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Antología francesa (4). Fútbol para intelectuales

Por 25 de agosto de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

La mayor desgracia que le puede pasar a un escritor español es que el día en que se haga la presentación pública de un libro suyo se juegue a la misma hora un partido de fútbol. He pasado por esa prueba, y puedo dar testimonio del sufrimiento, del abandono, de la humillación. En primer lugar está la dificultad de encontrar a otro escritor dispuesto a introducirte en el café o la librería donde suelen hacerse estos actos. Y no porque tu libro le haya parecido un bodrio, y quiera evitar el comprometerse ante los demás con sus elogios. El problema radica en que muchas veces esos actos librescos caen en miércoles, día de la semana muy propicio para los partidos de la Champions League u otros grandes torneos internacionales de fútbol, y por tanto les estás pidiendo el sacrificio de privarse de ver la retransmisión de un, pongamos por caso, Barcelona-Bayern de Munich, Real-Madrid-Arsenal, o Valencia-Olympique de Marsella. Tu amigo no te lo dirá a las claras, por pudor literario. Así que ese día, te comunica con aire compungido que está de viaje en Dinamarca, o su hijo actúa en una función teatral del colegio. Qué mala suerte.

     Cuando por fin encuentras a un semejante que no sigue la liga o la copa, tienes que enfrentarte al malhumor del librero elegido y de los (pocos) amigos íntimos que no han tenido más remedio que venir a escuchar las peroratas sobre tu novela el mismo día y a la misma hora en que Fernando Torres marcará un gol antológico. Una vez, algunos años atrás, mi editor de entonces se vio obligado por las circunstancias a fijar el acto de presentación de una novela mía el día de la semifinal de los Mundiales, a pesar de lo cual no me pareció verle inquieto. Se sentó en un extremo de la mesa, más allá del presentador, y mientras éste y después yo mismo hablábamos del libro, le vi absorto, quizá demasiado absorto para las banalidades elogiosas y los agradecimientos banales que se decían. Acabaron las intervenciones y el escaso público aplaudió, como era de rigor, pero el editor ni aplaudía ni se movía, mirando fijamente al vacío con una mirada de angustia. Tuve miedo de que le hubiera dado un síncope o un ictus, y me acerqué a su sitio, sin que él advirtiera mi llegada. Tenía camuflados en sus orejas unos minúsculos trasmisores (de los que sólo se pueden comprar en las Tiendas del Espía) por los que seguía radiofónicamente el partido, en el que, lo supe después, el Real Madrid, que era su equipo, perdió tres a cero. De ahí su estado casi cataléptico, de ahí su angustia.

    Un fruto nada desdeñable de esta curiosa situación -que ignoro si se da igualmente en los demás países europeos- es la calidad de los artículos periodísticos sobre fútbol y, por ósmosis, supongo, el refinamiento intelectual de algunos jugadores. Aunque el fútbol no está entre mis muchos vicios, leo con agrado a Vila Matas, a Javier Marías, a Ray Loriga o a Javier Cercas cuando escriben de fútbol en la prensa, superando, gracias a su exquisita prosa, la dificultad del universo arcano del que hablan, infinitamente más críptico que sus tramas novelescas. Y hay tradición en esto. Entre los poetas de la generación de García Lorca, hubo encendidas odas a los guardametas (por Rafael Alberti y Miguel Hernández) y al balón de cuero (Gerardo Diego), siguiendo después de la guerra civil esos fervores futbolísticos en la obra de escritores de calidad como Celaya o García Hortelano. Recíprocamente, el argentino Jorge Valdano, que fue un distinguido jugador del Real Madrid y después entrenador de este equipo, arengaba a sus jugadores en los vestuarios con versos de Borges, urdiendo desde el banquillo  -se decía- sus tácticas de juego a partir del esquema de la ‘Divina Comedia’ de Dante.

     Una vez coincidí con Pep Guardiola en un programa de televisión en el que no se hablaba de fútbol. El entonces brillante jugador del Barcelona era lector, y bastante fino, y eso me hizo ver algunos partidos suyos en televisión. Luego Guardiola se fue del ‘Barca’ y prosiguió una carrera europea menos gloriosa. Pero ahora ha vuelto a su antiguo equipo como entrenador, y está haciendo una temporada triunfal. Hay sin embargo, entre los aficionados ‘culés’ una honda preocupación. Guardiola, que fue en su juventud un ‘sex symbol’ y sigue siendo un hombre guapo, está, desde que desempeña esa difícil misión, perdiendo pelo. Fue el tema de conversación principal que tuve hace dos semanas con mi editor actual, forofo del ‘Barça’. Le noté más angustiado por esa alopecia que por la crisis del sector editorial.

                               

(Publicado en Libération el 25 de abril de 2009)

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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