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Eder. Óleo de Irene Gracia

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No habrá cenas en mi casa

No es habitual que una personalidad pública como es la presidenta de una gran compañía comunique la suspensión de una cena en su casa a través de un periódico. Menos todavía que pida perdón a sus clientes por haber tenido la mala ocurrencia de convocar tal festejo. Esto sucedió ayer en Washington, donde los lectores del principal diario de la capital federal de Estados Unidos pudieron leer una carta a ellos dirigida y firmada por Katherine Weymouth, la presidenta ejecutiva y editora del propio Washington Post. La cena, convocada en su casa y ahora suspendida, debía reunir a miembros de la Administración del máximo nivel, a periodistas y ejecutivos del Washington Post y a los empresarios, particulares y lobbistas que accedieran a pagar la friolera de 25.000 dólares por una silla, y formaba parte de una serie de diez reuniones en la mesa de su comedor particular dedicadas a discutir sobre los principales temas de la actualidad política norteamericana, desde la reforma del sistema de salud hasta las nuevas políticas energéticas.

La carta a los lectores no deja margen de dudas: la iniciativa ha sido anulada porque permitía dudar de ?la independencia e integridad? del periódico. La editora intentó en un primer momento echar las culpas al departamento de marketing, que es el que redactó y difundió el folleto que suscitó las alarmas de los colegas de otros periódicos. Apenas lo había esbozado, su gesto ya fue afeado por todo el establishment periodístico de Washington, donde la tradición del oficio obliga a propietarios y directores de periódicos, los publishers y los editors, a comerse cada uno su sapo sin rechistar cuando se mete la pata en vez de transferir esta responsabilidad a los escalones inferiores. Al final, la señora Weymouth, probablemente muy bien aconsejada por su propio tío, Donald Graham, que la antecedió brillantemente en su puesto y ahora ocupa el cargo de presidente no ejecutivo de la compañía, decidió cargar sobre sus propias espaldas el error, con palabras que no ofrecen dudas: ?El folleto no fue el único problema. Nuestro error fue sugerir que organizaríamos y participaríamos en una cena off-the-record con periodistas e intermediarios del poder (power brokers) y además esponsorizada?. ?Como editora forma parte de mi trabajo asegurar que apoyamos los criterios que son más coherentes con nuestra integridad y la de nuestra organización?, dice la carta. Y añade: ?la pasada semana yo les defraudé a ustedes y a la organización. El Washington Post se mantiene comprometido, ahora y siempre, a los más altos estándares de la integridad periodística. Nada es más importante para nosotros que esto, y nada hará cambiar este compromiso?. La señora Weymouth anuncia que buscará otros sistemas para compatibilizar estos códigos rigurosos de conducta exigibles a la prensa de referencia, con su proyecto de buscar ingresos para el periódico utilizando el prestigio de la cabecera. La iniciativa tiene que ver con las pérdidas que está registrando el diario, que se elevan a 19?5 millones de dólares en el primer trimestre de este año. Weymouth estudió leyes en Harvard y dirección de empresas en Standford y no tiene experiencia periodística, al contrario de lo que suele ser habitual entre los cachorros de las principales familias editoras de diarios en Estados Unidos. Se ha subrayado que otros medios convocan reuniones del mismo tipo, con altos derechos de participación o esponsorización. En la mayor parte de los casos, se trata de reuniones abiertas como mínimo a la prensa. Nadie puede concluir que sus elevadas cuotas sean el pago a un acceso privilegiado y exclusivo a fuentes de la administración y a los periodistas que las cubren. Ninguna de ellas, de otra parte, utiliza el prestigio no ya del periódico sino de su propietario, como iba a hacer el gran diario washingtoniano bajo el pomposo nombre de ?El Salón del Washington Post?, en abierta evocación al pasado glorioso de la familia propietaria. Cenar en casa de Weymouth prometía convertirse en una experiencia tan fructífera como lo fueron en los años 70 y 80 las cenas con el ?todo Washington? organizadas por la abuela de la actual ejecutiva del Washington Post, Katherine Graham. Dicha señora ya fallecida, que no estudió derecho ni empresa en las mejores universidades, cuenta entre sus méritos indiscutibles una hazaña diametralmente opuesta a la planeada ahora por su nieta como fue dar todo el apoyo a la redacción de su periódico en la publicación de los Papeles del Pentágono, sobre la presencia americanan en Vietnam, a pesar de su calsificación como 'top secret', en 1971, y la investigación del Caso Watergate, que condujo a la caída de Nixon en 1974. No hay lugar a dudas que en el comedor de la abuela Graham coincidieron también políticos, periodistas del Post y lobbistas, pero nunca como fuente de negocio de su compañía ni con el objetivo de organizar un discreto tráfico de influencias. Menos todavía para influenciar en la línea de su periódico, de la que fue su garante durante los años en que estuvo al frente, con evidentes muestras de enorme valentía como editora. El periódico washingtoniano que tiró de la señal de alarma ha sido Politico, fundado por antiguos periodistas del Post. Se trata de una publicación gratuita, que se distribuye en Washington y tiene una estupenda edición digital. Su especialidad, significada en su propio nombre, le lleva a competir con gran pericia con la gran prensa de referencia y especialmente el Post. Pero la información más ácida la ha dado el Times de Nueva York, que rivaliza con el Post de Washington en profesionalidad y rigor periodísticos. Su sarcasmo no podía ser más cruel: sabíamos que los redactores del WP no se compraban, ahora vemos que se alquilan.  Todo esto no es una simple historia washingtoniana, de esas que apasionan a los periodistas y a los políticos más americanizados. En absoluto. Es una historia aleccionadora sobre lo que está ocurriendo con el periodismo, protagonista de primera línea de esta crisis descomunal que estamos atravesando y en crisis él mismo como oficio y como negocio. Hay que ir con cuidado a la hora de buscar nuevas fuentes de ingresos. No se puede hacer cualquier cosa con una cabecera de tanto valor como el Washington Post. Lo que da sentido tanto al periodismo como al negocio, en la medida en que todavía existe y en la medida en que hay que intentar que siga existiendo, son las reglas más exigentes que lo han hecho grande en cuanto a profesionalidad y a calidad. Pocas bromas. O recordando al viejo Ors y su frase enigmática: los experimentos, con gaseosa. (Enlaces; con la carta de la señora Weymouth a los lectores, con Politico, con New York Times)



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5 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Innombrable

Tengo una picada enrojecida en la pierna y ayer me levanté con todo el cuerpo adolorido. Lo primero que pensé es que me había contagiado con el dengue, que ha vuelto a brotar ?como en todos los últimos veranos- en los barrios de mi ciudad. Por suerte no me ha llegado la fiebre, así que a media mañana descarté que estuviera enferma de ese virus, también conocido como ?rompehuesos?. De todas formas no puedo dar por descontado que lo atrape, pues muy cerca de mi casa hay varios casos y en estos días lluviosos el número de mosquitos aumenta. Lo más llamativo de la presencia de esta enfermedad entre nosotros es la negativa oficial a informar del número de contagiados o a mencionar la palabra ?dengue? en los medios informativos. Si vas al hospital con todos sus síntomas, recibes un tratamiento en el que no se pronuncian las seis letras que conforman la maldita palabra. En la tele, pasan anuncios de cómo contrarrestar al Aedes aegypti, pero nadie aclara que todo eso se debe a la existencia del dengue entre nosotros. Sin estadísticas ni datos, los ciudadanos vamos reconstruyendo el número de infectados a partir de los rumores que nos llegan de amigos y conocidos. La alarma crece, pues siempre se puede sospechar que hay una mayor incidencia de la que ha llegado hasta nuestros oídos. El silencio alrededor del dengue responde a la permanente intención de no confesar algo que dañe la imagen del país. Decir que en nuestro ?paraíso? tropical la enfermedad ya se ha hecho endémica de tanto repetirse y que los turistas deberían ser advertidos de sus brotes, excede los arranques de honestidad que se permiten nuestras autoridades. Ahora bien, no reconocerla no disminuye la fiebre ni calma la preocupación de los enfermos y sus familiares. Todo lo contrario. Pueden ponerle nombre al dengue o esconderlo en galimatías como ?fiebre, dolores en las articulaciones y erupción en la piel?, pero eso no espanta el riesgo; no nos ayuda a olvidar que al llegar julio y agosto él es una presencia inseparable en nuestras vidas.



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5 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Siempre nos quedará Toulouse

 

Grandes lienzos decoran la primera planta del palacio municipal con escenas históricas y costumbristas entumecidas por el paso del tiempo. Las escaleras que un día ascendieron mandatarios presuntuosos, hoy las suben algunos curiosos despistados. Contemplan el antiguo salón de baile como si fuera el decorado de una vieja película y se miran de reojo en los descomunales espejos temiendo dejar en ellos una huella demasiado clara de su figura. Sin muebles ni boato, los altos techos y las volutas ornamentales que se rizan sobre nuestra cabeza resaltan la nimiedad del visitante, como si fuera un intruso consentido por el repentino desfallecimiento de la Historia. Aún así, le pregunta a la amable muchacha encargada de vigilar el Capitol: ¿dónde está Jean Jaurés? Ahí mismo, responde sin dejar de sonreír, en el Paseo de los Soñadores, el que lleva gabardina y canotier. El visitante retrocede para abarcar de un lado a otro el gran mural: en la orilla del Garona se levanta la fachada neoclásica de la Escuela de Bellas Artes, el poderoso contrafuerte que previene las crecidas del río y la frondosa arboleda. A este lado, junto al apacible discurrir de las aguas, pasean concentrados en sus pensamientos algunos ciudadanos ilustres de la ciudad, librepensadores ensimismados, alimentando con el susurro de una conversación siempre inquisitiva la fortaleza de su discurso político. Entre ellos, Jean Jaurés, el socialista que injertó en la República Francesa el nervio de su modernidad: la ley de laicidad que separó definitivamente a la Iglesia del Estado y convirtió al país vecino en esa república de maestros que tanto hemos admirado.

Las extrañas simetrías que impone el tiempo han querido que la misma orilla del río sea desde el pasado sábado el Quai de l'exil republicain espagnol. En la evocadora resonancia mucho tienen que ver los concejales socialistas de Toulousse, algunos de ellos hijos de los republicanos españoles que con su alcalde Pierre Cohen a la cabeza recuerdan lo que el descuido podría condenar a una penoso olvido: 1. la hospitalidad de la villa tolosana convirtió en ciudadanos a los perseguidos españoles (¡casi un 10% de su población); 2. Los republicanos vivieron el largo exilio como un refugio temporal, no como una derrota.

Se lo digo a Domingo García Cañedo, director del Instituto Cervantes, mientras almorzamos en casa de nuestros comunes amigos tolosanos, Catherine y Jöel, a la derrotada España sí le convendría examinar la dignidad moral con que puede sostenerse un legado existencial durante 70 años para calibrar la magnitud de lo perdido en el interior del país. Es cierto, que el sistema parlamentario restaurado en la España de los 70 supone una cierta retribución a la generación de nuestros padres y abuelos, pero la adocenada y destartalada cultura política de una ciudadanía entregada al jolgorio del consumo... ¿qué tiene eso que ver con la tradición de la enseñanza pública republicana?

En la fiesta que se celebra en el Quai de l'exile republicain espagnol, después de los vibrantes discursos (Alfonso Guerra recuerda a los anarquistas, socialistas y comunistas españoles que encontraron cobijo en Toulouse pero que ganaron su ciudadanía a pulso como miembros activísimos de la Resistencia) tengo ocasión de escuchar por primera vez en directo a Vicente Pradal, compositor y cantante, a su hijo Rafael, pianista virtuoso que recuerda con su ejecución las evocadoras digresiones musicales de Keith Jarret y de Chano Domínguez, y la conmovedora voz de su hija Paloma. Un prodigio sinfónico que surge de la reinvención del flamenco exento al fin de esa desgarradora queja implorante del drama español.

Podrá rastrearse la estela de los artistas españoles criados en Francia en la elegante bailora Fany Fuster, elaborada síntesis (como me dice la madre de Vicente Pradal, Claire, la viuda del pintor Carlos Pradal) de técnica tradicional, humor y creatividad.

Más tarde recordaré que al elegir Toulouse, las columnas de los perseguidos españoles seguían el rastro de un ilustre predecesor: Francisco Sánchez (1551-1623) judío español, médico y filósofo que, huyendo de la insaciable Inquisición española, desarrolló en su elocuente obra una de las más certeras y subversivas corrientes del pensamiento filosófico, el escepticismo que constituiría uno de los pilares reflexivos de la Modernidad. Francisco Sánchez enseñó en la misma Universidad de Medicina de Toulouse donde poco antes estuvo otro español, Miguel Servet.

Siempre nos quedará Toulouse.



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5 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Martín Casariego

 

 

Me pregunto de dónde le viene tanta serenidad a Martín Casariego como si todos esos contratiempos de los que nadie se libra no le hicieran mella, como si fuera dueño de sabias claves con las que manejar la vida. Me lo encontré hace poco en el Cock y hablamos de su última novela, La Jauría y la niebla, publicada este año y con la que ganó el II Premio Logroño de Novela. Una novela magnífica sobre el aprendizaje, sobre la dureza de tener que adaptarse al grupo y a la realidad, donde la felicidad y la desgracia se dan la mano. Una historia en la que cada uno tiene que sobrevivir a su manera, tanto el adolescente Ander, que no tiene más remedio que armarse de valor a diario para entrar en esa aula que le chupa la sangre y la energía, como su hermano pequeño, como el escritor Ignacio Mayor que acudirá al Instituto donde estudia Ander a dar una conferencia. Me ha recordado tanto mis días de colegio, en que la vida se concentraba en un edificio. Por eso, para mí, en esta novela el Instituto representa el mundo en el que hay que entrar con pies de plomo y corazón blindado para que no te lo destrocen, lo que tampoco es posible porque el corazón necesita querer, admirar, sentir. Y en este camino a veces se pierde la inocencia, y el problema es cómo recuperarla. No es tan fácil. Como no es nada fácil la sencillez con la que Casariego nos conduce por los vericuetos de las emociones. Mejor que sencillez (una palabra algo manoseada en literatura), serenidad.

En realidad, serenidad no significa sencillez. El mismo Martin Casariego no es nada sencillo. Se apoya en la barra del Cock envuelto en un aire de misterio indescriptible y con su mirada a lo Ralph Fiennes, que él ni remotamente sabe que tiene.

También está por allí su hermano Nicolás, otro novelista inspirado. Al resto de la familia no la conozco. Por desgracia no llegué a conocer a Pedro Casariego, un poeta profundo y de enorme talento, con uno de cuyos poemas Martin abre su novela:

¿Dónde está la fruta

para nosotros los débiles?

Caen las naranjas

siempre en otras manos

.........

Casariego, como servidora, lleva ya veinte años en la tarea de escribir libros. Empezó con Qué te voy a contar (1989) y hasta hoy. Además de escribir en los periódicos ha colaborado en guiones de películas con mucho éxito como Amo tu cama rica (1991) y en la adaptación de sus propias novela Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero. Y ahora a disfrutar de su lectura.

 



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5 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Yo sí quiero

La semana pasada estuve participando de un proceso de alfabetización destinado a bloggers que recién comienzan. Después de seis meses de reunirnos para intercambiar conocimientos en nuestro Itinerario, se hizo necesario contar con sesiones separadas para quienes se adentran por primera vez en el mundo de las bitácoras. Como quien aprende a deletrear, los participantes de estas clases básicas unieron textos e imágenes para subir por sí mismos los primeros posts. El método empleado para enseñar el uso de Wordpress lo llamamos ?Yo sí quiero?, porque descansa en el deseo personal de opinar ?libremente- en un blog. Todo aquel que enseñe algo debe hacerlo como si regalara un par de alas, pues sólo el ?alumno? podrá decidir si quiere o no volar con ellas. Con ese respeto, hemos mostrado los caminos para expresarse en el ciberespacio, sin que eso implique ningún compromiso unitario o de fidelidad por parte de quienes aprenden. Yo sí quiero, porque el tirón de las ganas puede llevarnos a hacer aquello a lo que ni siquiera la voluntad nos compulsa. Cuando se ha vivido en medio de consignas, arranques voluntaristas de unos pocos y tareas obligatorias, el deseo personal se convierte en una meta a reconquistar. ?Yo sí quiero? debería ser la frase que acompañe al tan mentado ?Yo sí puedo?, pues no basta con tener la capacidad de aprender si carecemos del apetito de usar esas letras o esos kilobytes descubiertos, para dejar atrás el suelo.



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4 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La pluralidad literaria latinoamericana

Fuente: letras libres "¿Hacia dónde se dirige la literatura latinoamericana?" fue la pregunta recurrente del encuentro Bogotá39. Y la respuesta era siempre un montón de dedos (aunque no precisamente 39, algunos preferían no contestar simplemente, lo que también es muy indicativo) que señalaban hacia lados contrarios. El sello literario por excelencia de la literatura latinoamericana actual es la dispersión. Eso es un hecho. Así lo constata justamente Gustavo Guerrero en un artículo en Letras Libres titulado "Crítica del Panorama" en el que se lee: "(...) en estos comienzos del siglo XXI resulta francamente muy difícil establecer algún vínculo entre los singularísimos libros del peruano Mario Bellatin, por ejemplo, y las propuestas narrativas igualmente singulares del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, el argentino Rodrigo Fresán o el mexicano Álvaro Enrigue. A lo sumo, se podría dibujar con ellos un circunscrito mapa de preferencias o afinidades electivas, pero no una visión de conjunto ni menos aún una poética". Guerrero no rehuye a la posibilidad de hablar del estado actual de la literatura latinoamericana, a pesar de que aquello es una construcción y no un estado fijo e inmóvil. Sus conclusiones, por supuesto, son estimulantes. La palabra pluralidad es la fundamental. Dice:(...) creo percibir que, más allá de su aparente diversidad, la discusión gira, en el fondo, en torno a un problema esencialmente semántico: la interpretación del sentido del término latinoamericano cuando se le utiliza para calificar a la literatura de la última generación de novelistas y escritores del área. Digamos, para ser breves, que muchos de los más jóvenes sienten que su trabajo ya no tiene nada que ver con ese adjetivo, pues con él se sigue haciendo alusión, consciente o inconscientemente, a los dos grandes relatos modernos sobre cuyas bases se reelabora un concepto global de la literatura latinoamericana en tiempos del boom, allá por los años sesenta del siglo pasado. Me refiero, por un lado, al metarrelato revolucionario que encarna en aquel momento la Cuba de Castro, la narrativa marxista que hace de la literatura latinoamericana la vanguardia estética del combate político por la emancipación continental. Y me refiero, por otro lado, al metarrelato de lo real maravilloso o el realismo mágico, la narrativa cultural que ve en esta variante del género fantástico el punto final del largo viaje de la literatura latinoamericana en busca de una identidad colectiva. Ambos relatos, que tuvieron antaño el poder de reunir una multiplicidad de autores y de obras bajo un solo principio, hoy han perdido buena parte de su prestigio, de su fuerza descriptiva y su capacidad aglutinadora. En este sentido, uno no puede sino darle a razón a Fornet cuando reconoce que, entre las hornadas más recientes, ?la Revolución cubana, aunque permanece como dato cronológico, se va diluyendo como punto de referencia político y cultural?. En lo que respecta al otro metarrelato, Jorge Volpi no puede ser más claro al señalar que la aparición en los noventa de grupos literarios como McOndo y el Crack parte del deseo de los novísimos de escapar a la obligación de practicar el realismo mágico y de ser así latinoamericanos. Álvaro Enrigue, que se asoma al debate, parece resumirlo todo en una frase al reseñar recientemente un libro de Alejandro Zambra: ?Sí hay una literatura latinoamericana, lo que sucede es que ya no tiene los marcadores ideológicos que la hacían parecer clara y distinta" Pienso, como Enrigue y algunos más, que es bastante improbable que la denominación literatura latinoamericana vaya a desaparecer de veras en un futuro próximo, pero insisto en que todo el que quiera dibujar un panorama actual, tendría que tomar muy en cuenta este proceso de redefinición identitaria que se está desarrollando ante nuestros ojos y que no sólo marca el paso de una generación a otra, ni de una época a otra, sino que supone un cambio en el concepto mismo de identidad. Y es que, como buenos hijos de la postmodernidad, nuestros últimos escritores, muchos nacidos después del boom, son los primeros que viven su identidad latinoamericana no como una evidencia indiscutible e intangible, no como una esencia prácticamente sagrada, sino como un objeto histórico sujeto a cambios y variaciones, que puede construirse y reconstruirse, y que no excluye la libertad de elegir entre diversas versiones ni la posibilidad de reinventar versiones más personales o individuales. Dicho en otras palabras: hemos entrado en el tiempo de las identidades post-tradicionales, abiertas y reflexivas, en una dinámica en la que cada cual adapta de distintas formas los rasgos comunes al proceso de crearse un rostro propio y viceversa. Mi poncho es un kimono flamenco es el título de un libro del peruano Fernando Iwasaki, que aparece en 2005. Dentro de esta perspectiva, el gran reto, para cualquiera que pretenda pintarnos hoy un panorama literario, no está tanto en negar que puedan ser auténticamente latinoamericanas las novelas del colombiano Juan Gabriel Vásquez, del boliviano Edmundo Paz Soldán o del venezolano Juan Carlos Méndez Guédez. El gran reto está más bien en comprender cómo cada una de ellas es latinoamericana a su manera, es decir, como impugna, reelabora, tacha, modifica o desconoce el hipertexto identitario y, al hacerlo, desplaza o transforma la definición del campo entero (...) Yo no soy por principio ni optimista ni pesimista en lo que se refiere al porvenir de las letras de América Latina, pero sí creo, como ya lo he dicho en otra parte, que una de las claves del futuro reposa en la capacidad de las más recientes generaciones para renovar el horizonte de recepción local y global, y desvincularlo definitivamente de las solas referencias establecidas en la época del boom. Me parece ver en el debate identitario que acabamos de reseñar, un signo de que ese proceso está en marcha. No dejo de pensar asimismo en las extraordinarias posibilidades que ofrecería la creación de un espacio único del libro para todos los países de habla hispana, una reivindicación que viene tomando cuerpo entre editores, libreros y lectores en las dos orillas del español. En cualquier caso, lo seguro es que también será necesario que se renueven los hábitos de lectura y que algunos críticos, periodistas y universitarios acaben aceptando la desaparición definitiva del panorama, tal y como se le concebía hasta hace apenas unos años: a saber, como el ilusorio espejo de una totalidad. En lugar de aquellas visiones supuestamente totales ?que, en el fondo, y como vectores de metarrelatos, siempre fueron parciales? habrá que acostumbrarse ahora a los paisajes segmentados que elaboran las comunidades de lectores en la red o a las arborescencias que resultan del modesto ejercicio de discernir fragmentariamente entre un puñado de obras y autores esos rasgos de un aire de familia que varían de individuo a individuo y que ninguno consigue agotar o resumir. Probablemente muchos vean en ello un proyecto crítico escasamente ambicioso, pero, en realidad, tal vez no lo sea tanto. Y es que al poner de relieve la coexistencia de estilos, temas, escrituras, formas y géneros distintos que no se neutralizan ni se excluyen, acaso se esté allanando el camino para la labor de los filósofos que hoy ven en la heterogeneidad de la creación contemporánea un modelo pluralista para pensar la universalidad sin totalidad de las sociedades que vendrán. ~



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3 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Murió Jorge Enrique Adoum

Jorge Enrique Adoum. Fuente: elcuestionario Uno de los escritores actuales más conocidos de Ecuador (sino el más) Jorge Enrique Adoum, murió hoy en la madrugada. El célebre autor de la novela Entre Marx y la mujer desnuda, ensayista, poeta y narrador, tenía 83 años. Dice la nota:El escritor, nacido en la ciudad andina de Ambato en 1926, fue también político, ensayista y diplomático, y entre sus mayores y más conocidos éxitos figura la novela "Entre Marx y una mujer desnuda", publicada en 1976, y posteriormente llevada al cine por el realizador ecuatoriano Camilo Luzuriaga. El poeta, ensayista y narrador ecuatoriano inició sus estudios de Derecho y Filosofía en la Universidad Central de Ecuador y los terminó en la Universidad de Santiago en Chile. En Chile fue durante cerca de dos años secretario privado de Pablo Neruda, quien aseguró alguna vez que Ecuador tenía en Adoum al mejor poeta de América Latina. A su regreso a Ecuador en 1948 ocupó diversos cargos en la Casa de la Cultura Ecuatoriana. En 1949 publicó su primer libro "Ecuador amargo", que fue comentado por Neruda y Carlos Drummond de Andrade. Con los dos primeros volúmenes de "Los cuadernos de la tierra" obtuvo el Premio Nacional de Poesía de Ecuador en 1952. Fue redactor cultural del "Diario del Ecuador", de Quito, colaborador de numerosas revistas latinoamericanas de cultura y profesor de literatura en diversas instituciones. Publicó otros libros de poesía, entre ellos "Notas del hijo pródigo" (1953) y "Relato del extranjero" (1955), y uno de ensayos críticos "Poesía del siglo XX", que abarca estudios sobre Paul Válery, Rainer María Rilke y César Vallejo, entre otros. En 1960 obtuvo con su "Dios trajo la sombra", tercer volumen de "Los cuadernos de la tierra", el premio de poesía en el primer Concurso de la Casa de las Américas de La Habana y luego publicó el cuarto volumen, "El dorado y las ocupaciones nocturnas". En noviembre de 1961 fue nombrado Director Nacional de Cultura, cargo que ocupó hasta 1963 y en el marco del Programa Principal de la UNESCO para el conocimiento de los valores culturales de Oriente y Occidente viajó a Egipto, India, Japón e Israel. Posteriormente se instaló en París, donde fue, sucesivamente, lector de literatura en español, portugués y catalán para las ediciones Gallimard. Fue, además, periodista de la Radio y Televisión de Francia y traductor de la ONU y la OIT en Ginebra, donde en 1969 estrenó en francés su obra de teatro "El sol bajo las patas de los caballos", traducida a seis lenguas y representada en numerosos países de Europa y América. Volvió a París como miembro del comité de redacción del Correo de la UNESCO hasta junio de 1987. En 1973 publicó en Madrid "Informe personal sobre la situación", en México, y en 1976 la novela "Entre Marx y una mujer desnuda", que ese año obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia, otorgado por primera vez a un escritor extranjero no residente en ese país. Su libro de poesía "No son todos los que están" lo publicó en 1979 en Barcelona y ese mismo año apareció la obra de teatro "La subida a los infiernos" en alemán. Regresó a su país en 1987 y dos años después se le concedió el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo, la más alta recompensa cultural del Gobierno ecuatoriano. En 1994 fue nombrado Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en la República Dominicana. Posteriormente, publicó "De cerca y de memoria, recuerdos de lecturas, autores y lugares", recogiendo anécdotas sobre diversos escritores, pintores, políticos y otras figuras de la cultura latinoamericana. Saskia Guayasamín, cercana a Adoum, indicó a Efe que hoy se cremarán los restos del escritor y mañana se le rendirá un homenaje en la "Capilla del Hombre", la gran obra del maestro ecuatoriano Osvaldo Guayasamin, fallecido en 1999 y gran amigo del poeta. La hija de Guayasamín señaló que cumplirán el deseo de los dos artistas de ser enterrados juntos, por lo cual las cenizas de Adoum se depositarán mañana por la tarde al pie del mismo árbol donde se encuentran las del pintor, en el complejo arquitectónico que conforma la "Capilla del Hombre", en Quito.



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3 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sadam, interrogado

Con más pena que gloria ha pasado la noticia sobre los interrogatorios del FBI a Sadam Husein en los meses anteriores a su ejecución. El mundo anda muy ocupado en otras cosas como para mantener la atención y la fascinación por el déspota iraquí que se convirtió en el enemigo a batir por parte de la superpotencia americana hasta dar pie a uno de los mayores errores estratégicos cometidos por Washington en los últimos decenios. Y sin embargo, debo confesar que quizás por deformación profesional a mí me sigue fascinando todo lo que tiene relación con este caudillo y dictador árabe, cuyos crímenes inmensos e indiscutibles nadie puede discutir, pero cuya muerte ya reveló por sí sola que nos hallamos ante un personaje de un temperamento y de una talla especiales. La publicación de estas minutas, además, me parece un auténtico acontecimiento, además de una prueba más sobre la transparencia y la calidad de la democracia norteamericana

Una lectura inicial de los 20 interrogatorios y las cinco conversaciones informales entre el interrogador norteamericano del FBI y el depuesto jefe del Estado iraquí detenido confirma todo lo que sospechábamos sobre la personalidad de Sadam y los efectos deformadores de la propaganda que llegó a proporcionarnos la imagen de un loco fanatizado. Sadam fue un tipo cruel y sin escrúpulos, pero en ningún aspecto responde a la imagen del déspota caprichoso y paranoico que se trasmitió en algún momento. Al contrario, aparece como un tipo realista y pragmático, laico y nacionalista, que abomina del fanatismo de Jomeini o de Bin Laden. Fue una locura neocon, en cambio, pretender vincularle con Al Qaeda y hacerle responsable de los atentados contra las Torres Gemelas, como estas minutas del FBI terminan de demostrar. Uno de los puntos más interesantes de los interrogatorios tiene que ver con las armas de destrucción masiva inexistentes. Por lo que se puede leer, Sadam sostuvo el engaño sobre dichas armas para mantener la disuasión frente al vecino y enemigo histórico que era la República Islámica de Irán. Engañar al enemigo sobre la propia capacidad mortífera es parte del abc militar. El error de Sadam fue de perspectiva: no se daba cuenta de que un enemigo mayor que su vecino Irán interpretaba sus gestos de forma totalmente inconveniente para sus intereses. Cayó en manos de Bush cuando temía que el atacara Jamenei. Retrospectivamente puede comprobarse, pues, que la posibilidad de un Irán nuclear estaba ya entre las preocupaciones del Irak baasista de Husein. Todo ello subraya el profundo error estratégico de George W. Bush y sus neocons, que no tan sólo tenían malas ideas, sino que además eran totalmente desacertadas para los propios intereses norteamericanos. Hasta su llegada a la Casa Blanca Estados Unidos había desarrollado una política de doble contención frente a Irak e Irán, pero la destrucción del peligro que representaba el Irak baasista fue a costa de convertir a Irán en la potencia hegemónica en la zona. Ahora le toca a Obama construir una nueva política de contención frente a la fatalidad de un Irán nuclear prácticamente dictada por las imprudentes y erróneas decisiones de Bush. (Enlace con The Nacional Security Archive, realmente imprescindible para los ?fans? de Sadam. Podemos ver la ficha policial de ?Sadan Hussein At-tikriti, militar detenido?, con todas sus huellas dactilares, o enterarnos en detalle de sus grandilocuentes y pretenciosas expectativas respecto a la gloria histórica. No estaba loco, pero sí estaba aquejado de la locura de la posteridad que suele afectar a todos los poderosos, demócratas incluidos).



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3 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sesión XLI

 

Ha sido sin lugar a dudas una semana fructífera y hemos estado atentos a los muchos comentarios y sobre todo a las propuestas de inicios que han encontrado los participantes del taller: algunos extraídos de cuentos de escritores reconocidos, otros rescatados del olvido y muchos otros de cosecha propia. En todos los casos, creemos que la abundancia de los ejemplos dan cuenta inobjetable de la importancia que tiene un buen inicio, sobre todo en un relato corto. Esta es la primera parte de una cuidadosa estrategia narrativa y debe conseguir atrapar la atención de lector, sugerirle las líneas de tensión por las que discurrirá la historia y acaso contener ya, como germen, la propia resolución del conflicto. Un buen inicio de un cuento es como una apertura de una partida de ajedrez: encierra consecuencias incalculables. Por ello, ahora que hemos encontrado tantos y tan buenos inicios, vamos a elegir uno de ellos, de preferencia propuesto por algún compañero del taller y en todo caso nunca el que nosotros mismos propusimos, y vamos a contar la historia desde allí. De manera que terminaremos un cuento breve con el inicio apócrifo cuya lectura nos resulte más estimulante o sugerente.

Buen fin de semana!



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3 de julio de 2009
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III. La tumba de nuestro señor Jesucristo

No deja de haber inquina contra las misses, esas bellezas deslumbrantes que perturban al más sereno, y hay un prejuicio muy arraigado de que la belleza no se corresponde con el conocimiento, ni con la inteligencia. Se trata de adolescentes víctimas de un sistema educativo pobre, tanto en Panamá, como en Estados Unidos, tal como la he reconocido el presidente Obama, así como en muchos otros países que exportan beldades a los concursos de belleza; y el sistema escolar deficiente afecta, por igual, a hombres y mujeres. Si a un adolescente varón, feo o bonito, se le hicieran preguntas parecidas, no creo que saldría más airoso. Vean sino las desastrosas pruebas de matemática en los exámenes de ingreso a las universidades en tantos países de América Latina.

            ¿Y un adulto? ¿Un adulto que se dedica a la política? No creo que le fuera mejor. Cuando el presidente Luis Somoza, uno de los tres de la dinastía que se impuso por medio siglo en Nicaragua,  volvió de un viaje que incluía la Tierra Santa, dijo ante la manifestación que le dio la bienvenida en la Plaza de la República, que su mayor emoción había sido orar ante la tumba de Nuestro Señor Jesucristo en Jerusalén, con lo que anuló de una vez por todas la resurrección. ¿Y la famosa frase del presidente Luis Echeverría de México? "La inflación no nos beneficia, ni nos perjudica, sino todo lo contrario". Perfecta lógica cartesiana

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3 de julio de 2009
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