Lluís Bassets
No es fácil conseguir que un primer ministro y su número dos y ministro de Exteriores, personas que trabajan cada día codo a codo, hagan un paréntesis y se enzarcen de pronto en una pelea descomunal como les gusta a los votantes en todos los países. De ahí que el debate ayer entre la canciller Angela Merkel, candidata de la CDU-CSU, y el vicecanciller Franz-Walter Steinmeier, candidato del SPD, transcurriera por las mismas sendas de extremada cortesía, notables dosis de aburrimiento y escasa polarización con que está funcionando toda la campaña electoral. La fórmula elegida para celebrar el único debate de esta campaña se las trae; cuatro periodistas, uno por cada una de las cadenas que retransmitieron el debate en directo, interrogaron a los dos candidatos: las escasas asperezas del debate se produjeron entre los políticos y los periodistas, que interrumpían y repreguntaban no siempre a gusto del interrogado.
Contrasta el protagonismo periodístico alemán con su marginación en los debates españoles, donde el control de los temas y el tiempo de los candidatos, y a veces se diría que incluso las preguntas, corre a cargo de los equipos de campaña y es una única cadena la que lo transmite. Pero contrasta también con los abundantes debates norteamericanos, donde el enfrentamiento directo entre los candidatos es lo esencial a lo que se supedita todo el resto. Anoche parecía un debate de primarias pero al revés, en vez de un panel de candidatos interrogados por dos periodistas, un panel de periodistas charlatanes interrogando a dos educados políticos. El debate anima un poco la campaña, pero difícilmente la radicaliza alrededor de los dos grandes partidos representados por la canciller y el vicecanciller, algo que sólo se consigue cuando hay choque frontal de posiciones. Los beneficiarios de tal situación son los partidos que no salen en pantalla, los pequeños, que crecen a costa de la monotonía de posiciones políticas de los grandes.
El resultado del debate fue así una confirmación de que la Gran Coalición puede seguir funcionando si la aritmética electoral la acompaña. Nada hay en lo que dijeron los dos candidatos que la desaconseje. Ambos coinciden en el balance positivo de los cuatro últimos años de gobierno juntos. El solapamiento de posiciones en numerosas cuestiones -en relación a la crisis económica o la presencia militar en Afganistán, por ejemplo- y su capacidad de graduar y ajustar las diferencias -sobre el sueldo mínimo y la energía nuclear- son evidentes. El único mensaje particular es que cada uno de ellos quisiera ser quien dirigiera la próxima etapa y tener las manos libres para realizar la política de alianzas más conveniente para sus intereses. Lo que dice Merkel es que prefiere a otro socio para salir más rápidamente de la crisis y volver a crear puestos de trabajo, a lo que Steinmeier responde que quienes mejor pueden realizar la tarea son los socialdemócratas, y en ningún caso los liberales partidarios de las viejas fórmulas que han conducido a la actual situación.
Para Angela Merkel la opción preferida es obligadamente la coalición con los liberales, ante los que ella misma se presenta como garantía social y defensora del papel del Estado como guardián de los equilibrios sociales ante los desmanes de la globalización. Fue lo que defendió en la anterior campaña en 2005, aunque no pudo llevarlo a efecto ante unos resultados insuficientes. Y es la fórmula de coalición más característica en la historia de la Alemania federal, con la que se ha gobernado en distintas etapas durante 26 años. Nadie entendería, entre el electorado conservador sobre todo, una campaña dirigida de entrada a asociarse con sus rivales históricos para repetir la Gran Coalición. Tampoco puede defenderla Steinmeier, y asegura con todo el aplomo que es una fórmula provisional que no hay que repetir, a pesar de que es la única que por el momento parece a su alcance, después de once años de participación del SPD en el gobierno, durante siete años en coalición con los verdes y los últimos cuatro con los cristiano demócratas.
Leo a través de twitter que una primera encuesta entre los televidentes da por vencedor al socialdemócrata, aunque por escaso margen 31 a 28 por ciento, mientras que un 40 por ciento no da vencedor a ninguno de los dos. Otra da la victoria a Merkel por 37 a 35. Si alguien podía sacar ventaja de un encuentro de tan limitado margen de enfrentamiento era Steinmeier, que aspiraba a crecer como aspirante a la cancillería, mientras que la señora Merkel, reconocida ya como líder de la coalición, difícilmente podía sostener su posición sin subrayar la contradicción entre su gobierno con unos y su propuesta electoral con otros. Aunque la misma contradicción afecta a Steinmeier, obligado a callar sobre la coalición futura y a fingir que espera una victoria sobre Merkel que ninguna encuesta le proporciona.