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La música

/upload/fotos/blogs_entradas/sonar22_med.jpgCuriosamente, en los sueños todo lo que soñamos pertenece al mundo de la imagen, incluido el sonido. O, de otro modo: el sueño sólo es visual y los ruidos, los truenos, las canciones son golpes que se traducen en imágenes que sin estruendo ni melodía convencionales componen la sensación de alboroto o de armonía. La facultad de escuchar queda fuera de la percepción del sueño acaso porque nada nos despierta más que el trueno. Incluso la ensoñación, lo mismo que el sueño, necesita del silencio para poder realizarse. El sonido se produce mediante la visión y esa estampa silenciosa es la que detectamos como acústica.

Cuando a quienes no escuchamos apenas música se nos reprocha la pérdida de ese gozo especial no saben los melómanos que lo musical no pertenece exclusivamente al reino del oído sino que se encuentra también en los colores, los vestidos, lo pintado y lo escrito.

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13 de agosto de 2008
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Decálogo de la nostalgia habanera

/upload/fotos/blogs_entradas/visitcuba_med.jpgNo me gusta la última novela de Eliseo Alberto, El retablo del Conde Eros (El Aleph Editores). El autor del fenomenal Informe contra mí mismo se pierde en una difícil evocación de La Habana en 1957. Diálogos sin chispa, descripciones sin credibilidad e historia inverosímil. No conseguí entrar en el texto y sentirme cómodo. Pero, al terminar mi lectura pase a una primera novela en inglés, Telex from Cuba de Rachel Kushner, (Scribner) y de pronto  me enteré de algo obvio: las novelas sobre la era pre-castrista se apoyan en una serie de clichés imprescindibles. El libro de Kushner intenta pintar un poco la parte oriental de la isla, pero cuando toca a la capital, se vuelve a los mismos tópicos, unos datos que bastan para decir a los lectores: estamos en la capital cubana en la época de Batista. Son los hechos y nombres que utilizan también Mayra Montero en Son de Almendra, T.J. English en su estudio Havana nocturne o Ace Atkins en White Shadow, sin olvidar las películas de Francis Ford Coppola, Sidney Pollack o Andy García. La Habana antes de la revolución se resume en unos rasgos que configuran el decálogo de la nostalgia:

 

1.       La Hampa. Presencia imprescindible. El capo Meyer Lansky tiene que aparecer, siempre de noche, con un traje impecable.

2.       Fulgencio Batista. Presencia ineludible. El presidente de Cuba puede ser, según los casos, un cínico que lo aprovecha todo antes de huir o un tonto que no adivina su próxima caída.

3.       Teatros pornográficos. El modelo sigue siendo el teatro Shanghai en la novela de Graham Greene (Nuestro hombre en La Habana). La técnica clásica consiste en contar una acción utilizando la orgia del escenario como una mera decoración. La prostitución, que está siempre presente en las ficciones, no da tanto como estos teatros en el momento de crear una tensión, hospedar un momento de acción o un diálogo.

4.       Hoteles en construcción. Contribuyen en crear la idea de un futuro económico en marcha. Hay que tener cuidado, pues entre el Hilton, el Rivera y el Capri, hay un calendario preciso de fin de obras.

5.       Rebeldes. Utilización indirecta: no estaban en la capital, lo que limita su existencia a apariciones en diálogos, recortes de prensa (cuidado: es imposible captar Radio Rebelde en la capital cubana).

6.       Fidel Castro. No sirve para nada, pues estaba en su sierra del Oriente. Y citar su presencia, muy real, en las páginas de los periódicos ablanda la tensión al proponer un Batista que no utiliza los recursos de la censura.

7.       Ferry de Miami. Muy útil para permitir la entrada o salida de los personajes a pesar de la ausencia de un  muelle romántico. (En la versión más rica, una ficción puede utilizar el vuelo Pan American en el aeropuerto de Ranchos Boyeros).

8.       Estados Unidos. A pesar de lo que uno piensa, es una presencia conceptual, poco útil en una ficción. Una solución obvia es utilizar la figura del embajador Earl T. Smith. No vale la pena pensar en Ernest Hemingway: vive en su casa de cojimar y aparece meramente para emborracharse.

9.       Cabaret. La gran institución de la vida cultural nocturna. El Tropicana, demasiado obvio, es para los creadores sin imaginación. Es mejor pensar en algo más refinado: salón Rojo, Club Montmartre, etc.

10.   Música. Sí, pero no hay que equivocarse: era antes de la salsa y el Rey se llamaba Benny Moré, el bárbaro del ritmo... 

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12 de agosto de 2008
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Libros que cambian la vida

El ser humano es un animal que ríe, llora, lee y hace listas, como el domingo recordaba Benjamín Prado en El País Semanal. Nos gusta hacer listas. Es divertido y nos permite poner un poco de orden en nuestra tendencia al caos. A cien escritores españoles les pidieron sus cinco libros de referencia. Los cinco libros que cambiaron su vida. Yo creo que todos los que leímos la encuesta hicimos nuestra propia lista, nuestra particular incursión en nuestro pasado de lectores que se iniciaban en este juego interminable. Yo hago mi lista. Así como vosotros, si así os parece, deberíais hacer la vuestra. No será la mía muy reflexiva, ni muy meditada, será la misma que pensé ayer mismo cuando leía la de los otros. La mía podría ser ésta, aunque también podría ser otra con otros cinco, incluso una tercera, cuarta, quinta....cada día se podrían cambiar algunos de la lista y sin embargo me gustaría que estuvieran éstos:

Al principio fue, Tintín.  Así estaría el primero de mi lista como lector. Después vinieron otros de aventuras pintadas, pero sin las historias de Tintín mi vida lectora hubiera sido distinta. Mi otra vida, también.

/upload/fotos/blogs_entradas/la_isla_del_tesoro_med.jpgUn poco después soy un adolescente que quiere vivir aventuras, conocer viajes y piraterías. Soy el que está leyendo La isla del tesoro. Las historias de Stevenson, después vinieron las demás, siempre serán parte de lo mejor de mis recuerdos lectores.

Y llegaron los rusos, algunos españoles- uno como Baroja que todavía viaja conmigo- y apareció Kafka. Primero fue La metamorfosis. Así nos dimos cuenta de que todos podríamos ser Kafka y que el horror, el terror, la angustia o el peligro podrían ser cosas cercanas, cotidianas.

La poesía, que ya había llegado con clásicos españoles del siglo XX, Juan Ramón, Machado, Lorca, Cernuda, se nos hacer más cercana, más nuestra y cotidiana con aquellos que tanto bebieron. Con esos que tanto seguimos leyendo. Primero fue Jaime Gil de Biedma, que nos acercó a Ángel González. Ahí siguen cambiando nuestras vidas.

Un poco tarde, a pesar de nuestra historia alcalaína, nos llegó Don Quijote, nunca nos dejará. Pero con él viajaban Faulkner, Borges, Pessoa, Proust, Rilke, Salinger, Rilke, Cortázar, Nabokov, aunque cómo solo puedo elegir uno. El quinto libro, con la pequeña trampa de que Jaime Gil de Biedma y Ángel González sean sólo uno, sería ese viaje de James Joyce que también nos acercó a la Odisea de Homero. El Ulises de James Joyce fue, después de dos intentos, el más importante de las lecturas que cambiaron nuestra vida de lectores veinteañeros.

Ahora, después de haber pasado la mitad de la vida, seguimos buscando lecturas que nos conmuevan, nos transformen, nos cambien. Y de vez en cuando nos pasa. Pero esa es otra lista.

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12 de agosto de 2008
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"Empate catastrófico" y derrota de todos

A dos días del referendo revocatorio que se inventó la clase política como método para salir del "empate catastrófico" en el que se encuentra Bolivia desde hace un buen tiempo, Evo se muestra triunfal: el 52% de apoyo ha sido claro. La lectura de este resultado parece sencilla para Evo: los votantes le estarían dando la carta blanca para profundizar el modelo socialista y para insistir en la aprobación de una nueva Constitución capaz de refundar el país.

Las cosas, sin embargo, son harto más complejas. Pese a su aprobación popular, Evo es un presidente de movimientos cada vez más restringidos: la semana pasada, las fuerzas de la oposición lograron que Evo no pudiera aterrizar en cinco de los nueve departamentos del país (los cuatro de la "media luna" del Oriente, encabezados por Santa Cruz, y Sucre). Extraña paradoja: un líder de izquierda que llegó al poder con un gran apoyo a nivel nacional y el deseo de fortalecer el aparato estatal, se ha ido convirtiendo en un caudillo regional del Occidente andino -La Paz, Oruro y Potosí son sus bastiones--, no el primero de un nuevo momento histórico sino el último de un período de crisis que ha terminado con una profunda descomposición estatal.
 
Si el apoyo a Evo es sobre todo regional y rural, ¿basta para imponer un proyecto hegemónico? El gran error histórico del gobierno de Morales ha sido el de empeñarse en gobernar sin Santa Cruz, el departamento más rico (genera más del 30% del PIB de Bolivia). Sin Santa Cruz, ningún modelo nacional puede ser considerado incluyente, o factible en el largo plazo. Si Evo no entiende esto -parece muy dispuesto a no hacerlo--, su apoyo mayoritario se convertirá en una victoria pírrica. La oposición, por su parte, se aferra a sus planes autonomistas, pero más allá de eso tampoco ha sido capaz de generar un proyecto político capaz de cohesionar al país. Las victorias contundentes de los prefectos de la "media luna" dara fuelle a estos planes, pero no a la posibilidad de ofrecer un nuevo consenso nacional.

A medida que pasan los días y Bolivia no encuentra la salida, crecen las voces de la intolerancia; la semana pasada, hubo un par de mineros muertos en protestas, dos aeropuertos tomados, y un alcalde de Santa Cruz pidió al Ejército "tumbar al presidente". Nada augura que los resultados del referendo revocatorio vayan a calmar los ánimos. Más bien, lo único que harán es dar razones a las dos fuerzas enfrentadas para profundizar en su rechazo intransigente al otro y encastillarse en sus posturas ideológicas. Dejará de haber un "empate catastrófico", pero no por la victoria de uno de los bandos, sino por la derrota de todos los bolivianos.

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12 de agosto de 2008
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Peca, mientras no se sepa

Los argumentos del senador Edwards frente a su tribunal, no suenan muy efectivos. El alegato de que nunca estuvo enamorado, parece acentuar más bien los colores malignos de su pecado, pues se presenta confeso de haber caído en las garras del demonio de la conscupicencia carnal, que es lo que más disgusta a los jueces puritanos, y los hace revolverse incómodos en sus asientos frente a los televisores. Tampoco le vale la confesión de que actuó por soberbia, pues siendo candidato se volvió "egocéntrico y narcisista". Y lo de la paternidad de la criatura, ya se sabe que puede ser comprobado con una simple muestra de sangre, o aún de saliva, para determinar las identidades del ADN.

Todo está, más bien, en que el acusado mintió acerca de sus relaciones con Rielle Hunter, negándolas, cuando la revista sensacionalista National Enquirer se lo preguntó, en el momento en que estaban ocurriendo los hechos de alcoba. Es decir, Edwards debió haberse confesado entonces, declarar su culpa, mostrar arrepentimiento, y solicitar perdón, aunque de todos modos habría sido echado a la jaula de los leones, inhabilitado de por vida para presentarse de nuevo a ninguna candidatura política, como queda inhabilitado ahora, tras su revelación tardía.

Es decir, nada lo hubiera salvado, en ningún caso, y la doblez puritana lo condena por una sola razón: por no haberse cuidado de hacer las cosas en debida forma, es decir, sin que se supiera nunca, lo que se reduce al fin y al cabo a un juicio por pecado de negligencia. Las llamas del infierno solo alcanzan al que se expone, nunca al que sabe mantener guardados de por vida sus secretos de alcoba.

Moraleja puritana, que puede leerse en letra pequeña en las latas de la avena Quaker: peca, mientras no se sepa.

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12 de agosto de 2008
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Palabra-emblema

Mallarmé es algo así como la palabra-emblema de esa afortunada circunstancia en la que impone sus exigencias lo que Steven Pinker ha denominado "instinto de lenguaje".

Instinto que (como el de conservación específico o individual) puede llegar a perderse. Cuando tal cosa ocurre, entonces aquello que nos proporciona identidad, aquello que nos singulariza verticalmente en relación a todos los demás animales, es marginado: o bien reducido a mero instrumento de la subsistencia; o puesto al servicio de causas que el propio lenguaje ha erigido, pero que han sido, por mera estulticia, dejado de ser consideradas en el vínculo con tal matriz.

 

Le sonneur

Cependant que la cloche éveille sa voix claire

A l'air pur et limpide et profond du matin

Et passe sur l'enfant qui jette pou lui plaire

Un angélus parmi la lavande et le thym

 

Le sonneur effleuré par l'oiseau qu'il éclaire.

Chevauchant tristement en geignant du latin

Sur la pierre qui tend la corde séculaire,

N'entend descendre à lui qu'un tintement lointain.

 

Je suis cet homme. Hélas ! de la nuit désireuse,

J'ai beau tirer le câble à sonner l' Idéal

De froids pêchés s'ébat un plumage féal,

 

Et la voix ne me vient que par bribes et creuse !

Mais un jour, fatigué d'avoir en vain tiré,

O Satan, j´ôterai la pierre et me prendrai

 

Aquél por quién la voz ilumina el entorno  es precisamente el único que no tiene de esa misma voz más que  un eco pálido y hasta extraño.

No hay ciertamente palabra sin  persona, sin alma singular y cavidad física que posibilite la re-sonancia. Mas la persona misma nunca es lo esencial. No debe procederse a una inversión de jerarquía, y de hacerlo siempre se pagará un precio.

Es un común decir de los que apuntan a la obra de arte que el creador sólo es tal en razón de su ausencia, no exactamente de su desaparición, sino de su eclipse. Lo que cuenta aparece en primer plano y lo que parecía matriz es reducido a oscuro satélite.

Tal respeto de la jerarquía es la condición de posibilidad de que el mero individuo se reencuentre serenamente con el hombre, es decir, condición de que la nostalgia de su naturaleza, nostalgia que es el motor de la obra de arte y concretamente del instinto musical, no suponga para el individuo exigencia de inmolarse.

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12 de agosto de 2008
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El saber

Tengo a mis tres hijos de viaje por el mundo. Una está en Siria y  Jordania. El otro en Italia y Croacia, el tercero en Namibia. Mi único sobrino sube desde Denver a Las Vegas, la hija de mi prima se ha marchado al lago Como y su hermano acaba de regresar de Londres, su cuñada se encuentra en Islandia y la amiga más amiga le ha escrito un SMS desde  Egipto. La hija de la vecina del chalet de enfrente acaba de regresar de la India y su hermana menor ha decidido conocer Indonesia. Ninguno de todos ellos ha cumplido aún  los treinta y tres años. ¿No tienen ahora cultura  los chicos? No se sabe acaso cuánto saben porque su saber no viene de ningún medio ya escrito. Todo aquello que nosotros apenas llegamos a imaginar en los libros lo obtienen ellos impreso directamente en su mirada.

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12 de agosto de 2008
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El animal estrábico

Late entre los escritores y sobre todo entre los aspirantes a escritores una cierta suspicacia con respecto a los editores. Hay un síndrome de Carver, también. Ya les contaré en otro momento sobre esto. La suspicacia casi siempre tiene fundados e indiscutibles motivos para el escritor: el editor no lo ha publicado. ¿Cómo puede saber alguien de literatura si no publica mi novela? Y es que claro, el editor ese sólo publica a sus colegas, ya sabemos, esto es una mafia de amiguetes y enchufados... corren muy malos tiempos para la verdadera literatura, qué horror. Dicen también que los editores son todos unos piratas -que los hay, los hay...- y unos mercaderes que pretenden lucrarse con la literatura, ese bien sacrosanto y sin mácula que algunos desprestigian escribiendo horribles artefactos de consumo rápido e ingestión liviana.

Los editores, en el imaginario de muchos aspirantes a escritores e incluso entre muchos escritores ya consolidados, son como un enojoso formalismo burocrático entre la novela y su merecido reconocimiento universal. Para muchos son simples mercachifles que nada saben de literatura, y la prueba de ello es que en su catálogo hay mucha baratija literaria. Grave error: aunque hay de todo (Mezquinos, tramposos, fatuos, nulos), creo que básicamente los editores suelen ser personas bastante sensibles, de muy buen olfato literario, cuyos juiciosos comentarios sobre nuestro trabajo suelen ser a menudo descorazonadoramente acertados. /upload/fotos/blogs_entradas/raymond_carver_med.jpgNo sólo valoran el aspecto estético y formal de una novela, un ensayo o un conjunto de cuentos, sino que llegan a saber cómo encajarlo según el voluble gusto del lector. Porque, como dice Jorge Herralde «El editor es un animal estrábico, con un ojo forzosamente en el negocio y otro forzosamente en la cultura». Por eso suelen tener una línea editorial y se afanan en buscar y rebuscar, entre los cientos de manuscritos que reciben mensualmente, aquellos que consideran hallazgos. Cuando lo encuentran, es tanta su ilusión como lo es para el escritor haber sido descubierto. Como me dijo un buen amigo, escritor español: ¡E incluso te llegan a querer! («normalmente no más allá del 15 por ciento del PVP», agregué yo). Pero ese momento de empatía y cordialidad, en la que el editor se la juega con un autor, puede entrañar peligro. Es el síndrome de Raymond Carver.

El próximo post se publicará el martes 19 de agosto. 

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12 de agosto de 2008
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Sobre el arte de morir

Me dio mucha pena la noticia de que Paul Newman abandonó el hospital, decidido a pasar los últimos días de su vida en su propia casa. Enfermo de un cáncer de pulmón (galopante, como suelen serlo una vez que se han revelado; mi madre murió a causa de uno de ellos en cuestión de meses), Newman cambió los cuidados intensivos y la tecnología de punta por el lugar amado. Por lo cual se hace preciso que corrija la frase del comienzo: me dio pena la noticia de que Newman agoniza, pero el hecho de que decidiese morir en su casa me otorgó algo parecido a una alegría serena. El maravilloso actor de Hud y Butch Cassidy parece además ser sabio en un arte que nuestra sociedad nos retacea: el de morir con gracia.

La cuestión me ronda la mente desde hace algunas semanas, cuando un amigo me confesó que su madre estaba muy próxima al fin, y que con su familia habían decidido apartarla de hospitales para permitirle apagarse en su propia casa. Se trataba de una mujer muy mayor, enferma de Alzheimer; un mal que, ya de por sí, lo dificultaba la posibilidad de reconocer dónde estaba y a quiénes veía. ¿Por qué aumentar su angustia y su desorientación internándola en un lugar del todo ajeno, y lleno de gente desconocida? La opción menos violenta era conservarla en su hogar, controlada médicamente de manera estricta pero de todos próxima a sus cosas, a sus aromas, a su cocina, a su cama. Consecuentemente, se extinguió en el sueño. Todas las muertes nos dejan un regusto de injusticia (¿quién puede convencernos de que ese era el momento adecuado, de que el final no podía haber esperado un tiempo más?), sin embargo la suya se pareció mucho a una muerte dulce.

Este mundo nuestro vive en una negación tan grande respecto de la muerte, que prefiere voltear la cara y permitir que las mayorías experimenten muertes violentas -lejos de casa, entubados, rodeados de rostros extraños- antes que asumirla con sabiduría. Lo cual empeora cuando se comprende que sólo la gente que está en condiciones de pagar servicios privados puede ofrecer a los suyos una muerte digna.

Deberíamos educar y ser educados sobre la muerte desde muy temprana edad. Nunca es demasiado temprano para aprender. Nunca es demasiado tarde para cambiar -a no ser que la muerte misma nos sorprenda desarmados.

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12 de agosto de 2008
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El pecho de Berlusconi

Una de las noticias más llamativas, por no decir ridículas, de este verano ha sido el ocultamiento por un velo del pecho del personaje femenino del cuadro, La verdad desvelada por el tiempo, que sirve de fondo a las ruedas de prensa de Silvio Berlusconi. Ni siquiera han podido esperar al invierno, se lo han tenido que tapar precisamente en verano cuando las playas se llenan de top-less y todos vamos bastante ligeros de ropa por la calle. Por lo visto la medida se ha tomado para velar por la imagen del mandatario italiano, una imagen tan consolidada, tan suya, que nada, y mucho menos un inocente pecho, puede empeorar.

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12 de agosto de 2008
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