Víctor Gómez Pin
Hablaba ayer de la ausencia de confianza en el peso del lenguaje, al que llega a contemplarse como mero instrumento o código de señales. Mas como mero código de señales el lenguaje tampoco es de fiar. Pues deja traslucir aspectos inquietantes: encierra equivocidades incompatibles con el buen funcionamiento de un código y en ocasiones (en un trivial chiste por ejemplo) parece complacerse en las mismas. A veces no se limita a cumplir su función de auxiliar, introduciendo exigencias que le son propias. Aun sin conciencia de ello, ocurre que aquello que los hablantes dicen no tenga otro interés y otra finalidad real que el mero decir… de tal manera que el animal humano parece ser en ocasiones portador de un código insano.
El hombre lleva en su esencia apostar todo al lenguaje. Cuando renuncia a tal apuesta (por sentimiento de que el lenguaje falla o por sentimiento de no hallarse a su altura), el hombre deviene un animal al que el lenguaje ha corrompido y perturbado: un animal enfermo, un desecho de la historia evolutiva.