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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Moleskine Literario en La Habana

Mañana parto para La Habana... el amor de Carmela me va a matar. Fuente: elpaisMe escribe Mayra Santos Febres: "La gente no entiende, Iván- la gente cree que el Caribe es baile, sexo y ron, pero es sobretodo sal y luz. Mírala bien, corazón, entiende la luz del Caribe, como te raja los ojos al mediodía, cómo se vuelve una fruta dulce en las medias mañanas o en los atardeceres, como rebota contra los cuerpos y contra el agua. El misterio del Caribe no está en los cuerpos, está en la luz."Sí señores, me voy a La Habana por tres días. Me encontraré ahí con amigos escritores del B39 como Alvaro Enrigue, Eduardo Halfon, Wendy Guerra. También con las inquietísimas organizadoras del Hay Festival Cristina e Izara. Y también con Daniel Mordzinski, mi queridísimo Daniel, quien estará tirando fotos -como dicen los cubanos- a diestra y siniestra en el malecón de La Habana. Y espero salir en alguna abrazado a él. Voy a La Habana a vivir este momento preciso, y también a escuchar a Bola de Nieve, a Celio González, a los soneros, a los Buena Vista, a la Dan Den, in situ. Y para pararme delante de la casa de Lezama Lima. Y para conocer a escritores cubanos (aunque lamentablemente, no podré ir el lunes a Casa de América porque mi avión parte temprano), y conocer las calles de Cuba y sacar mis propias conclusiones, para irme de rumba, para ir a un toque de tambores de Obatalá, para tomarme un Havana7 (recomendación de Barbara Graham), para leerme los opelés, y sobre todo para mirar el malecón y dejar que toda esa luz, y toda esa sal, me entre por los ojos, los oídos y los poros.Regreso al Moleskine Literario el lunes. Y si no regreso, ya saben dónde buscarme.



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22 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Murakami, premio Jerusalen

Haruki Murakami. Fuente: smh.com.auSi no me equivoco -como siempre- creo que, a pesar del éxito y la celebridad, son muy pocos los premios internacionales importantes que ha ganado Haruki Murakami. Pero al fin le tocó uno de peso: el Premio Jerusalen 2009. El autor recibirá el galardón en el Jerusalem International Book Fair el próximo mes.Popular Japanese writer Haruki Murakami, author of the best-selling "Norwegian Wood" and "A Wild Sheep Chase" was named winner of the 2009 Jerusalem Prize on Wednesday. The Jerusalem Prize for the Freedom of the Individual in Society is a biennial literary award traditionally bestowed upon authors whose work has dealt with human freedom, society, politics, and government. Murakami, who rarely accepts accolades in person, will arrive in Jerusalem in February as the guest of the International Book Fair, where Mayor Nir Barkat will present him with the award. The City of Jerusalem has been giving the award out since 1963. Past winners include such literary giants as Arthur Miller, Susan Sontag, Bertrand Russell, Simone de Beauvoir, Octavio Paz, Stefan Heym and Mario Vargas Llosa. Murakami, 60, is considered an icon of modern literature and has 20 titles to his name ? all of which have been translated into over 40 languages. "Murakami is the best-known and most beloved Japanese author in the West," wrote the Prize Committee. "His work interweaves Japanese culture with contemporary Western culture in a unique fashion. "While Murakami's work is easy to read it is not easy to comprehend. His clear, minimalist writing makes him vastly accessible, but the reader is struck with the complexity of his literary world upon reading it."Vía The Literary Saloon.



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22 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Escribir a oscuras, escribir a máquina

Escribo deprisa, naturalmente con mi ordenador. Aunque para ser más sincero, ni soy muy rápido, ni desde luego ordenado. Pero sí, me fui naturalmente adaptando a las nuevas formas de escribir. Como todos los niños comencé con lapiceros. Seguí con bolígrafos. Me pasé a los rotuladores. Y siempre envidié a los que usaban las plumas. De ellas también tengo difusos recuerdos infantiles, sobre todo de los tinteros.

Seguí con la máquina. Me pasé a la eléctrica. Y de allí a los ordenadores. Cada vez más pequeños, cada vez más de diseño. ¿Hubiera sido distinto escribir siempre a mano, con tinta, con velas, a la luz o las sombras de un mundo sin luz eléctrica?

Estos días, recordando nuestras lecturas de adolescentes maravillados ante el miedo, seducidos por los mundos oscuros de Edgar Allan Poe- no hay que perderse la edición de Páginas de Espuma con la traducción de Cortázar, edición de Iwasaki y Volpi, prólogos de Vargas Llosa y Carlos Fuentes, e introducción de otros 65 novelistas españoles, total 69- en los días de la celebración de sus doscientos años. Un escritor que, como tantos, no conoció la luz eléctrica, ni ninguna máquina que no fueran su mano y su pluma para escribir algunos de los más inmortales relatos de la historia. Además escribió en situación precaria. En tabernas, con ruido y furia, con alcohol y con poca comida. Escribió como pudo. Y nos emocionó como pocos.

La primera novela que se escribió con máquina fue Huckleberry Finn, fue en 1885 y Mark Twain, Samuel Clemens, ya era una leyenda mucho más allá del Mississippi. El clásico escritor del Sur se hizo un moderno y fue el primero que escribió sin tener esa relación tan cercana con las letras, con las palabras. De vez en cuando me gustaría ser uno de aquellos tipos del Mississippi. Mejor uno como Twain. Pues nada, seguiré siendo ese que de vez en cuando los puede leer. Aunque sea en un Ibook.



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22 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Qué yo?

Jaime Bayly. Fuente: marinabernal El lunes conversé con Susana Montesinos, peruana graduada en Literatura en una universidad holandesa con una tesis sobre Jaime Bayly y la "autoficción". ¿Es Bayly autoficción aunque su narrador nunca usa el "yo" literario? es la pregunta que intenta resolver su trabajo, que en unos días leeré. Por lo pronto, en el suplemento Babelia del fin de semana Juana Vásquez hace algunas precisiones sobre ese "yo" literario, en respuesta a un especial en el mismo suplemento hace unos meses. Dice Vásquez:Hay literatura del yo a través de la ocultación -en parte- de lo que es el yo real, para crear el yo con el que uno se identifica. Por supuesto que se trata de literatura del yo, pero en este caso del yo deseado. El yo histórico está constantemente en nuestras novelas, el tiempo pasado se presta a desvestirnos en la literatura sin problema alguno. Existe pues mucha literatura actual del yo histórico. Otra de las formas en que se manifiesta el yo es fragmentado a través de los múltiples espejos, que son los personajes. Cada personaje porta una o varias vetas del autor. Es también literatura del yo, pero de un yo disperso. Está el yo de las autobiografías de ficción, en donde uno mezcla el yo real y el que uno desea a través de contar y fabular sobre uno mismo, es un yo mitificado. Y este yo es el mismo de las autobiografías, puras y duras. Pues son el resultado de seleccionar los hechos que al autor le interesan para configurar el yo que le conviene. En una entrevista a Alfredo Landa en EL PAÍS, se le preguntaba acerca de la misma: "¿Es un strip-tease?". Y respondió: "No, coño, lo hago totalmente vestido. Cuento todo lo que puedo contar, lo que debo contar". Y termino con el yo del subconsciente, cuando escribimos de forma más o menos automática. Quizá sea ése el yo más real, pues uno no controla la escritura, y por lo tanto no condiciona a ese yo con el que se identifica de cara a la galería.



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22 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El fin de las disputas mezquinas

 

Después de agradecer al presidente Bush la cooperación obtenida durante el traspaso de poderes, Obama comienza su discurso con una de las frases a la que debemos prestar más atención: "Hoy venimos a proclamar el fin de las disputas mezquinas y las falsas promesas, las recriminaciones y los dogmas gastados que durante tanto tiempo han sofocado nuestra política".

Para dibujar el recorrido de su presidencia habrá que saber cuáles han sido las disputas mezquinas, las falsas promesas y los dogmas que nos han impedido hacer política. Hay en esto un verdadero programa de acción.

Más adelante, Obama desliza alusiones más precisas a lo que piensa hacer:

"La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno interviene demasiado o demasiado poco, sino si sirve de algo: si ayuda a las familias a encontrar trabajo con un sueldo decente, una sanidad que puedan pagar, una jubilación digna".

Se acabó (al menos por el momento) el dogma ultra liberal ensalzado por la Casa Blanca durante las últimas décadas. Con Obama el Gobierno será otra vez la herramienta con que la sociedad administra el bien común y resuelve las necesidades de todos. O al menos esto es lo que ha sido enunciado con tanta solemnidad.



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22 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nuevo americanismo

Quizás al final de las cuentas este siglo, el XXI, sí será americano, la American century proclamada en 1997 por un nutrido grupo de neocons, entre los que se hallaba la flor y nata del futuro Gobierno de George W. Bush, que creó incluso una asociación para conseguirlo. Lo intentaron por la fuerza bruta, el desprecio a los países amigos y aliados y la vulneración de los principios fundacionales de la nación americana, con los resultados que se conocen: nunca Estados Unidos llegó tan lejos en desprestigio y en pérdida de autoridad e influencia. Si se consigue, será por el camino diametralmente opuesto, proclamado el martes en el discurso inaugural de Barack Obama e incluso demostrado como ejercicio práctico de ciudadanía por unos fastos y ceremonias que se han seguido con pasmo y regocijo desde todo el mundo.

Quizás sea verdad esa sentencia horrible acerca de los nubarrones que tenemos encima, que hace falta que las cosas vayan peor para que luego vayan mejor, pues ésta sería la lección impartida por la historia con la calamitosa presidencia que ahora termina. A partir de tres desastres históricos se levanta la nueva: el carpetazo a los ocho años de Bush, el agotamiento del capitalismo financiero voraz e irracional de la era de Reagan y la superación ejemplar de la lacra racista que arrastraba la gran democracia americana desde su fundación. El ex presidente de Rusia, actual primer ministro y de nuevo presidente in pectore Vladímir Putin, está entre quienes lo ven exactamente al revés, al estilo de José María Aznar, cuando predica que el exotismo que significa Obama acarreará un desastre económico. Putin está "convencido de que las mayores decepciones nacen de grandes esperanzas", aunque la única demostración que se deduce es exactamente la contraria: de la gran decepción de Bush ha nacido la gran esperanza de Obama.

Éste representa, en todo caso, un nuevo americanismo, que significa una demostración de confianza en la capacidad de su país para salir de la crisis y volver a liderar el mundo. Los valores que reivindica, obviamente, son los de siempre, los fundacionales -"todos somos iguales, todos somos libres y todos merecemos una oportunidad de buscar toda la felicidad que nos sea posible"-, que su elección como presidente actualiza en contraste con las frustraciones de la historia estadounidense. Pero los métodos son distintos: "Nuestro poder crece mediante su uso prudente; nuestra seguridad nace de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y la moderación que deriva de la humildad y la contención".

EE UU es todavía "una nación joven", capaz de recuperarse después de una tremenda caída y de reinventarse de nuevo, con una energía que todo el mundo envidia. La jornada de la inauguración ha proporcionado un espectáculo de unidad nacional y de consenso moral insólito en el mundo de hoy, en cualquiera de sus continentes, y no es extraño que se haya producido en el momento en que la minoría fundacional afroamericana ha conseguido que uno de los suyos encarne la soberanía nacional. Michelle Obama dijo durante la campaña, en un momento no del todo conveniente, que "por primera vez se sentía orgullosa de ser americana". Su frase se convirtió en un proyectil contra su marido, pero encierra una verdad que el martes emergió en toda su dimensión histórica.

Durante la campaña, desde los cuarteles conservadores, se lanzó la insidia de que votar a Obama era optar por un presidente para la decadencia, cuando todo está indicando lo contrario. En vez de seguir con la agonía neocon y bushista, EE UU ha apostado por una América que vuelve a situarse en cabeza de todo, empezando por su capacidad de renovación y de entusiasmo, por el regreso de la política y de la voluntad ejemplarizante. El mensaje de Obama enlaza directamente con la ilusión primigenia de la Revolución Americana, aquella hermana más inteligente y pacífica de la Revolución Francesa: "Sabed que Estados Unidos es amigo de todas las naciones y todos los hombres, mujeres y niños que buscan paz y dignidad, y que estamos dispuestos a asumir de nuevo el liderazgo".

Independientemente de los resultados que obtenga, esta propuesta de un nuevo americanismo resuena positivamente en todo el mundo. Es la superación del EE UU de la guerra fría, que se alió con las dictaduras de Franco, Salazar y los coroneles griegos y favoreció el golpismo en América Latina. Quiere ser también la superación, más difícil, de la América de la transición del siglo XXI, que siguió aliada con dictaduras árabes y asiáticas en nombre de los intereses económicos primero y de la lucha contra el terrorismo después. Veremos cómo declina en la práctica el complejo axioma que declara "falso que haya que elegir entre nuestra seguridad y nuestros ideales". La hegemonía en el siglo XXI se jugará en el terreno económico, obviamente, pero también en el campo de las ideas morales y políticas. Y ahí es donde la combinación entre poderes blandos y duros, es decir, el poder inteligente (smart power) que ahora Hillary Clinton ha puesto en boga, puede dar a EE UU aquella superioridad que los neocons buscaron por los peores medios.



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22 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Arcilla en los dedos

La transición del poder es el momento crucial de cualquier sistema político. No iba a ser menos en el caso de Estados Unidos, donde las cosas se complican por la inmensidad, riqueza y poderío del país. El historiador británico Simon Sebag Montefiore, especialista en la Rusia soviética, considera que sólo uno de los tres grandes imperios contemporáneos ha resuelto civilizada y razonablemente "este momento de la verdad de un sistema político" (IHT, 12 de enero de 2009). La transición en China "es vergonzosamente previsible en su secretismo total", mientras que en Rusia "la inconsistencia y la falta de mecanismos de sucesión son una real amenaza al orden internacional". Sólo EE UU ha conseguido regalarnos con un relevo presidencial que es un prodigio en muchos conceptos: en su fase de elecciones primarias, por el catálogo de modos y formas de elección democrática que ofrece el mosaico de sus estados, y en su fase final por la marea de pasión política que llega a suscitar en todo el mundo.

A pesar de la diferencia con China y Rusia, la elección norteamericana es también un momento peligroso, para EE UU y para todos, y el último episodio que lo demuestra es el ataque e invasión de la franja de Gaza, de donde los tanques israelíes terminaron de salir ayer en perfecta sincronización con la agenda de las ceremonias washingtonianas. No ha habido prácticamente un solo relevo presidencial que no haya sido aprovechado en alguna de sus fases por los adversarios y a veces por los amigos para tomar ventaja del vacío de poder.

Si la transición presidencial es el período decisivo, el día en que se produce el traspaso de poderes es la jornada decisiva. Del presidente entrante se espera lo que un periodista dijo de Roosevelt hace 76 años: "El juramento parece haberlo transfigurado de un hombre meramente encantador y jovial a otro agresivo y dinámico". El solo hecho de repetir la fórmula y la pronunciación del primer y más solemne discurso de su presidencia parece que deben producir una transformación personal, la transmisión de un carisma, una metamorfosis que convertirá a un vulgar político tentado por las pasiones más bajas de su oficio en el presidente de todos.

Barack Obama, que llega sobrado de idolatría y de aura carismática, vaciló ostensiblemente en la repetición de la primera frase de su juramento, como si quisiera subrayar la materia humana sobre la que se construye toda la metafísica del poder. Pronunció luego su discurso, largamente trabajado por su equipo, mientras millares de personas, periodistas en su mayoría, también lo leían colgado ya en Internet.

El presidente es un político lleno de virtudes y cualidades, pero ante todo es arcilla en los dedos de sus conciudadanos e incluso en manos del mundo entero que proyecta sus deseos sobre el prodigio que significa la llegada de un negro por primera vez, al fin, a la Casa Blanca. El episodio más hondo de su discurso de ayer es precisamente el que subraya la variedad de creencias, lenguas, culturas y orígenes que conforman su país. Éste es el presidente que más se parece a América y esa América de ayer es la que más se parece al mundo. No es extraño que todos queramos modelarlo con nuestros propios dedos.



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22 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Incluso un pueblo de demonios: democracia, liberalismo y republicanismo

Félix Ovejero

Katz Editores

 

Una reflexión sobre los principios que fundan el ideal democrático y un intento de mostrar una vía de escape al dilema entre libertad y democracia.

Así como resulta legítimo - y por ende necesario -  acudir a la lírica en tiempos de miseria, en una época tan  convulsa y mistificadora como la presente  libros como este que lleva el curioso título de Incluso un pueblo de demonios: democracia, liberalismo y republicanismo son de una oportunidad muy de agradecer.

Con lo cual en absoluto pretendo transmitir la impresión de que sea una respuesta inmediata y oportunista a las tensiones y tribulaciones que aquejan actualmente y en todo el mundo a la democracia y sus instituciones.  Es justo al revés. Félix Ovejero enseña Ética y Ciencias Sociales, Metodología de las Ciencias y Economía en la Universidad de Barcelona. Y tiene además un bien asentado prestigio como pensador político y comentarista de la actualidad, por lo que no es de extrañar que el suyo sea un impecable trabajo académico dotado además de un aparato crítico exhaustivo. Pero al mismo tiempo es un libro oportuno porque en los tiempos de confusión tienden a multiplicarse las propuestas basadas en la vieja falacia de que el fin justifica los medios y que, siendo lo importante salir de la crisis, los medios a los que se recurra para tan alto fin están justificados en sí mismos. Y qué va. Faltaría más.

El libro se abre con una impagable cita con la que Kant plantea el eterno conflicto entre la necesidad  de un orden social regido por unas leyes universales (constitución) y el egoísmo natural de los hombres:"He aquí una muchedumbre de seres racionales que desean, todos, leyes universales para su propia conservación, aun cuando cada uno de ellos, en su interior, se inclina a eludir la ley. Se trata de ordenar su vida en una constitución, de tal suerte que, aunque sus sentimientos íntimos sean opuestos y hostiles unos a otros, quedan contenidos, y el resultado público de la conducta de esos seres sea el mismo exactamente que si no tuvieran malos instintos".  Y la cita termina:"Este problema tiene que tener solución".

 ¿La tiene? El libro entero está dedicado a dar respuesta  a esa cuestión y para el lector ansioso que no pueda aguantar la tensión y necesite ser liberado ya de tan angustiosa incertidumbre, la respuesta es que sí,  que  hay solución. Pero no fácil. Ni mucho menos milagrosa.

Las dos primeras partes del libro, "Democracia y liberalismo" y "Democracia y republicanismo", son las más conceptuales.  Lo que modernamente se entiende por democracia surgió de las tensiones entre los modelos liberal y republicano, que en cierto modo encarnan, respectivamente, un ideal social de corte aristocrático, y otro basado en la virtud, la participación, la libertad y el autogobierno, es decir un ideal democrático tal cual.

En la segunda parte se desarrolla el modelo republicano y su encarnación en unas instituciones basadas en la igualdad material y la virtud cívica, es decir, democráticas.

Las dos últimas partes, "Los motivos de los ciudadanos" y "La fundamentación de la democracia" parecen seguir el dictado de Aristóteles cuando dice que  "el fin de la política no es el conocimiento sino la acción". En ellas se van planteando cuestiones mucho más concretas ("Razones para actuar, razones para decidir", "Motivaciones de la justicia", "El liberalismo y la virtud" , "La democracia como historia") siempre con la idea de superar la dialéctica liberal entre libertad y democracia.

En definitiva, y otra vez en beneficio del lector ansioso y que pida una respuesta ya (y suponiendo que no me haya perdido yo por los vericuetos de tan complicada cuestión), la solución al dilema planteado por Kant sería un régimen político cuya genealogía incluiría la Atenas democrática, la Roma republicana, las repúblicas italianas del Renacimiento y las revoluciones democráticas. Cómo insertar tan ilustres precedentes y nobles aspiraciones en un mundo como el nuestro no va a ser tarea fácil y trabajo no va a faltar.



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22 de enero de 2009
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Conjeturas de un gerontólogo ‘sui generis’

Leo las declaraciones de un gerontólogo inglés, que al parecer no es ni médico ni biólogo sino especialista en análisis de datos genéticos, en las que sostiene que nos hallaríamos en el umbral  de conseguir que la vida humana se prolongue hasta una media de mil años. Que el tiempo para conseguir el objetivo se dilate más o menos no sería tanto ya una cuestión técnica como de presupuestos, es decir, en última instancia de voluntad política. Obviamente no estoy en condiciones de tomar partido entre los que opinan que Aubrey de Grey (tal es su nombre) es un mero charlatán y los que toman en serio sus programas. En cualquier  caso lo que dice me ha planteado una serie de interrogantes. ¿Por qué mil años? cabría preguntarse, a lo cual de Grey  responde que se trata  sólo de una media estadística, en la que se tiene en cuenta la inevitabilidad de muertes por violencia o mala fortuna: "aunque dejáramos de morir por causas naturales, nada puede garantizar que no sufriremos un atropello o un accidente mortal. Mil años es hoy la posibilidad media que tenemos de sucumbir a una muerte violenta".

Siempre he pensado que la violencia, llevada hasta el extremo de privar a un ser humano de su vida (por ejemplo esa forma que constituye la pena capital) tiene en muchas ocasiones un peso sobre todo simbólico, en razón de que... de todas maneras hay que morirse. Si la violencia mortal sobre niños es vivida como algo particularmente atroz es por ese sentimiento difuso de que los niños aún no están digamos amenazados por la termodinámica, aún no han llegado a la curva que separa el cambio  constructivo del cambio destructor, el único para designar el cual Aristóteles utilizaba la palabra tiempo. De ahí que la conjetura del ingeniero de Grey convertiría la violencia contra cualquiera prácticamente en violencia contra un niño, obviamente  en el sentido de "inocente", sino  de que tiene "su vida por delante".

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22 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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En busca del espacio perdido

Rafael Argullol: En cambio en París hay esa seguridad que te ayuda a ofrecerse como enciclopedia universal.
Delfín Agudelo: Sin embargo también considero que esa seguridad, esa clara consciencia que tiene París de sí misma, y que tiene el parisino de la ciudad en la que está viviendo, es en muchos aspectos el gran motivo de esa permanencia del spleen baudelairiano, y ya no solamente en términos del poeta, sino que es prácticamente que se ha trasladado a todos. Una vez que viajé con mis padres mi madre nunca podía guardarse el comentario de lo linda que estaba la ciudad cuando hablábamos con cualquier vendedor de cualquier tienda, y los tres vendedores reaccionaban con asombro, preguntándole que si en realidad creía que fuera así. Es casi como si la ciudad le pesara en exceso la carga que tiene sobre sí misma. Es como si París estuviera saturado de sí mismo.
R.A.: Esa saturación es lo que despertaba la figura del parisino antipático, que es esta especie de mezcla de exceso de seguridad o exceso de saturación. De todos modos ahí también habría que pasar página y ver que el París actual es bastante distinto probablemente de este que visitó tu madre, muy distinto del de la primera mitad del siglo XX; y absolutamente distinto del aquél del XIX. El París actual ha sufrido las convulsiones masivas que han sufrido otras ciudades, como las grandes ciudades españolas, las migraciones masivas, las migraciones del último tercio del siglo XX, y en estos momentos es una ciudad que está en plena transformación a través de unos Parises completamente distintos, muchos de ellos marcándose entre sí. Y esto ha disminuido esa figura de autosaturación y antipatíaa del parisino, porque la ciudad no sé si no está tan segura de sí misma, pero ya no está tan saturada, está más sometida a una especie de convulsión continua. Y eso a la larga no sabemos si será positivo o negativo, es algo bastante incierto. Pero dentro de la no capitalidad del mundo, es evidente que deberíamos otorgar la capitalidad a aquellas ciudades que efectivamente facilitan esos encuentros misteriosos con el azar, sean Roma, París, Nueva York, pero muchas veces también Benarés, Damasco, Istanbul, ciudades que quizá han permanecido al margen de lo que llamamos la modernidad más agobiante pero que tienen esa densidad de encuentros.



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22 de enero de 2009
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