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Un libro de anónimos

/upload/fotos/blogs_entradas/passouline_med.jpgLo que cuenta Pierre Assouline en la introducción de su libro Brèves de blog (Breves desde un blog, casa editorial Les Arènes) es cierto. A principios del año 2004, en un café del barrio Trocadero de París le propuse crear un blog literario para el sitio Internet del diario Le Monde. De mi proposición salió un blog muy popular, La République des lettres. Tan popular, tan polémico, que ahora el crítico Pierre Assouline, después de releer de 149 a 168 comentarios, publica los mejores en este libro que es el producto de una audiencia anónima.

Me gustan varias ideas destacadas por Assouline:

1. Una audiencia es una muestra de la opinión del público en tiempo real.

2. Un seudónimo es una identidad (por el sentido secreto que tiene y por su uso regular -al final  se adivina el perfil de la persona).

3. La red es un matadero, el mejor territorio para denunciar y agredir.

4. Escribir es una manera de afirmar su existencia para la audiencia.

5. Los comentarios son la versión moderna del arte de la conversación en los salones.

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16 de septiembre de 2008
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Mal de escuela

Daniel Pennac ha sido profesor de enseñanza media y actualmente reside en Belleville, un barrio popular y multirracial de París. Simplemente estos dos datos nos sirven para encontrar una gran coherencia interna entre su labor literaria, su vida y su compromiso con la sociedad. De hecho, su última novela Mal de escuela, el ensayo Como una novela y un buen puñado de libros infantiles revelan su gran preocupación hacia la educación. Y Belleville se ha convertido en el espacio poético donde hacer vivir a la familia Malaussèn, compuesta de seres entrañables que suelen encontrarse envueltos en extrañas y complicadas situaciones. Pero es su cautivadora voz narrativa, llena de sentido de humor y tensión la que otorga un lugar de honor dentro de la novela negra a las obras que componen la saga: La felicidad de los ogros, El hada carabina, La pequeña vendedora de prosa, Los frutos de la pasión o El Señor Malaussène.

/upload/fotos/blogs_entradas/maldeescuela_med.jpgNo hay que perdérselas como tampoco este Mal de escuela que toca en lo más profundo, en la larga, larguísima época en que uno sale por la mañana de casa con la mochila llena de libros y regresa por la tarde después de haber vivido toda una vida. Los compañeros, los profesores, las matemáticas, la lengua, el recreo, los exámenes, el complicado acoplamiento social con los iguales y el acoplamiento mental con quienes tratan de enseñarte cosas necesarias, que tendrían que interesarte, pero que, por alguna extraña razón, se quedan revoloteando en el mundo de la tarima sin lograr ni siquiera rozarte.

¿Quién no ha pasado por algún periodo de distracción o de inadaptación en su etapa escolar? ¿Pueden más los pájaros en la cabeza o las explicaciones del profesor, la atención o el dulce no pensar en nada y dejar vagar la mirada por el planeta? La clase es un planeta en miniatura donde prácticamente se concentran todos los ejemplares humanos y las emociones que nos vamos a encontrar más adelante cuando nos sueltan por el mundo. A algunos ese ansiado momento de la libertad se les hace demasiado lejano y abandonan la escuela, la educación, como el chico del relato autobiográfico de Thomas Bernhard, El sótano, que deja los estudios para trabajar de aprendiz en una tienda: "A los otros hombres los encontré en la dirección opuesta, al no ir ya al odiado instituto sino al aprendizaje que me salvaría". Sentirse excluido es más fácil de lo que parece, y excluirse a veces es una poderosa tentación y en este momento es cuando la mano del docente, del maestro, es decisiva. ¡Qué difícil es saber transmitir el simple gusto de saber! ¡Qué difícil es comprender la indolencia del alumno y arrancarlo de ella!

¡Qué vagos e inútiles son estos chicos! Pero no basta con quejarse de lo desastres que son y de que vienen mal preparados de otra parte, hay que hacerlos buenos o menos malos. La tarea se las trae, y Pennac lo sabe porque conoce el paño desde su faceta de profesor. Pennac no habla de memoria, le apasiona la enseñanza y al escribir este libro, lleno de humor y de vitalidad, de excelente literatura, nos está ofreciendo una segunda oportunidad. Nos viene a decir que por muy echado a perder que esté ese infeliz adolescente escurridizo, huraño u hostil, que nos trae de cabeza, dentro de él se esconde su propia oportunidad, y sólo hay que ayudarle a encontrarla.

/upload/fotos/blogs_entradas/como_una_novela_med.jpgCreo que yo misma padecí el "mal de escuela" en algún grado y que por eso me he sentido en esta novela como pez en el agua. Me he divertido tanto que he ralentizado su lectura lo que he podido. Por supuesto me he acogido a los derechos que Pennac propone en Como una novela (1992), donde desacralizada el acto de la lectura que, como el amor, sólo tiene sentido si es placentero. Pero no hace falta haber llegado a tener un permanente nudo en el estómago mientras se estaba sentado en el pupitre. Incluso los que disfrutaron con el duro entrenamiento de la infancia y adolescencia lo pasarán maravillosamente bien con las desventuras del entrañable y perdido Pennacchioni contadas por el propio Pennac, ya adulto, profesor y escritor, que vuelca la mirada sobre aquella criatura casi como un padre. Y lo hace con un tono tan irónicamente desapasionado, tan natural, que nos obliga a que asumamos como nuestras las angustias del muchacho.

Ningún tratado sobre los problemas de la docencia, por muchas cifras y autorizadas opiniones que aporte, podría competir con algo así, con algo contado desde las entrañas mismas del conflicto, desde el chaval que las sufre batallando a su modo por parecer normal. Y no deja de ser curioso que del desaguisado escolar hayan salido tan buenos escritores. Pío Baroja, por ejemplo, confiesa en Juventud, egolatría: "como estudiante, yo he sido siempre medianillo, más bien tirando a malo que a otra cosa. No tenía gran afición a estudiar, verdad que no comprendía bien lo que estudiaba". Pennac va más allá y llama zoquete a Pennacchioni. Un simpático zoquete que reaccionará (los lectores descubrirán cómo) hasta desarrollar un gran talento literario, muy personal, que ahora nos entrega esta delicia llamada Mal de escuela.  

Artículo publicado en: El País, 6 de septiembre de 2008.

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16 de septiembre de 2008
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El furor intransigente de los clérigos

Las reflexiones del profesor y erudito George Steiner sobre la novela, el yo, la memoria, la tecnología y el imprevisible destino de nuestra cultura condensan su enciclopédica y admirada indagación crítica pero sólo uno de sus recientes comentarios ha excitado la atención de los lectores españoles. Alertados por la difusión que El País Semanal dio a las declaraciones de George Steiner, una autoridad en el estudio de la riqueza multilingüe europea, los miembros del PEN Club de Galicia se apresuraron a condenar con extremada dureza las poco condescendientes alusiones que Steiner dedica a la lengua gallega.

"¡No me compare el catalán con el gallego!", dice Steiner a su entrevistador. "El catalán -añade- es un idioma importante, con una literatura impresionante".

La reacción de los poetas, ensayistas y novelistas reunidos en el PEN Club gallego no se hizo esperar y cuatro días después de publicada la entrevista arremetieron contra el "octogenario desinformado" que tan grave afrenta tuvo la osadía de cometer. El manifiesto embiste también contra Juan Cruz, el autor de la entrevista, reprochándole no haber puesto "remedio" a las opiniones del influyente intelectual europeo.

El manifiesto urgente del PEN Club gallego incluye amonestaciones que deberán ser objeto de un detallado análisis por parte de los aludidos pero su contribución al debate contemporáneo se ciñe a un insólito eufemismo: el periodista debería haber censurado a George Steiner remediando sus respuestas.

Es probable que a estas horas los autores del manifiesto todavía estén celebrando haber reaccionado con tanta firmeza al agravio y en su alegría permanezcan totalmente ajenos a la perturbación que han introducido en la trayectoria del club al que dicen pertenecer. Por lo visto no perciben ninguna contradicción entre su airada requisitoria y los principios proclamados por una sociedad internacional de escritores que desde 1921 no ha dejado de lamentar y denunciar la censura y la persecución padecida por escritores de todo el mundo.

En vez de acomodarse al principio de tolerancia que preside la cooperación entre sus colegas, los escritores del PEN Club gallego, creyendo que ciertas opiniones no se pueden tolerar, y exigiendo que se les ponga remedio, se levantan ufanos en medio del estropicio español.

El enfado colérico de los autores del manifiesto podrá considerarse una anécdota insignificante pero la impetuosa y veladísima amenaza contra el periodista -candidato a ser nombrado persona non grata por los cenáculos nacionalistas- es un escándalo inconcebible en los países de nuestro entorno.

Los galleguistas podrían haber aprovechado las declaraciones de George Steiner para plantear una controversia que sin duda nos habría ayudado a conocer mejor los logros de la literatura gallega. Pero en lugar de asumir el riesgo de la disputa, los autores del manifiesto han preferido dictar un anatema y renovar el más español de los impulsos: el furor intransigente de los clérigos.

Téngase en cuenta que el anhelo de liquidar al contrincante tiene entre nosotros una larga tradición institucional y popular pero sólo adquiere rango de identidad nacional cuando actúa debidamente enmascarado. Lo típicamente español, lo que ayuda a mantener vigente la confusión y el caos conceptual entre las nuevas generaciones, es la habilidad con que se concilia la ferocidad intelectual y la benévola apariencia del protector de las artes y las letras. Entre nosotros no es imposible proclamar libertad y tramar censura. Ensalzar a las lenguas y maltratar a sus hablantes. Opinar lo que nos venga en gana y decirle al vecino que lo intente.

A diario descubrimos a nuestro alrededor indicios fatales de la maldición española y después de 30 años de democracia comprobamos que el ponzoñoso pensamiento reaccionario ha subsistido pese a toda ilusión y ha contaminado, quién sabe si definitivamente, la enfermiza desorientación de un país entregado a sus caprichosas emociones tribales.

Cuando nos veamos obligados a explicar a un colega europeo las actitudes aireadas con tanto orgullo como prepotencia por el PEN Club gallego le diremos: el dominio político de la mentalidad absolutista -vigorosamente reciclada por el catolicismo militante y por la izquierda autoritaria- genera estas espontáneas reacciones despóticas.

Si aturdido no nos cree, citaremos a los logócratas que Steiner identificó en uno de sus conocidos ensayos, a esos reaccionarios antiilustrados partidarios de ver en la lengua del hombre los orígenes sagrados que la colocan por encima de sus usuarios. Los herederos gallegos de los logócratas también han reconocido en su lengua patria el rango sacramental que hace sacrílega cualquier crítica que un humano de carne y hueso se atreva a insinuar.

De este modo, amedrentando a los demás con nuestras irascibles convicciones, los españoles conservamos intacto el legado religioso de nuestros fanáticos ancestros.

Artículo publicado en: El País, 16 de septiembre de 2008.

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16 de septiembre de 2008
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Ética y vuelta al cole

Francia, tan laica, se arrodilla en Lourdes con el Papa. Comienza el colegio de la hija de los príncipes, un colegio cercano al "humanismo cristiano", algo es algo. Ese otro colegio, el Kotska, no admite a la hija de madres lesbianas. En la foto de información de "mi" periódico sobre la vuelta al cole, dos niñas monísimas y con aspecto encantador enseñan su pesado material escolar. Todo perfecto, además las dos hermanitas llevan el impoluto uniforme de las monjas. Comienza el curso, seis de cada diez lo harán en colegios públicos. Y en los colegios públicos, tres de cada cuatro son extranjeros. Pongamos que hablo de Madrid, pero más o menos los datos coinciden con la mayoría de los centros españoles. Es decir, se aseguran la enseñanza de la asignatura llamada Educación para la Ciudadanía una mayoría de la población emigrante que se escolariza. Los colegios católicos, y otros concertados, además de otros muchos de la comunidad de Madrid que muestran abierta hostilidad a esa asignatura nueva porque dicen que es adoctrinamiento. Un adoctrinamiento porque enseña ser ciudadanos conviviendo en una Constitución aprobada por la inmensa mayoría parlamentaria.

Los colegios religiosos y afines proponen otra asignatura. Una que llaman Ética. Una ética que en sus textos compara el aborto con las grandes guerras del siglo XX y con el holocausto, se oponen al divorcio, a los matrimonios que no sean heterosexuales, están contra las técnicas de reproducción asistida, anuncian desgracias para los hijos de padres separados, niegan la inseminación artificial, la fecundación in vitro o las madres de alquiler. Y encuentran imposible vivir de manera positiva si no se cree en Dios. Es una información de El País del lunes 15 de septiembre en las páginas de educación. En las páginas interiores, no en las primeras páginas.

A mí ese colectivo tan ético, religioso, cívico y católico me parece más peligroso que el huracán Ike. Que los destrozos que pueden causar en los pensamientos, obras, lecturas y pensamientos de estos españolitos que crecen en el mundo, son mayores que cualquier enorme tormenta, huracán o diluvio. Son efectos arrasadores, lentos, seguros y definitivos en una edad en la que es muy fácil ser manipulado.

Para niños y padres en edad escolar me permito recomendar una película hermosa, libre, poética y francamente rebelde, nada que ver con la asignatura de ética, ni con la políticamente correcta de Educación para la Ciudadanía, se llama Cero en conducta y la filmó hace más de 70 años un hombre sensible llamado Jean Vigó. No es fácil verla, pero si lo consiguen podrán ser más rebeldes. Y con causa.

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16 de septiembre de 2008
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Efectos de mutación

El Narrador encuentra así un lugar adecuado no sólo para descubrir la realidad de los demás sino también algo quizás aún más valioso. Pues, contrariamente a Narciso las aguas en las que se percibe (a saber la mirada de aquellos que, como él, se sorprendieron quizás al percibir que la matinée constituía en realidad un bal masqué) le devuelven una imagen tan atroz como verídica de los efectos de mutación que se han operado en sí mismo:

"Y pude verme como en el primer espejo verídico hasta entonces encontrado, en los ojos de los viejos, que en su opinión seguían siendo jóvenes, como yo lo seguía siendo en la mía, y que cuando me ponía a mi mismo, en espera de un desmentido, como ejemplo de viejo, no tenían en sus miradas, que me veían de una manera diferente a como se veían a sí mismos, pero coincidente con la mía sobre ellos, ni un solo rasgo de desacuerdo. Pues nosotros no veíamos nuestro propio aspecto, nuestras propias edades, sino que cada uno, como un espejo invertido, veía tan sólo el del otro.

"Y sin duda, al descubrir que han envejecido, muchas personas se sentirían menos tristes que yo. Pues con la vejez ocurre lo que con la muerte. Algunos la afrontan con indiferencia, no porque tienen mayor valor que los demás sino porque tienen menos imaginación. Además, un hombre que desde la infancia apunta a una misma idea, un hombre al que su pereza y hasta su estado de salud, forzándole a postergar continuamente la realización, hacen que cada atardecer quede anulado el día transcurrido en pura pérdida, de tal forma que la enfermedad que acelera el envejecimiento de su cuerpo, retrasa el de su espíritu, este hombre se encuentra más sorprendido y conmocionado al ver que no ha cesado de vivir en el Tiempo, que aquel que vive en sí mismo, se adecua al calendario, y no descubre de repente el total de los años cuya adición ha perseguido cotidianamente. Pero una razón más grave explicaba mi angustia; yo descubría esta acción destructiva del Tiempo en el momento mismo en el quería emprender la tarea de hacer transparente, intelectualizar en una obra de arte, realidades extra-temporales". ( 930)

Clarísimas respecto a lo que aquí nos incumbe las últimas líneas. En el momento mismo en que la vivencia a-temporal se ofrece como materia noble para la creación y el trabajo (mil veces postergado por la abulia, la pereza o su ardid la enfermedad) la acción destructora del tiempo se presenta en toda su pureza al Narrador. Cuando vislumbraba la posibilidad de «clarificar e intelectualizar» la presencia de un pasado (y cabe señalar el aspecto profundamente racionalista de la presentación del proyecto), resulta que el Narrador topa brutalmente con el tiempo mismo, "el tiempo que de ordinario no es visible, más que para llegar a serlo busca cuerpos, cuerpos que cuando encuentra acapara y so­bre los cuales proyecta su linterna" (924).

Cuerpos, así, desintegrados en acto, pues, al decir de Aristóteles, el tiempo, medida de corrupción (fthora) y no de generación (génesis), no recrea sino su propia acción destructora. Cuerpos, además, singular y cruelmente seleccionados, es decir, exclusivamente humanos, cuerpos en los que, correlativamente al tiempo, se proyecta y recrea asimismo, la palabra.

De ahí esas punzantes líneas en las que el Narrador, describiendo los esfuerzos por alcanzar a los cincuenta años una modalidad ruin de belleza ("como una tierra ya estéril para la viña sirve aún para la producción de remolacha") nos indica que de tal atroz reconversión, como de la vejez que la motiva, se libran aquellas que, por exceso de fealdad o de belleza, han escapado a lo humano: las segundas "se desmoronan como estatuas" (...), las primeras "constituían monstruos y no aparentaban mayor cambio que el que hubiera efectuado una ballena". Pues la vejez en efecto es esencialmente "un rasgo humano" (945). De ahí asimismo las brutales frases relativas al valet de chambre del príncipe de Guermantes, quien, pareciendo escapar a la vejez, da tan sólo testimonio de que se dan entre nosotros modalidades de vida análogas a las de esas especies vegetales "que no cambian a la llegada del invierno" (934-935 nota al pie).

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16 de septiembre de 2008
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Contra el bien

"Las grandes épocas de nuestra vida son aquellas en que tenemos por lo mejor aquello que hay de peor en nosotros." ¿Quién puede atreverse a dudarlo? ¿Cómo elegir la irrespirable opción de ponerlo en duda? ¿Cómo no contribuir, aun falsamente, a promover su contenido de verdad? ¿Cómo no aspirar a relatar de este modo nuestra vida a nuestros bobos descendientes? ¿Cómo no sentir la tentación incluso de sembrar el mal y propiciar la aparatosa caída de la humanidad en tan excitante abismo? ¿Cómo no repudiar la tabarra de obedecer al bien, su espeso abdomen, su empalagoso emblema, su obscena voluntad de embalsamarnos?

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16 de septiembre de 2008
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El fin del bufón

El suicidio de David Foster Wallace, autor de Infinite Jest -una novela enorme, y no sólo por el tamaño: por su ambición, por su humor, por su desesperación- me dejó girando sobre mi eje como un trompo. Foster Wallace escribió Jest al despuntar los años noventa. Por aquel entonces creía fervientemente en el poder del lenguaje para reinventar la realidad desde adentro: existen pocas novelas más exuberantes, más glosolálicas que Jest. El gesto de rebeldía fue una bofetada doble: sacudió de ida a los escritores que habían renunciado a interpelar al mundo, y de revés al mundo mismo, cuya agenda dejó hace mucho de ser dictada por los artistas -con las tristes consecuencias que son de público dominio. Sin embargo el narrador de su última colección de cuentos, Oblivion, parece haber perdido la fe en en la capacidad transformadora de su arte. En el relato Good Old Neon se lee esta confesión de impotencia: ‘Lo que ocurre adentro simplemente es demasiado rápido y enorme e interconectado para que las palabras hagan otra cosa que garabatear una mínima parte de un instante dado'.

¿Qué ocurrió entonces, pues? ¿Qué fue lo que marcó la diferencia entre el Foster Wallace hiperkinético de Jest y el Foster Wallace que se colgó en su casa de California? Es fácil decir: ocurrió el 11 de septiembre. /upload/fotos/blogs_entradas/infinite_jest_med.jpgEn todo caso, creo que más terrible que el 11 de septiembre -un acto terrible, nadie lo pone en duda- fueron sus consecuencias. Hoy resultaría más adecuado escribir Infinite Tragedy que Infinite Jest, porque a la luz de Guantánamo y del Patriot Act la realidad, sin dejar de ser maníaca, le ha quitado a uno las ganas de reírse. Yo supongo que la repentina fama de Sarah Palin representará un manantial para los humoristas: después de todo, se trata de una mujer que sólo cree en la ciencia previa a Darwin y que dice encontrar placer masacrando alces desde un helicóptero. Pero cuando pienso que es probable que Palin llegue a ser presidenta de la nación más poderosa del planeta (¡y pensar que creíamos que el bruto era W!), la risa se me congela en la garganta.

A fines de 2007, Foster Wallace respondió a una encuesta de la revista The Atlantic sobre ‘el futuro de la idea americana'. Allí sostenía que ‘una vulnerabilidad básica ante el terrorismo es parte del precio de la idea americana'; ¿o acaso no se acepta naturalmente que mueran 40.000 personas al año como precio por la conveniencia del automóvil a motor? ‘Una república democrática no puede protegerse ciento por ciento (del terrorismo) sin subvertir los mismos principios que la hicieron digna de protección', escribió allí. Y sobre el final se preguntaba: ‘¿Nos hemos vuelto tan mezquinos y asustados que ni siquiera queremos considerar la posibilidad de que algunas cosas sean más importantes que la seguridad?'

Ignoro qué pasó dentro de la cabeza -ese ‘amo terrible', como la mentó en un discurso- de David Foster Wallace. Y tampoco me conciernen los detalles de su vida privada. Pero sería necio de mi parte pretender que esa muerte que eligió, tan llamativamente desprovista de humor (en todo caso decidió colgarse como Cordelia, la hija bienamada de Lear que entregó la vida para salvar a su padre), no debe ser leida en el marco de lo que ocurre hoy en la sociedad que lo engendró.

En su novela más importante, Infinite Jest es el nombre de una película tan entretenida que deja catatónicos a aquellos que la ven -un film al que, lejos de evitar, todos quieren conseguir. Déjenme creer que David Foster Wallace ya no quiso ser entretenido hasta la muerte, entre imágenes del tornado Ike, American Idol y las viejas fotos de Sarah Palin ganando concursos de belleza. (Esta gente no tiene límites: ¡no van a parar hasta consagrar presidenta a una ex Miss America!) Y que por eso decidió irse de ese modo tan opaco, tan poco ocurrente: porque ya no quería entretener ni ser entretenido, porque no quería llegar al extremo de necesitar de un canal de TV como The Suffering Chanel -una de las ocurrencias de Oblivion- para lograr algo parecido a un sentimiento intenso.

En lo que a mí respecta, cualquier tipo que ama a Shakespeare y escribe en una revista de cocina para defender la causa de las langostas (cuando se las hierve vivas ‘las langostas pueden sufrir y preferirían no hacerlo'), se merece el más profundo de mis respetos.

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16 de septiembre de 2008
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¡Noticia!: ¡La vejez es una enfermedad!

Rafael Argullol: Esto me hace recordar algunas noticias que han salido este verano que son muy jugosas, y todas ellas aparecidas en los suplementos o bien de ciencia o bien de salud, o en las informaciones sobre grandes acontecimientos científicos.

Delfín Agudelo: Cuéntame, pues, a qué noticia carnavalesca te refieres.

R. A.: Sin ir más lejos, el día 4 de septiembre ha aparecido en el periódico que la vejez no es un proceso natural como hemos creído a lo largo de miles de años, sino que es una enfermedad y que por tanto podemos curarnos de ella. Si un viejo lee el periódico y sobre todo lee los titulares y los subtitulares del periódico, llegará a la clara conclusión de que está definitivamente enfermo; un enfermo que ha sido tan estúpido que debió cuidarse un poco de tal manera que nunca hubiera llegado a viejo: que debió haber tomado los fármacos necesarios para no llegar a viejo. Esa noticia presentada en el principal periódico de la lengua española, a doble página, es una noticia que no sólo puede deprimir a mucha gente que se considera vieja, sino que altera en un tanto por ciento elevadísimo todo lo que es nuestra cultura, nuestra herencia, nuestra idea de que en la vejez se compensaba a través de la serenidad y el equilibrio las pasiones un poco caóticas de la adolescencia o pubertad. Todo esto queda desfigurado porque en definitiva el lector, si no tiene un prisma un poco crítico, se considerará un idiota por no haber afrontado eso.

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16 de septiembre de 2008
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V. Viejo cine negro

El día que secuestraron a Fernando Martí,  el vehículo blindado que traía al muchacho de la escuela se acercaba al estadio de la Ciudad Universitaria, en busca del Periférico Sur, cuando un retén de unos 15 hombres, todos con armas largas y chalecos, lo detuvo bajo pretexto de una revisión. Se trataba de policías organizados en la banda de la Flor, que se distingue porque asfixia a sus víctimas con bolsas de plástico, y deja un crisantemo sobre sus cadáveres, estilo de dejar una marca copiado de algún viejo film de cine negro.

Una frase del empresario Alejandro Martí, visto ahora como un héroe por la ciudadanía, se convirtió en el lema de las marchas que se repitieron por todo México: "si no pueden, que renuncien". Y una de las mantas portadas por los manifestantes, le puso un corolario: "no hacer nada, también es corrupción". Las autoridades, a la cabeza de ellas el presidente Calderón, están siendo señaladas de hacer las cosas mal, o no hacer lo suficiente para proteger a la gente.

Y la guerra parece lejos de tener fin. El amigo colombiano con el que comento mis impresiones de este paso mío por México, sólo me dice: "esa película aquí ya la hemos visto". Una película de horror.

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16 de septiembre de 2008
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Dos izquierdas

En el número de septiembre/octubre de Foreign Affairs (casi nada es accesible en el sitio de la revista) se encuentra el ineludible informe sobre la agenda del próximo presidente de EE. UU. ¿Qué hará? ¿Qué puede hacer? ¿Qué debe hacer? Son las problemáticas de siempre más tres voces desde afuera. Yoichi Funabashi, el editor en jefe del diario japonés Asahi Shinbum pide un diálogo más profundo con Pekín y Tokio, y unas organizaciones transnacionales más potentes. El investigador francés Dominique Moisi llama a la reconstrucción del "sueño americano". Y por fin, el mexicano Jorge Castañeda pide un intento de arreglo del legado espantoso de la política de George Bush en sus relaciones con América Latina.

Con su clásico talento para la síntesis, Castañeda, profesor de la New York University y ex (¿futuro?) candidato a la presidencia de su país, destaca cuatro desafíos para la nueva administración en Washington.

1) Preparar la sucesión o transición en Cuba.

2) Reformar la política de inmigración a EE.UU. tan importante para muchos países de América Latina.

3) Enfrentarse al auge de dos izquierdas distintas en América Latina.

4) Elaborar una alternativa al probable fracaso del acuerdo de libre-comercio entre EE.UU. y Colombia en el congreso de Washington.

Más de la misma historia, sí.  Con una diferencia: las dos izquierdas que plantean un panorama difícil para Washington cuya cercanía con una supondría alejarse de la otra. Castañeda apunta con mucha claridad que la izquierda autoritaria, estatista, que intenta implementar una democracia directa desde el poder en Bolivia, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, etc., y la que manda en democracias más representativas en Brasil, Chile, Uruguay y México tiene dos diferencias clave. Son, por parte de la primera izquierda, la voluntad de exportar su modelo revolucionario y de culpar a EE. UU de todas las dificultades del continente cuando la segunda izquierda se mantiene más tímida, concentrando su acción dentro de su propio territorio.

Lo que hay que añadir a esta lúcida visión de Castañeda es el crecimiento preocupante del enfrentamiento entre estas izquierdas. De un país al otro, o dentro de un país. En unos días, las noticias configuran un panorama demoledor:

Lula da Silva, el presidente de Brasil, proclama su rechazo de una posible ruptura institucional en Bolivia (aparentemente tanto por el gobierno como por la oposición).

Católicos (que no son todos de derecha) protestan contra la constitución que quiere implementar el presidente Correa en Ecuador.

/upload/fotos/blogs_entradas/imagen_de_la_marcha_celebrada_en_santa_cruz_para_pedir_unidad_med.jpgLos opositores a Evo Morales en Bolivia (que tampoco son todos de Bolivia) levantarán los bloques de carreteras sin que se solucione la crisis que provocó más de 30 muertos en los últimos días. Evo Morales culpa a sicarios de países vecinos por los muertos.

Encapuchados chocan, en nombre de los desaparecidos, con la policía del régimen presidido por la presidente Bachelet.

No hay que juntar a estas informaciones recientes con la polarización política en Venezuela, las tensiones en Argentina o la voluntad del presidente Chávez de intervenir, si es necesario, en Bolivia son sus soldados (retórica, sí, pero...) para entender que se produce algo nuevo en América Latina: un enfrentamiento ahora abierto entre dos izquierdas. Dos visiones que no saben convivir en muchos países. Y el intento de exportar la revolución por parte de la izquierda promovida y apoyada por Chávez no suaviza el panorama. Tenemos a dos izquierdas que podrían enfrentarse sin necesitar a Washington.

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15 de septiembre de 2008
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