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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Fracasos

Dice un informe de la revista Muy interesante que los fracasos se afrontan y superan  mejor si el fracasado logra la lucidez suficiente para atribuir el revés a determinadas  circunstancias y no se envisca en su responsabilidad absoluta, en sus errores, sus culpas o sus deficiencias. Se trataría en suma de sortear o reducir la importancia del yo y  trazar un mapa en el que todos los componentes que ha llevado a la derrota son meras "circunstancias". Las circunstancias bien encajadas llevarían al éxito y las desencajadas al fracaso.

Las causas, por tanto, corresponderían de una parte a la conjunción y hacer de las circunstancias reunidas en la fatídica estructura de un trance aciago. Con esto se eludiría  el máximo dolor que supone creerse uno mismo el sujeto fracasado central y se lograría, además, no vislumbrar el futuro oscureciéndose con otros episodios semejantes como efecto de que el actor será el mismo.

 Fracasar, todos fracasamos. Lo infernal de verdad es considerarse un perdedor sustantivo. Un fracaso no hace un destino pero puede estropear, sin quererlo, ocasiones doradas que ya va oxidando la falta de fe en sí mismo y la voluptuosa tendencia a sentirse un desgraciado. 



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4 de septiembre de 2009
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II.

Y lo logra. Logra  su salvación porque mantiene el suspenso y el interés del asesino de mujeres a lo largo de mil noches y una noche. Scheherazada se sabe todas las historias que se cuentan a través de los siglos, las que traen las caravanas desde los países más lejanos y desde los confines de todos los reinos, acumuladas por la tradición oral, y es, además, una narradora de gracia insigne como para detener el alfanje que pende cada amanecer por encima de su cabeza, fácil de palabra, encantadora en gestos, en la virtud de sus dramatizaciones, en la imitación de las voces de sus personajes; y conoce, como todo buen narrador, el momento en que debe detener cada noche su relato para que el sultán se mantenga pendiente hasta la noche siguiente.

Si un día vacila, o se equivoca, o falla en atraer el interés del sultán que bosteza aburrido, su cabeza no amanecerá sobre sus hombros. En contar le va la vida.

Pero la perfección de la arquitectura del libro que reúne centenares de historias, tiene una doble dimensión. Porque detrás de Scheherazada, a merced del sultán en el harén del palacio real, alguien más cuenta, y ese alguien es el contador de cuentos de los mercados populares, que atrae a su alrededor a una multitud de escuchas; él también conoce todas las narraciones de la tradición oral, y sabe la gracia que se necesita para contarlas. Cuenta una historia tras otra, no para salvar su vida, sino para ganársela. Si su historia es mala, ni no está bien contada, si no atrae el interés de sus oyentes, las monedas no caerán sobre el plato de estaño que tiene a sus pies, y no podrá comer ese día.

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4 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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En los abismos de este oficio

Todo está ya dicho sobre la realidad que supera a la ficción y la práctica que desborda a la teoría. Pero siempre hay que esperar nuevas pruebas irrefutables. Mientras iban saliendo en mi blog de agosto unas breves y deslavazadas reflexiones sobre el oficio de periodista, la bendita realidad, los hechos dichosos iban encargándose de aportar sus propios argumentos, mucho más potentes. No hablo, aunque bien pudiera, del voraz y feroz Silvio Berlusconi, emprendiéndolas contra los últimos restos del periodismo libre italiano. Hablo de otro ser al parecer más monstruoso aunque más desconocido que se ha convertido en epítome de la catástrofe contemporánea y sobre todo en artista infernal de nuestros abismos periodísticos.

Responde por el nombre de Wallace Souza, director y productor de un truculento y popular programa de televisión sobre sucesos llamado Canal Livre (como se verá, no podía faltar la apelación a la pobre y maltratada libertad en circunstancias tan especiales) que se emite desde Manaos. Antes de ser periodista de sucesos fue policía y después ha pasado a la política como diputado por el Estado brasileño de Amazonas, elegido clamorosamente en tres ocasiones. Su aportación a la historia de la infamia y específicamente de la infamia periodística, puede destinarle a una popularidad mucho mayor que su programa de televisión y que sus campañas electorales. Un asesino profesional que responde al estupendo nombre de Moacir Moa Jorge da Costa ha confesado que una buena ristra de sus asesinatos, violaciones, asaltos y secuestros los efectuaba como productor especial de Canal Livre, es decir, a instancias de Wallace Souza, que así podía llegar al lugar de autos con presteza o disponer cámaras con sospechosa puntualidad donde iba a perpetrarse un crimen. Pero a la sorpresa por la peculiar y siniestra profesionalidad con la que Souza pueda haber alcanzado las cumbres, quiero decir los abismos, del oficio, se suma otra sorpresa todavía mayor respecto el estado de la profesión. No me he enterado de esta noticia por su profusa difusión en los informativos de radio y televisión o las primeras páginas de los periódicos. Me refiero a los de aquí y a los de allí: me dicen amigos brasileños que esta noticia provinciana llena de color ha suscitado un interés limitado en los grandes medios de Sao Paolo y Rio. Tampoco por los grandes medios norteamericanos, que son los que han marcado siempre el rumbo del oficio (no puedo decir de los más informales, como el Huffington Post, donde hay cumplida y precisa información). Me he enterado gracias al artículo publicado por Mario Vargas Llosa en El País el domingo 23 de agosto, que no había podido leer en su día y tenía en mi mesa a la espera de la puesta al día vacacional. De manera que esta reflexión sobre el rumbo del oficio quiere ser también un homenaje a la profesionalidad y al tino de quienes como Mario aguantan el tipo y consiguen todavía suministrar información a los lectores en medio de este mar de confusión, descrédito e indiferencia. Por supuesto, Souza ha rechazado todas las acusaciones, que atribuye a una venganza mafiosa por sus denuncias en su programa de periodismo de investigación. (Enlaces, con el artículo de Mario, y con el Huffington Post.)



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3 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Lo nuevo de Lorrie Moore

Carátula de la novela. Fuente: amazon En un post en Paper Cuts Jenifer Balderrama califica de "Buzzy Book" a la nueva novela -A Gate at the Stairs- de Lorrie Moore debido al interés que pone la autora a los insectos en esta novela de 200 páginas aparecida luego de 11 años sin editar nada nuevo (15 años si pensamos en novela) y que transcurre en el Medio Oeste norteamericano (lleno de bichos y de burocracia estatal, como una novela midwest de Kafka) visto por los ojos de la protagonista veinteañera Tassie Keltjin (al parecer, por las reseñas, una mujer-moore a carta cabal). El no menos famoso Jonatham Lethem también ha puesto énfasis en las resonancias kafkianas de la novela en la reseña que le dedica en Sunday Book Review: The novel?s protagonist and narrator, Tassie Keltjin, is a student at a Midwestern college mecca, daughter of a boutique potato cultivator, who finds work as the nanny-in-waiting for a brainy couple awkwardly on the verge of adoption. This ambiguous assignment takes the foreground in a tale ranging over Tassie?s home life and love life ? the nest she?s just departed and the nest she?s hoping to flutter into. Moore?s class diagnostics are so exact she can make us feel the uneasiness not only between town and country in a single landlocked state, but between different types of farmers on neighboring plots. The book is also set in the autumn of 2001, a fact Moore has the patience to barely deploy for 200 pages, and then only with a deft sleight of hand that will make readers reflect on the ways so many other treatments of this (unfinished) passage in American life have resembled heart surgery performed with a croquet mallet. (...) Moore?s continuing interest in how power imbalances make themselves felt in human encounters fastens here on the Kafka-worthy bureaucracy of adoption agencies and foster homes. Combined with her immaculately tender portrayals of young children, so real you want to pass around their snapshots, this aspect of her novel will do such things to your heart that you may find yourself wishing for the surgeon with the croquet mallet, just for mercy.Se sabe que, de una manera metafórica, esta novela es la respuesta de Lorrie Moore al impacto de los sucesos del 11/S. En la reseña de Ron Charles en The Washington Post comentan el primer capítulo (que pueden leer aquí) en esa clave:The first paragraph of Lorrie Moore's new novel imagines songbirds caught by a killing frost, heaps of them piling up in a cornfield and others dropping from the sky. That ghoulish image and an allusion to Sept. 11 just a few paragraphs later cast a funereal shadow over this coming-of-age story, but Moore is such a bright, witty writer that it's easy to ignore those warnings. Then, like real life, she blindsides you with some red-raw tragedy.Desde luego, la temible Michiko Kakutani no ha demorado -lo hizo dos días antes que Lethem en NYT- en meterle el diente a esta enormísima novedad, la más resaltante de la temporada libresca 2009 en EE.UU (con perdón del siempre oculto y finalmente discreto Thomas Pynchon). La Kakutani ha dicho sobre la novela de Moore:Ms. Moore has written her most powerful book yet, a book that gives us an indelible portrait of a young woman coming of age in the Midwest in the year after 9/11 and her initiation into the adult world of loss and grief. It is a novel that illustrates just how far Ms. Moore has come in the last two and half decades from her keenly observed but jokey 1985 collection of stories, ?Self-Help,? which showcased her gifts as a writer but also underscored her ? and her characters? ? emotional reticence, their reluctance to open themselves to deeply felt experiences.Para luego agregar más elogios a la manera Kakutani, es decir, citando el error y convirtiéndolo luego en curioso piropo:Although the characters in ?A Gate at the Stairs? also have an annoying tendency to play coy little word games and make lame little jokes ? it?s a kind of nervous tic that enables them to detach themselves from threatening situations ? Ms. Moore grapples in these pages with the precariousness of life and the irretrievable losses that accumulate over the years. (...) If Ms. Moore, who started out as a short-story writer, demonstrates some difficulty here in steering the big plot machinery of a novel, she is able to compensate for this by thoroughly immersing the reader in her characters? daily existences. With affection and a keen sense of the absurd, she gives us bright, digital snapshots of flyover country where nearly every small town has a local Dairy Queen, where customers wait in lines, even in winter, and where the ?whimsy and fuss? of homeowners? Christmas decorations ? ?penguins, palm trees, geese and candy canes all lighted up as if they were long-lost friends at a gathering? ? provide a seasonal diversion for neighbors. She gives us an indelible portrait of Tassie?s family farm, where her mother has set up mirrors behind the flowerbeds to multiply the foxgloves and nightshade and phlox, and where her father has her don a hawk costume and run in front of his thresher to scare wildlife from its hiding places. (?Nobody wanted sliced mice in their salads,? she wryly observes, ?at least not this decade.?) And most memorably, in this haunting novel Ms. Moore gives us stark, melancholy glimpses into her characters? hearts, mapping their fears and disappointments, their hidden yearnings and their more evanescent efforts to hold on to their dreams in the face of unfurling misfortune.



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3 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Dan Brown tirará 5 millones

Dan Brown en la alfombra roja. Fuente: webmarkez La nueva novela de Dan Brown, El símbolo perdido, tiene fecha de publicación en inglés (15 de setiembre, en versión impresa y on-line) y también en castellano (por editorial Planeta): 29 de octubre de este año. En EEUU se prevee una primera tirada de cinco millones de ejemplares. Impresionante: Super Dan Brown al rescate de la industria editorial en tiempos de crisis económica. Dice la nota:La nueva novela del exitoso autor estadounidense Dan Brown, El símbolo perdido, la esperada continuación de El Código Da Vinci, se publicará en América Latina el próximo 29 de octubre tras su aparición en inglés a mediados de este mes.La quinta novela del autor estadounidense (Exeter, EEUU, 1964) verá la luz en inglés el próximo 15 de septiembre.S ólo en ese país tendrá una tirada inicial de cinco millones de ejemplares. Una marca récord en la historia editorial que muestra la expectación generada por la continuación de El Código Da Vinci, que se ha convertido en el lanzamiento comercial más esperado de la temporada. Dan Brown ha tardado cinco años en escribir El símbolo perdido, que protagoniza de nuevo el experto en simbología y profesor de Harvard Robert Langdon. "El secreto es cómo morir", comienza la nueva novela, de la que se han desvelado escasos detalles.Su acción transcurre en un período de doce horas y está ambientada en las cámaras ocultas, túneles y templos de Washington DC.



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3 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hombre y mujer

Este verano leí, varios años después de su explosión mundial, el superbestseller Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus.

Un libro de autoayuda -que según avalaban las ventas por millones en incontables idiomas- habría procurado sustancioso beneficios a la relación intersexual no podía ser de ninguna manera inútil para mí ni casi para nadie. Podría creerse más o menos útil pero inútil desde luego que no.

Unos seres humanos lo habían aconsejado a otros en razón de sus buenos resultados, muchos habrían resuelto, por fin, el problema de la incomunicación -aun circunstancial- hombre/mujer y los más, con resultados  efímeros u orientativos habían dado por bien empleado el esfuerzo de adquirir, leer y memorizar el libro. Podía ser excepcionalmente un bluff pero ¿cómo no evocar títulos de autoayuda desde Cuando digo no me siento culpable a Duérmte niño que han proporcionado tantísimos beneficios prácticos?

 Bien, Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus no es, sin embargo, un libro de autoayuda cualquiera. Efectivamente, posee del género la insufrible repetición de lo mismo, pero difiere del género en el hecho de que la mente, la cabeza, el entendimiento de lo expuesto o lo que sea se torna cada vez más complejo y llegado a un punto la conclusión viene a ser que los problemas de comprensión entre hombres y mujeres reviste unas dificultades de tan difícil solución que lo más sano y acaso eficaz es no empeñarse en comprender más que lo indispensable. Una enseñanza tan mahacona como pragmática es ésta:  los procedentes de Martes son propensos a callar sus conflictos y, en todo caso, a tratar de aliviarlos ante partidos de fútbol televisados, mientras las mujeres se ponen a hablar y hablar de sus problemas para atenuarlos.  Se equivocará una mujer que viendo al marido como ausente piense que la desprecia al no hacerle partícipe de sus pensamientos mientras errará de su parte el hombre que asistiendo en voz alta a las preocupaciones de su pareja se empeñe en prestarle algún  consejo. Ni el hombre en "su cueva" (dice el libro) desea ser molestado en su conflicto personal ni la mujer en su cháchara, terapéutica en sí, demanda asesoramiento.  Lo uno es incompatible con lo otro y lo otro con lo uno. El libro, publicado para tratar de mejorar las interrelaciones hombre/mujer viene a ser en realidad un relato de lo  prácticamente intratable.



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3 de septiembre de 2009
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Provechosos movimientos veraniegos

De las proximidades de Torroella, pueblo del Ampurdán notorio por su festival internacional de música, a la aduana francesa hay poco menos de una hora y la primera población con un cierto empaque es Perpiñán. Conviene atravesar la frontera de cuando en cuando para hacer comparaciones, que son odiosas, sí, pero no por ello menos instructivas.

    En la agitada historia de Francia, tan vapuleada como España por la guerra incivil (aunque, eso sí, lo olvidan mejor), las zonas del sur siempre anduvieron un tanto despendoladas. Luis XIV les puso la brida a los feudales y la estatua ecuestre que adorna el candoroso parque de Montpellier es prueba de que en algún momento se les ordenó que formaran parte de un país más grande y quizás menos reaccionario que su minúscula región. Se plegaron.

    Así nació el primer estado moderno y así se pudo ver a Francia como la nación más poderosa del mundo en el siglo XVIII. El estado moderno obligaba a suprimir las madrigueras feudales y la guerra de la Fronda puso en claro con qué ferocidad los poderes regionales iban a defender sus privilegios con el apoyo (¡siempre lo mismo!) de la iglesia católica. Una historia que, como es lógico, en Cataluña se cuenta al revés. Todavía hoy el sur de Francia es una región de escasa vida industrial, con servicios menos vigorosos que los del norte y una población que tiende a votar a Le Pen. De ahí que su recurso sea el turismo, en el que trabaja con toda su energía, que es considerable.

    Muchos de estos rasgos nos son familiares a quienes vivimos en Cataluña Sur, capital Barcelona. Lo tremendo es que a pesar del tan alabado crecimiento económico español, de la admirable transición política, de la cantidad de jabón que se dan nuestros gobernantes, lo cierto es que una ciudad como Perpiñán, que viene a ser la Algeciras de Francia, le da mil vueltas a ciudades mucho mayores y más blasonadas de Cataluña (sur). Y no doy nombres porque luego los gañanes del lugar te buscan para romperte una bandera en el cráneo.

    Esto es desconsolador. ¡Con la cantidad de dinero que les estamos dando a esta gente de Perpiñán y alrededores! Por si no lo saben, les pagamos colegios, cátedras, universidades, radios, y un corresponsal de TV3 que ofrece fascinantes noticias sobre Ceret. Todo para recordarles a los de Cataluña Norte que son catalanes, un asunto que en general olvidan casi todos los catalanes hasta que llega el gobierno de Montilla para recordárselo. Es muy desesperante porque en dos días de moverme por la ciudad no pillé a nadie, pero es que nadie, que hablara catalán o que tuviera un porte que no fuera rotundamente gabacho. Quizás en el campo haya más entusiasmo.

    Veamos. El dinero que pagamos se ve por las calles, eso sí. Está todo lleno de banderas catalanas, los letreros de la oficialidad vienen en francés y catalán, por el centro hay oficinas de la Generalitat del sur, la emisora nacional nuestra está justo delante del río y parece que alguien la oye, quiere decirse que la vida administrativa refleja un buen fluido de dinero (¿cuánto?, nadie lo sabe) que les cae a estos franceses como agua de mayo.

    Ahí se acaba el asunto. Circulan unos autobuses que ya los querríamos en Barcelona, hay zonas peatonales con bares y restaurantes al aire libre servidos por auténticos profesionales, dos librerías que no encontrarás en ninguna capital catalana (del sur) excepto, claro, en Barcelona. Todo está limpio, no hay estruendo ni jarana, los comerciantes son educados, los grandes almacenes no venden saldos, hay varios locales recomendados por guías gastronómicas, en fin, que aquello es indudablemente Francia.

    Me preguntaba yo, mientras caminaba por la modesta y sin embargo confortable ciudad francesa, cuántos de aquellos nacionalistas (del norte) que negocian con nuestros Montillas y Carods y tratan de despertar un patriotismo que a los franceses les importa una higa, se cambiarían, no ya por catalanes (del sur), sino por españoles. Yo creo que ni uno. Ni siquiera los dirigentes del partido nacionalista catalán que se presenta a las elecciones en Perpiñán. Una cosa es pillar dinero como se pueda y otra cambiar el sistema de transportes, correos, la sanidad, la policía, los diarios y televisiones o la educación francesas por sus correspondientes entes catalanes (del sur) o españoles.

    Entre lo más agradable de este salto me atrapó una exposición de Hyacinthe Rigaud, pintor al que no se le presta atención cuando se pasea por el Louvre aunque fue el mejor retratista de la época de Luis XIV y Luis XV. La exposición era soberbia. Rigaud retrataba como un cretino a quien lo era (hay un diputado tocando la gaita que es pura actualidad), pero rozaba a Rembrandt cuando retrataba a quienes tenía respeto, como los jansenistas de Port Royal, gente sobria.

    Había un detalle, sin embargo, que me desoló. La exposición celebraba la anexión de la Cataluña Norte a la corona de Francia en 1659, año de nacimiento de Rigaud. ¿Cómo lo ha permitido Montilla? ¡Una exposición que celebra en Perpiñán su anexión a Francia! ¡Con nuestro dinero! Esto es tristísimo. También yo lo lamenté profundamente. Sobre todo porque por el mismo tratado de los Pirineos, la corona francesa renunció a Barcelona. Y eso sí que es algo que no le perdonaré nunca.

Artículo publicado el miércoles 26 de agosto de 2009.

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3 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El calvario de los espías

Veinte años no son nada pero el oficio no levanta cabeza. Cuando se cayó el Muro de Berlín también se cayó el negocio, y hasta hoy no ha conseguido recuperarse. Basta con repasar la historia de la CIA desde que los archivos de la guerra fría pasaron del Pentágono a las universidades y, sobre todo, con observar el último berenjenal en el que se halla metida la mayor y más poderosa organización de espionaje del mundo. Es evidente que ser espía en Estados Unidos ya no es lo que era. Ahora mismo un fiscal especial ha recibido instrucciones para investigar los métodos de interrogatorio usados por la CIA a las órdenes de Bush, cuando sus agentes recibieron permiso para infligir un amplio y repugnante repertorio de tormentos a los detenidos por terrorismo para extraer información.

La cuestión de las torturas se está convirtiendo en un feo juego en busca de culpables en el que cada uno señala al vecino para sacarse las pulgas de encima. Los agentes de la CIA que las perpetraron señalan a los consejeros legales de Bush que las autorizaron. El departamento de Justicia, donde trabajaban estos juristas, señala a la CIA, porque se extralimitó en el cumplimiento de las instrucciones. Los congresistas demócratas, que también las avalaron en una comisión reservada, señalan a Bush. Y los colaboradores de Bush se señalan unos a otros, incluido el propio ex presidente, que también se desentiende; con la sola excepción de su vicepresidente Dick Cheney, que es el único que mantiene el tipo defendiendo lo indefendible y asumiendo todas las responsabilidades. El acarreo de materiales sobre el que se ha construido la infame historia de las torturas ha gozado de muchas aportaciones. Intelectuales de renombre de todos los países han sostenido seriamente la teoría del mal menor, y polemistas políticos acreditados han aguantado el argumento de la bomba de relojería cuyo efecto se podría evitar si se daba barra libre a los interrogadores para sacar información a los terroristas. Y luego están los juristas de Bush, los rábulas capaces de legalizar cualquier cosa siempre que sea el presidente quien la ordene; o con suficientes dotes circenses como para encontrar la sutil y obscena línea roja que separa el concepto de tortura del de un interrogatorio reforzado. Como se está viendo ahora, el trabajo de estos juristas, que también proporcionaron argumentos para la guerra preventiva o para la creación de limbos jurídicos como Guantánamo, no ha sido en balde. El fiscal especial, John Durnham, con fama de incorruptible y apartidista, tiene instrucciones precisas de investigar sólo los interrogatorios en los que se sobrepasaron estas líneas rojas, algo que puede alcanzar a una docena de agentes como máximo. Aunque Obama prohibió la tortura a las 48 horas de llegar a la Casa Blanca, la decisión de su fiscal general de no perseguir a los picapleitos que pretendieron legalizarla, y sí en cambio a los polizontes que aplicaron con manga ancha e incluso regodeo las infames instrucciones, significa una legitimación implícita del debate sobre los límites de la tortura. Esto no significa que vaya a ceñirse estrictamente a la partitura: no es así como suelen comportarse los fiscales especiales. Es muy difícil que el presidente extraiga alguna ventaja de la investigación del fiscal especial y muy fácil en cambio que salga con algún rasguño. Convertir a la CIA en el payaso de las bofetadas no es precisamente una causa que entusiasme a los norteamericanos. Cuanto más avance esta investigación, y sobre todo si se desborda y se convierte en una causa general contra la política antiterrorista de Bush, más difícil será que el presidente mantenga sólidamente su posición central y su capacidad para arrancar acuerdos transversales con los republicanos. Los necesita de forma perentoria para la reforma del sistema de salud, sus nuevas políticas medioambientales y sus reformas educativas, pero también para encarar la cita electoral de noviembre de 2010, donde puede perder muy fácilmente su doble mayoría en el Congreso y el Senado. De ahí que Obama se haya decidido por una política de contención del ajuste de cuentas con el pasado, soltando lastre cuando no tiene otro remedio, pero evitando a toda costa aparecer como un presidente partidista, obsesionado con su antecesor y dispuesto a cobrar vengativamente las facturas de las fechorías republicanas. En eso, Obama va contra Obama, el pragmático contra el moralista. Hay un poderoso argumento que pende sobre su cabeza y que Cheney se cuida muy bien de agitar tácitamente con su media sonrisa maquiavélica: gracias a aquella política antiterrorista brutal, desde el 11-S no ha habido más atentados; si regresan las bombas, todos sabrán de quién es la culpa, y nadie querrá seguir hurgando en las responsabilidades judiciales y políticas por las torturas. Por eso el calvario de los espías lleva camino de convertirse también en un calvario para el joven presidente.



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3 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La disolución del paseante

Rafael Argullol: Creo que en nuestros días el poder de la masa se manifiesta precisamente a través de esa uniformización que producen los terminales de los medios de comunicación.  

Delfín Agudelo: Pienso en "À une passante" de Baudelaire. Siguiendo el análisis de Benjamin, la mujer de mirada penetrante cobra vida gracias a la multitud, porque es ésta quien le da vida al individuo. En el siglo XIX existía la necesidad de formar parte de la masa, para así ser conscientes de la modernidad. Pero ahora hay una serie de elementos que te permiten retirarte de la masa, y no puedo dejar de pensar en ciertas modalidades de turismo: olvidarse de la masa, evadirla a toda costa. Y no solamente en turismo: más de una vez, en la ciudad misma, optamos por las calles que la multitud no ha conquistado.  

Rafael Argullol: Yo creo que se ha producido un cambio profundo en la percepción en lo que puede ser civilización o cultura. El escenario de la modernidad del siglo XIX y comienzos del XX encontramos dos protagonistas. Un caso es la multitud, y otra el paseante, que en Baudelaire adquiere el perfil de flâneur, o en Benjamin de conocedor de los pasajes de París. Ese paseante, en un momento determinado, detiene el paseo o su itinerario en un café. Si por un lado es la multitud y por otro el paseante, éste, a su vez, tiene dos escenarios privilegiados: la acera o el café. Ya es casi un tópico que gran parte de la cultura moderna ha sido de los cafés, de París, de Viena, de Buenos Aires. Creo que en nuestra época de la megápolis y globalización no existe ni la multitud en sentido histórico-moderno, porque no es englobada, ni en organizaciones obreras, o sindicatos, sino que es una masa de productores y consumidores que deambulan por la ciudad sin la conciencia anterior. Se ha destruido la figura del paseante, que se ha convertido en una figura casi imposible en nuestras ciudades altamente agredidas por los vehículos, por la enorme cantidad de gente, por la densidad demográfica. El paseante que iba conociendo cosas inesperadas en la ciudad está casi desapareciendo, porque hay pocas cosas inesperadas y porque lo que encuentra en su ciudad es lo que encuentra en otra ciudad, que es lo mismo a través de las grandes cadenas.

En tercer lugar, el espacio del paseante reposado en el café recibió una estocada de muerte también por las cadenas, por el fast-food, por la presencia del turismo masivo, por las migraciones, etc. Es por esto que en nuestro momento creo que ha dejado de identificarse ciudad y civilización o ciudad y creación de cultura, que es una identificación muy vieja y que llega  a su extremo en el París, Viena, y Londres del XIX y casi hasta los años cincuenta del siglo XX. En el momento en que deja de identificarse se está produciendo una especie de nuevo retorno a una naturaleza no urbana, o una naturaleza que, para ser más justos, deberíamos llamar semi-urbana. Para muchos, el ideal de hábitat actual es un lugar en el cual se goce de ciertas ventajas de la comunicación mundial, de la presencia del cine y de la música mundiales, pero al mismo tiempo retirándose de las desventajas de una megápolis que ya no aporta aquella condición de creación cultural que el siglo XIX y hasta la década de 1950 se había hecho bandera.



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2 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Charlotte Roche en castellano

Charlotte Roche. Fuente: Celebrity Sweater Puppies En el Perú "roche" es un sinónimo de "verguenza". Ningún roche ha tenido Charlotte Roche, nacida en Inglaterra pero cuya vida y carrera como presentadora de TV transcurre en Alemania, para publicar su primera novela Feuchtgebiete, traducida como Zonas húmedas. Más de un millón y medio de ejemplares vendidos y la etiqueta de porno-literatura (ella ha dicho que no está en contra de la etiqueta, pero es mucho más que "porno") Una mujer hablando de su sexualidad sin roches, incluyendo lesión anales, afeitado púbico, hemorroides, masturbación, higiene femenina y provocación sexual. En octubre aparece la novela por Anagrama, que consiguió hacerse así con el tesoro más preciado de la Feria de Frankfurt. Dice la contratapa:Tras causarse una fisura anal por apurar su depilado íntimo, Helen, la adolescente protagonista de este relato-confesión, se encuentra en la unidad de Medicina Interna, y mientras espera analiza aquellas regiones de su cuerpo que la opinión biempensante suele considerar poco propias. Porque a Helen la mueve una indomable curiosidad por sus recovecos y orificios. En efecto, a la muchacha le gusta el sexo: en solitario o en pareja; por vía anal, oral y vaginal, menstruando o con chocolate... Y el lector se deja contagiar por la risa de esta antiheroína moderna, que elabora sus traumas infantiles con un lenguaje fresco y trufado de guindas poéticas. Una primera novela transgresora, equilibrada con humor e ironía, que ha encabezado durante meses los ránkings de venta alemanes y ha sido el primer libro del ámbito germano en alcanzar la cumbre de la lista mensual de best-sellers mundiales según Amazon, con más de un millón y medio de ejemplares vendidos y 25 traducciones. «Una incursión en los últimos tabúes de nuestra época» (Elsa Vigoureux, Nouvel Observateur); «Evoca la voz de Salinger en El guardián en el centeno, Crash y el ideario feminista de Germaine Greer en La mujer eunuco» (P. Oltermann, Granta).Aquí pueden leer una entrevista a la autora realizada por el prestigioso The Guardian. Se titula "'It should make you blush". Parece que mucho más que eso consigue Charlotte.



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2 de septiembre de 2009
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