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Auster en Hispanoamérica

En América Latina y España, lo más cercano que tenemos a un Dios de la literatura se llama Paul Auster. En Estados Unidos, ese mismo Dios tiene su propio Paul Auster Day en Brooklyn, pero hay un límite para la veneración. Ni James Wood ni Harold Bloom, los críticos literarios más influyentes hoy, lo mencionan como un escritor importante. La gente lo lee, pero el respeto se reserva para Philip Roth, Updike, Toni Morrison, DeLillo y compañía. Quizás en el futuro se intente recuperar a Auster; hay obra para ello, sobre todo la trilogía de New York y Leviatán. Por lo pronto, sin embargo, Auster es apenas un asteroide en una galaxia de planetas inmensos.

Es curioso ver cómo la obra de un autor viaja tan bien a otros países que termina siendo más importante allí que en su propio país. Ahora, ¿por qué es tan grande Auster en América Latina y España? Si bien uno de los temas centrales de la narrativa de Auster es la importancia del azar en la vida cotidiana, lo que ha ocurrido con su obra en Hispanoamérica es cualquier cosa menos fruto del azar. De hecho, Auster funciona en nuestros países porque nos es muy familiar: para la fácil recepción de su obra, hemos sido entrenados por la lectura de Borges, Cortázar, Cervantes y Unamuno.

"No hay una realidad única", dice un personaje de su última novela, Hombre en la oscuridad (Anagrama), "Hay múltiples realidades... Hay muchos, mundos paralelos, mundos y antimundos... y cada uno de ellos lo sueña o imagina alguien en otros mundo. Cada mundo es la creación mental de un individuo". El narrador, el crítico literario August Brill, menciona que estas ideas son del filósofo italiano Giordano Bruno. Sin embargo, para nosotros, esto suena peligrosamente parecido al Borges de "El jardín de senderos que se bifurcan" y muchos otros cuentos.

Brill se evade del presente contándose historias en la noche. La más fascinante, tiene ecos de la paranoia de Philip Dick y del Cormac McCarthy apocalíptico de El camino: un mago, Brick, se encuentra en un Estados Unidos paralelo en el siglo XXI, un lugar asolado por una guerra civil y en el que no hubo guerra en Irak ni tampoco un 11 de septiembre. En esta historia, unos militares que lo rescatan le encomiendan la misión de matar a un hombre. Brick se pregunta por qué. La respuesta: "Porque él es dueño de la guerra. Él la inventó, y todo lo que ocurre o vaya a ocurrir está en su cabeza. Elimina la cabeza, y la guerra se detiene. Así de simple... No es un Dios, es sólo un hombre. Se sienta en su escritorio todo el día, escribiendo, y todo lo que escribe termina ocurriendo de verdad".

El hombre que debe ser asesinado, quizás sea obvio decirlo, es August Brill, creador de Brick. Se trata, claro, de meta-literatura, algo que ha producido la peor novela de Auster (Viajes por el Scriptorium) y algunas de sus mejores páginas (La ciudad de cristal). Y se trata también de algo muy familiar para los lectores de los cuentos de Cortázar. En Hombre en la oscuridad los caminos que parecen más productivos para Auster -Dick y McCarthy-son abandonados para elegir otros caminos -Borges y Cortázar--, al final también explorados a medias porque Auster ha elegido terminar con algo más doméstico, más prosaico.  

La gran deidad que preside la obra de Auster es el Cervantes meta-literario que crea personajes que luego se leen a sí mismos en una novela (las deudas con el Quijote son explícitas en la Trilogía de New York). Cervantes está flanqueado por Borges y Cortázar, y tiene por ahí, de edecán, al Unamuno que reflexionaba sobre la relación entre el creador y sus personajes. El gran mérito de Auster es hecho suyos a algunos de nuestros escritores más importantes, para devolvernoslos como si fueran otra cosa. Lo leemos como si fuera literatura norteamericana de primer nivel, pero en el fondo nos gusta porque sus juegos extraños nos parecen muy conocidos. De hecho, lo son.

La Tercera, 8 de septiembre 2008

 

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8 de septiembre de 2008
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José Manuel Nava Sánchez

Le asestaron 30 puñaladas. Su cuerpo fue encontrado en su departamento de la calle Varsovia, en la colonia Juárez de la Ciudad de México. Fue director del periódico nacional Excélsior y acababa de presentar su libro Excélsior, el asalto final, donde narraba los entresijos de la lucha de poder del rotativo que finalmente fue comprado por el magnate de la comunicación Olegario Vázquez Raña. Laboró en ese periódico durante 30 años. Había denunciado la intromisión política en el interior del diario del que fue expulsado por la cooperativa. Antes de ser asesinado dijo a la prensa que "un grupúsculo de traidores emboscados" selló a medianoche las oficinas de la dirección del periódico cuando lo echaron de manera ilegal. Las autoridades han declarado que no han encontrado "el móvil" del crimen.

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8 de septiembre de 2008
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El nombre del enemigo

Le costó diez años a Hugo Chávez Frías, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, nombrar a sus enemigos. Me explico: los enemigos sobran, tanto dentro del país como fuera. El gran vecino del Norte y su presidente, George Bush, es el enemigo mayor, todos lo sabemos. Pero a Chávez le faltaba una palabra para decirlo. Y ahora parece que la tiene: hay en Venezuela pitiyanquis, es decir, personas que aman a EE. UU. y hacen todo para complacer a este país. El New York Times dedicó un artículo al febril uso de la palabra por el presidente y sus seguidores. Vídeos en la web son testimonios del esfuerzo del presidente venezolano por promover la palabra.

/upload/fotos/blogs_entradas/fogel_pitiyanqui_med.jpgAunque el diccionario Collins afirma que la palabra se traduce de manera fonéticamente homónima al inglés, es decir, que un pitiyanqui vale un pitiyanki, es fácil entender que la expresión no es más que una mezcla del francés petit (pequeño) con el inglés yankee.

A pesar de su presencia, a veces en la conversación, pitiyanqui no era una palabra muy utilizada en el hablar venezolano. Pero ahora un sitio como Aporrea que apoya a Chávez se dedica a entregar una etimología y opositores como Alexis Marrero se honran en asumir la palabra. A mí me parece, en ambos casos, un gran éxito lexicográfico de Chávez. No se puede luchar contra un enemigo sin tener una palabra para nombrar a este enemigo. Fidel Castro nunca consiguió esta hazaña. Utilizaba gusano, para los enamorados de EE.UU. que buscaban exiliarse ("¡pim pom fuera: abajo la gusanera!" y "¡Gusanos por compotas!" son dos de las grandes composiciones de la propaganda revolucionaria). Y para nombrar a los yanquis, decía los yanquis (Girón: primera gran derrota del imperialismo yanqui en América). La solución de Chávez es más eficiente, al incluir la palabra yanqui en un término despreciativo que viene, según muchos, de una palabra creada en Puerto Rico.

En realidad, el éxito de Chávez tiene una explicación: era imprescindible promover a un término frente a la abundancia de referencias a la boliburguesía, la burguesía creada por la corrupción dentro de la revolución bolivariana. En Venezuela, hay restaurantes, casas, centros comerciales que "son de la boliburguesía" por un estilo propio de nuevos ricos. En Youtube se puede ver una presentación de carros que se apoya en la propaganda oficial para los cinco motores de la revolución (las leyes habilitantes de corte socialistas; la reforma constitucional; la revolución educativa; la nueva geometría nacional y el nuevo poder comunal) para presentar cinco carros de lujo y denunciar a sus propietarios boliburgueses.

Ya tenemos los dos bandos de un enfrentamiento creciente: boliburguesía contra pitiyanquis. Falta por ver si habrá un estilo pitiyanqui en el consumo tan fácil de identificar como lo que compra el derroche de dinero de la boliburguesía.

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8 de septiembre de 2008
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La apariencia lo es todo

La mala consideración en que se tiene a "la apariencia" en nombre, supuestamente, de que encubre los rasgos de una verdad, representa uno de los tópicos más extendidos y estúpidos de nuestros días. Precisamente cuanto más ha aumentado por todas partes la producción de ficciones (en cine, vídeo, videojuegos, publicidad, internet) los puritanos de "la verdad" se empeñan en que el mundo se ha vuelto falso y es, por lo tanto, falso todo cuanto sucede dentro de él.

Esta inquina contra la ficción no se aviene con los ditirambos que la novelística sigue recibiendo pero mientras en este caso -por tratarse de libros- posee la ficticia reputación de hacernos mejores, más libres o más lúcidos, la ficción en general recibe juicios durísimos, tal como si efectivamente nos estuviera abocando a la evasión.

/upload/fotos/blogs_entradas/hombre_con_careta_med.jpgDe hecho, según este discurso, lo profundo y pesado sería lo bueno y lo superficial o cosmético lo malo. Lo profundo, en fin, aquello que no se ve, se tendría por auténtico y, por el contrario lo que vemos y cada vez más, serían falsificaciones, alucinaciones. Ni Platón podría hallarse mejor representado.

Vivimos, según el juicio de los nuevos platónicos a la violeta, como empapelados de infinitas mentiras y, en consecuencia, nuestra existencia se funda tan sólo de ellas. Pero siendo así, si la existencia entera se funda y compone de ellas, ¿dónde se hallaría la otra manera de existir auténtica? ¿Qué sería necesario hacer, levantar, abatir, refundar, reestructurar, extirpar, para que la supuesta ficción se revelara un postizo y quedara a la luz la luz de la verdad? ¿No cabría prever que liberada la realidad de sus supuestas máscaras tropezaríamos -como en el cuento- con otra y otra máscara para llegar finalmente a la nada? Y no sólo a la nada, sino a nada de nada, porque lo que hacemos, pensamos, sentimos, olemos, amamos o combatimos forman parte del mismo elenco teatral. El Teatro Real del mundo, tan antiguo como Dios, su insuperado histrión.

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8 de septiembre de 2008
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'Naturaleza infiel'

/upload/fotos/blogs_entradas/naturaleza_infiel_med.jpgCristina Grande

RBA

Barcelona 2008

Cuando Naturaleza infiel fue presentada al público, allá por los meses de febrero o marzo, fue recibida de manera ciertamente notable. El nombre de la autora, Cristina Grande, apenas había traspasado entonces las fronteras de su ciudad de residencia, Zaragoza, pero a raíz de esta su primera novela pasó a ser una escritora unánimemente elogiada y reconocida. El autor del texto de la contraportada incluso se aventuró a afirmar que Cristina Grande estaba llamada a ser una de las voces de referencia de su generación.

Al hacer ahora una lectura veraniega de Naturaleza infiel, ya sin la perturbación del factor sorpresa, lo primero que llama la atención es la tranquilizadora sensación de sensatez que transmiten la autora y su obra. Al enfrentarse por vez primera a la empresa de escribir una novela, Cristina Grande ha elegido un tema que puede ser doblemente calificado de familiar, primero porque narra la historia de una familia, y segundo porque resulta evidente que el material narrativo le resulta muy próximo a la autora, cuya voz se confunde por cierto con la de la narradora. Lo cual no implica que se trate necesariamente de material autobiográfico. Sólo próximo. Conocido. Familiar. Igual nada de lo narrado le ha ocurrido en realidad a ella ni a nadie de su círculo de amistades. Pero podría perfectamente estar contando algo muy próximo y personal. En realidad, qué más da.

Otro rasgo evidente de sensatez es la forma elegida para sacar adelante la historia que ella quería contar: frases a base de sujeto, verbo y predicado que raras veces sobrepasan una línea o línea y media; y pequeñas escenas cotidianas, muchas veces no más extensas de dos o tres páginas. O sea, una prosa ordenada y concisa para desarrollar una historia igual de concisa, ordenada y limpia. Cada personaje tiene su momento y su emoción, y dentro de lo posible se manifiesta sin enfrentarse ni imponerse a los demás integrantes de la familia,  que son: el padre y la madre, sin que importen apenas su nombre y apellidos porque casi siempre salen como "mi padre" y "mi madre"; el hermano mayor, Jorge, un ser distante y casi desconocido; la narradora, Renata (muy preocupada por la posibilidad de ser infiel por naturaleza), y su hermana gemela, María, que es un desastre de mujer; la criada, Matilde; la adusta abuela materna y la pobre tía Genoveva, aparte de una nada desdeñable cantidad de novios, amantes, jeringuillas, camellos y demás. Al final acaba pasando de todo, pero con orden y contención, sin amontonamientos. Aquí imperan en todo momento el temple  y el buen gobierno.

Resultaría inútil seguir acumulando elementos descriptivos porque lo que cuenta es que, una vez más, según se avanza en la lectura acaba produciéndose ese fenómeno universal y eterno, el fundamento de la literatura, y que podría describirse así: el tema de la narración y el estilo adoptado para desarrollarla dejan de tener la menor importancia cuando el lector -muchas veces de manera inconsciente- cae en la  cuenta de que el libro que tiene en las manos ha sido escrito por alguien capaz y bien dotado para contar historias.  A partir de ese momento uno deja de lado su consciencia y su capacidad crítica y se dedica a hacer aquello que justifica la existencia misma de los libros, es decir, disfrutar de su lectura.  Y de paso, establecer complicidades y fobias según se manifiesten los personajes. Identificarse con sus anhelos y lamentar sus fracasos. Odiar la injusticia y celebrar el triunfo del bien. En definitiva, lo que hace todo buen  lector es acompasar el propio aliento al acontecer de los hechos y sumergirse en el espacio/tiempo en que transcurren los mismos. ¿Y dice usted que la autora resulta un poco demasiado esquemática y simplista y que tal vez abusa un poquitín del recurso a sujeto-verbo-predicado? Qué observaciones tan raras e incongruentes. En la literatura no hay tal cosa como esquemas  ni tampoco el sujeto, verbo y predicado como recurso. Eso, que lo digan los profesores. Aquí sólo se trata de emociones, sentimientos, búsquedas, renuncias, derrotas y hallazgos. La vida.

Como decía Juan García Hortelano -aunque de inmediato él soltaba alguna boutade para quitarle toda importancia a lo dicho no fuera ser que la frase sonase demasiado seria-  la literatura es la otra vida de la vida. Y Naturaleza infiel está llena de vida. O de literatura. O sea que era verdad: es una buena novela.

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8 de septiembre de 2008
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La narración y la vida

La emoción que el relato de Melville produce viene de ese sentimiento de que, por perdidos que estemos en los dilemas y querellas de una cotidianeidad artificiosa y muy a menudo construida como parapeto, lo esencial reside en muy pocas cosas, entre las cuales cuenta la confrontación elemental de los hombres con la naturaleza -emblemáticamente encarnada por los marineros del Pequod- y el imperativo ético de no ser vencido por sí mismo; imperativo presente tanto en la desconfianza de Bulkington ante las promesas de la costa a sotavento, como en la resistencia de Ahab por trascender la misión -aportar grasa de ballena para las lámparas de los hogares- encomendada por los armadores, en la aceptación de la nueva misión por sus hombres ( desde el más reticente, el Segundo Starbuck, al Queeqeeg que se sabe ya muerto), mas también en la inclinación de Ismael a reencontrar el mar, y sobre todo en su lucidez respecto a la causa final de su supervivencia:

Queeqeeg lanza los dados que cifran su destino y al constatar que la combinación surgida anuncia su muerte se abisma en sí mismo y ya no volverá a pronunciar una sola palabra, mas el ataúd que construye preservará -como hemos visto- al único destinado a hablar cabalmente, a quien tiene como destino el dar cuenta de la historia.

Pues contarlo, y contarlo tan bien como Ismael lo hace, es algo que ayuda a redescubrir lo que ningún ser de razón hubiera debido nunca haber olvidado, a saber, que sin narración no habría habido vida propiamente humana y, en consecuencia, que si no hacemos de nuestra vida trama de un excelente relato estamos sencillamente repudiando nuestro origen.

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8 de septiembre de 2008
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Una bienvenida para Bruno

Ah, qué alegría: ya estás acá. No hay palabras que alcancen para describir nuestra felicidad. ¡Por fin podemos besarte y mimarte sin límites!

La verdad es que te buscamos. Porque veníamos soñándote, imaginándote desde hacía mucho y sentimos que había llegado el momento. Esto no es imprescindible -nunca hay que minimizar el encanto de una sorpresa-, pero dado que así fue, así te lo contamos.

Para empezar con el pie indicado, te anunciamos una buena noticia: el universo al que llegaste es interesantísimo. ¡No te va a dar la menor oportunidad de aburrirte! De manera bastante prodigiosa, por cierto, hemos venido a parar al interior de la más esplendorosa caja china: una fuente insondable de misterios, que no cesa de presentarnos desafíos, de invitarnos al juego. Eso sí: la versión oficial, que no tardarás en oír por una u otra vía, es que los hombres ya lo sabemos casi todo. Algunos se atreven a sostener, incluso, que somos lo más grande que existe. ‘La cima de la creación', dicen los jefes de prensa de la especie. En efecto, mucha gente cree que el universo está ahí para funcionar como patio de juegos, o incluso como basural. Pero acá entre nosotros, la verdad es que lo conocemos poco y mal. Y que usamos de la peor manera la mayor parte de lo que sabemos.

Tiempo atrás, un hombre podía atesorar la suma del conocimiento; eso es más bien imposible, ahora. Pero el hecho de que tanto dato ya no entre en una sola cabeza no significa necesariamente que hayamos arribado a un nivel de excelencia, un podio olímpico entre las especies. Quiero decir: nos gustaría que entendieses que, aunque muchos pretendan lo contrario, viniste a dar a un mundo y a un universo donde casi todo está por descubrirse. Y no sólo allá lejos, en las distancias remotísimas que propone el espacio. Los misterios también abundan aquí, al alcance de la mano.

Por ejemplo: sabemos más sobre Marte que sobre las profundidades de los océanos. No tenemos gran idea sobre la naturaleza del tiempo, contra la que batallamos a diario como si fuese nuestra enemiga. El fenómeno de la vida sigue resultándonos desconcertante. En materia de iniciativas que nos eduquen para vivir -y convivir- mejor, nos hemos quedado virtualmente huérfanos: ¡necesitamos ideas para superarnos y gente que ayude a empujar hacia delante! Para ponértelo de otra forma: aunque la especie ya lleva unos cuantos años en este planeta, la aventura humana acaba de comenzar y te invita a desempeñar tu parte como invita a todos por igual, por el simple hecho de haber nacido. Este es un lugar en el que, además de lo que sigue pendiente de descubrimiento, todo está por hacerse. Y mientras tanto el universo entero continúa allí afuera, la más enorme caja de sorpresas que se pueda concebir, en espera de ser abierta. De hecho dicen que se está expandiendo todo el tiempo, una idea que hoy, dada la forma en que te vemos comer, debería resultarte natural.

Si estamos en condiciones de escribirte estas palabras, se debe precisamente a que nacimos en un rincón privilegiado. Cuando crezcas oirás mil y una veces que el valor de una casa depende de su ubicación. Pues bien: nosotros, en tanto humanos, vinimos dar a uno de los sitios más cotizados del tinglado. ¡Este planeta bulle de vida! Y nosotros, mujeres y hombres, nos hemos desarrollado para disfrutar cada una de sus características. El sol, el mar y los ríos, los árboles llenos de frutos, las montañas, los valles fértiles: da la sensación de que hubiesen sido concebidos a la medida de nuestras necesidades. Y sin embargo es al revés, somos nosotros los que nos acomodamos a sus características. La distinción es importante, porque subraya que hicimos bien en adaptarnos. A veces hacemos exactamente lo contrario, tratamos de adaptar las cosas a nuestra conveniencia de la peor manera -esto es, con violencia-, y producimos desbarajustes sin límite.

¡Qué bueno sería si lo entendieses cuanto antes! /upload/fotos/blogs_entradas/bruno_figueras_2_med.jpg

Este mundo tiene todo lo que necesitamos, y en cantidades más que suficientes. El problema es que somos pésimos administradores. Y que mucha gente no se conforma con administrar -haciendo un uso racional de los bienes y distribuyendo lo que no necesita- porque se siente, más bien, con derecho a poseer. Nuestros antepasados nos transmitieron la más extraña compulsión: ¿qué derecho que no sea la fuerza habilitó a los hombres a adueñarse de la tierra y del agua, pasando por encima de -por ejemplo- los derechos que asistirían al león, la espiga de trigo o el pez espada? La Tierra entera estaba aquí cuando nosotros llegamos, y seguirá estando -siempre y cuando no metamos la pata- cuando nos hayamos ido. Creer que podíamos proclamarla nuestra y usarla a nuestro antojo fue un delirio, ciertamente. Pero en fin, este no es el lugar más indicado para cuestionar el orden de las cosas. Digamos tan sólo que la aventura humana se complicó cuando nuestros antepasados empezaron a clamar propiedad -y a diseñar banderas que ondear- sobre territorios, sobre bienes e incluso sobre gente. Y que te guste o no, dado que la cuestión de la posesión es crucial en este mundo, te verás forzado a elegir dónde y cómo pararte a este respecto.

Por ejemplo: más temprano que tarde descubrirás que la manzana que te gusta es menos disfrutable, en tanto estarás rodeado de gente que también querría manzanas... y no las tiene. O te tocará no tener manzana alguna y padecer hambre, o cuanto menos necesidad. En cualquier caso, ojalá entiendas que el sistema no empieza a ser injusto cuando te perjudica. El sistema es injusto siempre. Porque el dinero y el valor atribuido al trabajo son un mecanismo eficiente -queremos decir que funciona, mal que mal- pero insistimos: nunca justo. Si fuese justo repartiría mejor lo que hay y lo que se produce, de tal modo que a nadie le faltase lo esencial. Y este mundo está lleno de personas que tienen más de lo que podría gastar en mil vidas, y de otras que no tienen ni para costearse una.

Lo cual nos conduce al segundo problema. Vivimos en un mundo rico en seres vivos (tu madre y yo no nos creemos la cima de la creación: somos más bien eslabón de una larga cadena de la que dependemos -y que también depende de nosotros), pero al mismo tiempo pertenecemos a la única especie que consume más de lo que necesita. Animal o vegetal, ninguna otra especie devora de forma de acabar con la fuente de su alimento o con el medio en que vive: la vida no es suicida. Muy por el contrario, suele colaborar con la renovación de sus medios de subsistencia. Por ejemplo en el animal que come la fruta y descome la semilla de la que crecerá un nuevo árbol. Si algo caracteriza a la vida es su impulso a perdurar, transformándose todas las veces que sea necesario -o sea: adaptándose. ¡El fenómeno de la vida ocurre como si estuviese determinado a no tener fin!

Pero puestos en la situación del animal que mencionábamos, los seres humanos nos comportaríamos de otro modo: comeríamos toda la fruta, quemaríamos el árbol para producir calor y arrojaríamos nuestros desperdicios a un pozo de cemento, donde ya no crecería nada más. Qué se le va a hacer: somos así, al menos hasta hoy. Creamos cosas maravillosas y al mismo tiempo serruchamos la rama sobre la que estamos sentados -lo cual, convendrás con nosotros, no es muy inteligente, y mucho menos tratándose de una especie tan convencida de su propia genialidad.

La parte buena del asunto es la siguiente: no tenemos por qué seguir siendo así. Ya te lo dijimos, una de nuestras características es la capacidad de adaptación a cualquier circunstancia, por difícil que parezca. Y el universo del que formamos parte nos está diciendo con todas las letras que es hora de que nos adaptemos a una nueva situación. Debemos preservar el delicado equilibrio natural del mundo en que vivimos -la rama en la que estamos sentados. Lo cual no se agota en un planteo ecologista, porque también supone construir un segundo equilibrio, ahora en el interior de nuestra propia especie, entre aquellos que tienen demasiado y aquellos que tienen demasiado poco.

Esto es algo que debemos hacer todos juntos. Porque si fallamos no habrá nadie que se salve, ni los dueños del manzanar ni los hambrientos. El destino de la especie nos hermana sin excepciones: ¡o todos o ninguno! De otro modo, nos pasará lo mismo que le pasó a los dinosaurios. Y el Spielberg de la especie que evolucione en el futuro filmará entonces Human Park, tratando de imaginar cuán espectaculares y graciosos -y por cierto: letales- éramos en nuestro tiempo.

Por este motivo (y también por algunos otros, de los que ya hablaremos con el correr de los años), te sugerimos que te apegues lo menos posible a las cosas. Tener y acumular no sirve de mucho. Porque cuando llegue la hora de despedirse -todos morimos alguna vez, nunca es demasiado temprano para saberlo: las moléculas que nos hacen quienes somos disuelven su asociación pero no desaparecen, simplemente emigran a otro objeto o mejor, a otra vida, del mismo modo en que todos tenemos hoy algún átomo que en su momento perteneció a Shakespeare o a Tamerlán o a Louise Brooks-, cuando llega la hora del adiós, decíamos, nadie piensa en su cuenta bancaria o en el BMW. En el mejor de los casos recuerda las cosas maravillosas que vivió, y en el peor lamentará haberlas no vivido. ¿De qué nos sirve atesorar cosas que no podremos llevarnos? La única riqueza real que se acumula en nuestro paso por este mundo se mide en experiencias y en afectos, más que en dinero. Por eso mismo, no te equivoques nunca de moneda... 

                                                      (Continuará.)

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8 de septiembre de 2008
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Sobre el buen uso de la lengua

Acababa yo de superar el Síndrome Post Vacacional, enfermedad que con el nombre de "vagancia" o "haraganería" ha afectando a la humanidad desde que Adán tomó la azada (aunque sólo ahora nos percatamos de su tremendo peligro), cuando me asaltó el Síndrome de los Trescientos Euros, que me llega siempre con el recibo de Telefónica. Caí muy abatido y hube de llamar al jefe para decirle lo que me pasaba. "No temas; a mi me suplicia el Síndrome de Alaptcalle", dijo compasivo. Acomodado a un psicólogo (son los que no tienen síndromes sino que los reparten), pude remontar un poquico hasta que me cayó de golpe el Síndrome de Microcefalia del Munícipe, cuando constaté cuán agradable, limpia y civilizada ha quedado la ciudad de Barcelona.

Pero el peor es el Síndrome de Novedad Lingüística. Soy de los que defiende que haya miembras en el Parlamento y axilos peludos en el universo del orgullo gay, a ver si no van a tener derecho. Estamos ahora en un momento de violenta corrección verbal y eso quiere decir que pronto llegará la ola contraria y será muy graciosa. Ya imagino yo a los políticos correctos poniéndose como tomates cuando suene la palabra "tetilla" y desmayados como vírgenes si le sigue "gallega".

/upload/fotos/blogs_entradas/mother_tongue_de_bill_bryson_med.jpgLo mismo sucedió en la Gran Bretaña. Hoy no se puede repetir la palabra "negro" más de una vez en un guión de la BBC, pero Shakespeare no tenía el menor problema con palabras que entonces eran de uso común como cunt (vagina de las miembras) o fuck (intercambio de fluidos entre entes de igual, distinto o variable sexo). En cambio, hacia 1830 un doctor no podía hablar de la "pierna" (leg) de una enferma, sino de su limb, que era lo virtuoso. Más datos en el ineludible The Mother Tongue de Bill Bryson.

Imagino dentro de unos años a esos guionistas que ganan subvenciones a base de introducir en escena a un comisario que aúlla: "¡Coño, pedo, el forro de los cojones, que soy fascista, joder de la mierda fina!", comiéndose la cabeza para sacarle subvenciones a "córcholis", "canastos" y "sapristi". Quiero vivir para verlo. 

Artículo publicado en: El Periódico, 6 de septiembre de 2008.

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8 de septiembre de 2008
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Galería de espectros: Lady Macbeth

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto el espectro sangriento de Lady Macbeth.

Delfín Agudelo: Te refieres evidentemente al personaje femenino de Macbeth.

R.A.: Sí, me refiero a ella porque además creo que Shakespeare en su obra se equivocó de título, y el auténtico debió haber sido Lady Macbeth, que es la auténtica protagonista. El rey Macbeth, en ese sentido, es como un personaje no secundario, pero que sigue la inercia de una voluntad de poder y de un impulso trágico desmedido, que es absolutamente ejemplar. No es quizás mi obra favorita de Shakespeare; pero sí creo que es aquella en la que se llega más lejos en las consecuencias sobre la propia conciencia de la voluntad del poder. En ese sentido Lady Macbeth expresa una voluntad de poder que se va acelerando a través de un vértigo magistral, de violencia y de sangre magistralmente reflejado por la poesía de Shakespeare, pero que en un momento determinado este sufre un gran punto de inflexión y se vuelve en dirección contraria, como si fuera un ciclón o remolino, que, impulsado hacia fuera, se impulsa hacia el interior mismo de la conciencia de Lady Macbeth. Eso es lo que da una auténtica grandeza a la obra. No es solo la expresión brutal de la ambición de poder hacia fuera, sino cómo en un momento determinado esa voluntad de poder se reflejara en la superficie del mar o de un espejo; esto revierte hacia dentro y empieza a acosar y a corroer la propia conciencia de Lady Macbeth. Nos encontramos en la obra con una simetría a mi modo de ver dramática y teatralmente perfecta, y es por un lado ese impulso de conquista hacia fuera, y por otro lado esta retracción hacia dentro. Lady Macbeth va enloqueciendo de cara a sus próximos; incluso de cara a su marido cada vez se va distanciando más, se va aislando, se va encerrando en su propio sentimiento de culpa, y eso tiene una traducción plástica y física en la exteriorización de la sangre a través de los espectros. Como en toda la obra de Shakespeare, éste recoge las figuras de los fantasmas que ya estaban presentes en el mundo clásico, y los convierte en alter egos, en interlocutores de los propios personajes vivos. Entonces entramos en el clímax de la obra: cuando Lady Macbeth ve esos espectros que le rodean en la mesa, que nadie más puede ver; o cuando se siente sucia de sangre e intenta lavarse. Esa sensación de suciedad a través de la sangre y la imposibilidad de limpiarse o lavarse es la muestra más refinada de la propia locura de lady Macbeth. En definitiva es un personaje que sería sin ningún interés de la brutalidad del poder y de la violencia si no se produjera ese punto de inflexión, esa retracción que hace que ella misma tenga que ver con sus propios abismos de culpa, abismos que además se traducen hacia el exterior en forma de una locura inconvencible para todos. Y así tenemos en cierto modo un análisis de la pasión de la ambición, de la ambición del poder extraordinario porque no es solo la pasión del poder sino la mala conciencia que esa pasión puede producir.

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8 de septiembre de 2008
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III. El Anticristo que huye

/upload/fotos/blogs_entradas/666_med.jpgEl Anticristo se hallaba debidamente casado con doña Josefina de Jesús Torres, y al consumarse el divorcio fue obligado a abonarle una cuantiosa pensión, dada la abundancia de sus bienes, salidos de las numerosas limosnas colectadas alrededor del orbe entre sus fieles.  Pero puso pies en polvorosa, en lugar de acatar la sentencia, y ahora es buscado afanosamente por la policía.

La querellante, además de la pensión ya acordada por el juez de la causa, exige una reparación por 2.2 millones de dólares, que equivale a la mitad de los bienes de la iglesia Creciendo en Gracia en Estados Unidos, para resarcirse de daños y sufrimientos, pues alega abusos síquicos y corporales, entre ellos el de haber sido lanzado abruptamente por el Anticristo contra una cerca, mientras la amenazaba con enviar sobre ella una legión de ángeles de la destrucción, para aniquilarla de cuerpo y espíritu; esto la horrorizó, pues no dudaba en atribuir al marido el poder de controlar a los ángeles a su antojo.

También ha alegado abandono e infidelidad conyugal, lo que quiere decir esto ultimo, que si el Anticristo despreciaba el mandamiento del voto de pobreza, también despreciaba la monogamia, pues según figura en el expediente del caso, se enredó con una feligresa de la sucursal en Houston de su Iglesia.

¿Se lo llevarán sus ángeles guardianes envuelto en una nube de fuego, para protegerlo de la persecución de la justicia terrenal? 

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8 de septiembre de 2008
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El Boomeran(g)
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