún más: evalúan disparatado que el Estado les exija blanquear parte de su producción y su personal. Y así como una generación de muchachos de las capas medias bregaron por la justicia social para todos (Fernández habla de la generación de los años 70, aclaro yo, o sea Figueras), ahora tenemos a una pequeña multitud que lucha para expandir la pobreza'.

‘Debido al exasperante poder de las compañías concentradas y a los efectos del lockout -dice Fernández, refiriéndose por supuesto al todavía vigente lockout agroganadero-, los precios aumentan. En lugar de cuestionar al Estado por no imponer su poder y controlarlos a fondo, (este segmento de gente) se solidariza con los formadores de precios y con los cortes que impiden el paso de las mercaderías... La opción por los ricos atraviesa su ser. Es un compromiso serio, coherente y de larga data, una convicción, un programa activo, una manera de acercarse a la cúspide aunque sea como masa de maniobra'.

‘Con sus vocecitas amplificadas (por los medios, aclaro yo, o sea Figueras), opacan las voces de quienes necesitamos cuestionar aspectos centrales de la política oficial con el objetivo de debatir empleo, industria, energía, recursos naturales, finanzas, impuestos e ingresos desde una perspectiva nacional y popular... Miles de argentinos han resuelto luchar por los señorones. Ya lo han hecho antes, con éxito, y han contribuido a hundir una gran nación. Tendremos que reflexionar a fondo qué haremos nosotros'.

Inteligente, este Fernández. Espero preguntarle hoy a Verbitsky dónde conseguir La señal medios, y ver si tiene versión en la red. Cualquier cosa, les aviso.

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9 de junio de 2008
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