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¡Cómo está el servicio (público)!

Nadie tiene un duro, eso es cierto. Cuando hablas con diestros de la economía dirigen un dedo tembloroso a la sima en donde nos hundimos. Son ya tres millones los que han recibido el mordisco del vampiro y han quedado exangües. Les crecerán los colmillos, no lo duden. Pronto será el Estado el que resulte infectado, por muchas ristras de ajos que se cuelgue del cuello. Entonces comenzará de nuevo el vuelva usted mañana, los autobuses a gasógeno, la sanidad congoleña o la aviación de hace medio siglo. Los servicios públicos también irán al paro, es inevitable.
Por eso produce pasmo que el presidente de la Generalitat diga que no sabe cuánto se ha gastado su vicepresidente en repartir embajadas, por ejemplo en el edificio más caro de Nueva York. Y que el vicepresidente (alias Almeja Brillante) añada que no le da la gana decir cuánto gasta porque eso sería "darle un titular a la prensa española".

Vuelve el franquismo, cuando los servidores públicos eran los amos de la finca y los súbditos pagaban el gasto calladitos. Lo mismo puede aducirse del presidente gallego y de cuanto sátrapa engendra esta Administración. La transición fue incompleta, sí, pero no en el sentido que le dan a la frase los nuevos caciques. Fue incompleta porque no impidió la resurrección de la sanguijuela franquista. Ya ha resucitado.

Por cierto. Acabo de recibir una multa de tráfico (180 euros) cabalmente justa y que pagaré de inmediato por conducir a 81 kilómetros por hora en el cinturón de Barcelona donde la velocidad ordenada es de 80 kilómetros por hora. Hay unos metros en la entrada de un túnel con una señal que dice "60 por hora". Ahí es donde he pecado, mal súbdito que soy. Como yo, miles de barceloneses pagan cada día su cuota. En el banco lo conocen como el atraco del kilómetro 13.

Vuelve el Ruedo Ibérico con el folklore identitario y los chupatintas vestidos de narco. Cuando he visto la multa me ha dado la risa. Esta gente ni siquiera se toma la molestia de disimular. Lo más triste es que tienen las mismas aficiones que Paris Hilton. ¡Cómo está la izquierda, recórcholis!

Publicado el sábado 7 de febrero de 2009.

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9 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Colección particular: Santas mujeres

Rafael Argullol: Fíjate, Delfín, en esta imagen dramática.
Delfín Agudelo: Se trata de unas mujeres palestinas que lloran tras encontrar el cadáver de un familiar al norte de Gaza.
R.A.: Sí. Al ver esta foto lo que me llamó la atención, en medio de estos negros acontecimientos que dominaban la primera mitad de enero, que la disposición de estas mujeres en la fotografía era prácticamente calcada de la que tantos pintores del renacimiento y el barroco utilizaron con respecto a las santas mujeres después del Calvario y la muerte de Cristo. Creo que sería posible hallar más de cincuenta cuadros en los cuales se asienta esta composición, que es de tremendo dramatismo porque lo que nos ofrece es una especie de torbellino o remolino visual del movimiento de las tres mujeres que rodean a la del centro, en una especie de aproximación progresiva al centro mismo de la tragedia que se refleja en la cara de la mujer que está en el centro. Algo similar siempre propusieron los pintores del renacimiento, en el cual las santas mujeres tenían una especie de crescendo de tragicidad, hasta concentrarse de una manera especialmente dramática en la Virgen María. Aunque el pie de foto de la imagen no lo explica en esta fotografía ocurre lo mismo: ese torbellino visual de dramatismo se va concentrando en esta mujer que está en el centro de la foto, y no tengo ninguna duda que es precisamente la madre del que ha sido sacrificado, en este caso, en la guerra.



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9 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Juan Villoro: De eso se trata

Juan Villoro es un excepcional ensayista: su libro De eso se trata (Anagrama, 2008) lo muestra con lúcida contundencia. En el prólogo, Villoro menciona a Auden como "maestro" de un tipo de ensayo "equidistante del asombro iniciático y la erudición"; la mención no es casual, porque los diecinueve textos del escritor mexicano persiguen y encuentran lo mismo. Erudición: Villoro se mueve con soltura a lo largo de cuatro siglos (desde el Hamlet de Shakespeare hasta el Borges de Bioy Casares, pasando por Lichtemberg, Casanova, Chejov, Saer y Onetti) y puede, en un solo párrafo, relacionar Las mil y una noches con Swift y Rabelais. Asombro: ¿Cómo fue que Chejov, un hombre tan "ajeno al arquetipo del Artista Moderno -ese ser vestido de negro, atribulado y en perenne estado de excepción-", escribió los cuentos que lo consagrarían como un "profeta" del género? ¿Cómo fue que Lowry, "encandilado ante las posibilidades que la vida y el arte ofrecen para arruinarse", escribió ese "organismo perfecto" que es Bajo el volcán?

Villoro lee en ciertas imágenes de los escritores condiciones emblemáticas de su escritura: la "habitación luminosa y bien caldeada" que menciona Chejov un par de veces es ese espacio buscado donde "arde una flama nítida, el lugar de la ficción". La "mala luz" de las habitaciones de Onetti, la cerveza "tibia", las adolescentes irreales, muestran el clima emocional de la obra del escritor uruguayo, su "estética de la obsolecencia". Al hablar de la poética de los otros, Villoro nos enseña la suya: hay que escribir y crear imágenes como si en cada frase o metáfora se condensara todo lo que podemos decir sobre la literatura o la condición humana.

Entre tanto ensayo imperdible, hay uno que destaca sobre los demás: "El rey duerme: crónica hacia Hamlet", que es a la vez una lectura brillante de la obra de Shakespeare y una crónica del encuentro de Villoro con uno de los mejores lectores de Shakespeare: Harold Bloom.

Los ensayos de Villoro permiten volver a las obras discutidas con una mirada más amplia y renovada. De eso se trata.



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9 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Vaticanadas

Ou vaticanices. Não suporto ver os senhores cardeais e os senhores bispos trajados com um luxo que escandalizaria o pobre Jesus de Nazaré, mal tapado com a sua túnica de péssimo pano, por muito inconsútil que tivesse sido e certamente não era, sem recordar o delirante desfile de moda eclesiástica que Fellini, genialmente, meteu em Oito e Meio para seu e nosso gozo. Estes senhores supõem-se investidos de um poder que só a nossa paciência tem feito durar. Dizem-se representantes de Deus na terra (nunca o viram e não têm a menor prova da sua existência) e passeiam-se pelo mundo suando hipocrisia por todos os poros. Talvez não mintam sempre, mas cada palavra que dizem ou escrevem tem por trás outra palavra que a nega ou limita, que a disfarça ou perverte. A tudo isto muitos de nós nos havíamos mais ou menos habituado antes de passarmos à indiferença, quando não ao desprezo. Diz-se que a assistência aos actos religiosos vem diminuindo rapidamente, mas eu permito-me sugerir que também serão em menor número até aquelas pessoas que, embora não sendo crentes, entravam numa igreja para disfrutar da beleza arquitectónica, das pinturas e esculturas, enfim de um cenário que a falsidade da doutrina que o sustenta afinal não merece. Os senhores cardeais e os senhores bispos, incluindo obviamente o papa que os governa, não andam nada tranquilos. Apesar de viverem como parasitas da sociedade civil, as contas não lhes saem. Perante o lento mas implacável afundamento desse Titanic que foi a igreja católica, o papa e os seus acólitos, saudosos do tempo em que imperavam, em criminosa cumplicidade, o trono e o altar, recorrem agora a todos os meios, incluindo o da chantagem moral, para imiscuir-se na governação dos países, em particular aqueles que, por razões históricas e sociais ainda não ousaram cortar as sujeições que persistem em atá-los à instituição vaticana. Entristece-me esse temor (religioso?) que parece paralisar o governo espanhol sempre que tem de enfrentar-se não só a enviados papais, mas também aos seus ?papas? domésticos. E digo ainda mais: como pessoa, como intelectual, como cidadão, ofende-me a displicência com que o papa e a sua gente tratam o governo de Rodriguez Zapatero, esse que o povo espanhol elegeu com inteira consciência. Pelos vistos, parece que alguém terá de atirar um sapato a um desses cardeais.       



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8 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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José Conrado

  Un domingo inusual, con apenas veintitrés grados en Santiago de Cuba, lo escuché hablar desde el altar. Más de doscientas personas asistían a su sermón en la iglesia de madera de un barrio pobre con las montañas como fondo. A mí, que las liturgias me aburren, me sorprendió verlo oficiar desde la realidad y tomar a Jesús como referencia para abordar el día de hoy. José Conrado es un hombre difícil para quienes están acostumbrados a dirigirse ?sólo ellos? a una multitud. Un santiaguero campechano y risueño, capaz de cantarle las cuarentas a quien ose entristecer a su congregación. Evidencia molesta para los que callan y hueso duro para aquellos que acostumbran a poner mordazas. Por eso, no me ha sorprendido verlo recoger el sentir de tanta gente y dirigirle una carta abierta a Raúl Castro. Percibo que no espera respuesta a su misiva: ya la tiene. Es ese rezo callado que sale de cada uno de sus feligreses, la manera que claman por los cambios, sin alzar la voz. En su pequeña Iglesia de Santa Teresita ya se ha dicho todo y -yo que estuve allí- les digo que tiene el tono de la súplica, del que no puede, ni debe, esperar más.



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8 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un lugar llamado Oreja de perro en Cartagena

John Jairo Junieles, misteriosa chica, Adriana Lisboa, probable afortunado esposo de Adriana, Antonio García Angel, Pilar Quintana sosteniendo mi libro y la loca de Mayra Santos Febres. Fuente: lugarmaniguaY yo que estaba triste porque no iba a estar presente este año en el Hay Festival de Cartagena 2009. Pero los amigos siempre están ahí para corregir lo que no funciona. Miren nomás lo que han hecho los locos de B39, sumados -o quizá incluso instigados- por mi amor Mayra Santos Febres (que se prepara a sacarme la vuelta con Pedro Mairal, como si no le bastara haberlo hecho con Volpi). ¡Mil gracias, amigos! Qué felicidad ver no mi libro sino sus sonrisas en Cartagena. Espero que después de eso hayan ido al Quebracanto por mí también...



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7 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Reacciones a un post

¿Existe esta camiseta en literatura? Fuente: peru En un país, en un mundo bloggero mejor dicho, donde cualquier argumento se responde con un insulto, recibir comentarios a un post que buscan refutarlo con argumentos y no con agresiones, es un gesto que solo puede agradecerse. Es la primera vez en que un post mío es comentado sin acusarme de vanidoso, superficial, burgués o referirse a mis muelas faltantes o sin pataletas. Veamos pues: En un post anterior comenté brevemente lo que dije en una Feria del Libro de Trujillo la semana pasada. El punto dos se lee:b) Que la literatura peruana, como individualidad, no existe fuera de los manuales escolares. Nosotros formamos -gracias a dios- a una fracción más amplia, diversa e interesante que es la Literatura Latinoamericana. Y desde lejos, las diferencias o particularidades entre los países que forman lo latinoamericano son ambiguas y borrosas (o borradas del todo). Amen.Quizá debí aclarar que, a lo que me refería en esa conferencia ("La literatura peruana en el mundo") es a la visión que el lector común y corriente -no el crítico ni el profesor universitario- tiene sobre la literatura peruana. Pero, en fin, para el caso da lo mismo, para mí la literatura peruana es un concepto borroso más allá de los nombre que lo conforman, y por eso he dicho siempre que no existe. Ricardo Sumalavia ha sido el primer en poner su posición:Lo que sucede es que en el caso peruano el criterio de nacionalidad siempre ha estado en crisis, una eterna construcción que no tiene cuando acabar. Decir ?peruano? dice mucho y no dice nada. Si su intención es englobar, reconciliar, no lo consigue. No existe una individualidad ?peruana?, sino individualidades fracturadas. Y algo, o mucho, de esto pasa en el resto de países vecinos.Ante este panorama, entiendo el razonamiento de Thays, y que es más saludable insertarse en un marco mayor, ?amplio, diverso e interesante?, como él sostiene. Pero creo que esto no resuelve el conflicto.Cuando se dice que ya no se puede hablar de literatura nacional, que el adjetivo ?nacional? se desdibuja, yo creo, por el contrario, que lo que se desdibuja es la noción de ?literatura?. Sumalavia, en un párrafo anterior, malinterpreta lo que dije al pensar que yo oponía el concepto "homogéneo" latinoamericano vs. el "heterogéneo" peruano, y no es así. Creo que la literatura de todo país es dispersa, versátil y heterogénea, incluso en los países que pretenden obligar a sus escritores a tomar una dirección única. Por eso la literatura socialista rusa o la maoísta -tan cara al grupo Narración- nunca funcionó. La diversidad siempre ha sido el signo de cualquier literatura. Pero es un hecho concreto que para el resto del mundo lector, un "escritor peruano" es apenas distinguible a un "escritor ecuatoriano" digamos. Bolaño en EEUU no es un escritor "chileno" sino "latinoamericano" y el concepto McOndo, a pesar incluso de sus autores, sigue funcionando mejor que el de cualquier nacionalidad.Luego, Gustavo Faverón decide proponer la noción de "canon" o "tradiciones nacionales" (que mencioné en la mesa de Trujillo justo refiriéndome a un antiguo post de Gustavo) para dar pruebas de que la literatura peruana sí existe. Dice:La literatura peruana y la latinoamericana no existen en un cierto sentido, pero, en otro, ambas son igual de reales. Romper ese equilibrio es una forma de arbitrariedad no aceptable, porque recurre a criterios distintos para tratar a cada una. Quien lo haga tendría que explicar, inmediatamente después, por qué la relación entre la obra de Óscar Colchado y la de Alejandro Zambra como parte, supuestamente, de una misma tradición, es más real que la relación entre la obra de Óscar Colchado y la de José María Arguedas. Un problema nada pequeño. Como en el caso de los dialectos, puedo decir que la obra de Arguedas es parte de la literatura hispana, de la literatura latinoamericana, de la panandina, de la peruana, de la andina peruana, de la novela indigenista o neoindigenista, acaso de la ficción regionalista, pero también de muchas otras líneas genealógicas. Ninguna de esas afirmaciones hace falsa a las otras. Es obvio que el debate Sarmiento-Hernández es más crucial para Borges y para Ricardo Piglia que para Augusto Monterroso. Es obvio que el choque Arguedas-Vargas Llosa significa más para Jorge Eduardo Benavides que para Diamela Eltit. Es obvio que Krauze y Paz son más cruciales para Jorge Volpi que para Iván Thays. Son obvias las razones por las cuales Edmundo Paz Soldán escribió una tesis doctoral sobre Alcides Arguedas, que no hubiera sido ni la primera ni la centésima opción de Álvaro Enrigue o de Abelardo Castillo. No me parece discutible que la veracidad y la certeza de esas afirmaciones encuentra su justificación en un mismo punto: Piglia, Benavides, Volpi, Paz Soldán, todos son escritores claramente cosmopolitas, que se nutren de muchas tradiciones, que vuelan sobre muchos campos, y que, sin embargo, no por ello pueden declarar inexistente el vínculo histórico, cultural, social, político, que los une con sus tradiciones nacionales. O, para decirlo con los términos de mi ejemplo: son escritores que, como todos, hablan muchos dialectos, muchos al mismo tiempo, y no tienen cómo negar a uno de ellos, porque lo ponen en práctica, lo convierten en habla, en su habla, cada vez que escriben, al mismo tiempo en que activan todos los demás.A mí lo que me gustaría saber, luego de leer lo de Gustavo, es en qué medida dialéctica, formal o temática, más allá del hecho arbitrario de haber nacido en una misma frontera, une la literatura de Oscar Colchado a la de Enrique Prochazka por ejemplo. O por qué la discusión Vargas Llosa-Arguedas debería interesarme más, o ser más estimulante artísticamente, que la de Nabokov-Edmund Wilson por ejemplo. Mis orejas (de burro, si quieren los anónimos, los nunca doctorandos o los límbicos) están bien paradas en Huanchaco. Como lo dije cuando hicimos el blog "Bata japonesa", yo estoy siempre dispuesto a aprender y creo, siempre, que el Arte de ser discípulo es más estimulante que el de ser profesor. Y alguien como Gustavo, que estudia estos temas desde hace años, tiene mucho que enseñarme. A ver.



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6 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Clase XXXI. El tiempo en la ficción (II)

Naturalmente, como hemos visto en la clase pasada, la elección de nuestros tres tiempos a la hora de elaborar una ficción requieren paciencia y astucia, saber calibrar con cuidado desde que ángulo voy a contar mi historia, pues algunas requieren la solidez de un tiempo cronológico bien articulado y férreo mientras otras exigen saltos temporales y una flexibilidad en los tiempos verbales que le den mayor plasticidad. Y aunque la elección del tiempo verbal suele ser más clara y casi siempre escorada al pretérito (pues ello nos suele otorgar una amplitud de maniobra mayor que otros tiempos), no suele resultar muy clara la elección del tiempo cronológico, casi siempre en contrapartida con el tiempo narrativo o estructural. Es necesario saber que estos dos tiempos rara vez coinciden, pues una de las máximas de la buena narración es generar interés en lo que se cuenta y esto, en contra de lo que piensan algunos, no está en la historia en sí, sino en cómo la contamos. Nuestro lenguaje y nuestra estructura. Si empezamos por el punto más remoto de la historia y seguimos indesmayablemente hasta el final, lo más probable es que desinflemos la tensión, pues no hay anticipación ni suspense y ni siquiera suspensión de los acontecimientos. De manera que lo primero que vamos a tener en cuenta es que los hechos se proponen o bien simultáneamente o bien sucesivamente. Y ello presenta una serie de singularidades, como veremos en las próximas sesiones.

La propuesta de la semana:

Nuevamente vamos a intentar desbaratar el tiempo en nuestra narración, y en esta ocasión lo haremos contando la historia de un paciente amnésico que intenta ordenar sus recuerdos en la consulta del psiquiatra. Obviamente encontraremos zonas vacías y un importante desorden temporal, pero el objetivo es que finalmente podamos reconstruir la sucesión de acontecimientos que el personaje va narrando.
Esperamos que no se olviden de enviarnos la propuesta.
Buena semana a todos.

 



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6 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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De Gabo a Mario

carátula del libro. Fuente: edhasaUn nuevo libro sobre la amistad de Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa se publicó el martes en Madrid. Fue escrito por Ana Gallego y Angel Estebán y se titula De Gabo a Mario, editada por Edhasa. En este se indaga la amistad profunda de estos dos en Barcelona, donde vivían en casas gemelas, sobre la pelea real que los separó -de la que no dicen nada nuevo ni aportan dato alguna- y de su distancia posterior por culpa de las diferencias ideológicas que hasta hoy se mantienen. ¿Será cierto que una vez Vargas Llosa llamó "chupamedias de Fidel Castro" a Gabo? A ver qué dicen los autores. La nota anuncia perogrulladas:Los especialistas en Literatura y Filología Hispanoamericana Ana Gallego y Ángel Esteban trazan en De Gabo a Mario un retrato literario de los autores que iluminaron el "boom" de la literatura hispanoamericana."Nos interesaba bucear en esa amistad legendaria, que no surge con facilidad en el mundo de las letras, y en el hecho de que sólo durase una serie de años para cortarse bruscamente", explicó Ángel Esteban en una entrevista concedida a la agencia de noticias EFE.Fue hace más de treinta años, el 12 de febrero de 1976, cuando un puñetazo propinado supuestamente por Vargas Llosa a García Márquez puso punto y final a una de las amistades más fructíferas de la historia de la literatura, hecho que ?de todos modos- nadie pudo jamás comprobar. Ambos biógrafos sostuvieron que la disputa fue originada por una "cuestión personal", que nadie conoce debido, recordaron, al pacto de silencio que ambos autores mantienen hasta el día de hoy. "Hemos consultado muchísimos documentos, pero mientras que ellos no digan lo que pasó nadie lo sabrá", aseguran a viva voz. Los autores se atreven a sugerir además que las "diferencias ideológicas" terminaron por minar la relación y condujeron a un distanciamiento paulatino, tras haber coincidido ambos durante los años setenta en Barcelona (...) La relación entre García Márquez y Vargas Llosa habría encontrado su primera piedra, en 1971, a raíz del encarcelamiento del poeta cubano Heberto Padilla. Esteban recordó cómo Vargas Llosa fue "el primero" en acercarse junto a Cortázar y Carlos Fuentes, a la Revolución cubana y en apoyarla, mientras que García Márquez se mantuvo al margen.Cuando llegó el "caso Padilla", añadió el especialista, casi todos los escritores condenaron el proceso contra el poeta cubano y "comienzan a distanciarse de la Revolución, Vargas Llosa a la cabeza. Sin embargo, García Márquez todavía hoy mantiene su adhesión"."El caso Padilla fue el principio del fin del grupo que conformó el boom", aunque, resaltó, que la amistad se mantuvo intacta hasta 1976 entre el autor colombiano y el peruano pese a las diferencias "cada vez más crecientes" respecto de Cuba", agregó Esteban.Bueno, realmente no sé qué interés puede tener un libro como este, salvo el de reunir la información dispersa. El Boom y su historia ha sido muy trajinado. Lo que sí sería interesante (quizá eso suceda en el libro, que no he leído obviamente) es que los autores intenten explicar cómo un autor extraordinario como Mario Vargas Llosa, en vez de pelearse con su contemporáneo igual de genial y hacerle el palo encebado o ningunearlo o mezquinarlo, le dedica un libro generoso, profundo, inteligente y lúcido, como Historia de un deicidio. En la historia de la literatura universal, de cualquier época e idioma, eso sí es un auténtico milagro. Por su parte, Gabo que yo sepa sólo le ha dedicado elogios a las caderas de Shakira. En fin.



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6 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Orgullo y Prejuicio, la versión con zombies

Hace poco, leyendo un ensayo de Juan Villoro, me dí cuenta que jamás había leído Robinson Crusoe. Lo que hice fue, durante mi adolescencia, leer una versión gráfica de la novela de Defoe. Hice lo mismo con toda la obra de Julio Verne, con El Quijote y Moby Dick. Con los años, me puse al día con Cervantes y Melville, y me sorprendió, por ejemplo, descubrir que la novela del capitán obsesionado por una ballena blanca era algo más que una trama de aventuras. A la versión que yo había leído a los catorce años le habían sacado todo el "ripio", pero ese "ripio" era aquello que permitía que Moby Dick se convirtiera en un clásico.

Se ha hecho de todo con los clásicos. Se los ha condensado, se los ha convertido en versiones gráficas, se los ha trasladado al presente (¡Hamlet como ejecutivo en Wall Street!). Ahora vienen los zombis. La respetable editorial Chronicle Books publicará en abril Orgullo y Prejuicio y Zombies, una versión de la novela de Jane Austen con partes en las que se respeta el texto original y otras secciones en las que se incluye la invasión de los zombis al pueblito de Meryton, y la lucha a muerte de Elizabeth y Darcy contra los zombis. Hay que reconocer que la portada es muy buena. En cuanto a las biografías de los "co-autores", Jane Austen es presentada como escritora de "varias obras maestras de la literatura inglesa", y su "colaborador", Seth Grahame-Smith, como "el autor de Cómo sobrevivir a una película de horror y El Gran Libro del Porno".

Me imagino que, en el futuro, habrá varios adolescentes confundidos: "¿Orgullo y Prejuicio? ¿No es la novela con zombies? La tal Austen, una precursora de George Romero". A prepararse, porque esta moda sólo acaba de comenzar. Después de los zombis, seguro que vendrán otras novelas con criaturas de muy mala reputación: La ciudad y los perros con vampiros, Pedro Páramo con hombres lobo (¿pero, Rulfo no la escribió ya con zombis?)... Se acercan días interesantes para la gran literatura.



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6 de febrero de 2009
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