Javier Rioyo
Nunca escuché a Madonna, no en directo. Todo se complicó. No se podía llegar con facilidad. Me entretuve en el camino, los del insólito hotel histórico y caduco Valenciano ayudaron para que continuara mi veterana virginidad con Madonna. El asunto es que no me importó. Me perdí, y me encontré, por el barrio del Carmen. Y se me olvidó ese ídolo de masas, la reina de la escena fácil, relajada, divertida, erótica festiva o lo que sea que representa Madonna. Me gusta seguir suspendiendo en Madonna. Seguir virgen.