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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Noticias perdidas entre recortes

Vladimir Putin llamó a George W. Bush el 10 de septiembre de 2001, 24 horas antes de los atentados de Nueva York y Washington, y le advirtió que Al Qaeda estaba preparando algo muy gordo. El presidente iraní Mahmud Ahmadinejad no tan sólo no participó en el asalto de la embajada norteamericana en Teherán en 1979 sino que no quiso mezclarse con aquella acción tan determinante para las relaciones con Estados Unidos. Personajes destacados de la derecha francesa consiguieron retrasar durante dos años la liberación de tres rehenes (Jean-Paul Kauffmann, Marcel Carton y Marcel Fontaine) en Líbano por parte de la guerrilla chiita Hezbolá con el objetivo de apuntarse el tanto de cara a las elecciones presidenciales de 1988 en las que Jacques Chirac se enfrentó y perdió ante François Mitterrand. Tres noticias de distinta procedencia e incierta confirmación que tengo subrayadas en mi carpeta de recortes para comentar en el blog. La primera tiene al propio Putin como fuente; la segunda a dos guardianes de la revolución que participaron en el asalto a la embajada; y la tercera al jeque Subhi al Tufeyli, que fue el primer secretario general de Hezbolá.

Con mucha frecuencia me sucede en este tiempo extraño de máxima conectividad y comunicación: de pronto, no hay forma de seguir un hilo sin dedicarle muchas más horas de las que uno dispone habitualmente. Las tres noticias que me llamaron la atención, todas ellas referidas a hechos de fecha ya lejana, las recogió la reseña que hizo The Economist de una serie de televisión titulada ‘Irán and the West', firmada por una acreditada productora como Norma Percy, y consistente en tres episodios de una hora cada uno sobre los antecedentes y la actualidad de la pugna entre Teherán y Occidente respecto al desarrollo de la industria nuclear iraní. La serie, que se ha pasado en tres semanas desde el 7 de febrero hasta el 21, no es accesible en Internet desde fuera del Reino Unido y cabe esperar que se pueda ver en algún otro canal o termine siendo de libre acceso en la red.

Señalar, en todo caso, que las tres noticias permiten intuir que dentro de estas tres horas, muy bien calificadas por la crítica, puede haber todavía más noticias y detalles interesantes. Y en segundo lugar, que con frecuencia excesiva nos quedamos en la apariencia de las supuestas noticias frescas, que se deshinchan en cuestión de días sino de horas, y se nos pasan esas otras noticias, mucho más de fondo, que engarzan y determinan la marcha de la época. Es revelador y sintomático que puedan aparecer en un reportaje de televisión y que luego permanezcan sumergidas en el montón de los recortes de la actualidad, cuando muchas de ellas son cabos sueltos que piden a gritos la atención de los reporteros que puedan sacarles todo el jugo. No es la superabundancia lo que nos ahoga sino la falta de criterio y de agudeza visual a la hora de poner un poco de orden periodístico en el caos de la actualidad.

Aquel Putin que llamó a Bush nada tiene que ver con el que lo ha despedido: al primero le miraba a los ojos y lo encontraba sincero y honesto, mientras que el segundo es el de un proyecto esbozado de nueva guerra fría. Que Ahmadinejad, el otro diablo del Eje del Mal, tuviera una actitud moderada en 1979 en nada convenía a la administración republicana y constituye en cambio una buena carta de presentación para la actual demócrata. De la derecha francesa ya se sabía que se podían esperar muchas cosas (de la izquierda también, por supuesto): recuerdo perfectamente cómo en aquellos años de feroz cohabitación entre el presidente socialista y el primer ministro conservador los nombres de los rehenes del Líbano eran citados diariamente en los telediarios en recuerdo a la incapacidad de la República para liberarlos. Charles Pascua, uno de los principales maestros políticos de Nicolas Sarkozy, fue quien lo consiguió entre las dos vueltas de la elección presidencial, el 5 de mayo de 1988.



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2 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un perdedor en Madrid

Dentro de dos días se cumplirán cien años de la muerte de Alejandro Sawa en la calle del Conde Duque de Madrid. Murió como "un rey de tragedia: loco, ciego y furioso" en palabras de Valle-Inclán, una buena descripción por parte de Valle y una buena muerte por parte de Sawa, ¿para qué tanta aceptación y resignación? Si uno viene a este mundo llorando y haciendo ruido ¿por qué no se va a ir de la misma forma? Además era lo que le pegaba a un hombre como él y a una vida como la suya. Fue un personaje cosmopolita, bohemio y exagerado como si cargase él solo sobre sus hombros el mundo de la literatura. Era ese ser diferente que se espera que sea un escritor, cuya vida tiene que ser lo suficientemente desgarrada como para que le creamos cuando nos habla de las pasiones humanas. Su pobreza, su ceguera. Sawa parece un ser recién salido de los huracanes del alma dispuesto a contarnos lo que ha visto. Y también era en sí mismo un personaje irresistible para otros escritores, que lo apresaron entre las páginas de sus obras como quien guarda allí una flor o una hoja fresca. Es el Max Estrella de Luces de bohemia (Valle-Inclán) o el Villasús de El árbol de la ciencia (Pío Baroja).

Hay una imagen de Sawa, quizá la que más circula, con tanta fuerza que siempre me recuerda a la mítica del Che Guevara, aunque sea menos popular, una imagen destinada a la eterna seducción. Muchas veces me quedo mirándola y no me parece alguien del pasado, sino simplemente inalcanzable. Ojos negros y brillantes como con algo de opio dentro, enorme misterio, belleza distante y esas melenas que Pío Baroja valoraba tanto. Las menciona (y no será la única vez) cuando cuenta cómo lo conoció: "A Alejandro Sawa le conocí una noche en el café de Fornos, estando yo con un amigo. La verdad es que no había leído nada suyo, pero su aspecto me impuso. Un día fui detrás de él, dispuesto a hablarle, pero luego no me atreví. Unos meses después le encontré una tarde de verano en Recoletos, con el francés Cornuty. Cornuty y Sawa fueron hablando, recitando versos, y me llevaron a una taberna de la plaza de Herradores. Bebieron ellos unas copas, las pagué yo, y Sawa me pidió tres pesetas. Yo no las tenía, y se lo dije (...). Después, cuando publiqué Vidas sombrías, algunas veces, a altas horas de la noche, le solía ver a Sawa con sus melenas y su perro. Me daba la mano con tal fuerza que me hacía daño, y me decía en tono trágico: Sé orgulloso. Has escrito Vidas sombrías". A pesar de esto, Sawa no admiraba a don Pío. Habría que verlos juntos, uno tan contenido y el otro tan desbordado.

Qué Madrid aquél por el que deambulaban estos pedazos de escritores y que a Sawa le parecía "una población grande y viciosa. Madrid simpatiza con todos los aventureros, a la sola condición de que sean valientes y no se dejen dominar por escrúpulos de vergüenza. Madrid es la capital de España y la gran población predilecta de la canalla". ¿Han cambiado las cosas? En ese Madrid de 1887, que como en éste se podía triunfar o fracasar, brillar o morirse de asco, sitúa Sawa a Carlos Alvarado, el protagonista de Declaración de un vencido, una de sus mejores novelas, una de las más personales y menos naturalistas, que imprime un giro decisivo a su narrativa y que acaba de ver la luz en la editorial Cátedra.

Como dice Francisco Gutiérrez Carbajo en el estudio que precede a la novela y donde se nos aportan las claves de un mundo, cuyas ambiciones, deseos y decepciones nos pueden hacer comprender mucho mejor el nuestro: "El joven protagonista es uno de los muchos que llegan desde provincias, según el propio Sawa, a comenzar por Madrid la conquista de Europa, sin más bagaje que un drama, una novela o una obra literaria cualquiera, bien acondicionadas en el fondo del baúl, y dos o tres cartas de recomendación para otros tantos personajes acreditados en la corte. Aunque en un primer momento parece que ha escalado puestos en la esfera social e intelectual, pronto empieza a descubrir la hipocresía de los usos políticos y sociales, y más tarde la hostilidad y el abandono de sus conciudadanos: ni uno solo de los 'quinientos mil hombres que forman la población de Madrid' le animará en sus desfallecimientos ni le tenderá la mano cuando caiga".

También la vida venció a Sawa, y él lo declaró, y Manuel Machado lo confirmó en su epitafio: "Jamás hombre más nacido / para el placer, fue al dolor / más derecho. / Jamás ninguno ha caído / con facha de vencedor / tan deshecho".



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2 de marzo de 2009
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Por qué la Recherche

Son muchas las veces que en estas páginas he tomado apoyo en la Recherche de Marcel Proust a fin de extraer argumentos para una tesis general, a saber: que el narrador y el poeta son de alguna manera redentores de nuestra condición. En ellos recaería la misión de reconciliarnos con nuestra naturaleza mediante el recurso de mostrar su fertilidad y su grandeza.

Pues a diferencia de los discursos teoréticos sobre la singularidad del lenguaje humano, sobre la imposibilidad de reducirlo a un mero código y sobre su capacidad de infinita renovación, narradores y poetas tienen la ventaja de la praxis. No se limitan a predicar las virtudes del lenguaje sino que las muestran, convirtiendo así en evidencia la conveniencia de ponerse a su servicio: conveniencia de intentar reconciliarnos con lo que constituye el rasgo fundamental de nuestra especie, lo que nos singulariza en relación a las demás especies animales.

Cualquiera de los grandes de la palabra hubiera podido servir así de trampolín para la exposición de la tesis y para la incitación al acto militante de introducir entre nuestras máximas de acción (introducir en las alforjas de nuestra ética) el luchar contra todo aquello que dificulta la asunción por cada hombre de su naturaleza, lo cual obviamente  pasa por la confrontación política contra las formas de alienación.

Hay sin embargo (aun haciendo abstracción de las circunstancias aleatorias por las que la Recherche, a modo de Guadiana literario, ha retornado en mi vida a lo largo de decenios) una razón suficiente para que este libro sea el escogido, a saber: que el Narrador mismo se encarga de dar explícita cobertura a la tesis aquí mantenida. Ya he indicado que la Recherche oscila entre la descripción de los efectos termodinámicos en los cuerpos de los hombres y la apuesta por un efecto del lenguaje en el que queda relativizada la irreversibilidad inherente al tiempo físico. Mas a ello hay que añadir las reflexiones del Narrador sobre la exigencia radical que su tarea supone, empezando por el sacrificio de  valores (éticos incluidos) profundamente arraigados  y sobre la recompensa que aguarda al que se mantiene con entereza en la apuesta y lleva a término el objetivo. La presente reflexión no constituye una hermenéutica que  superpondría al contenido de la Recherche una finalidad redencionista. Pues tal finalidad es explícitamente afirmada por el Narrador y -prodigiosamente- lo es como tesis filosófica indisociable de las descripciones convencionalmente narrativas sobre la vida de los protagonistas y sobre los prodigiosos párrafos en los que parece realizarse el proyecto del Narrador de encontrar su lugar en la filiación de los grandes de la lírica.

Que el lector de la Recherche pase sin solución de continuidad de un aspecto a otro, que en ocasiones sea incluso difícil determinar en que registro nos encontramos, que la metáfora se imbrique no ya en la lógica narrativa sino asimismo la reflexión conceptual, muestra simplemente hasta que extremo en esta obra cristalizan diversas modalidades de la riqueza esencial del lenguaje, riqueza que potencialmente todos compartimos, sin lo cual carecería de sentido la invitación reiterada del Narrador a servirnos de la obra como trampolín para explorar la verdad en nosotros mismos.  

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2 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La tabarra

Presentaba Iñaki Gabilondo los resultados de las elecciones en Galicia y el País Vasco sin poder eludir la palmaria sensación, nociva para su audiencia, de que estuviera refiriéndose, dijo, a un dèjá-vu.

Ciertamente, se trataba de un rollo.

Pero cuidaba entonces Gabilondo de hacer ver que, sin embargo, a pesar de la tabarra aparente, estas elecciones son importantísimas puesto que "debajo de las cifras" descansa la voluntad popular. Es decir bajo la hojarasca de los números yace el cuerpo sagrado del voto libre.

La santa misa también resulta un dèjá-vu pero bajo la rutina de la predicación del cura y todo eso yace la "palabra de Dios".

Todo lo que "yace" adquiere dignidad y se convierte, aderezado, en objeto de veneración. Todo lo muerto o yacente inspira respeto, todo ritual incomprensible llega a constituirse en un arcano donde anida la trascendencia en estado puro. ¿Seguiremos viviendo el aburrimiento de esta fe? ¿Nos enalteceremos  como feligreses, como demócratas, como ciudadanos gracias al divino bostezo? De ese género tedioso vienen siendo una creciente cantidad de las imposiciones anacrónicas a las que deberíamos la máxima devoción.

El libro aburre a los niños, señal de que se trata del verdadero saber; el matrimonio perdurable aburre a los esposos, señal de su auténtica sacramentalidad; esa novela nos echa atrás, signo de su extraordinaria  potencia; este arte nos resulta incomprensible, prueba de su extrema creatividad. Tantas y tantas cuestiones importantes son tan mostrencas que por ello obtienen su máximo nivel de presencia, inercia y opacidad.  Lo que lo que nos duerme será nuestro prometido despertar. Las elecciones gallegas y vasca dos de los mayores ejemplos de lo insoportable han de ser seguidas para llegar a la cima del sacrificio. A la perfección del ciudadano aburrido y desencantado, argamasa propicia para que la autoridad, la jerarquía, los catedráticos y los políticos puedan construirse su casamata y su amenazada razón de ser.  



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2 de marzo de 2009
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¿Lo cortés quita lo valiente?

El martes, un mozo, hijo de un concejal socialista de Lazcano, se hartó de poner la otra mejilla, cogió un contundente instrumento y le dio una paliza a la Herrikotaberna (ilegal) del barrio. Los herrikos le habían reventado un piso que iba disponiendo con ayuda de su padre para ir a vivir con la novia. El candidato socialista, Patxi López, dijo que comprendía la ira del muchacho, pero que no era partidario del ojo por ojo ya que eso conduce a una violencia en espiral. Error. Eso conduce a una situación a la irlandesa, que fue el ejemplo siempre presente en la negociación de Zapatero con ETA. "Una solución a la irlandesa", pedían entonces.

En Irlanda mataban unos y mataban otros, igual por igual. Lo sobrenatural del País Vasco es que sólo matan unos. Los otros soportan una situación que cuando tiene lugar en África solivianta mucho a la gente de progreso. La indecencia que se vive en el País Vasco, curiosamente, no enfada a todo el mundo. No aquí, desde luego, en Cataluña, donde goza de tanto predicamento, sobre todo si los tiros caen lejos de las Ramblas. Ni en el País Vasco, donde se da tan abyecta situación porque el PNV está muy interesado en no acabar con ella. Es su arma de chantaje. Las nueces etc.

Hay diarios ingleses y americanos que todavía hablan de "patriotas vascos" y cosas semejantes. Me van a permitir que a unos tipos que quieren imponer un estado totalitario y étnico mediante el asesinato les dé el calificativo que se da a estos movimientos en el mundo entero, o sea, el de fascistas. No se trata de aberzales, gudaris, ni otras cursilerías decimonónicas, lo que hay en el País Vasco es un movimiento fascista en toda regla, protegido bajo mano por el poder eclesiástico y político.

Algo adelantaríamos en la lucha contra el fascismo vasco, heredero de aquella Falange tan nacionalista, tan de puños y pistolas, si en los medios dejaran de ser mencionados como "los nacionalistas radicales" o "los violentos" y otros eufemismos y se escribiera a las claras: "los fascistas vascos". A lo mejor sería más difícil disimular el miedo.

Publicado el sábado 28 de febrero de 2009.

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2 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Estupideces

¿Oyeron hablar de Susana Giménez? Alguna vez incurrí en el facilismo de compararla con Oprah Winfrey, por el hecho de que ambas son las mayores divas televisivas de sus países: Winfrey en los Estados Unidos y Susana Giménez en la Argentina. Pero en pos de la justicia, lo más adecuado sería decir que Susana es el perfecto negativo de Winfrey, y no sólo por la diferencia en el color de piel. Porque donde la Winfrey difunde la lectura en televisión y participa regularmente de causas políticas y sociales de corte progresista, la Giménez sólo difunde la estupidez mediante juegos, sorteos y el recurso a un supuesto ‘glamour' que, viniendo de quien viene, no puede sino ser de cabotaje.

          Recién llegada de Miami (he ahí la clase de ‘glamour' que profesa), el viernes pasado la Giménez brindó una conferencia de prensa en la puerta de su casa. El disparador fue una noticia de sangre: durante lo que parecía ser un típico asalto a mano armada (la policía sospecha ahora que ese no fue el caso), resultó muerto Gustavo Lanzavecchia, uno de los tantos colaboradores de la diva. Seguramente dolida, la Giménez -a quien, con tantos años de TV encima, no puede sospecharse de ingenuidad en el manejo de los medios- soltó ante cámaras y micrófonos la siguiente frase: ‘El que mata tiene que morir. Y basta de los derechos humanos y de esas estupideces'.

          Puedo aceptar que Giménez discrepe con el consenso de los Estados modernos, que optan por limitarse a sí mismos y reniegan de la pena de muerte. Puedo entender incluso que, dado que la Argentina nunca sancionó ese recurso, imagine que una pena semejante pueda tener un efecto disuasor sobre los criminales -a pesar de todas las estadísticas en contrario. Puedo tolerar que una mujer que consagró su vida a la frivolidad no piense en las profundas contradicciones que entraña una frase tan simple. (Por ejemplo: un político corrupto como Menem, que fundió al país y en consecuencia produjo la muerte por inanición de tantos niños, ¿debería morir también? O mejor aun: ¿deberían morir los genocidas de la dictadura, a cuenta de los numerosísimos homicidios que se les han probado?)

          Lo que no puedo tolerar es que en un país con la historia reciente de la Argentina, alguien diga que los derechos humanos son una estupidez. Muy por el contrario, son el tema central de nuestro tiempo. Y no me refiero sólo a la justicia pendiente por el genocidio de la dictadura, sino también a la profunda injusticia estructural que produce tantos pobres en un país tan rico. Esos pobres que, la señora Giménez debería saberlo, conforman la mayoría de sus admiradores. ¿Tendrá alguna noción esta mujer de cuántos de sus televidentes se ven obligados a hacer cosas nos sanctas para llevar pan a su mesa? ¿Entenderá que los hijos adolescentes de esa gente son sospechados en este país por el simple hecho de ser jóvenes, morenos y pobres? Y si esa gente dejase de verla, al comprender que Giménez abona el prejuicio contra su progenie, ¿aceptaría ella alegremente la baja de su rating o saldría a pronunciar una excusa demagógica de esas que tantas veces formuló a lo largo de su carrera? 

          Somos muchos los que, en este país, pensamos que hace mucho que Susana Giménez no visita Miami.



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2 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Tomas Alfredson: Let the Right One In (2008)

 

Álvaro Bisama, que sabe de estas cosas, me alertó acerca de una muy buena película de vampiros. ¿Crepúsculo?, pensé, sorprendido. No, dijo Bisama, ésta es noruega. Vi la película hace poco en Ithaca: hacía tiempo que el horror no me llegaba tanto. En Let the Right One In, los vampiros están en el tránsito de la infancia y la adolescencia y viven en un condominio de clase media en Estocolmo. La nieve y el frío son escenarios perfectos para esta historia. El padre de Eli, la niña vampiro, hace todo lo posible por ser servicial y conseguir sangre para su hija. Frustrado por no ser un buen padre -es un poco torpe para conseguir víctimas--, busca la muerte. Eli deberá ingeniárselas por su cuenta. No es fácil, sobre todo ahora que su vecino, Oskar, está enamorado de ella. Como en Crepúsculo, ésta también es una historia de amor; a diferencia de Crepúsculo, aquí la sangre corre en serio y el horror se intensifica a medida que avanza la película. Una advertencia: la última escena es impactante.



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2 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Gonçalo M. Tavares

La nueva generación de novelistas portugueses, me refiero a los que están ahora entre los 30 y los 40 años de edad, tiene en Gonçalo M. Tavares a uno de sus exponentes más cualificados y originales. Autor de una obra sorprendentemente extensa, fruto, en gran parte, de un profundo y minucioso trabajo escondido de la curiosidad del mundo, el autor de O Sr. Valéry, un pequeño libro que estuvo durante muchos meses en mi mesilla de noche, irrumpió en la escena literaria portuguesa armado de una imaginación totalmente inusual y rompiendo todos los lazos con los datos del imaginario corriente, además de ser dueño de un lenguaje muy propio, en que la osadía va de brazo dado con el vernáculo, de tal manera que no será exageración decir, sin ningún desdoro para los excelentes novelistas jóvenes de cuyo talento disfrutamos actualmente, que en la producción novelística nacional hay un antes y un después de Gonçalo M. Tavares. Creo que es el mejor elogio que puedo hacerle. Le vaticiné el Premio Nobel para de aquí a treinta años, o incluso antes, y pienso que voy a acertar. Solo lamento no poder darle un abrazo de felicitaciones cuando eso suceda.



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1 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un discurso bien macho

Todavía conservo el olor de la máscara antigás con la que corríamos al refugio en las prácticas militares, durante la escuela primaria. Mis colegas y yo llegamos a temer que un día nos resguardaríamos en el sótano de algún edificio, mientras afuera caían las bombas. La ciudad muestra hoy las huellas de un constante ataque, pero sólo han sido los proyectiles de la mala administración y las balas del centralismo económico las que han moldeado este paisaje. De tanto prepararnos para una batalla que nunca llegó, pasamos por alto que el principal enfrentamiento ocurría entre nosotros mismos. Un combate prolongado entre los que estamos hartos del lenguaje belicista y, al otro lado, los que necesitan de ?una plaza sitiada, donde disentir es traicionar?. Rodeados de vallas que nos advierten de una posible invasión del norte, hemos crecido varias generaciones de cubanos. Enérgicos llamados a resistir, ya nadie sabe muy bien a quién o a qué, conforman la cantaleta de fondo. Como un soldado que duerme con un ojo abierto para levantarse de un salto cuando suene la diana, así de expectantes deberíamos de ser. En cambio, la indiferencia ganó la batalla principal y la mayoría de mis amiguitos de la infancia terminaron por ir al exilio, en lugar de a la trinchera. Después de varias décadas de escuchar lo mismo, estoy cansada del macho enfundado en su uniforme verde olivo; del adjetivo ?viril? asociado al valor; de los pelos en el pecho determinando más que las manos en la espumadera. Todas mis progesteronas aguardan porque esa parafernalia tan robusta, se cambie a frases como ?prosperidad?, ?reconciliación?, ?armonía? y ?convivencia?.



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1 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Babelia, Radar libros, Obrero Digital, El Peruano: últimas reseñas de Un lugar llamado Oreja de perro

Reseña en El Obrero Digital. Fuente: moleskine A veces cuando un ave de malagüero canta, las cosas resultan totalmente a la inversa. Un anónimo me advirtió que iba a tener que llorar cuando a mi novela la hundiesen en "Babelia". Y ese mismo fin de semana, salió en el suplemento una reseña muy positiva ni más ni menos que de J. Ernesto Ayala Dip, un hombre culto y gran conocedor de la litertura latinoamericana y española. Apareció el 24 de enero del 2009, en la página 13 del suplemento, además, como para terminar de creer en supersticiones y las "maldiciones" anónimas:Con Un lugar llamado Oreja de perro el escritor Iván Thays (Lima, 1968) demuestra lo difícil que resulta soldar en una misma novela peripecia colectiva y peripecia individual, accidente histórico y reflexión existencial, indignación civil y dolor intransferible. Operación compleja en la que muchas veces la pulsión subjetiva contamina el dibujo del contexto hasta convertirlo en un simple e inoperante fondo sin vida y sin sentido. El finalista del Herralde de Novela tenía ante sí dos desafíos: la construcción de una voz narradora que estuviese a la altura de la materia individual que tiene que trasladarnos y el diseño de un escenario político social lleno no sólo de las certezas que nos conmueven sino también de las incógnitas que nos podrían inquietar. Estamos en el presente del Perú, entre el final del Gobierno de Toledo y el nuevo de Alan García. En un pueblo andino remoto, el terrorismo de Sendero Luminoso ha hecho estragos humanos en los años ochenta. Ese pueblo, Oreja de perro, celebra la llegada del presidente probablemente demagógica cuando se necesitan los votos. Hasta ahí es enviado el narrador de esta novela para cubrir la información del evento para la revista para la que trabaja. Antes había sido un famoso presentador de televisión. Pero sucede que el periodista arrastra una tragedia personal. Ha perdido a su hijo Paulo, de cuatro años, y su mujer, Mónica, acaba de abandonarlo. Mientras cubre la información conoce a otras personas, entre mujeres y hombres, todos ellos seres que le exigen compromisos, entre personales y políticos, y ante los cuales el narrador sólo puede silenciosamente ofrecer su particular vía crucis. La pérdida del hijo (que Thays ya había tratado en La disciplina de la vanidad, 2000, con el mismo nombre pero entonces de 13 años) es un asunto triste que el autor peruano registra con una envidiable delicadeza. La huida hacia la sensualidad más inmediatista del protagonista; el duelo, no solo de lo que perdió sino también de lo que está a punto de perder; la violencia sorda que lo rodea, son controlados y plasmados con una eficacia artística rayando la perfección.Entonces, para un comentarista chileno mi lenguaje es deficiente mientras que para Ayala-Dip este tiene una "eficacia artística rayana en la perfección". Opiniones divididas, que le dicen. Por ejemplo, en el suplemento El Obrero Digital apareció el fin de semana pasado una reseña que es lo que, supongo, todo finalista de un premio (y más uno como el Herralde) quiere leer. Se titula "Segundo primer premio":El escritor limeño, venerado por prestigiosos compatriotas y literatos como Mario Vargas Llosa y Alonso Cueto, ha construido una novela monumental que ha sido merecedora finalista del Herralde de novela. Solo la rotundidad literaria del mexicano Daniel Sada se impuso a esta excelente obra que lleva camino a convertirse en imprescindible para toda biblioteca (personal y pública) que se precie, y es que en esta ocasión muy bien podían haber concedido un primer premio compartido. La novela de Thays narra las viscisitudes de un reportero que recibe el encargo de trasladarse junto con su fotógrafo Scamarone a las irrespirables alturas de un poblado deprimido del Perú para cubrir allí la información de una visita al presidente Toledo (ya en horas bajas) en el marco de su "programa social" y de una Comisión de la Verdad sobre la vulnerabilidad sistemática de los Derechos Humanos que tuvo lugar desde los años ochenta.Por otra parte, el domingo pasado (22 de marzo de 2009) apareció una extensa reseña, también muy positiva, en el suplemento argentino "Radar Libros" de Página12, firmada por Fernando Bogado:La novela es una forma de la memoria. Y no solamente estamos hablando de la memoria individual, que guarda siempre la (im)pertinencia del recuerdo, aquello que invade nuestra conciencia, muchas veces, más allá del control de la voluntad (Proust). Concentrémonos, entonces, en esa memoria grupal, interpersonal, histórica: la novela juega muchas veces a disfrazarse de documento y presentarse como un testimonio duradero de acontecimientos históricos particulares. Varios han sido los novelistas que de una manera u otra trataron de conjugar ambos tipos en un solo texto: Iván Thays consigue en Un lugar llamado Oreja de Perro (finalista del último Premio Herralde de Novela), una obra en donde lo público y lo privado, la historia individual y la nacional parecen conservar una extraña relación de continuidad. (..) Thays, reconocido periodista y crítico literario, autor de textos como La disciplina de la vanidad (2000), logra aquí un texto tajante que retrata los sinsabores de todo aquel que se enfrente con ese molesto ?espía? que es la memoria. Entre el olvido y el recuerdo, los hechos que mantuvieron sojuzgados a los peruanos en las últimas dos décadas funcionan como fantasmas que recorren el duro paisaje de cerros de Oreja de Perro. Serán ellos los que tomen cuerpo definitivo cuando Jazmín, una chica embarazada oriunda de la zona, cuente la verdad sobre su niñez afectada por las duras contraofensivas que militares peruanos desplegaron bajo las órdenes del gobierno. El autor, recurriendo a un tipo de frase breve absolutamente concentrada en la contingencia de los hechos, logra transformar cada oración en un único haz de luz que atraviesa la penumbra de un pueblo sumido en un dolor impronunciable. Sólo tres cosas pueden emerger de esa oscuridad andina, densa, infinita; tres variantes de lo mismo: perros, policías, militares. El resto está oculto, literalmente desaparecido, enterrado bajo los pies de los personajes: huesos que sólo esos mismos perros desentierran atraídos por el hambre. El barroco ?desértico? al cual recurría Sada para hablar del México de mediados del siglo XX en Casi nunca (ganadora del Herralde) se opone aquí a la brevedad testimonial de la escritura de Thays: ambos son fuertes ejemplos de los dos modelos de búsqueda estilística que la narrativa latinoamericana de estos tiempos lleva adelante. Entre la necesidad de dejar atrás el pasado del protagonista (intención que se inclina por cierto sentimentalismo al final de la obra) y el gesto urgente de una Nación por recuperar una parte de su historia, el presente trabajo logra mantener un complicado equilibrio entre estos extremos a fuerza de sobriedad. Pero claro, como toda forma, la novela difícilmente pueda encerrar en sus límites lo excesivo, sobre todo si aquello a capturar es la memoria dolorosa de un hombre, de un pueblo atormentado.Me gusta mucho eso de que entre la novela de Sada y la mía hay "dos modelos de búsqueda estilística de la narrativa latinaomericana en estos tiempos". También lo creo y lo vi así cuando me encontré con Daniel Sada en el hotel, el día de la premiación. En fin, como no todo puede ser color de rosa, porque si no es mentira, en el diario El Peruano el día martes 24 de febrero de 2004 el crítico José Vadillo escribió una reseña muy gentil conmigo, pero rechazando la novela por considerar que no conozco el mundo que intento representar. La reseña se titula: "¿Y dónde está Oreja de perro?"Cuando una novela le advierte en su primera página que datos, personajes y circustancias son ficticios, mata la sorpresa. El lector sabe bien en qué se mete cuando compra una obra literaria. A menos que sea una novela de no ficción, claro. He seguido la obra de Iván Thays desde su primer trabajo, Las fotografías de Frances Farmer, y a mi modesto entender Un lugar llamado Oreja de perro, con la cual nuestro escritor fue finalista del Premio Herralde de Novela 2008, no está entre lo mejor de su narrativa. En Un lugar.. abundan los clichés, personajes deducibles. En cambio, tengo buenos recuerdos de El viaje interior y La disciplina de la vanidad, sus anteriores obras, donde los personajes eran más sinceros y cercanos al universo del autor. Argumento central: un periodista al cual se le muere e hijo trata de escribir una carta a su mujer mientras está en comisión en la zona conocida como Oreja de Perro, cubriendo un evento presidencial. A Thays le ha sucedido lo mismo que a Roncagliolo o Cueto: Su problema al describir Ayacucho y Oreja de Perro, zonas que no conocen o no han investigado lo suficiente, es que más parece una imagen de postal intercambiable con cualquier lugar. Los personajes: un narrador personaje que es un periodista atormentado con sus problemas personales. El fotógrafo, Scamarone, como antípoda: hablantín, exagerado, conchudo. Mónica, la esposa, un personaje difuso.Las escenas más intensas de la novela son las que se refieren a Paulo, el hijo que muere tempranamente. En cambio, la periodista ayacuchana, Jazmín, y la antropóloga de la Católica, Maru, son personajes que parecen estar ahí solo para relacionar la novela con los testimonios recogidos por la Comisión de la Verdad. El novelista Miguel Gutiérrez ha dicho que la época de la guerra interna que vivió el país seguirá inspirando a los escritores peruanos, pero no sabemos si hoy o mañana se escribirá la gran novela de esa etapa. Y de Thays siempre esperaremos buenas obras.



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27 de febrero de 2009
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