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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Berlín, Terranova

Durante la presentación de su nueva novela, Lejos de Berlín, Juan Terranova desgranó una lista con las cosas que le gustan y no del género policial al que, aunque más no sea por pertenencia a la colección Negro Absoluto que dirige Juan Sasturain, su libro debería adscribir.

"No me gusta la parte policial, prefiero la parte negra", dice de arranque, con el ánimo terrorista de siempre. "No me gusta el clásico relato donde un detective combate a la mafia mientras fornica con una mujer rubia que oscila entre la prostitución y la santidad. No me gusta la tan venerada ‘tradición del policial'. Entiendo su valor relativo. Pero no me interesa mucho Hammett. Ni Chandler. Ni Humphrey Bogart. Ni la combinación del piloto de lluvia y la mirada cansina. (O me interesa tanto como la figura esbelta de Quijote y la gruesa de Sancho Panza.) No me gustan las Variaciones en rojo de Rodolfo Walsh, un libro donde el asesino casi siempre es un gordo que juega a la pelota paleta en la playa. No me gusta la nostalgia del género. No me gustan esos policiales que quieren ser ‘negros' y son ‘blancos' con un detective que lee a Neruda y que finalmente descubre que el terrorismo de estado en Latinoamérica fue algo malo. No me gusta cuando se usa el tema de los desaparecidos. (A menos que tenga un torturador de la ESMA como detective, un torturador que mientras le mete máquina a un preso clandestino elabora una larga teoría política sobre el ser nacional.) Y sobre todo, no me gusta ‘el periodista roto pero noble, alcohólico pero honesto, cocainómano pero nunca paranoico ni mucho menos golpeador de mujeres'. No me gusta porque los periodistas no son nobles".

Después viene la parte de la lista con las cosas que sí le gustan del género. "Me gusta la hiper-violencia", dice. "No sé por qué. Me gustan los cruces con la política de alto y bajo estamento. Me gustan las escenas de sexo animaloide. Me gusta Jake Arnott que en su novela Crímenes a largo plazo construyó un matón homosexual, anti-comunista, anti-laborista y ultra violento que en un momento droga a un Lord de la Cámara Alta Británica y le saca fotos con el pito de un efebo en la boca. Me gusta New York Graphic de Adam Lloyd Baker, porque el protagonista es un fotógrafo freelance en una ciudad infestada de ratas. Me gusta El sindicato de Policía Yiddish de Michael Chabon, porque cuenta la historia de cómo los judíos colonizaron Alaska y de cómo la violencia es parte del pueblo judío. Me gusta lo que escribe Leonardo Oyola, porque es probable que él sea el que escriba los mejores policiales de mi generación".

Acabo de leer Lejos de Berlín.



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1 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Fogwill por él mismo

Fogwill. Fuente: diarioperfilEl primer comentario en la página web del suplemento Ñ, luego del artículo Fogwill por Fogwill, declara: "Hay días que me siento tan Fogwill". ¿Y qué es ser o sentirse Fogwill? Un poco descreído, un poco despeinado, un poco genio loco, un poco huevón, un poco cínico, un poco mentiroso, un poco con ganas de joda, un poco ladilla en serio y un poco por las puras, algo envidiosillo y algo seguro de sí mismo, subestimado u sobreestimado al mismo tiempo, bastante egomaniaco y sobre todo, castigado por una cabalgante incontinencia verbal. Así es Fogwill y así habla sobre sí mismo:Yo vivía en una pocilga vecina al departamento de mi mamá. Cada día, volviendo de trabajar, pasaba por su casa a saludar y a surtirme de comida antes de irme a engordar mi Memoria Romana y revisar las novedades de su enfermedad. Ella estaba enferma y yo trabajaba en una agencia de publicidad donde se daban cita comodoros y generales a repartirse las ganancias de las cuentas publicitarias de las empresas intervenidas por el Banco Central: las marcas Noel, Resero, Ferrum, el grupo Greco, el Grupo Catena y otras. Era una mina de oro y allí participaba en conversaciones en las que un brigadier retirado Cabrera, por entonces vicepresidente del Central y un general activo Saá se jactaban de la victoria inminente de las tropas argentinas. Como yo imaginaba miles de muertos, la escena no daba risa, sino pánico. Esa tarde, creo que fue el primer martes de mayo del 82, al llegar a la casa encontré a mamá y a la empleada que la cuidaba pegadas al televisor y mamá me recibió gritando entusiasmada:?¡Hundimos un barco...!Ni la imagen de decenas de ingleses violetas flotando congelados, que de alguna manera me alegraba, pudo atenuar el horror que me producía el veneno mediático inoculado a mi familia.Entonces volví a mi pocilga, escribí la frase "mamá hoy hundió un barco" con la que di por terminada para siempre mi fallida novela romana, cargué otra hoja de papel en la IBM y doce horas después había completado la mitad del relato de Los Pichiciegos: cien mil caracteres que, sin hacer mal a nadie, siguen tan vigentes como Giancarlo Elia, que ahora es un rico empresario y mecenas de la Fundación Valori que subvenciona los premios de la academia francesa de ciencias y diversos premios a servicios humanitarios. En el currículum del mecenas se destacan lauros de Unesco ?Gran Cruz al Merito?, Francia ?la Légion d´Honneur?, y la Orden de Isabel la Católica de España y la del Libertador, concedida por la Argentina en 1973. Vinculado por amistad y negocios con los más altos dirigentes de China, Libia, y, hasta su muerte con el rumano Ceausescu, fue reconocido como benefactor del estado de Israel por el primer ministro Simon Peres por su aporte a los vínculos entre Tel Aviv y la elite dirigente de Pekín. Entre las metas de la fundación Valori figura la conservación de las lenguas y las canciones tradicionales. Justo él que tanto contribuyó a la conservación de la marchita peronista que ahora suena en la Secretaría de Cultura de la Nación.



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1 de septiembre de 2009
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Trier y Coetzee

No es ni mucho menos Lars von Trier el primer artista al que le repugna o angustia la naturaleza. Durante siglos, lo que estaba más allá de las ciudades y sus pobladores daba pánico a los pintores, como lo daba a los hombres, demasiado acostumbrados a los desmanes del agua, las anfractuosidades del monte y el temible misterio del bosque. Alguien nada timorato en cuestión de peligros y excesos como Baudelaire ha sido quizá quien mejor sentenció sobre el asunto, señalando que la virtud siempre es artificial, es decir, enseñada a una "humanidad animalizada" que tiene como primer instinto el de hacer daño: "el crimen, cuyo gusto el animal humano ha sacado del vientre de su madre, es originalmente natural".

    Las atrocidades, los desvaríos dementes, las mutilaciones y el sadismo extremo en los encuentros sexuales que marcan el desarrollo de ‘Anticristo' y están sin duda en la raíz del escándalo que la película produjo en Cannes, remiten a los impulsos de lo que no se puede reprimir ni educar; una religión en bruto, con creencias ciegas pero sin mandamientos reguladores ni mandatarios sacerdotales. "La naturaleza es la iglesia de Satán", le dice a la mujer (Charlotte Gainsbourg) el marido, psicólogo de profesión (Willem Dafoe), cuando ya ambos, tras la tragedia ocurrida a su bebé, han buscado refugio en la cabaña aislada en medio de un campo frondoso habitado por bestias parlantes y tétricas. Para entonces, el espectador ya ha pasado por la aflicción y el dolor, pero aún no se ha visto obligado (el que lo aguante, y no serán todos los que hayan pagado la entrada) a ver en pantalla los ritos de un infernal castigo que al menos uno de sus dos ejecutores, la mujer, entiende como deber sagrado. Sería una lástima, sin embargo, que la radicalidad turbadora de las imágenes de ‘Anticristo' privara al aficionado al cine de la que, a mi juicio, no sólo es la mejor película de Lars von Trier sino uno de los relatos que con más libertad, imaginación desbocada y arrojo afronta el tema de la trasgresión expresiva y los límites de lo decible en el arte.

     El frecuente desnudo de los protagonistas causó los primeros problemas a ‘Anticristo', y le habrá de causar alguno más. El cine, el cine ‘mainstream' o destinado a las salas comerciales, ha tardado en aceptarlo, cuando y donde lo acepta, y es en ese sentido más pudibundo que el teatro, pese a que sobre las tablas al actor o a la actriz no se le permiten trucos ni "dobles de cuerpo"; los hay (lo dicen al final los títulos de crédito) en ‘Anticristo', aunque no sepamos exactamente en qué partes radica la falsificación, pues hay muchas escenas en que el cuerpo de Dafoe es de Dafoe y los genitales explícitos de Gainsbourg pertenecen a la extraordinaria actriz. Pero el tiempo ha corrido más que el pudor, y el desnudo, incluso el enteramente frontal, está dejando de ser tabú en el cine, aunque no en todos los países; ‘Anticristo' no es la primera película que se estrenará amputada de imágenes en países de gran consumo cinematográfico como Japón o Estados Unidos. En España, Francia e incluso la papista Italia llega tal cual la concibió y rodó el director danés.

   ¿Erotismo o pornografía? El dilema es casi tan antiguo como la práctica de la sexualidad, y Lars von Trier debe de estar cansado de responder, desde el pasado mes de mayo, a la pregunta, que también le hizo, en una muy interesante y larga entrevista publicada con motivo de la presentación del film en el festival de Cannes, el escritor Knud Romer. El cineasta afirma ante Romer no saber si lo que ha hecho es pornografía. Tal vez, añade, "pero la pornografía siempre me ha molestado. Las películas porno son ‘utilitarias', y suelen ser muy crudas". Es cierto lo que dice Trier, tan cierto como que, en el encuentro que yo tuve con él en Copenhague en septiembre del año 2006, enviado por este periódico, reconoció haber producido "películas porno para mujeres heterosexuales, concebidas y dirigidas por mujeres [...] Qué irritante que no haya un buen cine porno en ningún sitio. A mí mismo me gustaría intentarlo. Ha de ser posible hacer buenas películas porno" (EPS, ----).

   No hay, sin embargo, contradicción entre ambas declaraciones. El objetivo capital de la pornografía, su razón de ser, es producir lo que en inglés se llama ‘titillation', es decir, mera excitación, y no creo que nadie, excepto algún secuaz recalcitrante del marqués de Sade o Hannibal Lecter, obtenga retribución libidinosa de las escenas de la última media hora de ‘Anticristo'. Lo que hace singular a esta película es que la desnudez corporal, la franqueza de los coitos y el crudo relieve de sus episodios de sado-masoquismo se producen en un contexto que trata de la culpa, el dolor y el castigo. Asuntos muy cristianos que tampoco sorprenderán a quienes conozcan la obra anterior de von Trier, si bien éste, en la citada entrevista de Romer, confiesa ser cada día "más ateo", apostillando que "la religión en general es una mierda". (No hay que sumar, pese a estas palabras, la escatología al catálogo de las psicopatías de ‘Anticristo', pues es una de las pocas que la película no presenta).

     Nadie ha pedido hasta ahora, que yo sepa, prohibir la exhibición comercial de ‘Anticristo', aunque es de imaginar que ni el Vaticano ni las ciudades santas de Irán la acojan en sus salas de cine, si las hubiere. Por eso aquí no hablamos (en esta ocasión) de censura, sino de límites. Mi opinión al respecto no va a ser, me temo, muy original. Lo escandaloso es un registro privado, relativo y a menudo psicológico; la forzada violencia sexual no, desde luego. Nunca. Y por eso siempre es sospechoso de hipocresía y aprovechamiento sectario (y por tanto condenable) el intento de la autoridad competente de cerrar una exposición de arte o suspender un espectáculo teatral o una proyección cinematográfica  -actos todos de libre elección para quien los frecuenta-  por su supuesta condición escabrosa o blasfema. Los intentos, a veces conseguidos, siguen ahí, y por desgracia no sólo en países gobernados por el integrismo islámico; también en ‘el mundo libre'.

     Von Trier se ha referido a Strindberg como su fuente de inspiración en ‘Anticristo', pero yo no me olvidaría de Shakespeare, sobre todo el más truculento; el de ‘El rey Lear', por ejemplo, con sus bellísimas metáforas animalescas y su alusión frecuente a los desarreglos de la naturaleza, o, en clave menor, el de ‘Tito Andrónico', cuyo reciente montaje teatral a cargo del habitualmente excelente grupo Animalario perdía, al perder en escena la sangre y la crueldad, esencia dramática. Es por el contrario un gran acierto del autor de ‘Rompiendo las olas' la progresiva transformación de lo que empieza como tragedia doméstico-amorosa en película ‘gore', sin esquivar ninguno de los componentes sanguinolentos y estridentes del género de terror de posesiones demoníacas. Pocas veces, y lo digo como espectador poco afín al género, el terror ha tenido tanta sustancia y amenaza como en ‘Anticristo'.

   Ahora bien, la frontera entre lo decible y lo indecible no sólo está en el universo de las secreciones y los traumas. Otra película actualmente en cartelera, ‘Desgracia', plantea, a partir del libro homónimo de J. M. Coetzee, otro asunto de similar o superior trascendencia, ligado en este caso a la naturaleza no menos terrible del odio político. El cineasta australiano Steve Jacobs ha hecho, con corrección escolástica, una adaptación literal que, siguiendo las pautas de la novela, evita mostrar las brutalidades que los protagonistas sufren y estiliza la voracidad sexual del protagonista, aunque filma sin recato las escenas de los animales enfermos o sin dueño, sin duda para provocarnos el ‘pathos'. También hay que agradecerle que se mantenga fiel a lo que subyace en la ficción de Coetzee: el fantasma de la injusticia social que reaparece, acabada ésta, en forma de venganza no menos cruel, y en la que las víctimas repiten el papel de sus antiguos verdugos.

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1 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bocados de amor

Dice Woody Allen que lo cómico es lo trágico más el paso del tiempo. Ciertamente no siempre, desde luego, es así ni mucho menos, pero tratándose de las grandes tragedias románticas el tiempo cumple una eficiente función trasfiguradora que lleva de lo sublime a lo irrisorio y hasta de lo que es bello a lo siniestro.

Bastaría pues esperar el paso del tiempo sobre el despecho  para asistir a la metamorfosis del  sufrimiento en divertimento y, en el extremo, aquel gran dolor en un ridículo pasatiempo. ¿Son, por tanto, las tragedias amorosas guiñoles rebozados de importancia, simples bodeviles sin trascendencia? Nadie lo diría atendiendo a las muertes diarias que provocan los despechos amorosos, los celos, las separaciones, las penas dentro de una relación que formada con los mejores anhelos de felicidad se revela, al cabo, una lacerante e insoportable tortura.

¿Qué sería pues primero en el desarrollo de la película amorosa? ¿El desamparo, la tristeza de la rutina y la soledad, el desencanto del desparejamiento o, por el contrario, la dicha peligrosa y su final  crecientemente grotesco? Los románticos de todos los tiempos sólo aceptarían la respuesta cabal de un enamorado. O más aún,  no habría en su opinión posibilidad de aceptar el dictamen, sobre estas y otras cuestiones, de quien no experimentó o experimenta pasión. La ilusión del amor sería así equivalente a la ilustración del saber y la pena o la exaltación amorosa los únicos bocados reales para constatarse sabroso y viviendo.



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1 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cosa de albañiles

Es tan fácil ir a parar a una prisión, tan corto el camino que lleva a la celda, que todos somos ?potencialmente? reos que rondan los centros penitenciarios. Un pedazo de carne de res comprado en el mercado negro, un par de sacos de cemento adquiridos a un vendedor informal, una hoja de papel impresa y distribuida entre un grupo de amigos o una reunión furtiva para hablar del futuro, podrían conducirnos a esas cárceles de techo bajo, columnas de concreto y fotos de mártires en el comedor. La libertad suele ser considerada un concepto abstracto, de difícil representación o definición, asunto de filósofos; la prisión, en cambio, es cosa de albañiles, fundidores y cerrajeros. Resulta relativamente fácil construir una cárcel, lo difícil es perfilar los contornos de la libertad.

P.D: Les dejo algunas fotos de los muros que rodean la prisión de Canaleta, en Ciego de Ávila. Allí tengo varios amigos, en su mayoría periodistas independientes encerrados desde la Primavera Negra de 2003. Algunos de ellos nos dictan a varios bloggers ?como Claudia Cadelo, Iván García, Reinaldo Escobar y yo? noticias por teléfono para que las colguemos en Internet. Eso me lleva a pensar que no hay rejas que encierren la opinión y que el ciberespacio tiene la capacidad ?también? de colarse por entre los ladrillos y la argamasa de estos lúgubres lugares.



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1 de septiembre de 2009
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Humillados, ofendidos y analfabetos

De esto hace décadas. Tras la lectura del inmortal reportaje de T.E. Lawrence titulado "Los Siete Pilares de la Sabiduría", observé una feliz complacencia en alguno de sus lectores. Era la íntima satisfacción de que los jeques árabes aparecieran como grandes caudillos, similares a los de la épica medieval europea. Había una enfermiza identificación entre algunos españoles sometidos a la satrapía de Franco y la pretendida libertad de los hijos del desierto. Un romanticismo para humillados que les regocijaba cuando los jeques árabes, todos sátrapas, ponían de rodillas "a Occidente" con el precio del petróleo.

    Muchos años más tarde volví a encontrar esa identificación entre gente que se dice lastimada, que cree valer más de lo que recibe, y que se siente árabe en general y palestina en particular. Del mismo modo que hay quien "comprende" el terrorismo nacionalista vasco y es partidario de un "diálogo" con ETA (como el PNV, partido cada día más chiflado), así también hay gente que comprende los asesinatos masivos provocados por los suicidas islamistas. En este caso se identifican con los asesinos porque han sido muy humillados, muy ofendidos por los ricos y poderosos. Así que comprenden que se hagan saltar por los aires junto con cien, doscientas o quinientas personas, muchas de las cuales, por cierto, son árabes.

    Buena parte de la clase política europea, siempre tan lenta, ha ido admitiendo con cada vez mayor desasosiego lo que esta guerra mundial pone de manifiesto: que sólo la educación es capaz de librar a las personas de la esclavitud. Que los países islámicos protegen el analfabetismo como un bien divino porque lo que más temen es el modelo educativo occidental, fundamento de libertad entre hombres y mujeres. El islamismo es irreductible porque es analfabeto gracias a sus dirigentes. Y nuestros dirigentes están demoliendo el sistema educativo sin pestañear.

    Algunos europeos, sin embargo, no son tan correctos. En "El segundo avión", Martin Amis (Anagrama) escribe con lucidez sobre la tiranía de los humillados analfabetos.

Artículo publicado el sábado 22 de agosto de 2009.

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1 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Dinastías y cambios de época

Fin de época en Japón. Cincuenta años de hegemonía del mismo partido tocan a su fin. Habrá cambios profundos en la política exterior japonesa. La victoria de Hatoyama puede ser el equivalente de la unificación alemana. Ya era hora de que los japoneses echaran a andar solos y organizaran sus relaciones internacionales en función de su lugar en el mundo y de sus intereses y no de la larga y pesada sombra de su derrota. Es un elemento más en la nueva organización multipolar del planeta que permitirá a Tokio tomar distancias de Washington y, atención, también de Israel. Japón será a partir de ahora más asiático y menos ?occidental?. Tiene toda su lógica, aunque comportará nuevas exigencias para todos.

Las elecciones alemanas del 27 de septiembre no serán tan aburridas como se preveía. La personalidad de Angela Merkel, el mejor motor diesel de la política europea de los últimos años, permitía pensar que todo estaba trazado y jugado en el pizarrín. Y no lo está, como han demostrado los resultados de las elecciones este domingo en tres länder (Turingia, Sajonia y Sarre). Nadie pone en duda que la gran coalición conservadora CDU-CSU seguirá siendo la primera fuerza. Y tendría que producirse un terremoto para que no fuera la señora Merkel la encargada de ocupar la cancillería. Pero la situación está tan abierta ahora mismo que no se pueden descartar ni siquiera fórmulas originales y totalmente nuevas de coalición: por ejemplo, la derecha con Los Verdes. También pudiera ser que las urnas forzarán una repetición de la gran coalición, aunque Merkel quiera regresar al viejo tandem derechista entre conservadoras y liberales, cuya sola mención es una de las banderas para convocar votos izquierdistas. El mapa se va modificando en Alemania en detrimento de los dos grandes partidos hacia un sistema de cinco formaciones, en el que habrá tres pequeñas fuerzas preparadas para entrar en coaliciones. Algo de cambio de época hay también en esta lenta evolución. La muerte de Edward Kennedy sí ha recibido todos los honores del cambio de época. En el despliegue necrológico y en los fastos de Estado que han rodeado su sepelio. El más polémico de los cuatro hermanos destinados a las más altas misiones ha sido el único que ha fallecido en la cama, como un patriarca, rodeado de los suyos y reconocido, al menos en parte, incluso por sus adversarios. El mayor Joe, murió como ya no mueren los hijos de los patricios norteamericanos, peleando contra los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Los otros dos, abatidos por las balas en una época devastadora. El superviviente no pudo alcanzar ni siquiera la candidatura demócrata pero su paso por el Senado, durante 47 años, ha marcado la historia de Estados Unidos. Fue el mayor líder progre en una época reaccionaria, y desaparece cuando sus sucesores políticos todavía le necesitaban para rematar el cambio de era con una reforma de la sanidad cada vez más difícil. En los cambios de época no todo es ruptura. Al contrario: en muchos casos necesitan la continuidad que proporcionan las dinastías. Hatoyama pertenece a una vieja dinastía con un siglo de vida política a sus espaldas. La política dinástica alemana se ejerce a través de los dos grandes partidos populares que se turnan desde la fundación de la República Federal a pesar de su desgaste. Lo mismo sucede en Estados Unidos, donde además cuentan, como en Japón, esos clanes familiares que hacen de cantera y de hilos rojos, cuyos cabos deben pillar quienes quieran hacerse con la herencia. Termina este agosto sin grandes convulsiones pero con el aliento de una época que declina. Es posible quedar al margen durante este mes vacacional, pero hay que levantar también acta del movimiento de tramoyas que nos llevan a los nuevos escenarios.



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1 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Rafael Cadenas, premio FIL de Literatura en Lenguas Romances

Rafael Cadenas, ganador del XIX Premio FIL. Fuente: literaturayvida Como recordarán, el premio antes llamado Juan Rulfo se titula ahora Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. Bajo ese nuevo apelativo, el primer ganador -el año pasado- fue Antonio Lobo Antunes. Hoy se dio a conocer al nuevo ganador: El poeta venezolano Rafael Cadenas. Dice el "Acta del Jurado":El día 29 de agosto de 2009 se reunió en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, el jurado calificador de la XIX edición del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, correspondiente al año 2009, integrado por María Luisa Blanco, de España; Ana María González Luna Corvera, de Italia; Gustavo Guerrero, de Venezuela; Darío Jaramillo, de Colombia; Lucía Melgar, de México; Vicente Quirarte, de México; Raymond L. Williams, de Estados Finidos. Tras examinar las candidaturas que se presentaron al premio así como las propuestas de los propios integrantes del jurado, éste decidió, tras cuidadosa deliberación, conceder el galardón, por mayoría, al poeta venezolano Rafael Cadenas.Rafael Cadenas (Venezuela, 1930) es una de las voces más reconocidas de la poesía latinoamericana contemporánea. Autor de una obra marcada por una continua meditación sobre la relación entre ética, lenguaje y poesía, su palabra es un exigente ejercicio crítico en busca de la expresión más auténtica, más despojada y límpida, lejos de cualquier retórica o de cualquier afán estilístico o estético. ?No quiero estilo/ sino honradez?, dice el poeta en uno de sus versos más sonados del libro Gestiones (1993).?Quiero exactitudes aterradoras?, señala en el arte poética de Intemperie (1976). Lúcido y vigilante, Cadenas no ha dudado así en ir rompiendo con las formas, los géneros y los discursos más frecuentes dentro de la poesía moderna, y ha ido haciendo de su creación un punto de referencia para las distintas generaciones que se han sucedido en las últimas cuatro décadas. Paralelamente, su obra ensayística, también rigurosa, se caracteriza por su intensidad, su contundencia y su carácter esencial. Presente en las principales antologías de nuestra poesía contemporánea, editado, leído y celebrado en España y en Latinoamérica, Cadenas encarna hoy para los más jóvenes el horizonte de una palabra que se aleja del lirismo tradicional y trae consigo el imperativo de darle voz a aquello que, de otro modo, ya no encuentra espacios para decirse en nuestra época. De ahí el impacto creciente de esta obra cuya importancia puede medirse por el número de poetas, críticos y especialistas que la han ido siguiendo a través del tiempo y que con este premio, esperamos, gane más lectores.



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31 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Españoles en Pekín

 

 

 

No se cuántos son pero se que cada vez serán más. El país, la ciudad tienen una atracción que supera casi todos los controles emocionales, vitales, de expectativas y de posibilidades. Es el futuro vivido día a día. Un futuro lleno de contradicciones. Un mundo que resume lo mejor y lo peor de una humanidad de caminos inciertos. Cuando hablo de los españoles en Pekín no hablo de los turistas que visitan sus templos, sus mercados, los lugares de los emperadores- desde Qin Shi a Mao Zedong- o de los que compran los iconos supervivientes, copias generalmente, de la barbarie de la revolución cultural o se sorprenden con ésta ciudad inabarcable que cambia cada día. Hablo de otros que viven y aman a ésta ciudad que ya casi no se sabe de dónde viene y mucho menos a dónde va. Tengo que reposar mis asombros, mis sorpresas para poder contar más cosas del paisaje y el paisanaje. Quiero hablar, sobre todo, de una española en Pekín. Un modelo de seducida por éste mundo, esta cultura, esta ciudad.

Llegó hace casi tres décadas para estudiar ese idioma tan hermoso e impenetrable para la mayoría. Lo dominó, lo hizo suyo, como hizo suyas otras muchas cosas del país. Se enamoró. Se asustó y autoexilio en los días negros de Tianamen. Y regresó. Estaba deseando regresar ésta profesora y profunda conocedora de una de las más apasionantes ciudades del mundo. Se llama Inma González Puy, hoy es la directora del Instituto Cervantes. Y es una curiosa impenitente y nada impertinente. Su carácter, su forma de estar en el mundo tiene mucho de reconocible para nosotros españoles de esa generación. Pero tiene otro lado tranquilo que debe venir de su ser voluntariamente china pequinesa. Sin dejar de ser esa chica de Barcelona.

Ha publicado, en connivencia con la Embajada de España y unos cuántos colegas, la más útil de las guías prácticas para moverse en esta ciudad moderna, premoderna, antigua y llena de futuro. No falla en las recomendaciones. Aviso para viajeros y estables.

Todo esto viene a cuento por mi gran sorpresa, por haberme hecho meditar en la capacidad de cambiar, de ser otros, de dejar atrás algo que parece una de esa esencias que nos marcan de por vida. ¡Podemos abandonar nuestra comida! Incluso siendo españoles y catalanes. Eso es negar una de las frases que más me gustan de Julio Camba: "Es más fácil cambiar de religión que de gustos culinarios".

Siempre me pareció una verdad fundamental. Ahora también dudo de eso. Vivan las dudas. Todo sucedió la otra noche, en una de esas cenas chinas llenas de sorpresas- eso sí, con vino occidental- en uno de esos posibles festines a precios tan razonables que uno puede hacer en Pekín. Al lado de la alabanza de la comida China, surgió el tema de seguir unidos, enganchados, casi fatalmente a los sabores de la cocina dónde crecimos. Inma, sin hacer ninguna ostentación, nos aseguró que ella quería vivir siempre en China, sin perder raíces ni contactos con España, pero que ya no podía resistir alejarse mucho de su voluntaria patria "porque echo de menos su cocina".

Es el primer caso que conozco que niega la máxima de Camba. Puede uno no haber cambiado de religión- muchos no cambiamos porque no tenemos- pero sí haber cambiado de gustos culinarios. Esa es una patria esencial. Somos lo que comemos, por eso- y algunas razones más- algunos seguimos siendo fatalmente españoles. Inma, la española en Pekín, ya es otra cosa. Es una española que cuando está en su país echa de menos esa otra verdadera patria que es la cocina China.

Nos quedan  más cosas que la comida. Pero sin la comida nuestro desintegrado país desaparecería. ¿Podré dejar español gracias a la comida China?



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31 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ribeyro, 80 (recuerdos de Bryce Echenique)

Julio Ramón Ribeyro. Fuente: eldedoenlallaga Un día como hoy Julio Ramón Ribeyro hubiera cumplido 80 años. Entre los diversos artículos editados ayer domingo, destaca uno en el diario "Correo" en que le piden a Alfredo Bryce Echenique que recuerde a su amigo. Dice ahí:Julio Ramón fue sin lugar a dudas el mejor amigo que tuve en París. Era un hombre tímido y bastante inseguro, pero que vivió siempre rodeado del afecto de escritores y artistas estupendos. Y era muy leído entre los escritores, sobre todo, y admirado y respetado por autores tan importantes como Julio Cortázar y Juan Rulfo. No era pues el gran solitario que mucha gente imagina y hasta afirma. Además, su trabajo como agregado cultural y luego como delegado alterno del Perú ante la Unesco lo obligaron a tratar y frecuentar con profesionales de la diplomacia e incluso con hombres políticos. Y también es cierto que en esos medios se desenvolvió tan a gusto que yo incluso solía decirle que se había descubierto una segunda vocación, la de diplomático, algo que él aceptaba gustosamente.Fue un lector agudo e insaciable que me guió siempre con sus consejos sobre literatura e historia, pero en cambio nunca fue un escritor metódico y constantemente saltaba de un proyecto a otro y en el camino iba dejando muchas cosas inconclusas, aunque siempre estuvo muy seguro del valor de lo que escribía y en España no le faltaron editores muy importantes como Beatriz de Moura, de la editorial Tusquets, que publicó todas sus novelas. Carlos Barral también editó una muy buena antología de los cuentos de Julio Ramón y al final también la editorial Alfaguara, de Madrid, publicó sus cuentos completos.Con la vida, en su totalidad, sí tuvo mala suerte, sobre todo por la gravedad del mal que lo atacó cuando recién cumplía cuarenta años. Fueron atroces las dos operaciones a las que fue sometido e incluso luego de la segunda de ellas uno de los médicos lo dio por muerto. Vi a ese médico años más tarde y, cuando se enteró de que yo era peruano, me dijo que él una vez había operado a Julio Ramón y había firmado su defunción. Cuando le dije que estaba vivito y coleando, el hombre, lo recuerdo clarísimamente, me dijo: "Es ese tres por ciento que la ciencia le deja al milagro". Finalmente, a su regreso definitivo al Perú, supe que ya bien instalado y rodeado de afecto en Lima vivió los cuatro mejores años de su vida, y conoció por fin la felicidad y supo disfrutarla incluso con voracidad.



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31 de agosto de 2009
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