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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los límites de Obama

Los límites del lenguaje son los límites del mundo. Obama ha podido experimentarlo con sus discursos. Su palabra transformadora no ha conseguido saltar las murallas del Kremlin. Así se deduce de los fríos encuentros con los mandatarios rusos, el trato dispensado por los medios de comunicación, la desconfianza suscitada entre los rusos según las encuestas de opinión y, sobre todo, los corteses y breves aplausos cosechados en su solemne discurso, pronunciado sin interrupciones ni entusiasmos ante un público sobre el papel propicio a la obamanía, como son los jóvenes estudiantes de una escuela de negocios de Moscú.

Lo que funciona en Berlín y en Londres, en Ankara y en El Cairo, pierde comba en cuanto atraviesa las llanuras centroeuropeas y llega sin fuerza a Moscú. La técnica utilizada ha sido la misma que se le conoce de sus discursos dirigidos a otras audiencias específicas. Primero un gesto de respeto y reconocimiento: en el caso ruso a su herencia cultural y artística, pero sobre todo a su poder e influencia como potencia internacional. Luego otro de identificación, esta vez recurriendo al Pau Gasol ruso del hockey sobre hielo, el jugador del equipo Washington Capitals, Alexander Ovechkin, y a través suyo a la importante inmigración rusa americana. Finalmente, un último mensaje de no injerencia, formulado con insólita claridad, en referencia a Honduras y a la necesaria restauración de Zelaya como presidente, "a pesar de que se ha opuesto duramente a las políticas de Estados Unidos". Pero las palabras que caen en terreno abonado en todo el mundo se hunden en Rusia en un arenal de incredulidad. Dos de las cinco propuestas de cooperación levantan susceptibilidades en el Kremlin y buena parte de la opinión rusa. Hay tres puntos que no plantean problemas, al contrario: la desescalada nuclear, la derrota de los extremistas violentos (nótese que no utiliza la palabra terrorista) y el estímulo a la economía global. Pero no es el caso cuando se trata del interés norteamericano en la democracia y los derechos humanos, cuestión que para Rusia, como para China, afecta a la soberanía de los Estados. Y tampoco su visión del orden internacional, que lleva al presidente americano a dar por obsoletos aquellos días, ahora tan añorados en el Kremlin, "en que Roosevelt, Churchill y Stalin podían moldear el mundo en una reunión". A los rusos les cuesta creer que Estados Unidos quiera una Rusia fuerte, próspera y en paz. Tampoco suscita mucha credulidad la idea de que "la obtención del poder ya no es un juego de suma cero", como les dice Obama. Saben que hasta ahora lo ha sido. Que todo lo que ha venido ganando EE UU lo ha perdido Rusia. Y que del mundo multipolar que ahora empieza pueden extraer algo de poder ya que EE UU está, en parte gracias a Bush, en la pendiente de perderlo. ¿Y ahora nos pide usted que reprimamos nuestros reflejos imperiales? Para Obama es trascendental ganar a medio plazo este envite. Sólo doblará el espinazo al Irán bunkerizado y quizás nuclear de Ahmadineyad, el auténtico hueso de su presidencia, si convence al Kremlin de que efectivamente la cooperación no es un juego de suma cero. De ello también depende la paz en Oriente Próximo. Y por supuesto, la guerra de Afganistán, cuestión en la que Medvédev ha querido echarle una mano con el permiso de tránsito aéreo militar sobre su territorio. El presidente que está cambiando América no interesa a quienes prefieren la América de siempre, porque es la que les parece la auténtica y original. Menos todavía cuando creen descubrir en el cambio un espejismo o incluso una finta de la América que detestan. Obama ha trazado con sus tres viajes transatlánticos los límites de su mundo, el mapa de la realidad geopolítica con que se enfrenta. Este tercero no es tan espectacular como los anteriores, aunque falta verle todavía en Ghana, como presidente de orígenes africanos entre africanos. Pero será difícil que brille como en Praga con su apuesta por un mundo sin armas nucleares, en Ankara rechazando la demonización del islam o en El Cairo imponiendo condiciones a Israel. Si el primero fue el de su brillante puesta de largo internacional y el segundo el de una apuesta decisiva, como es la paz en Oriente Próximo, éste se define por las difíciles relaciones con Rusia y el tropiezo con los límites. Wittgenstein lo decía del conocimiento, pero que los límites del lenguaje son los límites del mundo es una verdad que se deduce también de los efectos y resultados que producen los discursos políticos.



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9 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Palabras de oro

Durante la presentación de El viajero del siglo la semana pasada, le oí a Andrés Neuman un par de ideas sobre el poder de la palabra que me parecieron brillantes. Pido disculpas de antemano si los reformulo de modo menos fulgurante; debería haber acudido con un grabador…
    Neuman es de los que cree que ni los nuevos medios ni el valor casi místico que esta cultura otorga a las imágenes van en desmedro de la literatura en primer término, ni de la palabra en último. Como ejemplos, dio dos concluyentes: hace ya muchos años que adolescentes y jóvenes no escribían tanto como ahora, impulsados por la necesidad de comunicarse vía mail, SMS, Facebook y hasta Twitter; en algún sentido, el arte casi perdido de la epístola se ha recreado a sí mismo con otros códigos.
    En segundo término destacó una de las medidas del éxito en la galaxia YouTube: los videos más hot no sólo son los que tienen más visitas, sino también, y de modo inevitable, los que más comentarios reciben. A la gente no le basta ni le bastará nunca con ver: necesita hablar de lo que ha visto.
    El problema –siempre hay un pero- es que ni todos los mails ni los fenómenos de venta a la Harry Potter borran el hecho de que la palabra, aunque ubícua, se encuentra depreciada en este mundo. La historia contemporánea y su multiplicación a la enésima en los medios (esto ya no es Neuman, sino mi propia percepción) nos han habituado al triste espectáculo del estadista que dice A y hace Z, del locutor que anuncia una catástrofe con una sonrisa, del concepto vital que pierde sentido a causa del manoseo. (En mi país, por ejemplo, la idea de diálogo, de concertación, no significa hoy nada porque los que cacarean esas palabras son precisamente los que siempre han sido autoritarios.)
    En el prólogo a la trilogía The Coast of Utopia, el dramaturgo Tom Stoppard cuenta la sorpresa que le produjo conocer en Praga a escritores que añoraban la censura. Esta nostalgia, descubrió pronto, distaba de ser gratuita.  “Las palabras que se escurrían más allá del censor –dice Stoppard que le decían-, eran consideradas y leídas con una atención que raramente obtenían las publicaciones de Occidente”.
    En el fárrago de la sociedad del espectáculo, es inevitable que parte de las palabras se anulen a sí mismas o se pierdan en el ruido. El peligro de la intrascendencia, sin embargo, sólo puede ser aventado de manera extralinguística.
    Así como las monedas tienen respaldo en oro, nuestras palabras tienen el respaldo de nuestros hechos. El día que nuestras acciones se vuelvan menos equívocas, nuestras palabras subirán de cotización.



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9 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Raya de pelo

Estábamos, José Manuel Mendes y yo, llorando por las incurables debilidades de la patria, con esta nuestra costumbre de ser, uno para el otro, una especie de muro de las lamentaciones, no de Jerusalén, sino del Barrio del Arco del Ciego, cuando, después de dar la vuelta al espectro y a los espectros de la política nacional y rematar la suerte con adecuados comentarios acerca de los cuernos (con perdón) de Manuel Pinho, un pesado silencio se instaló entre nosotros. Todavía pensé recordar que el Zeus de Miguel Ángel, que en Roma está, también tiene cuernos, pero consideré que sería mezclar churras con merinas y me callé antes de abrir la boca. Supongo que en ultima instancia, solo para romper el molesto silencio que parecía querer aplastarnos, José Manuel Mendes hizo una observación, más casual que verdaderamente interesada, sobre el uso generalizado de las expresiones centro-derecha y centro-izquierda y sobre la dificultad para encontrar reales diferencias entre los partidos, grupos y personas que a sí mismos de este modo se definen y clasifican. Fue entonces cuando se me presentó la ocurrencia del día, que verdaderamente ya estaba tardando. Dije: ?Querido Zé Manel, la política es como la raya del pelo, unas veces está en medio, otras veces a los lados. Rayas junto a la raya del medio denuncian cortedad de vista en quien las traza. La vida política de nuestra querida tierra es toda así: rayas en el pelo y miopías, miopías y rayas en el pelo. Lo que no cambia es el peinado.? Nos reímos los dos y mudamos de asunto. Fue una buena tarde de charla.



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9 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Lo nuevo de Daniel Alarcón

Daniel Alarcón. Fuente: the enconomist El año pasado la editorial mexicana Sexto Piso editó una colección de relatos de Daniel Alarcón titulada El rey siempre está por encima del pueblo integrada por todos los cuentos no publicados en su primer libro, aunque muchos de ellos editados en revistas anglosajonas (el que da título al conjunto, por ejemplo, apareció en Granta). La estupenda noticia es que ese libro aparecerá ahora en Perú (y me imagino que el resto de Latinoamérica) a través de Planeta. La edición es la inesperada novedad del sello en la FIL Lima 2009. La contratapa de Sexto Piso comenta así esta edición aún no aparecida en inglés:Los personajes de Daniel Alarcón se ubican en la zona limítrofe de la existencia que comprende a todos aquellos que no pudieron o supieron sumarse a esa perversa condición humana llamada progreso. La tragedia es la principal protagonista de sus relatos. Su literatura un instrumento para trazar mundos que retratan la terrible realidad deparada para los olvidados. La dolorosa condición de los descastados: hombres y mujeres exiliados, apátridas o marginados a los que no les pertenece ni siquiera su propia vida. Una versión homosexual de Abraham Lincoln, el heredero de una pareja de ciegos cuyas únicas posesiones eran los recuerdos que lograron sembrar en sus allegados, una diáspora de familias callejeras que encuentra su «tierra prometido» en un terreno abandonado, y que tienen una noche para crear un asentamiento de viviendas improvisadas para que el gobierno no les pueda arrebatar lo que constituirá su única posesión, y hasta un joven que encuentra la desdicha amorosa en la forma del vibrador de su novia, retratan el afanoso intento de Alarcón por demostrar la inagotable búsqueda de los hombres por la belleza y la felicidad. Porque es justo entre los marginados que podemos encontrar las muestras más espléndidas de la creatividad humana. Cuando sobrevivir es un asunto que no se ha dado por sentado, inventarse medios para terminar el día es una obligación. Nacido en Perú pero avecindado en los Estados Unidos, Daniel Alarcón posee la virtud de los grandes narradores: es capaz de observar la realidad desde fuera. La melancolía que anega sus entornos remite a una belleza perdida que refleja de manera más fiel la quintaesencia de los hombres que aquella «tediosa belleza del progreso».La presentación, pueden apuntar, será el 28 de julio, día de la patria. ¿No que Daniel no era peruano?



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8 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Claudia y el recurrente tema del valor

La blogger de Octavo Cerco cumple hoy 26 años. La segunda vez que encontré a Claudia Cadelo llevábamos ?cada una por una punta- un trozo de sábana con el nombre de Gorki. Fue en un concierto en la Tribuna Antiimperialista, cuando coreamos por la liberación del cantante de la banda Porno para Ricardo. Nuestros gritos se escucharon breves y apagados, debido a los golpes que nos dieron y a los enormes altavoces que difundían la imperturbable voz de Pablo Milanés. Aquella muchacha que estaba a mi lado, abriría -poco tiempo después- un blog honesto y desinhibido que tiene hoy muchos seguidores dentro y fuera de Cuba. Lo que mejor me cae de Claudia es que reconoce tener miedo, confiesa que salta cuando escucha ruidos y  que le teme al largo brazo de los segurosos. ¿Quién no? En un país donde tantos se han exhibido como héroes, declararse miedoso de antemano es algo demasiado sincero para ser aceptado. Hay una idea errada de que el valor lleva charreteras, años de cárcel, cicatrices, no la cara lánguida de una mujer tranquila, que no tiene rencor sino preguntas. Esta blogger frágil, desde su temor, desmiente esos estereotipos cada día. Hoy vamos a celebrar el cumpleaños de Claudia en nuestra casa. Con itinerario blogger, debates, algún documental y también un poco de roncito. Brindaré por esta muchacha que escribe sus opiniones, esas verdades que muchos maduros y fornidos varones sólo se atreven a susurrar al oído de sus esposas.



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8 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Homenajes a Enrique Congrains Martin

Enrique Congrains Martin. Fuente: zonadenoticias Diversos escritores han declarado hoy en los medios sobre el recientemente fallecido Enrique Congrains Martin. Aquí un resumen de esas declaraciones:Oswaldo Reynoso.- Lo conocí en el Palermo, cuando él leía un cuento que me pareció muy interesante en el que contaba sobre la pobreza urbana pero no desde arriba, como se hace en "Los gallinazos sin plumas". Congrains lo hacía desde la misma calle, pues era un escritor que sentía afecto por las clases populares. En las pocas veces que lo tarté me di cuenta que era un compañero leal.Miguel Gutiérrez.- Lo leí cuando casi era un adolescente y tuve la sensación de encontrame con una suerte de Ciro Alegría urbano, pero si se quiere más intenso. Nadie que haya leído No una sino muchas muertes (que indudablemente mereció una pelícla mejor y mpas cercana a su espíritu) olvidará a Maruja, sin duda la primera representación de la mujer en nuestra narrativa con todo su poder. Tampoco olvidará a los jóvenes amantes de ese cuento inolvidable "Domingo en la jaula de esteras" De pronto Congrains dejó de publicar y pensé que la narrativa había perdido a un escritor de muchas posibilidades. Sin embargo, más de 40 años despúes publicó dos libros que la crítica, con la ceguera y mezquindad que le caracteriza, trató con desdén e insuficiencia. Quería que Congrains siguiera escribiendo la misma historia siempre. Estas noelas las leí con asom,bro y deleite, acaso con mayor sabiduría narrativa aboradron nuevos temas y situaciones para nuestras letras, con el mismo espíritu innovador del joven Congrains. Enrique, gracias por todo lo que aprendí de ti.Antonio Gálvez Ronceros.- El escritor chinchano Antonio Gálvez Ronceros lamentó hoy el deceso de su colega y contemporáneo Enrique Congrains Martin, y aseguró que el recientemente fallecido narrador ?marcó un hito en la literatura peruana?. En su opinión, la obra temprana del desaparecido narrador se diferencia del realismo anterior practicado en el país al recrear sus relatos en medio de la gran ciudad. Recordó que Enrique Congrains llamó la atención de los lectores desde su primer libro, ?Lima, hora cero? por la fuerza de su prosa. Gálvez Ronceros llamó la atención en el hecho de que su colega fue un escritor de denuncia social que señalaba las injusticias y la necesidad de cambio. Destacó, además, cuentos como ?El niño de junto al cielo? o el relato que diera nombre al libro ?Lima, hora cero?, como representativos de la literatura que señalaba la problemática de la urbe. Asimismo, mencionó la necesidad de una reedición de la obra de Congrains para mantener su legado.Iván Thays.- Aunque no lo seguí en sus últimas y extravagantes aventuras literarias, el recuerdo de Congrains Martin me lleva a los primeros años de mi educación literaria, cuando leí ?No una, sino muchas muertes? con interés por aquel retrato tan duro de la marginalidad peruana. El recuerdo de ese autor esencial para nuestro realismo urbano se mezcla con el del joven escritor apasionado que vendía sus textos mimeografiados de mano en mano y el creador de negocios editoriales en tierras lejanas. Un día desapareció de la literatura sin aviso manteniendo un silencio de cinco décadas que no pudo ensombrecer la contundencia de su primera novela?.



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8 de julio de 2009
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I. Honduras: salir del laberinto

Ha caído el telón del primer acto en el drama de Honduras después del intento fallido del presidente Manuel Zelaya de ingresar a su país, tras haber obtenido para su causa de gobernante derrocado el respaldo unánime de la comunidad internacional. La declaración de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y la resolución de la Organización de Estados Americanos (OEA) haciendo valer la Carta Democrática Interamericana para declarar a Honduras un país paria, es lo que legítimamente se debió haber hecho para repudiar un golpe de estado que no es más que un vergonzoso retroceso hacia los tiempos oscuros de América Latina.

            ¿Pero qué viene ahora?

No hay otra manera de llamar a la deposición violenta del presidente Zelaya que un golpe de estado, ejecutado por la fuerza militar. Pero la situación se encuentra ahora en un impasse. Honduras está aislada diplomáticamente, pero con un gobierno instalado por resolución del Congreso Nacional, y todas sus instituciones funcionando, la primera de ellas el Tribunal Supremo Electoral, que debe realizar las elecciones el próximo mes de noviembre, con los candidatos ya designados mediante votaciones primarias, listos a iniciar su campaña. Ni los procedimientos utilizados para escoger los candidatos, ni el Tribunal que sancionó su escogencia, ni los candidatos mismos, ni las fechas previstas para las elecciones, han sido cuestionados hasta ahora por nadie, y es un proceso que sigue adelante.

            Las elecciones, a un plazo de cuatro meses, con una campaña que está a las puertas, es una salida privilegiada a la crisis que no puede ser de ninguna manera ignorada. Si la campaña electoral se desarrolla bajo todas las garantías, y desde su inicio se establece en Honduras una observación tanto nacional, de parte de organismos independientes de la sociedad civil, como internacional, de parte de las mismas Naciones Unidas, la OEA, la Unión Europea, y el Centro Carter, que cumple tradicionalmente estas tareas, estas elecciones serán una vía para restablecer el orden constitucional roto por el golpe de estado contra el presidente Zelaya. De esta manera, el pueblo podrá escoger libremente un sucesor presidencial legítimo, bajo el amparo de la misma Constitución Política que las dos partes en conflicto reconocen como vigente.

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8 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Aeropuerto de Funchal

Tanto para el autor, que ofrece por cuarta vez una colección de relatos, como para mí, que parece como si llevase una indesmayable cruzada en favor del más despreciado de los géneros literarios, Aeropuerto de Funchal es la enésima prueba de la gran calidad literaria que se puede alcanzar mediante historias deslavazadas y sin ilación aparente. Porque no la hay:

                El libro arranca con la relación de la desgraciada historia de amor del mánager de una orquesta de bodas y fiestas mayores mientras regresan de una de sus calamitosas actuaciones a bordo de una furgo tan tronada como todos ellos. El segundo cuento transcurre en una finca de veraneo en vísperas de que al narrador se le acabe la infancia. Después viene la historia de un tipo al que le encanta colarse en bodas ajenas. Y el siguiente es la historia de una niña enferma cuya curación, y posterior recaída irreversible, está misteriosa e inquietantemente unida a la suerte de un perro. Sin tiempo de reponerse hay que seguir las andanzas de un tipo que extrae un curioso placer en ilusionar, y luego desilusionar amargamente, a toda clase de vendedores de enciclopedias a domicilio. También está el relato de la falsa y desgraciada celebración de unas bodas de oro, falsa porque los padres no suman los reglamentarios cincuenta años de casados y desgraciada porque el padre no sólo está desahuciado sino que los hijos van a elegir tan señalado día para ventilar todos los agravios sentimentales acumulados desde la infancia. Y tras la perversa peripecia de un supuesto equipo dedicado a descubrir futuras actrices pero que en realidad vive de engañar a pobres provincianas a fin de acumular un material que luego se vende en los circuitos del porno blando, llega el último, que da título al volumen y es lo que suele llamarse un broche de oro.

                Aunque por temática y tensión dramática (lo que los anglosajones definen como mood, refiriéndose al estado del alma en un momento determinado) no pueden ser más diferentes, las narraciones comparten al menos dos características. Una, de orden puramente técnico, que están contadas en primera persona, con la salvedad de que en un par de ocasiones no es así pero da lo mismo porque la voz narradora está tan cerca del sujeto de la acción que sólo lo adviertes si después de leer el libro repasas cada cuento para comprobar quién habla en realidad.  La impresión, mientras lees, es que sólo hay una voz narradora. El segundo rasgo común no pertenece al orden técnico sino al moral: esa voz narradora transmite siempre una admirable sensación de serenidad y certidumbre (y no creo que sea exagerado hacerlo extensible a toda la narrativa de Martínez Pisón). Obviamente, esa cualidad es absolutamente positiva a la hora de sellar el pacto entre narrador y oyente que fundamenta la historia de la literatura desde las primeras narraciones orales hasta el creciente protagonismo "creador" del ordenador.

                Es como cuando oyes a un maestro ebanista hablar sobre las cualidades de las diversas clases de madera y los tratamientos que requiere cada una de ellas. O como cuando Joseph Conrad habla de barcos y las cosas del mar. El receptor, oyente, lector o lo que sea capta de inmediato que el narrador sabe de lo que habla (un poco más arriba, al intentar definir la narrativa de Martínez de Pisón he hablado de "certidumbre")  y que no parece propenso a perder la cabeza ("serenidad", decía yo). De lo cual se deduce que es una voz narradora digna de confianza y que uno puede dedicarse a lo único que cabe hacer en estos casos, es decir, servirse una cervecita recién salida de la nevera, tener a mano el tabaco por si se apetece echarse un cigarro y apoltronarse en el sofá para disfrutar del cuento (o los cuentos) que le van a contar. Y si uno es mínimamente creativo puede que incluso disfrute del momento y sepa sacarle el máximo partido posible. ¿Qué la cosa va de aquella prima un poco mayor y que tantas cosas nos enseñó y tanto nos hizo sufrir en el umbral de la adolescencia? Adelante sin miedo. ¿Qué desde las primeras líneas se intuyen los negros nubarrones que se ciernen en el horizonte de esa niña enferma, y que nos va a tocar asistir a ese momento atroz que es la muerte de un hijo ante la desesperada impotencia de los padres? Qué se le va a hacer, aunque aquí se pone felizmente a prueba el mecanismo de la confianza: cabe la razonable certeza de que el narrador no va a aprovechar la circunstancia para montarse un circo lacrimógeno y en el que los payasos se esfuerzan en hacer reír pese a tener el corazón destrozado. Como decía de mis cualidades militares la cartilla que me dieron como todo premio después de perder lastimosamente el tiempo durante trece meses de mi vida en el glorioso ejército español, "Valor: se le supone". Pues eso: duro y adelante sin miedo porque, por mal que vayan las cosas, seguro que acaba imponiéndose  alguna de las cualidades que todavía redimen al género humano, como la dignidad ante la iniquidad, o la entereza ante la desgracia. Y así hasta el relato final, que da nombre al libro y que es un pequeño prodigio de sutileza y solidaridad ante la demoledora capacidad de lo cotidiano para dar tres vueltas seguidas a la tuerca sin que, aparentemente, haya ocurrido nada digno de mención.  Como quien no quiere la cosa. Pero a la vuelta de unas vacaciones en Funchal puede que ya nada vuelva a ser lo que era.

 

Aeropuerto de Funchal

Ignacio Martínez de Pisón

Seix Barral

 

 



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8 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Diario de la peste

Nunca me lavé las manos con tanta frecuencia. Después me aplico alcohol en gel, por las dudas. Si llego de la calle me cambio de ropa y uso el gel hasta en la cara. Pero casi no salgo de casa. Esto no es raro cuando estoy hasta las narices en una novela. Sin embargo no necesito salir para registrar lo ominoso que flota en el ambiente –más allá de los virus, quiero decir.
    El nivel de ruido que llega por el balcón es menor al habitual. El mundo suena con sordina, como ocurre cuando es feriado.
    Todos los días parecen feriado. Y ahora que suspendieron los teatros y limitaron el acceso a los cines, peor todavía.
    Las pocas veces que salgo recurro a un taxi. Los taxistas no hablan o hablan de la peste. Uno de ellos me dice que rocía el interior del vehículo con alcohol, cada vez que baja un pasajero. Después de pagar bajo rápido, para no ser fumigado como un mosquito.
    Una sola vez viajo en el metro. Como resulta esperable, hay menos gente de la que suele haber a esas horas. Lo que me alivia de la peste es que, me digo, en algún sentido es democrática. Ya no se trata de sospechar tan sólo de los pobres, como de costumbre. La peste te la puede contagiar una chica rubia, o una señora paqueta a lo Rosa Martínez. Pero en seguida me corrijo: la enfermedad es democrática en el contagio, sin embargo es fascista en sus consecuencias. La gente que vive mal y come peor es la única candidata a morir. Los bien alimentados, como el jefe del gabinete de Mauricio Macri, se recuperan enseguida.
    Me lo imagino a Macri rociando el escritorio de su subordinado, apenas enterado de la noticia. Aunque ya sé que mi imaginación desvaría, porque Macri no es de los que hace nada por mano propia –salvo firmar la reducción de becas en las escuelas o designaciones de gente nefasta, como el ‘Fino’ Palacios.
    ¿Cuánta gente morirá año tras año de la gripe común, aquella que no se hizo merecedora de siglas raras o atribuciones animales? Apostaría cualquier cosa a que muere más gente que la que murió y morirá este año por cuenta de la H1N1. Pero vuelvo a las consecuencias fascistas de este mal: los que sucumben a la gripe común debe ser gente pobre, niños, viejos, moradores de sitios remotos del país –la clase de gente que no da bien en cámaras, y por ende no califica para las noticias.
    Yo no conozco a nadie que se haya pescado la H1N1. A veces me pregunto si todo esto no será un reality show a escala planetaria.
    Si vendiese barbijos con la leyenda Michael Jackson tenía razón me llenaría de dinero.



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8 de julio de 2009
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