Lluís Bassets
El Watergate es la gran historia periodística en la que se formó mi generación de periodistas. Dos reporteros, Bob Bobward y Carl Bernstein, bien organizados y dirigidos, debidamente apoyados por al empresa editora de su periódico, el Washington Post, consiguieron terminar con la carrera política de Richard Nixon, que dimitió para evitar su destitución parlamentaria por obstrucción a la justicia. Nixon fue uno de los hombres más detestados por los jóvenes de aquella época, porque representaba lo peor del conservadurismo americano; pero hay que reconocer en perspectiva su talento geoestratégico y su visión en política exterior, que le llevó a entrevistarse con Mao Zedong y a facilitar el nacimiento de esta nueva China capitalista y comunista a la vez.
Sus pecados fueron muchos y todos ellos terribles: los bombardeos sobre Vietnam del Norte, la invasión de Camboya, el apoyo a las dictaduras latinoamericanas, el golpe de Estado contra el presidente constitucional de Chile Salvador Allende, y luego sus sucios trucos de jugador tramposo, que le llevaron entre muchas otras cosas a espiar a sus rivales políticos y a abusar del poder presidencial. Nixon intentó situar al presidente por encima de la Constitución, pero no lo consiguió, pagó por ello y pagó también el Partido Republicano, que perdió el poder presidencial en la siguiente elección. Pagó asimismo el ala más derechista del republicanismo que quería incrementar los poderes presidenciales y tuvo que esperar hasta la llegada de George W. Bush a la Casa Blanca y al 11 S para intentarlo de forma seria y concienzuda. El propósito de personajes como Dick Cheney, Karl Rove o Donald Rumsfeld no era otro que deshacer el camino andado desde el Watergate, atar de nuevo bien cortos a los otros poderes -también a la prensa y a los medios-, y restaurar la idea de una presidencia todopoderosa hasta blindarla legalmente para un ciclo histórico entero.
La llegada de Obama a la Casa Blanca es la rúbrica de un nuevo fracaso de proporciones gigantescas. Un fracaso que constituye además la gloria y el honor de la legalidad y de la Constitución de los Estados Unidos de América. La era de Nixon ha terminado justo ahora, cuando echa a andar esta nueva presidencia demócrata que quiere ser transformadora hasta cambiar el rumbo de la nación. De ahí que no podía llegar en mejor momento un nuevo y brillante film sobre Nixon, estrenado hace ya unas semanas en Estados Unidos y ahora en España, que interesará sin duda a la gente de mi generación pero debe suscitar también la atención de las nuevas generaciones que han seguido el desastre presidencial de Bush y el ascenso de Barack Obama. Su título en la versión española es ‘El Desafío. Frost contra Nixon’, y es la versión cinematográfica de la pieza teatral de Peter Morgan (el autor de ‘La Reina’, sobre la muerte de Diana de Gales, y de ‘El último rey de Escocia’, sobre el dictador de Uganda Idi Amin Dada), inspirada en la entrevista televisiva de seis horas que realizó en 1977 el británico David Frost al ex presidente. Perfectamente documentada y escenificada por los mismos actores de la pieza teatral (Michael Sheen, que fue Tony Blair en ‘La Reina’, es el periodista, y Frank Langella es Richard Nixon), la película viene al pelo para comparar balances y presidencias, entre aquel Nixon que tuvo que dimitir y este Bush hijo que se ha ido en un clamor de desaprobación.
(continuará)
Enlaces: para el filme. Para el dvd de la entrevista original. Para unos fragmentos impagables en Youtube. Para el caso Watergate. Para las cintas del Watergate.