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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sesión XL

Creemos que este ejercicio puede haber servido para que cada uno indague con más profundidad en la importancia de recrear con precisión la atmósfera, el lugar donde ocurren los hechos, el ambiente en el que se desarrollan los diálogos y la suma de todos estos elementos que, como comentó alguien en el taller, podría denominarse un cronotopo: la relación entre el tiempo evocado y el lugar descrito. No se trata aquí solamente del espacio, del escenario, como ocurrió en el ejercicio anterior, sino de su grado de relación, casi siempre subordinada, al tiempo en el que el escenario se emplaza, a la significación última de los acontecimientos vistos bajo el eje temporal y espacial. Así pues, un lugar, por pequeño que pueda parecer a simple vista, no sólo tiene personajes que se mueven por él; no sólo es una aguda descripción de los elementos que lo conforman para darle vida ante los ojos de lector...es algo más: es su tiempo, es la atmósfera que impregna todo y que nos permite instalarnos en él y darlo por verosímil, por coherente. Huelga decir que esto resulta casi un hálito, pues como ocurre en la buena literatura, todo parece nítido, robusto, casi corpóreo, pero a su vez, cuando queremos aprehender la suma de los elementos que componen esa robustez nos percatamos de que esta es falsa: todo es más bien intangible y, casi, casi, inaprensible. Eso lo da el oficio.

Aviso:

Amigos, esta semana tenemos otra buena noticia:

El día 24 de junio, en el Paraninfo de la Universidad de Valencia, C/ de la Universidad 2, se presenta el libro "Soltando Amarras" editado por dicha Universidad. Es una antología de relatos en la que incluyen varios de Marisabel Peral.

Nuestras felicitaciones Marisabel.



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19 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Creación o inmolación?

En el libro que vengo leyendo, Confesiones de un burgués, de Sándor Márai, vuelve el asunto de experimentar dolor, ser desdichado o infeliz  para  convertirse en un verdadero creador. La idea de que la Creación por antonomasia es obra de un Dios que llega hasta el lacerante sacrificio de su Hijo para alcanzar la salvación humana, ha trufado también la creencia de que no se puede ser artista siendo feliz ni sin dolerte algo. Sándor Márai lo dice del mismo modo que todos aprendimos esta sentencia en nuestra juventud de escritores: "Si fueras  feliz, ¿qué necesidad tendrías de escribir?" Escribir, componer música, pintar, lograr la gran obra de arte echa sus raíces en una desventura u otra. Unos escritores o músicos fueron tuberculosos, otros morían intoxicados por el alcohol, casi todos padecían los desgarros de alguna profunda herida psíquica, tan incurable como altamente productiva. El dolor brindaba importantes réditos mientras el placer arruinaba. De ese modo, se decía de la historia de algunos hombres que aquélla mujer a la que amó apasionadamente le llevó a la ruina. La mujer y el deleite constituían un grave peligro para la creación. Por el contrario, el malestar procuraba inspiración, la desesperación daba alas. ¿Puede seguir sosteniéndose algo así? Los creativos de la publicidad han sido los primeros ejemplos de una época donde el buen humor ayuda a triunfar y el bienestar del alma, en general, ayuda a conocer y comunicarse mejor.  ¿Un cambio de época? No cabe duda. Un cambio de época que significa un cambio de valores y, en consecuencia, otra consideración de lo malo y lo mejor. El artista doliente hacía espectáculo de su interesante experiencia sacrificial, "divinizada". Pero hacer hoy cultivo y exposición del dolor  ni seduce a los demás ni mucho menos se espera que el artista, hallándose en penosas condiciones, pueda rendir apropiadamente. A la idea religiosa  de la creación a través de casi morir corporalmente en el intento, sucede la idea deportiva de la creación a partir de conseguir las mayores prestaciones en su proyecto.   



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19 de junio de 2009
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I. Siete almas

La revista Etiqueta Negra de Lima, me interrogó hace poco para una encuesta entre escritores e intelectuales acerca de mis siete personajes políticos preferidos del siglo veinte. Son siete, porque la revista cumple siete años de fundada, lo que no deja de convertir el número en arbitrario. Pero es un buen ejercicio al que invito a mis lectores para que han su propia lista. He aquí entonces mi elección: Matahama Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela, Ho Chi Min, Augusto césar Sandino, Willy Brandt, Salvador Allende. Digo por qué:

Matahama Gandhi. El poeta José Coronel Urtecho me dijo hace años,  al cabo de una larga tertulia en su casa del río San Juan, mientras caía la tarde sobre la sabana anegada, que el siglo veinte había podido presenciar la maravilla de un santo capaz de derrotar a un imperio con sólo su voluntad y una sábana en la que se envolvía, una sábana que era a la vez su vestido y su cobija, y sería su mortaja. Es el estado de gracia político, el encuentro con el milagro que sólo depara la convicción, que no es sino la manifestación más honda de la verdad.

Martin Luther King. Sobre las huellas de Gandhi, fue capaz de convertir la convicción en sentimiento, un sentimiento que movilizó a millones por los derechos civiles de los negros y movió el sur profundo de los descendientes de los esclavos hacia todos los Estados Unidos. I have a dream. Tengo un sueño. La verdad, que cuando toca fondo, no se separa tampoco de la humildad, que es otra forma de la entereza.

Nelson Mandela. Tras más veinte años en la cárcel borró de su mente y de su corazón el odio y la venganza contra los blancos del apartheid y por eso fue un estadista de insuperable calibre, capaz de basar la política en la moral, sin permitir nunca que aquello que decían las palabras no lo repitieran al pie de la letra los hechos. Y, humilde en todo, se apartó del poder cuando debió hacerlo, a pesar de ser el hombre más popular del planeta.

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19 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Fiebre

En mi familia, cada vez que hay que echarle algo de humor al mal tiempo, recurrimos a las palabras del tenista dechiré Gastón Gaudio. Famoso por sus exabruptos, Gaudio suele insultarse a sí mismo a los gritos en plena partida, decirle a su contrincante que ganará porque tiene enfrente a un jugador malísimo (o sea él mismo) y conversar en voz alta con su novia del momento aunque ella, por supuesto, no pueda oírlo en ese instante. Pero la frase inmortal de su repertorio marca una suerte de paroxismo del sufrimiento: “¡Qué mal la estoy pasando!”, suele gritar entre un saque y una volea.
    Esta semana, qué mal que la estoy pasando fue mi frase de cabecera.
    Habiendo nacido en este lugar y en este tiempo, suelo descreer de las bondades del olvido que tantos canallas predican, buscando tan sólo una coartada para su impunidad. Pero esta semana comprendí que existe un olvido necesario, como aquel que se obtenía al beber un trago de las aguas del Lete, y que ayuda a seguir adelante con (las partes difíciles de) la vida.
    Yo había olvidado la zozobra permanente que significa ser padre de un niño pequeño, un olvido que se vuelve imprescindible para que nos convenzamos de repetir la hazaña de procrear. En estos días recordé esa zozobra –y toda de golpe.
    Bruno, que tiene apenas nueve meses, arrancó con fiebre el sábado. Llegado el lunes la misma fiebre, lejos de amainar, aumentaba. Mi mujer, que es primeriza, y yo, presuntamente experimentado, soportamos el mismo trance: la transformación de un niño que es pura alegría en un despojito que podía quejarse durante una hora seguida, el llanto que trasuntaba tanto desconcierto como malestar (creo que lloró en estos días más que en los nueve meses previos), la impotencia ante cada nueva estocada del termómetro. Cambiamos el sueño por una duermevela pendiente de cada hálito suyo, ese hilo delgado del que parecía pender el mundo entero. Peor aun, nos vimos obligados a torturarlo cada vez que había que hacerle una nebulización o suministrarle el antibiótico. Se resistía con una fuerza desesperada, y yo me veía obligado a inmovilizarle brazos y cabeza mientras me preguntaba si para curar su cuerpo no estaría causando estragos en su alma. Creo que una de las causas de mi obsesión de estos días con la violencia pasaba por el rechazo a la agresión que me veía obligado a practicar sobre mi niño. Espero no haberle quebrado nada invisible.
    Como imaginarán, me permito este recuento porque Bruno ha dejado atrás el estado febril. (Toco madera.) Aunque agotado de cuerpo y de alma, sé que volvería a afrontar el mismo trance una y mil veces, por el precio de esa sonrisa enorme que ha vuelto a su cara.
    Da miedo sentir con tanta intensidad. Y al mismo tiempo, creo que antes de tener hijos apenas estaba vivo.



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19 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Calma chicha argentina

La joven guardia en España (de izquiera a derecha: Diego Grillo Trubba, Maximiliano Tomas, Patricio Pron, Samanta Schweblin y Juan Terranova). Fuente: en minúsculaAl parecer, no hay mayor enemigo de un escritor argentino joven que otra escritor argentino joven. Luego de un encuentro en Madrid y Barcelona, con el fin de presentas la antología La joven guardia, en el que participaron varios escritores argentinos de última generación (Patricio Pron, Diego Grillo Trubba, Maximiliano Tomas, Pron, Samanta Schweblin y Juan Terranova) apareció un petardo escrito por Pron y editado en Etiqueta Negra bajo el título: " ?Una gira supuestamente divertida con escritores argentinos que nunca volveré a hacer?. Ahí acusaba a todos los escritores -lamentablemente sin incluirse a sí mismo- de estar detrás de los agentes literarios, los editores y la participación en Frankfurt 2010. Muchas han sido las reacciones a partir del momento (en el blog de Ezequiel Martínez hay una buena síntesis del tema con varios enlaces) y todo parecía una guerra sin cuartel... hasta que llegó la calma chicha con la llegada de Patricio Pron a Argentina para promocionar su novela El comienzo de la primavera (mondadori) y, según cuenta "Gritos y Susurros" de ADN Cultura, en vez de puñetes le llovieron abrazos de la "joven guardia". Dice el chisme de La Nación:En la librería Eterna Cadencia, Patricio Pron presentó su novela El comienzo de la primavera, acompañado por Alan Pauls. El escritor rosarino, que vivió desde 2000 en Alemania y actualmente reside en España, causó revuelo hace un mes cuando publicó en la revista peruana Etiqueta Negra su crónica sobre la gira que realizó por España junto con algunos escritores jóvenes que conforman la Nueva Narrativa Argentina. El texto, titulado "Una gira supuestamente divertida con escritores argentinos que nunca volveré a hacer", señalaba que los autores -a quienes identificó con nombre y apellido- se desviven por hacer contacto con agentes literarios, por conocer los porcentajes que cobran y por cuestiones de marketing, más que por la literatura. Lo curioso es que algunos de los escritores mencionados por Pron en su crónica pasaron a saludar a su colega el día de la presentación del libro. Ninguno demostró enojo ni resentimiento, al menos en público.De todo este lío y luego de leer varios textos al respecto, por cierto, solo una cosa me queda clara: quiero leer urgentemente a la silenciosa Samantha Schweblin.



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18 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Esas vidas, de Alfons Cervera

 

 

Si a estas alturas hay alguien que no conozca a Alfons Cervera, le diré que es un escritor valenciano que hace una literatura universal, de hecho ha calado tan hondo en Francia que casi nos lo tienen secuestrado por allí. La verdad es que nunca he visto, literalmente hablando, a Alfons separado de los libros, porque siempre mantenemos nuestras charlas firmando en una caseta, caminando entre el calor de una feria del libro, hablando de lo que estamos escribiendo o de lo que escribiríamos con lo que nos está pasando en la vida. Alfons se pasea por este mundo de las letras con el aire suelto y desprendido de quienes no van cargados de equipaje, con su pelo ligeramente rizado, ligeramente rebelde, ligeramente largo, lo que le aleja un poco de nosotros hacia ese mundo suyo, propio e intransferible con el que escribe lo mejor de su narrativa. Y sin embargo, es una de las personas más cercanas y humanas que he conocido. No necesita cargar las tintas ni en su manera de ir por la vida ni en su manera de escribir para tener una personalidad propia.

Pero para conocerle mejor, para entrar en sus emociones y recuerdos, para lograr tocar esa sensibilidad que seguramente le ha hecho escritor, se podría empezar leyendo su última novela, Esas vidas (Montesinos, 2009), en la que la figura de su madre se convierte en una forma de mirarse y entenderse a sí mismo. Un libro en que el aprendizaje de la vida y de la literatura se funden milagrosamente. Y no diré más porque llega un momento en que en lugar de hablar hay que leer.



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18 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un juicio personal

Rafael Argullol: En el mundo del sueño eres profundamente responsable, quizás aún más responsable de lo que eres en el terreno de la vigilia.

Delfín Agudelo: Me gusta mucho la idea de la responsabilidad ante los propios sueños, porque es una responsabilidad que se tiene ante uno mismo en plena soledad: es un juicio que se lleva a cabo en las profundidades solitarias del yo en vigilia, aún sacudido por el yo onírico.

R.A.: Sí, de acuerdo, pero creo que para comprender la complejidad de la  responsabilidad humana hay que entender que somos responsables de los sueños así como de los actos de la memoria y de las discriminaciones de la memoria, de la misma manera que somos responsables de los pensamientos más alocados o supuestamente alocados que podamos tener. Un día aquí cité, para negarlo, una aseveración de Platón que me gusta mucho, en la que sentenciaba que los viciosos son los que llevan a la práctica aquello que los virtuosos sólo se atreven a pensar. Es una aseveración muy sabia porque en realidad llega a borrar la distinción entre el virtuoso y el vicioso. El virtuoso es un vicioso en pensamiento y el otro es un vicioso en acto, pero que la diferencia es mínima. Cuando era pequeño en el colegio los curas me decían que podía pecar por acción o por omisión; he estado, como tú sabes, estos últimos 5 años escribiendo un libro en el cual esa cuestión es básica: nosotros somos responsables de esos sueños, somos responsables de los actos de memoria encabritados y desbocados, somos responsables de nuestros pensamientos menos verbalizables, somos responsables del mito que hacemos de nosotros mismos. 

Cuando digo responsables, ¿qué responsabilidad, en qué tribunal? En nuestro tribunal. Allí queda aclarada la distinción que hacía anteriormente. No somos responsables delante del tribunal civil o del derecho penal; ningún juez en su sano juicio te va juzgar por algo que has soñado, ningún juez te juzgará por algo que solo has pensado, ni ningún juez de un tribunal civil te juzgará por una discriminación de la memoria según la cual de acuerdas muchísimo de una mujer que fue una especie de vicio de un día, y te olvidas de una mujer muy buena que te cuidó diez años en los peores momentos. Ningún juez te va a juzgar de todo esto. Estamos hablando de un tribunal que eres tú mismo, que es la auténtica construcción ética. Por eso las grandes religiones que pretendían una constricción brutal y absoluta se permitieron usurpar también este tribunal íntimo tuyo. Entonces por ejemplo en la religión cristiana te decían: "Estaréis en el juicio de dios, pero no es solamente lo que has hecho, sino también lo que has sentido". En cambio las religiones paganas, como el politeísmo griego, actuaban como los tribunales de la ciudad: no llegaban a interferir en ese yo íntimo que luego las grandes religiones intentaron. Pero en una sociedad como la nuestra te juzgan desde el punto de vista de la moral, no desde le punto de vista de tu construcción ética. Pero la responsabilidad del ser ético llega  a los sueños, a los pensamientos íntimos, y a las fantasías más laberínticas que uno pueda trazar.



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18 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hacia el Estado palestino

Obama y Netanyahu han cerrado el círculo. Todo está dicho. En su larga reunión de Washington el 18 de mayo y en sus respectivas intervenciones en sendas universidades, una árabe y otra israelí, los días 4 y 14 de junio. Y no puede ser más evidente un desencuentro que puede leerse palabra por palabra en el contraste entre ambos discursos. Empieza por la naturaleza del problema al que juntos se enfrentan. Netanyahu lo denuncia sin contemplaciones, es Irán, donde confluyen el extremismo islámico y el arma nuclear, algo que constituye la mayor amenaza para la paz mundial; Obama, en cambio, señala la tensión entre Estados Unidos y el mundo islámico y busca sus raíces en el colonialismo, la guerra fría y las dificultades de la modernización, y desgrana un repertorio en el que está el extremismo islámico, el conflicto israelo-palestino y la proliferación nuclear, claramente separados uno de otro.

Ambos discursos son muy distintos también en cuanto al público al que se dirigen y a los objetivos que persiguen. Mientras Obama quiere convencer a la opinión pública árabe, Netanyahu quiere hacer lo propio con una fracción de la opinión pública israelí, la más conservadora. Obama busca recuperar para su país una posición equilibrada entre israelíes y palestinos, mientras que Netanyahu quiere conseguir el máximo consenso en su campo en el momento en que aparentemente va a dar un pequeño paso hacia adelante. Uno al ataque, pues quiere que avance el proceso de paz entre israelíes y palestinos; y el otro a la defensiva, puesto que quiere gestionar la nueva etapa abierta en Washington con los daños mínimos para su Gobierno de unidad con la extrema derecha. Afloran en ellos dos concepciones y análisis divergentes del mundo y de la historia. Los argumentos del americano se inspiran en la universalidad tanto del mensaje religioso como de los valores fundacionales de EE UU, mientras que los del israelí parten del particularismo judío incluso al formular la idea de paz. En el primer caso, acude a la religiosidad universal y a las tres confesiones monoteístas, con citas de cada una; en el segundo, sólo se mueve dentro y para el judaísmo, que impregna todas sus referencias. El ideal individualista americano exhibido por Obama respecto a la igualdad entre todos los seres humanos contrasta con la reivindicación de los derechos colectivos de quienes pertenecen a una nación milenaria sobre el territorio bíblico, incluida la actual Cisjordania ocupada y colonizada por Israel. El contraste llega a sus biografías, explicitadas en sus respectivos discursos. De un lado, el americano hijo de un inmigrante africano que encarna el sueño de ascensión de su país. Del otro, el israelí guerrero, hijo de un gran historiador de la persecución antisemita en España, y hermano de un caído en combate. La asimetría es cruda en el trato que merecen los palestinos, que sufren una situación "intolerable" según Obama, y son objeto de reconvenciones y signos de la mayor de las desconfianzas por parte de un Netanyahu sin la más mínima vibración humana por sus sufrimientos. Para el primer ministro israelí, el conflicto tiene su único origen en la negativa árabe y palestina a "reconocer el derecho del pueblo judío a tener su propio Estado en su patria histórica", mientras que para Obama hay "dos pueblos con legítimas aspiraciones, cada uno con una penosa historia que hace el compromiso evasivo". No hay color en cuanto a la calidad y textura de ambas piezas oratorias. La primera es un transatlántico que se dirige a los horizontes de la historia y la segunda, un barco de cabotaje pegado a la costa. Más discutible es la eficacia. Deberemos esperar. No hemos hablado de las mutuas concesiones: Netanyahu debe agradecerle a Obama su valiente pedagogía contra el antisemitismo y su reivindicación de la amistad "irrompible" con Israel; Obama a Netanyahu, que haya conseguido pronunciar dos palabras hasta ahora prohibidas para su boca: Estado y palestino, aunque sea acompañándolas de desmilitarizado. Las reacciones también han sido contrastadas. La derecha norteamericana, los colonos y el Irán jomeinista han acogido de uñas el de Obama. Lo mismo han hecho Hamás, la Autoridad Palestina y todos los países árabes con el de Netanyahu. Los pares de adjetivos más conspicuos que les han dedicado han sido "cobarde apaciguador" y "racista neocon", respectivamente. Uno por pedir disculpas y el otro por su arrogancia. La oficina del primer ministro y la Casa Blanca, en cambio, han tenido palabras amables y escuetas para valorar las mutuas propuestas. Netanyahu confía en que el discurso de El Cairo conducirá a "una nueva etapa de reconciliación entre el mundo árabe y musulmán e Israel"; y el portavoz de Obama calificó el de Bar-Ilan de "importante paso adelante". ¿Y es realmente un paso? Sí, lo es. Quizás minúsculo. Pero despreciarlo es optar por la otra dirección, la de la guerra. La conocemos y sabemos bien adonde lleva.



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18 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La violencia está en nosotros (4)

La única manera de dejar atrás la violencia es renunciar a ella. A conciencia. Una elección que debe ser personal para después proponerse como camino colectivo, pero nunca al revés.
    Por supuesto, no imagino que en momento alguno llegaremos a suprimir el impulso violento de nuestras almas. La crispación estará siempre. El miedo estará siempre. Si hay algo que abunda son sembradores de esta semilla ponzoñosa. Pero creo sinceramente que si se nos educase para el diálogo y el entendimiento (dicho esto desde una sociedad que nos educa para competir, si es necesario sacando ventaja y si es imprescindible, aplastando), nuestras perspectivas mejorarían sustancialmente.
    Estarán pensando: ¿de qué sirve una sociedad pacífica y pacifista en un mundo hiperviolento? Así puesto, suena a receta para el desastre. ¿A manos peladas ante Corea del Norte, los ex KGB, el golpe de Estado interno de Irán, las potencias imperialistas, las mafias de la droga, la industria armamentista? El problema estalla cuando sobrevivir, o sea durar, y vivir bien, se convierten en opciones opuestas. Yo al menos soy de los que prefiere vivir bien a vivir más. Y aunque tengo domicilio en un mundo que no alienta la esperanza, de todos modos encuentro signos alentadores. El espectáculo de los cientos de miles de iraníes marchando en silencio (insisto: en-si-len-cio) por las calles de Teherán me puso la piel de gallina. Ojalá hubiese ocurrido algo así en el 76, cuando nuestro golpe militar. Pero no ocurrió. Y entonces los militares supieron que tenían carta blanca para el genocidio.
    ¿Logrará algo la oposición iraní? Tal vez no. Pero cuando uno pone el cuerpo está buscando algo que va más allá del resultado político. Está tratando de expresarse, de decir ‘este soy yo, esto pienso, en esto creo, este es el mundo al que apuesto’. Aunque sea lo último que haga, porque a todos nos tocará producir un último gesto y ese es preferible, al menos para mí, que sucumbir en lo profundo de mi madriguera o dopado en un geriátrico.
    Como sugería Alberto (dicho sea de paso, gracias a todos por su input: prometo leer Fundación, buscar el texto de Friedrich Hacker y visitar sus blogs), hace ya mucho que la humanidad no evoluciona. Acumulamos información pero no evolucionamos, dice Alberto: somos el mismo salvaje de siempre, sólo que en vez de garrote tenemos en la mano el disparador de una bomba nuclear. Por eso mismo el salto cualitativo se vuelve perentorio, porque especie que no evoluciona involuciona. Y sería más conveniente extinguirse formando parte de una rama de la especie que intentó ir a más, que seguir formando parte de esta manada de costumbres virales.
    Lo único indiscutible es que las cosas han salido tan mal en este último siglo, que la de utopista se convirtió en una profesión insalubre. Hasta el pobre H. G. Wells, que empezó su carrera de escritor con relatos sobre mundos futuros esperanzadores, pasó a anticipar lo peor (su libro The Shape of Things to Come vaticinaba la Segunda Guerra y sus bombardeos aéreos) y de allí a solicitar, en su vejez, que escribiesen en su lápida el siguiente epitafio: “Yo se los dije. Malditos idiotas”. (‘I told you so. You damned fools’.)
    El martes encontré una foto maravillosa y terrible en la edición online del New York Times, que no reproduzco aquí para no vulnerar derechos pero que los aliento a buscar. Tomada por Muhhammad Muheisen de la agencia AP, muestra a un niño palestino de un campo de refugiados de Ramallah. Fuera de cuadro se intuyen otros dos niños, que agitan armas de juguete en sus narices –armas que entran en cuadro como sombras.
    La mirada de pavor de ese niño en presencia de armas de juguete expresa todo lo que yo querría decir, y más. Porque está claro que el niño sabe que los otros también son niños, y que sus armas son de plástico. Pero esas piezas de juguete representan otra cosa, algo real, que el niño ya ha aprendido, y de la peor manera, a temer.
    La violencia seguirá en nosotros mientras sigamos sintiendo pánico, y peor aun: mientras encontremos razonable producirle pánico a otros. Konrad Lorenz decía que nos hicimos violentos en los albores de la especie, cuando el mundo todo nos asustaba. Ahora no hay más tormentas atribuibles a dioses furibundos ni tigres dientes de sable, pero seguimos tan asustados como nuestros predecesores.
    A nada le tememos más, ni con causa más fundada, que al hombre mismo.



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18 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Em Castelo Novo

Há mais de 30 anos escrevi: Castelo Novo é uma das mais comovedoras lembranças do viajante. Talvez um dia volte, talvez não volte nunca, talvez até evite voltar, apenas porque há experiências que não se repetem. Como Alpedrinha, está Castelo Novo construído na falda do monte. Daí para cima, cortando a direito, chegar-se-ia ao ponto mais alto da Gardunha. O viajante não tornará a falar da hora, da luz, da atmosfera húmida. Pede apenas que nada disto seja esquecido enquanto pelas íngremes ruas sobe, entre as rústicas casas, e outras que são palácios, como este, seiscentista, com o seu alpendre, a sua varanda de canto, o arco profundo de acesso aos baixos, é difícil encontrar construção mais harmoniosa. Fiquem pois a luz e a hora, aí paradas no tempo e no céu, que o viajante vai ver Castelo Novo. Também escrevi sobre pessoas concretas há trinta anos: A uma velhinha que à sua porta aparece, pergunta o viajante onde fica a Lagariça. É surda a velhinha, mas percebe se lhe falarem alto e puder olhar de frente. Quando entendeu a pergunta, sorriu, e o viajante ficou deslumbrado, porque os dentes dela são postiços, e contudo o sorriso é tão verdadeiro, e tão contente de sorrir, que dá vontade de a abraçar e pedir-lhe que sorria outra vez. De José Pereira Duarte, uma das pessoas mais bondosas que conheci na minha vida escrevi que olha o viajante como quem mira um amigo que já ali não aparecesse há muitos anos, e toda a sua pena, diz, é que a mulher esteja doente, de cama: «Senão gostava que estivesse um bocadinho em minha casa.» Hoje estivemos com a filha e o genro de José Pereira Duarte, a velhinha já não está, mas outras pessoas amáveis apareceram em Castelo Novo e voltei a sair com o mesmo espírito de há trinta anos. Se o elefante Salomão por aqui passou, as pessoas que compunham a comitiva terão sentido o mesmo. Acolhimentos como estes não se improvisam.



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18 de junio de 2009
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El Boomeran(g)
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