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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Tano lindo

La semana pasada, disimulando su mutis entre tantos Cadáveres Pop, se murió Andrés Cascioli. Legendario dibujante y director de la revista Humor, fue muy importante para mí como lector (durante la dictadura, Humor era uno de los poquísimos medios que se permitía pensar y lo expresaba) y finalmente como escritor. Yo recién empezaba como periodista cuando Cascioli nos llamó a Alan Pauls, Daniel Guebel y a mí para que escribiésemos a seis manos una sección miscelánea que bautizó Picado fino. Pronto empecé a colaborar con la revista más allá de ese marco, y también en otras publicaciones de la Editorial La Urraca que marcaron historia: El Periodista, El Péndulo, Fierro. Fue también Cascioli quien me permitió dirigir una revista por primera vez, un experimento que empezó como suplemento de Humor y después se independizó, y al que bautizamos Caín. El hecho de que El Péndulo concediese un premio a un cuento mío (recuerdo como si fuese hoy llegar a la redacción y que la recepcionista me felicitase por algo que yo todavía no sabía) fue un aliciente enorme para alguien que por entonces no era sino un pichón de escritor.
    La muerte de Cascioli me produce tristeza por las razones obvias, pero también algo de nostalgia. Aquellos tiempos, al promediar los 80, fueron de maravillosa efervescencia política y cultural. Mi país salía de la dictadura con un ímpetu tal que nos permitó imaginar que sólo había que abandonarse a las leyes de la física y ascender con la liviandad de una burbuja. O sea que ni siquiera imáginabamos que nos esperaban honduras mayores, y decepciones que nos enfrentarían a leyes no escritas de la física: por ejemplo, aquella que dice que las deudas no saldadas y las verdades no dichas regresan inexorablemente, y para asolarnos como pesadilla. (Aquí también cabe la frase de Ortega que Olga Rodríguez usa de acápite en su libro: ‘Toda realidad que se ignora prepara su venganza’.)
    Cascioli seguirá siendo siempre sinónimo de aquella otra Argentina, la que pudo ser y no fue. Que la experiencia que contribuyó a producir no haya tenido el mejor de los corolarios no borra el hecho de que, mientras duró, encendió algunas bengalas que iluminaron la noche que cayó sobre mi país hace décadas y que, es obvio, está muy lejos de haber terminado.  



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29 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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No estar necios en casa

Salir de casa, pasear por Santillana, por una historia de linajes extinguidos. Entre estrechas calles de un pueblo de palacios y escudos. Entre escritores y críticos En el silencio de su noche, con el pueblo despejado de turistas, los maestros y sus discípulos se vuelven cantantes de boleros. Por el día, con la fortuna de "tener un trabajo a la sombra" tal como le aconsejó su padre- un campesino que soñaba con ser ingeniero- a Antonio Muñoz Molina,  se dedicaban a escuchar las  elucubraciones que sobre sus obras,  sus vidas, sus trabajos y sus dudas al inventor de Mágina, al contador de heroicas vidas fracasadas que  se  inventó Celama, Luis Mateo Díez y a la mujer de risas y emociones, heredera de dos cajas con las cenizas de sus padres, "dos montones de arena y una  tristeza enardecida", Ángeles Mastretta.

Luis Mateo nos paseó por un "callejón de gente desconocida". En ese callejón se encuentran toda suerte de extraviados, inseguros, perdedores o perpetuos aprendices. Gentes como los escritores, como nosotros, necesitados de la compañía y la soledad. Cada uno a su forma, con su estilo, con su música. El callejón por el que también transitan las mujeres de las ficciones de Mastretta o los residentes en las habitaciones de Muñoz Molina.  Tres escritores buscando su patria. Viajeros, algunas veces extraviados, que siguen intentando desentrañar un particular mapa de una tierra a la que deben dar forma y sentido. Buscadores de las salidas de un laberinto encerrados en la misma habitación blanca en la que comenzaron sus encuentros con el oficio de novelistas.

Han pasado casas y años, vidas y muertes, pueblos y ciudades, ahí sigue el refugio: una habitación propia. Da igual que tenga vistas a Manhattan, un oscuro desván en Villablino o un jardín en México, ellos siguen inventándose patrias como si fueran perpetuos aprendices en un oficio en el que, aunque seas maestro, siempre llevas un alumno dentro. Lo decía Connolly, lo recordó Muñoz Molina: dentro de un hombre gordo hay un hombre delgado que grita pidiendo ayuda. A veces nadie le escucha, pero el escritor lo sigue intentando. Acude a Sor Juana Inés de la Cruz para encontrar un adjetivo,  invoca a Paul Klee  como modelo de concisión o espera la llegada de la inspiración, de la iluminación. De vez en cuando, están en el escritorio o en el burdel, en misa o bajo el aguacero, esos milagros les ocurren a elegidos escritores. Solo si  se "ama la literatura como ama el ermitaño el cilicio que le da placer". Y ni así existe el milagro También se puede escribir cantando como Mastretta por José Alfredo Jiménez. Recordando, como Mateo, las voces del filandón. O escuchando a Thelonious Monk, como Muñoz Molina. Los escritores son exóticos. Como un niño de pueblo con sombrero de paja y fotografiado por un turista en la España de los sesenta.



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29 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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España negra

La España negra es el título de un libro del pintor José Gutiérrez Solana (1886-1945) de lectura a veces difícil y siempre incómoda, no por razones de estilo o de lo inédito de la construcción sintáctica, sino por la brutalidad del retrato de España que traza y que no es otra cosa que la transposición de su pintura para la página escrita, una pintura que ha sido clasificada como lúgubre y ?feísta?, en la que refleja la atmosfera de degradación de la España rural de la época, mostrada en cuadros que no retrocede ante la expresión de lo más atroz, obsceno y cruel que existe en los comportamientos humanos. Influenciado por el tenebrismo barroco, en especial por Valdés Leal, es también evidente la impresión que sobre él ejercieron las pinturas negras de Goya. La España de Gutiérrez Solana es sórdida y grotesca en el más alto grado imaginable, porque eso fue lo que encontró en las llamadas fiestas populares y en los usos y costumbres de su país. Hoy, España no es así, se ha convertido en un lugar desarrollado y culto, capaz de dar lecciones al mundo en muchos aspectos de la vida social, objetará el lector de estas líneas. No niego que puede tener razón en la Castellana, en las salas del museo del Prado, en el barrio de Salamanca o en las ramblas de Barcelona, pero no faltan por ahí lugares donde Gutiérrez Solana, si viviera, podría colocar su caballete para pintar con las mismas tintas las mismísimas pinturas. Me refiero a esas villas y ciudades donde, por subscripción pública o con apoyo material de los ayuntamientos, se adquieren toros a las ganaderías para gozo y disfrute de la población con motivo de las fiestas populares. El gozo y el disfrute no consisten en matar al animal y distribuir los filetes entre los más necesitados. Pese al desempleo, el pueblo español se alimenta bien sin favores de esos. El gozo y el disfrute tienen otro nombre. Cubierto de sangre, atravesado de lado a lado por lanzas, tal vez quemado por las banderillas de fuego que en el siglo XVIII se usaron en Portugal, empujado al mar para que allí perezca ahogado, el toro será torturado hasta la muerte. Los niños en brazos de las madres baten palmas, los maridos, excitados, palpan a las excitadas esposas y, en silencio alguna que no lo sea, el pueblo es feliz mientras el toro intenta huir de sus verdugos dejando tras de sí regueros de sangre. Es atroz, es cruel, es obsceno. ¿Pero eso qué importa si Cristiano Ronaldo va a jugar en el Real Madrid? ¿Qué importa eso en un momento en que el mundo entero llora la muerte de Michael Jackson? ¿Qué importa que una ciudad haga de la tortura premeditada de un animal indefenso una fiesta colectiva que se repetirá, implacablemente, al año siguiente? ¿Es esto cultura? ¿Es esto civilización? ¿No será simple barbarie?



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29 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Carta a un colono israelí

Estimado señor Ben Hillel: Me invita usted a conocer Judea y Samaria, suponiendo que no he viajado nunca a la Cisjordania palestina ocupada por Israel. Se equivoca. La he visitado, antes de la última Intifada, como visité varias colonias donde tuve ocasión de escuchar de viva voz idénticos argumentos a los que pueden leerse en su carta. Allí pude entender que los colonos consideraban que Jehová les había otorgado colectivamente unos derechos de propiedad sobre este territorio que tenían mayor fuerza que cualquier derecho de propiedad individual, y no digamos ya colectivo, de los ciudadanos palestinos. Allí un dirigente de los colonos me aseguró con toda seriedad que había certificados de propiedad que anulaban cualquier escritura pública o documento legal exhibido por los palestinos, pues se trataba ni más ni menos que de los textos bíblicos.

No me sorprende que usted sitúe las supuestas leyes de Dios sobre las de los hombres a la hora de atribuirse derechos históricos sobre territorios que no pertenecen a Israel. Es algo frecuente en movimientos nacionalistas, que fundamentan sus reivindicaciones territoriales en designios divinos, leyendas sobrenaturales o narraciones más literarias que históricas. Pero usted debería intentar entender que es muy difícil que quienes no forman parte de estas comunidades compartan este tipo de creencias y más todavía que lo hagan quienes resultan perjudicados por los supuestos derechos que emanan de ellas, como es el caso de la población árabe palestina. Sobre todo si, además, se hace recaer toda la responsabilidad del conflicto sobre quienes han sido expoliados en esta confrontación entre derechos supuestos y derechos legales internacionalmente reconocidos. No está de más recordar que la legitimidad de la reivindicación sionista de un Estado propio para los judíos (que me parece tan justa e indiscutible como lo es la reivindicación palestina de un Estado propio para los palestinos) no bastó para dar fuerza legal a la existencia del Estado de Israel, que se debe única y exclusivamente a la resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas de 1947. No sé por qué cita usted a Goebbels, a mis supuestos antecedentes judíos ni a los fantasmas asimilacionistas. Aunque usted no lo crea tengo una gran devoción por la cultura judía, que forma parte, sin lugar a dudas, de la cultura europea, de mi cultura, mi pasado y mi presente. También tengo gran admiración por Israel, aunque mi desacuerdo con el actual Gobierno y su primer ministro sea radical. Todavía mayor es mi desacuerdo con los numerosos regímenes despóticos y dictatoriales de la región, lo cual no me impide simpatizar ni con la cultura árabe ni con el pueblo palestino. Soy un lector asiduo del diario Haaretz, en su versión en inglés, que le recomiendo vivamente. En sus artículos he encontrado los mejores y más contundentes argumentos contra la ocupación y colonización de los territorios palestinos de Cisjordania. Le recomiendo especialmente que lea con atención el que publicó Chaim Gans el pasado día 23 de junio acerca del precio injusto que se les hace pagar a los palestinos por la realización del sueño sionista. Nada me reconforta más que encontrar voces capaces de reconocerse en el otro y de situarse en su lugar, en este caso el de los palestinos, algo que yo siempre había creído que formaba parte de la herencia civilizatoria judía, aunque a la vista está que los israelíes contemporáneos se han ido despegando de ella de forma cada vez más acentuada.  Le mando mis saludos, así como mis deseos de paz y seguridad para usted y para todos sus vecinos, y la esperanza, quizás vana. de que algún día el odio y el desprecio por el otro que son moneda común en tierras de Oriente Próximo sean sustituidos por la compasión y el respeto. 



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28 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La extinción del Panda

El último electrodoméstico que se distribuyó a través del sistema de méritos, fue un televisor chino marca Panda. En mi edificio hubo una reunión para entregar diez flamantes equipos dentro de una comunidad que rebasa las trescientas personas. Algunos vecinos estuvieron a punto de irse a las manos durante la discusión para obtener el aparato, por el que debían pagar cuatro mil pesos cubanos. Entre quienes se llevaron a casa la pantalla de colores, estaban -casualmente- los más combativos e incondicionales ideológicamente. Aquellos que no alcanzaron el escurridizo Panda se conformaron pensando que habría una segunda vuelta en la que tendrían mayores posibilidades. Pero del gigante asiático no llegaron nuevos televisores para alimentar la meritocracia, ni siquiera vinieron las piezas de repuesto con las que arreglar los ya existentes. Hacer la guardia del CDR o salir al paso a las críticas ha perdido atractivo, pues no parece que la recompensa vaya a ser la asignación de una lavadora, una línea telefónica o un radio portátil. Los que alcanzaron la última vuelta de electrodomésticos asignados, tampoco están muy felices que digamos. Una buena parte no ha podido cumplir con los plazos de pago, pues la compra del Panda les hizo cargar con créditos mensuales que rebasan un tercio de su salario. Conozco a una viejita, por ejemplo, que compró el batallado televisor sólo porque tenía la convicción de que iba a morir antes de terminar de pagarlo. Entre los que creyeron haber recibido una prebenda, afloran hoy las preocupaciones por la enorme deuda monetaria contraída con el Estado. Fueron aquellos que se creyeron beneficiarios de un privilegio, sin percatarse que sólo eran tributarios de un error. El mecanismo que los favoreció entonces, es el mismo que nos impide hoy comprar un electrodoméstico sin mostrar la moneda convertible o sin contar con una determinada trayectoria política.



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27 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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J.C. Onetti en El Cultural

Homenaje a Onetti en El Cultural. Fuente: elcultural Nadie ha celebrado con tanto entusiasmo en España en centenario del extraordinario Juan Carlos Onetti como "El Cultural". Seguro el primer sorprendido sería el mismo Onetti, quien al ganar el premio Cervantes leyó una declaración: "es conveniente que se sepa que el jurado [...] ha tenido la quijotesca ocurrencia de otorgar esa gran distinción a alguien que desde su juventud estaba acostumbrado a ser un perdedor sistemático, a un permanente segundón [...] que no tenía ninguna victoria en su palmarés?. Entre los convocados a este homenaje están Jorge Rufinelli, quien escribe:Actualmente la presencia de Onetti en la literatura no debe medirse únicamente por la eventual o virtual ?influencia? de sus historias, ambientes y personajes, sino por su condición de modelo de escritor auténtico que jamás se sometió a requisitos de mercado y tuvo una fidelidad única: a la literatura. Ni siquiera a sus lectores ideales. De ahí, la poderosa admiración que por Onetti han sentido escritores como Juan Rulfo, García Márquez, y Julio Cortázar. A veces esa admiración es tan poderosa que sólo puede conjurarse escribiendo un libro, y ésos son los casos de Mario Vargas Llosa con El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti (2008), y de Antonio Muñoz Molina, quien desde hace tiempo -ha dicho- se encuentra escribiendo un libro sobre Onetti, y quien ha señalado como supremo elogio: ?Onetti te exige una lectura muy intensa, de los cinco sentidos?. Dolly Muhr señaló que Onetti a su vez admiraba a Muñoz Molina: ?Son tan faulknerianos que se admiraban mutuamente?.También participa Ignacio Echevarría:Se ha destacado abundantemente la sorprendente madurez con que Onetti irrumpe en su propio mundo, en su propio estilo. En este sentido, cabe referirse a él como un escritor sin prehistoria. Apenas se puede hablar en su obra de una etapa de formación. Después de El pozo (1939), las novelas Tierra de nadie (1941) y Para esta noche (1943) acusan una episódica vacilación del rumbo a seguir, consecuencia de unos años por otro lado repletos de todo tipo de llamamientos para un escritor políticamente concienciado, por mucho que su compromiso con la escritura fuera impostergable. Ya la siguiente novela, sin embargo, La vida breve (1950), funda el territorio que el resto de la obra no hará más que explorar y que poblar. Y con los cuentos ocurre otro tanto. Baste señalar que una pieza magistral como ?Un sueño realizado? (1941) es el quinto cuento que Onetti publica con su firma. Entre sus cuentos y novelas, por otro lado, se despliega un espacio incierto en el que resulta difícil, en muchas ocasiones, decidir a qué modalidad conviene adscribir una pieza u otra. Labilidad genérica; recurrencia de escenarios, de personajes, de motivos temáticos; continuo estilístico: el territorio narrativo de Onetti no ofrece apenas promontorios desde los cuales jerarquizarlo. Las obras completas de este escritor configuran, así, una perspectiva circular; admiten ser abordadas desde cualquier punto, sin que el itinerario escogido, por aleatorio que sea, desfigure el efecto del conjunto. Con muy buenas razones cabría dudar entre emplear aquí la etiqueta de obras completas o, más ceñidamente, la de obra completa.Por otra parte, Antonio Soler comenta el gusto por lo policial de JCO:Puede que alguna vez, o siempre, Onetti tratara de escribir novelas estrictamente policiales. Nunca lo consiguió. Quizá le ocurriera lo mismo que a su maestro Faulkner cuando intentó escribir una novela del género para ganar dinero y le salió Santuario. Es lo que a veces vemos en Onetti. Una trama policiaca de fondo devorada por el autor, por el peso de su mundo. Viscoso, difuso. Detrás queda el decorado, el regusto de lo policial. Pero apenas es un paisaje borrado por una lluvia densa. Dentro de Onetti siempre llovía. Siempre había callejones solitarios, mujeres pintarrajeadas y sensuales. Y un misterio por resolver. Sólo que al acabar de leer las novelas los misterios no se resolvían. Se habían trasladado a nuestra existencia y formaban parte de nosotros, como una gloriosa epidemia.Cierran el homnaje palabras de Luis Mateo Diez y Luis Landero, así como una reseña de Joaquín Marco al tercer tomo de las Obras completas de Onetti.



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26 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Brasil en la FIL Lima

Joao Paulo Cuenca en Lima. Foto: daniel mordzinski. Fuente: haycartagena blog El país invitado de honor para la próxima FIL Lima, que empieza en un mes aproximadamente, será Brasil. La invitada estelar será Nélida Piñón, vendrá también la crítica y narradora (gran amiga y conocedora de la obra de Mario Bellatin) María Alzira Brum, se rendirá un homenaje a Clarice Lispector y, lo que es una noticia excesivamente buena para mí, vendrán dos compañeros Bogota39 como son Santiago Nazarain y mi entrañabla camarada del "Bantú" Joao Paulo Cuenca. En "Correo" aparece una nota por Carlos Sotomayor, enviado a Brasil:En un pequeño pero cálido auditorio, en la sede de la Academia Brasileira de Letras, se realizó una conferencia de prensa en la que participaron las presidentas de las Cámaras del Libro de Perú y Brasil, Gladys Díaz y Rosely Boschini, respectivamente. También estuvo presente el embajador de Perú en Brasil, Hugo de Zela. De Zela señaló que si bien se han profundizado las relaciones políticas y económicas entre nuestros dos países, aún falta trabajar en el aspecto cultural. "Es penoso que no nos conozcamos lo suficiente", acotó. Rosely Boschini manifestó, por su parte, que para ellos es muy importante estar presentes en la FIL-Lima 2009 como invitados de honor. "La Cámara Brasileña del Libro está realizando todos los esfuerzos para que nuestros editores puedan participar. Nuestra presencia será de peso y podremos así mostrar nuestra cultura. Además de Nélida Piñón vendrán otros autores como María Alzira Brum, Santiago Nazarian y Joao Paulo Cuenca, entre otros. Se llevarán a cabo una serie de mesas redondas con especialistas dedicados al fomento a la lectura, además de presentaciones de libros, conferencias y coloquios. Además de la proyección de un ciclo de cine brasileño, se realizará un homenaje a la celebrada escritora Clarice Lispector.



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26 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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un raro español, antonio muñoz molina

 

 

 

Hace muchos años me encontré en Madrid con un joven serio. Acababa de publicar "Beatus ille", una sorpresa en la narrativa de los años ochenta. Llegaron escritores de mi generación y se pusieron a contar historias. Recontar el pasado, rescribir el presente. Llamazares, Millás, Ferrero, Rosa Montero o Gándara con Muñoz Molina y otros renovaron nuestra literatura. O al menos fueron puente para otras formas y otros fondos. Fuera estaba creciendo la "movida" pero ellos tuvieron la sinceridad de mirar hacia dentro, hacia atrás y hacia los lados. Lo que no quiere decir que no estuvieran dotados, unos más que otros de un muy singular sentido del humor. También del hartazgo o del desencanto. Como os guste llamarlo.

Hablaré de los tres escritores- maestros dice la cita- otro día. Hoy quería empezar diciendo algo del último en intervenir, de Antonio Muñoz Molina.

Desde su primera novela, incluso desde sus primeros escritos en los periódicos que después fueron sus primeros libros, sorprendía, su mirada moral. Su capacidad para reflexionar sobre "éste país de todos los demonios". No ha dejado de preocuparse de Sefarat, sus vicios, sus sueltas virtudes, sus heterodoxias y sus insoportables maneras de afirmar, de vez en cuando, lo peor de nosotros mismos.

Entre las muchas cosas que señaló, en su reflexión de español que vive voluntariamente desterrado en la capital del mundo la mitad del año, dos me sorprendieron y me hicieron reflexionar. No tengo tiempo, ni quizá ganas de hacerlo ahora, pero lo dejo señalado para invitación del que quiera hacerlo. La primera es que no fuimos demócratas, al menos que la mayoría no lo éramos y por varias razones. No sabíamos. E incluso no queríamos. Es cierto que algunos estábamos más preparados para que esto fuera un republica de izquierdas- ¿cómo sería eso?- que una democracia occidental. De esa carencia éstos lodos. ¿Queremos y sabemos ser demócratas?

Y la segunda cuestión, que mucho tiene que ver con la anterior. Llegará un día que no nos parecerá raro que alguien entre nosotros se levante, por ejemplo de un desayuno placentero de un domingo, y:"diga perdonarme, pero tengo que ir a misa". Y no pensemos todos, quiero decir los nuestros, nuestras afinidades electivas, lo que hemos elegido cómo amigos, ¡qué tipo tan raro! Soportaríamos amistades que fueran creyentes de esas misas que nos parecen tan incomprensibles a nosotros los cultos y demócratas. ¿Tiene que llegar nuestra formación democrática hasta el extremo de tener que admitir esos fanatismos religiosos? Las creencias y las misas, ¿también debemos admitirlas como las admitimos en nuestras madres, aunque no las compartamos?

Otro día sigo con Muñoz Molina y sus reflexiones. Incluso con algunos de sus educados y vehementes cabreos sobre el cómo somos y dónde vamos.

 

 



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26 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La chica que no creía en los hombres

 

Sostiene el Presidente Berlusconi que no se acuerda de Patrizia d'Addario. Hay tantas chicas en su vida que no es fácil recordar a otra rubia despampanante. Pero la prostituta da muchos detalles acerca de las fiestas privadas organizadas por el Cavalliere. Acudió a dos en el Palacio Grazioli y formó parte del grupo de veinte chicas invitadas a reír los chistes del anfitrión, cenar tallarines con setas y tarta de yogur. "No era una cena de gourmet" dice. Berlusconi se refiere a Patrizia como "la chica que no cree en los hombres" y le promete resucitar su fe perdida. Luego reparte regalos: las típicas mariposas, dice Patrizia, tortuguitas, pulseritas, collarcitos y sortijas. Bailan muy agarrados: sonaba My Way (se supone que la canta Frank Sinatra). Y luego llega el que parece ser el gran momento de la orgía berlusconiana, la proyección del potente afrodisíaco que tanto agrada al Presidente. Se apaga la luz del salón, las chicas se sientan en los sofás y se enciende la pantalla: un vídeo larguísimo en donde el Presidente aparece en sus posturas predilectas: ante la multitud que corea aclamaciones fervorosas, con los líderes internacionales, en entrevistas o en disputas parlamentarias. Mientras las chicas hacen la ola, Berlusconi, servicial, se levanta para pedir champán y pizzas.



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26 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Clase XLI. La importancia de un buen inicio

Tanto en una novela como en un cuento las primeras frases tiene una importancia capital en el desarrollo de la historia. Naturalmente, no de la misma manera pues el cuento requiere el brío de la inmediatez, mientras que la novela echa a andar desplegando muy lentamente la fuerza necesaria para poner en marcha una historia de muchas páginas. En el cuento, que es el caso que nos ocupa, la dificultad de un buen inicio tiene que ver con la capacidad del narrador para mostrar en pocas palabras las líneas de tensión de toda la historia, de manera condensada y al mismo tiempo sugerida. Quiere decir que esas primeras líneas del cuento deben registrar todo lo que se va a contar... pero naturalmente sin revelarlo, apenas apuntándolo. También deben ser líneas sugestivas, que más que ofrecer una respuesta se formulen como una pregunta, como un enigma, como algo que nos invita a seguir leyendo: el inicio de un buen cuento suele plantear una crisis. Y casi nunca se limita a describir una situación estática o un mero paisaje pues eso suele quitarle a la historia el ímpetu necesario para arrancar: «El sol ya se ocultaba en el horizonte y los pescadores lentamente volvían a sus casas comentado la dura jornada....» pues no. La cuestión es que el inicio debe ser fundamentalmente dinámico, ágil, lleno de preguntas e imágenes. Muchas veces ese primer párrafo tiene que trabajarse, pulirse o simplemente borrarse, pues como sabemos por experiencia, lo primero que uno escribe a la hora de abordar un cuento, no siempre es lo que queda en la última versión, por eso propónganse un ejercicio: cuando tengan el cuento terminado busquen quitar, sin más, las primeras cinco o diez líneas del texto y pregúntense si acaso así no entramos directamente en materia, si acaso no estamos suprimiendo líneas innecesarias. Verán entonces en cuántas ocasiones esas primeras líneas no sirven o son muy flojas, o muy explícitas, o demasiado estáticas.

La propuesta de la semana:

Queremos que esta semana cuelguen directamente en esta página, las cinco primeras líneas de un cuento. Intensas, sugestivas, anticipatorias... que nos den ganas de seguir leyendo! Estos inicios se los pueden inventar (ya veremos que opinan sus compañeros) o copiarlos de aquellos escritores que más les gusten o ambas cosas. En cualquier caso, esperamos contar el viernes próximo con un buen número de ellos.

Un saludo y buena semana a todos.



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26 de junio de 2009
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El Boomeran(g)
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