Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

Si Dios quiere

Seguimos nombrando a Dios, creamos o no en su existencia, en una costumbre fijada por el idioma, aunque se haya alejado del sentido original. En las despedidas cruzamos adioses, palabra que se hizo independiente uniendo la preposición y el nombre y se pluralizó de forma politeísta. Adeu , adieu , addio ... las lenguas románicas no han despegado la divinidad de los labios, y tampoco lo ha logrado el inglés, que se contentó con contraer el God be with you del final de la misa en el goodbye de despedida. Me detengo en una expresión que todavía escucho con frecuencia, mezcla de aceptación de una voluntad superior y nuestra humana impotencia: "Si Dios quiere".
 

Su origen se encuentra en la costumbre musulmana de nombrar siempre a Alá -"In š ā All āh" (si es la voluntad de Dios)- en la fe de que, si no, el deseo o plan acariciado podría fracasar. En nuestro acervo de dichos y refranes perviven todavía, si bien cada vez menos en uso, una treintena larga de expresiones relacionadas con la palabra dios . Constituye un buen testimonio del profundo arraigo del deísmo en nuestra civilización. No solo la pronuncia Concha Velasco en el teatro Quijano cuando dice que si Dios quiere, regresará a los escenarios, también Berto Romero afirma, con esa humildad propia de los grandes, que si Dios quiere, fracasará de nuevo. He oído a escritores ateos afirmar que si Dios quiere terminarán la novela en marzo. Y a Sergio Ruiz, el chófer chivato de Luis Bárcenas, decir en las grabaciones del caso Kitchen: "A ver si Dios quiere que cuando salga el señor [Bárcenas] estoy yo en Ávila", en referencia a la academia de Policía en la que quiere ingresar.

"¿Dónde está Dios?", nos preguntamos tras siete meses de pulso con una realidad cruel y desfigurada. Vivimos un tiempo de enfermedad, tan colonizadora que es capaz de fracturar la línea del tiempo. Incineramos a nuestros muertos -1.132.300 personas han fallecido por el coronavirus en el mundo- mientras, desde la tribuna del Congreso, la ultraderecha alimenta la nostalgia del régimen nacionalcatólico, muy alejada de la idea del Dios que es amor, y en las antípodas de la última encíclica del papa Francisco, titulada Fratelli tutti , en la que critica los desbarajustes del neoliberalismo, el racismo "siempre al acecho" y la condenación de tantos pobres que nunca podrán escapar de la miseria. Algunos llaman a Bergoglio Papa comunista ; quizá les soliviante su radical coherencia frente al voto de pobreza: recordemos que es el único Sumo Pontífice que no habita entre las aterciopeladas paredes del palacio Apostólico del Vaticano, sino en la Casa de Santa Marta, administrada por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.

Parece que aquel Dios severo e implacable del que tantos jóvenes que no podíamos entender la castidad obligada nos escindimos, el Dios iracundo y flagelador defendido desde una falsa piedad con mentalidad censora, se desdibuja en la hermenéutica de estos nuevos tiempos. Hoy ya no es Dios quien nos vigila, sino las cookies y los algoritmos, Google, Microsoft, Facebook, Apple o Huawei, los gobiernos y sus cámaras de videovigilancia... Y tampoco es él quien riñe, sino los políticos, ensimismados en su bronca partidista. La sobredosis de realidad nos obliga a mirar de frente a los problemas, sintiendo que todos estamos en la misma barca, así lo dijo Bergoglio: "Con la tempestad cayó el maquillaje de aquellos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos, siempre pretenciosos de querer aparentar. Y nos ha mostrado nuestra pertenencia como hermanos".

Las nuevas pandemias y los intereses de la industria farmacéutica, el populismo y el debilitamiento de la democracia, la creciente desigualdad, la persistencia del desempleo, la devastación ecológica, el sentimiento anti-inmigración o el aumento de patologías psíquicas y conductas sociales anómicas son algunos de los desafíos globales en el horizonte inmediato del mundo. El sociólogo alemán Ulrich Beck, que acuñó el concepto sociedad de riesgo , sintetizaba el cambio de paradigma distinguiendo: "En situaciones de clase, el ser determina a la conciencia, mientras que, en situaciones de riesgo, sucede al revés: la conciencia determina al ser".

Una nueva ética colectiva nos desnuda al tiempo que nos fortalece. ¿Quiénes somos sin el otro? ¿Hasta dónde es capaz de hacer el ridículo nuestra soberbia? Y la búsqueda de la espiritualidad es consustancial a toda crisis del pensamiento materialista. La práctica del yoga, tan generalizada, resulta una forma de hacerse leve, a la vez que la meditación garantiza calma y orden interior. Conozco a no creyentes que rezan el rosario durante su hora de piscina: veinte largos, cinco por misterio. Mantras de la infancia que les ayudan no solo a respirar mejor bajo el agua, porque desde el fondo de su alma desean firmemente que Dios quisiera, que estuviera de nuestra parte, y que, además de acompañarnos en la dura convivencia con el mal, intercediera para amansar el virus, doblegar las miserias politiqueras y reconfortar al moribundo que clama, como Jesús clavado en su cruz, "¿Dios mío, por qué me habéis abandonado?".

Leer más
profile avatar
29 de octubre de 2020
Blogs de autor

Susto doble

 

Menudo susto nos hemos dado un jabalí y quien esto escribe. Andaba observando aves por el camino que rodea un amplio trigal, ahora en barbecho, cuando de golpe, de los tupidos matorrales contiguos a un miliario, ha surgido una figura enorme, oscura, rápida, ruidosa, un macho de jabalí, de 6 o 7 años, que debía de estar durmiendo y no ha despertado hasta que he llegado a la altura exacta de su escondrijo; tan silencioso es mi proceder de ornitólogo. Ladera abajo, trotando por el centro del campo, ha huido hasta alcanzar un bosquete de carrascas y enebros, donde ha desaparecido, tragado por la espesura. No recuperado de la intensa emoción he recibido un disparo de postas en el abdomen, sin duda destinado al gran cochino que, por lo que han manifestado los cazadores en el atestado, acostumbra a encamarse a mediodía en este enclave, conocido por La Logroño.

 

Leer más
profile avatar
29 de octubre de 2020
Blogs de autor

Ausentes

He visto tantas personas ausentes de su propio ser... Cientos de personas que creían estar viviendo su no-vida.

Cientos de almas perdidas, cientos y cientos de fantasmas flotantes que creían existir y que tan solo latían levemente entre las murallas del sí y las murallas del no: más entre las murallas del no, si he de decir lo que sentí cuando miraba sus ojos: símbolos de una ausencia trágica, en medio de la burda comedia de la vida.

Los seres que más admiro son los que saben nadar en un mar de conflictos sin permitir que les arrebaten su propio ser, su propia vida.

Los ladrones de vida están por todas partes, los ladrones de sueños y de pensamientos. Siempre habrá alguien dispuesto a convertir tu ser en un instrumento de sus deseos.

Siempre habrá alguien dispuesto a despojarte de tu ser. Siempre habrá alguien que simulando que te da vida, en realidad te está dando la amarga sustancia de la muerte.

Pero hay en nosotros un núcleo irreductible, inconquistable. Las mujeres lo saben mejor que nadie.

Acercarse a ese núcleo candente es acercarse a lo más valioso del ser, al lugar donde hallar el verdadero aliento, el verdadero albedrío, y el sentido más hondo de la vida.

Todo cuando acabo de decir no está en La posesión de la vida, es una derivación de entre las muchas que podría hacer. Todo libro tendría que ser un generador de nuevos pensamientos.

 

 

Leer más
profile avatar
29 de octubre de 2020

Foto: ©Ferrán Mateo

Blogs de autor

Una postal desde Auschwitz

Viaje a los campos de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau en el año del 75 aniversario de su Liberación

El pensamiento se articula en el espacio. Leemos o nos dicen: "Aquí fue donde ocurrió", y nos adentramos en el mundo de lo concreto, donde la geografía, el paisaje, se transmuta en testigo. Auschwitz-Birkenau es un lugar. Fue el centro de una constelación de puntos -campos, subcampos, fábricas, granjas, estaciones ferroviarias, oficinas, almacenes, cuarteles, etcétera- unidos con el objetivo común de perpetrar un genocidio. Y, dado que fue concebido y planificado, podemos pensar sobre él, afirmó el historiador Pierre Vidal-Naquet, por mucho que sus consecuencias pongan a prueba nuestra capacidad de imaginar. Allí culminó la obsolescencia de lo humano. "Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate" (Abandonad toda esperanza quienes aquí entráis) está inscrito sobre la puerta del infierno de Dante. En este campo el silencio alcanzó los mil grados de temperatura. De las dos mil hectáreas que ocupaba su complejo, hoy pueden visitarse ciento noventa y una. A diferencia de las operaciones de aniquilación en el Frente Oriental, donde los escuadrones asesinaban sobre el terreno, pueblo a pueblo, dejando un reguero de fosas comunes a su paso, aquí, en este pedazo de tierra polaca, se iba al exterminio tras cruzar la puerta de una factoría de la muerte. Así se había maximizado la eficiencia y minimizado la culpa. Auschwitz es, también, un gran interrogante que, como una reacción en cadena, se desintegra en muchos otros.

Por ejemplo, ¿qué es Auschwitz después de Auschwitz? Estoy en una linde de Oswiecim y sopla el viento cortante de la mañana. A primera vista, parece el límite de un término municipal cualquiera: un puñado de casas con jardín separadas de un terreno baldío por una carretera secundaria. Los nombres en alemán para Oswiecim y Brzezinka -Auschwitz y Birkenau- aparecen en los letreros solo en referencia al museo, como si mediante la lengua extranjera impuesta se intentara distanciar unas localidades, que cuentan con siglos de historia, de lo que allí pasó. Menos de un diez por ciento de las víctimas hablaban alemán y, como contó Primo Levi, eso determinaba recibir o no un castigo. "Cualquiera que se exprese en alemán enmudece instintivamente al leer los carteles redactados en esta lengua", dice el escritor y orientalista Navid Kermani en Por las trincheras .

En paralelo a la carretera, discurre un ramal ferroviario que termina entre matorrales y montañas de gris alabastro. Este no es un sitio cualquiera, sino una profundísima herida en el corazón de Europa. "De todos los puntos del horizonte convergían los trenes hacia lo in-nominado, cargados con millones de criaturas que eran arrojadas allí sin saber dónde estaban arrojadas con sus vidas", escribió en sus memorias Charlotte Delbo. Miembro de la resistencia francesa, así describió su estupor al apearse en ese funesto andén en mitad de la nada, la Judenrampe. Cuando, en 1978, Auschwitz-Birkenau se incluyó en el patrimonio mundial de la Unesco, se creyó que así se habían resuelto los conflictos territoriales que la existencia del museo suponía para las administraciones. Los residentes autóctonos no habían dudado en reclamar las tierras robadas por los nazis a sus padres y abuelos porque querían construir nuevas viviendas y utilizar los prados para el ganado. El informe se hizo con tanta premura que se dejó fuera este apeadero, caído en el olvido.

Hace dieciséis años, cuando vine aquí por primera vez, la Judenrampe era un páramo cubierto de maleza. Hoy, recuperadas las vías e instalada una placa, se ha añadido un solitario vagón para completar la puesta en escena. Como apunta el experto en literatura del Holocausto Efraim Sicher, la pregunta pertinente no es si se puede reconstruir el pasado, sino qué memoria se lega. Auschwitz parece abocado a avanzar hacia la condición de parque temático mientras cada vez quedan menos supervivientes, cuya autoridad moral es la última barrera contra cualquier atisbo de negacionismo. El pasado febrero, en el auditorio de la biblioteca municipal de Oswiecim, escuché a cuatro de ellos, ancianos cuyos movimientos frágiles contrastaban con la dureza del testimonio del hecho imborrable que había marcado sus vidas. Ante decenas de cámaras de medios internacionales, desplazados allí para cubrir los actos del 75.º aniversario de la liberación del campo, bajaban la mirada, abrumados. Cuando el último testigo desaparezca, los relatos que se hayan salvado competirán con las distorsiones de la cultura popular, ya sea en forma de bestsellers, series o películas, así como con la museificación de la historia. Entonces, dependeremos de la memoria indirecta -la postmemoria, para usar el término acuñado por Marianne Hirsch-, de la transmisión del pasado a las generaciones siguientes por medio de relatos, fotografías, documentos, etcétera, aunque esa base documental no siempre garantice de por sí que su significado llegue de manera coherente o accesible. Esta pugna está presente en el último título de Santiago H. Amigorena, El gueto interior, en el que intenta descifrar el silencio y la culpa de su abuelo a través de las cartas de la madre, enviadas desde el gueto de Varsovia.

Oswiecim fue un importante nudo ferroviario que conectaba las redes de tres imperios. Desde aquí se podía llegar a Viena, Berlín, Varsovia, Moscú o Lvov. Los deportados que descendían en la Judenrampe pasaban primero por una selección. En los días claros se vislumbraba la torre de vigilancia de la entrada al campo. Ahora todo el mundo lo sabe: había quienes, engañados, iban directamente a las cámaras de gas en camiones. El resto iba a pie para someterse a la Vernichtung durch Arbeit (aniquilación mediante el trabajo). "Ignoraban que al infierno pudiera llegarse en tren. (...) No saben que a esta estación no se llega. Esperan lo peor, no esperan lo inconcebible", sigue Delbo, con una escritura entre la prosa y la poesía que transita por la sutil línea entre lo insondable y la necesidad de transmitir. "Desde hace años se sabe/ se sabe que ese punto en el mapa/ es Auschwitz/ Eso se sabe/ Y lo demás se cree saberlo", añade. Al leer a Delbo pienso en lo que dijo Jacques Derrida acerca de que todo testimonio responsable compromete una experiencia poética de la lengua, y me pregunto si precisamente en la lengua, en cómo la hemos utilizado desde entonces, se halla la medida de nuestra comprensión -siempre imperfecta- de lo ocurrido.

Cada vez que se ha roto el silencio de un superviviente, Auschwitz ha dejado de estar detrás de nosotros. En sus primeros escritos sobre el impacto que una experiencia traumática tiene sobre la memoria, Freud empleó una metáfora fotográfica: los recuerdos se almacenan en el cerebro como película expuesta sin revelar hasta que un día algo desencadena que la imagen latente por fin se haga visible. El reciente testimonio de Ginette Kolinka, Regreso a Birkenau , ha sido un fenómeno editorial en Francia. Parisina nacida en 1925, Kolinka ocultó a todo el mundo, marido e hijos incluidos, su paso por el infierno a los diecinueve años, junto con su padre, su hermano pequeño y un sobrino. En la Judenrampe, a los dos primeros los animó a coger los camiones, para que no se fatigaran. Mientras ella se sometía al protocolo de ingreso -corte de cabello de todo el cuerpo, desinfección, tatuaje- lo supo: "¿Veis ese humo que hay fuera? ¡Pues ahí están! ¡Son los cuerpos de vuestras familias los que se están quemando!". Más de medio siglo después regresó allí con sus alumnos. Su libro, directo y sobrio, con detalles cotidianos a los que no se suele aludir, interpela al lector: "Yo cuento esto, lo veo, y pienso que no es posible haber sobrevivido a ello. Veo y siento. Pero ustedes, ¿qué es lo que ven?".

"La carretera atravesaba una campiña de color gris ceniciento", así empieza la descripción de la Judenrampe de Kolinka. Hoy esa misma vía pasa entre chalés de nueva construcción, con sus jardines, barbacoas, hamacas y columpios, y decido seguirla. En la primavera de 1941, los nazis demolieron más de medio millar de casas en las inmediaciones y reciclaron el material para construir las instalaciones de Birkenau. Sin quererlo, esas vías son una representación visual de la fragilidad del relato de la historia, siempre tentado a incluir la simulación, el simulacro, la ficción o la mentira. Ahora los raíles se camuflan entre el césped, ahora desaparecen bajo el adoquinado frente a una urbanización cerrada; luego una verja me impide continuar y la rodeo. Al fondo se distinguen de nuevo las vías, ya restauradas, y los turistas pueden turnarse para captar una fotografía ya icónica. Para tomar la otra, la de la frase "Arbeit macht frei", hay que acudir al museo, el más visitado de Polonia, donde se agolpan los autobuses y se debe reservar entrada con antelación. En Cracovia, las agencias de viajes anuncian excursiones a Oswiecim, como una atracción más, al lado de la de las minas de sal de Wieliczka. Es difícil encontrar, en el contexto turístico, una forma adecuada para apro­ximarse a la aniquilación de vidas humanas. Sin embargo, el turismo es una fuente de ingresos fundamental para el mantenimiento del museo, con sus costosos trabajos de restauración. Tanto es así que, debido al cierre decretado por la pandemia, la fundación del museo hizo un llamamiento urgente para recaudar donaciones a fin de asegurar su supervivencia.

En plena cultura hipervisual, nuestra reacción inconsciente ante lo que se extiende al traspasar la entrada de Ausch­witz-Birkenau es la de que nos encontramos en un decorado cinematográfico. Vasili Grossman abrió su monumental Vida y destino con la profusión de líneas rectas del diseño de un campo de exterminio y, en la uniformidad de los barracones, veía una constatación de su carácter inhumano. Una uniformidad que contrasta con la esencia de Europa, que es contradictoria, desordenada, plural, inestable, multilingüe. Basta con hacer la prueba y buscar Ausch­witz en Google Earth. Al instante, su cuadrícula destaca entre los meandros del Vístula y las calles irregulares de Oswiecim y Brzezinka. "Un lugar como este exige al visitante que se interrogue en algún momento sobre sus propios actos de mirada", apunta Georges Didi-Huberman en Cortezas . Lo que hoy se ve ha pasado por múltiples procesos de destrucción: la de los alemanes cuando huyeron, la de los habitantes polacos al recuperar los terrenos que fueron suyos, los robos y saqueos, el deterioro, la conversión en museo y la reconfiguraron de instalaciones en locales de servicios para turistas, como la cafetería o el parking, o las décadas de relato soviético, que obviaban la dimensión judía de la catástrofe. La interrogación con la mirada pasa primero por desentrañar cada una de esas capas. Entre tanto, los retratos de los visitantes no cesan: unos apoyados en la pared de los barracones, otros haciendo equilibrios sobre la vía del tren.

En El monstruo de la memoria Yishai Sarid aborda sin sentimentalismos la complejidad de transmitir el pasado. Un joven investigador especializado en campos de exterminio redondea su sueldo ejerciendo de guía, primero en el memorial Yad Vashem de Jerusalén y luego de grupos de jóvenes israelíes que viajan a Polonia en una suerte de rito de paso. La tensión que le causa el esfuerzo de intentar hacerles imaginar lo que ocurrió o las reacciones que presencia van haciendo mella en su psique. Desde Tel Aviv, Sarid me comenta: "Hice dos veces un tour por los campos en Polonia. La primera vez cuando tenía dieciocho años. Estos viajes promueven el patriotismo en los israelíes y favorecen que el trauma del Holocausto siga siendo un factor político determinante. Después, serví seis años en el ejército de mi país. Volví a Polonia en el 2016, después de acumular lecturas. Fue una experiencia emocionalmente dura. Me formulé el tipo de preguntas que aparecen en el libro. Las víctimas a menudo son pasivas y, si nos centramos en los verdugos, no hacemos justicia a las primeras. ¿Cuántos nombres de víctimas se conocen, además del de Anna Frank? Preferí escribir sobre el presente porque evocar una respuesta emocional de lo ocurrido es artificial y conlleva cierta manipulación. En cualquier caso, visitar únicamente Polonia te aporta una imagen distorsionada de la historia y difumina el papel de Alemania. Antes habría que ir a Berlín, a Nuremberg o a Dachau. La memoria no debe mantenerse en los museos, encerrada en vitrinas".

Al norte del campo hay una zona de barracones cuya construcción no se culminó. Sin instalaciones sanitarias, comida o abrigo, se disparaba el índice de mortalidad de quienes esperaban allí a que les asignaran un trabajo forzado para el Reich. Los llamaban mexicanos, porque deambulaban por el campo envueltos en mantas de colores. El camino es largo y atrae a pocos visitantes, pues la mayoría prefiere ir hacia el Oeste, a Kanada, donde se procedía a clasificar los objetos confiscados. Estoy sola, bajo abedules y ante postes de alambrada sin restaurar. Unas estructuras rectangulares a ras de suelo indican dónde se erguían los barracones. La lluvia las ha inundado, formando una suerte de estanques. Tres ciervos se cruzan a lo lejos. Comen, avanzan despacio y se pierden a mi derecha.

Recordé que, en el concurso de 1958, el proyecto de memorial ganador, liderado por el arquitecto Oskar N. Hansen, fue un antimonumento , que consideraba todo el espacio en sí como un memorial: un camino pavimentado lo cruzaría en diagonal, dejando todo a su alrededor expuesto a la erosión del tiempo, excepto por donde pasara ese camino. De la vida se transitaría a través de la muerte para emerger de nuevo a la vida. La naturaleza, por su parte, se apoderaría de lo que quedase de las instalaciones. En cierto modo, esta opción, que no se llevó a ­cabo, intentaba evitar caer en la paradoja de Teseo, que se pregunta hasta qué punto un objeto cuyas partes se sustituyen sigue siendo el mismo o ha perdido ya su identidad genuina.

Foto: Ferrán Mateo

Leer más
profile avatar
28 de octubre de 2020
Blogs de autor

Coronas

No tenemos una monarquía de linaje divino, sino constitucional, y la representan ciudadanos como Felipe y Letizia, quienes en ningún momento se han apeado de su ciudadanía

¿Cómo les contarán a los niños, en sus colegios, lo que es una monarquía? Un rey es fácil de explicar, pero la institución monárquica es un artículo tan técnico como las trompas de Falopio. Hay que empezar por distinguir entre los monarcas absolutos y la monarquía parlamentaria, que apenas conserva algún rasgo de las viejas coronas, aunque sí lo más mítico, la herencia de sangre. Es uno de los últimos lugares en donde la sangre humana conserva un carácter mágico y poético.

En España hay una obsesión por las dinastías. Es frecuente que algunos políticos emitan los más chocantes juicios sobre lo que llaman "los Borbones". Sin embargo, los Borbones ya no pintan nada. No tenemos una monarquía de linaje divino, sino constitucional, y la representan ciudadanos como Felipe y Letizia, quienes en ningún momento se han apeado de su ciudadanía.

No deja de ser curioso que se hable tanto de los Borbones, pero apenas se mencione la dinastía que nos puso en el mapa universal: los Habsburgo. Esta familia centroeuropea se llamó aquí "los Austrias". Dos de sus reyes, Carlos V y Felipe II, ampliaron España hasta los confines del planeta. El suyo era un linaje de orígenes sanguinarios y (sorprendentemente) suizos. El primero de la saga, Kanzelin (siglo X), nació en Argovia, según Martyn Rady, cuya historia global de los Habsburgo acaba de publicar Taurus.

Quizás para compensar sus violentos orígenes, los reyes de esa casa fueron fanáticos defensores del catolicismo romano, lo que al cabo les condujo al desastre cuando el norte se hizo protestante y los musulmanes penetraron por el sur hasta Viena. Una tenaza religiosa los estranguló. Lo encantador es que, comparados con los Habsburgo, los Borbones fueron más bien "progresistas". Ya ves tú.

Leer más
profile avatar
27 de octubre de 2020
Blogs de autor

Memoria del caribe

 

Cuando hablamos de identidad deberíamos empezar por buscarla en la diversidad. El Caribe, tan diverso y múltiple, es un universo complejo que se forma a través de los siglos en base a una mezcla de etnias de muy distinta procedencia, y de muy distintas culturas y lenguas, y que engloba variados territorios geográficos, continentales e insulares, distantes entre sí, pero que comparten elementos culturales fundamentales.

La cultura se vuelve un elemento crucial a la hora de hablar de diversidad, y al tratar de representar bajo un denominador común todo este conglomerado asombroso, y tan deslumbrante, que llamamos Caribe, y que desborda, en primer lugar, la lógica geográfica.

Podemos describir un círculo que comprende toda la costa del golfo de México, desde la Florida hasta Yucatán y la costa maya, que baja por la cornisa de Centroamérica, hasta la costa de Colombia, Venezuela y las Guyanas, y de allí por ese mar mediterráneo nuestro que comprende las Antillas mayores y menores, islas a sotavento y barlovento, y marca la frontera hacia el Atlántico.

El Mississippi de Mark Twain y William Faulkner es un río del Caribe, como Nueva Orleans y todo el Dixieland del jazz es el Caribe; y el Orinoco de Rómulo Gallegos, y el Magdalena de Gabriel García Márquez son ríos del Caribe. Y la isla de Trinidad de V.S. Naipul es una isla del Caribe, como Santa Lucía de Derek Walcott, y su mar de Homero, y la Martinica de Aimé Césaire, y Guadalupe de Saint John Perse. 

Pero el Caribe es también la costa del Pacífico de Centroamérica, tierras de selvas y volcanes de Rubén Darío y Miguel Ángel Asturias, y es Guayaquil, ya muy adentro, hacia el sur, de ese mismo océano Pacífico, y lo es también Salvador, Bahía, en el litoral atlántico brasileño, territorio de Jorge Amado.

Una diversidad de razas y de pueblos. Una gran olla en la lumbre, una gran cocina de lenguas y música y religiones y ritos. El gran melt pot sin parangones. Un mestizaje múltiple. Los pueblos que ya estaban desde antes de la llegada de los conquistadores, zainos, arahuacos, caribes, mayas, nahuas, chibchas. Y los andaluces y extremeños, castellanos y vascos de la conquista, y los que siguieron llegando después, oleada tras oleada, catalanes, canarios, gallegos, y los colonos portugueses, los calabreses y napolitanos de la Italia pobre del sur, las juderías sefarditas en éxodo, y los judíos de Europa oriental, los árabes de Siria y Líbano y los palestinos del Imperio Otomano, y los chinos de Cantón escondidos en los barcos en barriles de tocinos salados, los hindúes de Bombay, los holandeses luteranos, los corsarios franceses.

Y, sobre todo, y este es un elemento común, que suele obviarse, o rebajarse, los negros esclavos traídos de África. Los mercados de esclavos más importantes estaban en Cartagena, Portobelo y La Habana, y por todo el Caribe se multiplicó la población mulata. Fueron los mestizos y mulatos los que pelearon las guerras de independencia, y la población de origen africano se diluyó bajo los distintos disfraces del blanqueo, que fue un proceso ideológico de ocultamiento de identidad.

Pero la herencia africana es infaltable, e inocultable. Sólo para mencionar la música, sin la que el Caribe no existiría como lo conocemos: del danzón a la guaracha, al merengue, la bachata, los porros, al mambo, las distintas variedades de la salsa; y más allá, hasta el sur del continente, el candombe, y la milonga y el tango, que tienen la imperdible marca africana.

Y el Caribe es también el territorio donde se han incubado las mejores ideas redentoras y los sueños más perversos, y se han fraguado proyectos de poder que podemos ver reflejados en la literatura, que los copia de la realidad de la historia.

Dónde sino habría de aparecer un personaje como Henri Christophe, al que encontramos en las páginas de El reino de este mundo, la novela de Alejo Carpentier. Era cocinero de una fonda en Haití, y llegaría a coronarse rey. E hizo construir en la cumbre del Gorro del Obispo la ciudadela de La Ferrière, cada bloque de piedra subido a lomo de sus súbditos esclavos, el antiguo esclavo dueño de esclavos.

Henri Christophe piensa en la opresión como esclavo, e imagina el poder como caudillo. Imagina con delirio. Y el delirio habría de repetirse a partir de entonces a lo largo de la historia. Con otros nombres, y otros disfraces.

La novela del dictador tiene su cuna en el Caribe, de El señor presidente, de Asturias, a El recurso del método, de Carpentier, a El otoño del patriarca, de García Márquez, a La fiesta del chivo, de Vargas Llosa. Es la geografía del caudillo, que en uno y otro país llega al poder para no irse más, llena las cárceles de presos políticos, agrega títulos sin fin a su nombre, e impone el terror, la adulación y el silencio.

Porque el Caribe es también un territorio de sueños perdidos, y de extrañas convivencias. Un mundo rural, antiguo, anacrónico, que pretende ser moderno y que fracasa siempre bajo el peso del caudillo enlutado. Y la terca persistencia de aquel mundo viejo, al que nunca termina de comerse la polilla, produce el asombro en la literatura.

 

Leer más
profile avatar
26 de octubre de 2020
Blogs de autor

Las olvidadas (1) Adorada Violette Leduc

 

Cuando pienso en escritoras absurdamente olvidadas, me vienen a la mente Djuna Barnes y Violette Leduc. Si Marguerite Duras vuela con la lengua, Violette Leduc no se queda atrás. La nueva y vieja convencionalidad, a la que se entregan con desvergüenza tantos autores sobrevalorados, se encuentra a miles de años luz por detrás de escritoras como Violette Leduc, con la que Simone de Beauvoir fue de una generosidad inaudita, a la vez que la acusó más de una vez de obscena y de explícita. Podía ser cierto en la época en la que estas dos grandes escritoras tuvieron que vivir y sufrir, pero ahora no.

Violette Leduc no solo escribe, Violette Leduc derrama diamantes en cada frase, Violette Leduc hace restallar la lengua, la incendia, la convierte en un animal peligroso, la fustiga, la expande, la deja fluir como un río de estrellas derretidas en novelas como Thérèse e Isabelle. Violette era bisexual, y en la novela que acabo de mentar narra un amor-pasión entre dos muchachas que están descubriendo sus cuerpos y están renaciendo desde la misma piel.

Es dulce y es cruel, es radiantemente obscena y libre, es lírica hasta el mismo estremecimiento, está como al otro lado de la frontera. ¿De qué frontera? De la que divide y separa la gran escritura de la literatura simplemente correcta, y que tanto abunda.

Es la que va a sobrevivir en Francia, junto a Marguerite Duras y algunas otras, aunque murió cuando corría el mes de mayo de 1972. Físicamente, no era muy agraciada. En el Barrio Latino la llamaban “la fea”. Ya sabéis, el viejo racismo de la belleza.

Su vida fue muy difícil y Simone de Beauvoir la tuvo que ayudar en secreto. Llegó a pasar hambre, vivió al borde del precipicio, pero yo la quiero como si fuese mi hermana, y me bebo sus palabras como un licor exquisito.

El francés, en sus manos, es una dimensión de luz y de tiniebla, la una a la otra tan enlazadas como los dos mechones de una trenza. Todas sus novelas me interesan: La asfixia, La bastarda, La locura en la cabeza, Thérèse e Isabelle...

Ahora mismo en español solo están traducidas Thérèse e Isabelle, publicada por Mármara en el 2015, y La bastarda, recientemente editada por Capitán Swing. Basta con estas dos novelas (de entre las mejores de su obra) para darse cuenta de quién es Violette Leduc, que regresará del abismo para asombrarnos. Ya lo dije en otra ocasión: Thérèse e Isabelle es el Cantar de los cantares del safismo: una novela que desprende una luz irreal y que resistirá a la usura del tiempo como un diamante negro.

Cuando la lees empiezas a desdeñar la literatura cobarde, despojada de nervio y de fuego. Si aún no habéis leído Thérèse e Isabelle, enmendad pronto ese error. Dejemos que en la feria de las vanidades dance la literatura endeble y yerta. Hay otra literatura que está llamado a tu puerta y hay que sacar a esta mujer del reino del olvido.

No es la primera vez que hablo de ella ni será la última. La quiero como a una novia que llega del bosque de la noche con los cabellos húmedos y los ojos ardiendo. Beso su calavera, me arrojo a las luminosas tinieblas de su prosa.

(Aparecido en El País, 23/10/20) 

 

Leer más
profile avatar
24 de octubre de 2020
Blogs de autor

Retorno a Ferrara III

Indicaba que en esta lectura de "Il Giardino dei Finzi- Contini", distanciada medio siglo de la primera, me percibí con mayor acuidad la importancia que ha de tener para un lector español el hecho de que los protagonistas desciendan en parte de la comunidad hebrea cuya expulsión de España tanta huella ha dejado en nuestra historia y tanto ha marcado de forma explícita o subyacente la representación que nos hacemos de nuestra propia identidad. Indirectamente un capítulo trágico de España está presente en este libro admirable.
 

Señalaba asimismo el peso político de la novela y como la propia lucidez del protagonista nos ayuda a comprender que el nacional -socialismo no era más que la expresión de un mal cuyas causas sociales se diluyen cuando se singulariza el caso de Alemania. 

Recordaba, finalmente, que efectivamente se trata de una prodigiosa reflexión sobre la dificultad del vínculo afectivo, reflejada sobre todo en la actitud de la protagonista, Micòl Finzi- Contini, al rechazar como amante y eventualmente futuro esposo al único hombre al que realmente ama, entendiendo ciertamente por la palabra "amar" algo no concordante con el uso convencional del término. En los motivos que arguye queda reflejada una ácida lucidez en relación a los meandros tramposos mediante los cuales el reconocimiento en el otro de la inteligencia que Zubiri calificaba de sentiente y el deseo de compartirla, esta emoción que es la expresión del deseo verdaderamente humano, son recuperados por la inercia social y traicionados en las relaciones codificadas, incluidas las sexuales (sean estas bendecidas o no por su recubrimiento bajo la nomenclatura del matrimonio o institución análoga) y que Micòl Finzi- Contini identifica a un combate:

"Yo...yo estaba ‘a su lado', ¿entendía?, no ‘frente a ella', mientras que el amor (...) era cosa de gente decidida a superarse mutuamente. Un deporte cruel, feroz, mucho más cruel y feroz que el tenis. A practicar sin excluir golpes y sin preocuparse, para mitigarlo, de la bondad de ánimo y la honestidad de los propósitos". 

"Io...io le stavo ‘di fianco' capivo? non già ‘di fronte' , mentre l' amore... era roba per gente decisa a soprafarsi a vicenda, uno sport crudele, feroce, ben piu crudele e feroce del tennis !, da praticare senza exclusione di colpi e senza mai scomodare, per mitigarlo, botà d' animo e onestà di propositi" ( Acantilado páginas 225-226; Feltrinelli, pgs.161-162).

Y la protagonista refuerza su argumento citando a Baudelaire:

« Maudit soit à jamais le rêveur inutile /Qui voulut le premier dans sa stupidité/S' éprenant d' un problème insoluble et stérile, /Aux choses de l' amour mêler l' honnêteté » (en la edición de Acantilado se da la traducción de Francisco Luis Guerrera : « Maldito eternamente sea el soñador inútil/ y estúpido quien, al apasionarse por/ un problema insoluble y estéril, quiso ser el primero/en mezclar amor y honestidad").

Años más tarde hubiera evocado quizás a Louis Aragon:
"...et quand il croit /Ouvrir ses bras son ombre est celle d'une croix/Et quand il veut serrer son bonheur il le broie (Cuando el hombre cree abrir sus brazos su sombra es la de una cruz/Y cuando quiere abrazar su felicidad la quiebra)".

Micòl cierra la puerta a la reducción convencional de su relación con la única persona cuya presencia (ya desde la infancia) había producido en ella esta mezcla de estupor y reconocimiento en la alteridad que la palabra amor debería quizás reflejar, pero que desgraciadamente el uso convencional de la misma más bien traiciona:
"...yo, igual que ella, carecía de ese gusto instintivo que caracteriza a la gente corriente. Lo intuía perfectamente, para mí, como para ella, más que el presente contaba el pasado, más que la posesión el recuerdo (...)¡Cómo me entendía! Mi ansiedad por que el presente se convirtiera ‘inmediatamente' en recuerdo para poder amarlo y soñarlo a mi manera, era igual que la suya, idéntica a la suya. Se trataba de ‘nuestro' vicio: ir siempre hacia adelante con la cabeza vuelta hacia atrás:
anche io como lei `( nos cuenta el narrador recordando las palabras de Micòl) non disponevono de quel gusto instintivo delle cose che caracterizza la gente(...)per me , non meno che per lei più del presente contava il passato, più del possesso il ricordarseni (...) come mi capiva! La mia ansia che il presente diventasse "subito" passato perché potessi amarlo e vagheggiarlo a mio agio era anche sua, tale e quale. Era il "nostro vizio", questo:d'andare avanti con le teste sempre voltate all'indietro" (Feltrinelli pg.163, Acantilado pg. 226).

La protagonista parece hablar premonitoriamente. Pues en efecto; ‘avanzar' en el enriquecimiento de su lengua italiana, sumergiéndose con ella en ese ‘atrás' que es el recuerdo (el pozo artesiano de Marcel Proust cuyo chorro alcanza altura en proporción al grado de inmersión); tal es lo que Giorgio Bassani realiza en "Il giardino dei Finzi- Contini", recreando su Ferrara, haciendo que de alguna manera sea también nuestra e invitándonos a reencontrarla.

 

Leer más
profile avatar
23 de octubre de 2020
Blogs de autor

Ligas

Con el otoño llegan las setas silvestres y los Premios Nacionales, brotando estos con asombrosa abundancia pese a la tradicional sequía de nuestro subsuelo cultural. En un corto paseo, hace días, me detuve ante una tienda bien provista de frutas y verduras, y conté en el mostrador catorce especies de setas, desde la lujosa senderuela al champiñón común. En temporada, me dijo la dependienta, venden cerca de treinta, precisamente el número de los premios anuales que ya ha empezado a dar el Ministerio de Cultura en lo que llamaríamos 1ª división de galardones; muy pronto se sabrán los ganadores del Nacional de las Letras, el Velázquez y el Cervantes, la champions league del arte. Me pregunto si estas clasificaciones existen fuera, y he fantaseado con una Bundesliga de la metaficción, aunque me tira más, si algún día me diera por el fútbol, la Ligue francesa.
 
Dicen los maliciosos, algunos también futboleros, que estos premios se juegan con las gradas vacías, y el chascarrillo me parece rastrero; premiar lo que no triunfa permite a poetas, novelistas o ensayistas incomprendidos salir a la luz. Y me ciño a los primeros géneros en ser premiados, nada menos que en 1924, cuando en poesía ganó un muy joven Rafael Alberti, con su Marinero en tierra. Y así, desde entonces, casi un siglo de aciertos o dislates. Pero llegó un momento de generosidad en que los Premios Nacionales crecieron como hongos, alcanzando al cante flamenco, los bailarines o la fotografía, disciplinas por las que siento el máximo respeto y un desigual interés. Para paliar quizá tanto gasto, se decidió que mientras los premios nuevos, algunos de reciente creación, tuvieran una recompensa de 30.000 euros, los de solera, es decir, todos los literarios, no pasaran de los 20.000. Se entregan a la vez en un acto solemne en que los cheques son distintos y las sonrisas envidiosillas. Aunque cualquier artista verdadero dirá, si le preguntan, que al dinero prefiere tener futuro. Un futuro que llegue, aunque con escaseces, a la posteridad.
Leer más
profile avatar
23 de octubre de 2020

Imágen: Isaak Bábel, visto por Sciammarella

Blogs de autor

Un elogio de la brevedad

Los relatos del ruso Isaak Bábel, ejecutado por el régimen estalinista, son un ejemplo maestro de lo que la exactitud y la concisión pueden obrar en una pieza literaria

Hay escritores que, olvidándose de la extensión, se lanzan a registrar hechos ocurridos o imaginados con el afán de que no se les quede nada en el tintero. Otros aspiran a sintetizar lo más significativo, aquellos episodios que, aun siendo anecdóticos y fugaces, iluminan y dan sentido a su universo narrativo. Isaak Bábel fue un gran maestro de entre los segundos. De origen judío, nacido en la cosmopolita Odesa de finales del siglo XIX -la otra ventana a Europa del imperio ruso, con permiso de San Petersburgo-, este autor es para la literatura lo que Cartier-Bresson fue para la fotografía: ambos tenían la agudeza de reconocer ese "instante decisivo" capaz de desvelar un secreto latente. "Una historia bien inventada no tiene por qué parecerse a la vida real", leemos en uno de sus cuentos; "la vida siempre trata de parecerse a una historia bien inventada".

La obra de este admirador del mot juste de Maupassant y la sobriedad penetrante de Chéjov, pero también de la exuberancia carnavalesca de Gógol, quedó en cierto modo ensombrecida por el silencio que cultivó en vida. Reacio a desprenderse de sus manuscritos, los reelaboraba sin cesar, hasta el punto de que entre un primer borrador y su versión final había tanta diferencia "como entre un envoltorio grasiento y La primavera de Botticelli". Pero fue también un silencio impuesto, sobre todo a partir de los años treinta, por la hostilidad del clima político. Antes que comprometer su independencia creativa escogió la mudez y dio prioridad a algunos encargos, sobre todo de guiones cinematográficos, para evitar caer en el punto de mira. Con todo, no logró escapar a la orden de ejecución que truncó su trayectoria artística, y ya nunca sabremos cuántos proyectos y manuscritos inéditos, confiscados durante su arresto en 1939 a las afueras de Moscú, se perdieron.

Fuera de las letras rusas, Bábel, como observó Borges, a veces ha sido calificado injustamente de "hombre de un solo libro" por su magistral La caballería roja, ejemplo de su prosa carnal y poética en absoluto ajena a la brutalidad propia de la condición humana, un título que lo encumbró como el primer gran escritor soviético. Por eso, esta recopilación de relatos autobiográficos que nos presenta Minúscula es una buena ocasión para reivindicar su originalidad y perpetuar el cumplimiento de la profecía formulada en uno de sus pasajes: "Mis historias estaban destinadas a sobrevivir al olvido".

De este ciclo de 11 cuentos -algunos de ellos publicados en vida- se tiene noticia como mínimo desde 1931, cuando el autor lo menciona en una carta a su madre, emigrada a Bélgica: "Los temas de los relatos están extraídos de mi niñez, pero, por supuesto, mucho ha sido inventado o modificado. Cuando esté terminado el libro, se hará evidente la razón por la cual tuve que hacerlo". El uso de la primera persona, tan habitual en su narrativa, y algunas coincidencias biográficas hicieron que, durante algún tiempo, se consideraran una suerte de memorias fidedignas. Dada su abrupta muerte tras un juicio sumario, se ignora la forma final que habría adoptado este proyecto literario -el más preciado para él- que comenzó en 1915.

Historia de mi palomar y otros relatos cubre un arco temporal creativo de dos décadas. En sus páginas encontramos a un Bábel más reposado y menos impresionista que en sus testimonios de la guerra en el frente polaco de 1919, de la destrucción de la cultura judía de la Zona de Asentamiento o del mundo de los bajos fondos de Cuentos de Odesa. Aun así, igualmente consigue movilizar los cinco sentidos de los lectores al echar la vista atrás, con nostalgia y compasión, a la patria de su infancia y adolescencia, de donde el protagonista judío, con una imaginación desbocada por un exceso de lectura, desea huir para ver mundo.

Cualquiera de los relatos aquí incluidos descubre lo que la exactitud y la concisión son capaces de obrar en una pieza literaria. Gracias en gran parte a su depurado estilo, aunque se refiera a un pasado lejano en el tiempo y el espacio, su voz aún nos habla desde un presente atemporal. Bábel era muy consciente de las trampas del lenguaje y, para desactivarlas, no conocía otro método que la revisión exhaustiva. A un colega le comentó: "Se necesita un ojo agudo, pues la lengua esconde con astucia su basura -repeticiones, sinónimos, tonterías-, como si todo el rato tratara de burlarse de nosotros". Según él, solo un genio podía permitirse añadir dos adjetivos a un nombre. Y una prueba de su constante ejercicio de síntesis la encontramos en ‘Informe', en el que convierte las doce páginas de ‘Mi primera paga' en un relato de seis, sin perder un ápice de su esencia: el primer sueldo ganado con su arte para fabular, que coincide con su iniciación sexual.

En este libro se ­reúnen en orden cronológico las epifanías que conforman el despertar a la vida de un niño que atesora la "chispa divina" del arte y a la conciencia de su identidad cultural, así como el conocimiento de las miserias de los adultos, de la violencia extrema y del antisemitismo, todo ello impregnado del amor a cuanto lo rodea y de su sentida belleza. Este meditado ejercicio sobre el gran poder de la imaginación para ensanchar la mirada se ejecuta con una concisión que nos recuerda que el grafito del lápiz, con la presión adecuada, se convierte en diamante.

Leer más
profile avatar
21 de octubre de 2020
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.