El primer día de rodaje se rodó la primera secuencia de ‘El dios de madera', una casualidad que no es habitual en la confección de las películas, cuyo orden sigue generalmente la conveniencia de los decorados, el cambio de los climas o la agenda de los actores. El director de ‘El dios de madera' sólo tiene la experiencia de un film anterior, ‘Sagitario', y, por el contrario, la de nueve o diez novelas publicadas hasta la fecha, todas llevadas a cabo según un mismo método, para este escritor inevitable: empezar su libro por las primeras líneas del relato y no abandonar en ninguna instancia y bajo ningún concepto esa continuidad narrativa; el avance lo marca lo precedente, y los desarrollos y el final no están nunca en su cabeza ni tienen la menor premeditación. La novela llegará hasta donde le lleve su invención, partiendo de un esquema o idea primordial que las más de las veces están limitadas a una imagen, una figura esbozada o un motivo de arranque.
Todo lo contrario sucede en el cine, y es una de las peculiaridades del medio que seduce al escritor VMF. El -llamémoslo así- ‘libro' de ‘El dios de madera' estaba, después de cuatro o cinco versiones (que aún van admitiendo cambios, supresiones o añadidos durante el rodaje), totalmente acabado cuando la película empezó la semana pasada a filmarse, y lo que se va ‘escribiendo' con la cámara cada día es una pieza suelta de dicho programa o guía verbal; ésa y las siguientes piezas, todas previstas en el conjunto, quedarán almacenadas hasta la fecha en que, terminado el proceso de acumulación de tomas, el director las tendrá a su disposición en la soledad compartida de una máquina prometedoramente llamada AVID. Él, con la esencial colaboración de su montadora, dedicará seis o siete semanas (un poco más de tiempo que la propia captación de las imágenes) a recomponer la trama preconcebida, aunque, naturalmente, beneficiándose de todo aquello que el guión no tenía: caras, cuerpos, encuadres, actos, gestos, segundos y terceros términos. Y también voz grabada en directo, a la que, más adelante todavía, un compositor (Luis Ivars, el mismo de ‘Sagitario') añadirá músicas.
Palabras, frases entrecortadas o largas, párrafos ya enunciados pero no entendidos por nadie ajeno al rodaje, ni siquiera oídos. Empieza ya a llegar, como adelanto de lo realizado en los ocho días de trabajo que llevamos, muestras de ese vocabulario cinemático, y algunas llegan repetidas, con ligeras variantes respecto a las que no hay que decidir todavía.
El montaje les dará el sentido. De momento son sólo trozos de un todo que un equipo de cine conoce al dedillo pero ninguno, ni siquiera el director, sabe en qué quedará.
