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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Y la microhistoria

Como en la política, la historia se mueve en las grandes dimensiones del tiempo y del espacio, pero sus avatares más apasionantes y decisivos se producen en formas concentradas e intensas: en los despachos del Kremlin o de Zhongnanhai, en las mezquitas y aulas de Qom o en el despacho oval de la Casa Blanca. El historiador, el periodista, el chismoso profesional quiere tener un testigo, estar allí aunque sea de forma vicaria, mediante grabaciones secretas, narraciones de fuentes acreditadas y finalmente, si no hay más remedio, recreaciones y fantasías literarias y cinematográficas. A falta de mejores materiales, una serie televisiva como ?El ala oeste? se nutre de esta ansiedad por conocer, al fin, el poder con sus arcanos en el momento en que se toman las decisiones.

Un libro extraordinario, publicado hace apenas dos meses, incide de lleno en este afán de conocimiento verdadero, en este caso de los hechos, reuniones y decisiones que rodearon la matanza de Tiananmen, en junio de 1989. Se trata de las memorias de Zhao Ziyang, tituladas ?Prisionero de Estado?, redactadas durante sus quince años de arresto domiciliario y clandestinamente entregadas al editor de Hong Kong que las ha dado a la imprenta en chino y en inglés. Zhao era el secretario general del Partido Comunista y el hombre al que Deng Xiaoping, el auténtico hombre fuerte de la dictadura comunista, quería convertir en su sucesor. Pero los hechos de Tiananmen terminaron con su carrera en muy escasos días y con su libertad durante los 16 años que sobrevivió a su fulminante destitución. Zhao protagonizó y salió perdedor de una feroz lucha por el poder, que ya había llevado a la destitución dos años antes de su predecesor, Hu Yaobang, erosionados ambos por el poder del ala más conservadora del PC chino que eliminaron así a dos de los mayores liberalizadores de la economía china, a falta de poder hacerlo con su principal protagonista, el propio Deng. Las protestas estudiantiles de Tiananmen empezaron precisamente como homenaje a Hu Yaobang a raíz de su muerte y fueron recibidas muy pronto con comprensión por parte de Zhao y con enorme hostilidad por parte del primer ministro Li Peng y muy pronto del líder máximo Deng Xiaoping, que probablemente fue en estos años cuando terminó de convencerse, al hilo de la perestroika de Gorbachev. del peligro que implicaría para el poder comunista una traslación de la libertad económica al terreno de la política. Las memorias de Zhao permiten seguir con detalle los días que transcurren desde principios de abril hasta el 4 de junio, el día de la matanza, completando así el cuadro que ofreció otro libro imprescindible, a pesar de que sea controvertida su autoría e incluso su autenticidad, como son ?Los Papeles de Tiananmen?, trazando un cuadro tenebroso sobre la infracción sistemática de las propias reglas de juego establecidas por el partido y el estado chino cuando se trata de zanjar en una disputa interna por el poder. Pero van mucho más lejos, tanto en la exposición de sus ideas políticas y económicas como en los detalles del proceso que se le hizo fuera de cualquier legalidad y reglamento. La fuerza de una burocracia impía, el papel central de la comisión militar y de quien la preside (de quien dependen la policía, los servicios secretos y la seguridad del partido), las obsesiones del régimen, el poder de los ancianos, el secretismo y la vergüenza con que se tratan los conflictos y el miedo a perder la cara ante los gobiernos extranjeros aparecen una y otra vez en las memorias y definen las características de un régimen totalitario realmente distinto a los regímenes comunistas europeos. Estos textos de los que disponemos sobre lo que ocurrió en Pekín en aquellos días decisivos de 1989 me hacen pensar que también tendrá el máximo interés conocer algún día la microhistoria de lo que está ocurriendo ahora entre Teherán y Qom, las capitales política y espiritual del régimen jomeinista, con otros protagonistas y otras circunstancias, pero algunos componentes muy similares: una disputa a muerte por el poder interno en el momento de una sucesión, una confrontación entre quienes quieren convertir la dictadura en un régimen aceptable y quienes se encastillan en el poder absoluto, la movilización de unos jóvenes totalmente ajenos a lo que se juega entre bastidores, la sombra de la intervención de una mano exterior enemiga esgrimida siempre por el bando más reaccionario. En este tipo de regímenes es muy probable que sea precisamente en la microhistoria de estos momentos excepcionales donde podemos hallar las mejores explicaciones sobre la naturaleza del poder y de sus arcanos. (Enlaces, con el editor británico de Zhao Ziyang y con el correspondiente de Los papeles de Tiananmen?).



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28 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Perlas ocultas

Veo que todos nos hemos enfrentado alguna vez a obras pretendidamente gigantescas que, al menos para nosotros, terminaron teniendo pies de barro…
    También es posible que hayamos chocado con textos inexpugnables en un tiempo de la vida en que estábamos verdes para acometerlos; o, por el contrario, que hayamos leído entonces textos que nos parecieron geniales y tememos revisitar, por miedo a que ahora nos decepcionen. No sé, por ejemplo, qué me pasaría si leyese hoy El juego de abalorios de Hermann Hesse, que hace treinta años me pareció la profundidad encarnada. O Crónicas marcianas, por ejemplo. (Alguien me dijo hace poco que la vieja traducción de Minotauro era incluso mejor que el original…)
    Como hijos inexorables del Quijote, cargar contra ciertos mamotretos endiosados por la crítica nos produce satisfacción: se trata, a fin de cuentas, de lo que en términos folletinescos podríamos denominar la venganza del lector.
    Sin embargo yo soy de los que sienten más placer hablando bien de una novela (o película, o serie) que destrozándola. Y más aún cuando estoy seguro de haber encontrado un diamante entre el carbón de la mina. La sensación de recomendarle a otros algo que descubrimos en medio de tanta hojarasca, es de un placer inenarrable: como compartir un secreto delicioso.
    ¿Tienen alguno de estos descubrimientos para compartir conmigo? ¿Libros de los que no suele hablarse, que no fueron best-sellers ni figuran en ningún Top Ten de la crítica más reputada?
    Yo suelo socializar mis descubrimientos por este medio. Miro en derredor tan sólo para percatarme de que he hablado con ustedes de la mayor parte de los libros que, habiéndome impactado, me rodean. Para rebuscar en pos de viejas joyas debería ir a la otra biblioteca, la del fondo de mi casa. Pero puedo hablar con ustedes de un libro que terminé hoy y me emocionó profundamente: se llama The Graveyard Book y es de Neil Gaiman.
    Famoso como autor de comics (The Sandman) y relatos fantásticos (Anansi Boys), Gaiman también ha escrito libros (semi)infantiles como Coraline, que hace poco se transformó en película. The Graveyard Book (literalmente, El libro del cementerio) es de esas novelitas de las que los adultos escapan por creerlas infantiles y que asustan a muchos niños porque lidian con cuestiones oscuras. En cualquier caso, The Graveyard Book es una lectura gozosa para todos aquellos que, como yo, vivimos en una zona de duermevela que nos impide siempre ser del todo adultos.
    La historia de Nobody Owens, un niño que queda huérfano cuando bebé y es criado por los fantasmas del cementerio, me pareció encantadora, entre otros motivos, porque va a contrapelo de los tiempos: en un mundo que pretende educarnos a partir de las cosas que podríamos ganar, los fantasmas forman a Bod en lo que Elizabeth Bishop llamó el arte de la pérdida.
    Terminé de leer sus últimas páginas después de encontrarme con un amigo que venía de perder algo muy precioso, y por eso el libro me conmovió todavía más. Agrego este último dato porque sé que mi amigo lo apreciará, dado que en su momento le presté la novela: entre la gente a quien Gaiman le agradece al final está Audrey Niffenegger, la autora de una maravillosa novela que vuelvo a recomendar aquí, The Time Traveller’s Wife –otra historia exquisita sobre el arte de la pérdida.
    ¿Y ustedes, que perlas ocultas tienen para compartir?



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28 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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No salir de casa

 

 

 

Me paso el tiempo saliendo de casa. Y deseando volver. Todos los caminos me vuelven a casa. Ahora, que me encuentro en casa sin estar en casa, me tropiezo con cosas- quiero decir libros, insectos y otros animales- y uno de los más singulares encuentros es con un viejo amigo. Uno muy lejano en el tiempo, en la distancia, en la cultura y en otras muchas cosas. Uno de esos encuentros que iluminan, sorprenden, complacen y también irritan. Pensaba decir cabrean, pero estoy un poco zen y quiero disimular mis malos humores. Estoy de vacaciones, aunque siempre estoy haciendo parecidas cosas. Un día tendré que pensar que serían unas "verdaderas vacaciones".

En el interior del "amigo" reencontrado me tropiezo con estas reflexiones, con éstos viejos, eternos pensamientos que copio. ¡Me paso la vida copiando!

 

"Sin salir de la propia casa, se conoce el mundo...Cuanto más lejos se va, menos se sabe. Por eso el sabio conoce sin viajar, distingue las cosas sin mirar, realiza su obra sin actuar"

 

¿Y quién quiere ser sabio?

 

"El camino es llano,

pero la gente vulgar gusta de los senderos escarpados.

la corte está corrompida; los campos, abandonados;

los graneros, vacíos.

Ropajes lujosos, afiladas espadas al cinto, manjares hasta saciarse

y riquezas sin cuento,

a todos ellos hay que llamarles jefes de bandidos..."

 

Nada nuevo bajo el sol. No descubrimos mediterráneos.

Tengo más, pero creo que se quedarán para otro día.



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28 de julio de 2009
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Una cruz en Duchov (segunda entrega)

Siendo así que nadie mejor que él va a contarnos su vida, limitaremos esta introducción a unos cuantos asuntos que pueden orientar al lector. Y el primero de ellos es ¿a qué "vida" se refiere el título? Porque Casanova vivió decenas de vidas y no una sola; es el suyo un caso de síntesis colosal en la que es posible adivinar por lo menos cinco destinos posibles, aunque por fin venciera el menos cómodo para él. Vivió la vida de un seductor, pero también la de un eclesiástico, músico, inventor, político, científico, geómetra, médico, químico (o alquímico), economista, ¿qué vida no vivió? Este hombre tanto se dedicaba a proporcionar atractivas muchachas a Luis XV (la célebre Mademoiselle O'Murphy cuyas nalgas de melocotón aún se pueden admirar gracias a Boucher) como le escribía un estudio a la Emperatriz de Rusia para adaptar el calendario ortodoxo al europeo (Nota 2). Y sin embargo, cuestión que a él le desagradaría profundamente, ha quedado para siempre decretado como aquel que sedujo a cientos de mujeres, el fenómeno sexual de Europa. Esta es su herencia trivial.

    ¿Sedujo Casanova a muchas mujeres? Para empezar, rara vez seduce, sino que más bien se deja seducir, es decir, acepta de buen grado las ocasiones que se le presentan. Eso sí, adivina muchas más ocasiones de las que un ciudadano vulgar es capaz de intuir... o aceptar. Nunca fuerza la situación, jamás violenta a ninguna de sus amantes e incluso tiene una reserva sensible que le impide, por ejemplo, aprovecharse de mujeres ebrias. No hay nada extraño o exagerado en la vida amorosa de Casanova como no sea algo que, en efecto, es infrecuente: que se convierte casi siempre en amigo y protector de sus antiguas amantes. Muchos casanovistas lo han subrayado: el veneciano es el anti-Don Juan, su contrario y enemigo. Allí donde el aristócrata sevillano, infectado por la teología, se muestra vengativo, psicópata, misógino y engañador, en ese mismo lugar luce el burgués veneciano cómplice de las mujeres, su secuaz y su salvador en más de una ocasión. De otra parte (permítaseme la humorada) tampoco fueron tantas. No más de las que muchos universitarios actuales conocen bíblicamente entre el bachillerato y la licenciatura (Nota 3).

    Quizás el mayor misterio sea el de cómo pudo producirse semejante fenómeno: un libertino que, sin embargo, respetaba profundamente a las mujeres, en contraste, por ejemplo, con el perverso seductor Valmont de Les liaissons dangereuses (otro manual casi científico sobre las estrategias sexuales), por no hablar del marqués de Sade (Nota 4). Creo que en esa inclinación amable y loable de Casanova influyó grandemente que fuera nativo de Venecia, lugar en donde no se dio la represión religiosa que atenazó al resto de Europa durante siglos, donde la tolerancia sexual era manifiesta, y en donde (como le sucedió al propio Casanova) casi nadie era hijo de su padre. Absoluta y rotundamente veneciano, siempre en relación con venecianos que irá encontrando por todos los rincones del mundo (¡incluso en Barcelona... y le costará la prisión!), Casanova no dejó su patria hasta verse obligado a escapar.

 

Notas:

(2)- Como ejemplo de los trabajos científicos de Casanova (y en razón de que lo menciono), el lector curioso puede ver el titulado "Proposiciones de un diputado de la república de las letras, sometida al profundo juicio de la emperatriz de todas las rusias, Catalina II, con el objeto de hacer coincidir el calendario ruso con el europeo". Fue traducido y editado por La Gaceta del FCE en su nº 132 (diciembre de 1981).

(3)- En cambio, fue severamente castigado por éstas tan inocentes aficiones. El doctor Jean-Didier Vincent da la siguiente lista de enfermedades venéreas de Casanova entre los 17 y los 41 años: cuatro blenorragias, cinco chancros blandos, una sífilis y un herpes prepucial.

(4)- Hay que subrayar, además, que muchas de sus aventuras amorosas o sexuales son serias y no cosa de un día. Algunos de sus lances constituyen unas novelitas deliciosas dentro de la gran novela de su vida. La historia de la abadesa de Murano que compartió con el espléndido abate Bernis; la del travestido Bellino y esa escena digna de Hollywood que es el reencuentro con la mujer irrecuperable ya convertida en esposa y madre; la de Henriette a quien tanto respetaba y la única de quien quemó las cartas; la de Manon Balletti, y tantas otras, podrían editarse como breves narraciones libres y con fundamento propio.

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28 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La felicidad y la seguridad

En el año 1543 los arquitectos Giangiorgio Trissino y Andrea Palladio acometieron un reto de casi imposible solución del que, sin embargo, salieron airosos: convertir una ciudad medieval en una ciudad clásica. El sensacional experimento tuvo lugar en Vicenza y el motivo fue la toma de posesión de la diócesis por el cardenal Niccolò Ridolfi, quien no era, por supuesto, un clérigo cualquiera, sino un príncipe poderoso y culto, nieto de Lorenzo de Médici. Los detalles del cortejo del cardenal Ridolfi el día 16 de septiembre de 1543 pueden hallarse en la exposición Palladio, en Caixafòrum, imprescindible para adentrarse en el universo del gran arquitecto de Padua y en la que destacan las minuciosas maquetas que reproducen algunas de sus obras.

Trissino y Palladio levantaron una escenografía urbana tan convincente que el cardenal Ridolfi pudo tener la impresión de que no recorría una caótica ciudad medieval repleta de bellezas góticas, sino una esplendorosa urbe del antiguo Imperio Romano con sus arcos triunfales, sus frontones y obeliscos. El pórtico gótico de la catedral fue temporalmente completado por el frontón de un templo romano. En el momento culminante el séquito del cardenal debía pasar entre dos estatuas colosales; una representaba a la Felicidad y la otra a la Seguridad. Tras el gran éxito de la ceremonia, al día siguiente empezó a desmantelarse la enorme escenografía de madera y estuco, de la que apenas ha quedado rastro, a excepción de la leyenda sobre la capacidad casi inhumana de Palladio para suscitar sueños arquitectónicos.

Creo que la clave del éxito del montaje de Vicenza estriba en estas estatuas alegóricas que el cardenal Ridolfi debió de agradecer, por más que sabía que se trataba de un engaño. También Catalina la Grande sabía que eran falsas esas hermosas aldeas rusas que le ofrecía Grigori Potemkin, su favorito, y que detrás de la fachada de cartón piedra se ocultaba la profundidad de la miseria campesina. Y en nuestros días las últimas tecnologías también erigen estatuas a la Felicidad y a la Seguridad pues, aunque sean fraudulentas, la tarea del poderoso, si quiere perpetuarse, es simular que a su alrededor el mundo es seguro y feliz.

 

El País, 27/06/2009



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28 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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En el centenario de Lowry

Las excesivas conmemoraciones de natalicios de los escritores pueden terminar desvirtuando esta práctica, que suele ser una buena excusa para la relectura de una obra y la necesaria validación o desdén que la acompaña. En algunos casos, sin embargo, están totalmente justificadas: los cien años de Malcolm Lowry este 28 de julio, por ejemplo. Este lector da fe de que gracias a ello emprendió por tercera vez una lectura de Bajo el volcán (1947) y salió victorioso de ella (o mejor: Lowry salió victorioso de ella). Algo arredrado por los dos fracasos iniciales, estaba comenzando a considerar a Lowry en la categoría de "autores que no entiendo por qué son clásicos". Borges recomendaba no insistir con obras que se negaban a abrirse a nuestra lectura; valió la pena la insistencia.

Hay muchas cosas que elogiar de Bajo el volcán. Las lecturas simbólicas de esta novela ambientada en una ciudad mexicana (Quauhnáhuac, trasunto de Cuernavaca) en el Día de los Muertos de 1938, propiciadas por el mismo Lowry desde el prólogo a la primera edición francesa de 1949 ("el tema es... la caída del hombre... la alegoría es la del Jardín del Edén"), no deben hacer olvidar que Bajo el volcán es, ante todo, el retrato magnífico de un borracho. En las veinticuatro horas en que transcurre la novela, el ex-Cónsul inglés Geoffrey Firmin deberá vérselas con su ex-mujer, Ivonne, que ha vuelto en procura de salvar la relación, y con las fuerzas inmovilizadoras del delirium tremens: el Cónsul quiere y odia a Yvonne a la vez, y en todo caso la indecisión no importa, porque esta subordinada a la búsqueda de luz de las cantinas, antros de perdición y salvación.

No se sabe exactamente qué ha llevado al Cónsul a la borrachera -que no se sepa es uno de los grandes hallazgos de Lowry--, pero sí que, con el mezcal, el Cónsul está tratando de librarse de todo lo que "fijaba límites, confería significado o carácter o propósito  o identidad" a la "maldita pesadilla" del yo. Lowry sugirió que el alcoholismo del Cónsul podía significar "la borrachera universal durante la guerra" (la novela fue escrita entre 1935 y 1944). Sí, puede ser eso, pero no es sólo eso (esta frase podría aplicarse a todas las interpretaciones de la novela).  

Impresiona la inteligencia descriptiva de Lowry, que una y otra vez da con el detalle justo para establecer la composición de lugar adecuada y hacer que nos adentremos no sólo en la mente del Cónsul sino en un México fantasmágorico que está, por supuesto, siendo constantemente malinterpretado por el delirio alcohólico del personaje y la inteligencia narrativa del escritor inglés. En la taquilla de un cine donde los campesinos se guarecen de la lluvia, "una gallina frenética buscaba una entrada"; en un rincón de El Farolito, bar preferido del Cónsul, "un conejo blanco roía una mazorca de maíz". En vez de policías montados a caballo, el Cónsul observa "extraños animales semejantes a gansos, aunque grandes como camellos, y hombres sin piel ni cabeza, alzados en zancos". Todo esto da para una interpretación atrevida del destino mexicano: unas ancianas que se quedan sentadas en la primera fila de un autobús, "petrificadas" ante un muerto a la vera del camino, que ha hecho que el chofer se detenga y los demás pasajeros bajen a curiosear, parecen condensar una historia en la que "la conmiseración -el impulso de acercarse- y el terror -el impulso de escapar--... hubieran sido reconciliados por la prudencia, la convicción de que es mejor quedarse donde se está".

Bajo el volcán es una novela avasalladoramente autobiográfica. Nacido en 1909, Lowry ya podía considerarse un alcohólico a principios de la década del treinta. Impresiona que en esa larga batalla el escritor inglés haya podido dejar una visión tan lúcida de la grandeza y miseria de su adicción. A su muerte en 1957, el forense dictaminó poéticamente que había fallecido por culpa de la desgracia ("death by misfortune"). Que el desafortunado Lowry haya escrito una de las mejores novelas de todos los tiempos muestra que a lo largo de toda una década el trabajo y el genio creativo hicieron que hubiera fortuna para él y para la literatura.   
(La Tercera, 27 de julio 2009)



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28 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La tristeza

La emoción tiene sus vicios. La tristeza, por ejemplo, posee una destacable  capacidad de ensimismamiento (o esnifamiento) y permite asentarse voluptuosamente en su desmadejado lecho. Todas las emociones son, desde luego cambiantes al  fin,  pero algunas poseen en su interior un mayor surtido de experiencias para conservarla aposentada y estanca. Confinada o complacida en un espacio concertado y censado, en apariencia, de principio a fin pero cuya mayor prestación radica brindar siquiera con su repetición nuevas notas desconocidas de melancolía. Mil sabores de la tristeza negra, gris o amarga que pormenorizados llegan a formar una riquísima gama para la degustación y la exploración interior. La alegría, en general, se airea demasiado y tiende a perder aroma pero es propio de la tristeza su propensión a engolfarse y cultivar  en su seno gérmenes inéditos o residuos en cuya evolución,  maceración o destilación derivan en moléculas capaces de permitir un consumo tan diverso como casi infinito. Sólo cuando este repertorio colosal llega a un nivel de desbordamiento extremo la tristeza tiende a contemplarse como un fenómeno exterior y en con esa observación se achica o deshace como ante un inesperado conjuro. No obstante, hasta que  ese punto de saturación no se alcanza el mineral entristecido no cesa y sus beneficios crecen porque lo característico de la tristeza y sus derivados nace de su capacidad para recubrir el mundo de una descolorida superficie homogénea que, sin embargo, presta una luz tan peculiar que en su debilidad debilita también cuanto toca y de ese modo estar triste se parece a la lasitud adyacente a la lasitud o el estoicismo, la protección contra el bullicio mundo, la separación de sus contingencias y el alcance de la confortabilidad esencial, tan ajena a la tabarra de la experiencia como las exigencias naturales de las conquistas.



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28 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cabot

Hace años que di un portazo al mundo académico e intelectual, hastiada de ver -tan frecuentemente- la máscara colgada en los rostros de mis profesores y de mis condiscípulos. Hoy empieza mi viaje de retorno al recinto universitario, de la mano de la mención especial en los premios de periodismo María Moors Cabot que me ha otorgado la Universidad de Columbia. Un galardón que he obtenido -entre otras cosas- por negarme a asumir esa complicidad “cultivada”, que tanto me frustró descubrir en una parte de las letras cubanas. Escapando de una erudición libresca -desapegada de la realidad- fui a parar al extremo contrario: el de los circuitos y el código binario. No obstante, hay caminos que nos llevan siempre al mismo lugar y pueden hacer que una filóloga renegada vuelva a abrazar los hábitos de la academia. Especialmente, si este regreso al mundo de las togas y los diplomas ocurre por haberme comportado como una persona libre en el ciberespacio. Pienso usar  el prestigio y la protección que trae aparejado el Premio Cabot, para seguir haciendo crecer la blogósfera cubana. El alternativo intinerario que nos une cada semana ha llegado a un punto en que debe volverse una auténtica academia blogger. Como no pienso esperar a que esté permitido abrir una escuela de periodismo digital para realizar este proyecto, voy a comenzarlo incluso al margen de formalismos burocráticos y legales. La distinción que he recibido hoy puede contribuir a que nazca aquí un nuevo tipo de instrucción sin condicionantes ideológicos, sin aquellos feos disfraces que me hicieron alejarme -una vez- del mundo académico.



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28 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Derecho a pecar

En la lista de las creaciones humanas (otras hay que nada tienen que ver con la humanidad, como la del diseño nutritivo de la tela de araña o la burbuja de aire submarina que le sirve de nido al pez), en esa lista, decía, no he visto incluido lo que fue, en tiempos pasados, el más eficaz instrumento de dominio de cuerpos y almas. Me refiero al sistema judiciario resultante de la invención del pecado, a su división en pecados veniales y pecados mortales, y el consecuente rol de castigos, prohibiciones y penitencias. Hoy desacreditado, caído en desuso como esos monumentos de la antigüedad que el tiempo ha arruinado, aunque conservan, hasta la última piedra, la memoria y la sugestión de su antiguo poder, el sistema judiciario basado en el pecado todavía sigue envolviendo y penetrando, con hondas raíces, nuestras conciencias. Esto lo entendí mejor a la vista de las polémicas causadas por el libro que titulé El Evangelio según Jesucristo, agravadas casi siempre por insultos y otros desvaríos calumniosos dirigidos contra el temerario autor. Siendo El Evangelio solo una novela que se limita a ?reescenificar?, aunque de modo oblicuo, la figura y la vida de Jesús, es sorprendente que muchos de los que se pronunciaron contra ella la vieran como una amenaza a la estabilidad y fortaleza de los fundamentos del propio cristianismo, sobre todo en su versión católica. Sería el momento de interrogarnos sobre la real solidez de ese otro monumento heredado de la antigüedad, si no fuese evidente que tales reacciones se debieron, esencialmente, a una especie de tropismo reflejo del sistema judiciario del pecado que, de una manera u otra, llevamos dentro. La principal de esas reacciones, por cierto también de las más pacíficas, consistía en argumentar que el autor del Evangelio, no siendo creyente, no tenía derecho a escribir sobre Jesús. Pues bien, independientemente del derecho básico que asiste a cualquier escritor de escribir sobre cualquier asunto, se añade, en este caso, la circunstancia de que el autor de El Evangelio según Jesucristo se limitó a escribir sobre algo que directamente le interesa y le toca, pues siendo efecto y producto de la civilización y de las culturas judaico-cristianas, es, en todo y por todo, en el plano de la mentalidad, un ?cristiano?, aunque a sí mismo filosóficamente se defina y en la vida corriente se comporte como lo que también es ? un ateo. De esta manera, es legítimo decir que, como al más convicto, observante y militante dos católicos, me asistía, a mí, incrédulo que soy, el derecho a escribir sobre Jesús. Entre nosotros solo encuentro una diferencia, aunque importante, a la de escribir, añadiré, que por mi cuenta y riesgo, otra que al católico le está prohibida: el derecho a pecar. O, dicho con otras palabras, el humanísimo derecho a la herejía. Algunos dirán que esto es agua pasada. No obstante, como mi próxima novela (esta vez no la llamaré cuento) no será menos conflictiva, muy por el contrario, he considerado que tal vez valiese la pena poner el parche antes de salga el grano. No para protegerme (cuestión que nunca me ha preocupado), sino porque, como se suele decir en estos parajes, quien avisa no es traidor.



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28 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La micropolítica

Las ideas y las imágenes políticas más potentes se trazan y toman cuerpo en los grandes espacios y en las confrontaciones de dimensión planetaria. Pero las victorias y las derrotas se decantan en esas jugadas confusas dentro del área pequeña, donde se acumulan jugadores y se mezcla el juego sucio con las peores habilidades tácticas y los malabarismos. Lo que marca la diferencia y permite despegar a un dirigente político es su buena actuación en el minúsculo y a veces mezquino territorio de la micropolítica, donde con frecuencia naufragan los mejores y más preparados.

Estas consideraciones pueden valer para la reforma del sistema de salud en la que Obama está comprometido y que ya le está produciendo dificultades e incluso desperfectos en su propio campo. Por más giras gloriosas y discursos admirables que pueda pronunciar, no serán los grandes cambios geopolíticos ni las nuevas estrategias desplegadas con enorme cálculo y prudencia en relación a las regiones más conflictivas del planeta los que vayan a conseguir el afecto de los ciudadanos y las posteriores e imprescindibles rentas electorales, sino su difícil cuadratura del círculo de la asistencia sanitaria, consistente en obtener mayor cobertura para más norteamericanos gastando menos dinero tanto público como privado (que es como tapar más con una manta más pequeña). Si Obama no saca su reforma de la salud antes de fin de año, estaremos ya en 2010 en año electoral correspondiente a las elecciones de mitad de mandato, en las que se renovará la entera Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Si el presidente sufre cuando cuenta con la doble mayoría, gracias a la ausencia de esa disciplina de partido de efectos tan devastadores en países como el nuestro, como está sucediendo ahora mismo con su reforma, hay qué ver lo que será este presidente y cómo va a sufrir sin apoyos mínimos en el conjunto del Congreso: ya lo vimos con Clinton. La propia reelección presidencial se puede jugar por tanto en los próximos meses con la controvertida reforma del sistema de salud como eje central de todo su despliegue político. Pero entremos con detalle en el área de penalti donde se está jugando ahora mismo este balón. La semana pasada hemos visto como todos los esfuerzos de Obama por convencer a la opinión pública se le iban por el desagüe por un detalle aparentemente menor que afectaba a una cuestión finalmente mayor. Su cuarta conferencia de prensa de dos horas, dedicada enteramente a la reforma sanitaria, terminó con una pregunta respecto al trato que suelen recibir los negros norteamericanos por parte de la policía blanca, a propósito de la detención en su casa de Cambridge (Massachussets) del historiador de Harvard Henry Louis Gates, en un confuso incidente con la policía, avisada por un vecino que consideró sospechosa la forma de entrar en la casa de su propietario forzando una puerta atrancada. De pronto, la identidad afro americana del presidente, subsumida y superada hasta entonces por una gestión impecable que convertía en irrelevante la cuestión de la raza, se ha convertido de nuevo en objeto de debate. Bajo la calma y la frialdad de Obama está también el negro airado por el maltrato histórico, del que se sospecha incluso que puede haber sido él mismo objeto de conductas vejatorias por parte de la policía. La debilidad de este hombre que ha llegado a la Casa Blanca con un discurso pos racial y que ha mostrado su capacidad para actuar como presidente de todos es que no puede reprimir el comportamiento estereotipado que va ligado a su identidad, que se expresa como una carga irredimible por parte de todos, de quien la impone y de quien la sufre. Obama se ha excusado con toda rapidez y claridad, de una forma nada habitual en muchos países, el nuestro entre otros, pero la extrema derecha ha aprovechado la circunstancia para poner en duda su lugar de nacimiento y su derecho a la ciudadanía y para resucitar como consecuencia el mito del extranjero, el ?alien? que se ha colado en la propia cúpula del país. Todo se juega finalmente en los detalles y en los detalles es donde se encuentra el peor y más irreconciliable enemigo, que es el diablo.



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27 de julio de 2009
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El Boomeran(g)
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