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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Galería de espectros: el contemplador del cementerio

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he vislumbrado el espectro del contemplador del cementerio.

Delfín Agudelo: ¿Te refieres a El cementerio marino de Valéry?

R.A.: Me refiero a él. Aconsejaría a cualquiera de nuestros lectores o de nuestros corresponsales que si ha leído El cementerio marino de Valéry y tiene la oportunidad de pasar o volver a Barcelona, se dirigiera al cementerio de Montjuic, de esta ciudad, porque allá podría encontrar una situación exacta a la que tiene el contemplador de este gran poema del siglo XX. Valéry se refiere al cementerio de su ciudad natal, Sète, en el sur de Francia, y ese cementerio está exactamente colocado con la misma disposición que el nuestro de Montjuic. En los dos casos son montañas que ya fueron necrológicas en el mundo romano, en la necrópolis del mundo romano, y eran pequeñas colinas que se alzaban sobre las ciudades y donde se situaba el lugar de los muertos. Tanto desde el cementerio de Sète como el nuestro de Montjuic tienes un amplísimo panorama del mar mediterráneo delante, con lo cual la disposición del contemplador es la misma desde el lugar sagrado, desde el lugar de los muertos donde se puede llegar a observar en toda su magnificencia el mar mediterráneo y sus evoluciones cromáticas. Y uno puede intentar seguir la misma experiencia que propone Valéry en su poema: uno puede mirar el mar en un día despejado el mar al medio día -lo que Valéry llama medio día de justo-, contemplar el mar, el efecto de deslumbramiento que produce el sol sobre la superficie del mar. Ese deslumbramiento es lo que Valéry de alguna manera identifica con el vacío y con la nada, con una especie de esencia del mundo, de plenitud del mundo, que es al mismo tiempo el vacío que deja al hombre anonadado, indefenso. Y a continuación puede seguir con el poema y ver cómo alejado el mediodía el cielo va adquiriendo los distintos tonos cromáticos del mediterráneo, va adquiriendo los distintos matices de la vida, y así entender mucho más el razonamiento de Valéry:  mientras que el medio día nos deslumbra y nos anonada con su propia perfección blanca, para llegar realmente a vivir la experiencia de la vida es necesario el declinar del sol y el contraste con los distintos matices del color que son exactamente los matices de la existencia. En definitiva, y así concluye el poema, más allá de ese conocimiento esencial o metafísico que pueda proporcionar la luz, quien llegue a conocer la existencia humana es aquél que como el nadador que se introduce en el agua es capaz de ir definiendo el contraste de los sentidos. Difícil encontrar un poema donde haya tal equilibrio entre el conocimiento sensual o sensitivo y el conocimiento de lo físico.



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12 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Besar los nombres

Cuando en Argentina se inauguró el memorial a las víctimas de la dictadura, las madres que eran nuestras guías nos señalaban, podría decirse que con el orgullo con que las madres suelen hablar de sus hijos: ?mira, este es mi hijo, ahí está el de Juan Gelman, este es un sobrino?… Eran simplemente nombres escritos en piedra, nombres besados mil veces, incluso yo mismo los besé, como besaban en Madrid los nombres de las víctimas del peor atentado terrorista de Europa hoy, 11 de marzo, cinco años después de un día que difícilmente podremos olvidar porque el terror hurgó bien hondo, hasta el corazón de la sociedad. Para conseguir, seguramente, que despreciáramos más sus causas y, de una vez por todas, el método que emplean, el terror como único argumento, malditos sean. Hoy veía a madres abrazadas, a víctimas contemplándose y quizá queriendo ver en las miradas de otros la de sus desaparecidos. Recordé que hace tiempo dije que esa imagen era lacerantemente bella. Pilar pide que la recupere. Dejo aquí el texto de hace tiempo. Con mi abrazo a las víctimas y mi beso a los nombres escritos en nuestra memoria. En España, solidarizarse es un verbo que todos los días se conjuga simultáneamente en sus tres tiempos: presente, pasado y futuro. El recuerdo de la solidariedad pasada refuerza la solidariedad que el presente necesita, y ambas, juntas, preparan el camino para que la solidariedad, en el futuro, vuelva a manifestarse en toda su grandeza. El 11 de marzo no fue solo un día de dolor y de lágrimas, fue también el día en que el espirito solidario del pueblo español ascendió a lo sublime con una dignidad que profundamente me impresionó y que todavía hoy me emociona cuando lo recuerdo. Lo bello no es solo una categoría de lo estético, podemos encontrarlo también en la acción moral. Por eso diré que pocas veces, en cualquier lugar del mundo, el rostro de un pueblo herido por la tragedia habrá tenido tanta belleza.



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12 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¡Pobres los millonarios!

Cualquiera que visitase hoy la Argentina, o viese sus canales de TV abierta a la distancia, diría que el tema más acuciante del país es la inseguridad. Y no hablo de la inseguridad económica que padece el resto del planeta: me refiero a la inseguridad física a manos de ladrones y asesinos, de conductores irresponsables, de ciudadanos que discuten pavadas y sacan a relucir armas con las que terminan matando niños que pasaban por ahí.
    Desde mi sillón, mi ventana y mis excursiones a la calle, la visión es distinta. Yo no siento que haya más delitos profesionales –por llamarlos de alguna manera, ya que muchos son cometidos por muchachos que se inician o que roban para pagarse otra pipa de paco- que hace un mes o un año. Siento, más bien, que se está haciendo un uso político del asunto por vía de los medios. ¿Y quiénes son los voceros de esta nueva indignación? Las estrellas de la TV. Al exabrupto de Susana Giménez del que hablé aquí días atrás (‘Los que matan tienen que morir. ¡Y basta de derechos humanos y esas estupideces!’) se sumaron declaraciones de otra de nuestras divas de cabotaje, la señora Moria Casán. Si en más de una oportunidad esta vedette defendió lo actuado por la dictadura militar, ¿cómo no iba a asomar ahora reclamando mano dura?
    Una cadena de mails que me hicieron llegar decía algo muy cierto: nadie oyó alzar la voz a Susana Giménez durante la dictadura, cuando asesinaban gente de a miles, para proclamar el que mata tiene que morir.
    El último en sumarse al clamor fue Marcelo Tinelli, el hombre-ráting de la TV argentina, un título que reivindicó en los últimos años conduciendo una versión de Dancing with the stars que para ser precisos debería llamarse Mostrando el culo de las estrellas. Tinelli protesta porque se ve obligado a vivir encerrado en un country, como se les llama aquí a los barrios privados con vigilancia y muros perimetrales. Y dice tener miedo, porque ‘hoy te matan por el pancho y la Coca’.
    Yo entiendo que esta gente se sienta insegura. Todos aquellos que son millonarios en una sociedad injusta como la nuestra van a sentirse inseguros, de manera inexorable. Si uno fuese millonario en un país de millonarios, no temería un atraco. Pero ser rico en un país de hambre y esclavitud económica es un peligro, claro. El que tiene mucho en el país de los que no tienen siempre será un blanco móvil. Y más aun si labró su fortuna mostrándose en la TV, con concursos telefónicos, abundancia de siliconas y humor chabacano que le permitieron convertirse en figura popular e imán para los anunciantes. Lo cual no deja de ser una paradoja: se hicieron millonarios gracias a la gente que gana dos pesos por día y agradece un poco de diversión descerebrada al terminar el (duro) día. ¡Y ahora las estrellas de TV empezaron a temerle a aquellos que hasta ayer eran parte de su público!
    En fin, siempre hay cosas que se pueden hacer. Esta gente podría utilizar su fortuna para contribuir a la eliminación de la pobreza que genera violencia. Y si no, cabe la posibilidad de que se suban a un avión y se vayan a vivir a un sitio más seguro. No me veo extrañándolos, por cierto.



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11 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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No te rindas, Thomas, no te rindas

barandilla. Fuente: escueladeforja Gracias a la edición De Bolsillo junto con Lengua de Trapo, titulada Todo como antes, pude cumplir mi deseo (antes expuesto aquí) de leer el primer libro que publicó el escritor noruego Kjell Askildsen (a quien admiro profundamente), el libro de cuentos Últimas notas de Thomas F. para la humanidad. Se trata de cuentos breves que tienen un personaje en común, Thomas, un anciano huraño, lúcido, ajedrecista, descreído. El don de la observación es lo que resalta. Una observación aguda, envenenada y directa como una flecha. Un ejemplo: luego de la muerte de su esposa, decide vender la ropa de ésta y con eso quedan dos armarios vacíos. Luego, decide vender lo armarios. La observación que hace terminada la operación es simple y rotunda: "antes tenía dos armarios vacíos, ahora lo que tengo es una habitación vacía". No se necesita más. Así escribe Askildsen. Así razona. Pensé en hacer una reseña, pero sería insuficiente, sobre todo porque no es demasiado conocido en castellano. Mejor les transcribo uno de sus cuentos. Aquí se explica todo por sí mismo:Punto de apoyoHace unos meses vino a verme mi casero. Llamó tres veces a la puerta antes de que me diera tiempo a abrir, y eso que fui lo más rápidamente que pude. No podía saber que era él. Por aquí viene muy poca gente, casi todos los miembros de sectas religiosas que me preguntan si estoy en paz con Dios. Me produce cierto placer, pero nunca les dejo pasar de la puerta, pues la gente que cree en la vida eterna no es racional, no se sabe lo que puede llegar a hacer. Pero esta vez era, como ya he dicho, el casero. Le había escrito hacía casi un año para informarle de que la barandilla de la escalera estaba rota, y pensé que venía por eso, así que le dejé entrar. Miró a su alrededor. ?Vive usted bien aquí? dijo. Era una afirmación bastante tendenciosa, que me hizo ponerme a la defensiva. ?La barandilla de la escalera está rota? dije. ?Sí, ya lo he visto ¿La rompió usted?? ?No ¿por qué yo?? ?Supongo que es el único que la usa, porque, aparte de usted, solo vive gente joven en este portal, y no creo que se haya roto sola, ¿no?? Era obviamente una persona intratable y no quise entrar en ninguna discusión con él sobre cómo y por qué se estropean las cosas, de modo que dije escuetamente: ?Como usted diga, pero yo necesito esa barandilla, estoy en mi derecho?. No contestó nada a eso, a cambio, dijo que subiría el alquiler un veinte por ciento a partir del mes siguiente. ?¿Otra vez? ?dije- y un veinte por ciento nada menos? ?Debería ser más ?contestó- esta finca no produce más que pérdidas, pierdo dinero en ella? Hace mucho que dejé de discutir de economía con personas que dicen perder dinero con algo de lo que podrían haberse desprendido hace treinta años, de modo que no dije nada. Pero no le hizo falta argumento alguno para seguir con el tema, es de ese tipo de personas que funcionan solas. Se puso a disertar sobre todas las demás fincas que también daban pérdidas, resultaba lamentable escucharle, debía ser un capitalista muy pobre. Pero no dije nada, y por fin cesaron las lamentaciones, ya iba siendo hora. En cambio me preguntó, sin ninguna razón aparente, si creía en Dios. Estuve a punto de preguntarle a qué dios se refería, pero me limité a negarlo con la cabeza. ?Pues tiene que hacerlo? dijo, así que después de todo había dejado colarse a uno de ellos en mi casa. En realidad no me sorprendió, pues es bastante corriente que la gente con muchas propiedades crea en Dios. Ahora bien, no quise darle pie para que pasara a otro tema, pues había tomado la firme determinación de no dejar pasar a los evangelistas de la puerta, de modo que no lo dejé seguir. ?Así que sube el alquiler un veinte por ciento ?dije-, presumo que ese es el motivo de su visita?. Al parecer, mi resistencia le pilló de sorpresa, pues abrió y cerró la boca un par de veces sin que saliera de ella sonido alguno, algo, me imagino, poco corriente en él. ?Y espero que se ocupe de arreglar la barandilla?, proseguí. Se puso rojo. ?La barandilla, la barandilla ? dijo impaciente-, vaya lata que está dando con la barandilla? Me pareció muy mal que dijera eso y me irrité: ?Pero ¿no entiende usted ?dije-, que en algunas ocasiones esa barandilla es mi punto de apoyo en la vida?? Me arrepentí nada más haberlo dicho, pues las formulaciones precisas deben reservarse para personas reflexivas, si no, pueden surgir complicaciones. No tengo fuerzas para repetir lo que me dijo, pero en su mayor parte trataba del más allá. Al final añadió algo sobre estar con un pie en la tumba, se estaba refiriendo a mí, y entonces me enfadé: ?Deje ya de molestarme con su economía? le dije, porque en realidad era de lo que se trataba. Como no se disponía a marcharse, me permití dar un golpe en el suelo con mi bastón. Entonces se marchó. Fue un alivio, me sentí contento y libre durante unos cuantos minutos, y recuerdo que me dije a mí mismo, para mis adentros, claro: ?No te rindas, Thomas, no te rindas?



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11 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Mordzinski en el Salon del Libro de París

Como ya comenté ayer, el Salón de Libro de París que empieza mañana rendirá un homenaje a la literatura mexicana y ya se han movilizado a esa ciudad más de 40 escritores mexicanos (si pasan por St Julien de Pauvre, por favor, pongan una gardenia marchita en la puerta del Hotel Esmeralda por mí). Habrá varias presentaciones de libros, pero uno en especial me llama atención: se trata de una edición de Gallimard, con prólogo de Le Clezio -ni más ni menos- y el poeta Homero Aridjis, que incluye las geniales fotografías de Daniel Mordzinski (quien estuvo un tiempo largo en México tomando fotos a toda la lista de 44 autores) y textos del recién estrenado padre Gastón García. El tándem maravilla del Bogotá 39 aceitado y puesto a funcionar de nuevo. ¡Daniel, guárdame un ejemplar por si un día vuelvo a París! (pero no volveré). Aquí les dejo tres fotografías de la edición a manera de aperitivo:Ignacio Padilla. Fuente: Daniel Mordzinski Guadalupe Nettel. Foto: Daniel Mordzinski Carlos Fuentes. Foto: Daniel Mordzinski



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11 de marzo de 2009
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Pague y publique

La publicación de mi primer libro a los 20 años de edad la financié de mi propio bolsillo, una edición de 500 ejemplares impresa en Managua en los modestos talleres tipográficos de mi amigo Mario Cajina Vega, que él había bautizado pomposamente como Editorial Nicaragüense. Un hermoso libro artesanal, compuesto a mano por los tipógrafos que trabajan semidesnudos en el calor de 40 grados a la sombra, y que yo mismo debí llevar en consignación a las pocas librerías de la capital para volver cada viernes a preguntar cuántas copias se habían vendido. Me gusta repetir que en una de esas ocasiones la propietaria de la librería Selva, al contar los diez ejemplares que le había dejado, halló que había once.

            Es lo que hoy en día se llamaría una "autopublicación", la modalidad que se impone en Estados Unidos frente a la crisis creciente de las editoriales tradicionales, que ven reducidas sus ventas, y por tanto sus catálogos, y se arriesgan poco a la hora de enfrentarse con el manuscrito de un escritor joven, con lo que prefieren los de venta segura, los best sellers, o candidatos a best sellers.  Entonces, el autor se dirige a una empresa que le cobra por publicar su libro, en lugar de pagarle un adelanto, lo mismo que hice yo a los 20 años con mi pequeño tomo de cuentos primerizos.

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11 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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César Silva Santisteban, premio John Barry

César Silva Santisteban. Fuente: moleskine Una buena noticia de la que me enteré hace poco (a diferencia de algunos que andan por aquí, ejem, ejemo, el autobombo no es una virtud del querido César) es que el narrador peruano César Silva Santisteban ganó en setiembre del año pasado el prestigioso John Barry Award for New Fiction in Spanish por el cuento titulado "Anatomía". César, quien tiene un estupendo blog que lamentablemente no actualiza demasiado, publicó en el 2004 un libro titulado Fábulas y antifábulas en la fenecida serie Ficciones del Fondo Editorial de la Universidad Católica. Actualmente, estudia un master en Creative Writer en la Universidad del Paso. El cuento ganador es extraordinario, algo que no sorprenderá a quienes han seguido su trayectoria que incluye, por cierto, la poesía. Les dejo los primeros párrafos:?Los cadáveres frescos están allí detrás?, dijo el loco Vizcarra. Se refería a lo que nosotros llegamos a conocer como La Bañera, un sitio siempre húmedo donde se apilaban los cuerpos para que, en orden de llegada, limpiaran sus venas y arterias de sangre y, a cambio, las empaparan con formol diluido. Aquel comentario no venía a cuento y, como tal, lo ignoramos. Quizá se debía a los nervios, pero lo último que se nos hubiera ocurrido es que el loco tuviera miedo. Estrambótico, cínico y tosco en casi todo lo que decía y hacía, Vizcarra en el fondo era un tímido que se relajaba de sus aprensiones mediante la provocación. Estábamos dentro de la facultad de Medicina y eran las dos de la mañana de un viernes de octubre. Nos habíamos escondido seis horas atrás en el Jardín Botánico, frente a Farmacología, y tuvimos que soportar el paso del tiempo debajo de unos pequeños robles antes de salir de allí. Calculamos que cada uno de los guardianes estaba en esos momentos muy lejos, apoltronado y adormilado en una de las cuatro casetas próximas a los portones de metal que daban a las calles laterales y a la avenida Grau. Por suerte, no anduvimos con problemas. La luna estaba linda, lo más parecida al borde convexo de una uña. Varias nubes cubrían la mayor parte de estrellas y, para la época, no se dejaba sentir mucho frío. Caminábamos evitando los faroles, apartados de las aceras, pegados a los muros de los distintos edificios y ensombrecidos aun más por los ficus, los arces y las casuarinas. Al cabo de unos minutos por fin llegamos hasta el anfiteatro de Anatomía. La puerta trasera estaba con candado, pero eso no representó ningún problema para el flaco Subauste, cuyo abuelo se había ganado la vida como cerrajero y con el cual había aprendido desde muy chico a limar llaves y a soltar los cerrojos con ganchitos para el cabello. Le tomó un par de minutos debido a la oscuridad, ya que habíamos decidido no encender las linternas allá afuera. ?Listo?, dijo el flaco. ?Apúrense.? Y a su orden entramos los otros cuatro: Vizcarra, el sapo Vásquez, Silva y yo; el flaco nos siguió en cuanto hubo puesto de nuevo el candado en su sitio. (...)Para leer el cuento completo, hacer clic aquí.



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11 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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China contra Tíbet

 

Imbuidos por la gloria del legendario Imperio Chino los actuales mandarines dirigen la disciplinada coreografía de unos atletas... aterrados. ¿Cómo viviré -se preguntan- la vergüenza de la derrota? ¿Cómo resistiré la decepción de mis jefes? La grotesca mística del Estado reflejada en sus rostros ha dejado una imborrable huella en nuestra memoria.

Aquél inolvidable espectáculo olímpico pasará a la historia universal de la infamia y podrá leerse exactamente en el capítulo dedicado a los tontos.

La petulancia del Comité Olímpico Internacional, que interviene en política sin estar facultado para ello, nos obligó a soportar el alarde de las autoridades chinas. Después de reforzar su candidatura prometiendo respetar los Derechos del Hombre y del Ciudadano, los cuadros del Partido no dejaron de reírse a mandíbula batiente desde el mismo día de la designación de Pekín como sede de las Olimpiadas.

El despliegue de la policía militar, el arresto de los disidentes, la censura de medios y blogueros, el amordazamiento de profesores, líderes sindicales  (¡en China están en la cárcel los que reclaman jornadas de ocho horas!)... Incluso los mendigos que afeaban con su gemido la villa olímpica eran recluidos en los suburbios. Esta fue la ceremonia que no retransmitieron los canales de televisión.

En lugar de pirotecnia, oprobio. En lugar de música, humillación. En lugar de pódiums y medallas: calabozos, tortura y duelo.

¿Alguien salió entonces a dar la cara? ¿Quién dijo ante las cámaras: hemos hecho el ridículo?

Nadie, efectivamente.

Ahora los tibetanos (un censo de seis millones) nos recuerdan que llevan cincuenta años aplastados por la tiranía del gobierno chino y está por ver qué respaldo ofrecerán las instituciones internacionales a un pueblo vilipendiado por la estupidez imperial de sus vecinos (un censo de mil millones).



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11 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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UN HOMBRE SOLO ACOMPAÑADO DE OTROS

 

 

No es la primera vez, ni será la ultima, que algo digo, que algo escribo de Ángel Vázquez, casi un desconocido, pero autor de una de las novelas imprescindibles de nuestros no tantos novelistas del pasado siglo. La novela es "La vida perra de Juanita Narboni", historia de un mundo, una ciudad y una manera de vivir, contar y hablar que tanto tienen que ver con esa ciudad que ya no existe llamada Tánger. También un conmovedor, dramático y cómico monólogo femenino. Última, excelente y conmovedora novela de un escritor que apenas escribió. Dos novelas anteriores, "Se enciende y se apaga una luz", ganadora del Premio Planeta de 1962 y "Fiesta para una mujer sola" de 1964. Vivió como pudo, bebió más de lo que pudo, escribió menos de los que pudo. Nunca presumió de nada. Abominó de su novela ganadora del Planeta, no creyó mucho en sus cuentos, y afirmó que "Fiesta para una mujer sola" era sólo un camino para llegar a su novela sobre "Juanita Narboni", sobre su madre, sobre sí mismo.

 

No discutiremos que su obra maestra es "Juanita", pero mucho hemos disfrutado- y de vez en cuando sufrido- con la lectura de dos libros que se acaban de rescatar entre su obra casi perdida, casi olvidada. La novela corta "El cuarto de los niños y otros cuentos", rescatados por Pre- Textos. Y "Fiesta para una mujer sola", reeditada por la editorial Rey Lear. Merecen la pena para acercarnos a uno de los más raros y malditos de nuestra literatura. Tienen una edición y unos prólogos, además de unas palabras de su gran amigo Emilio Sanz de Soto en el caso de los cuentos- así como el impagable regalo de un dibujo del autor y una sucinta autobiografía, tan emocionante y sorprendente como su desmoronada y no muy larga vida.

 

Nació en Tánger en un día que nadie le esperaba, en medio de una fiesta que no era la suya. Y tuvo un final demasiado abandonado, triste en una habitación alquilada en una habitación desabrida en la calle de Atocha. Cerca de mi casa, lejos de Tánger. Era borracho, homosexual y nunca fue capaz de considerarse un genio. Escribió entre el sarcasmo y la amargura. Siempre más cerca de Katherine Mansfield, Carson McCuller. Y no tan lejos de Truman Capote, amigo de sus amigos.



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11 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La nómina y la decadencia

El nuevo plan de educación que pondrá en marcha la nueva Administración de Estados Unidos prevé retribuir a los profesores de acuerdo al rendimiento que obtengan sus alumnos. ¿Cómo se explica que hasta ahora no fuera así? Los médicos de las compañías privadas norteamericanas reciben sus remuneraciones en función del número de pacientes que atienden y de los costes sanitarios que ahorren a la corporación pero también según la eficiencia con que ejerzan su trabajo. ¿Puede hallarse una ecuación más sensata? Es sensata pero cruel si el ahorro se obtiene de reducir las pruebas clínicas que ponen en peligro la salud del paciente y es perversa si se paga más de acuerdo al número de enfermos que se atienden por hora. Pero resulta, sin embargo, de pleno sentido retribuir mejor al mejor médico y con menos al que no se prepara o no posee la excelencia del anterior. La relación entre retribución y resultados es la base del sistema del progreso y la eficiencia. Y este modelo debe ser válido no sólo para la escuela o la sanidad sino también para la justicia, la política o cualquier servicio público o no. El expediente de ganar unas oposiciones y echarse a dormir crea fácilmente una sociedad dormida. La enseñanza mejorará siempre en manos de quienes poseen una vocación y entrega irrefrenables, pero la actividad, en general, tiende a perjudicarse si se cobra lo mismo haciendo algo que haciendo mucho o no haciendo nada. Es tan intolerable, por ejemplo, que un catedrático desatendiendo su preparación siga impartiendo clases y cobrando la misma nómina hasta su jubilación como que un político siga en el poder -con sueldo y mandato- cuatro años sin importar la calidad de sus actuaciones o, lo que es ya visible, recibiendo de los ciudadanos calificaciones de suspenso, una y otra vez, cuando se realizan los sondeos.  El buen trabajo debe premiarse tal y el mal trabajo rechazarse, tal como se enseñó ya a los alumnos de primaria en la escuela. ¿Por qué no continuar con esa norma de oro en cualquier punto de la vida laboral? ¿Por qué sostener con el dinero público al holgazán o al cargo que perjudica a la sociedad?

En Estados Unidos conocí que los feligreses podían remover de su puesto al pastor cuando consideraban que no cumplía bien sus obligaciones puesto que los feligreses eran quienes aportaban el dinero y recibían el servicio. Pero ya, en todos los casos, desde el jugador de fútbol al presidente de Gobierno,  debe imperar el reconocimiento económico de los mejores, tanto como casos de emulación general y como efecto de una cabal justicia distributiva. Seguir subviniendo la desidia, entregar la misma compensación a quien se esfuerza y al que no, es vestigio decadente. Un factor de primer grado en la decadencia. 



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11 de marzo de 2009
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