Marcelo Figueras
¿Oyeron hablar de Susana Giménez? Alguna vez incurrí en el facilismo de compararla con Oprah Winfrey, por el hecho de que ambas son las mayores divas televisivas de sus países: Winfrey en los Estados Unidos y Susana Giménez en la Argentina. Pero en pos de la justicia, lo más adecuado sería decir que Susana es el perfecto negativo de Winfrey, y no sólo por la diferencia en el color de piel. Porque donde la Winfrey difunde la lectura en televisión y participa regularmente de causas políticas y sociales de corte progresista, la Giménez sólo difunde la estupidez mediante juegos, sorteos y el recurso a un supuesto ‘glamour’ que, viniendo de quien viene, no puede sino ser de cabotaje.
Recién llegada de Miami (he ahí la clase de ‘glamour’ que profesa), el viernes pasado la Giménez brindó una conferencia de prensa en la puerta de su casa. El disparador fue una noticia de sangre: durante lo que parecía ser un típico asalto a mano armada (la policía sospecha ahora que ese no fue el caso), resultó muerto Gustavo Lanzavecchia, uno de los tantos colaboradores de la diva. Seguramente dolida, la Giménez -a quien, con tantos años de TV encima, no puede sospecharse de ingenuidad en el manejo de los medios- soltó ante cámaras y micrófonos la siguiente frase: ‘El que mata tiene que morir. Y basta de los derechos humanos y de esas estupideces’.
Puedo aceptar que Giménez discrepe con el consenso de los Estados modernos, que optan por limitarse a sí mismos y reniegan de la pena de muerte. Puedo entender incluso que, dado que la Argentina nunca sancionó ese recurso, imagine que una pena semejante pueda tener un efecto disuasor sobre los criminales -a pesar de todas las estadísticas en contrario. Puedo tolerar que una mujer que consagró su vida a la frivolidad no piense en las profundas contradicciones que entraña una frase tan simple. (Por ejemplo: un político corrupto como Menem, que fundió al país y en consecuencia produjo la muerte por inanición de tantos niños, ¿debería morir también? O mejor aun: ¿deberían morir los genocidas de la dictadura, a cuenta de los numerosísimos homicidios que se les han probado?)
Lo que no puedo tolerar es que en un país con la historia reciente de la Argentina, alguien diga que los derechos humanos son una estupidez. Muy por el contrario, son el tema central de nuestro tiempo. Y no me refiero sólo a la justicia pendiente por el genocidio de la dictadura, sino también a la profunda injusticia estructural que produce tantos pobres en un país tan rico. Esos pobres que, la señora Giménez debería saberlo, conforman la mayoría de sus admiradores. ¿Tendrá alguna noción esta mujer de cuántos de sus televidentes se ven obligados a hacer cosas nos sanctas para llevar pan a su mesa? ¿Entenderá que los hijos adolescentes de esa gente son sospechados en este país por el simple hecho de ser jóvenes, morenos y pobres? Y si esa gente dejase de verla, al comprender que Giménez abona el prejuicio contra su progenie, ¿aceptaría ella alegremente la baja de su rating o saldría a pronunciar una excusa demagógica de esas que tantas veces formuló a lo largo de su carrera?
Somos muchos los que, en este país, pensamos que hace mucho que Susana Giménez no visita Miami.